37. Regalo Divino
Se encontraban al amanecer frente al templo donde se encontraba el rey y donde se encontraba Hefesto encerrado en su interior.
- Morel: es el momento decisivo, debemos entrar cuanto antes.
- John: estamos preparados para luchar.
- Morel: nosotros también, chicos al ataque.
Todos comenzaron a subir las escaleras del templo y uno de los guardias les vio.
- Guardia: ¡nos atacan! ¡Sublevación frente al templo!
Muchos guardias armados empezaron a salir del templo contra ellos.
- Morel: tened cuidado.
- Mireya: no te preocupes hermano, id vosotros a por el rey y el herrero. Yo y los demás nos encargaremos de los guardias, somos fuertes para hacerlo.
- Morel: gracias hermanita, confío en ti. ¡Vamos chicos! Yo me enfrentaré al rey mientras vosotros vais a la forja.
- John: de acuerdo, debemos darnos prisa.
Los tres aventureros junto con Morel entraron al templo esquivando los guardias que se enfrentarian a sus compañeros. Y así se encontraba él, el más poderoso enemigo, Uvogin rey de la ciudad. Se trataba de un individuo con aspecto de león y alguien bastante salvaje, llevaba una lanza con él. Era muy musculoso y con aspecto peligroso.
- Uvogin: ¡¿quién tiene la osadía de entrar en mi templo sin ningún respeto y montando una revuelta?!
- Morel: estamos cansados de tenerte como rey, eres un tirano que abusa de su poder contra sus súbditos y quien no ataca sus habitantes.
- Uvogin: ¡¿quién eres tú para decirme cómo gobernar mi ciudad?!
- Morel: ¡soy Morel, el jefe de los revolucionarios!
- Uvogin: ¡¿revolucionarios?! ¡¿En mi ciudad?! Espero que estés preparado.
- Morel: ¡yo acabaré contigo y liberaré a la ciudad!
- John: te lo encargamos a ti.
- Morel: le vencere, adelantaros por vuestra cuenta.
Morel se quedó luchando contra el rey mientras ellos bajaron por una escalera hacia la forja. Bajaron hacia un túnel estrecho de unos dos metros de ancho, que empezaron a recorrer. Tras avanzar llegaron a una puerta de metal antigua pero no se encontraban solos, frente a ella había un guardia. Se trataba de un mutado con aspecto de guepardo.
- Guardia: vaya vaya, ¿quiénes son los intrusos que intentan entrar junto al dios? ¿Humanos? Hace mucho que no hay ninguno por aquí.
- John: nos lo dicen mucho, ¿por qué no te apartas y nos dejas pasar?
- Guardia: ¿y por qué no jugamos un poco y luego os mató?
- Liz: ¡inténtalo!
Fueron corriendo hacia él, pero en el guardia dio un veloz sprint hacia ellos, los arrolló tumbandolos y luego volvió junto a la puerta.
- Guardia: no podéis contra mi soy Dyspo, el más rápido de todo el mundo. Puedo multiplicar la velocidad cien veces en menos de tres segundos.
- John: parece que va a ser un enemigo complicado.
- Jolyne: es un pasillo estrecho, no podrá esquivar las flechas.
Jolyne con su arco comenzó a dispararle varias flechas, pero las esquivó a gran velocidad además de coger una de ellas en el aire. Avanzó de nuevo hacia ellos y le clavó la flecha a Liz atravesando su hombro, justo antes de volver a la puerta de nuevo.
- Dyspo: te la devuelvo, ha sido un buen regalo por tu parte.
- John: ¡¿estás bien?!
- Jolyne: tranquilo, no ha atravesado ningún hueso ni ningún músculo importante. Me recuperaré.
- Dyspo: iros de aquí y os dejaré vivir, solo sois humanos.
- John: Liz, quédate atrás. Yo me encargo de esto.
- Liz: yo puedo ayudarte también.
- John: es un pasillo estrecho será complicado darle los dos a la vez pero el podrá atacarnos de frente y no conseguiremos nada.
- Liz: ¿y cómo lo conseguirás tu?
- John: cuando entrené con Welfin me enseño a sentir los ataques para poder pelear incluso si no era capaz de verlos.
- Jolyne: ¿es eso que hicisteis contra el caballero esqueleto verdad?
- John: lo conseguí perfeccionar en las semanas siguientes. Puede que corra rápido pero que no luchará igual de bien que él. Puedo hacerlo.
- Liz: confío en ti.
- John: ¡me enfrentaré a ti!
- Dyspo: un humano valiente. Te mataré rápido para que mueras luchando.
- John: ¡inténtalo si puedes!
John se concentró y empezó a correr hacia el veloz guardia, el cual comenzó a correr a gran velocidad hacia John. Intentó placarle como la vez anterior pero John colocó su espada con el mango apoyado en su pecho en dirección a Dyspo, por lo que tuvo que esquivarlo a esa gran velocidad.
- Dyspo: buen truco, me hubieras atravesado si te hubiera esquivado.
- John: aún no has visto nada.
- Dyspo: pues vamos a verlo.
El guardia empezó a pelear contra John a corta distancia con puñetazo y patadas a una velocidad extrema. En ese momento John sólo podría cubrirse para salir lo menos dañado posible.
- Liz: ¡John!
- John: ¡quédate ahí! Esta todo controlado.
- Dyspo: ¿controlado? Te sigo golpeando y no eres capaz de hacer otra cosa que no sea defenderse.
- John: veo que aún no has descubierto tu debilidad.
- Dyspo: ¿debilidad? Mi fuerza no tiene debilidades, soy capaz de atacar a velocidades que no puedas reaccionar o contraatacar.
- John: te lo demostraré.
Mientras el guardia seguía golpeando a gran velocidad a John pero algo cambió. John consiguió darle un puñetazo en la cara lo que provocó su retirada.
- Dyspo: ¿que has hecho? ¿Cómo has conseguido darme?
- John: ¿ahora tienes miedo? Sigamos peleando.
- Dyspo: acabaré contigo.
Dyspo se dirigió hacia el rápidamente y comenzó a golpearle de nuevo. Esta vez John le intercambio el golpe con una patada baja seguido de un puñetazo en el pecho que empujó al guardia hasta hacerlo caer.
- Dyspo: ahora si que quiero matarte.
El guardia sacó una daga y volvió a por John. Pero durante este ataque no consiguió conectar ningún golpe sin que John bloqueara cada uno de ellos.
Iban a gran velocidad que a Jolyne y Liz les costaba verlo, las cuales estaban ocupándose de la herida del hombro de Jolyne y parar el sangrado.
- John: ¿no eras tan rápido?
- Dyspo: ¡no lo entiendo!
Mientras luchaban John solo se dedicaba a bloquear sus golpes con la espada hasta que consiguió un descuido de su oponente y le atravesó el hombro derecho, volviéndose a retirar.
- John: te devuelvo el favor que le has hecho a mi amiga.
- Dyspo: esto me lo pagarás caro.
- John: creo que sigues sin entenderlo, cuanto más pelees contra mi más posibilidades tienes de perder.
- Dyspo: entonces mataré a tus amigas.
- John: ¡no te atrevas!
- Dyspo: ahora verás.
El guardia dio un sprint hacia ellas con la velocidad de los primeros pero esta vez en el camino, John le interceptó con su espada pero esta vez no pudo ser capaz de esquivarlo. El resultado fue un derramamiento de sangre debido a que la espada pudo cortar su cuello, haciendo cortar su cabeza y el cuerpo caer al suelo.
- John: lo siento, no me has dejado otra opción.
- Liz: no te sientas mal, si no lo hubiéramos hecho hubiéramos muerto.
- John: solo he hecho lo que debía hacer. Jolyne, ¿puedes moverte?
- Jolyne: tranquilo, duele un poco pero estoy bien. ¿Cómo le has vencido?
- John: es tan rápido que no se preocupaba por su técnica de lucha, así que seguía patrones demasiado básicos para adivinar su ataque.
- Jolyne: entonces si no podías seguirlo solo tenías que adivinar su próximo movimiento.
- John: además a tanta velocidad un contraataque es algo muy duro de soportar para el enemigo.
- Liz: ¿entramos?
- John: claro, vamos ya.
Recorrieron el pasillo por completo y abrieron la puerta del fondo entrando en la forja. Allí se encontraba el dios junto a un yunque. Un hombre mayor de aspecto muy musculoso con un pesado martillo en una mano y la otra con unas tenazas sujetando el arma que se encontraba forjando, había cadenas a su alrededor.
- Jolyne: ¡¿eres Hefesto?!
- Hefesto: hace mucho que no me llaman por mi verdadero nombre. ¿Quiénes sois?
- John: venimos de parte de un gigante para liberarte y devolverte con ellos.
- Hefesto: ya confíe una vez en los humanos y he acabado aquí durante cientos de años. ¿Por qué debería confiar en vosotros?
- Liz: porque tenemos la forma de romper tus cadenas y que puedas salir de aquí.
- Hefesto: buena suerte con eso. Estas cadenas mágicas no sólo me retienen, me van absorbiendo poder para alimentar su magia. Solo podría liberarse con un arma forjada por el alma humana o por mi con mi máximo poder. Cualquier otra se rompería con tocarla.
- Liz: por suerte tenemos una así.
Liz le enseñó su lanza dorada, y al golpear las cadenas con ella consiguieron romperlas hasta liberarlo por completo.
- Hefesto: ¡soy libre!
- John: debemos irnos rápido, un gigante nos está esperando fuera de aquí y arriba se está librando una guerra.
- Hefesto: no tan rápido chico, seré fuerte y un dios pero sigo siendo cojo.
Salieron al ritmo más rápido que podían junto con Hefesto atravesando el pasillo y subiendo las escaleras. La superficie estaba bastante mal. Los revolucionarios habían sido derrotados y Morel se encontraba bajo la pata del rey, quien lo presionaba con fuerza, los demás se encontraban detenidos por los guardias.
- Uvogin: ¡¿cómo se atreven a llevarse a mi herrero?!
- Hefesto: ¡no soy de nadie! Y vas a aprender la lección.
El dios levantó su martillo y un extraño brillo salió de él, tras eso todos los guardias y el rey comenzaron a retorcerse en el suelo.
- Hefesto: me robabais mi energía con esas armas, ahora la recuperaré.
Empezaron a consumirse desde dentro hasta que no pudieron soportarlo y fallecieron. Morel y los demás se levantaron del suelo.
- Hefesto: ya estoy completo, vámonos ya.
- John: ¡Morel! Te encargamos la ciudad. Cuidala bien.
- Morel: descuida, lo haré.
Los aventureros se fueron junto al dios hacia la carreta de nuevo que se encontraba a las afueras del bosque. Y al llegar llamaron al gigante con todas sus fuerzas.
- John: ¡¡¡GERIOOON!!!
El gigante se dirigió hacia ellos y saltó para coger la carreta y los dejó en la pradera.
- John: lo hemos conseguido.
- Hefesto: que alegría ver a un gigante después de tantos años.
El gigante se arrodilló ante el dios.
- Gerión: señor, ¿qué desea hacer tras su regreso?
- Hefesto: llevanos de vuelta a mi forja.
- Liz: espera, nosotros necesitamos ir a otro sitio.
- Hefesto: venid a mi forja, luego él os llevará a donde quieran ir. ¿Verdad?
- Gerión: haré lo que usted desee.
El gigante corrió con la carreta en las manos yendo hacia el este hasta llegar a unas montañas donde se encontraban un gran número de gigantes y colocó la carreta frente una cueva.
- Hefesto: entrad conmigo, os haré un regalo por salvarme. He visto que tenéis a una arquera en el grupo.
- Jolyne: lo soy. ¿Por qué lo dice?
- Hefesto: acompáñame. Te daré algo que estaba destinado para pertener a mi hermano.
- Jolyne: ¿tu hermano?
- Hefesto: Apolo, el dios de la caza. Murió hace mucho y no tuve oportunidad de dárselo. Ahora es tuyo.
Sacó un arco un arco con flechas doradas, símbolos griegos antiguos y un par de alas formando el arco, además de numerosas flechas doradas.
- Hefesto: esto es lo que llamáis los humanos un arma legendaria, y te la entrego a ti.
- Jolyne: muchísimas gracias.
- Liz: ¡ya tenemos dos!
- John: esto nos dará muchas más posibilidades en el futuro. Pero es hora de irnos.
- Hefesto: ¿alguno puede llevarlos a la ciudad donde se dirigen?
- Gerión: yo lo haré.
- John: muchas gracias, vamos hacia Arcadia.
- Hefesto: a paso de gigante no tardaréis ni un día en llegar. Buena suerte en vuestro viaje y gracias.
Se montaron en la carreta de nuevo y el gigante se los llevó de allí a través de la pradera camino a su primer destino de las ciudades donde pasó Zoro. Arcadia, la ciudad científica.
Tardaron el resto del día en llegar, de noche le dejaron a las afueras de la ciudad e hicieron el resto del camino en carreta hasta llegar a la ciudad.
Era un lugar impresionante, con edificios altos y con tecnología por todos lados, había incluso naves por el cielo. Un lugar futurista que jamás hubieran imaginado en un lugar así.
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