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[13]

Apartado del campamento, hasta cruzando por el enorme despejo de árboles que rodeaban el pequeño lugar de entrenamiento, miré la tienda escondida entre unos cuántos árboles. Admiré la forma en la cual los arbustos la escondían, la forma en la que estaba metida en la tierra como si estuviera en un pozo y las tablas rotas de madera que adornaban la pequeña entrada. Bastante moderno para haber sido por personas que no estudiaron nada de arquitectura, o eso parecía.

Sue Lee se giró hacia nosotros al detenerse frente a la tienda y nos sonrió brevemente.

—El Doc está para ayudarnos, para tratar de conocernos energéticamente y nos enseña a controlarnos —explicó, sus manos a cada lado de su cadera—. Pueden contar con él para lo que necesiten, es un hombre ocupado pero servicial. Lo único que pido a cambio es que sean respetuosos y pacientes, ¿queda claro?

No hizo falta ni que dudara, con el tono de voz serio me dejó en claro que podría hasta ver consecuencias por no cumplir con el mínimo requisito. Thomas y yo asentimos, Sue Lee terminando por señalar la entrada y hacerse un lado para que podamos pasar.

—Van a tardar lo que tengan que tardar, como dije, paciencia —recordó—. Voy a estar entrenando a mis muchachos por aquí cerca y cuando terminen, pueden buscarme en los alrededores del campo o posiblemente aquí mismo y así discutir sus deberes. Mucha suerte.

Sin agregar más, se giró en sus talones y volvió por donde habíamos caminado. No tardamos mucho en ver cómo se iba que las palabras salieron de mi boca.

— ¿Es un poco seca o soy yo? —Lo miré a Thomas, que se encogió de hombros—. No es mala mujer pero es...concisa.

—Por lo que me dijo Noah, solía ser secretaria del director de la correccional —contestó, las cejas un poco fruncidas—. Debió aprender a ser así desde que empezó a trabajar en ese lugar...

Le sonreí de costado.

—Ya sé a quién recurrir para el chismerío.

Lo escuché reírse a mis espaldas cuando me giré en dirección de la entrada y me agaché para poder pasar por la pequeña apertura tapada con una tela, y pudiendo ver el interior, sentí que se me abría la boca por la sorpresa. Hasta Thomas atrás mío soltó un silbido al ver el interior.

Cajas enormes metálicas que parecían tener instrumental delicado, un montón de tubos conectados entre sí, y lo que parecía ser un generador lejos de la entrada. Pero no fue lo que estaba ahí dentro lo que me sorprendió en sí, sino que fueron los miles de tubos que flotaban en el aire y hasta tuvimos que agacharnos cuando algunos volaron por sobre nuestras cabezas en fila y directo hacia el hombre que divisé entre todo lo que había ahí. Nos estaba dando la espalda para cuando nos acercamos más.

Lo miré a Thomas antes de carraspear la garganta.

— ¿Doctor López?

Le reconocí los anteojos redondos en su tabique y la forma de la pelada sobre su cabeza, y me sorprendió como todo lo que estaba flotando a su alrededor terminó por apoyarse en la mesa que estaba frente a él. Dejó lo que tenía en sus manos y se giró a nosotros, una sonrisa amable entre sus mejillas.

—Deben ser los nuevos, Sue me avisó que pasarían —comentó, tendiendo su mano hacia nosotros—. Julio López, pero pueden decirme Doc.

—Taylin —fui la primera en tenderle la mano y Thomas después hizo lo mismo diciendo su nombre. El Doc rodó los ojos.

—Apenas entró supe quién era, tiene un rostro bastante familiar en este campamento, ¿eh? —bromeó, claramente refiriéndose al gemelo malhumorado.

Le sonreí levemente, Thomas ya acostumbrándose con ese tipo de comentarios.

—Sue Lee nos dijo que podríamos recurrir a ti para lo que sea...

—Totalmente —concordó y señaló todo su alrededor—. Soy quien estudia las anomalías en este lugar, trato de informarme y experimentar todo lo posible para poder conseguir alguna respuesta sobre todo lo que pasó.

