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Capítulo 13: Plan de guerra

-Presidente, ¿tiene un momento? Es urgente -preguntó con delicadeza Michael Sand al entrar al Salón Oval. Olivia Davis levantó la vista y se sacó sus anteojos, tras dejar de leer unos archivos que tenía sobre su escritorio.

-Nunca tengo un momento. Soy la presidente de los Estados Unidos de América, ¿crees que tengo "momentos"? Deja de hacerme perder el tiempo y ve al grano por favor.

El asesor se mordió la lengua. A esa vieja nada le venía bien. Si preguntabas te maltrataba porque lo hacías... Si no decías nada, lo mismo. ¿Cómo convivir bajo el yugo de una mujer tan intolerante?

-Hemos detectado en un punto entre el Atlántico Sur y el Atlántico Norte una señal de emergencia emitida por una radiofrecuencia proveniente desde suelo llano. Nuestra gente chequeó la ubicación desde los satélites y nos ha informado que en la locación hay una isla oculta de la cual no teníamos conocimiento.

Olivia lo miró sin decir nada por varios segundos. Sand empezó a transpirar pensando que pudo haber dicho algo incorrecto.

-¿Cómo es posible que no tenían conocimiento? -dijo haciendo hincapié en las últimas tres palabras, como si se estuviera burlando-. ¿Acaso no tenemos de las mejores tecnologías del mundo?

-No se trata de tecnologías, madame. Una o varias personas con acceso han bloqueado la señal del satélite sobre esas coordenadas para que no pudiéramos verlas, pero al parecer la radiofrecuencia ha disparado el bloqueo.

-¿Y quién puede tener acceso a esos satélites? -Olivia se estaba encabronando.

-Además del personal dedicado a ese sector, aquellos con un nivel de acceso cuatro o mayor podrían conseguir meterse en el sistema con su clave. Eso equivale a...

-Un miembro del gabinete con acceso al plan Zeta-refunfuñó la presidente cortando en seco a su asesor.

-O también podrían atravesar nuestro firewall, pero eso es prácticamente imposible -dijo Sand intentando mostrar una seguridad que no tenía.

-¿Me estás queriendo decir o que nos han hackeado o que tengo un infiltrado en mi gabinete? No sé cuál es peor.

-Lo ha dicho usted, presidente. Yo solo vengo a darle los hechos.

Olivia tomó los archivos que tenía sobre su escritorio y los revoleó contra el piso con furia. Su estructura siempre tan bien planificada no permitía que, de repente, una falla de medidas colosales pudiera acabar con todo lo que ella y su familia habían construido por años. Ya haya sido un infiltrado o un hacker, realmente no importaba. La información estaba comprometida y posiblemente ya estuviera en manos enemigas. Davis no podía hacer nada con eso. Tal vez lo peor de todo, y con certeza la justificación a su reacción tan temperamental, era que tenía un enemigo que desconocía y que atacaba desde las sombras, un paso delante de ella.

En su larga vida, nunca nadie había estado un paso delante de Olivia Davis.

-¿Vas a quedarte ahí parado como un estúpido o piensas decir algo más? -preguntó intentando serenarse, levantando los papeles del piso y acomodándose en su silla.

-También tengo buenas noticias. -Sand quiso hacerse el dramático, pero vio que Olivia estaba por abrir la boca y no quiso tener que volverla a escuchar insultándolo-. Hemos detectado que en aquella isla hay supervivientes... Los ingenieros del plan Zeta están allí.

A la presidente le cambió la cara. No había mejor noticia que esa para levantarle el ánimo por la otra no tan buena revelación. Si conseguía tener a esos ingenieros de vuelta en su poder, el camino hacia el objetivo final se acortaría en gran medida. Ella, por lo pronto, se sentiría con poder otra vez.

-Reúne al departamento de defensa y seguridad nacional. Ah, y tráeme al general. Los quiero a todos listos en la próxima hora. Puedes retirarte -le contestó Olivia ya con un dejo energético y entusiasta. Si lograba reactivar el plan Zeta con la recuperación de los ingenieros, nada la detendría. No volvería a cometer los mismos errores.

Michael Sand cerró la puerta al salir del Salón Oval sin pronunciar palabra. Internamente, solo podía pensar en que su comandante en jefe era tan despiadada como capaz de cualquier cosa. Eso era lo que le gustaba de ella, esa incipiente sensación de que estaba ante una de las mujeres más inteligentes del mundo entero. Pensar en que una gran amenaza se cernía ante ella, posiblemente causada por alguien de su plena confianza, le causaba un disgusto profundo. Olivia no lo merecía. Su administración no merecía tener un topo entre sus filas. Por más que fuera una persona muy desagradable, Michael le tenía aprecio.

