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Clint Barton miraba a sus hijos con una sonrisa, los tres corrían de un lado a otro por toda la granja. Realmente los había extrañado, esos niños eran su mundo entero y los amaba más que a nada en el mundo.

Por fin comenzaba a recuperar su anterior vida y eso lo hacía bastante feliz. Era momento de olvidar el pasado, aunque no estaba seguro de si quería hacerlo, ya que su pasado incluía a Umiko y no quería olvidarse de ella. No cuando ahora vivía en su mente de forma permanente.

Umiko, su rostro seguía grabado en su memoria. Recordó las largas horas que pasó a su lado en el hospital. Lo mucho que le dolió verla a punto de morir. También recordó los buenos momentos que había pasado a su lado, había aprendido muchas cosas gracias a ella.

Nathaniel se acercó a su padre y este lo cargó.

—Papá, ¿volveremos a ver a Umiko?

Miró con curiosidad a su hijo, los tres niños lo habían acompañado unas cuantas veces más al hospital para visitar a la chica y habían conversado con ella durante largas horas.

—¿Te agrada Umiko?— Nathaniel asintió.

—¿Va a regresar?

—En realidad no lo sé, ella se fue a Japón para estar con su familia. Tal vez luego podamos llamarle, ¿eso te gustaría?

—Sí.

—Anda, ve a jugar con tus hermanos.

Clint bajó a su hijo menor y este se fue corriendo con sus hermanos. Sacó de su bolsillo el collar de Umiko y lo miró fijamente durante un momento. Dejó salir un largo suspiro y enseguida sacó su celular del interior de su bolsillo aparentando con su mano libre el collar.

—Hola, ¿me harías un favor?— habló a través del aparato.

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—Gracias por esto, Pepper— le agradeció a la mujer.

—Ni lo menciones —le sonrió con amabilidad— además, Morgan esta feliz por tener a alguien con quien jugar.

Clint le sonrió y se dirigió a sus tres hijos.

—Niños, regresaré en unos días, deben obedecer a Pepper. ¿Entendido? No le causen ningún problema.

—Si— dijeron a coro los tres.

Volvió a mirar a Pepper y le asintió.

—Anda, ve por tu chica— le dijo con una sonrisa.

Clint rió mientras negaba y subió a la nave que antes había pertenecido a los vengadores. A nadie le molestaría que la usara, después de todo, el grupo había sido disuelto oficialmente.

Sintió eterno el recorrido pese a que iba más rápido que en un vuelo comercial, además moría de los nervios. Exactamente, ¿qué le iba a decir a la chica?

Ni siquiera estaba seguro, él no era precisamente del tipo romántico. Ni siquiera era bueno con la palabras.

Trató de despejar su mente y simplemente se dedicó a mirar al frente mientras pilotaba. Tenía la opción de dejar el piloto automático, sin embargo prefería mantenerse ocupado en algo o perdería la cabeza.

Llegó poco después del atardecer cuando las luces artificiales iluminaban las calles. Buscó un lugar dónde aterrizar la nave y cuando lo encontró, decidió que era mejor esperar hasta el amanecer.

El viaje lo había agotado bastante, además comenzaba a sentir los efectos del jet lag.

También debía pensar en qué le diría a Umiko al verla, lo que le provocaba mucho nerviosismo pues las palabras no eran su fuerte. Entonces recordó a Natasha y todo lo que le había dicho, le prometió que le confesaría sus sentimientos y no estaba dispuesto a romper sus promesas.

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