Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

[23]

Mi cuerpo no quiso cooperar conmigo para cuando me desperté a la mañana siguiente. Queriendo esconderme debajo de la manta cuando un rayo de sol logró cruzar todo el baile de raíces que cubría las paredes de la tienda, terminé soltando un bufido al lanzar uno de mis brazos sobre mis ojos.

—Claire, ¿se le podría dar más capas de raíces a estas cosas? —gruñí, la voz de dormida clara en la gravedad de esta. Ante el silencio, me vi obligada de sacar mi brazo y con los ojos entrecerrados, girarme hacia su cama—. ¿Claire...?

Me terminé sentando en la cama al ver la suya vacía, inusualmente desarreglada y las flores que colgaban en demasiada necesidad de atención de su dueña. Me apuré a ponerme mi calzado, con cuidado de no tropezarme por el sueño en mis ojos al pararme. Era extraño que no estuviera en la tienda y me esperara a despertarme para ir a desayunar, lo que siempre hacía, pero fue el recuerdo de ella llorando la noche anterior lo que me hizo correr fuera de la tienda.

Me acomodé el pelo como pude mientras que caminaba por todo el campamento en busca de la cabellera oscura, poniéndome hasta de cuclillas para poder buscarla mejor. Acercándome a donde todos los agricultores estaban por comenzar sus tareas, con cuidado me acerqué a una sin intención de molestarla, ni asustarla por mi estado mañanero.

—Em, buenos días, ¿viste a Claire por algún lado? —hablé más rápido de lo planeado pero la mujer frente a mí pareció entenderme y negó con la cabeza. Para asegurarme, escaneé todas las personas que debían de ser sus compañeras de agricultura—. ¿Sabes dónde podría encontrarla?

Volvió a negar.

—Siempre suele estar cerca, no va a tardar en venir.

No agregó nada más antes de darse la vuelta y ponerse a hacer crecer una plantita. Tentada a arrancarla de la tierra por la falta de consideración, me obligué a seguir mi búsqueda. Pasando hasta por la enfermería, terminé entrando al comedor donde probablemente podría estar con el resto. Encontrando donde siempre nos sentábamos, fruncí el ceño al ver el lugar vacío donde ella debería estar sentada.

Una mano en mi hombro me hizo pensar que podría ser ella, pero la altura de Thomas me sacó la ilusión al instante.

— ¿Estás bien? —Fue lo primero que preguntó, dos manzanas en su mano que terminó por dejar una en mis manos—. Pareces alterada...

—Claire no estaba en la tienda cuando me desperté y no está tampoco está en donde hace sus tareas —volví a hablar rápido, sin dejar de mirar todo nuestro alrededor. No había ningún rastro de mi amiga—. No sé dónde está, no puedo encontrarla.

—Pero, ¿Qué pasó-?

—Estaba llorando ayer en la noche —me mordí el labio inferior, la manzana en mis manos no dándome ni un poco de hambre—. Quise preguntarle que le pasaba pero no me dejó acercarme, le di su espacio y dejé que descansara. Apenas me desperté, ella ya no estaba y suele esperarme siempre.

Vi que su mandíbula se apretó, sus cejas fruncidas en preocupación y terminó empujando levemente mi espalda para que comenzáramos a caminar de vuelta y así seguir buscando. A pesar del poco hambre y estar centrada en encontrar a Claire, una mirada de costado de Thomas no me dejó otra alternativa de comer la manzana que me había dado al paso que recorríamos todo el campamento en busca de nuestra amiga. Hasta llegamos a preguntarles a tantas personas de si la habían visto que probablemente habríamos repetido unas cuantas por la poca atención que nos daban.

Justo cuando terminamos de buscar por el campo de entrenamiento, el Doc salía de su tienda y al vernos nos saludó con la mano. Decir que estuve por tropezarme en mis propios fue poco, el Doc hasta dio un paso hacia atrás por la sorpresa.

—Pequeña, ¿estás bien?

— ¿De casualidad viste a Claire? Tiene mi altura, pelo oscuro y esponjado, ojos oscuros, maneja las plantitas y eso —dije casi sin aire, y sabía que de ser que Claire me hubiera escuchado, me habría ganado un cachetazo en la nuca por lo de plantitas—. Estamos buscándola desde hace rato...

El Doc señaló a sus espaldas.

—Se adentró un poco al bosque detrás de mi tienda, la escuché pasar en la madrugada y me aseguré que fuera ella antes que un militar. Traté de convencerla que era peligroso pero parecía bastante conmocionada como para escucharme —dijo, y continuando su camino, nos sonrió de lado—. Espero que puedan convencerla de que vuelva, estaba en camino a avisarle a Sue Lee.

No hizo falta que dijera nada más antes de que Thomas y yo compartiéramos una mirada y nos apuráramos a dirigirnos hacia donde el Doc nos había señalado. Teniendo cuidado con todas las raíces a nuestros pies y rodeando los árboles, mis ojos no lograron encontrar ningún rastro de Claire. Pero fue el movimiento de una raíz a lo lejos que me hizo apurarme más, un quejido por lo bajo, y sentí que saltaba ciertas raíces como si estuviera en los Juegos Olímpicos.

Apenas la vi arrodillada frente a un tronco, Thomas chocó contra mí al detenerme abruptamente. Por la forma agitada en la que respiraba, no sabía si estaba llorando o algo más le pasaba.

— ¿Claire?

Sus ojos, usualmente oscuros por el color café, se encontraron tan verdes que me hizo dar un paso hacia atrás, cuidadosamente empujando Thomas detrás de mí. No nos miró enojada, ni atacada, ni como si estuviera en peligro. Parecía estar desesperada y cansada por alguna razón. Comprendí que no iba a hacernos nada cuando bajó la mirada y se quedó arrodillada donde estaba. A pasos lentos me acerqué, Thomas cerca, y lo miré de costado antes de agacharme al lado de Claire.

Apoyé una de mis manos sobre su pierna, ella todavía callada, pero no sacó mi mano. Buscando algo que decir para tratar de ayudar, para poder entender que le podría estar pasando, relamí mis labios antes de comenzar.

—Pasaste estos últimos meses escuchándome en cada momento, cada llanto me diste tu hombro... —murmuré, ladeando la cabeza en busca de sus ojos para que me mirara. Entre todo su pelo desordenado, pude hacer que su mirada volviera a la mía—. Déjame hacer lo mismo para ti, déjanos ayudarte. Estamos para eso, ¿sí?

Cuando se quedó callada me hizo dudar de mis palabras y pensé en qué más podría agregar convencerla que lo único que quería, que Thomas y yo queríamos, era que confiara en nosotros y así ayudarla. Thomas terminó agachándose del otro lado de ella, su espalda contra el tronco del árbol que ella estaba mirando antes y esperó conmigo a que ella hiciera o dijera algo.

Apenas sentí su mano sobre la mía, un agarre bastante repentino y fuerte que me tomó por sorpresa, y respiró hondo.

—Escapé con mi mamá cuando todo esto comenzó —habló tan bajo que tuve que inclinarme más para escucharla—. Armamos tres mochilas con lo que teníamos en mano y corrimos fuera de casa, fuera de mi padrastro de tres años. Logramos desaparecer del radar por tres semanas antes de que nos encontraran.

Tragué las preguntas que se habían formado en mi garganta, sin saber si era momento de soltarlas o no, pero aproveché para terminar sentándome y seguir escuchándola. No pensé en soltarle la mano nunca.

—Era de noche, mi mamá estaba despierta para hacer guardia hasta la mañana así después ella podría tener unas horas de sueño, pero es nunca pasaba —continuó, su voz quebrándose y escondió su rostro todavía más en su pelo—. Vivía cansada, no había forma de que la convenciera de que podría hacer guardia una noche yo para que ella descansara. Por eso mismo, una de esas noches donde no pudo aguantar el sueño, se durmió. No los vio venir, ni pensó que podría pasar. Solo me levantó de un tirón apenas nos encontraron, gritos y linternas en nuestra dirección, y comenzamos a correr.

Una risa amarga surgió de su pecho que me hizo fruncir la boca. Siempre tan dulce, me apretaba el corazón escucharla tan apagada.

—De pensar que no podíamos correr más de diez metros sin que ellos nos alcanzaran, fue tan inútil —gruñó, las palmas de sus manos pasando furiosamente bajo sus ojos—. Supongo que ella siempre lo supo pero quiso intentar, y sabiendo que no habría otra alternativa más aparte de ser agarradas, me dejó corriendo sola. Se dio la vuelta, se dejó agarrar por los militares, y me obligó a seguir corriendo.

Sin darme cuenta, me hallaba apretando mi agarre en su mano al escucharla y no pude hacer más que respirar hondo. Cada uno tenía su historia de cómo había llegado al campamento, y a pesar que sabía eso, nunca había pensado que Claire cargaba con el sacrificio de su mamá.

Se acomodó el pelo atrás de sus orejas, los ojos de café habiendo vuelto y sus mejillas empapadas apretándome el pecho.

—Fue todo tan inútil, Dios —murmuró para ella, mordiendo su labio inferior—. ¿Cómo pudimos pensar que podríamos escaparnos de él?

Thomas me ganó al preguntar:

— ¿De quién, Claire?

Por primera vez desde que la conocía, sus mejillas no se pusieron rojas al mirarlo.

—De mi padrastro —respondió, su tono de voz seco y tajante—. El Coronel Romero.

Decir que estuve por ahogarme en mi propia saliva fue poco. Mis ojos debieron de abrirse demasiado porque, al mirarme Claire, terminó encogiéndose de hombros y asintiendo como para terminar de confirmarlo. Thomas estaba en el mismo estado que yo, sus cejas frunciéndose sin poder creerlo. Pero, en mi caso, muchas fichas cayeron en su lugar.

Por qué ella nunca hablaba de su familia, por qué parecía siempre tan alerta al escuchar los avisos en la radio. Por qué la noche anterior había estado tan alterada. No hizo falta ni que se disculpara por no haberlo dicho antes, no tenía por qué, y mi corazón se llenó de tanta compasión que terminé dándole otro apretón a su mano que la hizo volver a girarse hacia mí.

Le sonreí de costado, tratando de calmarla un poco.

—No te va a encontrar, Claire —murmuré, acercándome a ella y apoyando una de mis manos en sus hombros—. No lo vamos a permitir, ¿sí?

Fue su labio inferior volviendo a temblar que me hizo tirarla contra mí y aferrarla en un abrazo. Sentí su cuerpo temblar al llorar, al tener miedo de quien debía protegerla, al soltar el ahogo que cargaba en su pecho por lo que había pasado con su mamá. Le acaricié la parte superior de su cabeza, mis dedos pasando por su pelo, justo como hacía con Morgan cuando ella lloraba. Cierta parte de mí se sintió como la hermana mayor que alguna vez fui al tenerla a Claire en un abrazo y dejé que fuera así. Iba a ser así.

Cuando pudo comenzar a calmarse, su respiración poco a poco volviendo a la normalidad, se alejó de mi para volver a limpiarse las mejillas. Thomas se había arrastrado para estar sentado al lado de ella y no dudó en rodearle sus hombros con su brazo.

—Sé que no es fácil no pensar en lo que pasó y temer a que te encuentren, a muchos nos pasó —le dijo, mis ojos fijos en él y peleando el cuestionario que se formó en mi cabeza al escucharlo hablar tan personal—. Pero lo único que podemos hacer es comprender que está la chance, solo que no vamos a permitir que ocurra.

Claire asintió, no diciendo nada más, y apenas vi como había recuperado el color en su rostro, peleé la sonrisa que quería hacerse paso. Fuera de toda circunstancia, de todo lo que había pasado, y de haber conocido a Claire cuando íbamos en la escuela, estaba segura que la habría vuelto loca con su atracción por el gemelo Parker. Probablemente apenas ella se recupere podría comenzar a apretar ciertos botones.

La ayudé a acomodarse el pelo en un rodete flojo, ciertos mechones rebeldes acariciándole los pómulos y me sonrió, por primera vez en las últimas horas, con dulzura y calma.

—Gracias, Tay —me dio un apretón en mi mano y, a mi sorpresa, se animó a darle otro a la de Thomas—. Gracias a los dos. Hablar de esto es como sacar un peso enorme de mis hombros...

—No voy a preguntar el porqué no lo nombraste antes, creo que la respuesta es obvia —rodé los ojos ante mi propio sarcasmo, Claire y Thomas meneando la cabeza—. Pero quiero que sepas que puedes confiar en nosotros para cualquier cosa. Lo último que me importa es quien es tu padrastro, me hace comprender tus miedos, pero no cambia nada entre nosotros.

—Supongo que pensé que iban a patearme fuera del campamento —abrazó sus rodillas, apoyando su mejilla en una de ellas—. Estamos hablando de quien está buscándonos por todos lados, quien ayer mismo secuestró un grupo nuestro para vaya saber qué. Tendrían todas las razones para dudar de mí.

—Serían imbéciles por creer eso —soltó Thomas, encogiéndose de hombros—. Estás en el campamento desde que prácticamente se armó, aportaste toda tu ayuda desde siempre, ¿y dudarían de ti por que el coronel Romero es tu padrastro?

—Era —lo corrigió al instante, frunciendo la boca—. Después de lo que nos hizo, no quiero tener nada que ver. Nunca tuve una figura paterna hasta que llegó él, voy a estar bien sin él en el panorama.

No hice nada más que asentir en su dirección, sus fuertes palabras tatuándose en el aire con determinación. Thomas me miró de costado, bastante sorprendido por la dureza con la que había hablado, pero también contento, comprendiendo. Una vez más peleando con la entrevista mental que quería hacerle, tuve que tragarme las palabras cuando él se levantó y tendió sus manos hacia nosotras.

—Vamos a desayunar, ¿sí? —dijo, tirando de nuestras manos para levantarnos de la tierra—. Aparte de que tenemos que volver a nuestras tareas, no podemos saltearnos una comida, nos vamos a arrepentir después.

Claire alzó sus cejas.

—Ustedes —respondió, comenzando a caminar hacia el campamento—. Yo puedo hacerme una ensalada de frutas si tengo ganas.

Thomas le siguió el paso, sonriéndole al verla con mejor humor, y se encogió de hombros. Siguiéndoles el paso y escuchando como habían cambiado de tema, mi mente pareció distraerse un poco y decidió volver a la conversación que habíamos tenido hacía unos minutos. El coronel Romero era el padrastro de Claire, era quien estaba liderando las cazas, ¿y no le importaba que su hijastra fuese una?

Mis ojos cayeron en Thomas, que ni notó mi curiosidad. ¿Porqué él había entendido tanto? ¿Había pasado por algo parecido? Noah cruzó mi mente al pensarlo, las cicatrices pequeñas que había visto en su rostro una vez haciéndome fruncir las cejas. Había pasados que yo seguía sin saber y que sería cuestión de tiempo antes de que florecieran en la luz.

El crujido de una rama me llamó la atención, no frente a mí donde Claire y Thomas seguían hablando. Mirando a nuestro alrededor, los troncos de los árboles tapándome un poco, dejé de caminar al volver escuchar otras pisadas. ¿Alguien nos había estado escuchando hablar? ¿Nos estaban espiando?

Claire notó que me había detenido y se acercó de vuelta con Thomas al ver mi ceño fruncido.

—¿Tay? ¿Qué pasa?

Otras pisadas se escucharon, Claire moviendo su cabeza hacia el sonido que también había escuchado. Thomas pareció oírlo también, acercándose más y comenzando a mirar por todos lados como nosotras. Parecían pisadas lentas, calculadas, el sonido imposible de evitar con tantas hojas y ramas por toda la tierra. Fue instinto agarrarles la muñeca a los dos, empujándolos con mi espalda para alejarnos del sonido.

Algo no cuadraba bien, los pelos en mi nuca erizándose de manera molesta.

—Claire... —murmuré, tirando de su mano, pero sin girarme a verla—. Haz un arbusto o algo sobre nosotros...

—Pero-

Ya.

Fue apenas las ramas comenzaron a rodearnos, nuestras espaldas contra un tronco que aprovechamos para usar y agacharnos contra él así esconder la nueva planta formándose sobre nosotros. Entre las ramas que nos escondieron, el frío de mi mano por la temperatura de Thomas bajando y mi respiración agitada, todo empeoró una vez que más pisadas se escucharon.

El último detalle que me hizo apretarme contra el tronco a mis espaldas fue el largo caño negro del arma que divisé entre las hojas del arbusto que nos escondía.

Las pisadas comenzaron a duplicarse, de a poco llegando más y más hasta que una docena de militares estaban parados frente a nosotros, donde nos habían escuchado. Claire tenía una de sus manos en su boca, Thomas y yo copiándola, temiendo que oyeran nuestra respiración agitada o el corazón acelerado.

Uno de ellos, enorme y armado hasta los tobillos, sacó lo que parecía ser una radio y oprimió un botón en su costado.

—Estamos cerca, cambio.

No tardó ni dos segundos en ser respondido, el cuerpo de Claire a mi lado tensándose al reconocer la voz del otro lado.

—Prosigan.

Tuve que tirar de Thomas hacia atrás, el frío chocando mi piel lastimándome un poco y tratando de calmarlo. Sus ojos brillaban celestes, totalmente asustado pero listo para defenderse en el caso que fuese necesario. Claire se tomó el trabajo de quedarse con él cuando yo me acerqué más a los orificios de las ramas y miré a los militares que estaban frente a nosotros.

Ninguno bajó el arma que cargaban, algo nuevo que no había visto antes y lo reconocí como los nuevos artefactos para los anómalos. Tragué en seco, una mano en el pecho para tratar de contener mi corazón, y suspiré. No había ninguna dirigida a donde estábamos escondidos, pero no podía calmar el corazón.

El militar que había hablado por radio se giró hacia donde habíamos estado, lo que me confirmaba que habíamos sido nosotros quienes los habíamos atraído por nuestras voces, y sonrió de manera tan perversa que me revolvió el estómago.

Señaló hacia atrás en un desdén, dando pasos firmes al girarse y continuar el camino que estaban tomando.

—Sigan hacia el norte.

Se me cayó el alma al piso, mirando hacia donde iban y reconociendo que teníamos que llegar al campamento antes que ellos. De cualquier maldita manera.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro