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[38]

Los primeros rayos de la mañana me pegaron en la nuca al caminar entre los árboles. Eran cercanamente las cinco o seis de la mañana, el frío de la madrugada congelándome la punta de los dedos y mi respiración marcándose en el aire. A Claire le temblaba el labio inferior, un poco azulado y probablemente yo también estaba igual, mientras tanto a Thomas le faltaba que sudara. Pros de su anomalía.

Me dolían las piernas de lo rápido que íbamos caminando, no podíamos perder más tiempo. Las pantorrillas las sentía de piedra y la parte interna de mis muslos me pedía que por favor descansara. Entre que no habíamos pegado un ojo, el caminar en la oscuridad habiendo terminado en muchos tropezones de los tres (y mi mano volviéndose una linterna al quinto tropiezo), estábamos muy agotados y tratando de hacer lo posible para llegar lo mejor posible. Teníamos que escabullirnos dentro del pueblo, sin ningún ojo ajeno o peligroso en nosotros. No podíamos dejarnos en evidencia.

La realidad, aparte de que no quería que ninguno de ellos saliera herido o que los tres termináramos perjudicados, si les pasara algo a ellos, especialmente al gemelo, tendría al otro pisándome los talones en poco tiempo. Noah y yo ya éramos diferentes de antemano, y cuando por fin estábamos intentando algo mejor, el caos cayó sobre nosotros. No solo quería que Thomas estuviera a salvo, tampoco quería abrir más la grieta entre su hermano y yo.

Las manos de Claire rodearon mi brazo y caminó a mi paso. Su pelo ya era voluminoso por su cuenta, la humedad de la mañana habiéndole duplicado el tamaño hasta tener que ser atado por el descontrol. Fue la forma en la que su boca estaba en una fina línea la que me hizo codearla suavemente.

—¿Está todo bien?

Ella asintió con suavidad.

—Sí, no es nada, sólo... —llenó su pecho de aire y lo dejó salir con pesadez—. Volver significa que es reencontrarse con recuerdos, ¿no? Y la verdad es que a veces los que son parte de estos recuerdos no es algo que quieras reencontrar.

El recuerdo me volvió a la cabeza en un flash y estuve a poco de detenerme y arrastrarla de vuelta al campamento.

—Tu padrastro... —me había olvidado por completo, no iba a mentir. Me sentí tan egoísta en ese momento que no pude hacer nada más que agarrarle las manos que estaban rodeándome—. Claire, ¿porqué no lo nombraste? Te pido perdón, no lo pensé, yo-

—Tay —me interrumpió, tironeando de mi brazo—. Si no lo nombré fue porque sabía tanto tu reacción como la de Tom. No quería que fuera una excusa para que me dejaran atrás.

—Que lo trajeras ahora significa que te afecta.

—Porque estoy cerca, porque los miedos se despiertan al estar a pocos pasos o en un movimiento —siguió hablando—. Lo cual, de igual manera, no significa que no pensé en esto cuando nombraste el plan y que no lo volví a considerar. Solo...necesitaba sacarlo del pecho y asegurarme que ya no podrían devolverme tan fácil.

Su excusa me hizo reír, la cabeza de Thomas girándose a nosotros por la confusión y ladeándola. Claire le sonrió y le hizo un ademán para que lo ignorara, un leve rubor en sus mejillas que me hizo pellizcarle el costado en forma de burla y ella manotearme el dorso para que la sacara. Reírnos un poco fue como un alivio a lo tenso que estaba mi cuerpo.

Las palabras surgieron de mi pecho sin que me diera cuenta, algo en mí al verla que me hizo sonreír.

—Te hubieras llevado tan bien con ella... —me mordí el interior de la mejilla al darme cuenta de lo que había dicho, no obstante, no me detuve ahí—. Con Jamie. Sé que la conocías de rostro, pero si hubieras tenido cinco minutos con ella, estoy segura que se hubiesen adorado. Son tan parecidas en tantas cosas.

—¿Ah sí? —se rio por lo bajo—. ¿En qué?

—Que son buenas personas, que se arriesgan por todo... —la miré de costado antes de mirar la espalda del gemelo frente a nosotras. Acerqué mi boca a su oreja para que solo ella me escuchara—. Y las dos son muy tímidas con las personas que les atrae.

Me dio un empujón que me hizo desbalancearme.

—Como si tu fueras tan mandada.

Le sonreí de manera burlona antes de seguir el camino. La poca charla me había distraído del vocerío que había en mi mente, los constantes gritos preguntándome millones de cosas. Mi cabeza se centraba en cuánto tiempo yo había pasado lejos de casa, el contar los meses no fue algo que había tenido en cuenta y ya no sabía si eran más o menos de los que pensaba. ¿Algo habría cambiado? ¿O todo sería igual?

El jadeo que escuché por parte de Claire me hizo mirarla, a unos pasos detrás de mí y con sus ojos tan abiertos mirando por sobre mi hombro que tuve que girarme a ver lo que veía. Al mismo tiempo que Thomas, los dos soltamos el mismo jadeo.

—No puede ser...

Dos metros y medio de alto tenían las cercas con refuerzos de hormigón que rodeaban el límite del pueblo. Ni hizo falta que me acercara para reconocer la electricidad que corría por él, el zumbido lo podía escuchar hasta estando a pasos de él por la intensidad que tenía. Fue como si se me cayera el corazón en el estómago, no había pensado en lo que me iba a encontrar y aquello estaba lejos de ser alguna de las opciones que podría haber tenido.

Thomas me miró de costado.

—¿Y ahora? —se mordió el labio inferior frustrado, sus manos a cada lado de su cadera—. ¿Qué hacemos? Esto no estaba en nuestros planes...

Tartamudeando me llevé las manos a mi frente, frotándola con cuidado a pesar de las ganas que tenía de darme la cabeza contra un árbol. El estrés y frustración que estaba sintiendo en ese momento no podía ni describirse. Ya no podíamos volver, no cuando estábamos tan cerca, pero adentrarnos se había vuelto más peligroso que antes. Me acerqué con cuidado a la cerca, tan filosa y electrificada que lo sentí hasta por los poros a pocos pasos de ella.

Thomas se paró a mi lado, meneando la cabeza.

—¿Se podrá cortar los cables de alguna manera? —preguntó, ladeando la cabeza para mirarlo. Me mordí los costados de las uñas.

—Podría causar que una alarma suene y nos encuentren acá —siseé con los dedos en la boca—. Tenemos que tratar de escondernos lo más posible.

—¿Habrá cámaras por acá entonces?

—Dudo mucho, si quisieran saber si hay infiltrados sus lentes apuntarían para el interior del pueblo... —caminé unos pasos por el costado de la cerca, entre los orificios de ella pudiendo reconocer una de las calles principales y en la esquina, en un semáforo, un aparato blanco deslizándose en su eje para mirar lo mejor posible—...donde saben que sería más fácil agarrarlos y encerrarlos.

—¿Y entonces? —suspiró Thomas—. ¿Cómo entram-?

Antes de que pudiera siquiera terminar la pregunta, sentí que algo rodeaba mi cintura con cuidado, mis manos al instante yendo hacia la presión y encontrando la dureza de una rama flexionándose a mi alrededor. Al girarme hacia Thomas lo vi igual que yo, sus ojos curiosos yendo de la rama abrazando su pecho y volando hacia atrás, donde Claire alzaba sus manos y nos elevaba a los tres con las ramas de los árboles que estaban a nuestras espaldas.

Sonreí levemente al ver como nos cruzaba con cuidado por sobre la cerca, escondiéndonos detrás de los siguientes árboles que ya formaban parte de adentro de la cerca. El ruido de las raíces y plantas sonó tan suave, como un baile y desliz de las hojas con el tronco que me distrajeron hasta que mis pies volvieron a tocar el piso, y volteándome hacia mi amiga, quien volvió a ordenar las ramas como estaban antes, sus ojos verdes me encontraron con una pequeña sonrisa.

Thomas apoyó sus manos a cada lado de su cadera.

—¿Nos escuchaste como ridículos hablar de cómo tirar abajo la cerca cuando podías haber hecho esto desde hace cinco minutos?

Ella se encogió de hombros con una sonrisa.

—En mi defensa, no me preguntaron —respondió—. Pero no era un mal plan el de ustedes.

—Ah, ajá, tomaré el cumplido.

Seguimos caminando entre los árboles con cuidado, toda antena en nosotros atenta a ojos ajenos. Nos mantuvimos entre las hojas hasta llegar al límite del bosque, donde las casas comenzaron a aparecer y tuvimos que agacharnos cerca de unos arbustos para mirar a la calle que alguna vez conocimos. Nada era igual y eso estaba claro sin la necesidad de mostrar nuestras anomalías.

Carraspeé la garganta al ubicarme donde me encontraba.

—No estamos lejos de mi casa, son seis cuadras para la derecha y dos hacia la izquierda, y ahí es —señalé las direcciones al hablar y miré las calles que, teniendo un poco de gente, de igual forma estaban bastante vacías a comparación de lo que era—. Podríamos acortar por los callejones de ciertos locales, sería más rápido, pero no sé que tanto podría mantenernos invisibles.

Thomas miró de costado.

—¿Quieres intentarlo?

—No puedo perder más tiempo tampoco.

Cerré los ojos unos pocos segundos al agarrarle las manos a los dos, rezando a un más allá para que me diera toda la fuerza para mantenernos invisibles todo el tiempo posible. Apenas los vi desaparecer a ellos, tironeé de sus manos para salir con cuidado de los arbustos y con el corazón en la garganta, integrarnos en las calles con cuidado de no chocar a nadie. Era como caminar en una zona desconocida cuando en realidad ahí mismo había aprendido a andar en bicicleta. Todo era tan triste, hasta las pocas personas que veíamos parecían distintas. Caídas.

En el primer callejón que logramos meternos pude reconocer las cámaras que también había visto en las calles. Se movían constantemente de lado a lado, solo un descanso de pocos segundos en el medio. Prácticamente enterré mis dedos en sus manos, no podía soltarlos en lo más mínimo. Así que continué tironeando de ellos con cuidado, penosamente no mirando donde pisaba o por donde pasaba hasta que una alarma comenzando a sonar me hizo detenerme en seco.

Mis ojos cayeron en una pequeña luz roja que titilaba en una de las paredes del callejón, y fue que mis neuronas comenzaron a trabajar por el pulso acelerándose que me di cuenta lo que era. Un sensor de movimiento.

Les había soltado la mano sin darme cuenta y los encontré con los rostros fruncidos en pánico antes de volver a tirar de ellos.

—¡Corran!

Mis pies se deslizaron por el asfalto debajo de mis pies, Thomas y Claire corriendo a la misma velocidad. Mirando las cámaras, me animé a estirar mi puño en la dirección, energía emergiendo de él hasta chocar contra los artefactos antes de que se giraran hacia nosotros. Doblando en otra esquina, Thomas empezó a apurarse frente a nosotras y a señalarnos que lo siguiéramos. Fueron las rechinadas de algunas ruedas a lo lejos que nos hizo apretar más los pies contra el piso y correr con más fuerza.

Llegando a un callejón sin salida, quise darme la vuelta y que comenzáramos a correr en otro lado. Me detuve en seco apenas vi a Thomas patear unos ladrillos del piso, la pregunta de qué estaba haciendo en la punta de la lengua antes de darme cuenta que había hallado una llave y estaba peleando con una puerta trasera. Apenas la abrió nos tironeó dentro, cerrando con cuidado la puerta metálica tratando de no hacer ruido.

Mis ojos quedaron en Thomas, que se había apoyado contra la puerta y respiraba tan agitado como Claire a mi lado y como yo. Nos quedamos en silencio mientras que escuchábamos las pisadas acercarse hasta estar justamente fuera de donde estábamos nosotros, voces graves y enojadas preguntando que había activado la alarma. Iba a ser peor cuando miraran las cámaras que había destrozado, pero no necesitaba que nos siguieran por ahí. Fueron unos largos minutos hasta que los pasos comenzaron a alejarse, para estar seguros esperando más segundos y Thomas cerró la puerta con llave con tanta suavidad que hasta nos hizo esperar más.

Una vez que sentí que podía volver a respirar como una persona normal, mis ojos revisaron el lugar donde estábamos y entendí porqué habíamos encontrado la llave. Claramente él la había escondido ahí por emergencias, meses y meses atrás, cuando seguía trabajando en el local que estaba frente a mis ojos. O bueno, por lo menos lo que quedaba de él.

—Tom...

La heladería que antes estaba decorada tan alegremente parecía ser un lejano recuerdo de lo que alguna vez había sido. Las sillas tiradas por todos lados, varios vidrios del local hechos añicos en el piso y todas las paredes internas arruinadas por el tapizado arrancado y la palabra 'ANÓMALO ASQUEROSO' dibujada tan desprolija en rojo que simulaba como si fuera sangre. No hizo falta ni hablar sobre lo pegoteado que se sentía el piso, baldes de helado todo derretido y desperdiciado habiendo ensuciado todo.

Thomas caminó entre los restos de la parte trasera donde estábamos, mirando su viejo trabajo que con tanto esmero cuidaba todas las tardes después de la escuela. Me partió el corazón ver lo que con tanto ímpetu había mantenido, había sido destrozado por algo que él no había elegido. Por algo que nadie había pensado que le pasaría.

Se quedó parado frente a la caja registradora, claramente vacía y pude ver de reojo como sus ojos se cristalizaban. Se me rompió el corazón.

—Como lo siento, Tom... —me acerqué a él, rodeando uno de sus brazos con los míos y apoyando mi cabeza contra él. Claire del otro lado le meció la espalda.

Thomas sorbió por la nariz y se encogió de hombros.

—Está bien, no es como si no me lo hubiera imaginado —murmuró, sus ojos sin salir de los restos del local y nos dio una mirada a ambas con una pequeña sonrisa—. Tenía la esperanza de invitarles un pequeño helado si podía. El chocolate era muy rico.

A pesar de que solté una pequeña risa, no alivió la presión que me causó en el pecho su decepción. No podía dejar de observar lo que habían hecho, como habían roto lo que alguna vez habían visitado o mínimamente mirado. El trabajo de alguien más, quien se consideró una persona y que lo seguía haciendo, ¿cómo era que querían romper todo lo que se relacionaba a algo más que no tenía ninguna intención de herir a nadie?

Entre el montón de escombros, fruncí las cejas al hallar algo familiar. Me acerqué con cuidado de no pisar nada y resbalarme, y me tuve que agachar para sacarle toda la suciedad de encima, tratando el papel de la fotografía con cuidado. Estaba partida a la mitad, la otra parte a unos pocos metros y que de igual manera tuve que sacudir. Sentí la presencia de Thomas a mis espaldas cuando me volví a parar y le mostré lo que tenía en mis manos.

Era la fotografía de él y Noah que siempre había colgado en el corcho al lado del menú.

—Al menos podemos rescatar algo de aquí.

—Está partida a la mitad, Tay...

—¿Y? —me encogí de hombros, bajando la mochila de mi espalda para meter los dos pedazos dentro con cuidado y volviéndola a cerrar—. Dame dos segundos con una cinta scotch y va a estar como nueva.


[...]


Tuvimos que volvernos a escabullir entre los bosques, no queriendo encontrarnos con ningún otro sensor. De igual manera se había sentido como que teníamos que revisar todo, no podíamos confiar ni hasta de un pétalo. No tardamos mucho en cruzar hacia la parte trasera del patio que yo tanto conocía, las pocas cuadras que había contado pareciendo más cortas de lo que recordaba.

Apenas mis ojos cayeron en mi casa, mi corazón latió con desenfreno. Era lo único que parecía que seguía igual, como que nada había cambiado. Era como volver a estar parada en el mismo lugar meses atrás cuando me había marchado. Solo esperaba que también mi familia estuviera ahí dentro, los tres a quienes había dejado ahí mismo.

Volví a revisar mis alrededores, esperando algún sonido o buscando alguna cámara que nos pudiera poner en evidencia. En el mismo momento que pude confirmar que no había nada, no me animé a arriesgarme y volví a tomar de la mano a los otros dos para volvernos invisibles de miradas ajenas hasta llegar a la galería. Pateando la alfombra por instinto, el recuerdo fresco en mi cabeza, me sorprendió encontrarla. No lo pensé mucho, usándola para abrir la puerta y tironear a mis amigos dentro.

