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[31]

Recibí al silencio con los brazos abiertos, con la sensación de calma presente en el pecho y el continuo golpeteo de mi corazón avivando el calor en mis venas. Nunca me había permitido sentir la cercanía de alguien más de esa manera, o en sí nunca me había puesto a pensarla, pero apagar los pensamientos que iban de lado a lado en mi mente fue lo que me hizo respirar hondo y relajarme. Solo por unos minutos.

Sentí los ojos de Noah moverse de mí a sus piernas estiradas y después volver hacía mí, mientras que yo cortaba en pedazos la manzana y la iba comiendo. Se podría decir que nos quedamos escondidos del resto, yo habiendo nombrado la incomodidad de las sonrisas y toques cuando había ido hacia el comedor, y él había parecido sufrir lo contrario. En lugar de sonrisas, se encontraba con muecas decepcionadas o miraban para otro lado.

Se encogió de hombros cuando lo mencionó.

—Tienen toda la razón en hacerlo —concordó, un suspiro pesado en su pecho que largó y tiró su cabeza hacia atrás—. No cumplimos con nuestra palabra y muchos sufrieron.

—No pensaron que iba a ser así —me relamí los labios, queriendo buscar la forma de suavizar la situación, pero sin dejar de estar de acuerdo con los demás integrantes—. ¿Quién diría que los atraparían así de fácil?

Me miró de costado.

—Tú lo hiciste —recordó—. O bueno, se lo dijiste a Tom, nos metimos en la boca del león esperando domarlo. Nos olvidamos de los instintos primitivos que suelen tener.

No era algo muy usual verlo reconocer sus errores, los hombros un poco caídos y la constante seriedad en sus facciones, por más que usuales, que dejaban en claro qué tan avergonzado estaba del fracaso. Peleé contra la necesidad de apoyar una de mis manos en su rodilla, buscando conformarlo en cierto lado, y en lugar de eso me encontré cortando un pedazo de mi manzana y tendiéndoselo a él.

No dijo nada al agarrarlo y mandárselo a la boca. Yo me quedé mirándolo, arqueando una ceja curiosa al ver unas mangas largas en él -que nunca había visto, siempre andaba sin mangas- y me mordí el labio inferior.

—De ser así, dije muchas cosas —apoyé mi espalda contra el tronco detrás nuestro y corté de vuelta la manzana—. No quiero ponerle limón a la herida, pero no tendrían que haberme dejado atrás tampoco.

No me animé a encontrarme con sus ojos almendra a pesar que los sentía encima.

—Solo quise cuidarte-

—Sé que sí —lo interrumpí, el calor en mis mejillas sofocándome un poco y escondiéndome detrás de la maraña que se suponía que era mi pelo—. Pero no puedes tomar decisiones ajenas, así como no lo hiciste con Tom, no tendrías que haberlo hecho conmigo.

No hizo nada más que asentir, sus dedos jugando entre sí a prenderse fuego y deshacerse en el mismo momento. Lo vi tensar su mandíbula unos pocos segundos y después me dio una mirada de soslayo, relajando su rostro al verme sonreírle de costado y tenderle uno de los últimos pedazos de manzana que me quedaban.

—Se supone que tendrías que estar comiéndola toda... —me reprochó, de igual forma tomando el pedazo—. Necesitas recuperar tu energía.

—Comí mejor de lo que no comía hace meses —me reí, masticando el último pedazo y enterrando el tronco de la manzana, como Claire me había enseñado una vez, para fermentar la tierra—. Unos pedazos no van a hacer la diferencia...

—Después de lo que pasó, podría ser —decidió sacar el tema, mis ojos en seguida él con toda la paz en mi pecho esfumándose en el aire al mismo tiempo.

Él sabía.

—¿Qué pasó, Noah? —relamí mis labios, rogando que él no fuera como los demás y me dijera—. Nadie me lo quiso mencionar y lo único que me dejaron en claro fue que hice algo muy serio. Tanto así, como para que solo el Doc pueda explicármelo.

Reconocí los gestos que estaba haciendo apenas terminé de hablar.

—Taylin-

—Por favor no seas como los demás —le hablé encima, mi preocupación tiñendo mis palabras—. Necesito saber que pasó y saber que no herí a nadie importante. Necesito que me lo digas de ser lo contrario.

Más allá de tener que rogarle con palabras, también lo hice con los ojos. No se los saqué de encima, encarando los suyos almendrados que, a diferencia mía, se encontraban fruncidos en duda. Me estaba mordiendo el interior del labio para tratar de calmar la incertidumbre en mi pecho, la duda comenzando a ser demasiada, hasta que una de sus manos se estiró hacia mí y me tomó de la barbilla con cuidado.

Hasta se había inclinado hacia mí, dejando espacio entre nosotros y sólo para mirarme lo más fijo posible.

—No heriste a ninguno de nosotros —fue lo primero que soltó, mi corazón y mente relajándose al oírlo—. Hiciste lo que tenías que hacer.

—¿Y qué fue? —presioné—. ¿Qué fue lo que hice?

Lo vi respirar hondo, su dedo pulgar debajo de mi labio inferior y dando una pequeña caricia que se sintió hasta en las cosquillas en mi estómago.

—La verdad es que no lo sé. Solo te vi a ti, una luz enorme emanando de tu cuerpo y lo único que sé es que, cuando te desmayaste, no me encontré con ningún soldado más y parte del campamento tampoco —soltó, sus palabras confundiéndome todavía más—. Por eso es que debes ir a hablar con el Doc, es el único que puede darte respuestas más concretas.

Me quedé sentada frente a él, tratando de asimilar sus palabras y solo pude fruncir las cejas, sin entender. ¿Había hecho desaparecer a los soldados? ¿Aparte de su campamento? Imposible, esa no era mi anomalía. Yo no podía hacer desaparecer gente. Recordaba la luz que él había nombrado, la memoria trayéndome otras como el sentimiento que me había dado y la sensación de libertad que me había agobiado. Y el grito. Me acordaba de haber gritado.

No lo pensé mucho al levantarme de donde estaba, la mano de Noah cayéndose de mi rostro, y empezar a caminar fuera del comedor. Lo escuché al otro levantarse a mis espaldas, sus pasos rápidos en mi dirección hasta que, antes de preguntarme que estaba haciendo, lo tomé de la muñeca y lo arrastré conmigo por todo el campamento hasta cruzar el campo de entrenamiento y encarar la carpa del Doc.

Noah se detuvo antes de entrar.

—No tengo porqué entrar —dijo, dando un paso hacia atrás—. Es algo personal.

—Quiero que entres conmigo —suspiré, mis dedos sin soltar su muñeca—. A fin de cuentas, de todos eres el que más conoce mi anomalía, ¿recuerdas?

Me sonrió de costado, meneando la cabeza al reconocer que era verdad, y después de un suspiro, caminó a mi lado hasta entrar a la carpa. Agachándonos cuando unas hojas volaron por sobre nuestras cabezas, no fue difícil encontrar al Doc y a Sue Lee mirando las páginas de a poco se habían acomodado en la mesa frente a ellos.

Por sobre los lentes que estaba usando, sus cejas se levantaron.

—Pequeña, que bueno verte arriba y mejor —fue lo primero que me dijo al encontrarme en su tienda. Le sonreí lo mejor posible, peleando con las ganas de saltar con cientos de preguntas.

—Gracias, Doc —agradecí, educadamente, y asentí en dirección a Sue—. Me dijeron tanto mis amigos como Sue que tenía que acercarme a hablar contigo sobre lo que...sucedió.

El Doc tomó una larga bocanada de aire, como si estuviese esperando mi presencia por solo esa intención, y compartió una mirada con su compañera antes de caminar hacia mí y arrastrar un banquito para mí. En silencio me senté, Noah trayendo otro para poder sentarse a mi lado, y el Doc cruzó la mesa para agarrar unas de las hojas y darles un vistazo antes de volverse hacia mí.

—Desde hace semanas que vengo anotando y estudiando tu anomalía, Taylin —comenzó, Sue Lee a su lado dándome miradas de costado—. Tenía una suposición sobre lo que podría ser, como muchas otras que tuve que fueron erróneas, y que solo al paso de tiempo y entrenamiento pude comprender que podría llegar a ser —juntó sus manos frente a sus ojos y me señaló con ellas—. ¿Te acuerdas de cuando atacaste a Logan Rudd? ¿Qué estuviste acá y hablamos un poco de tu anomalía?

—Habías mencionado que pensabas que, en realidad, tanto la invisibilidad como lo otro, podría ser de una sola anomalía —mencioné. El Doc asintió.

—Y qué, habiendo visto lo que había pasado, había supuesto que tu anomalía había eclipsado la de Logan —agregó. No sabía si cada palabra me ponía más ansiosa o más confundida—. Hasta ese punto mi teoría solo era una muy buena suposición que no tenía como confirmar. Hasta qué todos volvieron del campamento militar, en ruinas, y cómo tú habías sido quien había sido la causante.

—Aparte de, nombrando otras circunstancias que el Doc no estaba al tanto, fue también lo que ayudó a que por fin podamos comprender qué es lo que se encuentra dentro tuyo —continuó Sue, sus brazos cruzados en su pecho—. Es más grande de lo que pensamos.

¿Podría ser que mis manos se sintieran más pesadas? Como si la responsabilidad fuera más grande en mí, en mis manejos, fue inconsciente el mirarme los dedos. ¿Qué más grande podía ser de lo que ya pensaba que era?

—Muchos de los que estuvieron en la última pelea mencionaron que hubo mucha luz. Como si fuera un enorme haz de luz que te rodeaba —señaló el Doc, uno de sus dedos pasando por una de las hojas donde debería de tener anotado tal dato—. Dijeron que parecía a tu campo de fuerza, a tu protección. Tus manos lo tienen alrededor cuando usas tu anomalía, pero en este caso, dicen que estuvo alrededor de todo de ti.

Parpadeé unas cuantas veces.

—¿Qué tiene eso de relevante?

El Doc se sacó los lentes y los dejó en la mesa.

—Eso que emana de ti —tragó en seco—. Es energía pura. Tú energía. La que puedes manipular a tu favor y requisito.

Me quedó la boca abierta. Noah a mi lado pareció asentir, como si comprendiera la teoría y estuviera entendiendo tantas situaciones. La forma en la que me miró de costado me dejó en claro cuánto lo había entendido. Mientras tanto, yo pensaba que me estaban hablando en latín.

Antes de siquiera poder pensar alguna pregunta que pudiera explicarme del todo cómo podría ser, el gemelo a mi lado fue más rápido.

—Por eso puedes transformar ese haz de luz en un rayo de lo mismo —sus cejas se habían fruncido, nuevas ideas y comprensiones que lo habían dejado con la boca abierta como yo—. Por eso puedes hacer los campos. Porque es energía pura que te brindó la supernova. Esa es tu anomalía.

—¿Me estás diciendo que mi anomalía es...tener energía de más? —se escapó de mi boca, mirando a las tres personas que estaban creyendo tal teoría—. ¿Qué por eso mismo puedo volverme invisible? ¿Hacer campos de fuerza? ¿Y desaparecer soldados?

La forma en la cual Sue y el Doc compartieron una mirada al oír lo último me hizo cerrar la boca. Por más que muchas preguntas podrían haber seguido, solo una había reemplazado al resto en mi mente al reconocer la forma incómoda con la cual se habían mirado. La preocupación volvió como si hubiese sido inyectada en mi pecho.

Sin decir nada, fue obvia la última opción.

—Los soldados no desaparecieron, ¿verdad? —las palabras me pesaron en la boca, Noah a mi lado mirándome de costado y frunciendo su boca. Hasta él había parecido entender algo que yo no. El Doc me respondió solo meneando su cabeza y sentí que se me anudaba la garganta—. ¿Qué les pasó?

—Taylin... —Sue trató de hablar.

—No —la interrumpí, cansada de que nadie pudiera soltarlo como tendrían qué. Me quedaba solo una única idea y necesitaba la confirmación. Me paré del banquito y me acerqué a la mesa donde estaba el Doc—. Dilo.

—No es tan fácil, pequeña, déjame que...

Cerré los ojos, su respuesta dejándome todo en claro, y sentí que no podía respirar.

—Los maté —adiviné, tragando en seco cuando ninguno se animó a contradecirme. Mi boca balbuceó tratando de formular las siguientes palabras, y pareció costarme el doble de lo que tendría qué—. Mi anomalía mató a los soldados, ¿no es así?

Sue Lee se acercó también y apoyó sus manos en la mesa.

—No fue como lo piensas o parece —respiró hondo y sus manos gesticularon bastante antes de encontrar la oración justa para agregar. Tuve suerte de haber podido apoyar mis manos contra la mesa antes de caer sobre ella—. La energía es todo, ¿no? Tanto en objetos macizos como en ondas invisibles. La manipulación de este puede variar de tantas formas incontables e ilimitadas.

El Doc asintió con ella.

—No somos más que pura energía —agregó, dando un vistazo por toda su carpa y por nosotros. Cuando por fin se animó a mirarme fijo, sonrió con pena—. Y más allá de que haya podido ser una manipulación de esta, creo que lo que sucedió fue un estallido de tú energía, de mucha acumulación dentro tuyo por el poco uso que debería haber tenido. Y siendo demasiada, la ola emanó de ti con tanta fuerza que llegó a los soldados y parte del campamento.

—Por eso mismo... —habló Sue, sus ojos pasando de hoja en hoja, después volvieron hacia mí—. Con tanta energía saliendo de ti, tan pura e intensa, a quienes chocó directamente causó que se... deshicieran en el aíre.

Los había desintegrado. Sentí que me temblaron las rodillas, no por nervios o por inquieta, sino por el frío que me recorrió la columna hasta llegarme a las puntas de los pies. Fue como un balde de agua fría que me sacó el aire, me dejó rígida y sin poder pensar. Las palabras me recordaron a una vieja explicación que el Doc había dado hacía muchos meses, antes de llegar al campamento. O de que existiera uno. Antes de sentir la adrenalina en mis venas.

Encontré las palabras entre bocanadas.

—¿Hablas como si fuera una...?

Noah se paró a mi lado, pero miró solo al Doc.

—Como una supernova.

El silencio tenso que se formó entre nosotros no facilitó nada la presión en mis hombros y manos. Mis manos habían quitado vidas, fuera o no mi anomalía, había matado a decenas de personas. Sin importar si fueran soldados o no, el sabor agridulce de los hechos no me satisfacía en lo absoluto. Había salvado a mis compañeros, a mis amigos, a Noah, pero en mis venas cargaba un arma letal que en un estallido había desintegrado a quienes se habían cruzado en mi camino.

Se me revolvió el estómago en un retorcijón, y sin verlo venir, me lancé sobre lo que parecía ser un cesto y devolví todo lo que había logrado almorzar. Cada arcada intensificándose al tener el nuevo recuerdo de las nubes de tierra antes de desmayarme y darme cuenta que no era el polvo del elemento. Habían sido ellos.

Sentí que me levantaban el pelo, una mano en mi espalda que me brindó el calor suficiente como para que mi estómago se relajara y tratando de recuperar la respiración, otras dos manos me empujaron levemente hacia atrás para que me sentara en el piso.

Sue Lee me había logrado atar el pelo en lo que parecía ser una coleta y estaba tendiéndome un vaso de agua, una mueca compasiva en su boca. Noah continuó meciendo mi espalda mientras que de a poco tomaba sorbos del vaso, peleando todavía con el nudo en mi garganta.

El Doc, que había cruzado la mesa, se apoyó en ella al mirarme.

—Sé que debes sentirte horrible por la situación y el suceso, pero la realidad es que no sabías que podías hacer eso y nunca fue tu intención herir a nadie —su tono de voz sonó dulce, compasivo, algo que no merecía y, sin embargo, necesitaba escuchar. Como si pudiera borrar la culpa en mis hombros—. Defendiste a tus compañeros, protegiste a quienes aprecias, y salvaste muchísimas vidas por más que tomaras otras. Hiciste lo que tenías que hacer y está bien.

Sue Lee apoyó una de sus manos en mis rodillas.

—Nadie tiene las manos limpias hoy en día, créeme —también trató de calmarme, no obstante, con la seriedad de siempre y la dureza usual de ella—. No hay inocentes en esta guerra como tampoco hay culpables. Sobrevivimos como podemos.

Mis labios se aferraron al vaso de metal y se mantuvieron en seguir tomando a sorbos. No había nada que pudiera decir, ni de agradecimiento por su ayuda ni en duda por cómo habían podido adivinar la bomba de tiempo que cargaba en el pecho. Por más de medio año había pensado que mi anomalía era proteger y esconderme, que no tenía ningún tinte culposo. Sin embargo, ahí estaba, en un descontrol de mi parte habiendo sido como una segunda supernova. Me quería esconder del resto y correr donde no pudiera estar cerca de herir a nadie de vuelta.

El problema era que, con las palabras de Sue rebotando en mi cabeza, encontré la razón en ellas. Estábamos en una guerra, no habría porque haberla llamado de otra forma, y la única diferencia entre los otros y nosotros era que no habíamos elegido aquello. No teníamos otra opción más que defendernos y sobrevivir.

Queriendo levantarme del piso, quise tomarme del brazo de Noah y tirar de él, pero apenas mis dedos llegaron a rodearle la muñeca, su quejido me hizo sacar la mano. Sue y el Doc lo miraron con el ceño fruncido.

—¿Todavía sigues herido? —el Doc se acercó a nosotros y me levantó de un tirón, sin esperar a que me parara del todo habiendo agarrado el brazo de Noah y arremangado la manga—. Noah...

Mis ojos cayeron en lo que parecían ser hematomas oscuros esparcidos por su piel, al acercarme reconociendo el parentesco a unas quemaduras como si fuesen de primer o segundo grado. Me tembló la boca al volverme hacia él.

—Por favor dime que yo no te hice esto —se me apretó el pecho el pensar que lo había herido así. Él negó al instante, su boca en una fina línea y volviendo a acomodar la manga mirando de costado al Doc—. Me dijiste que estabas bien.

—Te dije que estaba mejor —me corrigió, soltando un largos supiro—. Tengo que ir más tarde para una sesión con las curadoras. En unos minutos voy a estar como nuevo.

—Tendrías que haber ido antes —le recriminó el Doc, rodando los ojos y señalando hacia la puerta—. De hecho, ve ahora. Con Taylin acá debe haber una cama de sobra donde te puedan atender.

El gemelo pareció estar tentado de discutirle y hacer justamente lo contrario, por eso mismo ladeé la cabeza en su dirección y también señalé la salida. Sus facciones se tensaron, sabiendo que verdaderamente tenía que ir, y con un vistazo para todos, se inclinó hacia mí con su mano en mi cadera.

—No desaparezcas —bromeó, una de sus comisuras en alto—. Te busco después.

Con una pequeña sonrisa como respuesta, se alejó en dos largos pasos hasta salir de la carpa y dejarnos a los tres solos. Sue Lee me dio un asentimiento de cabeza antes de salir también, vaya a saber porqué razón, y apenas el Doc y yo fuimos los últimos en la tienda, él se acercó y apoyó una de sus manos en mi hombro.

—Si no te molesta, me gustaría que hagamos unas pruebas para ver si hubo algún cambio en ti que tengamos que tener en cuenta.

Como una bomba de tiempo, iba a tener que ser más controlada que antes.


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