[39]
Siempre había dicho que protegería a mi hermana, a la pequeña diabla de la casa que era la alegría de la familia. La belleza que mis papás habían traído a nuestro hogar pero que había bautizado diabla por su locura. A la inocencia de la casa en la cual se sintió su ausencia apenas había vuelto.
Mamá nos había hecho el desayuno, unas cuantas tostadas y un café caliente que tanto había extrañado. No obstante, lo sentí frío e innecesario, mi cabeza en otro lado y solo pensando en dónde estaría Morgan. A mamá le temblaban las manos mientras que ella se servía un té, mi papá estirando la suya para entrelazar sus dedos con los de ella. Mientras tanto, Thomas y Claire se mantuvieron callados y con tres tostadas prácticamente atoradas en su boca. Yo tenía el estómago cerrado, no podía ni respirar sin sentir náuseas.
Papá deslizó el plato con tostadas hacia mí.
—Tienes que comer, pequeña —me dijo—. Estás muy delgada.
—Ustedes también —respondí al instante, mamá escondiéndose en su saco y papá bufando—. Yo estoy bien, enserio, solo...necesito saber qué pasó. Cómo y cuándo y qué saben de todo esto.
Para cuando mi mamá se sentó frente a nosotros, lo primero que hizo fue empezar a masajearse las sienes, los dedos de mis papás sin haberla soltado. Me destruía verlos así, tan en pedazos y tratando de mantenerse a flote. No dije nada al no verle el uniforme de médica a mi mamá, podría ser domingo y yo no estaba enterada, pero tampoco parecía ser algo que pudiera preguntar.
Papá se giró hacia mí después de carraspear.
—Apenas se fueron, todo se volvió un desastre —nos señaló a Thomas y a mí, una mirada rápida entre nosotros antes de volver a mi papá—. Soldados revisando la casa, apuntando sus armas hacia nosotros y reclamando que les dijéramos donde estabas. Más allá de que no íbamos a delatarte, verdaderamente no sabíamos a donde te habías ido. Lo único que teníamos en claro era que ibas a estar con él y que mutuamente se iban a cuidar.
Con el gemelo sentado a mi lado, fruncí la boca en una pequeña sonrisa al sentir su mano en mi rodilla al darme un apretón suave.
—No nos hicieron nada esa vez... —me mordí la parte interior de la mejilla que fue cuestión de segundos antes de saborear la sangre de la herida. Esa vez—. Nos tuvieron en la mira por muchas semanas, visitas prácticamente diarias para ver que no habías vuelto. En la casa de los Parker también.
Fue mi turno mover mi mano hacia Thomas, aferrando el dorso de su mano con mis dedos temblorosos al sentirlo tensarse.
—No se si habrán visto la heladería, pero lamento tanto lo que le pasó —decidió continuar primero mi papá, un asentimiento leve de cabeza de parte de Thomas y él soltó un largo suspiro al pasar su mano por su rostro—. Que desperdicio de sociedad nos volvieron, por favor...
Inconscientemente terminé asintiendo con él, no estaba lejos de la verdad.
—La cuestión es que, comenzó a pasar más el tiempo y los números de anómalos habían comenzado a bajar acá, al menos los que capturaban y orgullosamente... —rodó los ojos—... contaban y mostraban en la televisión. Fue y es repugnante todo lo que hicieron y hacen. Supongo que fue esa necesidad de querer controlar lo que ellos no conocían lo que hizo que la segunda ola fuera más dura, porque la esperaron con todo tipo de arma y detector. No hubo forma de escapar de ella.
Fruncí el ceño.
—¿Estás diciendo que ellos esperaban a que pasara?
—De cierta manera, creo que sí, ¿Cómo podrían haber desarrollado tanto aparato en cuestión de semanas para que justamente días después comenzara a surgir la segunda ola de anómalos? —mi papá estaba lejos de ser un científico, con suerte se acordaba de como dividir con dos cifras, pero tenía un buen punto lógico—. Si cuando ustedes se fueron la casa fue dada vuelta, no te puedo explicar lo que fue la segunda vez. Hasta nos sacaron muestras de sangres a los tres.
—¿Sangre? —la voz pequeña de Claire escondida atrás de su taza se llegó a escuchar—. ¿Nuestra sangre es diferente ahora?
—No —decidió hablar mi mamá, sus facciones más duras de lo normal al mirarla a Claire. Fruncí levemente el ceño ante eso—. Simplemente pensaron, al principio, que podían hallarlos mediante la sangre. Les tardó dos semanas darse cuenta que la energía no corre por la sangre, sino por algo más.
Thomas a mi lado también frunció el ceño por la voz cortante de mi mamá, ladeando su cabeza y, por un instinto que compartimos, se inclinó sobre la mesa más cerca de Claire quien tragó en seco. Con la pregunta en la punta de la lengua, mi papá carraspeó la garganta.
—Tu hermana no mostró ningún síntoma o rasgo de anomalía hasta hace poco. Nunca pensamos que ella también podría haber absorbido algo como te pasó a ti —juntó sus manos contra sus labios, sus ojos fijos en mí—. Lo quiso esconder de nosotros, no quería que nos enteráramos, estoy seguro. No llegué ni a preguntarle que era que me la arrebataron de los brazos.
Que sus ojos se cristalizaran me partió el corazón, en el mismo instante estirando una de mis manos para rodear las suyas. La apretó con fuerza, dejándome un beso en el dorso de ella y sorbiendo la nariz. Le habían arrebatado a su hija más chica cuando la mayor se había tenido que huir, ¿Qué tipo de padre no sufriría ese dolor y abandono?
Encontré mi voz en el fondo de mi garganta, muy cerca del nudo tenso que se estaba formando.
—¿Y cómo fue que se enteraron de ella?
Mamá decidió responder esa vez.
—Confió en una de sus amigas, le dijo que podía hacer algo que ella no y...la espantó —mamá meneó la cabeza, todavía no creyéndolo—. Apenas llegó a casa ese día y nos contó lo que sucedió, su amiga ya le había dicho a su familia y ellos enviaron los soldados a casa.
—Solo pudimos verle el destello en sus ojos, porque tenía miedo, porque estaba aterrorizada cuando tiraron la puerta abajo —masculló mi papá, limpiando con la punta de su camisa las lágrimas rebeldes que habían logrado escapar—. Me quise poner en el medio para que no la lastimaran, y penosamente, mi pierna se llevó todo tipo de impacto para que no me pudiera volver a poner en su camino.
Mis ojos cayeron involuntariamente en su pierna, que a pesar del jean que tenía puesto, el ángulo extraño en su pantorrilla y rodilla me hizo soltar un pequeño jadeo. El odio burbujeando en mi pecho me hizo tirar la cabeza hacia atrás y empezar a respirar hondo. No podía perder el control en mi propia casa.
—¿Se sabe a donde la llevaron a Morgan? —decidió hablar Thomas, su mandíbula tan tensa como el resto de mi cuerpo. Mis papás compartieron una rápida mirada entre ellos antes de volverse hacia él.
—Tu mamá nos dijo que lo más probable es que estén en la escuela de ustedes. Ya no hay alumnos prácticamente, hay más niños anómalos que estudiantes "normales" —mamá hizo comillas con sus dedos— y decidieron tomarla como centro de jóvenes incontrolables.
El gemelo ladeó la cabeza.
—¿Y como mi mamá supo eso?
—Porque tu papá está metido en ese programa —escupió por lo bajo mi papá, no hacia Thomas, sino a quien era su familiar—. Los que alguna vez tuvieron un buen ranco fueron llamados devuelta dentro del ejército. Tu papá fue de los primeros en regresar.
Decir que los ojos de Claire estaban por salir de su cara era poco, yo me había girado tan rápido hacia él que me dolió el cuello. Thomas pareció ponerse pálido, la mandíbula tan tensa que escuché hasta como sus dientes crujían. Me hizo acordar mucho más a su hermano, una ira en él que pocas veces, casi nunca, había visto.
Mi boca tartamudeó antes de poder formar la frase coherentemente.
—¿Tu papá era militar?
Sus ojos tajantes me encontraron en el instante.
—¿Cómo piensas que se deshizo de Noah tan fácilmente? —musitó, su boca en una fina línea—. Mi hermano habrá sido un chico problemático, pero no para ir a una correccional.
Fue como si muchas fichas cayeran en su lugar. La comprensión de Thomas con Claire cuando ella nos había confesado quien era el padrastro, las cicatrices en el rostro de Noah que me dieron vuelta el estómago. La ira que el otro gemelo tenía y la autoexigencia por querer proteger y que lo escucharan. La voz enojada y desesperada de la mamá de ellos en el hospital exigiéndole a su marido que encontrara a su hijo cuando la supernova ocurrió. Él se había deshecho de él meses y meses antes.
Si antes me ardía el pecho en odio, no podía describir lo que estaba sintiendo ahí. Tuve que cerrar los ojos y concentrarme en relajar el pecho, repetirme tanto a mí como a mi anomalía, que se relajara. Que no necesitaba estallar con quien no era protagonista de ninguno de aquellos casos.
Para cuando los volví a abrir, todos estaban observándome, y sin sorprenderme al hallar mis manos rodeadas del haz de luz, al hacer puños volvieron a la normalidad. Thomas me miró de reojo, apenas le sonreí de costado para confirmarle que estaba bien, pareció relajar más los hombros a pesar de sus facciones tensas.
Mamá señaló mis manos, sus ojos tensos y curiosos. No se animó a formular la pregunta, probablemente porque no sabía por donde empezar. Le respondí sin necesidad de que modulara ni una vocal.
—Creemos que puedo manipular la energía, tanto para protegerme como para atacar —escondí mis manos por debajo de la mesa, las muecas incómodas de mis papás dejándome en claro que todavía no estaban acostumbrados—. Todavía sigo aprendiendo, pero tranquilos, no voy a hacer nada.
En mi casa, pensé. Fuera de esta, iba a depender de quien me encontrara.
[...]
Los soldados se habían infestado por toda la ciudad mucho más que en cualquier momento de la historia mundial. Muchos adolescentes se habían inscripto para ayudar, hasta habían considerado que se hiciera un llamado general a los jóvenes mayores de dieciocho para que se unieran. No hizo falta, se sumaron sin necesidad de que fuera una obligación.
El odio que habían alimentado en las calles que nos rodeaban me llenaba de pánico, por mí, por mi familia y mis amigos que me habían acompañado en mi alocado plan. Había tenido en mente, que era peligroso, suicida (en las palabras de Noah), sin embargo, lo había subestimado de igual manera. Era peor de lo que podría haber pensado.
Pudimos darnos unas largas duchas, cada uno tomándose su tiempo de disfrutar del agua caliente después de tantos meses de solo poder darnos un zambullón en el lago del campamento. Yo fui la última, prácticamente gastando las últimas gotas de agua caliente hasta salir y colocarme una muda de ropa cálida. Yo me seguía sintiendo igual de fría, de estática y nada en mi se había relajado. No hasta que la mano de mi hermana estuviera agarrada a la mía.
Al salir del cuarto, el sol de la tarde había comenzado a colarse por la ventana dando un suave esplendor dorado por la casa. Estábamos a mediados del otoño, el calendario en el pasillo mostrándome los ocho meses que había pasado lejos de casa y cómo me había perdido mi dieciochoavo cumpleaños por mes y medio. Tantos días habían pasado y yo había perdido la cuenta.
Mi habitación estaba igual a cuando me fui, lo único distinto era que mi cama había sido armada y que un nuevo colchón estaba en el piso para que Thomas pudiera descansar ahí mientras que Claire y yo compartiríamos la mía. No me sorprendió hallarlos ya dentro de la cama, la sopa caliente que habíamos almorzado lo suficientemente abundante para llenar nuestros estómagos y sucumbir al sueño que se nos colaba hasta los huesos. A diferencia de ellos, yo sentía que tenía cinco tazas de café encima.
Dejé los trapos sucios que tenía como ropa en una bolsa, y al girarme hacia el pasillo, mamá me esperaba con los brazos cruzados y una mueca tensa. Cerré mi puerta con cuidado al acercarme a ella.
—¿Está todo bien?
—¿Se puede saber porque el rostro de esa chica está en todos los periódicos?
Lo primero que había pensado hacer era preguntar a qué se refería, pero no tardé ni dos segundos en darme cuenta de lo que hablaba. El rostro de Claire debía de estar por todas partes, en los periódicos, en las redes; era la hijastra del Coronel Romero, se había escapado de sus dedos. Obviamente iba a ser prioridad que la encontraran a ella.
Mi silencio pareció espantarla.
—¿Es acaso una delincuente? ¿Una asesina o algo así-?
—¿Por eso la estabas mirando tan horrible en la cocina? —la interrumpí, sin poder creer que verdaderamente estaba pensando que una chica como Claire podría ser una persona buscada por crímenes. Mamá relamió sus labios sin responderme, lo cual no hizo falta—. Mamá, ella no es una criminal. Es la hijastra del Coronel.
Eso pareció ponerla peor.
—¡¿Y la trajiste aquí?! ¡Taylin! — sus manos me quisieron agarrar de los hombros y me tiré hacia atrás antes de que lo lograra—. ¡No tienes que estar con ella! ¡Te van a encontrar a ti!
—No tienes el derecho de decirme que hacer y que no —la detuve, empujando sus manos fuera de mí por más que en su mirada pude ver que le había dolido mi reacción—. Claire es mi amiga, mi compañera, y quien cuidó de mí desde un principio. Entre ella y los gemelos nos hemos protegido bien...
—¿Gemelos? —alargó la 's', el plural en la palabra habiéndole llamado la atención—. No me digas que Noah Parker también está contigo, Taylin, eres más inteligente que eso.
Que lo nombrara me hizo arder en rabia, que lo tratara como peor me cerró la garganta. Mis ojos debieron de haber destellado con mi anomalía, el paso hacia atrás que dio me hizo alejarme de ella y menear la cabeza hasta poder relajar los hombros. No iba a dañarla, nunca en mi vida me lo perdonaría, pero tampoco dejaría que hablara de personas que no conocía.
—De no ser por ellos yo estaría muerta —escupí, sin sacarle la mirada de encima—. Estuve meses sin ustedes, estuve noches enteras sola y desconsolada donde la única persona que estaba ahí fue Claire. Estuve días y días extrañando a mi hermana donde Thomas se ocupó de hacerme reír. Y estuve meses sintiendo un vacío en el pecho en el cual Noah pudo entrar. Me mantuvieron viva cuando probablemente yo estaría metros bajo tierra, así que pensaría de vuelta muy bien sobre hablar pestes sobre ellos cuando no tienes la menor idea por lo que pasamos juntos.
Yo dependía más de mi grupo de lo que iba a alguna vez admitir. Tanto Claire, Thomas y Noah como también Luna y Jacob, inclusive la callada Aiko. Por ellos yo estaba donde estaba, por su compañía y su lealtad. Por mis errores y sus correcciones, por mis triunfos y sus celebraciones. Estaba parada y viva por ellos, porque había tenido la oportunidad de huir y encontrarme con ellos. De ser que hubiese estado sola, mi anomalía lo único en común con los demás, yo estaba segura que no hubiera sobrevivido ni dos días.
Mamá se llevó una mano al pecho, su labio inferior temblando al terminar de escucharme hablar. Sus dedos habían aferrado los dijes de plata que colgaban de su collar, la forma de dos niñas entre sus dedos.
—Lamento tanto que hayas tenido que pasar por lo que sea que hayas pasado, y lamento tanto que no pudimos estar —se le quebró la voz, su otro brazo rodeándola con cuidado—. Y... y tienes razón. No conozco a esa chica ni al otro gemelo y estoy segura que deben ser buenas personas para que las hayas elegido a pesar de su situación. El problema es que trato de entrar en tu vida como la figura que alguna vez fui y es difícil cuando me doy cuenta que ya no hay lugar. Quiero volver a actuar como una mamá contigo cuando por meses no pude ni darte un abrazo.
El nudo en mi garganta se intensificó tanto hasta que me hizo morder el labio inferior para evitar el sollozo en mi garganta. Ella había comenzado a llorar.
—Yo lo perdí todo, Tay —murmuró, llevando su mano contra su boca para esconder sus sollozos—. Y verte es querer volver a tener la familia que tenía por más que sé que no va a pasar.
La rodeé con mis brazos en el mismo momento, su cuerpo tembloroso contra el mío y terminé llorando contra su hombro. Más allá de las palabras de mi papá en la cocina, el dolor de mi mamá me perforó el corazón una y otra vez. El dolor de mis papás me dejaba sin aire y me hacía preguntar cómo ellos habían vivido tanto tiempo con la agonía de haberme perdido a mí y después a Morgan. No habían podido defendernos, no habían podido cuidarnos, pero nunca iba a pensar que habían fracasado. Lo habían dado todo e iba a estar agradecida de aquello por el resto de mi vida.
Todavía abrazándole el cuello, peleé contra el llanto.
—Siempre voy a necesitar a mi mamá —le logré decir entre los jadeos por el llanto—. Y siempre vas a ser parte de mi vida a pesar de la lejanía, solo que es distinto ahora. De igual forma, nunca vamos a dejar de ser una familia, lejos o no.
No dijo nada más, solo siguió llorando y yo le permití que desahogara todo lo que necesitaba mientras que disfrutaba de volver a estar en brazos de mi mamá.
[...]
Eran las tres de la mañana cuando me senté con cuidado en mi cama, horas y horas dormitando no apagando del todo la cabeza las cuales me hicieron dar cuenta de lo que tenía que hacer. Con el mismo cuidado que me senté en la cama, también salí de ella y me calcé unos pantalones y zapatillas antes de dirigirme a la salida. Le di una mirada rápida a mis amigos, siguiendo en sus horas de sueño tan plácidamente y seguros en la casa, que con una suave sonrisa me deslicé fuera de mi cuarto y cerré la puerta con cuidado.
Me sentí como cuando tenía quince años y me escapaba a casa de Jamie (mis papas siempre sabían que lo hacía y no me decían nada) mientras que bajaba las escaleras con mucho cuidado. En puntas de pie me fui a la cocina y encontré mi mochila encima de la mesa, junto a las demás que esperaban por nosotros para la siguiente mañana. A diferencia de ellos, yo reconocí que no iba a esperarlos y menos arriesgarlos al enterarme de lo fácil que sería encontrarlos a ellos. No iba a ponerlos en la línea de fuego así.
Apenas la deslicé con cuidado por mis brazos, respiré profundo unas cuantas veces antes de comenzar a acercarme a la puerta, y con la punta de mis dedos rozando el pomo plateado, la luz de la cocina fui prendida. Como un ciervo siendo atrapado por las luces de un auto, me di la vuelta para ver quien era y tragué en seco al reconocer a mi papá en el umbral.
No se notaba dormido, parecía tan despierto como yo, y la leve sonrisa que me dio al acercarse me calmó el corazón errático.
—Vas a ir sin ellos.
Supo desde un principio que iba a rescatar a mi hermana, sabía la razón por la que había vuelto a casa, y parecía tan de acuerdo conmigo que me sentí acompañada. Y por más que sabía que había venido con Thomas y Claire, no parecía sorprendido de verme yéndome sola.
Terminé asintiendo con cuidado.
—No puedo arriesgarlos así —respondí—. Estoy más que agradecida con ellos, créeme que sí, y no quiero que nada les pase. Así que es mejor que esto lo haga sola.
Me agarró la cara con suavidad, sus ojos mirando todas mis facciones antes de acercarse y dejarme un beso en la cabeza que me hizo tener que morderme el labio inferior antes de volver a largarme a llorar por tercera vez en el día. Terminó por apoyar su frente contra la mía, una mirada tan paternal en él que fue como tener cinco años de vuelta y estar siendo cargada por él una vez más.
Con una sonrisa triste, me movió el pelo de la cara.
—Cuida de Morgan, pequeña —me pidió—. Llévala contigo.
—Y tu cuida de mamá, ¿sí? —me tembló la voz, dando un paso hacia atrás y tratando de mantener la postura lo mejor que podía. Papá asintió—. Te prometo que cuando todo esto termine, vamos a volver a estar todos juntos, ¿sí?
Abrí la puerta antes de arrepentirme, y cruzando la salida con cuidado de revisar mis costados, lo escuché acercarse.
—Sé inteligente —suspiró—. Y sé fuerte.
Antes de cerrar la puerta, le sonreí por última vez.
—Lo estuve siendo.
Atravesando el patio trasero de mi casa y notando por el reflejo de la luz cómo papá las había apagado, me llevé el dorso de la mano contra la boca para esconder el llanto que brotó de mi pecho una vez más. Huyendo de mi casa, de mis papás que no sabía otra vez cuando los volvería a ver, o probablemente la última vez que vería a mis amigos si algo malo pasara. Pero era lo que tenía que hacer.
Iban a estar a salvo y lejos del peligro.
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