3. Arboleda Salvaje
Al entrar al frondoso bosque, comenzaron a andar sin pausa, siguiendo el musgo como le advirtieron, pero no quisieron a ir a paso ligero por precaución a los peligros que podría causar lo desconocido.
Anduvieron durante horas rodeados por el sonido del viento meciendo las horas de los árboles. Estuvieron muy extrañados al no encontrar ningún arbusto con bayas, o cualquier pequeño animal que les sirviera de comida más tarde.
- John: llevamos horas caminando, siguiendo el camino del musgo, pero sólo veo árboles y más árboles, ni una simple ardilla a nuestro alrededor.
- Liz: no te quejes, eres tu quien regaló nuestra comida. Además necesitamos hacer esto para encontrarle cuanto antes.
- John: tienes razón, pero no me gusta estar rodeado por nada más que simples árboles.
- Liz: entonces intentemos salir de aquí lo antes posible, en unas horas se hará de noche.
Tras aproximadamente una hora andando empezó a sonar un leve sonido de agua corriendo y un olor en el aire a humedad, como tras una noche de lluvia. Siguieron el sonido hasta encontrar un amplio claro en el bosque y un riachuelo de agua cristalina y algunos.
- Liz: deberíamos quedarnos aquí hasta que anochezca, y buscar algo de madera seca para una hoguera.
- John: yo también lo creo, no sabemos que peligros podrían aparecer durante la noche.
- Liz: tambien necesitaremos algo de comida.
- John: creo haber visto algunos peces en el río.
- Liz: muy bien, entonces yo busco madera y tu pescas para cenar.
- John: espera ¿qué?, ¿pretendes que pesque sin nada yo solo? ¿Por qué no pescas tú?
- Liz: quién se lo encuentra se lo queda, tranquilo yo confío en ti.
- John: pero pero...
- Liz: en un rato nos vemos, por cierto, intenta coger al menos uno para cada uno.
Liz de vuelta a los árboles para encontrar ramas secas o algo para una hoguera. Mientras John buscaba la manera de pescar algo, hablando con sigo mismo.
John: creo que va a ser algo muy complicado, cuando es algo grande como una persona tengo bastante habilidad, pero para peces... Son demasiado escurridizos.
Entonces John tuvo una idea, un poco cliché en estas situaciones. Rompió una rama de uno de los árboles más cercanos, y empezó a tallar una punta con el hacha que encontraron en el cofre. Y se metió en el riachuelo, el cual le cubría hasta las rodillas.
- John: espero que esto sirva.
Comenzó a dar estocadas hacia el agua intentando cazar algún pez. Intentó mantener la calma para no ahuyentarlos y acabar sin cena.
Tras innumerables intentos consiguió alcanzar un pez, no era demasiado grande, pero al menos era algo.
Alzó el pez atravesado, en señal de victoria, con un sentimiento de alegría, hasta que un ave voló velozmente robándo su pez, y desapareciendo entre los árboles.
- John: ¡tiene que ser una broma!
John se echó las manos a la cara, maldiciendo a ese traicionera ave que había robado su lograda pesca.
- John: no puedo dejar que esto me desanime, estoy a cargo de la comida.
John siguió intento tras intento de pesca, dando su mayor esfuerzo. Hasta que llegó Liz, un tiempo antes de que anocheciera.
Liz llegó cargada de ramas y hojas secas, y además de algunos frutos y algo parecido a un arco hecho con una rama firme, y una más flexible parecido a una enredadera.
- Liz: me han dado un logro de "recolectora"
- John: A mi el logro de "pescador".
- Liz: parece que este tipo de cosas son normales en un juego.
- John: parece que sí. Por cierto, ¿qué llevas ahí? Parece un arco casero.
- Liz: es para hacer fuego ¿no te lo enseñaron en los scouts?
- John: fui al ejército, no a los scout. Y allí llevábamos herramientas para hacer fuego en caso de que fuera necesario.
- Liz: Bueno, trae lo que hayas pescado, mientras yo enciendo el fuego.
- John: bueno sobre eso...
John trajo tres peces medianos, aunque no lo suficientemente grandes como para comer después de un día entero andando.
- John: esto es lo único que he podido pescar, tuve algunos problemillas con animales salvajes
- Liz: no esperaba que pescaras tanto. Así que no te preocupes, he traído frutos que he encontrado, vamos a asar el pescado que tenemos y junto la fruta debería ser suficiente.
- John: espero que mañana lleguemos al pueblo o encontremos un animal para comer en condiciones.
Liz terminó de hacer la hoguera, y le lanzó a las manos una de las frutas a John.
- John: que aproveche.
- Liz: igualmente.
Comieron y se fueron a dormir junto al fuego, sin preocuparse de nada más, al estar en aquel bosque inhabitado, en la oscura noche.
- Liz: deberíamos dormir, mañana nos espera un largo día.
- John: espero poder encontrar algo para desayunar al menos. Buenas noches.
- Liz: buenas noches.
Ambos estaban un poco emocionados por la aventura, y ayudaba a evadirse de la preocupación por no encontrar a Zoro. Tras un sentimiento de alivio por la habilidad de Zoro de cuidarse sólo, sentían una sensación de culpabilidad por dejarle solo.
En mitad de la madrugada se escucho un grito de terror que ahogó el sosiego del bosque. Ambos despertaron asustados y se levantaron en posición de alerta.
- John: ¿qué ha sido eso? Parecía el grito de una mujer en peligro, no somos los únicos aquí.
- Liz: debemos ir a ayudarla, no podemos dejar a alguien en peligro como si nada.
- John: ¿desde dónde se oía el grito?
- Liz: creo haberlo escuchado hacía el este del bosque.
- John: cojo las cosas y vamos corriendo.
Recogieron todo, y Liz agarró el extremo de un tronco ardiendo a modo de antorcha y fueron hacia el bosque intentando encontrar en él a la persona en peligro.
Se volvió a escuchar a la mujer cada vez más cercano a ellos, pero esta vez se entendía mejor lo que decía.
- Desconocida: ¡SOCORROOO! ¡QUÉ ALGUIEN ME AYUDE POR FAVOR!
Ambos empezaron a correr hacia el lugar donde creían que provenían los gritos.
Al llegar encontraron una mujer, subida a la rama de un árbol, rodeada por una manada lobos rabiosos rodeandola.
- Liz: tranquila, nosotros te podemos ayudar, los ahuyentaremos.
- Desconocida: tened cuidado, son peligrosos.
Algunos lobos se giraron hacia ellos, y Liz comenzó a bandear la antorcha para alejarlos. Y ambos se fueron acercando poco a poco para ahuyentarlos.
Los lobos fijaron su mirada hacia ellos y huyeron sin mirar atrás.
- John: lo conseguimos.
- Desconocida: ¡tras vosotros! ¡CUIDADO!
Ambos se giraron y tras ellos encontraron un descomunal oso marrón de grandes garras, y feroces fauces. Liz dirigió la antorcha hacia él, pero la criatura salvaje propinó un zarpazo que destrozaría la única fuente de luz que tenían.
Liz quedó en shock, y John la agarró atrayendola hacia atrás para alejarla de aquel peligro. El oso fue tras ellos y comenzaron a correr en dirección al claro donde habían descansado.
- John: ¡Vamos Liz, no hay tiempo que perder!
- Liz: ¡gracias!
- John: ¡ya me agradecerás cuando lo solucionemos!
El oso corría a gran velocidad mientras ellos esquivaban los árboles en la huida. El enorme animal les perseguía sin descanso, como si intentara cazar a sus presas.
John se tropezó con una raíz de árbol que sobresalía del suelo, dejándole indefenso a merced del oso.
- John: ¡Liz, espera!
Acto seguido se giró y vio a su compañero en graves problemas. Con el oso dispuesto a desgarrar a John como si se tratara de un simple trozo de carne. Sin saber como salvarle ni como saldrían de un problema así.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro