29.| TE PERDONO.

      Azaelia sabía que tendría que hablar con la última persona con la que quería hacerlo, pero era necesario. No importaba la opinión personal del hombre frente a ella, pero sabía que sería él quién tendría que cuidar al resto cuando ella se marchara. No le agradaba la idea, pero sabía que debería confiar en él cuando se trataba de las personas que le importaban, y en varias ocasiones él había demostrado ser capaz de alzarse y ser el líder. Que podía ser alguien bueno, no solo por ella, sino que por todos los que ella estaba dejando atrás.

      El hombre sabía que ella estaba allí parada, y cuando Damon miró por sobre su hombro, pudo apreciarla. Ella tenía sus labios presionados, formando una línea, y ella supo que no podía echarse atrás ahora. Sabía que debía tener esta conversación con él, incluso si lo único que quería era girarse y marcharse. Incluso si quería dejarlo sin saber nada y que lo descubra por sí mismo. Sin embargo, esa no era la persona que Azaelia estaba intentando ser. Por el contrario, quería ser la persona que solía ser antes de haber entrado al mundo sobrenatural. Quería volver a ser una buena persona, y superar todas las cosas malas que había hecho.

      —Damon—, llamó Azaelia al entrar a su habitación, moviendo sus manos rápidamente antes de sacudir su cabeza ligeramente —. Sabes que no quería tener esta conversación contigo--.

      —Y aún así, aquí estoy—, respondió Damon con su característica sonrisa, y ella no pudo evitar sonreír también. La vampira bajó su mirada a sus pies, y fue entonces cuando Damon se percató de la seriedad de su conversación. No le gustaba mucho ese tipo de conversaciones, pero sabía que debía tenerla —. ¿Qué pasa?

      —Me voy de Mystic Falls, con tu hermano—, anunció Azaelia con una pequeña sonrisa en su rostro, y ella observó la sonrisa en el rostro de él comenzar a desvanecerse —. Sé que esto es lo último que quieres escuchar porque Stefan y tú están en un buen momento, pero debemos irnos. No podemos avanzar de lo que hemos hecho si nos quedamos aquí.

      — ¿Elena y Jeremy--?

      —Sí—, lo cortó ella, sabiendo exactamente lo que iba a preguntar. Azaelia ingresó un poco más dentro de la habitación, acercándose cada vez más y más a Damon. Ella torció su cabeza a un lado antes de exhalar —. Sé que no siempre hemos tenido la mejor relación, pero quiero poder avanzar. Quiero dejar Mystic Falls con nosotros estando en términos... decentes. Porque no podemos co-existir si te odio.

      Damon soltó una carcajada baja, negando y mirándola a los ojos. Ella permaneció de pie frente a él cuando acarició su rostro, y suspiró ante el gesto —. ¿Sabes? Sigo rememorando los tiempos buenos cuando éramos amigos... y cuando fuimos más que amigos—, sus ojos se encontraron, y ella apretó sus labios —. Siempre me pregunté cómo sería volver a eso.

      —Lo sé—, asintió Azaelia, removiendo la mano de él de su rostro al dar un paso atrás. Lo observó con atención antes de sacudir su cabeza, y continuó —. Podemos seguir siendo amigos porque te perdono por las cosas horribles que has hecho, y sé que vas a perdonarme por la mierda que hice. Pero quiero poder irme de Mystic Falls sin nuestro... desacuerdo.

      —Te perdono, Az. Lo he hecho hace un rato—, admitió Damon y ella asintió antes de que el silencio cayera sobre ellos.

      Ninguno de ellos supo qué decir el uno al otro porque ya habían cubrido lo básico que necesitaban decir. Damon sabía que aún habían cosas que quería contarle, pero era el momento equivocado, especialmente porque él estaba saliendo con su hermana y ella lo había superado hace mucho tiempo. Siempre era el momento equivocado para ellos, pero él estaba dispuesto a dejarla a ir y dejar que todo se reparara con el tiempo.

      Cuando ella creyó que no había nada más para decir, Azaelia se giró y Damon la observó salir de su habitación. Y, literalmente, salir de su vida. Porque no sabía cuándo los dos se volverían a ver, pero sabía que sería pronto.

      Porque incluso cuando las personas se iban de Mystic Falls, ellos siempre encontraban la forma de volver al lugar que llamaban hogar.