[36]
No me había puesto a pensar que tendría de vuelta las pesadillas. La realidad era que después de acostumbrarme al nuevo mundo en el cual me encontraba, no se me había ocurrido que lo que me había atormentado noche tras noche podría volver. En el peor de los casos, no pensé que ahora traerían al rostro de mi hermana y sus gritos dejándome sentada en mi carpa con el corazón a mil y la sensación de pinchazos en la espalda que me confundió. Era como volver a pasar una y otra vez ese recuerdo, ese momento en donde todo cambió.
Supuse que todo había surgido de vuelta por mis miedos, fue lo primero que pensé en las primeras noches que pasaban y mi mente me llenaba las noches de llantos y ojos pesados los cuales no podía cerrar por temor a volver a ellos una vez más. Después de horas sin poder pegar un ojo, cuando los primeros rayos de sol salían, era cuando volvía la poca seguridad que me quedaba. Me recordaba que era una memoria, sin embargo, dudaba la razón por la cual aparecer tan repentinamente y siempre repetir lo mismo.
Nadie se animó a preguntar que me pasaba, todos debían de haber pensado que era mi preocupación por mi hermana pequeña. Thomas escondía sus miradas al darlas por sobre su hombro, Jacob y Luna no tenían la confianza de acercarse a preguntar y Claire era quien más obviamente no me sacaba los ojos de encima. Era como para asegurarse que yo no iba a quebrarme de la nada misma y así vigilaba las grietas que poco a poco se formaban debajo de mis ojos como bolsas oscuras. Noah había estado mucho más ocupado tratando de hacer más guardias, eso mismo me permitió esconderle más mi estado y tratar de no preocupar a nadie más.
El problema fue el Doc, el único que más allá de estar estudiándome, me veía más de cerca. Miraba mi anomalía, como la movía tanto con dificultad como también facilidad en otros aspectos. Él me había dicho tantas veces que necesitaba controlar mis emociones, que eso mismo causaba tantos estallidos en mí y que por eso mismo mi anomalía se guiaba principalmente por mis sentimientos. ¿Cómo le iba a decir que no dormía hace días y que era pura suerte no estar explotando mi tienda cada vez que despertaba en una sentada?
No fue hasta después de, probablemente, la novena noche sin tener mis horas necesarias de sueño que el Doc arrastro su banquito más cerca y me agarró de la cara apenas volví a dejar el frasco que había logrado levitar por unos pocos segundos más que la vez anterior. A diferencia de las otros días, la altura era menor y mis hombros no parecían tener la fuerza para cargar el esfuerzo extra.
—¿Cuántas horas dormiste anoche? —soltó, su vista tan fija en mí que me intimidó lo suficiente. Apenas me vio tragar en seco, ladeó la cabeza de costado—. ¿Cuántas horas dormiste en los últimos días?
Tuve vergüenza de ponerme a contar, probablemente no iba a llegar a completar ni cuatro manos, lo cual en ojos de cualquiera dejaría en claro que tan mal estaba mi mente. No era mi culpa que Morgan apareciera gritando en mis pesadillas y me causara tener prácticamente un paro cardíaco al despertar.
El Doc dejó caer sus brazos con pesadez.
—Taylin...
—No puedo evitarlas, ¿sí? —siseé por los dientes—. No es algo que pueda controlar. Las pesadillas vienen solas.
—¿Qué pesadillas? —inquirió, sin dejar de prestarme un gramo de atención. No me animé a mirarlo mientras que jugaba con mis dedos en mi regazo. Mi silencio le dejó en claro que no era tan fácil hablarlas—. ¿Hace cuánto las estás teniendo?
—Desde que el aviso salió, semana y media —fue lo único que contesté, todavía recordando el escalofrío que me recorrió la espalda y la desesperación. Seguían presentes en mi pecho y estaba segura que eran en origen de las pesadillas una vez más—. Siempre es lo mismo, es cómo si mi mente no dejara en paz la idea de Morgan y si podría tener o no una anomalía. Es como evaluar una y otra vez la situación.
El Doc suspiró, casi como un bufido, y se cruzó de brazos. Después de mi interrogatorio hacía días, el pobre tipo había recibido una horda de gente preguntando lo mismo que yo había ido a cuestionar. Más que agotado, pareció qué ni él mismo sabía del todo que iba a pasar y qué porcentaje era más alto que otro. Solo quedaba esperar, según Sue Lee, lo que significaba que la respuesta era inconclusa. Nadie sabía, nadie entendía.
Para cuando pude levantar la mirada, lo vi con el ceño fruncido y su lengua entre sus dientes, tan concentrado en su mente que me llevé la sorpresa al ver como traía una lapicera en el aire hasta atraparla en un manotazo.
—¿Tu hermana aparece siempre en todas las pesadillas? —preguntó, y apenas asentí, él lo anotó en la libreta que estaba por estallar—. ¿Y ella que hace?
Mi nombre rebotó en las paredes de mi cráneo, la voz tan cotidiana y familiar anudándome las cuerdas vocales.
—Me llama, me llora. Me pide que la salve —los llantos de Morgan contra mis oídos me hacen detenerme a respirar hondo y relajar los hombros—. Y yo no puedo encontrarla, como si el escenario hubiera cambiado y ella desapareciera en el aire.
—¿Ella no está físicamente?
—A veces sí, otras veces no —recordé, mordiéndome la piel seca del labio como mal hábito—. Lo único que más recuerdo es su último grito, lo suficientemente alto para dejarme en la punta de mi hamaca sin poder pensar por lo rápido que tengo el pulso.
Las pesadillas se basaban en el mismo escenario. Paradas en el estacionamiento del supermercado, una nube gris rodeando los alrededores y dejando de protagonista a la de colores que está por succionarnos dentro de ella. Sabiendo que mi hermana está a metros de mí trato de buscarla, su cabellera rubia como único indicio de que es ella y que tengo que acercarme. A veces se borra con la niebla gris, otras veces corre hacia la nube de colores. Grita mi nombre en la mayoría de las veces, agonizante y atemorizado, y cuando empezaba a desesperarme era el grito agonizante y temeroso que me sacaba el aire y el sueño.
No dejé de ver como la lapicera del Doc se movía al anotar y anotar, su ceño igual de tenso que antes y el silencio de la carpa no ayudando al recuerdo que me agobiaba. Sabía que no tendría que haberlo dejado pasar por tanto tiempo, el descontrol de mis emociones podría haber puesto en riesgo a mis compañeras de carpa, no obstante, no quería acordarme de mis noches. Creía que ignorándolas significaría que se irían, que no volverían. Estaba equivocada, no era una duda aquello.
La mano del Doc en mi rodilla me hizo dar un respingo.
—¿Hablaste con alguien de esto? —meneé con la cabeza, lo cual lo hizo bufar—. Pequeña...
—Es muy duro de contar, es muy pesado de tener que revivir y relatar —me paré de donde estaba sentada y comencé a caminar por la carpa—. Pensé que se iban a ir, cómo lo hicieron las otras, y no sé porque siguen estando constantemente sin falta. No termino de comprender porque se quedan tanto tiempo.
La forma en la que se relamió los labios y miró de costado me llamó la atención.
—Te llevabas muy bien con tu hermana, ¿no? —quiso saber, con lo cual asentí de inmediato. De lo que más extrañaba era poder abrazar a mi pequeño diablo—. Y estabas con ella cuando la supernova arrasó...
—La protegí como pude, me puse encima de ella —corregí, apretando la mandíbula cuando la imagen volvió a mi cabeza. El Doc miró sus anotaciones, agregando unos garabatos en ellas que me tentaron a inclinarme y poder leerlas—. Yo caí inconsciente después y a ella la agarró una mujer para tratar de ayudarla.
No supe si me había escuchado o no, parecía tan concentrado en esos garabatos que estaba agregando que ni se inmutó en mínimamente asentir. Esperé a que terminara de anotar lo que fuera que estaba planteando y apenas se acomodó los lentes, sus ojos me encontraron de soslayo.
—La anomalía se adhirió a ti en el momento que te tocó, en el momento que sentiste la primera consecuencia de tener la supernova contra tu cuerpo —contó, sus manos gesticulando tanto que me distraían, pero necesarias para explicarme el contexto—. Lo que pasó por tu cuerpo fue tu energía, la misma que emanaste antes, naturalmente como todos, se unió con la tuya hasta volverse lo que eres hoy en día.
—¿A qué vas con esto? —mi impaciencia me estaba mordiendo la punta de la lengua para querer apurarlo. El Doc no hizo nada más que mirarme de costado, reprochándome que lo había interrumpido, y se acomodó en el banquito.
—Tu hermana emanó también energía, como todos —prosiguió, yendo lo más lento posible para que yo pudiera comprender—. No me sorprendería, y tengo ahora la teoría, que hayas causado una conexión con ella que transporte las emociones. Si ella siente miedo, lo va a transmitir a ti y viceversa. Si tu sientes algo muy fuerte, ella lo sentiría, ¿me explico?
Lo miré como si tuviera tres cabezas. ¿Podría seguir usando esa expresión después de la catástrofe y anomalías?
—¿Me estás diciendo que puedo llegar a compartir emociones con mi hermana? ¿Que la supernova nos unió en cierto lado? —sonó tan ilógico al salir de mi boca que hasta él abrió los ojos sin poder creerlo—. De ser así, ¿por qué lo siento ahora?
—Porque reprimiste tu anomalía hasta estallarla y sentirla toda en un santiamén —recalcó, señalándome con la lapicera—. Porque no pudiste con tu propia fuerza y apenas pudiste sentir una gran reacción de ella todo se volvió más viable, más sencillo y más sensible. Cómo dije antes, te guías por tus emociones y a veces eso te vuelve irracional. Tu hermana es pequeña, joven y justamente muy emocional, ¿no te pusiste a pensar que ella puede haber escuchado el aviso?
Las fichas se juntaron en mi cabeza, el panorama más claro y me acerqué por inercia al Doc.
—Doc, lo que me estás diciendo es que ella tiene miedo, que por eso me está causando pesadillas —se me enredó la lengua, el constante miedo y preocupación que había cargado en el pecho aumentando—. Eso significa que, si tiene miedo, es por una razón. Y esa razón es que ella es una anómala.
—Puede no ser por ella quien tiene miedo...
—Bien sabemos los dos que un miedo tan grande no puede ser por otra persona. Tiene doce años, no cinco —me quise agarrar de los pelos sin saber que hacer o pensar, la frustración llegando a mis venas. Si la teoría, qué, sin sorprenderme, era verdad, entonces Morgan estaba en peligro. Estaba en el centro del desastre y casería—. No está segura ahí...
—Pequeña...—sabía que el Doc quería calmarme, darme de vuelta la esperanza que no era así. El problema fue que ya había alimentado al monstruo preocupado y no iba a parar hasta que la respuesta fuera concreta.
—Es una anómala —mi cabeza pesó tanto que la terminé apoyando contra la pared de la carpa—. Lo supe desde un principio, lo supuse, pero no quise creer, y ahora perdí diez días que vaya a saber que puede haber pasado...
En mi pecho, en la revolución de emociones, empecé a sentir el nudo que no podía contener. Escuché los pasos del Doc queriendo acercarse, su presencia no ayudando en nada, y solo pude escabullirme de su agarre para salir de la tienda e intentar de respirar hondo para calmar mi anomalía que locamente estaba viajando por mis venas. Nada podía calmarla, el haz de luz formándose a mi alrededor, y dándome cuenta que estaba parada en pleno campo de entrenamiento en mitad de una sesión, los ojos curiosos de algunos integrantes habiéndome encontrado fácilmente.
Entre ellos, Noah se comenzó a apurar en mi dirección con su ceño fruncido, y dándome cuenta que su cercanía lo pondría en riesgo, tambaleé con algunos pasos y me apuré entre los árboles a mis espaldas. Escuché la voz de Sue Lee, quien estaba con el grupo también, llamarme y llamarme. El nudo en mi pecho seguía tensándose, el aire comprimido en mis pulmones complicándome la corrida hasta casi colapsar contra las ramas caídas en la tierra.
En un sollozo que no sabía que contenía, el haz de luz se estiró tanto que arrasó con arbustos hasta arrancarlos de la tierra y moverlos tan lejos que chocaron con algunos troncos o desaparecieron de mi vista. Del alma me nació golpear la tierra, la necesidad de desanudar el ahogo en mí logrando que más olas como la del haz de luz de produzcan, hasta que mi mano dolió tanto que tuve que parar. Necesitaba soltar más, y tratando de escuchar la necesidad en mis venas que me dijera que hacer para aflojar todo lo tenso en mí, terminé apuntando mi puño hacia un tronco. Penosamente, recibió lo que pareció ser una bola de energía el cual lo deformó.
Me quedé arrodillada en el piso tratando de respirar hondo, el golpe de energía contra el tronco habiendo sido de las últimas gotas que resbalaban del vaso. Me centré en escuchar mis latidos, en llenar muchísimo mis pulmones y desinflarlos hasta regular mi pulso. Evité el constante grito de fondo que me buscaba, que me provocaba a estallar de vuelta. Tenía que sacar el miedo de mi hermana o no iba a poder mantenerme controlada por más tiempo.
—¿Tay?
Miré por sobre mi hombro a Noah, que sus facciones estaban fruncidas en preocupación. Reconocí a Thomas y Claire atrás suyo, ella mirando al pobre tronco herido y arreglándolo en un ademán. Noah se acercó a mí lentamente, sus ojos notando el halo a mi alrededor y los arbustos arrancados, hasta que pudo agacharse al lado mío y apoyar una de sus manos en mi hombro.
—¿Qué pasó? ¿Qué-?
—Tengo que ir a buscar a Morgan.
No hizo falta que lo mirara, sabía que les había echado una mirada a los otros dos que estaban acercándose también. En mi cabeza no había una idea concreta, no sabía ni por dónde empezar a planear lo que quería hacer, y de igual forma sabía que tan peligroso e insensato era. No podía dejar a mi hermana sola en manos de alguien que quería herirla.
Noah me agarró de los hombros.
—Taylin, ¿qué estás diciendo?
—Es una anómala, no hay duda ahora —me senté en mis piernas, mis manos contra mi pecho y sin tener ganas de moverme—. Vengo teniendo pesadillas con ella desde hace días, ni una noche libre de ellas, y el Doc tiene la teoría de que debe ser por una conexión que tenemos entre ambas...
¿Qué podría hacer? ¿Escabullirme del campamento sola? ¿Pedir ayuda? ¿Thomas me acompañaría a pesar de haber prometido estar de mi lado? Mi cabeza estaba llena de preguntas sin respuestas, sin una mínima idea que podría plantar y desarrollar. La mirada sorprendida y atontada de los demás no me ayudó, que me confirmaran que era una locura lo que yo quería hacer no me ayudaba en lo absoluto.
Claire apareció del otro lado.
—Sabía que escuchaba tu respiración agitada a la noche, que te movías mucho —notó ella, meneando la cabeza como si se arrepintiera de no haber hecho algo al respecto—. ¿Por qué no lo mencionaste? ¿Por qué no me despertaste-?
—Porqué pensé que eran solo eso, pesadillas —la interrumpí—. No pensé que podrían ser cierto, y ahora me entero que podría ser una conexión entre ella y yo.
—Que es una teoría —quiso calmarme Noah, pero solo causó que lo mirara de reojo.
—La cual es la única que responde mi pregunta de por qué repito la misma escena todas las noches y solo mi hermana es quien me acompaña —escupí. Sí, era solo una teoría sin algo que la defendiera y respaldara, lo sabía. El tema era que yo ya había dejado pasar una chance donde podría haber actuado, no iba a dejar que otra pasara.
Thomas siguió callado, sus pies en mi campo de visión recordándome que estaba ahí. En cambio, el agarre de Noah me hizo volver hacia él.