—Supongo que la ciencia fue superada —mi ironía lo hizo reír, asintiendo con la cabeza.

—Totalmente, pequeña —suspiró y terminó frotando sus manos, mirándonos a ambos—. Así que, ¿Qué anomalía tienen? ¿Ya las probaron?

Thomas levantó una de sus manos como si estuviéramos en clase.

—Yo controlo hielo, y tuve mis prácticas —contó, encogiéndose de hombros—. No lo sé manejar del todo, pero voy paso a paso.

El Doc se giró sobre sus talones para tomar un banquito muy pequeño que estaba atrás suyo y lo arrastró hasta dejarlo frente nuestro. Le señaló a Thomas que se sentara, el cual me tuve que morder el interior de la mejilla al ver un tipo de casi un metro ochenta y cinco sentado en un banquito de primaria. Noté como el Doc volvía con algo en su mano, y estirando otra para otro costado, algo voló a su mano en menos de dos segundos.

Se acercó a Thomas, señalándolo para que mire hacia arriba.

—Y cuéntame, ¿Dónde estabas cuando sucedió la supernova? —le preguntó, prendiendo la linternita en sus manos y pasándola por sus ojos. Curiosa, me acerqué a ellos para ver que le estaba evaluando—. ¿Sufriste síntomas?

—Estaba en la heladería de mis abuelos, donde solía trabajar, y la nube me encerró ahí dentro —habló Thomas y no me perdí la forma en la que tragaba seco. A todos nos costaba todavía—. Sufrí de mucho frío, baja presión y muchos desmayos por las siguientes cuarenta y ocho horas después de la catástrofe.

Vi como el Doc asentía, todavía evaluando los ojos de Thomas, y a mi sorpresa y la de Thomas también, con otro instrumento en mano le pincho el brazo. Lo vi dar un respingo en el banquito y me confundió ver al Doc sonreír levemente, hasta que me hizo un ademán para que me acercara y mirara.

—Esto es imperdible.

Había prendido esa linternita rara que tenía en sus manos, y fue cuando estuve cerca que me di cuenta que no era una luz normal. Algo en ella parecía tener una tonalidad más azul, como si fuese luz ultra violeta, pero lo que destacaba no era ningún tipo de sustancia o líquido. Me dejó ver el iris celeste que pocas veces había visto en los ojos de Thomas cuando usaba su anomalía.

—Parece extraño, loco, lo que sea —se había reído el Doc, todavía con la linternita en los ojos de Thomas—. Pero las energías parecen defendernos. Por eso se muestran una vez que se sienten atacadas, y en el caso de Thomas, es el color de su anomalía, del frío.

— ¿Me estás diciendo que la energía puede tener una identidad propia? —sonó hasta raro saliendo de mi boca. Él solo se encogió de hombros.

—Una supernova nos cambió el mundo, gente maneja aspectos de la naturaleza —contó con sus dedos, cada vez haciendo más obvia su opinión—. Preguntarme si una energía puede tener identidad es algo que hasta me supera a mí. Todo es energía, todo es una identidad en sí.

Todo es una identidad en sí. Las preguntas surgieron en mi mente como si hubiesen brotado de la nada misma, y entre ellas me encontré preguntado qué era lo que estaba viviendo en mí entonces. ¿Tenía un objetivo? ¿Un nombre? ¿Era alguien más o ya una parte mía?

—Pero entonces, ¿por qué frío? —Interrumpió Thomas, confundido—. ¿Por qué el frío me elegiría a mí?

—Porque fue lo que sentiste en el momento, como Noah con el calor —explicó el Doc con sus brazos cruzados. ¿Qué tipo de calor había sentido Noah como para obtener fuego?—. Las energías van más allá de ser algo concreto, algo físico; es más un sentimiento, una potencia, algo que impulsa podría decir. Algo que cambia depende del estado y que puede ser hasta renovada.

—Como el reiki... —murmuré, la imagen de mi mamá haciéndome esas limpiezas que ella me hacía pasando por mi mente y se me cerraron los ojos levemente—. Mi mamá solía hacerme toda esa macumba del reiki.

El Doc alzó sus cejas en mi dirección.

—Un recipiente bastante mutable para la catástrofe —soltó, y no entendiendo la referencia, fruncí el entrecejo. ¿Tenía que preocuparme por eso? No llegue ni a preguntar a qué se refería antes de que me señalara el asiento—. Siéntate y déjame verte.

Tomando el lugar de Thomas y él inclinándose en donde estaba yo, el Doc volvió a prender la linternita.

— ¿Y qué controlas tú? —quiso saber, y terminé por fruncir mis labios en una fina línea y encogerme de hombros. Ladeó la cabeza confundido—. ¿No sabes?

—No la comprendo —confesé, y hasta Thomas también terminó por encogerse de hombros. El Doc me pasó la linternita por ambos ojos, la intensidad de la luz haciéndome parpadear muchas veces—. Es extraña...

Viendo el movimiento de su mano que no tenía la linterna, me esperé el pinchazo en mi brazo por lo menos, pero lo único que sentí fue el pinchazo en mi cabeza y pude escuchar el ruido de algo rompiéndose. Mirando en la dirección del sonido, pude ver la mano vacía del Doc y el instrumento que tenía en sus manos habiendo roto un recipiente que había en la mesa.

Me levanté de un salto del banquito.

—Dios, cómo lo siento Doc-

—Interesante.

Lo vi apurarse a buscar el objeto que había volado y yo compartí una mirada extrañada con Thomas. Ya quedaba en claro que no la controlaba, pero que mi piel en sí pudiera era ya más raro. El Doc volvió con el instrumento, mirándolo detenidamente.

Se acomodó los anteojos al dirigirse hacia mí.

— ¿Dónde estabas cuando sucedió la catástrofe? —preguntó, pero cruzándose de brazos que parecía más serio que cuando había evaluado a Thomas—. ¿Estabas cerca de algo magnético o...?

Meneé la cabeza, el recuerdo de ese día todavía fresco por más que lo tuviera escondido.

—Estaba con mi hermana, en el estacionamiento de un supermercado —casi tartamudeé, mirando mis manos por unos segundos cuando el grito de mi hermana volvió a pasar por mi mente—. La supernova se nos vino encima, y yo me puse sobre ella para tratar de taparla. No tuvimos tiempo de escondernos.

Vi cómo sus cejas se alzaron por la sorpresa, hasta se sacó los lentes y miró a sus alrededores, a sus estudios más que nada, y terminó frunciendo el ceño. Thomas parecía igual de confundido que yo por sus acciones, porque parecía que hasta él no entendía del todo qué era lo que tenía en mí.

Carraspeó la garganta antes de volver a hablar.

— ¿Sabes qué le pasó a la gran mayoría de la población que estuvo en contacto directo con la supernova? —cuestionó, y terminó señalándome mi piel. Lamentablemente ya sabía la respuesta—. No vivieron ni dos segundos más de su vida. En sí, señorita Taylin, eres un milagro que hasta supera la anormalidad de todos nosotros. No deberías estar viva.

— ¿Por qué?

—Una supernova es el estallido de una estrella, una enorme ola de energías hasta desconocidas que llegó a chocar la Tierra, y te tocó directamente a ti —señaló, y con el instrumento que había tratado de pincharme antes, me lo tendió a mí para que lo agarrara—. Mientras que la piel de muchas personas casi se derritió, la tuya acaba de defenderse de un tonto pinchazo. Lo que tienes dentro es algo que me interesaría averiguar, es bastante única e intrigante.

Miré el instrumento en mis manos, el filo cerca de mi piel y tanteando a pincharme. Mi piel pareció moverlo al principio, pero apretando un poco más, la gotita de sangre se deslizó por mi dedo con un siseo por el dolor. El Doc me tendió una gasa que parecía tener en un botiquín.

—No significa que eres inmortal, entonces —ironizó, dándose vuelta y tomando un anotador y bolígrafos antes de acercarse a la puerta—. Vengan, quiero que prueben usarlas.

Estuve por tropezarme con el banquito al levantarme, Thomas ayudándome al salir. Lo seguimos al Doc que se dirigía al centro de lo que parecía ser el campo de entrenamiento. Reconocí un grupo de personas entrenando cerca de donde el Doc se había detenido, girándose a nosotros una vez que estuvimos parados frente a él.

—Thomas, porque no vas primero y pruebas tu anomalía —pidió, señalando hacia delante para que comenzara—. No tuve la chance de conocer un anómalo de frío, con lo cual quiero estudiar la reacción.

Thomas se paró frente a nosotros, tomando distancia por las dudas, y cerrando los ojos unos segundos. No tardó mucho antes de abrirlos, los brazos dibujándose con el trazo de la escarcha y los ojos con el destello celeste, que fue cuestión de estirar sus brazos y una ráfaga de frío cruzó hasta mitad del campo. El pasto bajo la ráfaga pareció congelarse del todo hasta volverse una lámina de hielo.

El Doc silbó a mi lado, sorprendido, y anotó en su libreta.

—Algo potente que parece tener una gran evolución por delante —alagó, acercándose a ver el pasto congelado y hasta probando de pararse encima para ver la resistencia. No tardó mucho en romperse por el fuerte sol del día y el peso del Doc—. No me sorprendería que no sufrieras de temperaturas, ¿no?

Thomas meneó la cabeza.

—Dejé de sentir frío o calor después de recuperarme de los desmayos —contó, todavía con los brazos dibujados de escarcha. El Doc volvió hacia mí, una vez más anotando en la libreta.

—La anomalía reguló tu temperatura para no sufrir de ni baja ni alta; a tu hermano le pasó lo mismo —dijo, y su voz bajó a un murmullo—. Qué ironía...

Me tuve que reír por lo bajo al escucharlo, Thomas volviendo a la normalidad al mismo tiempo que unos cuantos pasos se acercaban a nosotros. Aparte del rostro familiar de Jacob entre el montón que venían, los ojos de Noah me miraron al acercarse antes de dirigirse al Doc.

—Doc —lo saludó, su voz un poco agitada y dejándome en claro, por el estado agitado de todos, que habían estado corriendo o entrenando. Reconocí otros rostros de esa mañana cuando nos habían encontrado—. ¿Probando cosas nuevas?

El Doc lo señaló con el bolígrafo.

—Siempre para aprender y entender, Noah —lo saludó, y cerrando por unos segundos su libreta, se giró hacia mí—. Tu turno, pequeña.

—No sé cómo hacerlo... —murmuré, un poco avergonzada por el nuevo público y por mi tonta respuesta—. No sé controlarlo.

—Solo... siéntelo —dijo, repitiendo las mismas palabras que Thomas la noche anterior. Hasta lo expresó con sus brazos—. Déjala ir y siéntela.

Respiré hondo al asentir y me paré donde antes estaba Thomas, quien ahora se cruzaba de brazos a un lado del Doc y me sonreía. A diferencia de él, su hermano tenía sus manos a cada lado de su cadera y con sus cejas fruncidas, claramente esperando una reacción mía. Los demás atrás suyo parecían igual de interesados.

Un poco ansiosa de tener un público, decidí centrarme en mis manos y mirarlas cuando las levanté. Copié lo que había hecho Thomas, cerrando los ojos y solo relajando un poco la mente, lo suficiente hasta sentir el pinchazo, las cosquillas en los dedos hasta que una nueva sensación me llenó el pecho. Como un shot de adrenalina, como algo más que no pude descifrar, al abrir los ojos me encontré con el destello que ya había visto pocas veces. A mi sorpresa, un destello parecido me rodeaba los dedos, algo que no había visto antes.

De la misma forma rápida en la que vino, también se fue, apenas me distraje con mis dedos brillando en el mismo color. El Doc frunció el entrecejo.

— ¿Qué pasó? —Quiso saber, preocupado de que algo me hubiese pasado—. ¿Por qué te detuviste?

Me mordí el interior de la mejilla al responder:

—No puedo controlarlo mucho tiempo... —confesé, y una risa se escuchó de fondo que me hizo ponerme más avergonzada. El Doc asintió, pareciendo entender, y Thomas me sonrió con una mueca penosa.

— ¿Por qué no intentas una vez más? —Se acercó a mí, una mano en mi espalda—. Recuerda, es solo dejarla pasar por tu cuerpo, por todos lados. Es cuestión de practicar y tú no tuviste muchas oportunidades para hacerlo.

Decidiendo hacerle caso, esperé a que se alejara lo suficiente para volver a intentarlo una vez más. Cerré los ojos, hice lo que me recomendó, y con el pinchazo y las cosquillas, me sentí un poco mejor al ver el destello más evidente y un poco más grande, pero la duración fue exactamente la misma. El dolor de cabeza que comenzó apenas dejé de hacerlo casi me hizo caer de rodillas. Nunca me había dolido así.

A mi sorpresa, alguien decidió comentar.

— ¿Y qué podemos hacer con eso? ¿Iluminar el campamento? —se escuchó una voz grave, todos mirando al tipo que se cruzaba de brazos y que había hecho reír a todo el grupo que estaba ahí. Noah se mantuvo serio—. Por ahí puedas ser una lamparita para nosotros...

Jacob apareció entre el montón, tampoco divertido.

—Cierra la boca, Logan, no sabes ni lo que dices...

El rubio se giró hacia él.

— ¿Por qué no vienes a callarme, imancito-?

—Rudd —la voz grave de Noah logró interrumpirlo, el ceño fruncido claro—. Cállate.

Me sentí inútil frente a ellos, mientras que todos parecían tener sus anomalías tan en claro, yo todavía estaba tratando de comprender la base básica de la mía. Thomas controlaba el hielo, Noah el fuego, Jacob el magnetismo, y así todos cumplían una parte que formaba el campamento. Mientras tanto yo, me habían llamado "lamparita". ¿Podía llegar a servir ahí mismo?

El Doc lo miró mal al rubio, que parecía ser el nombrado Logan Rudd, y después me sonrió a mí.

—Practicándolo vas a poder descubrirlo-

— ¿Por qué no prueba enchufarse? —Logan una vez más. Y no sé si fue que Noah se giró a gritarle algo, Thomas tratando de acercarse a él pero con el Doc deteniéndolo, pero algo en mi vergüenza y humillación pareció estallar en mi cuerpo.

Fue una sensación distinta, algo nuevo que ni usando mi anomalía había sentido antes. Como un escalofrío en todo el cuerpo que se desvaneció, y escuchando que el resto comenzaba a callarse, me animé a levantar mi vista del piso. Todos parecían estar buscando algo, mirando por todos lados. Hasta Noah, Thomas y el Doc parecían estar haciendo lo mismo.

A pesar de la sensación todavía por mi cuerpo, carraspeé la garganta para llamarles la atención.

— ¿Qué están buscando?

Todos los ojos vinieron hacia mí, pero seguían mirando por otros lados. Thomas dio un paso en mi dirección, pero todavía sin mirarme a los ojos.

— ¿Taylin? —preguntó, uno de sus brazos estirándose y chocando contra mi pecho. Le pegué un cachetazo a su mano, todavía tratando de que me mirara.

—Deja de tocarme el pecho, ¿Qué estás haciendo? —le recriminé, él pareciendo exaltado al escucharme y dando un paso hacia atrás.

Lo vi compartir una mirada con el Doc, los dos muy confundidos. El Doc pareció anotar algo más rápido en su libreta, mirando a todos lados menos a mí.

— ¿Se puede saber a qué están viendo?

—No a ti, claro está.

Escuché la voz de Noah acercándose, mirando hacia el piso donde me estaba parando, y queriendo saber que era lo que tanto buscaban, se me paró el corazón al no ver mis pies. Ni las manos, ni mis brazos ni mi cuerpo. La sensación en mi pecho pareció expandirse al notarlo, los ojos frente a mí encontrándome por las pisadas en el pasto. Porque si no, en sus ojos, yo era invisible.



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