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[25]

Poco a poco, las tiendas volvieron a armarse durante la tarde, las necesarias para que pudiésemos descansar y, al mismo tiempo, no tener por preocuparnos por llamar la atención. Mitad de las que estaban antes se habían vuelto a armar, con lo cual el campamento tuvo que dividirse por ellas lo mejor posible. En nuestro caso y a nuestro favor, Luna y Aiko eran quienes se sumarían a la tienda que Claire y yo compartíamos.

Una vez que Claire volvió a armar la nuestra, sus ojos verdes pegados en el baile de las raíces al elevarse y permitirnos entrar. Mis ojos cayeron en las fotos dispersas en el piso, rápidamente agachándome para agarrarlas y limpiarles la tierra que tenían encima.

Claire a mi lado suspiró.

—Me olvidé que estaban ahí, perdón —dijo, acercándose a donde antes estaban nuestras camas y tomando algunos pétalos que encontró dispersados—. La escondí lo más rápido que pude-

—Claire —la interrumpí—. Está más que bien, no pasa nada. Hiciste lo que tenías que hacer.

No dijo nada más, sus dedos moviéndose al par que los pétalos se recuperaban en una flor y volvía a enlazarla en las raíces de las paredes. Mientras tanto, mis ojos habían vuelto a caer en la foto, directo en la cabellera rubia de Morgan y un suspiro pesado surgió de mi pecho hasta hacer caer mis hombros. La niña que había escondido era tan parecida a ella, un reflejo de mi hermana que me hizo actuar tan impulsivamente que podría haber terminado en una muy mala situación de haber salido mal.

Pero fue la necesidad de seguir protegiendo a mi hermana la que me superó y había logrado salvar a una inocente. Ya había perdido a una frente a mis ojos que estaba en la otra foto.

Unas pisadas rápidas me llamaron la atención, y al mismo tiempo que podía reconocer de quien eran al verlo entrar, mi cara terminó apretada contra su pecho.

—Si serás impulsiva... —suspiró Thomas, apretándome en un abrazo antes de agarrarme los hombros. No lo había vuelto a ver hasta ese momento desde que su hermano lo había obligado a esconderse—. De no ser que eres brillante, no estarías acá parada, ¿sabías eso?

Antes de siquiera poder abrir la boca para responder, Claire se rio por lo bajo.

—Claramente lo sabe, pero también tiene en claro que podía hacerlo —respondió, levantándose del piso y sacudiendo sus rodillas—. Si no ni lo habría pensado.

Fruncí los labios en una pequeña sonrisa. No quería decir que no tenía la menor idea de lo que iba a hacer, lo último que me faltaba era alterarlos más. Así que, solo asintiendo, ellos sonrieron de costado.

—Aparte de querer darme una reprimenda por lo que hice, ¿te enteraste de algo más? ¿Te dijo tu hermano algo?

Ignoré el latido fuerte que sentí al nombrarlo a Noah. Thomas suspiró.

—No dijo mucho más que tenemos que ser más cuidadosos, que las tiendas van a tener que ser más compartidas y que va a haber más guardia en la noche —repitió lo mismo que Sue Lee había informado apenas todos habíamos salido del escondite—. Recomendaron, también, que tratáramos de facilitarnos las camas con hamacas. ¿Podrías hacer unas, Claire?

La morocha asintió al instante, sentándose de piernas cruzadas en las cañas desarmadas de su vieja cama y comenzando a tejer con raíces lo que sería la tela. Por más interesada que estuviese en lo que hacía ella, no pude evitar continuar mirando al gemelo.

—¿Más guardias? —fruncí el entrecejo—. ¿Más de las que había ya?

—Vamos a tener que despedirnos de muchas horas de sueño —respondió, pasando una de sus manos por sus ojos—. Están pensando en cancelar ciertas horas de entrenamiento para poder descansar también, pero todo va a tratar de turnos.

Me mordí la lengua antes de seguir comentando. Si agregábamos más guardias y todos estaban más cansados después, nuestra defensa se iba a debilitar más. Las ganas de expresar que tan equivocados estaban por no entrenarlos a todos se sintieron más fuerte en el pecho. El se los había dicho en la punta de la lengua.

Pareciendo que la privacidad no era algo que iba a poder adaptarse en el campamento, los tres miramos al Doc asomar su cabeza por dentro de la tienda.

—Sue Lee quiere verlos —dijo, sus ojos oscuros mirándonos uno por uno—. Ahora, en lo posible.