—Comprendo tu preocupación, créeme, lo hago —habló tan suave y dulce, claramente tratando de relajarme lo más posible. A su mala suerte, ni mi anomalía lo quiso escuchar—. Pero no puedes tomar decisiones por una idea del Doc, por una mínima teoría...
—Tú no sabías que yo era un anómalo y viniste igual —por primera vez decidió hablar Thomas, lo cual hasta su gemelo se sorprendió al girarse hacia él—. Te arriesgaste a ir hasta el pueblo para dejarme el papel con las indicaciones que nos trajeron aquí.
—Fue un momento diferente, los militares no estaban tan alterados por nosotros —la excusa que quiso dar me hizo rodar los ojos, hasta Thomas se cruzó de brazos con las cejas en alto—. Ahora lo único que tienen en mente es ganas de cazarnos.
—¿Y crees que Taylin no podría defenderse?
—Tom, ¿es que no estás viendo tu alrededor? —Noah se paró en su lugar y señaló al halo de desastre que nos rodeaba—. Su anomalía está alteradísima, ella está tratando de controlarla todo lo que puede. Encima que podría poner en riesgo a los demás, llevarla al límite no causaría nada más que estragos y atención en ella que no necesita.
Entendí su punto, por más que estaba tentada a darle un pequeño cachetazo. Ir a nuestro pueblo significaba que estaría constantemente mirando a mis espaldas, refugiándome en donde pudiera y tratando de llegar a mi hermana con la respiración de los militares contra la nuca. El estrés no era algo que iba a venir bien en mi situación, no obstante, el mismo estrés lo sentiría en el campamento y podría poner en riesgo a inocentes. Prefería tener como víctimas a imbéciles que querían tirarnos a abajo a mí misma gente.
Thomas bufó.
—Es lo mismo que esté aquí a que esté allá, si vamos a solo centrarnos en eso —dijo, un tono bastante seco que me sorprendió hasta a mí—. Su hermana solo tiene doce años y depende de Taylin para saber, mínimamente y en el caso de que sea una anómala, como salir de ahí.
Claire me ayudó a levantarme del piso al mismo tiempo que Noah se acercaba a su gemelo.
—No voy a permitir que se ponga en riesgo así y al resto-
—No es algo que puedas decidir por ella tampoco —lo interrumpió Thomas—. Ni tú, ni yo, ni nadie. En el caso que fuera inverso y fueras tú el que estuvieras en el pueblo ahora mismo, no dudaría en buscarte ni dos segundos.
Lo que pasaba entre Noah y yo seguía siendo algo sin forma y que solo Thomas había visto, pero eso no cambiaba la mala sensación que me dio ver a Noah fruncir el ceño como siempre había hecho, como la primera noche donde me había provocado. Por instinto me acerqué a él y apoyé una de mis manos en su brazo, tratando de que me mirara a mí.
—Noah, no es-
—Es una idea suicida —gruñó, la forma en la que dio un paso hacia atrás apretándome el corazón—. Y no voy a permitir que suceda, no voy a ser parte de eso.
Lo vi alejarse y desaparecer entre los árboles, mis hombros pesados y sin saber qué hacer. No quería más problemas y menos con él, penosamente mi prioridad era Morgan y por más que eso significara que él no me dirigiera la palabra -que me dolería bastante-, que así fuera.
Claire a mi lado aclaró la garganta.
—Entonces... —suspiró, apoyando sus manos en su cadera—. ¿Tienes algún plan a compartir o vamos a ir organizando uno? Porque no vas a hacer esto sola.
Lo miré a Thomas de costado, pensando en que él podría haberle dicho algo, pero solo levantó sus manos de manera inocente.
—Yo no dije nada, pero concuerdo con ella —sonrió de costado y se acercó más—. ¿Por dónde podríamos empezar?
La sensación de estar acompañada me hizo sonreír un poco, mirándolos a ambos de reojo y soltando un largo suspiro.
—¿Por dónde empezamos? —miré por donde Noah se había ido y relamí mis labios, habiéndome encantado que él me apoyara—. Tratando de no morir en el intento.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro