Capítulo 23: Jaque mate
¿Alguna vez te has ahogado en tu propia sangre? Ese sabor de óxido tan agrio que te estás tragando mientras toses con las pocas fuerzas que te quedan, porque el dolor es insoportable. Como si tus músculos, tus huesos, tus articulaciones y cada maldita parte de tu cuerpo estuviese colapsando a la vez. Porque eso es lo que te sucede. Tu corazón te dice "ya no puedo más" y te regala sus últimos minutos de viveza para dejarte decir adiós. Cuando finalmente tu órgano vital se apaga, tú te apagas también.
Eduard estaba pasando por ese doloroso proceso.
Jack disparó sin saber a quién dejaba vivo a duras penas. Recostado en la oscuridad de la noche e intentando esbozar un grito de ayuda que le parecía imposible concretar, el fiel soldado de la Marina Real Británica perdía toda esperanza a cada segundo mientras su organismo continuaba debilitándose.
Sin embargo, la ayuda no tardó en llegar. El sonido de los dos disparos fue como un eco interminable a oídos de los ahora no tan dormidos supervivientes, que identificaron la procedencia del ataque y corrieron a máxima velocidad hasta donde Eduard yacía casi inconsciente.
Robin, desesperado, fue el primero en llegar.
-Eduard... ¿Qu-quién te ha hecho esto? -preguntó Robin tomándolo por los hombros, claramente sin esperar respuesta.
El capitán comenzó a buscar con la mirada a todos los que llegaban detrás de él. Ni uno se había quedado atrás. Desde el equipo completo de Axe hasta los ingenieros del plan Zeta y sus colegas de la Marina Real Británica, todos llegaron desesperados con el mismo temor de encontrarse con otro suceso trágico sobre sus hombros.
Menos uno. Menos el segundo del capitán. Menos el teniente, el leal colega de Robin con el que había formado una relación profunda hace años y que nunca habría pensado que pudiera traicionarlo.
-Jack -intentó decir Eduard entre gárgaras de sangre. Los supervivientes dedujeron lo que el fortachón quiso decir.
-¡¿Qué esperan ustedes ahí parados?! -gritó Robin quien se forzó a olvidarse del traidor por un rato para preocuparse en su verdadero amigo con dos hoyos en su pecho-. Ayúdenme a detener la hemorragia.
Axe y el resto se miraron sabiendo cuál sería el irremediable final. Las heridas resultaban imposibles de tratar considerando sus posibilidades, sumado al derramamiento de sangre que ya había sido simplemente demasiado para soportar.
Eduard estaba a punto de morir a manos de un innecesario y sorpresivo ataque del traidor. A menos de un día de la partida de Louie, los supervivientes parecían no tener descanso.
-Has sido todo lo que uno puede esperar como colega y amigo. Juro por ti y todos los que han caído que me vengaré de Jack y la gente que nos ha llevado a estar aquí hoy, debatiéndonos entre la vida y la muerte. Descansa en paz, hermano. Dale un abrazo muy fuerte a Viena de mi parte.
Robin tomó la mano de Eduard, y su moribundo compañero se la apretó con la poca fuerza que le quedaba en señal de que había entendido la última orden que su capitán le dio antes de perecer.
El capitán cerró los ojos de su contramaestre y se alejó bruscamente, como si ya no pudiera verlo ni por un segundo más. La rabia se apoderó de él, y ni Axe ni Morris fueron capaz de frenarlo.
-Respira -ordenó Loreley poniéndose en medio y arriesgándose a ser empujada por el temperamento impredecible del capitán.
Robin se estaba hiperventilando. La mano suave de la ingeniera del plan Zeta le transmitió cierta paz inequívoca, de aquellas que con tan solo un susurro pueden hacerte sentir que todo estará bien.
Loreley dispuso el ritmo de respiración para el capitán que poco a poco se fue normalizando. Pero su rostro demacrado y aquella furia asesina por la traición de Jack seguían siendo lo que abundaba en su frágil estado.
-Déjame -dijo quitándole la mano de su pecho sin siquiera agradecerle por haberlo calmado-. Debo salir a buscar a ese hijo de puta que ha matado a Eduard.
-¿En medio de la noche, sin saber dónde buscar? Tú y yo sabemos que a este punto puede estar en cualquier parte, Robin. Y Salvo no es precisamente un cuarto de dos ambientes. Sería como intentar encontrar una aguja en un pajar -le contestó Axe quien volvió a ponerse en frente, ahora con todo su equipo protegiéndolo detrás. Robin no tenía espacios si quería seguir avanzando, a menos que se propusiera volver hacia el inerte cuerpo de Eduard y su charco de sangre.
-¡Les he dicho a todos que me dejen salir de aquí! No quiero hacerle daño a nadie... Por favor, se los ruego -añadió Robin mostrando su débil control de las emociones, pasando de la cólera descontrolada a un pedido sumido en la tristeza.
-Jack pagará por su traición a su debido tiempo. Ahora mismo necesitas calmarte, porque tenemos problemas mucho más grandes. A unos metros del cuerpo de Eduard hemos encontrado el comunicador de Axe tirado en la tierra, lo que significa que seguramente Jack ha dado aviso de nuestro plan de escape a su base operacional. Tarde o temprano, volverán con todo lo que tienen. Debemos prepararnos como si fuera la última batalla de nuestras vidas -repuso Andy a unos pasos de donde se encontraba el resto sin mostrar indicios que acababa de perder a su hermano gemelo.
Una fortaleza muy superior asomaba en el pecoso comparado con el resto de los supervivientes, quienes ya lejos de mostrarse esperanzados solamente trastabillaban con la confusión de emociones que le generaba tener que llorar a un nuevo compañero en semanas, días o incluso horas.
Robin comprendió las palabras del líder de los ingenieros del plan Zeta. Supo entonces que, si la venganza no se cobraría esa misma noche, tarde o temprano acabaría por concretarse con Jack y un hoyo en su cabeza.
-Vamos a darle a Eduard la despedida que merece -dijo el capitán levantando una vez más la cabeza para seguir luchando.
Como una pequeña niña con su dulce en manos, Olivia Davis volvió a sentir tranquilidad. Tras el terrible encontronazo con Yuri, su única posibilidad de revertir la situación y recobrar la confianza con su hermano era encontrar al infiltrado en tiempo récord.
Utilizando absolutamente todos los recursos que estaban a su alcance, lo había logrado. Un miembro de su gabinete se había tomado serios esfuerzos en cubrir sus huellas y evitar ser descubierto, pero tras la incansable búsqueda en las cámaras de la Casa Blanca, la intervención de teléfonos y movimientos de cada uno de los funcionarios y el análisis detallado de lo que hacían con sus claves de acceso, solo uno podía ser el infiltrado.
El secretario de Seguridad Nacional, una de las pocas personas en la cual ella había confiado la totalidad del plan Zeta, la había traicionado. Jayce Lawrence.
Y para la presidente de los Estados Unidos de América, no hay perdón para los traidores.
-Madame, un comando de la CIA nos ha comunicado que un agente encubierto se encuentra en la isla donde están los ingenieros del plan Zeta -comentó Michael Sand sin siquiera tocar la puerta del Salón Oval, lo que para Olivia significaba una falta de respeto y privacidad repudiable. Pero la noticia era de tal magnitud que ambos decidieron atenerse a la emoción del momento y olvidar formalidades.
-¿Qué tan confiable es la información? -preguntó Olivia escéptica, pero tocándose el corazón como si le estuviera contestando la pregunta.
-El agente ha solicitado que nos comuniquemos con un anciano de la Marina Real Británica para verificar su integridad, pero se encuentra en estado crítico e internado en un hospital debido a su avanzado cáncer. No sabemos cuándo despertará, ni si lo volverá a hacer -informó Michael. A pesar de haber terminado, la presidente seguía sin contestar, por lo que preguntó-: ¿Cómo quiere proceder?
-Ya no nos queda nada más que eliminar a esos ingenieros sigilosamente y rezar porque el resto del mundo no se familiarice con nuestro proyecto ultrasecreto. Debemos correr el riesgo. Dé la orden de preparar a un grupo de nuestros mejores mercenarios, Michael. Lo pondré a Yuri al tanto de todas las novedades y por fin podré recuperarlo.
Olivia Davis estaba en su salsa. Habiendo recuperado la compostura por completo, la presidente de los Estados Unidos de América se sentía lista y preparada para darle el golpe de gracia a los supervivientes.
Fiel a su estilo, haría correr sangre.
-Conecta el video de mi próxima llamada con el centro de la CIA en donde tienen guardado al señor Lawrence. Ellos sabrán que hacer -le dijo Olivia al asesor Sand desde el teléfono de su despacho.
La presidente Davis marcó el número que lo llevaría directo al comunicador de Axe, el mismo con el que Jack había establecido contacto. Una de las funciones del moderno aparato que llevaba Axe daba la posibilidad de conectar videollamadas gracias a una pequeña cámara protegida que descansaba en la parte trasera del objeto. La pantalla se encontraba del mismo lado.
Olivia ansiaba ver el rostro de Axe y todos los supervivientes. Ansiaba ver cómo se caerían a pedazos.
El pitido sonó dos veces. A la tercera, una voz inexpresiva atendió el teléfono. Ethan Wilson, líder del comando SEAL que rescató a los supervivientes en Salvo, tomó las riendas de la llamada. Olivia podía ver cómo detrás de él se apiñaban una serie de personas intentando ver lo que el soldado veía en la pequeña pantalla.
Para los supervivientes, lo que sus ojos vislumbraron fue un desastre. Con una bolsa negra en la cabeza e imposibilitándole la visión, Jayce Lawrence se encontraba atado a una silla con dos hombres armados custodiándolo detrás.
Olivia aprovechó esos segundos de desconcierto en los supervivientes para acabar con su moral y prepararlos para el acto final de su plan macabro.
-¿Lo ven, idiotas? ¿Ven a su inteligente y estratégico caballo de Troya atado a esa silla en ese calabozo oscuro? Ese es su tan preciado Jayce Lawrence. ¿Y saben que es lo peor de todo? Que reconozco sus caras. El temblequeo de sus labios, el rostro horrorizado que intentan ocultar en aquella falsa fortaleza, y el miedo, oh si, el condenado miedo que sienten por lo que saben que está por pasar. Puedo olerlo desde aquí, a miles de kilómetros de distancia. Puedo oler su miedo. Y sépanlo, a ustedes que se hacen llamar supervivientes, todos los cielos caerán sobre ustedes. Sé cómo intentarán escapar como pequeñas cucarachas, pero nosotros estaremos ahí para impedirlo y acabar con cada una de sus vidas de una vez por todas. Su plan de escape fallará. Su rescate fallará. Cuando se den cuenta, todo lo que lucharon habrá sido en vano y terminarán con un tiro en la sien. Tal como su amigo y compañero, Jayce Lawrence.
Los supervivientes oyeron el disparo que acabó con la vida de su pieza más fundamental. Axe vio como el cuerpo de su amigo se retorcía para delante, ya inerte, y una lagrima comenzó a caer por su mejilla.
-Jaque mate.
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