[32]
Había sido como si las esposas que me habían retenido tanto tiempo se habían esfumado.
Todo era más simple, más básico, más natural en cierto lado. Solo pensar en lo que quería hacer y se armaba frente a mí en el mismo instante. Sin pinchazos, sin dolores o esfuerzos. Era como si lo hubiera sabido de nacimiento y había sido cuestión de desatarme que todo fue como siempre tendría que haber sido. Como un impulso.
El Doc anotó cada progreso que pudo ver, muchas más hojas sumándose a las que ya tenía. Mientras que mis dedos brillaban con mi anomalía, él se había hecho cargo de evaluarla, de mirar como ahora podía subirse hasta por mis codos por la intensidad -algo que me sorprendió hasta a mí- con lo cual pudo notar la diferencia notoriamente en cuestión de segundos. Mi anomalía había sido liberada de mí y el problema ahora era saber cuál era mi límite.
Por más que comprendía que lo que había hecho, sin querer, en el campamento había sido necesario e involuntario, eso no me sacaba la voz en la cabeza que me repetía lo asquerosa que me había vuelto. Como si el mismo polvo que había visto hubiera estado en mis manos, las veces que las palmeé contra mi regazo como si pudiera limpiarlas fueron infinitas. Necesitaba algo que me callara la cabeza unos segundos y las pruebas del Doc la opacaron un poco.
Sentada en el banquito frente a él, hizo que uno de los tantos frascos que tenía volara en su dirección y cayera en su palma. Lo tendió hacia mí para que lo tomara.
—Necesito que te concentres ahora —pidió, su anotador en mano y lapicera lista—. Lo que quiero que hagas ahora, es que busques la energía de ese frasco.
Lo miré con la cabeza ladeada.
—Me tienes que estar cargando —me quise reír, pero él parecía estar serio—. Es un frasco.
—Que tiene su energía material y forma parte de tu ámbito en este momento —señaló—. Quiero que cierres los ojos y te enfoques en sentirlo.
No teniendo otra que hacerle caso, me sentí ridícula con el brazo tendido y el frasco en la mano al cerrar los ojos. Concentrándome en mis alrededores, el ruido de fondo de los demás integrantes lejos de la carpa y de los pájaros que volaban por sobre nosotros, me enfoqué en lo que estaba en mi mano. El frío del vidrio contra mi piel, lo pesado que era en mi palma y lo áspero que era el corcho que lo tapaba. Balanceándolo en mis manos para tratar de buscar algo más, abrí uno de mis ojos para ver si algo pasaba.
Solo pude encontrarme con el rostro del Doc como perro enojado.
—Tienes que concentrarte.
—Me estás pidiendo demasiado.
Pese a que rodó los ojos, la pequeña risa que soltó me hizo sonreír levemente antes de volver a lo que me había pedido. Una vez más concentrándome en el frasco, en el vidrio, en el corcho, en el peso que tenía en mi mano y cómo mis dedos lo circulaban, en un suspiro el sentimiento en mi pecho pareció expandirse. Antes de siquiera poder pensar que estaba cruzando mi pecho, mis ojos se abrieron al no sentir el frasco en mis manos y en el susto de verlo flotar con un haz de luz, me hice hacia atrás en el mismo momento que el objeto había comenzado a caer.
El Doc tuvo los reflejos de detenerlo con una mirada y, el objeto intacto, flotó de vuelta a sus manos.
—Lo que me esperaba —bufó, haciendo unas anotaciones más y mirándome de vuelta para hallarme más confundida—. Manipular la energía no solo significa crear o destruir, también puede ser traslación y desaparición. Por eso puedes volverte invisible y lo que tocas, porque sientes el tacto de estos o puedes percibir su energía. Absorción y expulsión.
La ironía pareció brotar de mi boca.
—Tendría que haber venido con un manual de instrucciones.
Tiró la cabeza hacia atrás al empezar a reírse, mi humor extraño en situaciones tensas habiendo aflojado un poco el ambiente. Sin importar que entre él y yo no había tanto trasfondo como con Sue Lee, o situaciones sensibles con otra persona, era difícil tratar de aliviar el momento después de soltar la bomba sobre lo que mi anomalía había causado. No solo había sido difícil para mí oírlo, sino que haberlo dicho también había sido una carga. La forma en la cual trataron de decírmelo me lo dejaba en claro.
Cuando pudo recuperar la compostura, dejó el frasco de vuelta donde había volado.
—Hay tantas cosas que queda por descubrir contigo, porque tu anomalía puede abarcar tantas cosas que pueden ser hasta incontables —sonó emocionado por aprender, y la verdad, era que una parte de mi se ansiaba por saber que más cosas podía hacer. Tanta emoción como también miedo—. ¿Puedes manipular la energía del resto? Puede ser, con Logan creo que lo hiciste. ¿Podrías mover objetos más grandes que un frasco con solo gesticular? No lo sé. ¿Podrías leer pensamientos? No tengo la menor idea —suspiró, sus brazos cayendo sobre su anotador—. Todo tendrá que ser prueba y error.
Me masajeé la frente, mucha información comenzando a drenarme.
—Lo que falta es que pudiera volar —me mordí el labio inferior, sin poder imaginarme la situación.
—¿Por qué no? —saltó el Doc, mi broma pareciendo haber tomada enserio—. Puedes levantar un objeto, no me sorprendería que puedas levantarte a ti misma.
No sabía si el agotamiento que poco a poco estaba comenzando a sentir era por toda la situación de estar probando mi anomalía constantemente por las últimas horas, o por como mi cabeza no podía dejar de procesar toda la nueva información. Se debió de haber notado en mis gestos, el Doc frunciendo su boca y moviéndose de donde estaba para dejar su anotador en una mesa.
Para cuando volvió hacia mí, cargaba con una sonrisa amable.
—Dejemos las demás preguntas para otro día, creo que hoy ya fue un día largo para ti —apoyó una de sus manos en mi espalda y me acompañó a la salida—. Lo único que te voy a pedir es que trates de mantenerte al límite con cualquier situación que pueda alterarte, ¿sí? Cualquier tipo de emoción que sea demasiado.
Un largo suspiro salió de mi pecho, lista para salir de esa carpa y tomar algo de aire fresco.
—Gracias, Doc —le sonreí de costado—. Por todo.
Palmeó mi hombro con cuidado.
—No hay de qué, pequeña.
Las horas habían pasado rápido dentro de la carpa, las primeras horas de la noche habiendo llegado y las estrellas tomando su lugar en el cielo oscuro. Caminé por el oscuro campo de entrenamiento, mi cabeza todavía procesando todo y solo dejándome sentir la tediosa sensación de las manos sucias. Del peso en mis hombros era más una responsabilidad que un castigo. La realidad era que solo quería meterme en mi carpa y esconderme en mi cama-hamaca antes de tener que explicar todo lo que me habían dicho.
Mi suerte no pareció querer estar de mi lado ese día, y habiendo estado mirando al piso, solo llegué a reconocer los pies de alguien frente a mí antes de chocarnos. Apenas mis ojos encontraron la cabellera rojiza y la mueca de asco, que supe que mi noche no estaba ni cerca de ser mejor.
—Supongo que la bella durmiente ya pudo despertar, ¿eh? —sonrió Anna, claramente burlándose de mí y cruzando sus brazos. Los demás integrantes parecían estar en el comedor cenando mientras que otros estaban yendo derechito a sus carpas—. ¿Quieres que también te cantemos sana-sana colita de rana?
Verdaderamente el mundo me estaba probando.
—¿Qué quieres, Anna? —bufé, cruzándome de brazos y sin paciencia—. No hablamos nunca y solo peleamos al entrenar, ¿por qué no lo dejamos así?
—Porque no me apetece —frunció su boca hacia un costado, un rápido vistazo de arriba hacia abajo y rodó los ojos. El buzo pareció molestarle el doble—. Estoy harta de que seas la favorita.
Me quise reír en su cara.
—¿Perdón? ¿"La favorita"? —escupí, teniendo que respirar hondo dos veces antes al recordar las palabras del Doc. Pobre tipo no se había pensado que una idiota se iba a cruzar en mi camino y probar mi paciencia—. Te recuerdo que justamente soy lo contrario, más que nada en los ojos de Sue Lee.
—No me voy a comer tu cuento de víctima, Taylin —gruñó de vuelta, dos pasos en mi dirección que me hicieron erguir la espalda en alerta—. Desde que llegaste lo único que quisiste hacer es volverte el centro de atención y destacar de todos para llegar a lo alto del campamento. ¿Enserio piensas que me voy a tragar tu acto inocente y pensar que no podías hacer antes lo que hiciste hace unos días?
Esta chica no podía ser más imbécil, fue lo primero que se me vino a la mente cuando me quedé mirándola.
—Si verdaderamente quisiera llegar a ese nivel de alto, ¿no habría mostrado mi anomalía en un principio? —me mordí la lengua para no rebajarme a insultarla, pero la verdad era que me lo estaba poniendo difícil—. No hay ningún acto ni jueguito, no tengo razones para querer llegar alto. Solo quiero ser como el resto y dar mi ayuda en el campamento.
—No te creo.
—Tampoco voy a probarte nada, no tengo porqué —apenas sentí la adrenalina en el pecho me alejé de ella con unos pasos hacia atrás. Podría estar fastidiándome, pero no tenía por qué herirla ni nada por el estilo.
Ella se rio al ver lo que hacía.
—Por favor —se rio, como si algo obvio estuviera cruzando su mente—. Tendrías que esforzarte tanto más para poder dañarme.
—No me pruebes —siseé y ella se volvió a reír. Tuve que cerrar mis manos en puños cuando, de vuelta, se volvió a acercar.
—No, de hecho, me gustaría —sonrió, uno de sus dedos apoyándose en mi pecho y apretando—. Vamos a ver que tanto favoritismo te quedaría si hirieras a otra pobre e inofensiva integrante que estaba volviendo a su tienda.
Me mordí la lengua para no volverle a seguir su provocación, sin embargo, las ganas de arrancarle todos los mechones del pelo estaban siendo más fuertes. Sin decirle nada más, caminé a su lado evitando hasta rozarla, lo cual pareció molestarle, porque antes de verlo venir, mis manos lograron atajar mi cuerpo antes de que mi rostro chocara contra la tierra.
La sentí pararse a mi lado en el mismo instante que yo contaba hasta diez antes de girarme y caer en lo que ella quería.
—No puedo creer que vayas a seguir con tu cuento patético.
Antes de que pudiera responder algo, unos pasos pesados se escucharon cerca, y girándome lista para soltar algo, no la encontré por ningún lado. Tenía el corazón en la garganta y una sarta de barbaridades en la punta de la lengua.
Los pasos se detuvieron a mis espaldas.
—¿Se puede saber qué haces en el piso? —al mirar hacia arriba, los ojos de Noah estaban por sobre mí con su cuerpo inclinado en mi dirección. Me levanté lo más rápido que pude, mirando con rabia hacia donde Anna había estado antes, y después me volví hacia él—. ¿Estás bien?
Apretando la mandíbula, asentí.
—Solo me tropecé —mentí, mis dientes crujiendo entre sí al tratar de relajarme. Mis ojos cayeron en el plato de comida en sus manos y ladeé la cabeza—. ¿Ibas a comer a algún lado?
—Te lo estaba llevando a la carpa, pensé que seguías ahí —caminó a mi lado y se sentó en uno de los troncos que estaba cerca de la fogata. Todavía tratando de tragarme los latidos constantes en mi garganta, me senté al lado suyo y tomé el plato que me estaba tendiendo—. Vomitaste todo tu almuerzo, tienes que comer de a bocados pequeños, pero por lo menos llenar tu estómago con algo.
Me quedé mirándolo unos segundos, mi corazón volviendo a latir desaforado solo que esa vez se sintió en mi pecho, en mi estómago como cosquillas y en el rostro que de seguro había tomado un poco de calor. Un poco afortunada por la noche que no lo dejaba tan obvio, hice caso a lo que me pidió y con bocados pequeños fui vaciando el plato de comida. Tuve que retenerme varias veces para no devorarlo, el haber devuelto y no haber vuelto a comer horas después me había abierto el apetito como un animal desaforado.
Notando que en lugar de la remera de mangas largas se encontraba su usual camiseta sin, me incliné para ver su piel con la poca luz que daba el fuego apagándose.
—¿Ya pudieron curarte bien? —le pregunté, él asintiendo y atizando el fuego—. No me dijiste que las tenías ni cómo.
—Porque no lo quise decir. Solo Olivia lo sabe —relamió sus labios, pasando sus dedos por su pelo para acomodarlo, y después se giró para verme. Con un suspiro, soltó—: Fue Tom.
Por poco no me atraganté con el bocado que estaba masticando.
—¿Qué?
—Él no lo recuerda ni tampoco voy a decírselo —bufó, ladeando su cabeza hasta apoyarla contra su puño—. Los militares hallaron la forma de activar y desactivar nuestras anomalías. No solo con ese instrumento raro que tienen, sino que las esposas que nos pusieron podían tener el mismo efecto. A la vez que a mí me habían puesto unas que anulaban mi anomalía, a Tom le pusieron una que lo activaban.
Recordé como había hallado al otro gemelo Parker colgando de sus manos y tuve que alejar el plato cuando sentí un retorcijón dentro de mí. Después de una rápida pasada a sus brazos, totalmente curados, después volví hacia su rostro al unir los puntos.
—Hicieron que tu propio hermano te torturara...
—En busca de información —agregó—. Se acordaban de mí, muchos de los que estaban ahí habían estado conmigo en la correccional. Supieron que estaba al tanto de todo el grupo y quisieron que soltara la ubicación de nuestro campamento y si sabía de más.
Por un milisegundo, no me arrepentí de haber estallado con mi anomalía, ni del polvo que hice volar ni nada. Se sintió vil la sensación de satisfacción, no debería ni siquiera haberla pensado, pero ver como habían abusado de esa autoridad y hacer que un par de gemelos se hirieran entre sí me daba mucho más asco. Dejé mi plato con solo un poco de sobras, no podía caber más tras escuchar lo que había pasado.
En mi silencio, me codeó suavemente.
—No te preocupes, me desmayé antes de que pudiera siquiera decir dos palabras —siseó en broma, sus dedos trazando la piel de sus brazos—. Digamos que Tom es más fuerte de lo que parece.
—Te creo —le sonreí de costado, abrazándome el cuerpo cuando una ráfaga de viento me heló los tobillos—. Pero, ¿por qué no se lo dijiste?
Se encogió de hombros.
—Porque no haría nada más que hacerlo sentir peor —contestó, mirando por sobre su hombro, probablemente asegurándose de que su hermano no estuviera cerca—. Ya se sentía bastante culpable de no haber podido volver bien cómo te lo había prometido y peor cuando se enteró de lo que te había pasado. No tenía por qué agregar más en sus hombros.
—Comprendo —suspiré, la sensación de tener mucho peso en mis hombros bastante familiar—. De igual forma, creo que eso es algo que no vas a poder evitar mucho. A cada uno nos toca la cucharada de medicina que viene prescrita.
Sus ojos almendrados se clavaron el mí al escucharme y frunció su boca hacia un costado. No hizo falta que aclarara más nada, la realidad era que a todos nos iba a caer la ficha de responsabilidad cuando nos tuviéramos que volver a defender, que claramente iba a pasar. La paz era momentánea, mientras que los militares nos sigan cazando, no podría volverse nunca duradera.
A lo lejos unas voces me llamaron la atención, y mirando por sobre el pelo de Noah, reconocí a las tres chicas que se dirigían en dirección a donde estaba nuestra carpa. Hasta ese mismo momento no me había puesto a pensar que tendría que encararlas y contar todo lo que me habían dicho, de lo que había hecho, y me sentí como una nena cuando llevé mis rodillas al pecho como si quisiera esconderme.
Noah frunció las cejas al ver mi reacción y solo pude morderme el interior del labio.
—Van a preguntarme que pasó, que fue lo que me dijeron y todo eso —me miré los pies, el agotamiento en mí todavía más presente—. No estoy lista para poder repetir todo lo dicho cuando siquiera lo puedo terminar de asimilar.
Sabía que me seguía mirando, lo sentía entre el cosquilleo en el estómago como también con los pelos de la nuca erizados. El día se volvía más largo y más denso al pensar en todo lo que había pasado y lo que me quedaba por pasar, lo único que añoraba era poder meterme en mi cama, cerrar los ojos y tratar de esconderme en la oscuridad del sueño.
Cuando la mano de Noah cayó en una de mis piernas, el cosquilleo en esa zona se esparció por toda mi pierna.
—Jacob y Tom están de guardia toda la noche de hoy, no va a haber nadie en nuestra tienda —con la poca luz que el fuego seguía dando, pude ver el tono rojizo en sus pómulos—. Hay dos camas libres, estoy seguro que a los chicos no les va a importar.
Se me aceleró el corazón como si hubiera tomado tres tazas de café, tan rápido que inconscientemente me llevé la mano al pecho como si pudiera retenerlo. La salida perfecta para poder evitar que mi noche se alargara, lo cual me hizo asentir sin pensarlo bien del todo y él me sonrió en una mueca antes de levantarse y tomar el plato que había dejado a mi lado.
—Voy a devolver esto al comedor y te muestro donde queda.
Lo vi desaparecer entre las carpas, en los pocos segundos que me quedé sola replanteándome si era buena idea lo que había decidido. Entre todo el suceso y entrenamiento con el Doc, que me había recomendado alejarme de situaciones donde me llevaran al límite, y la escenita que Anna había montado hacía unos minutos; no supe que pensar. El problema fue que toda duda se esfumó cuando lo vi volver, pasando a mi lado y apoyando una de sus manos en mi espalda para guiarme con él.
Nos quedamos el silencio en el corto trayecto a su carpa, que estaba del otro lado de donde estaba la mía, rozando los límites del campamento y comienzos del bosque. Me ayudó a entrar, haciendo a un lado la tela que tapaba la entrada, y me encontré con una carpa prácticamente igual que a la mía. A diferencia de la que yo conocía, esta no tenía flores colgando por todos lados.
Señaló una de las hamacas que estaban en el lado izquierdo apenas estuvimos los dos dentro.
—Esa es la de Tom y la que está al fondo la de Jacob —dijo, acercándose a la que no había nombrado, que era la suya, y sentándose en ella—. Elige la que quieras, la que te venga más cómoda.
Masticando el interior de mi mejilla, me acerqué a la que estaba más cerca, que era la de Tom, y me senté en ella con cuidado. Noah se había sacado sus zapatillas y dejado a un lado, algo que copié en silencio, y cuando quise preguntar si tenía algún pantalón que pudiera usar, me quedé sin aire al ver como se había sacado la camiseta.
Decir que me quedé sin aire y que las cosquillas en mi vientre empeoraron fue decir poco. Noah colgó la camiseta en una de las raíces y se volvió hacia mí al ver que me había quedado quieta.
—¿Todo bien? —lo escuché alto y claro por más que lo había susurrado, el silencio de la noche permitiéndome que lo escuchara más alto. Estar tan lejos del centro del campamento parecía estar como a dos kilómetros de distancia del ruido. No pude hacer más que señalar a los jeans sucios que seguía usando y él se volvió a parar—. Déjame ver si encuentro algo que pueda servirte...
La luz de la luna pareció meterse entre los orificios de las raíces que formaban la carpa, y por pocos de ellos, pude ver la piel de su espalda al agacharse frente a una mochila que colgaba detrás de su hamaca. Los músculos de su espalda se tensaron y relajaron al mismo paso que su brazo movía cosas en la mochila y yo tuve que mirar hacia un costado por el calor en mis mejillas que me hacía ahogarme en el buzo.
Tendría que haber escuchado al Doc, me repetí. Esto me llevaba al límite.
Noah se volvió a levantar y caminó hacia mí, una prenda en sus manos que estiró frente a mí y parecía ser unos shorts de basquetbol negros de algodón y los dejó en mi regazo.
—Son viejos y no suelo usarlos nunca, dudo mucho que me entren —se burló, yo peleando por mantener mis ojos en su rostro y no en su pecho desnudo frente a mí. ¿Eran los orificios de la tienda lo que le hacía parecer tener abdominales o enserio eran de verdad? —. Voy a mirar para otro lado, no quiero molestar.
Había vuelto a caminar hacia su hamaca y se mantuvo parado dándome la espalda, agitando su pelo mientras que esperaba. Yo estuve por caerme de la hamaca al sacarme el jean y dejarlo a un lado, y probablemente me podría haber puesto el tal short al revés por lo rápido que me lo puse. No obstante, mi atención estaba en la espalda frente a mí y, como al gato lo mató la intriga, me encontré caminando hacia él apenas terminé.
Mi mano titubeó en el aire antes de que mis yemas rozaran la piel de su espalda, sorprendentemente suave, y todos los músculos en él se tensaron. Lo vi girar su cabeza para mirarme sobre su hombro, su respiración tranquila y honda, los hombros ensanchándose al inhalar y cayendo al exhalar. Mi mano pasó por sus omóplatos, por los huesos marcados en los costados de sus hombros hasta que de a poco se giró hacia mí, su pecho frente a mis narices, y sentí que me temblaban las rodillas cuando sus dedos habían agarrado mi cadera por inercia.
Mis ojos hallaron los suyos en la oscuridad y fue como la última ficha cayendo en su lugar.
—Tay...
Su boca llegó a modular mi nombre antes de que mis dedos, habiéndose metido en el pelo de su nuca, tiraran de él y lo bajara hasta mi altura, atrapando sus labios en los míos en un beso que me nubló todo tipo de sentido que no fuera él. En las puntas de mis pies e inclinada totalmente hacia él, me perdí en el baile en el cual nuestras bocas comenzaron a tener y me ardió hasta el último rincón de mi ser.
Besarlo era como acariciar el fuego que por tanto tiempo había ardido en mi pecho.
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