T r e i n t a
En capitulos anteriores...
Dios mio. Voy a ser madre.
Otra vez.
Suryan, lucha por favor. No te rindas. Ruego en voces interiores.
Tu familia va en camino.
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En menos de lo que un parpadeo se lleva a cabo, mis mellizos me trasladan a la mansión en la que estaba viviendo antes de que Adán me secuestrara. Todo está igual. No hay nada roto, ni siquiera los muebles. Las paredes siguen siendo blancas y no hay ni una sola mancha en la moqueta.
— Papá no opuso resistencia en cuanto la guardia del Empirio vino a por él — aclara Hadriel en cuanto se percata de estoy en busca de cualquier indicio de violencia. —. Estaba demasiado preocupado por ti como para montar un alboroto y desconcentrarnos cuando estábamos buscándote.
Asiento con la que se ha vuelta mi amiga este ultimo tiempo; la opresión en el pecho.
Odio sentirme tan impotente. Odio no saber que hacer. Odio tener tantas ganas de llorar. Odio que el cielo presuma de libre albedrío y que no le permita tomar sus propias decisiones sin represalias.
Odio que, el no haberle dicho que lo amaba, me esté desgarrando por dentro.
Odio profundamente temer no volver a tener la oportunidad de hacerlo.
Me odio tanto a mi misma por ser la razón de su condena...
— Eso no es cierto — Loryan frunce el ceño. —. Si no hubiese sido por ti, el ya habría estado muerto hace mucho tiempo.
Hadriel asiente.
— Hace mas de quinientos años, cuando nacimos — comienza el rubio mirando un punto fijo en la pared. —, papá decidió que lo mejor era vivir una vida normal. Una vida humana. Tú, siendo una mortal que no muere, nosotros, hijos de un serafín y dicha mortal y él, que estaba dispuesto a renunciar a sus alas y ser un ángel caído en la tierra por el bien de su familia — ríe sin humor, pero el orgullo tiñe sus palabras. —. No habría sido una vida precisamente normal, pero habría sido...
— Jodidamente perfecto — termina el ojiverde por su hermano al notar que le tiembla ligeramente la voz. Le pasa un brazo por los hombros y le sonríe.
Intento disipar el nudo que se ha formado en mi garganta al ver lo afligido que está el rubio. Le doy gracias a Dios porque ha tenido el apoyo incondicional de Loryan. Parecen tan fuertes, tan indestructibles y tan invulnerables... Sin embargo, el dolor de mi pérdida no les ha sido indiferente durante mas años de los que me gustaría pensar.
Pero ya se acabó.
Ahora estoy aquí, no voy a ir a ninguna otra parte y protegeré a mis pollitos con mi vida. Entregaremos a la traidora, rescataremos a Suryan y haremos hasta lo imposible para que podamos estar todos juntos. Sin problemas. Sin que nadie quiera matarnos. Felices y comiendo perdices.
Sí, también te cuento a ti, pequeño pollito que se está incubando.
— Madre, tenemos que irnos — la voz de Hadriel me saca de mi ensimismamiento. Ni siquiera me he dado cuenta cuando empecé a acariciar el pequeño e imperceptible bulto en mi vientre. —. Está a punto de amanecer. Es casi la hora.
— Está bien, vamos.
Loryan enarca una ceja.
— ¿ Y a dónde diablos se supone que vas tu?— pregunta mientras sus comisuras luchan por no alzarse y sonreir.
— A donde sea que tengan a Suryan — respondo con el ceño fruncido. No me gusta las caras que me están poniendo.
—Mamá, estás completamente loca si crees que dejaremos que nos acompañes en tu estado — Hadriel se cruza de hombros.
Eso si que no, a mi no me dejan aquí tirada.
Los fulmino con la mirada.
— Los que estáis locos sois vosotros si creéis que me quedaré aquí por el hecho de estar embarazada — refuto y mi estomago protesta como si estuviese en desacuerdo conmigo. Pongo las manos en mis caderas, en forma de jarra. —. Soy vuestra madre, así que, respétenme y llévenme a donde tenga que ir.
— Eso es jugar sucio — Loryan y su teatro personal hacen aparición. Separa sus labios y entrecierra sus ojos, mirándome indignado.
Hadriel pone los ojos en blanco y tira del cuello de la camiseta negra de su hermano.
— Estamos perdiendo tiempo — coge mi mano y entrelaza nuestros dedos. —. Sabes que el ser tercos nos lo heredó ella.
El castaño suspira como si se le fuese la vida por la boca, pero después es él quien me fulmina con sus ojos verdes.
— Cuidaremos de ella, Loryan — lo tranquiliza su hermano. —. De ellas. — se corrige, y me hace gracia que su preferencia hacia el pequeño pollito sea esa.
— Bien, pero sigo pensando que es jod... maldit... ¡Mierda! Que es muy peligroso.
No puedo evitarlo y suelto una carcajada. que queda en un raro gemido en cuanto mi alrededor se distorsiona hasta crear figuras abstractas. Mis pies tocan el suelo por fin y abro los ojos.
No es lo que esperaba. Sí, todo es muy blanco, pero no es lo que me esperaba. No veo el suelo porque una especie de niebla me borra los pies. Mirando hacia arriba solo ves eso, color blanco. Hacia los lados igual. Lo único que decora el paisaje blancuzco en un enorme especie de castillo de oro. Impresionante, pero sigue sin ser lo que me esperaba.
No hay ángeles volando, ni con trompetas. No hay caballos con alas y querubines en su armadura. No hay gente paseando feliz. Ni un Dios Todopoderoso.
— Éste no es cielo — aclara Hadriel.
