Al volver a verle la cara a la asquerosa princesa no pude evitar pensar en las palabras de mi abuelo. Es que, con tan solo verla me causaba una repulsión tremenda ¿Yo? ¿Conquistar a esa despreciable mujer? No había palabra amable que se me pudiera salir al verla.

Tomaba un baño en una de las bañeras enormes de la Mansión Dupain. Desde donde estaba sólo podía observar sus hombros cubiertos por pecas sobresaliendo del agua, acompañada de su oscura cabellera que tenía que admitir, contrastaba muy bien con el resto de su piel.

—¿Sabes que me observas mucho para lo tanto que dices odiarme?— Me cuestionó tomándome por sorpresa. Apreté los labios pensando en mi contestación.

—Ahora mismo creo que no tengo otra opción. No hay otra cosa en el cuarto más que usted.— Ella rio sin regresarme a ver.

—De tratarse de otro trabajador le pediría que sostuviera su mirada en cualquier pared de la habitación.— Se empezó a salir de la bañera, cubriéndose en seguida por una toalla.

Sin maquillaje, su belleza... Su lo que sea, no se opacaba ni un poco, era una mujer de la que difícilmente podías despegar la vista para mi desgracia.

—¿Puedo hacerte una pregunta?— El hecho de que me cuestionara eso era molesto, ya que ella sabía que cualquier cosa que ella me pidiera estaba forzado a hacerla o responderle.

—Dígame.

—¿Por qué si no soy de tu agrado te presentaste cuando te asignaron a nosotros?

—¿Es una broma?— Me atreví a responderle algo molesto.— No es como que los de mi clase tuvieran muchas opciones.— Ella no entristeció, pero tampoco pareció molestarle mi respuesta, sólo me escuchó detenidamente.— Y ahora que tengo su atención ¿Puedo preguntarle yo algo?

—Adelante.

—¿Por qué decidió aceptarme a su servicio cuando en múltiples ocasiones he sido demasiado explícito en mi poco agrado hacia usted?

Ella colgó sus brazos de mi cuello y se colocó de puntillas.

—Haces menos aburrido este lugar.— Y depositó un beso fugaz en mi mejilla.

Tenía que admitirlo, sus labios eran frescos y suaves.