Capitulo 10
Jinx apuntaba el cielo con su ametralladora, se movía rápidamente apuntando a cada esquina por aquel pequeño zumbido que se escuchaba.
— ¿Oyen eso? — preguntó Jinx con confusión en su voz, pensando que había imaginado aquel sonido.
En cierta parte, Hazel odiaba ser un demonio. No lo aparentaba pero ciertas cosas de ella podrían mostrar rasgos. Sin que ninguna de aquellas mujeres la notaran, se ocultó entre las sombras y tres cuernos emergieron de su cabeza, sus pupilas era de un color blanco y su iris era roja. Miro hacia las alcantarillas que estaban arriba de ellas y pudo localizar a varias personas sobre unas tablas voladoras.
Ella frunció su ceño y salió de las sombras viéndose como humano. Se acercó a Jinx y desenvainó su dos katanas negras.
— Son Firelights — avisó Hazel y se colocó a la par de ambas hermanas, cuales curiosamente habían pegado sus espaldas. Una de ellas con una arma apuntando para todos lados, la otra con los puños al aire.
En cuestión de segundos, varios Firelights amenazaban al rededor de todas. Jinx comenzó a disparar sin sentir redención, Violet por su lado le pegaba puñetazos a todos los que pasaban cerca de ella. Sin embargo, Hazel se subió de un sorprendente salto a una de las tablas de aquellas personas y le clavó la katana en el cuello. Se apoderó de la tabla y situó a varios Firelights mientras ella lanzaba una de sus katanas y volvía como un Boomerang.
Hazel tocó su bolsillo en busca de la gema, pero sus hombros se tensaron. La gema no estaba en su poder. Sujeto con fuerza el mango de la katana y gruño. Como si aquella tabla fuera su fiel compañera, se deslizó entre varios Firelights con gracia. Ni se dignó en defenderse, más bien buscaba con su vista aquella gema.
Un grito desgarrador de Jinx la puso en alerta, vio a la chica golpear a uno de ellos con su ametralladora y luego revisar su pierna como si nada. Una mueca de dolor y rabia se lograba apreciar.
Hazel salto de la tabla, cayó en el suelo de pie y esquivó un ataque que venía directamente hacia ella.
— ¡Hazel, Powder! — exclamó la voz de aquella peli rosa. Hazel se giró bruscamente, pero el impacto de un puño aterrizó sobre su rostro he hizo que rápidamente cayera de rodillas con confusión.
[...]
El hogar de Jinx estaba silencioso, roto solo por el tictac de un reloj olvidado en una esquina. Jinx, acurrucada en un rincón oscuro, temblaba. Sus ojos, dilatados y llenos de miedo, se movían nerviosamente, sin fijarse en nada en particular. Murmuraba para sí misma, palabras incoherentes que escapaban de sus labios como susurros fantasmales.
Hazel se acercó lentamente, con los brazos extendidos en un gesto de paz. No dijo nada, consciente de que las palabras, en ese momento, podrían ser más inútiles que útiles. Se arrodilló frente a Jinx, manteniendo una distancia prudencial.
— Hey... — intento decir, pero su voz se quebró y tuvo que carraspear para recobrar su voz —. Traje esto... debo curar tu pierna...
Jinx la miró con ojos de dolor, la tristeza se veía atrás vez de ellos, pero solo estiró su pierna lastimada, se dejó llevar por los movimientos de Hazel y observo cada acción de la mayor.
Miro la herida abierta, aún con sangre brotando de ella, sus labios se apretaron en una fina línea delgada y suspiro. Acerco un algodón lleno de alcohol y lo paso con leves toques sobre la herida de Jinx. Pero la peli azul no madeja inmutarse.
No parecía sentir dolor.
Solo observaba los movimientos de Hazel, su delicadeza y paciencia.
— ¿No duele? — preguntó Hazel en un susurro, como si temería de que alguien la escuchara.
Jinx soltó un suspiro, su cabeza se ladeó en un movimiento involuntario —. ¡Cállate! Fue mi culpa... siempre lo es.
— Oh...
— Perdón — se disculpó, sus ojos reflejado tristeza sin saber que hacer, cerró sus ojos y golpeó su cabeza.
— No te disculpes, pequeña, no tienes la culpa — murmuró Hazel mientras cerraba la herida de la menor. Al final puso un pequeño vendaje en su muslo y miró a la menor —. Debe de doler...
Con un movimiento suave y cauteloso, Hazel extendió una mano y la posó sobre el brazo de Jinx. La joven se tensó al contacto, como un animal asustado a punto de huir. Pero Hazel no retrocedió. Mantuvo su mano firme, transmitiendo calma y seguridad a través de su toque.
Lentamente, con infinita paciencia, Hazel comenzó a acariciar el brazo de Jinx con movimientos circulares. Al principio, el cuerpo de Jinx permaneció rígido, pero poco a poco, la tensión comenzó a irse. Sus pequeños temblores disminuyeron, su respiración se hizo más regular.
Hazel deslizó su otra mano por la espalda de Jinx, acariciándola suavemente. Jinx se inclinó ligeramente hacia el tacto, como buscando consuelo.
Con delicadeza, Hazel atrajo a Jinx hacia un abrazo. La joven se resistió por un instante, pero luego se dejó envolver por los brazos fuertes y protectores. Apoyó la cabeza en el hombro de Hazel, aferrándose a ella como si fuera su única ancla en un mar de caos.
Hazel continuó acariciando su espalda y su cabello, murmurando suaves arrullos. No eran palabras de consuelo, sino sonidos tranquilizadores, como los que una madre le haría a su hijo. En ese momento, el silencio y el contacto físico eran el único lenguaje que Jinx podía comprender.
Poco a poco, la respiración de Jinx se volvió más profunda y regular. Sus músculos se relajaron, la tensión abandonó su cuerpo. El abrazo de Hazel, firme y constante logró calmarla.
— ¿Estás mejor? — preguntó Hazel en otro murmullo.
— Ella está con una vigilante — dijo Jinx, sin querer creerlo, sus ojos bajaron a sus manos y se apartó del cuerpo de la mayor con tal lentitud —. Un saco de papas sirve más que esa baratija barata de vigilante.
Hazel miro a Jinx por un par de segundos. No quería decirle a la menor que ella conocía a Caitlyn desde un par de años, simplemente no quería que Jinx supiera aquel dato.
— Caitlyn... — y soltó un risa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro