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Empecé a observar a todos los varones en ese evento, preguntándome quién podría ser el prometido de la señorita Dupain. Ella reía con ellos tranquilamente y a cuál más quería estar cerca de ella.
Sus ojos azules de repente frenaban en mí y sonreía discretamente, haciendo que una vez más me encontrara preguntándome cuándo fue que empecé a buscar como hambriento un poco de su alegría.
—Es un fastidio ¿No es así?— La rubia de repente se colgaba de mi cuello, haciendo movimientos lentos y hablando por lo bajo.— No entiendo cómo se pueden fijar en ella.— susurró a mi oído a la vez que empezaba a desatar mi moño del cuello.— Por eso me gustaste ¿Sabes? Tú no eres como ellos, tú sí sabes identificar a una arpía cuando la ves.
Por supuesto que lo hacía, no soy un tonto. Pero daba la casualidad de que esa arpía aceleraba mi corazón y volvía un caos mi cabeza.
La rubia me tomó desprevenido y comenzó a pasar sus labios sobre los míos. No me moví, y no hice nada al respecto; a penas alcé un poco mi mirada y pude ver a la princesita observándome por un segundo para en seguida girar su vista.
Me sentí mal, pero ahora ella era mi nueva dueña, y empurarla me podía costar el empleo.
—¿No te gusto?— preguntó Chloe despegándose de mí. No respondí, y ella soltó una pequeña risa. — No puedo creerlo. Esto es humillante.— No me miraba a los ojos, simplemente se talló los labios como si se arrepintiera de sus actos y después inhaló profundo.— Ya vuelvo.
Acto seguido, se sumergió entre el mar de invitados y la perdí de vista.
Pasado minutos y cuando la tranquilidad comenzaba para mí, Chloe reapareció encima del escenario y con una cuchara golpeó contra su copa para atraer la atención de todos.
—Bueno, queridos invitados, ahora sí comienza el verdadero evento en honor a la asquerosa zorra que se le metió en la mirada a mi padre y le costó el divorcio con mi madre. Con ustedes, Marinette Dupain.
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