El olor de mi casa me causó un nudo en la garganta, el olor a lavanda que mi mamá tanto usaba rodeándome y llenándome el corazón de la sensación de hogar que por tanto tiempo no había sentido. El molesto reloj seguía sonando igual, todos los colgantes que estaban en la ventana de la cocina hacían su melodía y el centro de mesa horrible que papá había comprado seguía luciéndose ahí. Pero había algo distinto, algo que me hizo ladear la cabeza, y fue el frío que sentí.

En puntas de pie me acerqué al marco de la puerta que unía el living a la cocina, un sexto sentido en mí poniéndome tan atenta que me tensé. Claire y Thomas me siguieron en el mismo silencio, y lista para atravesar el umbral, di un paso hacia atrás apenas reconocí el caño de un arma.

Unos ojos familiares se encontraban del otro lado.

—¿¡Quién crees que eres para entrar-!?

—¡Soy yo!

De la misma manera que había levantado el arma en mi dirección también la bajó, sus facciones tornándose pálidas al verme y dejando caer el artefacto al piso al llevar sus manos a su boca.

—¿Taylin?

Mi mamá era una mujer feliz, sana y de una risa contagiosa. Una mujer hermosa. Y lo que estaba frente a mí era una sombra de lo que era. Pálida, el pelo descuidado y tan delgada que podía hasta verle los huesos de la muñeca. Los dedos largos y esqueléticos que lo primero que se me vino a la cabeza era que se le había caído la piel.

Se me cayeron las lágrimas sin darme cuenta.

—¿Mamá?

Se tiró encima de mí en dos segundos, el poco peso en ella siquiera moviéndome un pelo. La sentí llorar contra mi hombro, su figura tan pequeña sintiéndose como si estuviera abrazado a Morgan. Si antes me sentía agobiada por ver mi casa igual, no podía explicar la sensación de ahogo al ver a mi mamá en pocos pedazos que vaya a saber cuanto más iba a durar.

Me agarró la cara al separarse, sus manos tan frías que me dieron un escalofrío.

—Mi Taylin, estás viva, estás bien, Dios... —me empezó a dar besos por toda la cara, acomodándome el pelo y todavía llorando—. ¡Sam! ¡Amor! ¡Puedes salir!

Mis amigos se quedaron quieto en sus lugares, todavía tratando de recomponerse de ver el arma tan cerca de nosotros, y les quise dar una pequeña sonrisa, sin embargo, se esfumó de mi rostro apenas escuché un golpeteo constante contra el piso. Si mi mamá parecía estar hecha pedazos, mi papá se sostenía literalmente de un palo.

Nunca lo había visto tan pequeño, tan débil, dependiendo de un bastón casero que me terminó de partir. Fui yo la que se tiró contra él, tratando de contenerme, pero apretándome contra su pecho. Me aferró en un abrazo, sus brazos de igual manera habiendo mantenido ese calor que me había cuidado de pequeña.

—Mi pequeña, gracias a Dios estás a salvo...

Me separé de él para mirarle la pierna que cojeaba, no sabiendo siquiera por dónde empezar.

—¿Qué pasó? ¿Cómo te hiciste eso? —empecé, y en el mismo momento que recordé porqué estaba ahí, me paré en mis puntas de pie para buscar la cabellera rubia de mi hermana—. ¿Dónde está Morgan? ¿Está en la escuela? ¿O está durmiendo? No sé ni que día es...

El silencio que me respondió me heló la sangre, hallando la mirada tensa de mi papá y sus nudillos blancos en su agarre al bastón. Mi mamá carraspeó la garganta a mis espaldas, una ojeada por sobre mi hombro y la hallé con sus ojos cerrados. Thomas y Claire se miraron entre sí, ellos habiendo entendido lo que yo tanto estaba negando.

Me acerqué a mi mamá con lentitud.

—Mamá, ¿Dónde está Morgan?

Le vi temblar el labio inferior, aferrando sus manos en el saco de lana que tenía puesto.

—Se la llevaron, Tay —se le quebró la voz—. Ella es una anómala también.


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