四
•Sì•
Los días parecían avanzar con normalidad para todo New York, exceptuando claro a Decker y a Strange; sus mentes estaban distraídas y eso se veía notoriamente cuando Gaia confundía pedidos en la cafetería o cuando Stephen conjuraba erróneamente un hechizo, cosa que llamaba la atención de las personas que los rodeaba.
—Gaia, tenemos que hablar. —rogó su hermano Mike un domingo a la mañana mientras desayunaban, y ella lo observó atentamente, aunque sin dejar de comer— Aquel doctor me pidió que lo llamara si actuabas extraño.
—¿De verdad dijo eso? —preguntó Gaia indignada, dejando su tostada a medio comer sobre la mesa— ¿Quién le dio permiso para entrometerse así?
—Yo lo hice. —aclaró Mike y rodó los ojos pues no soportaba a su hermana cuando tenía esa actitud tan poco colaborativa— Y no puedo saber si algo anda mal en tí si actúas tan extraño... ¿No crees que sería mejor ir con él? Digo, terminarás con tus estudios el mes entrante, y por ende no tomarás más turnos en el bar por las noches.
Su universidad era buena, muy buena, pero también era bastante cara, desde que retomó sus estudios se vió obligada a tomar un turno extra en un bar por las noches para poder pagar su matrícula, mientras que la cafetería le ayudaba a solventar sus gastos de su día a día.
—Si no me quieres viviendo contigo prefiero vivir junto al tipo loco de Central Park. —replicó, sin tomar en serio la preocupación de su hermano.
—Lo que más quiero es estar junto a mi hermana preferida. —ella sonrió de forma instintiva, y Mike se acercó a su hermana para darle un corto pero protector abrazo — Pero temo que algo te suceda y yo no poder hacer nada para impedirlo Gaia. Eres todo lo que me queda, por favor.
Un nudo se formó en su garganta mientras que fingía pensar que hacer, la verdad es que con esas palabras de Mike, no fue difícil para Gaia tomar una decisión por más que le doliera en el alma tener que separarse de su única familia. Se encogió de hombros, minimizando la situación y volvió a comer su desayuno.
—Bien, si siento algo que no sea normal acudiré a Strange ¿Estás contento? —respondió Gaia aceptando su derrota, y ambos sabían que ella lo decía en serio porque la joven jamás mentía cuando se trataba de algo tan serio.
Y así todo continuó con normalidad unos cuantos días, mientras ella continuaba su rutina diaria y Strange se enfrascaba aún más en su oficina, con libros desparramados a lo largo de ésta en búsqueda del posible hechizo del que Gaia había sido víctima; él era consciente de que probablemente no fuera nada más que un susto, pero aún así prefería no correr riesgos, no con ella, y se sentiría mucho más tranquilo de saber que tomó todas las medidas necesarias. Con su tercera taza de café del día él seguía buscando algo siquiera similar a los restos de magia que había percibido en Gaia, y así fue hasta que su teléfono sonó, el cuál iba a ignorar hasta que vió que se trataba de un mensaje del hermano de Gaia.
"Mike Decker: Hablé con ella, si algo anda mal acudirá a tí, así que no dejes de prestarle atención."
El mensaje de Mike tomó desprevenido a Stephen, quien se quedó de pie en medio de su despacho con la espalda erguida y mirando fijamente la pantalla del teléfono, como si fuera a a descifrar algún mensaje oculto en cualquier momento. Cerró los ojos y suspiró cansado cuando su pulso comenzó a temblar nuevamente, así que se colocó sus largos guantes que resguardaban sus manos del resto del mundo y se giró hacia la puerta.
—Iremos a hablar con Decker. —le avisó a su capa, quién lo empujó ligeramente a la puerta al oír eso. Era sabido para Stephen del cariño que su reliquia tenía hacia la jóven— De alguna forma debemos hacerla terminar de entrar en razón.
A pesar de ser la ciudad que nunca duerme, no había nada más tranquilo que los suburbios un domingo. Los primeros vientos fríos del año estaban llegando y Stephen aquella vez decidió caminar hacia la cafetería donde Gaia hacia horas extra los domingos; poco le interesaba llamar la atención de los transeúntes a su alrededor. Desde miradas a fotos discretas y no tan discretas, el hechicero ignoraba cada una de éstas personas, porque tenía a alguien más en su mente en ese momento.
Sorpresivamente había sido poco lo que caminó, hasta finalmente llegar a aquella cafetería con un aire acogedor; buscó a Gaia con la mirada, sabiendo perfectamente que reconocería el brillo en sus ojos incluso en una multitud de gente, pero al no hallarla decidió acercarse al mostrador, donde un hombre mayor lo recibió con una calida sonrisa.
Gaia estaba limpiando una mesa en ese momento, juntó los trastos y se volteó en dirección a la cocina cuando vio un tipo raro dándole la espalda; él era bastante alto, con una capa roja. Se detuvo en seco unos metros detrás de él y Will notó aqulla expresión en el rostro de Gaia, rápidamente varios cabos sueltos comenzaron a atarse en su mente, reconociendo a Stephen como "el doctor", nombre con el que Gaia lo describió al volver de Kamar-Taj.
—Buenas tardes ¿En qué puedo ayudarlo? —preguntó Will con una honesta sonrisa; Decker rodó los ojos, él estaba siendo así de agradable a propósito, y ella estaba consciente de eso.
—Estoy buscando a la señorita Gaia Decker —aclaró Strange con su voz gruesa. Gaia bufó disgustada.
Lo que ella no notaba era que Stephen lograba verla claramente por el reflejo de un espejo que había en el fondo de la cocina, era imposible no notar aquella energía tan radiante que emanaba. Entonces el hechicero le sonrió con cortesía a Will, acentuando aquellas líneas de expresión que los años y la experiencia le habían dado. Por otro lado Will hizo contacto visual con Gaia, quien negaba reiteradas veces con la cabeza y gesticulaba con sus labios "dile que no estoy" de forma casi desesperada.
Stephen se dió la vuelta y Gaia dejó abruptamente su intento de comunicarse con Will. Por primera vez el hechicero miró a su alrededor, dándose cuenta que había costado la atención de más de uno allí, pero por primera vez no se trataba de su fama o su traje extravagante, sino que los clientes más antigüos del lugar observaban al hombre que estaba preguntando por Gaia Decker, ya que ella era bastante conocida por los clientes regulares.
—Lo siento, estoy trabajando. —aclaró rompiendo el contacto visual, dejando varias tazas en la cocina como si nada hubiera sucedido.
—De hecho no, no lo está. —Will intervino, quitando su delantal y lo colgó en una silla, dejando a Gaia incrédula por aquél atrevimiento.
—Amber no puede con esto sola. —se excusó ella rápidamente, creyendo que al escudarse en su compañera de trabajo podría huir de aquella situación. Pero Amber, una mujer de tez trigueña y cabello liso, salió de la cocina de forma muy conveniente.
—Si que puedo Gaia, no te preocupes. —expresó con la más honesta amabilidad, razón por la cuál su sorpresa fue honesta al notar que la mirada asesina de Gaia estaba fija en ella— Oh... ¿Hice algo mal? —la mirada de Amber pasó a la de Stephen y sonrió nuevamente al reconocer la peculiar vestimenta del Doctor.
"Así que es "ese" doctor." Pensó Amber, y volvió a dirigirse a su compañera de trabajo.
— No te preocupes, veo que tienes asuntos pendientes que tratar. —En ese momento Gaia no podía entender como era que todo el mundo se había complotado en su contra, y lo que más la sacaba de sus casillas era que Stephen Strange, lejos de actuar como un hombre y marcharse de allí, presenciaba toda esa secuencia como si de una comedia se tratase.
—No tengo tiempo. —Rechazó a Stephen una vez más, cruzándose de brazos. Había sido una tonta al creer que realmente no lo volvería a ver.
—No seas descortés Gaia. —Will le reprochó, y luego señaló las escaleras mirando a Stephen— Hay algunas mesas libres arriba, siéntete como en casa.
—Muchas gracias. —hizo un gesto de agradecimiento con su cabeza, apreciaba aquellas molestias que se habían tomado para que él pudiera hablar con Decker, y en silencio le alegraba saber que la joven había encontrado una nueva familia allí — Sólo quiero hablarte de algo, será rápido y podrás volver a lo tuyo en un instante.
Nuevamente Stephen agradeció la amabilidad e de Will, subiendo al primer piso donde la mitad de las mesas se encontraban vacías, lo que le facilitó encontrar una apartada en la cuál poder hablar con tranquilidad. Antes de sentarse apartó una silla para su acompañante y luego se posicionó frente a ella; Gaia, por otro lado, decidió refugiarse en su teléfono móvil, ya que aún le incomodaba la idea de estar sóla con él nuevamente.
Posando ambas manos bajo la mesa, Strange abrió un pequeño portal que utilizó para quitarle el teléfono de las manos; años atrás, él hacía eso constantemente con Gaia, especialmente cuando intentaba reprocharle cuando no prestaba la suficiente atención, ganándose como respuesta una risa de la contraria, pero habían pasado cinco años y un corazón roto desde eso, ahora la respuesta de Gaia era algo diferente a lo que solía ser antes de que Stephen Strange la destrozara en mil pedazos.
—¿En serio? —mustió disgustada, cruzando sus brazos como respuesta a tal atrevimiento.
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