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            Mi hermana había estado conmigo en el momento que la supernova arrasó con el planeta. Había sido escondida debajo de mi cuerpo cuando la nube nos rodeó, la había escuchado llorar del susto cuando todo pasó. ¿Cómo fue que en ningún momento se me había cruzado por la cabeza que ella cargaría las mismas consecuencias que yo? Tan solo pensar en cómo habrían surgido y lo que ella podría haber estado sufriendo me acuchillaba el corazón.

En pleno centro del campamento, donde la fogata estaba apagada y Sue Lee trataba de calmar al montón de gente que hablaba sobre ella, sonando desesperados, confundidos. Yo me sumé en un empujón, con cuidado haciéndome paso entre la gente y mis amigos tratando de seguirme los pasos. A diferencia del resto, mi voz parecía atascada en mis cuerdas vocales y tenía miedo de hacer la pregunta a la cual no estaría preparada para escuchar la respuesta.

En tantos meses con Sue, nunca la había visto tan pálida ni sin saber cómo manejar tantas personas al mismo tiempo.

—¿Es verdad? —se escuchó tan fuerte la voz gruesa a mi lado que me hizo dar un respingo—. ¿Los niños son los afectados ahora?

—¡Tengo a mi hija con mi esposo en el pueblo!

—¡Mis sobrinos! ¡¿Acaso puede ser cierto?!

Entre tantos gritos, tantas preguntas, llantos confusos, fue el calor en mi espalda el que me ayudó a volver a respirar. Sentí la mano de Noah en mi cintura baja, lo único que me permitió volver a mis sentidos y que se deshiciera el nudo en mi garganta. Di pasos torpes hacia atrás cuando me movió contra su hermano para que me sostuviera y se acercó a largos pasos a Sue que seguía balbuceando una respuesta.

Mientras que el otro gemelo trataba de hablar con la líder, me giré hacia Thomas.

—No entiendo Tom...—no llegué a reconocer mis palabras con todo el sonido de fondo, hasta él tuvo que inclinarse para escucharme mejor—. ¿Por qué ahora? ¿Después de tantos meses?

Claire al lado suyo parecía estar mordiéndose las uñas y ni se inmutó cuando él la miró de costado en busca de alguna respuesta también. Nadie sabía cómo una segunda ola podría estar surgiendo meses después de la catástrofe, tanto tiempo después de familias separadas que ahora no sabían si se iban a dividir todavía más.

La mínima idea de pensar en mi familia y que hubiera una pequeña chance de que Morgan fuera una anómala que iba a ser capturada, me hacía temblar las rodillas. Mis papás no merecían lidiar con otra pérdida.

Noah pareció tomar el rol de Sue por unos minutos e infló el pecho al pararse frente a todos.

—Antes de preocuparse y desesperarse, aclaremos que esto es una suposición de sus científicos. No nos sorprendería que esto fuera simplemente una forma de atraernos a nuestras familias-

—¡Lo dijeron en una de sus estaciones de radio! —estalló una mujer, tan desesperada que se le había quebrado la voz—. ¡No se mentirían entre ellos!

El gemelo apretó su mandíbula, molesto por la interrupción y al mismo tiempo comprendiendo a la pobre mujer.

—No deben ser tan ingenuos para pensar que no estamos al tanto de lo que se comunican. Quienes se volvieron anómalos hasta alguna vez fueron parte del mismo ejército o ambiente político, saben ensuciarse las manos si hace falta —razonó Noah, pareciendo buscar la lógica dentro de todo el problema—. La realidad es, segunda ola o no, comprendo la preocupación de todos ustedes por sus familiares, cercanos o conocidos. El problema es que alterarnos acá no va a aportar en nada y siquiera sabemos si esto puede ser posible.

Alguien se hizo paso entre el montón y se paró delante de todos. Reconocí a Vincent de suerte, el ceño tan fruncido algo tan distinto en él.

—Entonces, si es falso, si no es cierto, ¿Por qué están hablando de buscarlos hasta casa por casa? —vociferó, la entonada tan grave que me puso los pelos de punta—. Es lo que informaron, ¿no? Cualquier joven o niño que muestre anomalías tendrá que presentarse frente a los puntos de recolección. ¿Habrán puesto esos puntos donde encontrarlos solo por una creencia?

Si había algo que había quedado más que en claro sin la necesidad de ser explícitos, era que esa tal "presentación" en esos puntos no iba a ser voluntaria. No había un individuo, o en este caso anómalo, que por su propia cuenta iría a las manos de quienes quieren eliminarlo. Entre que más hablaban y más emociones de mezclaban, yo no podía sacar la imagen de mi hermana atemorizada de mi mente.

En un rápido panorama, mis ojos cayeron en una mujer que me apretó todo el pecho en una presión inmensa. Parada entre el montón, los ojos vacíos y tensos, recordé que ella había sufrido mi miedo más grande. Había visto a su hijo ser llevado por los militares el día que habían hallado el campamento y no pudo hacer nada más que quedarse callada para no ponernos en riesgo a todos. Pálida, apagada y un ente entre los demás, me pregunté si ese sería mi futuro si Morgan saliera perjudicada.

Tuve que comenzar a respirar hondo antes de que el nudo se intensificara en mi pecho. Necesitaba respuestas, las suficientes para poder respirar y pensar que Morgan iba a estar sana, salva y normal en casa. Sabía que nadie de ahí iba a darme las respuestas concretas y más cercanas a la verdad, nadie de ahí sabía con exactitud nada. En cambio, solo una persona podía entender más que el resto y sin pensarlo, me hallé tomando las manos de Thomas y Claire para salir del montón de personas y apurarnos a la carpa del Doc.

—¿A dónde quieres ir? —Claire se tropezó en sus pies al querer seguirme el paso—. Tenemos que escuchar lo que dicen-

—El Doc es el único científico en este campamento. Nadie más que él sabe deducir si esto puede ser cierto o no —me mordí el interior de la mejilla para mantenerme lo más estable posible y me aseguré de levantar bien mis pies antes de llevarme puesta alguna rama o raíz—. No voy a esperar a que el resto me preocupe más.

El Doc había estado ausente en esa pequeña reunión, de igual forma estaba segura que estaría al tanto de lo que estaba pasando. Parecí estar en lo correcto cuando crucé la entrada a su carpa y lo encontré inclinado sobre muchas hojas borroneadas, anotando de acá para allá. Desde el otro lado de la mesa, pude ver la cantidad de signos de preguntas que estaban esparcidos por cada página.

Carraspeé la garganta antes de volver a hablar.

—¿Cuántas chances hay?

Las manos del Doc se resbalaron entre las hojas al levantar su cabeza, habiendo estado tan atento en sus anotaciones que no nos había escuchado. Hasta tuvo que acomodarse los lentes que casi se le deslizaron fuera de su tabique.

—¿Qué?

—¿Cuántas chances hay de que mi hermana sea una anómala? —fui directa al grano, nada en mí que no estuviera rezando e implorando para que me dijera la respuesta que quería. Apenas lo vi relamer sus labios, me apoyé en la mesa como él antes—. No...

—No es tan así, pequeña, no sé cómo- —se pasó la mano por el rostro, tan frustrado como todas las personas afuera y sin saber cómo explicar la situación del todo. Claire terminó abrazándome uno de los brazos y Thomas meció mi espalda—. Los niños son como esponjas, los preadolescentes también, absorben de todo los que les den para crecer. Están entrando en etapas de desarrollo y crecimiento, la pubertad y todos los cambios que vienen con uno. Puede ser que la anomalía se haya adherido a ellos, pero por su etapa de crecimiento no hubiera estado muy presente hasta que comenzó a pasar el tiempo.

Morgan estaba a meses de comenzar a ser una preadolescente. Ella misma había estado en contacto directo con la supernova por más que yo haya estado encima y cubriéndola lo más posible. Todo cuadraba perfecto para que me respondiera mi peor pesadilla.

Tuve el valor de levantar bien la cabeza para mirarlo al Doc.

—¿Mi hermana...? —tragué en seco el constante nudo en mi garganta y respiré hondo unas cuantas veces más—. ¿...podría serlo?

Si había algo a lo que estaba acostumbrada era al resto buscar palabras, a las miradas perdidas y tensas las cuales buscaban una respuesta dicha de la mejor manera para no dejarme anonada y frustrada. Estaba podrida de estar en esa carpa donde lo único que recibía o eran malas noticias o ansiedades que me pasaban por sobre la cabeza.

Hasta la mano en mi espalda se tensó cuando el Doc se incorporó.

—¿Habiendo estado en contacto directo con la catástrofe y siendo tan joven? —soltó un largo suspiro interminable que me dejó en claro lo que seguía antes de que lo soltara—. Sus chances son muy altas, pequeña, lo lamento.

Tuve que apoyar mi frente contra la mesa, tanto peso en mis hombros desmoronando mi postura hasta prácticamente caerme contra el mueble. El nudo en mi pecho se intensificó tanto que tuve que comenzar a morderme el labio, cualquier forma de buscar el control en mis venas. Sentía la preocupación corriendo por mis venas, de ida y vuelta como una carrera para llegar a mi pecho. Recordé lo que Noah le había dicho a los demás, que alterarme no iba a solucionar nada, el problema era que la imagen de mi hermana cerca de manos militares me ponía dura como una piedra.

Claire a mi lado no me soltó el brazo en ningún momento y la verdad es que se lo agradecí. La sentí moverse, una de sus manos agarrándome el pelo y moviéndolo a un costado.

—¿No hay nada que podamos hacer? —Thomas decidió romper el silencio, su pregunta distrayéndome e ilusionándome un poco—. Son niños, no podemos dejar que les hagan daño...

—Dudo mucho que quieran herirlos, Tom —suspiró, al instante habiendo recuperado mi postura y clavando mis ojos en el Doc—. Los jóvenes son manipulables, fácil de convencer e ingenuos. ¿Hace falta que explique porque querrían buscarlos?

Si no puedes derrotarlos, únete a ellos. O, en ese caso, ponlos en contra. A mi cabeza vino la inocencia de Morgan, la forma en la que había querido detenerme el día que hui de casa con Thomas. Que podríamos convencerlos de que yo no le haría daño a nadie. Cómo las cosas habían cambiado y que tan dulce ella era me preocupaba y decepcionaba mucho más de lo que alguna vez había pensado. Que ella perteneciera al mundo en el cual me habían succionado con el resto me rompía el corazón.

Me tuve que empezar a masajear las cienes por la nueva punzada en mi cabeza. El Doc se terminó acercando a mí y apoyó una de sus manos en mis hombros.

—Reconozco que hay una gran probabilidad de que tu hermana pueda llegar a tener una anomalía, sin embargo, por el momento roguemos equivocarnos. Esperemos no estar en lo cierto y que ella esté sana y salva con tu familia —me quiso animar, en cierta parte logrando el objetivo, pero fueron sus ojos inciertos lo que me dejó en claro que ni él mismo creía sus palabras—. Sabiendo que te tiene como hermana, no creo que sea una niña tonta y sabrá de donde esconderse y cómo comportarse.

Dulce e ingenua Morgan, era verdad que tampoco era una tonta. Mi único miedo era que se aprovecharan de su bondad, de su dulzura y que le sacaran esas características suyas. Me di cuenta lo parecidas que ella y Claire eran, inconscientemente mirando de costado a la morocha que había entrelazado sus dedos entre si alrededor de mi muñeca. ¿Habría obtenido mi hermana una anomalía tan suave como la de Claire? ¿O qué?

Meneé la cabeza al instante. Tenía que creer e implorar que era fuera únicamente una niña de doce años y que nada más viajaba por sus venas. Que estaba bajo el cuidado de mis papás y que ellos harían lo posible para que eso se mantuviera así en el peor de los casos.



[...]


Lo que restaba del tenso día fue como un borrón. Cada cosa que me decían me entraba por una oreja y salía por la otra, cualquier cosa que hacía parecía que era por estar en piloto automático. En mi mente no había lugar para nada más que la silueta de mi hermana y la constante pregunta de podría ser qué sí. Ni con el Doc tratando de distraerme con unos simples testeos pude salir de mis pensamientos, se terminó rindiendo a la quinta vez que el frasco de vidrio se cayó y me dejó salir de la carpa. Thomas y Claire me esperaban afuera junto a Luna, Aiko y Jacob, pero los seguí de largo y me fui directamente a mi carpa. El único lugar que me daría más privacidad que cualquier otro.

Me dejé caer con pesadez en mi hamaca, el bufido saliendo tan pesado de mi pecho y la incertidumbre poniéndome todavía más inquieta. Los demás entraron después de mi y se esparcieron por el pequeño espacio de la carpa para poder sentarse. Más allá que no había más que decir, Jacob parecía más callado de lo normal. Tuve hasta miedo de preguntar por qué.

Thomas me palmeo las rodillas para que las deslizara hasta mi pecho y hacerle lugar en mi hamaca. Su peso nos balanceó a ambos y al chocar miradas me sonrió de costado.

—¿Quieres hablarlo?

Me encogí de hombros.

—No hay mucho más que hablar —me abracé las piernas y apoyé mi mentón—. Las probabilidades son muy altas, mi hermana literalmente estuvo al aire con la nube esa. Lo único que puedo hacer es rogar para equivocarme y que se esconda.

Thomas y Claire asintieron, el tema fue que, a diferencia de ellos, Luna, Aiko y Jacob compartieron una mirada que me hizo inquietarme muchísimo más. Luna palmeó sus piernas cruzadas.

—Ojalá fuese así tan fácil, Tay, creo que de ser así no habría tanta locura en este momento —largó, sus dedos golpeando su pantalón, claramente incómoda—. Lamentablemente es más difícil que sólo eso...

—¿A que te refieres? —saltó Thomas, tan confundido como yo y Claire que acariciaba unas flores que habían bajado del techo.

—Se fueron con el Doc antes de oírlo, antes de que pudieran nombrarlo del todo bien y que explicaran que fuera —tragó pesado y me miró directamente a mí al seguir—. Hay un detector de anómalos. No sé como hicieron, no sé como llegan a ese nivel de tecnología cuando antes no podían hacer funcionar bien un modem de internet. Pero lo lograron.

Si ya antes estaba inquieta, en ese mismo momento tenía toda intención de levantarme de ahí y salir corriendo en dirección al pueblo para buscarla a Morgan. Lista para saltar de la hamaca y despedirme del resto, me detuvo el único pensamiento que corrió por mi cabeza que fue tu anomalía. Más allá que estaba descontrolada, que no tenía ni un plan coherente ni la confirmación que me concretaba que sí o sí Morgan era una anómala, yo no podía arriesgar al resto. Ni a los anómalos que convivían conmigo, ni a los humanos que trataban de vivir una vida ordinaria en el pueblo.

Estaba podrida de la sensación de ahogo en el pecho, estaba cansada de todo. No quería sentir más la responsabilidad en los hombros y que me detuviera de tantas cosas.

No supe si siguieron hablando, los escuchaba barbullar entre sí tan por lo bajo que me pregunté si estaban tratando de que yo no los escuchara. Alto y en claro o no, mi cabeza volvía a mi pobre familia, a mi hermana y lo que les dolería que separaran la última parte que nos quedaba. Fue por inercia agarrar la foto que seguía colgando de las paredes y apenas la miré bien, rogué y rogué para que nada malo les pasara.

Mi estomago se retorció en preocupación, en angustia, y tragué con fuerza la presión que me causó. Fue la misma que esa mañana, la misma que estaba segura que me estaba avisando esa noticia asquerosa, y entonces me quedé callada. No era algo mío, mi cuerpo no me iba a avisar de una mala vibra. De hecho, era mi anomalía que me lo había avisado. Lo que Noah me había dicho de oírla y tratar de comprenderla fue lo que me hizo darme cuenta que el presentimiento había sido por ella.

Mentalmente le agradecí la precaución, no habiéndola entendido y captándola muy tarde. Aprecié el gesto.

—¿Me estás escuchando?

Me giré en dirección de la voz, encontrándome a Luna inclinada en mi dirección y agitando su mano frente a su rostro. Todos parecían listos para salir de la carpa a excepción de Thomas y de mí.

—¿Eh?

—Vamos a acompañar a Claire a que ayude en algo en su puesto de agricultura, ¿quieres venir? —preguntó. Fue inconsciente negar con la cabeza, Luna no presionando más y saliendo de la carpa con Aiko y Jacob, quienes esa tarde decidieron competir por quien era más callado.

Claire se acercó para agacharse y darme una pequeña sonrisa. No me sorprendió que me tendiera una flor en mi dirección y le sonreí en una pequeña mueca.

—No vamos a tardar mucho, ¿sí? No quiero que estés sola —confesó, sus mejillas tomando color y se giró hacia Thomas—. ¿Te quedas con ella?

Él asintió.

—Librarse de mí no va a ser tan fácil —bromeó y Claire se rio con él antes de salir de la carpa y dejarnos solos en mi hamaca. Mientras que mi atención estaba únicamente en la flor lila que estaba en mi mano, sentí la presión de la mano de Thomas en mi pantorrilla—. ¿Qué tanto pasa por esa cabeza tuya?

—Tantas cosas que no puedo nombrarte todas —reconocí, los pétalos de la flor tan delicados contra mis dedos—. Es demasiado en mis hombros, y cuando creo que algo poco a poco se libera, es como si un huracán pasa de vuelta y desordena todo lo que pude llegar a acomodar...y ni empecemos con el desastre de mi anomalía...

Se quedó callado al escucharme, probablemente dejándome el espacio para soltar lo necesario y al mismo tiempo pensar lo que dijera. Era tan sencillo tener una conversación con él, esa que uno necesita un guía que pueda aconsejar y opinar para algo mejor. Solo con él o con Claire podría haberme abierto así, como también alguna vez lo hice con Jamie. Me pregunté que pensaría ella de toda la situación de Morgan ahora y que haría en mi lugar sabiendo cuanto ella adoraba y extrañaba a la suya.

¿La iría a buscar? ¿O dejaría que la suerte decida por ella?

Para cuando reconocí que no tenía más que agregar o decir, me acurruqué contra la hamaca hasta prácticamente empezar a empujar a Thomas fuera de ella. Mantuvo el silencio por unos cuantos segundos, absorbiendo todo lo que había tirado al aire sobre mi anomalía, mi hermana y la responsabilidad que sentía, y cuando se incorporó, su ceño se mantenía tenso.

—¿Tay? —no hice nada más que levantar un poco mi cabeza para mirarlo, una seguridad en él que apareció de la nada misma—. Quiero que sepas que decidas lo que decidas, yo estoy. Sin dudas.

Ladeé la cabeza.

—¿Qué estás diciendo? —verdaderamente no estaba comprendiendo a qué se refería. Soltó un suspiro frustrado y apoyó su brazo en mis piernas.

—Decidas lo que decidas, y hagas lo que hagas —apretó su agarre en mi rodilla y me sonrió de lado—. Voy a estar al lado tuyo.

Mis hombros se relajaron al escucharlo, mi mano por instinto agarrando la suya y dándole un apretón. Sabía que no iba a estar sola, nunca había sido mi miedo, sólo que no había pensado cuánto iba a necesitar su apoyo en el plan descabellado que corría por mi mente como una opción.

Solo esperaba que no fuera necesario.


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