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Despertó exaltada y corrió por toda la habitación para cambiarse de ropa. Luego de todo el drama de anoche, había olvidado por completo a Clint.

Mientras terminaba de ponerse el pantalón, vio a través de la ventana, percatándose de que estaba por amanecer. 

Se maldijo internamente y luego de tomar su katana y dejar una nota se fue corriendo. Al llegar a donde Clint le había indicado se dio cuenta que ya no estaba.

Estaba agitada, por lo que espero a su respiración se regulara y pensar en algo. Sacó su celular para llamar al hombre, sin embargo, este no contestaba.

Entonces, se le ocurrió algo más.

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Clint debía aceptar la decisión de Umiko, pero le dolía y se negaba a aceptarlo del todo. Quería creer que estaba encerrada en una torre y debía ir en su rescate.

Aunque sabía que ella no necesitaba que nadie la rescatara, francamente, era más sencillo imaginar que sería ella quien fuera al rescate de él; y probablemente eso hacía que le gustara aún más. Umiko no era ninguna damisela en peligro pero estaba dispuesto a salvarla si era necesario.

Suspiró con tristeza mientras miraba la infinidad del cielo. Estaba ya a medio camino rumbo a casa y por más que deseaba regresar y ver por última vez a su amada, se obligó a no hacerlo. Incluso cuando sintió que su pecho comenzaba a doler por la tristeza.

Tardó algunas horas más en llegar. Al entrar a su casa no vio a nadie pero encontró una nota de Pepper mencionando que habían salido a cenar.

Salió de la casa y miró el paisaje, aunque no prestó mucha atención ya que estaba sumergido en sus pensamientos. Pensó que tal vez no se había esforzado lo suficiente o que tal vez realmente Umiko no sentía lo mismo que él.

Le hacía sentir mal de sólo pensarlo.

Clint. Ahora alucinaba su voz lo que lo ponía peor.

—Clint, ¿estás bien?— esa no había sido ninguna alucinación.

Regresó a la realidad y miró a todas partes hasta encontrar esos lindo ojos rasgados de los que estaba enamorado.

—Umiko— dijo sorprendido y sin poder creerlo.

La nombrada sonrió.

—Hola.

—¿Qué haces aquí?

—Puedo irme si quieres. Parece que es un mal momento —bromeó.

Clint dejó salir una risa nerviosa.

—No, no quise decir eso. Es sólo que... no comprendo.

—Quería ir contigo, pero hubo un poco de drama anoche y la verdad es que lo olvidé y me quedé dormida.

—¿Cómo llegaste antes que yo?

Clint estaba cada vez más emocionado.

—Llamé a la doctora Palmer, a quien le pedí el número de Strange a quien le pedí un pequeñito favor. Sonaba muy molesto pero le dije que le debería un favor enorme si me ayudaba y parece que lo convencí.

El hombre rió y no se contuvo ni un poco más para abrazar a la chica con fuerza, enterrando su nariz en el cabello de la chica. Aspirando ese glorioso aroma que tanto adoraba.

—Me alegra que estés aquí— murmuró sin separarse.

—A mi también —habló de la misma manera, tratando de aferrarse más a él.

Era una agradable sensación para ambos el sentir sus cuerpos y corazones unidos.

Cuando se separaron, Clint tomó a la chica de las mejillas y la besó como si su vida dependiera de ello, como si temiera volver a perderla.

—Te amo, Umiko. Y soy un imbécil por no habertelo dicho antes.

La nombrada sonrió un poco y esta vez fue ella quien unió sus labios con los de su contrario en un profundo y sensual beso.

—También te amo, Clint.

El hombre sonrió y juntó su frente con la de ella sin soltar sus mejillas. Por fin. Por fin había confesado sus sentimientos y habían sido correspondidos.

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