三
•Sān•
Gaia abrió los ojos lentamente, y lo primero que divisó fueron esos iris de un color azul tan profundo como el océano, observando a su alrededor con una mezcla entre preocupación e intriga. Ella se dió cuenta en donde se encontraba rápidamente, pero antes de que pudiera accionar, una muy conocida voz llamó su atención.
—¿Decker? —la voz aterciopelada de Strange hicieron que ella tragara en seco, y los ojos de la morena se clavaron en los ajenos.
—¿Strange? —respondió incrédula y con la voz ronca; al instante pareció volver a la realidad porque sintió una de las manos de Stephen en su espalda y la otra bajo sus rodillas.
Él se quedó en silencio observándola con un semblante distraído, no fue hasta que Gaia hizo una mueca que él se dio cuenta nuevamente de lo complicada que era esa situación. Decker al instante comenzó a removerse entre sus brazos bastante disgustada.
—Bájame ya Strange, puedo caminar sola. —él apenas tuvo tiempo para bajarla y Gaia miró a su alrededor— ¿Mi bolso?
—Decker, no actúes así. —él descolgó el bolso azul que estaba en su hombro y lo dejó en el suelo.
—¿Que no actúe cómo? Porque, si mal no lo recuerdo, la última vez que estuvimos en el mismo lugar fue hace cinco años. —reclamó la jóven, manteniendo un tono de voz bajo— Y ahora, repentinamente, alguien intenta asesinarme ¿Y quién está detrás de todo ésto?
Chasqueó la lengua, mirándolo de arriba a abajo, implicando así la respuesta a su pregunta retórica.
—Nada de esto fue previsto, todo se salió de control. —Se escudó ladeando la cabeza tratando de transmitir algo de calma, pero se quedó en silencio apenas la puerta se abrió de par en par, mostrando a un chico de piel morena, rostro serio y mirando a ambos con una mirada poco amigable.
—¿Quién es éste, Gaia? —la pregunta iba dirigida a su hermana, pero sus ojos no se despegaron de los de Stephen. Gaia tomó el bolso del suelo y entró a su casa, sin siquiera molestarse en mirar atrás.
—No es nadie. Vuelve al Santuario Strange, ya he tenido suficiente de todo ésto. —gruñó desapareciendo inmediatamente del campo de visión del hechicero.
Mike, su hermano mayor, se hizo a un lado un instante para dejar pasar a Gaia, y luego volvió a bloquear la entrada a su hogar, examinando al contrario con sus brazos cruzados.
—Así que tú eres ese mago. —habló finalmente, dando un paso hacia afuera de su departamento y cerrando la puerta detrás suyo.
—Hechicero —suspiró con frustración al verla marcharse, atreviéndose a corregir a Mike.
—Lo que sea. —abrió la puerta un par de centímetros y lo miró fijamente, mientras que se disponía a volver a entrar a su hogar— ¿Crees que sea buena idea que estés aquí?
Los ojos de Strange se entrecerraron unos momentos, él era una persona brillante, pero cuando a asuntos sociales se trataba… no tanto. Tardó unos momentos en recordar que Gaia tenía un hermano mayor, pero al hacerlo su semblante se relajó notoriamente, dejando atrás la fachada de hechicero supremo y mostrándose de forma más honesta: como alguien preocupado por una vieja amiga.
—Creo que tu hermana puede estar en peligro, hace unos momentos sufrió un ataque de un hechicero y…
—¿¡cómo!? —la explicación de Strange se vió interrumpida por la reacción de Mike, pero el hechicero puso una de sus manos en el hombro del contrario para tranquilizarlo un poco antes de volver a hablar.
—Lo siento, pero temo que un hechizo llegó al organismo de Gaia, y necesito revisarla para corroborar que sólo me estoy equivocando y ella está a salvo ¿si?
Mike frunció el entrecejo, pensando muy seriamente antes de asentir, accediendo al pedido del hechicero.
—¿Qué necesitas?
—Déjame hablar con ella unos instantes, es todo lo que necesito. —recordaba sus años como cirujano en ese momento, tratando de verse lo más tranquilo posible para no alterar a sus pacientes aunque por dentro su corazón estuviera latiendo con fuerza.
—Pasa. —abrió la puerta y se hizo a un lado para dejar pasar a Stephen— Pero si ella se altera, tendrás que cargar con la culpa.
—Sé controlarla, no te preocupes. —aseguró Stephen mirando vagamente la casa: era un hogar colorido, lleno de fotos de familia y amigos (más que nada amigos), éste hogar emanaba un ligero olor a vainilla que hacía que Stephen se sintiera a gusto.
