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Capítulo 10: Tenemos compañía

En la profundidad de aquellas tierras ubicadas en el medio del atlántico, los pocos supervivientes que quedaban luchaban por hacer pie en una isla que no se los estaba dejando fácil: habían pasado menos de dos semanas y ya habían tenido que enterrar a uno de los suyos, desconfiar en plenitud por la posibilidad de que un enemigo se cerniera entre ellos, y como si fuera poco, un nuevo miembro había desaparecido. Pero no cualquier miembro, sino el hermano gemelo del líder de los ingenieros: el tan bromista y amigable Louie. ¿La clave? Encontrarlo rápido, o su corazón correría riesgos.

-Este es el lugar donde desapareció -dijo Gregory señalando la mochila y el medicamento, parándose desde atrás con una seriedad impetuosa. Robin, Morris y Jack le prestaron atención, puesto que era el único de los cuatro que había recorrido el camino con los ingenieros hace unos minutos.

-Evaluemos la zona con cuidado. Tal vez encontremos algún indicio-inquirió Jack agachándose lentamente y observando el espacio circundante. El resto hizo lo mismo.

-¡Morris! Detente -gritó Robin haciendo un ademán para que no diera otro paso-. Gregory, ¿todo tu grupo estaba calzado?

-Sí. Tenemos tres mudas de ropa idénticas, y todos tenemos las mismas -respondió señalándose los pies. Los soldados de la Marina notaron que se trataba de unas zapatillas negras mugrosas y sin etiquetas.

-Tú eres ruso, ¿verdad? -Morris atacó con una pregunta clave. Gregory asintió despacio.

-¡Concéntrate! Dios, Morris. No me hagas mandarte de vuelta -contestó el capitán mientras seguía analizando la tierra circundante a la zona donde desapareció Louie.

-¿En qué estás pensando, Robin? -preguntó Jack.

-¿Ven las pisadas que tenemos delante? Esas son las del grupo de Andy. Una suela marcada, muestra clara de que han llevado calzado -explicó a medida que movía frenéticamente su cuerpo hacia donde lo llevaban sus palabras-. Pero aquí, donde desapareció Louie, hay marcas de que alguien ha andado sin nada en los pies.

-Entonces... Se lo han llevado. -Morris quiso asegurarse de que había comprendido.

-Efectivamente. Y creo que es este el patrón de pasos que deberíamos seguir para encontrarlo -confirmó Robin.

-Concuerdo con tus dichos, capitán -dijo Gregory con sus tan clásicas palabras justas.

-¿Quién te piensas que eres? -arremetió Morris con un tono agresivo.

El capitán se acercó a su amigo con furia y lo levantó tomando su uniforme desde el pecho.

-Cierra la puta boca, soldado. Ten un poco de respeto por Louie y deja de comportarte como un idiota. -El capitán comprendió al decir esas palabras que las actitudes de Morris en el último tiempo habían sido, como mínimo, sospechosas-. Última oportunidad: o te atienes a la búsqueda o te vuelves con el otro grupo.

Morris supo el error que había cometido. Su temperamento le estaba jugando una mala pasada. Lo peor de todo era que ni él se reconocía. ¿En qué momento se había convertido en un hombre que buscaba la confrontación? Toda su vida el morocho no había sido más que el que se guardaba las palabras en vez de decir lo que tenía en mente. En Salvo todo parecía cambiar.

-Disculpen -contestó acomodándose su uniforme tan pronto Robin se alejó. Gregory le otorgó una mirada inexpresiva y Jack agachó la cabeza.

-Si estoy calculando bien, Louie ha desaparecido hace no más de media hora. No puede estar muy lejos. Debemos seguir estas pisadas con cautela. Con un poco de suerte nos toparemos con él -afirmó Robin señalando el camino que debían tomar, que se encontraba en una dirección contraria al camino en el que antes estaban los soldados de la Marina. Jamás lo habrían cruzado.

El capitán siguió el rastro de pasos con ojo clínico, como si se tratara de un forense que intentaba analizar la escena de un crimen imposible. Esa misma pista les indicaba el camino: una pisada firme denotaba las marcas en la tierra, y se trataba de un pie bastante grande, por no decir gigante.

-¡Esperen! Aquí hay algo -gritó Jack señalando la hoja de una planta-. Es una gota de sangre.

-Tiene que ser de nuestro compañero. Si alguien se lo llevó, seguramente tuvieron que noquearlo. De lo contrario habrían escuchado sus gritos. Debe haber intentado defenderse... -Robin intentaba buscar una explicación decente. Al fin y al cabo no eran litros de sangre, simplemente una gota. Era otro indicio, no una mala noticia.

-La pregunta que no puedo sacarme de la cabeza es, ¿quién se lo ha llevado? -preguntó Morris sin esperar una respuesta, pero se sorprendió al ver que Gregory se proponía a contestar:

-Hemos intentado registrar el sur una sola vez. Recuerdo que habíamos tomado uno de los caminos y en un momento nos desviamos porque sentíamos ruidos. Nos adentramos en la selva y allí estaban...

-¿Quiénes estaban, Gregory? -Robin no podía contener su impaciencia.

-Un grupo de caníbales. Estaban comiéndose a uno de los suyos, fue tan desagradable... Volvimos a nuestro refugio lo más rápido que pudimos. Queríamos olvidarnos de esa experiencia.

-¿Cuántos eran? ¿Cómo podían dormir cada noche? -Jack se preocupó por lo esencial, y quizás un tantito más. ¿Quién puede cerrar un ojo sabiendo que unos desquiciados andan por ahí pululando cerca de ti?

-Montamos una guardia en la zona y siempre uno de nosotros estaba vigilando la zona. Nunca han pasado los límites de esas "puertas al infierno", como uno de sus compañeros ha mencionado. -Gregory se mostraba inmutable-. Eran menos de diez, eso dalo por sentado.

El capitán se preguntó cuál había sido el sentido de guardarse esa información, pero no era momento de caer en prejuicios. Robin se convenció de que habrían tenido sus razones. El intelecto y análisis clínico era lo de ellos por sobre todas las cosas. Confiar en su criterio era lo mejor que podía hacer.

-Estamos por el camino correcto. Si seguimos por aquí encontraremos su base -agregó Gregory al notar que se había generado un silencio sepulcral. Cada uno estaba sacando sus propias conclusiones.

-Podrías haberlo dicho antes... -Jack intentó ser lo más sutil que pudo. No quería volver a impacientar al capitán.

-¿Y perderme la oportunidad de evaluar sus aptitudes? No, señor. Claro que no. -Gregory era tan parco que sus comentarios eran igual de parecidos. Como si un ente hubiera tomado toda su empatía y se la llevara a un lugar muy lejano.

Morris se contuvo de volver a hacer la pregunta polémica anterior. Ese ruso era tan particular que necesitaba saber qué ocultaba. Pero debía serenarse o lo único que conseguiría sería volver a la base a hacer absolutamente nada. Allí dejaría de ser útil.

-¿Escuchan eso? Parecen gritos. -Entre tanta charla los soldados habían olvidado de percatarse de su entorno mientras continuaban caminando a paso firme. Jack los había traído de vuelta a la realidad, y esos gritos no parecían prometedores.

-¡Suena a que están masacrando a alguien! Está gritando del dolor... ¡Tiene que ser Louie! -exclamó Morris demasiado enérgico.

-¡Cállate! Baja la voz o nos matarás a tod...

Robin no pudo terminar la frase. Salidos de entre las ramas de un roble gigantesco que yacía a unos metros de los supervivientes, un grupo de caníbales atacó por sorpresa. Uno de esos animales se tiró justo por sobre la espalda de Robin, que ante el impacto cayó de cara al suelo y quedó tonto por unos segundos.

-¡Sáquenmelo de encima! -aullaba Robin mientras luchaba con el sediento humano que intentaba clavarle una navaja en el cuello. Aquel rostro desesperado, aquellos ojos desorbitados y aquella excitación descomunal generaron en el capitán una sensación de completo desagrado por el pobre hombre que había perdido toda pizca de cordura.

Antes de que pudieran reaccionar en represalia al ataque otros cinco caníbales retomaron la carga desde los arbustos, vociferando lo que para los supervivientes eran incoherencias y arrojándoles potentes lanzas afiladas. No pararían. En su mente retorcida lo único que cabía era la locura. Salvo los había despojado de todo lo que alguna vez fueron y convertido en... Bueno, simplemente animales.

Gregory fue el primero en tomar las riendas e iniciar el contraataque. Los caníbales, al ver que sus lanzas no habían dado a ningún objetivo, se abalanzaron también sobre Morris y Jack. El ruso, en tanto, había sido más rápido y ya había localizado a todos los objetivos ubicándose en un punto medio donde no podían alcanzarlo. Era el único que tenía vía libre para disparar y eliminar.

-Estos británicos... Nosotros siempre arreglando sus mierdas -esbozó Gregory en ruso, cargando su rifle con firmeza y apuntando en primera instancia al caníbal que se cernía sobre Robin. El capitán, con mucho esfuerzo, apenas podía repeler la furia de su agresor.

La primera ráfaga de disparos volteó al caníbal tras los impactos de bala que penetraron su corazón.

-Uno...

La segunda fue más discreta y fugaz. Esta vez los tiros apuntaron a la cabeza del atacante que intentaba arrebatarle el arma a Morris. Su cabeza estalló en explosiones de sangre que cayeron sobre el rostro y uniforme del mejor amigo del capitán.

-Dos...

Le quedaba el caníbal que le estaba jodiendo la vida a Jack, el teniente. Si bien parecía que podría vencerlo por su cuenta, Gregory no desperdiciaría un segundo más del balazo limpio que podía dar. Y disparó por tercera vez en quince segundos. Sin titubear, sin que temblara el pulso. El caníbal cayó sobre Jack, inerte. Una precisión demasiado increíble para los ojos de los soldados de la Marina.

-Y tres -recitó complacido el ruso, quien lejos de mostrar soberbia estaba realmente orgulloso de su trabajo bien realizado. Un hombre recto, de valores claros y rasgos honorables.

-Ahm, ¿debo decir gracias? -rió Morris, que intentaba incorporarse sacándose toda la sangre desparramada que había quedado sobre su cara. Robin y Jack, en tanto, ya estaban enteros y en una pieza.

-¿Alguno está herido? -preguntó el capitán tocándose su espalda con disimulo. Todo el peso de ese caníbal había recaído en su columna. Robin se acercó al ruso para agradecerle por salvarle la vida.

-No -dijeron todos, aunque Jack y Morris solo quisieron mostrar fortaleza. Gregory realmente se encontraba óptimo, ¡no le habían tocado ni un pelo!

Los cuatro supervivientes lograron reagruparse, pero la amenaza allí estaba nuevamente.

-Oh no... -dijo Morris viendo que diez caníbales más los habían flanqueado. Habían perdido el efecto sorpresa.

-¡Qué bueno que no eran más de diez! -espetó Jack sarcástico, pero con buena intención.

-Qué bueno que tú nunca te has equivocado, pichón -respondió el ruso con una media sonrisa burlona.

-Señores, ¿último cargador? -preguntó el capitán clavando la mirada fija en cada uno de los caníbales, que esperaban desesperados la confirmación de su líder para atacar a los supervivientes a unos diez metros.

-¡Último cargador! -repitieron todos con una fuerza interior despiadada, apoyándose espalda con espalda, cubriendo cada flanco y empuñando sus armas para acabar con absolutamente todos los que quisieran hacerles daño.

Un grito desde una locación desconocida despertó el descontrol de los caníbales que avanzaron con rabia, a lo que los supervivientes respondieron con una cólera indescriptible. Era una escena tan frenética como violenta.

-¡Tráigannos a Louie, escorias! -aulló Robin sintiendo el resonar de sus disparos acabar con cada uno de los caníbales. El capitán por primera vez sentía que estaba desahogándose, descargando esa ira interior que venía guardando tras la muerte de Viena.

Por un segundo, Robin pareció un caníbal más. Tan perdido como desahuciado.

Los caníbales no llegaron ni a tocar a los supervivientes. El verde se había convertido en rojo y la muerte volvía a rodearlos como un recuerdo latente, de esos que nunca se van.

En aquel silencio sepulcral un hombre de gran estatura caminó hacia los supervivientes con seguridad. Robin notó en él una cordura que no había visto en el resto de los caníbales. Se aproximó acompañado.

-¡Mátenlo! -gritaba Louie al mismo tiempo que una navaja afilada estaba a centímetros de rasgar su cuello.

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