Capítulo 22: La jugada del traidor
Frenético, Jack tuvo que contenerse para no dar un salto de alegría por todo lo que acababa de escuchar. Axe estaba demasiado enfocado en cumplir con las órdenes que la base de la resistencia le estaba dando y olvidó por completo que, tal vez, el infiltrado podía estar escuchando todo desde la espesura de esa selva tan particular que caracterizaba a Salvo. Y Jack, como buen soldado espía que era, no desperdició la oportunidad.
El viejo y arrugado Callister les había dado una entrada perfecta a la Marina Real Británica a él y a Doris. Todo había marchado extremadamente bien hasta que la presidente decidió vengarse del gobierno inglés por haber atacado su buque donde permanecían los ingenieros del plan Zeta, lo que al final no había sido más que una pantomima para ocultar la verdadera identidad de la resistencia de Lauren. Allí es donde, para Jack, todo se fue al carajo.
Doris estuvo tan cerca de pecar y contarlo todo que Jack no tuvo más remedio que apuñalarlo y dejarlo morir ahogado en su sangre para poder salvar su propia vida. Unos segundos más de información innecesaria y la pantalla que el segundo de Robin había construido por años se habría ido por la borda muy fácilmente.
Pero él creía sin el menor atisbo de dudas que todas y cada una de sus decisiones habían sido las mejores que podía haber elegido considerando su limitada y precaria situación desde que la resistencia rescató a Robin y a los ingenieros. Todo por proteger unos ideales en los que él mismo todavía seguía creyendo: luchar por tu patria es el deber primero de todo hombre. Si la lealtad y el patriotismo fueran valores premiados en algún tipo de competencia, Jack sería un gran candidato a la coronación. ¿Cómo no tenerlo en cuenta? Un hombre que sacrificó absolutamente toda su vida para crear una imagen completamente nueva y poder funcionar como un miembro de la inteligencia de los Estados Unidos de América, y que aun ante la peor situación en la que podía haberse inmerso, siguió de pie y con sus principios claros.
Nadie podía decir lo mismo de Bob y Lauren, los padres de Robin. ¿Dónde estaba su lealtad hace casi quince años? Abandonar a su único hijo para montar un plan que diera vuelta la estructura mundial no se sentía como un acto muy honorable.
Nadie podía decir lo mismo de Marcela, líder militar de la resistencia. ¿Dónde estaba su patriotismo cuando desertó de su lugar como pilota de combate en las fuerzas armadas de Brasil?
Y, sobre todo para Jack, nadie podía decir lo mismo de Axe y el equipo SEAL. ¿Dónde estaban sus principios innegables cuando decidieron traicionar a su bandera para unirse nada más ni nada menos que a un grupo anárquico y desconocido?
Todas esas preguntas no tenían respuesta para Jack. No entraban en su sistema moral, y nunca lo harían. Pero esas mismas traiciones que él veía que entre el entorno de los supervivientes se daban con frecuencia eran la razón por la cual el seguía persistiendo con más fuerza.
El teniente conocía bien el dicho: el que traicionó una vez, no tendrá inconvenientes en volverlo a hacer. Tarde o temprano, los supervivientes acabarían por enemistarse entre sí. Lo único que Jack necesitaba hacer era alejarse antes de que fuera demasiado tarde.
Ese momento lo había encontrado. Si los supervivientes planeaban escapar de Salvo en el futuro cercano, él ya no tenía más tiempo para perder. Su única ventana de acción para salvar su pellejo se había abierto y debía aprovecharla, incluso si el plan que se traía entre manos implicaba correr un riesgo tan grande de ser descubierto que no le permitiría volver con los supervivientes impune.
La noche ya se había instalado en las profundidades de Salvo. Dos miembros de la fuerza SEAL custodiaban las zonas adyacentes y el refugio con cautela, como buenos soldados entrenados que eran. El traidor aprovechó para estudiar sus movimientos por horas mientras hacía parecer que estaba durmiendo, hasta que encontró la ventana de acción donde nadie podría notar su ausencia.
Jack se escabulló por entre las ropas de los SEAL que permanecían dormidos, Axe incluido. Solo un sigiloso ninja como él podría hacer frente a ese instinto asesino que los soldados de élite poseían. Por esa misma razón intentó ser lo más cuidadoso posible, pero sabiendo que acabaría logrando su objetivo: robar el comunicador que Axe estuvo usando toda la tarde.
La disposición de las llamadas "camas" hacían la tarea de Jack aún más difícil. Todos los supervivientes estaban apiñados de forma desordenada y un poco aleatoria entre los esmerados colchones de madera que habían podido realizar, complicando el paso si uno pretendía mantenerlos dormidos.
Jack se levantó de su cama intentando no despertar a su compañero más cercano, Morris. No fue muy difícil. El mejor amigo de Robin parecía extenuado y profundamente dormido tras el episodio de furia que había tenido con Vicente hace tan solo unas horas. El problema fue cuando tuvo que empezar a dar unos pequeños pasos para llegar hasta donde estaba el atuendo militar de Axe, a un breve metro de donde estaba acostado. Había llegado el momento clave.
Recorrió la escena con ojos analíticos sabiendo que esa era la última oportunidad que tenía para arrepentirse. Luego ya no habría vuelta atrás. Pasaría a ser un traidor y, tarde o temprano, todos lo sabrían. Seguramente derramarían alguna lágrima por él. Los supervivientes vivían tan atormentados que parecía que siempre el próximo golpe acabaría por tumbarlos, pero eso nunca sucedía. Esa era una de las pocas razones por la cual los admiraba: aún no habían caído. No estaban rendidos.
Dio esos pasos convencido de sí mismo. Atravesó a sus compañeros con cautela y se posicionó justo al lado de las prendas de ropa de Axe. Intentando ser aún más silencioso de lo que ya estaba siendo, se agachó para tomar el comunicador que esperaba en el bolsillo izquierdo del pantalón del soldado SEAL.
Tomó el comunicador y salió del refugio donde todos dormían lo más rápido posible hacia el oeste, intentando que los dos soldados que estaban apostados custodiando no notaran ni oyeran su escape.
Cuando se sintió a una distancia segura y había corrido ya por varios minutos sabiendo que nunca volvería a ver a los supervivientes, comenzó a marcar números en el teléfono satelital. Había llegado la hora de advertir a la CIA de su presencia en Salvo y de desbaratar el plan de la resistencia por completo.
Por primera vez años, Jack se sintió genuinamente de utilidad.
-Aquí agente especial Bishop. Código de verificación cuatro, uno, cinco, tres, dos, siete, nueve. Solicito comunicación inmediata con el jefe de área.
-Aguarde -contestó la voz ronca de una mujer casi al instante.
-Vamos, que no tengo el día -esbozó Jack a un volumen tan bajo que ni él mismo sabía si verdaderamente había hablado o simplemente fue su cabeza la que había pronunciado las palabras.
-Jack Bishop. ¿Domingo de resurrección? Te creíamos muerto, soldado. Actualice su estatus de inmediato -comentó una voz que a Jack le resultaba muy familiar, pero que no lograba ubicar muy bien. Seguramente había sido uno de esos jefes que lo habían enviado a esta misión de infierno.
-No tengo mucho tiempo. Les estoy hablando desde una isla en el medio del Atlántico. Lo que le estoy por decir escapa de su conocimiento, pero es de vital importancia que llegue a oídos de la presidente Olivia Davis: estoy junto a los ingenieros del plan Zeta, que vendrán a ser rescatados en los próximos días y que se fugarán en un submarino. Deben trazar un plan de ataque de inmediato.
El agente al otro lado de la línea permaneció en silencio unos segundos, como recapacitando en todo lo que Jack acababa de decirle.
-No puedes esperar que después de todos este tiempo nosotros confiemos en ti sin siquiera presentar algún tipo de dud...
-¡Escúchame bien, quien quiera que seas! He sido fiel y leal a la CIA sin mediar consecuencias desde el día en el que me ofrecieron el trabajo. He sobrevivido a esta misión de infierno, camuflándome entre toda esta gente y arriesgando mi vida incontables oportunidades para que mi objetivo encubierto prevalezca por sobre todas las cosas. No me hables de lealtades, no me hables de confianza. ¿Quieres una muestra de que soy de fiar? Llama a Callister de la Marina Real Británica y él te dirá el tipo de persona que soy.
-El señor Callister está internado. No saben si volverá a despertar.
Jack parpadeó varias veces asombrado. No esperaba esa respuesta ni en un millar de años. La enfermedad de Callister no se encontraba en una situación tan crítica hace unas semanas.
-Búsquenlo y apresúrense. Todo esto es mucho más grande de lo que ustedes piensan -contestó Jack intentando mostrar una falsa fortaleza-. Debo irme.
Jack cortó la llamada sin esperar la contestación de su receptor. Las cosas no habían salido como él esperaba, y dudaba que sus argumentos fueran suficiente como para convencer a ese estúpido agente que lo había atendido.
Al menos había intentado todo lo que estaba a su alcance. Ya no le quedaba más por hacer, más que escapar y rezar para que los supervivientes no lo encontraran.
Tarde.
-Jack, no entiendo que est...
Dos disparos resonaron en todo Salvo como un estruendo de aquellos que uno nunca quiere escuchar. Quien no pudo completar la frase cayó sorprendido ante el incipiente derramamiento de sangre que lo estaba azotando.
Jack se dio cuenta lo que había hecho y corrió, corrió tan fuerte como pudo lejos de los supervivientes.
Miró una última vez hacia todo lo que dejaba atrás. La pantalla que había establecido por años acababa de ser removida.
Tiempo fuera para el segundo infiltrado. En la espesura de aquella selva destructora, el traidor había hecho su jugada, prácticamente cobrándose una vida en el camino.
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