Capítulo 9: Encendamos la creatividad
Desperté antes del amanecer y no logré volver a conciliar el sueño. La pesadilla de la noche me había dejado algo asustada y por lo mismo sólo había logrado dormitar el resto de la madrugada, mientras Oscar roncaba ahí tendido en el bote. Su boca estaba abierta y por un lado le estaba cayendo un hilito de baba, su cabello alborotado y la ropa sucia, se veía realmente mal así. Más guapo lucía estando despierto, mostrando esos dos ojos mieles que tenía, aquellos luceros que me parecían preciosos.
Me quedé mirándolo un rato pero a pesar de mis miradas él no despertó, por lo que mejor me dediqué a leer el "manual de supervivencia", lo poco que me quedaba. No tardé mucho en terminarlo, el sol ya estaba tomando altura cuando lo dejé a un lado. Miré a mi acompañante y seguía tan dormido como antes. Si no ponía algo sobre él podría quemarse la piel. Así decidí devolverle el favor que él me había hecho, tomando como pude el plástico, tratando de hacer el menor ruido posible y de no zarandear demasiado el bote. Cuando lo tuve ya del lado que estaba ocupando Oscar me senté unos cortos segundos a descansar, pues el cansancio se estaba adueñando de mi cuerpo. Apenas me hube mejorado até los extremos donde correspondía, cuidando no caerme al agua, pues no tendría cómo salvarme. Algunos minutos después aquel hombre que seguía dormido quedó bajo el techo de plástico, a la sombra como tenía planeado.
Me sentía fatigada por lo que me quedé un rato sentada sin hacer nada más que comer las galletas del desayuno y beber algo de agua. Miraba la superficie del océano, a los delfines mañaneros saltando cerca de nosotros, como si quisieran escoltarnos a algún lugar durante el día, pues en la noche desaparecían. Si hubiese tenido una cámara les habría tomado una fotografía para luego convertirla en una postal y enviarla a casa diciendo que estaba bien, que no debían prepararme el funeral si no que una bienvenida.
Escuché un pequeño quejido que me sacó de mis pensamientos. Oscar se giró en su lugar, quedando así de espaldas a mí. No pude evitar preguntarme cómo podía seguir durmiendo a pesar del ruido que yo había hecho al mover el plástico.
—Buenos días —saludó Oscar estirándose perezosamente para luego tallarse los ojos.
—O buenas tardes —lo corregí soltando una pequeña risita.
—¿Tanto dormí?
—Pues, sí.
El tiempo se me había hecho eterno sin él. Calculé alrededor de dos horas desde que le puse un techo provisorio sobre la cabeza, aunque podría estar exagerando por el aburrimiento. Realmente él me hacía falta con una pequeña conversación, incluso una discusión me habría ayudado a pasar el rato mejor que con el silencio.
—Gracias por el techo —dijo en cuanto lo notó— Y... ¿Qué hacemos hoy? —preguntó interesado, como si nuestra rutina variara dependiendo de nuestros planes.
—Supongo que tú deberías comer algo primero.
Sin decir más él se dedicó a comer su porción de obleas, mientras yo me distraje mirando a los delfines, juguetones entre ellos. Sentía que se burlaban de nosotros, como si nos quisieran decir: "Hey, nosotros estamos en casa, ustedes están perdidos". Quizás solo eran alucinaciones mías, la fatiga y el sol me hacían pensar cosas extrañas, pero no podía evitarlo. Les tenía envidia, porque de haber sido mi pensamiento una verdad yo no tendría nada que sacarles en cara debido a que tenían razón.
Los movimientos bruscos del bote me alejaron de mi mente para traerme a la realidad. Oscar estaba buscando entre nuestras posesiones algo. Me entró la curiosidad y no pude evitar preguntarle.
—¿Ya leíste el manual? —contestó con otra pregunta.
—Sí, mientras dormías.
—Entonces sabrás que tenemos que usar estas cosas, hacer algo útil con ellas ¿No crees?, tenemos que ser creativos.
—Sí... bueno, mientras no sea como la caña de pescar que hiciste...
—Ay, por favor, Lía... eso fue una estupidez de niños, de principiantes —le quitó importancia haciendo un gesto con la mano.
—Entonces habrás ganado mucha experiencia durante la noche, porque eso fue ayer.
—No me lo recuerdes —me miró algo molesto—. Hoy haremos algo mejor que eso y más inteligente.
—¿Como qué?
—Ya verás.
Había unos palos de madera que tomó y colocó en el centro del bote. No sabía qué pretendía hacer con eso, pero sacó unos cuantos clavos de la caja de herramientas y comenzó a trabajar uniéndolos por los extremos hasta que tuvieron un largo considerable. Al final de la larga vara que sostenía en las manos colocó un trozo de cartón que en la caja de provisiones separaba al agua de las galletas. Era un remo artesanal y no estaba segura de que funcionara tan bien como él tenía planeado.
—Podríamos ir dando vueltas y vueltas sin darnos cuenta con un solo remo —le informé al notar que los palos de madera restantes eran insuficientes para fabricar el segundo.
—No seas aguafiestas —se quejó— Remaré un poco por la izquierda y luego por la derecha y así.
—Es que...
No completé la frase porque no sabía cómo hacerlo. Temía que se fatigara después de un tiempo y las galletas no daban para mucho. Una hipoglicemia era lo que menos necesitábamos en aquellos momentos. "¿Te preocupas por las provisiones o por él?" Preguntó mi inconsciente y casi al instante me respondí a mí misma: "Es por él". Pero no lo quería admitir, no quería decir que le tenía cariño a Oscar y que él se burlara de mí, o peor, que creyera que estaba olvidando a Adrián tan pronto.
—¿Qué? —preguntó
—Nada... es solo que... te podrías hacer daño o fatigarte. Al fin y al cabo comemos poco.
—No me importa, no está en mis planes quedarme de brazos cruzados esperando a que llegue alguien y nos salve.
No sé por qué, pero sentí que me estaba reclamando por mi actitud. Al instante me enojé y no solo con él, sino que conmigo misma por preocuparme por un hombre que se arriesga demasiado y encima de todo, me echa en cara el "no hacer nada".
Yatita
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