Capítulo 16: La incógnita rusa
-Todo tiene sentido ahora... Los nervios de acero, la casi perfecta precisión, y esa mirada juzgadora que nunca te hace bajar la guardia. Todo tiene sentido. Eres la élite militar -dijo Morris conectando las piezas en su cabeza en el momento más inoportuno posible.
-No es momento -contestó Robin a regañadientes y cambiando rápidamente la atención hacia Gregory-. No hay forma de que te dejemos aquí solo.
-Deben hacerlo. Solo así podremos tener una mínima chance. Necesitan tiempo, yo puedo proveerlo. Tan simple como eso -dijo Gregory con una tan severa firmeza que Robin supo que no lograría hacerlo cambiar de parecer.
-Entonces, ¿cuál es el plan? -retrucó el capitán.
-Señor, con el mayor de los respetos, ¿dejaremos nuestro futuro a merced de un tipo el cual nos acaba de reconocer que formó parte del escuadrón que viene a matarnos y del que, además, no sabemos absolutamente nada? -preguntó Jack buscando resquebrajar al capitán. Por primera vez, el teniente se sintió en peligro. Lo más probable es que esos rusos que venían a matarlos no supieran que él era un infiltrado.
-Nos ha salvado la vida más veces de lo que tú crees -respondió con justeza Robin.
-Tomen todo lo que tengan y refúgiense en nuestra base. A diferencia de ellos ustedes conocen el terreno. Luego a esperar que esa ventaja y el efecto sorpresa sean suficientes para acabarlos -resopló Gregory quien se mostró un tanto duro con sus palabras.
-¿Y quién te defenderá a ti? -A Robin no le gustaba la idea de dejar a uno de los suyos atrás. Y aquel ruso ya se había ganado ese privilegio.
-Puedo cuidarme solo. Por favor, atentos. Son lo mejor de su especie. -Gregory se levantó abruptamente como si estuviera a punto de irse-. Ahora váyanse de aquí.
El ruso comenzó a empujar a los supervivientes hacia las profundidades de la selva, insistiendo en que debían escapar del escondite cuanto antes. Algunos con más y otros con menos recelo, dispusieron su camino sin mirar atrás.
-Antes que preguntes, estoy tan sorprendido como tú. Sabía que Gregory no era un simple ingeniero como nosotros, pero esto... Excede un poco los límites de nuestra imaginación. Nunca podría haberlo pensado -le dijo Andy al capitán, quien asintió fervientemente.
Gregory respiró hondo. Con los supervivientes a salvo del equipo de soldados que se avecinaba, ahora todo dependía de que él pudiera mantenerse con vida. Y no sería cosa fácil, puesto que estaban liderados por el hombre más desalmado, cruel y terrible que nunca él había conocido: Vladimir Kozlov. Habían compartido sus años como Spetsnaz juntos y la relación siempre había sido de lo más tirante. Ninguno de los dos se soportaba. El ruso no podía ni siquiera prever tampoco cuál sería su reacción al verlo después de haber desertado tantos años atrás.
Gregory sabía bien que corría un riesgo enorme, pero también comprendía que el carácter del líder de escuadrón haría que, mínimamente, lo dejara con vida el tiempo suficiente como para él poder zafarse luego. Lo necesitaba como rehén para usarlo de carnada y hacer salir a los supervivientes.
Caminó fuera del escondite levantando las manos bien en alto, confiando en su propio instinto y sabiendo que, si ya era su hora de morir, se podría ir en paz: había realizado todo lo que estaba a su alcance para proteger a los supervivientes y honrar la misión que Marcela y la resistencia le había encomendado.
Aquel momento se proyectó en su mente como un recuerdo latente. Hacía ya varios años Gregory se había unido a las líneas de la resistencia con el objetivo de apoyar a un movimiento que acabaría por destituir al gobierno ruso y americano, quienes cada día estaban un poco más cerca de concretar su tan temible, secreto y despiadado plan Zeta. La información que se tuvo siempre sobre el plan de Olivia y Yuri fue muy limitada. Solo un puñado de personas en todo el mundo conocían el objetivo final y sus procedimientos con detalle. El material filtrado, lo que había dado producto al comienzo de la resistencia, data de hace más de quince años y únicamente Lauren y Bob, los padres de Robin y líderes del movimiento, disponían de una información exacta de lo que Rusia y Estados Unidos se traen entre manos.
A Gregory siempre le fascinó el poder de liderazgo que esa pareja había logrado con el correr de los años, y ni que hablar sobre el poder de oratoria y convocatoria que los había llevado tan lejos. La realidad era que todos los miembros de la resistencia fueron reclutados bajo la certeza únicamente de lo que dos ex miembros de la Marina Real Británica repetían: Estados Unidos y Rusia estaban ideando un plan que acabaría con gran parte del mundo.
Entonces, ¿y si todo era una farsa? Era cierto que siempre se hablaba de que el matrimonio tenía documentos concretos que probaban sus afirmaciones, pero Gregory nunca había tenido la posibilidad de verlos. Siendo así, convertirse en un miembro de la resistencia demandaba un reclutamiento denso, como si te estuvieras uniendo a una secta y tuvieras que superar una serie de desafíos para demostrar tu lealtad. Pero, a fin de cuentas, ¿estaban luchando por lo que todos creían?
Gregory siempre confió ciegamente. Era de aquellos que se dejaban llevar por su instinto incluso ante los momentos más críticos o las decisiones más cruciales. Si de miembros leales hablamos, el ruso seguro se llevaría todos los galardones con Marcela. No por nada lo habían elegido para una de las misiones más importantes de todas: proteger a los supervivientes a toda costa durante su estadía en Salvo.
Por eso ya estaba orgulloso de su labor. Ahora dependería de Kozlov y su humor.
El ruso siguió caminando con su tan perfecta prolijidad y su porte de entereza a flor de piel. Si eran sus últimos minutos con vida, nadie le quitaría la posibilidad de vivirlos con solemnidad. Cada paso que daba, más se exponía a que el equipo Spetsnaz lo viera. Cada paso que daba lo remontaba más y más a la razón por la cual se encontraba en esa situación. Estaban intentando cambiar el mundo. O, al menos, detenerlo antes que ocurriera una catástrofe. Nada podría enorgullecerlo más.
Gregory inspiró hondo una vez más antes de pegar el grito que podría significar el final de su vida:
-¡Eh, Kozlov! ¡Por aquí!
La fuerza especial Spetsnaz cargó contra el ruso en menos de un segundo, con sus fusiles apuntando al pecho.
-¡No disparen! -vociferó el líder de escuadrón, Vladimir Kozlov-. Pero miren a quien tenemos aquí...
Gregory se dejó tomar por los soldados rusos quien lo sometieron con firmeza por los brazos. El ruso exhaló aliviado. Curioso teniendo en cuenta las circunstancias.
-Supongo que no es lo que esperabas, ¿verdad? -bromeó con una sonrisa macabra.
-¿Que si esperaba encontrarte en una isla del atlántico donde nos han enviado para rescatar a un grupo de... "recursos invaluables", en lo que parece la misión más secreta de la historia de los Spetsnaz? No, la verdad es que no entrabas en la ecuación. Discúlpame.
-Extrañaba escucharte -esbozó Gregory a medida que Kozlov se acercaba a paso firme.
-Dejemos la hora del té para otro momento, ¿te parece? -contestó Kozlov poniéndose nariz con nariz con el defensor de los supervivientes.
-¿Dónde está el Kozlov que conocía? El antiguo Vladimir ya me habría dado un disparo en la cabeza -respondió Gregory jugando con el humor del líder de escuadrón.
Kozlov retomó la carga y le propinó dos puñetazos potentes al vientre de Gregory, quien sintió el impacto.
No hasta que encontremos a tus amigos. Luego podemos definir si te pondremos al horno o a la parrilla. El sabor no es el mismo, ¿sabes?
-Un Spetsnaz a la parrilla... Mmm... Sexy. -Sería muy difícil sacarle esa sonrisa sobradora a Gregory en ese momento.
Kozlov lo miró indiferente. No perdería más tiempo cayendo en sus juegos. Era hora de iniciar su misión.
-Formación, ¡avancen hacia la selva! Rastrillen cada metro por completo, y recuerden bien: nada de bajas, necesitamos a los objetivos con vida.
-Nunca vas a encontrarlos.
-Ya veremos, Gregory. Ya veremos.
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