Capítulo 11: Se acabó el agua
—Oh, Dios —fue lo primero que escuché susurrar a Oscar cuando vio aquella máquina voladora.
—Ayúdame, tenemos que hacer señas —lo sacudí con un brazo mientras alzaba el otro tratando de llamar la atención del piloto— ¡Aquí!
Grité a todo pulmón como si fuera posible que me oyeran ellos estando a tanta altura y con el ruido de los motores, pero no me importó. Pude haberme destrozado las cuerdas vocales y la garganta, pero poco me habría importado con tal de estar a salvo. Al sentir que me ignoraban comencé a dar saltitos mientras sacudía mis extremidades superiores de distintas formas. Animaba a Oscar para que también lo hiciera, pero parecía demasiado soprendido como para actuar. Solo unos segundos después logró salir del shock para imitarme.
—¡Aquí!, ¡No se vayan! ¡Estamos aquí! —gritaba él.
Mis lágrimas no se hicieron esperar mucho, poco a poco mojaron mi rostro por la tristeza, la impotencia de no poder hacer algo mejor para que nos vieran. El avión siguió avanzando hasta pasarnos sin siquiera notarnos. Nos habían ignorado por completo, ellos llegarían a su destino pronto mientras nosotros esperábamos a saber lo que nos deparaba a ambos. Sentí rabia, nuevamente me insulté a mí misma por mis decisiones y deseé con todas mis fuerzas poder cambiar el pasado. Así nunca me habría embarcado, hubiese pasado las vacaciones en casa como tenía planeado.
Desanimada me senté en el primer asiento que mis piernas sintieron, me dejé caer ahí. Mis codos se apoyaron en mis rodillas y en mis manos escondí mi rostro para llorar por el fracaso. "¿Para qué seguir luchando si nadie me salvaría?, ¿Para qué mantenerme con vida si igual moriría? ". Pensamientos deprimentes pasaron por mi cabeza, no lo podía evitar. A ratos llegaba a la conclusión de que habría sido mucho mejor morir en el naufragio como el resto, así me hubiese ahorrado todo ese sufrimiento y la incertidumbre acerca de mi supervivencia.
Sentí que alguien se sentaba a mi lado y un brazo se posaba sobre mis hombros. No era necesario preguntar ni mirar, era obvio quién era el dueño de aquella extremidad. Pocos segundos después lo abracé de vuelta, buscando en él mi consuelo a pesar de que él debía estar casi tan afectado como yo por nuestra "invisibilidad" en el océano.
—¿Qué tal si hacemos algo?, ¿Te parece? —preguntó luego de varios minutos de silencio, solo abrazados los dos.
—¿Algo como qué?
—Podríamos tratar pescar de nuevo para comer algo diferente. ¿Te agrada la idea?
Siendo sincera no estaba muy convencida de hacer un nuevo intento, no me apetecía para nada repetir la escena de solo unos días atrás, aquella desesperación al imaginarlo como comida para tiburones. Pero no estaba de ánimos para discutir, por lo mismo solo me limité a asentir y ayudarlo en lo que necesitara para distraerme.
—¿Con qué vas a pescar ahora? —cuestioné con curiosidad.
—Ahora mismo voy a ver qué tenemos.
Lo miré hurgar entre las cajas debajo del plástico. Tomaba algunas cosas, las examinaba y luego las dejaba a un lado. Me causaba curiosidad saber qué tanto era lo que menospreciaba y aquello que mantenía entre sus manos, como también quería saber cómo sería el diseño de la nueva caña de pescar. Cuando estuvo satisfecho con lo encontrado se sentó en un madero frente a mí y se puso manos a la obra. Yo guardaba silencio y lo veía trabajar, realmente estaba muy concentrado para no distraerse con los sonidos de los delfines que continuaban acompañándonos, escoltándonos a algún lugar en el mar.
En cierto momento sentí que hacía menos calor, como si de pronto la temperatura hubiese bajado unos pocos grados. Miré al cielo, unas nubes taparon el sol, lo cual era un alivio pues ya no me quemaría tanto y la sed no sería tan desesperante. Pero a la vez era una preocupación, porque aquello podía significar otra tormenta y en el bote no nos salvaríamos tan fácilmente como en el barco. Si algo así pasaba debía despedirme de mi vida para siempre, ya no habrían héroes.
—Ya está lista —exclamó Oscar luego de unos minutos trabajando.
—¿Esa es tu caña? —arqueé una ceja sonriendo a medias burlonamente.
—Sí, ¿Algún problema?
El dichoso instrumento consistía en un palo de madera que sobró cuando Oscar fabricó el remo con algunos centímtros de hilo atado a un extremo. Al final de aquel cordelito estaba el trocito de galleta que usaría como carnada. No podía decidir cuál de los dos intentos de caña era el peor, ambos me parecían mediocres, aunque el nuevo se veía más elaborado e ingenioso.
—Si algo llegase a picar... ¿Cómo lo harás para subirlo?
—Muy simple, mi estimada Lía —habló con elegancia— ¿Ves que entre la punta del palo y el hilo hay unos pocos centímetros?... Bueno, para enrollar el hilo solamente tengo que girar el palo así. ¿Ves cómo la madera queda envuelta en el hilo?... Bueno, ese es mi nuevo sistema, querida Lía.
Me daba risa la forma en que hablaba imitando un acento algo español con aquella forma tan particular que tienen de hablar las personas de la alta sociedad. Así poco me preocupé por los defectos del nuevo invento, más me concentré en rezar en silencio para que funcione y tengamos algo de variedad.
En cuanto terminó con su explicación desenrolló el hilo, sumergió la galleta y se sentó pacientemente a esperar. Yo me posé a su lado a hacerle compañía y darle ánimos en mi mente, pues no me quería arriesgar a hablar y espantar a los peces. De ahí no me moví hasta pasada ya por lo menos tres cuartos de hora. Mi boca se había secado, necesitaba algo de agua pero grande fue mi sorpresa al abrir la caja y darme cuenta de que las botellas estaban vacías. Alcancé a beber dos sorbos, los últimos. "Ahora empieza la desesperación" fue lo único que logré pensar.
Gracias por leer, espero que les esté gustando n.n. Por favor dénme sus opiniones :DDD
Yatita
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