En la mansión Dupain había mucho movimiento. Aunque ya había llegado Chloe, al parecer a los que más les importaba impresionar por alguna razón eran a los padres de la rubia.

Luka se mantuvo a cargo de la preparación del evento en su mayor parte por ofrecimiento propio, como el perro rastrero que era.

A mí me tocó servir tanto a la asquerosa princesa como a Chloe a pesar de que ya le habían asignado una sirviente personal a la rubia.

Sin embargo la princesita parecía extrañamente apagada y taciturna. Permanecía encerrada en su habitación sin querer interactuar un poco con la rubia.

—Así que no vendrá a comer otra vez.— dijo la rubia con cierto tongo de decepción.—Que lastima.

—Eso parece.— Le respondí.

Tenía que admitirlo, tener que servirle a la Bourgeois, más que soportable, era hasta agradable. Se notaba que llevaba esa sangre real de la que tanto me había hablado mi abuelo, hasta sus movimientos eran finos. Ella en sí era una imagen exquisita de apreciar.

Pero mi cabeza punzaba al pensar si la asquerosa princesa aún no había muerto de inanición.

—¿Estás preocupado por ella?— preguntó sacándome de mis pensamientos.

—No sé si ha comido, creo que debería revisar.— Giré mi cuerpo con la intención de irme por la salida cuando la sentí sujetar mi muñeca.

—¿Tú ya has comido?—Nuevamente la pregunta me tomó por sorpresa.— Deberías, eres un joven apuesto, pero se nota a leguas que trabajar para ella te tiene con un aspecto demacrado. Por eso mencioné lo de ser un juguete el otro día, quería ver si ella tenía el descaro de llamarte así; pero veo que te guarda el mínimo respeto.

Quise agradecer sus palabras, pero por alguna razón me sentí indignado. ¿Tan débil lucía a su parecer?

Me zafé de su agarre.

—Debo ir a ver si ya comió.— y salí.