Fue la seriedad en su tono y facciones lo que me dejó en claro que no era por algo bueno.


[...]


—¿Cómo se les ocurre están metidos en el bosque cuando sabían que los militares estaban cerca?

Me sentí como un infante siendo reprendido por un adulto con mis dos cómplices a mis costados. Mientras que Claire se ocultaba detrás de su voluminoso pelo, Tom miraba sus zapatillas. Yo era la única que miraba hacia adelante, reconociendo al Doc y a Noah en una esquina de la tienda del Doc. No hice nada más que apretar la mandíbula, escuchando los reclamos de Sue Lee y su furia.

Nos había preguntado por qué, cómo y cual fuera la razón por la cual los tres estábamos ahí. Entre que el Doc le había nombrado que nos había visto pasar, y Noah confirmando que Thomas había atacado al soldado herido, Sue Lee pareció estallar frente a nosotros. Pero ni Thomas y yo soltamos el secreto de Claire, nuestras bocas selladas en confianza y privacidad. No era nuestra historia para contar y menos si la ponía en riesgo a ella.

—No pueden ser tan irresponsables, ¿acaso no ven lo que acaba de pasar? —vociferó, el tono preocupado en su voz haciéndome mirar hacia abajo por un momento antes de volver hacia ella—. Se llevaron a uno de los nuestros hoy.

Sentí el crujir de mis dientes al apretar tan fuerte la mandíbula, una rápida de reojo a Claire que se estaba mordiendo el labio inferior y tragué las mil palabras que podría haber soltado. Comprendía la preocupación, entendía que, en los ojos de ella, sí había sido nuestra culpa. Pero la realidad también estaba, y era que más allá de si nosotros lo hubiéramos atraído o no, ellos nos iban a encontrar igual.

Sue se agarró del tabique de la nariz y respiró hondo. Yo, en el mismo instante, respiré hondo unas cuantas veces antes de estallar con la tensión que tenía en el pecho desde antes que nos llamaran.

—¿Es que no entienden donde estamos parados? —Thomas a mi lado le lanzó una mirada obvia, sus fosas nasales abriéndose en una tensada, pero se mantuvo callado—. ¿Hay que repetírselo o algo? ¿Anotarlo en una pizarra?

Empecé a contar. Una cosa era que asumamos la responsabilidad, otra era que nos empezara a tratar como niños. El Doc y Noah se miraron entre sí apenas Sue comenzó a decir bobadas.

—No son niños, dejaron de ser hasta adolescentes en el momento que entraron acá —volvió a gruñir, sus manos en sus caderas y caminando de lado a lado frente a nosotros—. ¿Porqué no pueden comportarse como tal y hacer lo que les ordenan?

Al mismo tiempo que hice contacto visual con ella, solté la lengua. La tensión en el pecho pareció estallar.

—El día que nos consideres a todos por iguales, probablemente podría considerarlo.

Decir que todas las miradas estaban sobre mí fue poco. Sue Lee, de ser posible, frunció más todavía el ceño.

—¿Disculpa?

—Comprendemos lo que pasó, entendemos que nosotros fuimos quienes los atrajimos, lo sabemos —siseé por los dientes, conteniendo la sensación en el pecho que reconocí al instante—. Pero lo que más quedó en claro hoy es la preferencia que hay por algunas anomalías en el campamento y el trabajo que tienen. Más cuando siempre nos iban a encontrar estando tan cerca.

—No sé de qué estás hablando.

Hasta Claire a mi lado soltó un bufido sarcástico. Claro estaba que no era la única que pensaba lo mismo, Thomas a mi lado alzando sus cejas como si no lo pudiese creer. Los otros dos al fondo no agregaron nada, pero tampoco lo negaron.

Chasqueé la lengua.

—Si lo sabes, solo que no lo quieres reconocer —no sabía de donde estaba sacando tanto valor para responderle, podría ser la adrenalina que seguía en mis venas o el recuerdo del pobre chico siendo cazado. Que no pudo ni defenderse, ni tener el conocimiento para hacerlo. Solo había aceptado su destino una vez que trató de correr y no pudo—. El equipo de entrenamiento, las anomalías más fuertes del campamento según tú, quien decide quien se queda y quien se va.

Una ceja de Sue se alzó.

—Lo dice quien pertenece a esa preferencia-

—Me rompí el alma para llegar a donde estoy —estallé, dando un paso hacia ella a pesar que Thomas trató de agarrarme—. Me trataron de tirar abajo, ahogar y menospreciar desde el primer día que llegué. Claramente comprendo la preferencia y la detesto, pero no fui parte. Me volví parte cuando entrené y demostré que podía. Todos pueden llegar como yo.

Sue me sacaba unos cuantos centímetros, esbelta y robusta, probablemente lo que la hacía resaltar más entre todos aparte de su piel oscura y pelo trenzado. Sus facciones tensas no cambiaron a pesar de tenerme frente a ella, ninguna dispuesta a bajar la postura.

El tono amargo con el cual volvió a hablar me hubiera descolocado en algún día ordinario.

—¿Y se puede saber que propones para arreglar eso? Ya que tanto conoces tal preferencia mía...

—Todos entrenamos —escupí al instante—. Todos nos defendemos.

La forma en la que rodó los ojos me hizo dar otro paso adelante, su instinto haciéndola dar un paso hacia atrás por la sorpresa. Noah y el Doc comenzaron a acercarse al instante, Noah empujándome levemente hacia atrás para que me alejara. Podía ponerme más lejos, pero eso no significaba que no iba a escucharme.

—Ese chico que se llevaron no se pudo ni defender —le reclamé, pasando por el costado de Noah y señalándola—. No pudo siquiera saber como pelear porque decidiste ponerlo en otro deber. Porque no te servía.

—No todos tienen una anomalía fuerte-

—¿Y quien eres tú para dictar eso? ¿La líder del campamento que sus mismos integrantes aporten más que ella? ¿Una anómala que quiere dictar sobre el resto? —le quería arrancar el cuello y ella a mí—. No estás tan lejos de quienes nos cazan, entonces...

Doc la detuvo de un manotazo apenas quiso acercarse más y la miró de reojo.

—Pero quien te crees-

—Tiene razón, Sue —interrumpió Noah, cruzándose de brazos y suspirando—. Todos tenemos que saber defendernos. O mínimamente saber dónde atacar para no estar en peligro.

Sue parecía no creer que su compañero no estaba de su lado.

—¿Entrenar a todos? ¿Enserio? —se rio con sarcasmo—. Fuiste tu quien elegía conmigo esa misma preferencia que Taylin nombró hace un rato.

—Y hoy me confirmó que no tendría que haber estado nunca. Estuve equivocado y tú también —no parecía muy cómodo de reconocer que estaba equivocado, pero decidí esconder la sonrisa vencedora para no apretar en la ampolla—. Thomas es un anómalo de hielo y está en el equipo. ¿Por qué Claire no podría?

El rostro de Claire pareció salir de su escondite y sonrió por lo bajo.

—Escuché por ahí que en un susto creció un árbol entero al lado suyo —se encogió de hombros Noah, una mirada de costado a su hermano que jugó con sus pies y fruncí mis labios. Bocón—. Imagínate lo que podía hacer si lo supiera manejar bien. O los anómalos de agua, con solo una gota de agua podrían hasta expandirlo en un tsunami-

La mano alzada de Sue lo calló, sus facciones más relajadas que antes y soltando un largo suspiro. El Doc a su lado asintió en dirección a Noah, como si hubiera dicho lo necesario, y se acercó a Sue.

—Bien sabes que estos chicos tienen razón —agregó, a diferencia del resto, en un tono tan dulce que el ambiente dejó de sentirse tan tenso—. Saben que lo de hoy fue un error de ellos, pero también fue uno tuyo y de nosotros por no tenerlos en cuenta a todos. Todos tienen que saber defenderse, mínimamente con unas pocas tácticas.

—Es cuidarnos entre todos, no elegir quien es fuerte y quien no —agregué, manteniendo mi voz lo más tranquila posible—. Ya hay una enorme brecha entre los humanos y anómalos, no hagamos otra entre nosotros.

Se terminó apoyando en la tabla de madera que aparentaba ser la mesa, girando su cuello de lado a lado hasta hacerlo tronar. Noah me miró de costado, alzando una ceja como si preguntara si iba a agregar algo más y terminó por bufar. Thomas, en diferencia, me guiñó un ojo feliz. Parecía haber dicho lo que él pensaba también.

Sue Lee señaló hacia la salida.

—Pueden irse —fue lo que dijo antes de volver a mirar un punto fijo en el piso—. Tenemos que hablar entre nosotros.

Reconociendo que el "nosotros" se trataba de ella, el Doc y Noah, caminamos hasta la salida, una rápida mirada sobre el hombro hacia donde Sue parecía rendida y reconociendo que una seria charla iba a comenzar. Noah agitó su cabeza al verme mirar, insistiéndome a que me vaya, y lo vi desaparecer detrás de la tela que tapaba la salida.

Ninguno de los tres dijo nada mientras que caminábamos de vuelta al campamento, los demás integrantes habiendo estado repartiendo la cena en una ronda. Una simple sopa que llegó a mis manos apenas me crucé con el cocinero, y mientras que buscábamos donde sentarnos, mis ojos cayeron en una mujer que parecía estar catatónica. La reconocí cuando recordé sus gritos ahogados, sus llantos y la mirada perdida al ver como se habían llevado a su hijo. Me hizo perder el apetito, el plato en mis manos injusto y debiendo estar en otra persona. Pero no tuve otra más que comer un poco, no podía ablandarme yo tampoco.

Sentí el estómago cerrado hasta esa noche, cuando Claire había terminado de tejer las hamacas, y entre Luna y yo las colgamos, al paso que Aiko se quedaba en silencio mirando las flores que colgaban de las raíces. Nunca la había escuchado hablar ni tampoco pasearse seguido por el campamento, y frunciendo las cejas cuando se giró a Luna e hizo unas señas con las manos, no fue difícil entender.

Se acercó a mis fotos que Claire había colgado de vuelta y las señaló, sus ojos pequeños y negros en mí. Me acerqué a ella con una leve sonrisa.

—Son mi familia —le conté, señalando a mis papás y a Morgan, y después volví hacia la otra foto—. Y ella era...es mi mejor amiga y su pareja. Jamie y Asher.

Por primera vez, no se formó el nudo en la garganta. Ni por el recuerdo de la ausencia de Jamie ni la traición de Asher. Se sintió como un recuerdo, las risas en la foto haciéndome sonreír y solo repitiendo ese momento en mi cabeza. Cuando todo estaba bien, cuando no había peligro. Cuando no había nada más que una vida ordinaria.

Luna, quien apareció a mi lado, señaló a Morgan.

—No tiene nada que ver contigo —se burló, una de sus manos tomando un mechón de pelo—. ¿A quien adoptaron? ¿A la princesa o a la plebeya?

Claire soltó una risa sorprendida a mis espaldas, Aiko tapándose la boca con sus manos como si quisiera esconderla, y Luna jugando con sus cejas para molestarme. Le di un pequeño empujón que la hizo reírse todavía aún más, lo cual se contagió en mí al relajar mis hombros y reírme con ellas. Como siempre, ella había sido la bellísima y dulce Morgan Reed.

Y yo verdaderamente me había vuelto la única e inigualable Taylin Reed. Lo que había en mis manos lo confirmaba.

Las luces se habían apagado más temprano que lo normal, Thomas pasando por la tienda para avisarme que mi turno sería a partir de la madrugada para salir de guardia. Escuché los ronquidos de Luna, pude ver el movimiento de las flores de Claire seguirle el ritmo de su pecho y cómo una de ellas acariciaba la mejilla de Aiko. Eso me confirmó que tan despierta seguía, como el día había estado lleno de desastres y que era algo a lo que íbamos a tener que acostumbrarnos más seguido de lo que parecía.

Unas pisadas cerca de la tienda me hicieron mirar hacia la entrada cuando reconocí que alguien estaba entrando, probablemente para asegurarse que estábamos todas y descansando. Por la oscuridad y la contraluz de la noche que no me permitía reconocer quien era, fueron los ojos rojos que me confirmaron quien era. No dije nada, el aire en mis pulmones volviéndose pesado y solo me quedé mirándolo.

Sabía que estaba despierta, me vio mirarlo, peor no hizo nada más que mirarme solo unos segundos, un asentimiento de cabeza, y desapareció hasta caminar lejos de mi tienda. Me mordí el labio inferior al darme cuenta que no le había agradecido, que no había dicho nada sobre como se había puesto de mi lado esa tarde. O cómo había estado dispuesto esa mañana a defenderme cuando los dos estábamos en aprietos por mi impulso.

Con una mano en el pecho, apretándome la piel para que el corazón se relajara, no me di cuenta que el sueño me había envuelto hasta que no tuve ni la fuerza para levantarme y seguirlo para agradecerle.

Me dejé abrazar en la oscuridad, el pelo de mi hermana en medio de la oscuridad y su voz llamando mi nombre como si me estuviera buscando.



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