7
Una vez más observaba al perrito faldero de Luka obedecer con una enorme sonrisa a la asquerosa princesa. Estaba por demás decir que si en realidad fuera perro, ahora mismo estaría agitando su cola.
Hasta lastima daba.
—No había tenido tiempo de conocerte. Eres Félix ¿Cierto?— Una mujer de tez morena y ojos castaños me miraba fijamente. Curvilínea, dotada de una belleza especial, lucía prendas caras por lo que era fácil deducir que era de familia rica.
—Sí, perdone si desconozco su nombre.
—Alya Cesaire. Un placer.— Y me tendió la mano para que besara sus nudillos ¿Tenía permitido besar otros nudillos que no fueran los de la esclavista? Regresé a verla y noté como la princesa malcriada me miraba de reojo.
Sonreí y besé los nudillos de la morena.
La expresión en la cara de la desdichada fue gloriosa; pero poco me duró la satisfacción al ver que había decidido ignorarme para poder apoyar sus manos en los hombres de Luka y acariciar sus mechones de pelo en forma de jugueteo.
—Pero qué lindo eres.— me expresó Alya.— Mari ¿Me lo puedes prestar un ratito?
Ya estaba esperando ver su egoísmo presente, que no me permitiera a ninguna mujer por el infernal demonio posesivo que es. Ella me miró nuevamente y dibujó en su rostro una sonrisa indescifrable.
—Si eso es lo que quieres ¿Quien sería yo para negarle esa oportunidad a mi amiga?
Maldita princesa asquerosa. Parecía haberme leído los pensamientos y que, tan solo para ofrecerme la satisfacción de darme la razón, me había llevado la contraria.
Su amiga asintió mientras ella se aproximó hacia nosotros.
—Pero jamás te obligaría a hacer algo que no quieres.— dijo con una cínica dulzura viéndome de frente.— Si quieres quedarte conmigo, sólo dímelo.
Me sentía acorralado en cualquier decisión que tomara. Al final, no me quedó más que resignarme y aceptar mi derrota.
—Haré lo que usted ordene, señorita.
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