— Hay tres. El primero, del que acabamos de salir — explica el otro mellizo a mi derecha. —. Ahí viven los ángeles y templarios. El segundo, dónde reside el Empírio — señala con un movimiento de cabeza al frente. — y el tercero, donde Dios y los espíritus de aquellos que son merecedores de la vida eterna habitan.
Asiento.
— ¡Mamá! — gritan al unísono.
Corro hacia la entrada del edifico. No me hacen falta mas explicaciones.
Al tener la gigantesca puerta delante de mi, se abre sola. Qué bien. No tendré que adivinar la palabra mágica para que se abra. Aunque me hacia ilusión decir algo como "abracadabra que la puerta se abra" o algo por ese estilo.
Los mellizos llegan a mi incluso antes de que pueda atravesar el umbral y me detienen.
Lo primero que veo es todo el interior blanco y dorado. ¿Qué clase de fetiche tienen con esos colores?
Pero me detienen porque hay alguien en medio de la sala con los brazos entrelazados en su espalda.
Es Miguel. Y está muy serio. Me da igual si me había caído bien, si se interpone en mi camino le daré una patada en el trasero. Pero me sorprende cuando habla:
— La segunda planta.
— Gracias.
El suelo parece estar hecho de perlas, brillan como ellas. Hay una alfombra que atraviesa toda la estancia y pondría las manos en el fuego y no me quemaría al decir que es hilo de oro. O lana, O lo que sea con lo que esté hecha. Las paredes son de espejos y las escales son igual al piso, sin en cambio las barandillas son de oro. Los marcos de los cuadros colgados a la pared son de oro. Hasta los floreros de oro.
Dios, no me extrañaría que el papel higiénico estuviese hecho de oro.
¿Suryan?
Pruebo llamándole mentalmente. Nada. Subo las escaleras aun corriendo, siguiendo a los mellizos.
Por favor, mi amor. Estoy aquí. Necesito saber que estas bien.
Nada.
Una lágrima parece querer escaparse de mi ojo, pero lucho porque vuelva a su sitio.
¿Katy?
Mis hijos se detienen en seco y giran sus cabezas en mi dirección. Ellos también lo escucharon. Sonríen.
— ¡Lo sabía! — brama Loryan. —. Padre jamás le daría el gusto a Gabriel de ver su cabeza rodando por el suelo.
Me estremezco, no es una imagen agradable.
¿Estas bien?
No ahora que estás aquí. Vete.
Los tres abrimos los ojos como platos.
Papá, mamá ya sabe lo quienes somos. No tienes por qué seguir sacrificándote.
La voz de Hadriel hace eco en mi mente.
Llévensela. Ya sois mayores, estaréis bien sin mi. Es lo único que necesitan para que os dejen tranquilos y os dejen vivir.
No puede ser. No está luchando. Ha asumido que tiene que morir para que nosotros vivamos.
Loryan me pide en gritos silenciosos que haga algo con la mirada, mientras que Hadriel pelea consigo mismo por mantener la calma y mantener las lágrimas a rayas. Los dos tienen los ojos cristalizados.
Su padre se ha resignado a morir.
No puedes morir. No ahora. Le digo a punto de entrar en un ataque de histeria.
Es lo mejor, mi estrella. Haría esto e incluso mas por vosotros tres.
Empiezo a subir las escaleras de tres en tres y pidiéndole a Dios que me ayude a llegar a tiempo.
¿ Y que pasa con el cuarto integrante?¿Acaso a ese no se le cuenta?
Pregunto dejando fluir libremente las lágrimas por mis mejillas. Llego a un gran pasillo con tres direcciones. Hadriel me toma por el codo y me dirige hacia el camino correcto.
Silencio.
¿Qué le diré cuando pregunte por su padre?
¿De qué estas hablando?
De que tienes mucha puntería, papá. Loryan se mofa.
Vas a ser papá de nuevo. Odio que hasta en mi mente he podido escuchar como se le ha roto la voz a Hadriel.
Este pequeño pollito también tiene derecho a conocerte. ¡Joder, Suryan!¡ Yo tengo derecho a tener la oportunidad de poder decirte que te amo!
Silencio.
Por favor... no me hagas esto. Te necesitamos...
Yo saldré aqui. Busca a los templarios y vete inmediatamente.
Pero...
¡AHORA!
Paro de correr. Los mellizos también lo han hecho.
Y a vosotros dos os espera una buena por haber traído a vuestra madre aquí, en su estado.
Tragan saliva al unísono.
Pero...
¡No quiero escuchar excusas!
Asienten y luego me miran.
— Vamos a buscar a...
— No hace falta — Jace aparece en mi campo de visión.— Suryan ya nos ha avisado.
— Vayámonos — Ashton me sonríe.
— ¿Donde está...?— mi sangre comienza a hervir al recordar el daño que a causado una de mis supuestas amigas.
— Alexia desapareció cuando tú lo hiciste — Ashton niega con la cabeza. — Viviane no acepta que su hermana sea una traidora.
— Nos entregó. A los dos.
— Todo es culpa mía — miro hacia Jace, hasta ahora noto lo demacrado que está. —. Si tan solo hubiese tenido mas tacto al rechazarla...
Se calla. No porque yo se lo dijese o insinuara.
Sino por el grito desgarrador que ha atravesado cada partícula de mi cuerpo y que estoy segura que ellos también han escuchado.
Os amo.
Los mellizos aparecen en un segundo, uno a cada lado de mi.
Los templarios toman posición de ataque en cuando una docena de serafines nos encara.
Los mellizos empiezan a llorar.
Loryan grita hasta desgarrarse la garganta.
Hadriel deja que sus lagrimas broten de sus ojos libremente.
Y yo creo que el dolor en mi pecho acabará por matarme.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
* se esconde*
Gracias por leer y votaar .
Mary
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