El asesor se prometió en ese instante ser quien encontrara al infiltrado: la seguridad en la Casa Blanca se había visto comprometido por un traidor a la patria, y ahora más que nunca, la confianza necesitaba ser restituida.

No tardaría en ponerse en marcha. La reunión que Olivia había solicitado era un momento muy oportuno para que Sand pudiera prestarle especial atención a cada uno de sus miembros. Además, eran tan pocos los conocedores del plan Zeta que el traidor acabaría cometiendo un error. El problema radicaría si la filtración había logrado que una mayor cantidad de personas de la administración consiguiera la información vital del plan de Olivia y Yuri. Ese sí sería un gran problema. Muy pocos aprobarían sus métodos, y todo se vendría abajo rápidamente.

Posiblemente, todos oculten cosas. Mínimamente, uno de ellos oculta un gran plan secreto. El asesor no pararía hasta encontrarlo.

-¡Yuri! Te tengo grandes noticias. -Olivia quería a Yuri con un aprecio especial que no tenía con prácticamente nadie-. Mi gente halló a los ingenieros del plan Zeta. He llamado a una reunión con nuestra gente. Recomiendo que tú hagas lo mismo para que podamos decidir nuestro accionar cuanto antes.

-Se supone que cuando te atienden una llamada, debes esperar a que el otro te salude. Luego tú haces lo mismo, y ahí ya puedes decir lo que te plazca -dijo Yuri lento y despacio, como si arrastrara las palabras con su acento ruso.

-¿Me has escuchado o no?

-Cada una de tus palabras. Pero ya te lo he dicho, si no controlas esa ansiedad que tienes... Acabarás cometiendo errores. Sin importar que seas la Gandhi de la oratoria o la Einstein de la inteligencia. Terminarás siendo tu propia enemiga, pisándote a ti misma...

-Siempre intentas decirme qué hacer y qué no hac...

-La arrogancia tampoco te llevará a ninguna parte. Aprende a no querer quedarte siempre con la última palabra -refutó Yuri con mucha tranquilidad, pero interrumpiéndola.

Aquellas conversaciones tan casuales entre presidentes eran únicamente cosa de ellos. Tal vez por el simple hecho de que su relación había nacido muchos años antes de que la política los pusiera como los más poderosos del mundo, hoy estaban como estaban.

-Videoconferencia en una hora. Los dos gabinetes. Plan Zeta vuelta en acción. Hasta luego -concluyó Olivia pronunciando frases de no más de cuatro palabras, intentando parecer ofendida y colgando el teléfono sin dejarle tiempo a Yuri de responderle.

Aquello le encantaba. Lo hacía desde que eran niños. Las discusiones inventadas, los enojos solo por la diversión de hacerse la enojada por algo... Sus años de juventud parecían haber pasado hace mucho tiempo, pero Olivia los recordaba como si hubiesen sido ayer. Al fin y al cabo, en aquel orfanato nació todo.

El lugar donde había conocido a Yuri. El lugar donde sus padres los adoptaron a ambos y les dieron un propósito: realizar el plan Zeta sin importar los costos ni las consecuencias.

Olivia escapó por unos cuantos minutos hacia su infancia y se perdió en sus recuerdos. Después de un largo rato abrió los ojos y contempló la imagen que le brindaba el gran ventanal que tenía detrás de su silla de escritorio. Se quedó mirando un punto fijo, quizá aquel pasto verde que crecía fértil en la Casa Blanca, o quizá las aves que se posaban sobre él. No importaba, su mente estaba en otro lugar.

-No pierdan la fe, pamushkas -dijo una sola vez, pero fuerte y claro.

Le estaba entrando un llamado a la presidente por la línea dos. Recuperando la compostura, la aceptó con un simple click.

-Su gabinete la espera en la sala de operaciones, madame -dijo Michael Sand con voz trunca.

-¡Impresionante! Me ha encantado como lograste bajar los tiempos -contestó Olivia irónica. Luego cortó la llamada.

La presidente caminó hacia la sala de operaciones con paso firme y cabeza bien alto. Su escolta personal del Servicio Secreto la acompañaba como si estuvieran en medio de una zona de guerra, avanzando con recelo y observando los pasillos con detenimiento. En tanto, Olivia se limitaba a saludar amigablemente a las personas que la veneraban.

-Presidente -dijeron los altos rangos de los departamentos al ver que Olivia Davis se asomaba en la sala de conferencias. Todos se pararon de inmediato en señal de respeto.

-Logramos convocar a Jayce Lawrence, secretario de seguridad nacional, Patrick Dafoe, secretario de defensa y al general Adam Storm. Y a sus asesores, claro. Ya están al tanto de la situación -contó Michael Sand señalándolos y dándole una actualización a la presidente.

-¿Crees que tienes que recordarme los nombres y cargos de los miembros de mi gabinete? -Olivia Davis fulminó con la mirada a su asesor, y se sentó sobre su silla designada en una mesa muy larga: el lugar reservado para el comandante en jefe-. ¿Han podido establecer comunicación con Yuri?

-En estos momentos -contestó Sand desplegando en una pantalla gigante a Yuri Záitsev y parte de su equipo, sentados prolijamente de forma muy parecida a los estadounidenses.

-Muy bien. Ya que estamos todos aquí, y somos conocedores de los hechos que nos han traído hasta este punto, quisiera ir directamente al grano: debemos recuperar a esos ingenieros cueste lo que cueste.

-¿Cueste lo que cueste? -Jayce Lawrence, secretario de seguridad nacional, esperaba una locución más detallada.

-Cueste lo que cueste. Pero los necesitamos vivos -comentó Olivia haciendo hincapié sobre ese punto.

-Si me permite, madame, creo que los ingenieros ya se han visto muy comprometidos, intentar recuperarlos podría ser una misión muy tediosa. ¿Por qué no acabar una vez por todas con este dolor de cabeza, y volar la isla sin dejar rastros? -propuso el general Adam Storm, un condecorado y muy respetado comandante de las Fuerzas Armadas y Operaciones Especiales.

-Concuerdo con el general. Desde el momento en que perdimos nuestra batalla en aquel buque, yo ya los habría dado por perdidos. Cada segundo que pasa corremos un riesgo mayor de que cuenten absolutamente todo lo que saben sobre el plan Zeta, y eso es decir mucho... Nos hemos tomado tanto trabajo en intentar que el alcance se limite solo a unos pocos, que estos ingenieros podrían echar todo a perder. No es un riesgo que yo, por lo menos, esté dispuesto a correr -afirmó Patrick Dafoe, secretario de defensa de los Estados Unidos de América.

-¿Qué dice tu gente, Yuri? -preguntó Olivia intentando contener su deseo de tomar las riendas y simplemente hacer lo que tenía ganas de hacer. Pero no podía volverse una mandona justo ahí.

-Ahm, ahm. -Yuri esperó a que su gente terminara de debatir. Los americanos solo sabían que estaban hablando en ruso-. Parece que aquí tenemos un tres a dos a favor capturar a los ingenieros con vida. Aunque, para serte sincero, mi voto está con los ideales de tu general y tu secretario de defensa. Así que podríamos decir que la decisión recae en ti y los tuyos. Ya sabes cómo es esto: todos los que estamos aquí se han ganado su lugar, por lo que su voz y voto cuenta.

-Lo sé, lo sé -respondió la presidente americana dubitativa, puesto que era una de las pocas oportunidades donde Yuri y ella discrepaban en accionar. La decisión ya no era tan simple-. Si el general y Dafoe están a favor de acabar con ellos, tenemos un cuatro a tres. Falta mi voto y el del secretario de seguridad nacional.

Olivia observó a Jayce Lawrence, que no se había pronunciado hasta ahora por ninguna de las dos posturas. El secretario le dedicó unos segundos más al último cuchicheo con sus asesores antes de responder:

-Consideramos que todavía los ingenieros pueden tener un valor muy importante. Recordemos que sin ellos no podemos continuar con el armado del dispositivo. El trabajo está a medias y son solo ellos quienes pueden destrabarlo. Ya hemos visto en este tiempo que hemos estado sin ellos que no hay quien los suplante para poder continuar con el trabajo no realizado. Son lo mejor de su especie. Olivia, cueste lo que cueste. Debemos recuperar a esos ingenieros -dijo Jayce Lawrence con firmeza y seguridad, como si la decisión de su comandante en jefe ya fuera una obviedad. La realidad no era tan así.

Michael Sand escuchó atento a sus compañeros de sala. Sabía que tranquilamente cualquiera de ellos podría ser el traidor, aunque por ahora ninguno mostraba indicios de serlo.

La presidente de los Estados Unidos se sumió en un silencio por más de treinta segundos. Todos estaban expectantes, incluso Michael Sand que permaneció en la sala sin emitir palabra. Al fin y al cabo, él era conocedor del plan Zeta pero no había sido elegido como uno de los que tenía voz y voto en la toma de decisiones. Aquello en su momento le había dolido un poco, pero supo que, aunque no se lo dijeran, debía haber una explicación.

-Déjenme entender bien las opciones que estamos barajando -dijo Olivia gesticulando con las manos-. General, ¿cuál es el porcentaje de éxito de un ataque con misiles a esta isla donde se encuentran los ingenieros?

-Del 100%, madame. Los misiles acabarían con la isla por completo, y no es como que tengan algún otro lugar a donde ir. El único problema es que eso podría llevarnos a algunos temitas diplomáticos...

-¿Acaso la isla no está ubicada en aguas internacionales?

-No precisamente. Iniciaríamos un conflicto con los países del oeste de África.

-¿Y cómo sería la misión para intentar rescatarlos? Yuri, puedes dar tus ideas.

-Sugeriría que ataquemos con un comando ruso y un americano. Cuando los ingenieros estén en nuestro poder, definiremos su locación protegida y el curso de acción -recomendó Yuri con la aprobación de su gente.

-Les advierto que los ingenieros no están solos. Hemos detectado al menos otras cinco personas más en la isla, pero se nos ha hecho imposible identificarlas. No aparecen en ninguna base de datos. No existen.

-Esto debe ser obra de esa tal Marcela y sus secuaces. Deben estar intentando eliminar todos los cabos sueltos, y han dejado a los ingenieros protegidos con su gente... Pero la verdadera pregunta es, ¿por qué retenerlos en una isla? ¿Quién ha advertido de su localización para que todo el mundo pudiera verlos? -Olivia se retorcía con cada palabra intentando buscar una solución en su mente que claramente desconocía.

-¿Piensas que puede ser una trampa? -Yuri quiso interpretar los interrogantes de Olivia.

-Puede que sí, aunque sinceramente no lo sé. Desconocemos muchas de las piezas de este rompecabezas, partiendo desde quién coño es esta gente y por qué se empeña en tenernos de enemigos -dijo refunfuñando, pero luego cambió la postura-. Seguiré lo que dice la corazonada que he tenido desde un principio, ¿queremos respuestas? Vamos a buscarlas. Tomemos a esos ingenieros y dejemos con vida a uno de sus defensores. Así mataremos dos pájaros de un tiro y podremos develar, aunque sea solo un poco, quien está detrás de esto.

Olivia recordó cuando Etta O'Brien, primera ministra de Reino Unido, le había dado la información sobre el ataque a su buque y dio los primeros indicios sobre la procedencia del ataque. Habían pasado semanas y nadie de su personal logró destrabar en lo más mínimo la investigación... Una tal Marcela, ex piloto de combate de Brasil, conectada con casos de terrorismo, atacó la locación de los ingenieros vestida de soldada de Reino Unido, para tomar a los ingenieros con vida y llevárselos a una isla al medio del atlántico... ¿Qué es lo que no estaba viendo? Y una pregunta más preocupante, ¿cuál era el objetivo final de esta gente?

-Mi gente enviará el mejor equipo Spetsnaz que tenemos, Olivia. Coordinaremos los detalles en las próximas horas, si te parece bien -contestó Yuri con ese tono tan apacible, como si nada pudiera alterarlo.

Era increíble cómo no existían choques entre ellos: por más que no estuvieran de acuerdo, siempre convivían con sus discrepancias aceptándolas de la mejor manera. Años atrás, cuando eran adolescentes, Yuri era una persona completamente diferente: siempre caía en las estupideces que Olivia le decía, y acaban discutiendo por horas. A fin de cuentas, parece que el hermano que la vida no le dio aprendió por su cuenta la lección: no enfrentes a Olivia Davis.

-Avisaré a nuestro mejor equipo SEAL de inmediato, madame. Estarán listos a tu orden. -El general parecía ya estar listo para abandonar la sala y ponerse en marcha.

-Secretarios, almirante, Yuri y equipo ruso: es hora de recuperar lo que nos han quitado. Volvamos a poner el plan Zeta en marcha y enseñémosle a esta gente porque seremos quienes cambien el mundo -concluyó Olivia con una seguridad arrolladora.

-En el plan Zeta confiarás. Zeta de libres, zeta de este mundo cambiarás. Alza tus manos, aquí está tu libertad -recitaron ambos bandos agarrados de las manos en un hito solemne.

Si Olivia solo supiera que la resistencia no era únicamente "Marcela y sus secuaces", habría tomado una decisión distinta. Pero la presidente de los Estados Unidos ignoró con su arrogancia la magnitud del enemigo que tenía en frente, que ha estado años preparándose para presentar batalla.

Irónico, ¿verdad? Tanto el poema del plan Zeta como el de la resistencia de la madre de Robin inspiran aires de cambios y revolución que prometen cambiar el mundo en su totalidad.

En una guerra terrible que recién parece estar queriendo asomarse, la pregunta para los supervivientes recae entonces en una verdad absoluta que desconocen, ¿quiénes son los buenos, y quiénes son los malos?


Con dos equipos militares en camino, ¿será la sangre derramada la única opción que les queda para conseguir respuestas? Podría serlo, siempre que no tengas al infiltrado de Jayce Lawrence metido en las narices de la presidente de los Estados Unidos de América y su plan colosal.

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