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Capítulo 24: Quien vive, quien muere

El cántico de las aves atrapadas en Salvo, que carecían del poder de atravesar el océano y arribar a otras tierras, parecía que ese día se había vuelto más intenso que nunca. Un poco lo que se dice siempre: los seres que habitan la naturaleza, incluso la naturaleza misma, parece discernir impecablemente y en todo momento cuando algo malo, muy malo está por suceder.

Cuando los peligros acechan, los animales corren, vuelan, o se arrastran lejos de todos los males. Cuando los peligros acechan, el vasto verde también lo sabe y contempla la calma que revolotea previo a la tormenta.

Pero en Salvo parecía que las leyes de la naturaleza no aplicaban, se retorcían y daban giros inversos. Todo ser vivo, a exceptuar por los supervivientes, aguardaban expectantes la llegada de la resistencia y las tropas de Yuri y Olivia. Como testigos de la crudeza, como ojos que todo lo ven, ahí estarían para ver a Robin y su grupo alzarse para siempre o caer muertos en la desdicha y la penumbra.

Días de oscuridad atravesaron los supervivientes tras las muertes de Louie y Eduard y la tremenda repercusión que causó el hecho de que Jack fuera el segundo infiltrado. Robin asumió un rol puramente reflexivo y de introspección, porque a fin de cuentas sabía que, si se derrumbaba en ese momento, las esperanzas caerían rápidamente en los miembros de la Marina Real Británica. ¿Qué tipo de capitán sería, si dejara a su equipo desmoralizarse sin freno?

No obstante, la tensión era notoria. Ya no había pequeños momentos de disfrute y sonrisas, ni tampoco de charlas descontracturadas. El silencio se tornó moneda corriente y todo fortalecimiento de lazos se detuvo. Los supervivientes simplemente esperaron que la carrera contrarreloj que seguramente se estaba dando entre la resistencia y los líderes mundiales, esta vez le sonriera a su favor.

De lo contrario, no habría un segundo equipo SEAL para salvarlos. Todo aquello que Olivia mencionó con tanto odio y que los supervivientes se negaban a aceptar, se haría realidad sin importar lo que ellos pensaran. Su fin, aun después de tantas semanas de lucha, se convertiría en algo inevitable.

Lo único que podía darles un atisbo de fuerzas a los supervivientes era el cementerio de los caídos. Erik, Louie y Eduard estaban enterrados uno al lado del otro. Y por más que no estuvieran allí tan cerca de ellos, Robin y su equipo pensaban en todos los caídos en su buque. Pensaban en Viena, en cómo se había sacrificado para que ellos pudieran tener una oportunidad.

Ya no estaban intentando salvarse por ellos mismos. Aun si no querían reconocerlo, muy en el fondo los supervivientes sabían que la única fortaleza que los mantenía vivos era ese espíritu de lucha que les habían dado los caídos. Esa profunda y desesperante sensación que les generaba el hecho que ellos estaban vivos y algunos de sus compañeros no, y que debían aprovechar esa chance y honrarlos sin importar el costo.

-Hoy es el día. Puedo sentirlo en el aire... Alguien está por llegar -dijo Andy tan pronto amaneció en Salvo. Ya habían pasado varios días desde la desaparición de Jack, que se rehusaba a ser encontrado.

-Vienes diciendo lo mismo hace dos días -contestó Robin con los ánimos un poco bajos.

-La tercera es la vencida, ¿no? Dobleguemos las patrullas de reconocimiento y rearmemos todas nuestras trampas. Nuestro refugio debe ser una fortaleza impenetrable -redobló Axe, quien con su gran temple y entrenamiento supo atravesar la muerte de su amigo Jayce sin que el resto pudiera notar el gran dolor que estaba sintiendo.

Las palabras de Olivia Davis retumbaban en el líder SEAL sin descanso. Tras finalizar la llamada, los supervivientes ya no tenían más fuerzas ni para gritar, ni para patalear, ni para seguir llorando. Aceptaron las palabras de la presidente cabizbajos, prácticamente rendidos ante su destino, y continuaron con sus quehaceres sin pronunciar palabra.

Axe, en cambio, sentía mucho odio. Tenía ganas de golpear una pared con sus puños. Quería matar a la presidente a golpes. Quería hacer un montón de cosas que implicaran daño.

Pero nadie lo notó. Y el pobre de Ethan Wilson se comió sus sentimientos, sufriendo el doble y aguantando el triple para que nadie se diera cuenta el mix de cosas que le estaban sucediendo. Porque allí recaía su enorme habilidad: la capacidad de ser golpeado incontables oportunidades, y seguir luchando. Tal como lo habían hecho los supervivientes, él debía de hacerlo también.

-Axe tiene razón. Debemos estar listos. Ya sea para escapar de aquí o para dejar hasta nuestra última gota de sangre -respondió Robin recuperando la compostura-. Vamos, equipo. Si todo sale bien, saldremos de aquí.

-Si todo sale bien, saldremos de aquí... -repitió Vicente como un maniático. Tras la agresiva discusión con Morris, el ingeniero había quedado moralmente tocado. No era de extrañarse, considerando la extrema sensibilidad que lo caracterizaba.

Dividieron los grupos de búsqueda y reconocimiento tal cual lo habían hecho los días anteriores. El equipo de la Marina Real Británica por un lado, el equipo SEAL por el otro, y los ingenieros del plan Zeta directo a la orilla donde debía llegar Marcela y su equipo para rescatarlos.

-¿Cómo está tu herida, Alex? -preguntó el capitán una vez emprendieron marcha hacia su área designada de búsqueda.

Alexander reaccionó bruscamente ante la pregunta de Robin. El tímido y silencioso soldado parecía tener la cabeza en cualquier lugar menos en Salvo.

-Bien, capitán. Todo está bien -contestó con respeto, pero sin mucha intención de continuar con la conversación. Estaba pensando en algo más allá.

-¿Qué sucede? -Robin notó la falta de atención de su subordinado con su instinto perspicaz que, por suerte para todos, aún no había perdido.

-¿Recuerdan esa noche en el bar, cuando nos enteramos de que Robin sería capitán? -Morris y su mejor amigo asintieron-. Siento que eso ha sucedido hace mucho, mucho tiempo... Viena se ha sacrificado en nuestro buque. Doris ha resultado ser un traidor. Y lo que le ha pasado a Eduard a manos de... Dios, ni siquiera puedo pronunciar su nombre. Lo que quiero decir es, ¿cómo no lo hemos visto? ¿Cómo han podido estar tanto tiempo infiltrados y pretender vivir una vida que al final para ellos no significó absolutamente nada? ¿Qué tipo de personas harían algo así?

-Los entrenaron para meterse en nuestras cabezas. Supongo que son muy buenos en su trabajo -afirmó Morris con su fiel estilo realista e insensible. En cualquier otra circunstancia Robin se habría asqueado por el comentario de su amigo, pero ya habían pasado por tanto que ni fuerzas le quedaban para hacer una mueca por su falta de empatía.

-Debo decir que yo también continúo haciéndome las mismas preguntas. La noche en la que nuestra propia tripulación infiltrada atacó nuestro buque sin previo aviso, yo había estado soñando sobre ese mismo día. Supongo que, a fin de cuentas, mi subconsciente sabía que algo no estaba bien. Si tan solo lo hubiera notado antes... Viena, Eduard y tantos más aún estarían con nosotros.

-Solo quiero volver a casa, cocinarme una rica pasta y estar con mi familia -explicó como pidiéndole al cielo, levantando su rostro y observando lo poco que se veía de las nubes. Los árboles impedían un panorama completo-. Me adelantaré unos metros, déjenme estar solo unos minutos.

Robin dudó si debía dejarlo ir. Ya habían tenido suficientes experiencias traumáticas las cuáles se podrían haber previsto y solucionado si los damnificados hubieran tenido compañía. Pero, aun en contra de su conclusión inicial, el capitán lo dejó avanzar. Mientras lo mantuviera en su campo de visión, no debería haber problema. Morris y él estarían cerca, y Alexander no era ningún estúpido. No por nada era soldado de la Marina Real Británica.

El contramaestre apresuró el paso y continuó caminando a poco más de cincuenta metros de Robin y Morris. Era increíble para ellos pensar como solo quedaban tres soldados de un equipo completo que había salido hace solo unas semanas. Todo el resto, muerto. ¿Ellos tres? Medio muertos, pero con su corazón que seguía latiendo.

Alexander olvidó lo que estaba haciendo. Olvidó que estaba en una patrulla de reconocimiento buscando a cualquier intruso que buscara hacerles daño, y caminó sin rumbo imaginando todas las cosas que se perdería si moría en aquella isla en medio del atlántico. Pensó en su familia, en los manjares que cocinaba su madre y en esas reuniones de mesas interminables con primos y tíos que él nunca había visto en su vida. Una imagen que poco a poco le costaba más ubicar en su desgastada memoria, llena ahora de recuerdos oscuros. De sangre, de muerte y traiciones. De dolor.

Tal vez por esa pequeña falta de reacción y esa abundante catarata de emociones que lo atormentaban, Alexander caminó y caminó sin mirar al frente hasta que su frente chocó con algo firme, que se negaba a hacerse a un costado.

-Alto ahí, Alex.

El arma de Jack chocó con la robusta frente del contramaestre. Un disparo bastaría para destrozar su cerebro por completo. Y sus esperanzas, claro.

Alexander no temió. Solo se sorprendió de verlo ahí, tan indefenso. Tenía sus ropas agrietadas, como si hubiera estado luchando contra alguien o algo más en estos días. Que no era de extrañarse, considerando los peligros que habitan en Salvo.

-¿Vas a dispararme como hiciste con Eduard? ¿Eso es lo que harás, pedazo de mierda? Hazlo. Pero asegúrate de dejarme bien muerto, porque si no te dispararé en ambas piernas, y te aseguro que sufrirás como lo hicieron nuestros amigos... Sufrirás.

A Jack no le tembló el pulso, pero tampoco empuñó el arma con más fuerza.

-No quise hacerlo. Juro que me tomó por sorpresa, todo fue muy rápid...

-No hace falta que actúes más, Jack. -Alexander hizo un gran esfuerzo para pronunciar su nombre-. Dispara, que todos sabemos a lo que has venido aquí.

Se oyó un disparo. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Después todo fue silencio. Los supervivientes al otro lado de la selva y en la orilla temblaron.

Otra alma había caído, presa de Salvo y todos sus males.

Y allí a lo lejos, los ingenieros del plan Zeta vislumbraron la llegada de unos desconocidos.

Tiempos de guerra. Tiempos de decidir quien vive o muere.

Dibujo by Yolanda, una de mis grandes lectoras <3

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