Mike hizo una seña ofreciéndole asiento aunque él negó rápidamente, acercándose al hermano de su antigua aprendiz.
—Te seré honesto, realmente no tengo idea de si lo que le sucedió fue sólo una falsa alarma o es algo serio. Así que si ves algún comportamiento poco usual en ella, por más mínimo que sea, quiero que me llames, ¿Podrías hacerlo? —pidió Stephen haciendo aparecer de forma algo extravagante una pequeña tarjeta con su número.
El hermano de Gaia observó fascinado tal truco, asintió guardando la tarjeta en su bolsillo luego de darle un rápido vistazo y abrió la boca para hablar, pero el ruido de una puerta abriéndose bruscamente llamó la atención de ambos.
—¿puedes creer que él esté aquí? —preguntó Gaia indignada con la vista fija en un libro nuevo que había comprado, con unos lentes redondos que la ayudaban a descansar la vista— Dios, creí que se quedaría del otro lado del mundo para siempre ¿cómo es que Wong no me avisó nada? Voy a extirparle un ojo —le da un pequeño golpe al libro, desquitandose con éste ejemplar- Bien, suficientes malas noticias. ¿sabías que me acosté con...
Gaia levantó la mirada y cerró el libro que acababa de comenzar, viendo a su hermano sin entender lo que sucedía, como preguntándole "¿que demonios hace éste tipo aquí?" con la mirada.
—Quiere revisar que no te hayas hecho daño, Gaia —explicó él, mirando a Stephen, pidiéndole disculpas en silencio por eso— ¿Podrías hacerlo por mí? —Gaia miró mal a ambos hombres y luego se sentó en el sofá, aceptando su derrota.
—¡Bien! Pero que sea rápido... y luego iremos a comprar manzanas.
—Odias las manzanas. —replicó Strange en voz baja, sin saber si era buen momento para hablar.
—Ya sabes lo que dicen, una manzana al día mantiene al doctor lejos. —agrega Gaia con una ceja alzada.
Stephen soltó un suspiro y apretó los labios asintiendo; no estaba en posición para discutir con ella, no cuando su salud estaba en juego, y ésta vez tuvo que dejar de lado su orgullo.
—No te preocupes, cuando termine esto no me volverás a ver por aquí, lo juro. —respondió con neutralidad, levantando la playera de Gaia, quien puso una mueca de incomodidad al instante.
Ella vio como Mike se marchaba a su habitación contestando una llamada, y no le quedó otra opción que soportar su presencia sólo un rato. Stephen comenzó revisando su espalda, pasó sus dedos sobre esta sin quitarse los guantes y comenzó a hablar en una lengua extraña en voz baja por unos momentos hasta que cerró la boca finalmente, pero seguía examinando en busca del más mínimo residuo que pudo haber dejado aquella magia desconocida.
—¿qué estabas leyendo? —preguntó Stephen para cortar ese silencio incómodo, uno que generalmente no le molestaba en lo más mínimo pero con ella se volvía insoportable, especialmente recordando que entre ambos nunca antes hubo un silencio incómodo— Necesito que respires profundo y te mantengas así un rato.
—La Genealogía de la Moral —responde Gaia tomando aire y manteniendolo en sus pulmones. Esperó a la señal de Strange y lo dejó salir de a poco— Hay una tienda en el centro que vende éstos libros en descuento.
—Porque a nadie le interesa leer algo escrito por Nietzsche. —respondió con un dejo de burla, y por una milésima de segundo sentía que el tiempo no pasó entre ellos dos, pero luego volvió a la realidad.
—Honestamente no sé porqué ¿Qué clase de persona prefiere leer Harry Potter por sobre un filósofo que lleva muerto más de cien años? —respondió Gaia con sarcasmo y sonrió levemente, la verdad era que si los libros de Harry Potter estuvieran en oferta no lo dudaría y los elegiría primero.
Los dos sintieron la misma nostalgia en ese momento, al sentir que la charla se asemejaba a las mismas que solían tener años atrás, pero ambos tuvieron distintas reacciones al respecto: por un lado Stephen soltó un suspiro ocultando una ligera sonrisa que se escapaba de sus labios ante el comentario de Gaia; pero ella, lejos de sentirse igual, se reprochó a si misma por haberle contestado de esa forma, su orgullo era mayor que el de Stephen inclusive, y no caería ante eso nuevamente.
—Ahora date la vuelta —pidió Stephen y ella se puso frente a él con un semblante serio— ¿Puedes levantar tu playera otra vez? Será rápido.
Gaia rodó los ojos levantando la playera, dejando al aire su abdomen, y él comenzó a revisar la zona otra vez, moviendo sus dedos para conjurar simples hechizos que brillaban sobre su piel.
La mente de Stephen estaba completamente ocupada dando vueltas en lo último que le había dicho Gaia a su hermano, mientras que observaba su cuerpo con detenimiento, aunque no quisiera era algo incapaz de salir de su cabeza y eso le generaba cierto malestar.
—Creo que no me incumbe, pero no puedo dejar de pensar en lo que dijiste hace unos minutos. —confesó con un nudo en el estómago, aunque bien sabía que no tenía razón para sentirse así, porque él había sido quien la rechazó.
—¿Cuál es el problema con eso? Es algo normal. —Respondió entendiendo inmediatamente a qué se refería. La relación con su hermano era de tal confianza que él era el primero en saber de sus conquistas amorosas, pero ésta vez se dió la coincidencia de que el hechicero supremo estaba oyendo una conversación ajena.
—Creí que tú eras, me refiero, me habías dicho que... —comenzó a balbucear, la concentración que mantenía en la posible herida de Gaia no le permitía hablar adecuadamente, en caso contrario él hubiera abordado el tema con mucha más confianza, de todas formas era un médico después de todo, y aquello no era nada nuevo para él.
—Pasaron cinco años Strange, no puedes esperar que las cosas sigan exactamente iguales. Crecí, me teñí el cabello, perdí mi virginidad… cosas completamente naturales. —Al igual que él, Gaia no sentía incomodidad al hablar al respecto, aunque si Stephen no estuviera en medio de un trabajo tan meticuloso podrían haber hablado con más fluidez.
—Si, lo noté, ¿Y él es alguien importante para ti? —inquurió Stephen, ahora con suma curiosidad.
—Hum… no realmente, la conocí anoche en un bar si es a eso a lo que te refieres. —ahora las respuestas de Gaia comenzaron a ser más cortas, ya que la conversación se estaba volviendo demasiado personal para su gusto.
Era irónico como años atrás, no había una parte de su alma que no esté dispuesta a mostrarle a Stephen Strange, los secretos no existían para ella cuando de él se trataba, pero ahora simplemente deseaba que ese momento terminara lo antes posible.
Por alguna razón, el corazón del hechicero se estrujó al oir aquellas palabras saliendo de sus labios con tal naturalidad, la recordaba tan indefensa y atemorizada del mundo a su alrededor que ahora sentía como si hablara con el fantasma de lo que Gaia Decker solía ser; su espíritu tan agradable no había cambiado ni un poco ¿Entonces por qué sentía como si ahora estuviera a kilómetros de ella? Era frustrante, si, pero la consecuencia de sus propias acciones al final del día.
—Terminé aquí. —llevó dos de sus dedos al puente de su nariz, agradeciendo mentalmente el tener excusa oara cambiar el tema de conversación, aunque hubiera deseado hablar cualquier cosa menos de lo que estaba por decir— Has sido alcanzada por un hechizo de hielo, es una magia que jamás había visto. Si vienes al santuario podré resolverlo rápidamente.
—¿Crees que puedo poner en pausa mi vida para solucionar un error que tú cometiste? —le reprochó inmediatamente— Tengo dos trabajos que mantener, y estudios que realizar. Sólo vuelve a tu casa, yo investigaré por mi cuenta, Wong aún me provee libros de vez en cuando, no te preocupes por mí.
—Así que Wong… —respondió para sí mismo y negó la cabeza rápidamente— Si vienes al santuario no deberás preocuparte por el trabajo, solamente tus estudios ¿Si? De esa forma solucionaremos esto más rápido. —ella se puso de pie acomodando su ropa, mientras que una mirada incrédula se posaba en el hechicero supremo.
—Trabajo porque lo necesito, pero también porque así lo quiero. Si crees que podrás usar esa excusa para llevarme al santuario te equivocas. —replicó Gaia, quien cada vez tenía menos paciencia hacia él— No eres el único que sabe leer runas antiguas, Strange, buscaré la solución pero no dejaré la vida que tanto me costó conseguir.
Strange suspiró abatido, si algo era claro para él, era que no podría convencer a una persona tan terca como Gaia Decker, así que asintió en silencio y caminó hacia la puerta; ella había tenido más que suficiente contacto con la magia por un día así que sabía que abrir un portal en su sala de estar no sería la mejor idea.
—Sólo prométeme que vas a cuidarte, Decker. —pidió como un último intento, aunque bien sabía él que no dejaría que Decker quedara sin supervisión.
—Siempre lo hago, Strange.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro