[11]
Sue Lee nos acompañó en el corto trayecto que nos separaba de lo que ella había llamado "seguridad", y mis ojos miraron a las pocas personas que nos rodeaban y que casi habían estado por atacarnos hacía solo pocos minutos. Tenían una ropa bastante ordinaria, un poco rasgada pero parecían bastante cuidadosos de sus cosas. Mientras tanto, yo ya me estaba mirando mis jeans que se habían rasgado cuando nos habían empujado al piso.
Uno de ellos me miró por el rabillo de ojo y me sonrió en forma de burla, claramente interesado en porqué los estaba mirando tanto.
— ¿Tenemos algo que necesites? —me preguntó en una voz gruesa que me descolocó un poco pero pude menear la cabeza.
— ¿La verdad? —Le seguí la burla, todavía un poco anonada por todo—. Un pellizco que me despierte.
Lo escuché reírse por lo bajo y me hubiera unido a él de no ser que más personas comenzaron a rodearnos, muchísimas más, y lo que parecía estar alrededor mío tenía que ser irreal. No podía creer lo que estaba viviendo.
Era como una película todo, y tuve que parpadear unas cuantas veces para asegurarme que no era un sueño. Claro, no me perturbaba el hecho de que yo podía mover una "cortina invisible" pero si al ver otras personas, muchas, hacerlo. Hasta Thomas a mi lado se le abrió la boca al caminar a mi lado y mirando todo nuestro alrededor.
De todas las edades, como adultos, adolescentes y niños, todos unidos y trabajando con sus anomalías. Mis ojos observaron hasta el pequeño detalle de lo que parecían ser refugios pero de ramas enlazadas entre sí. Iba a preguntar que eran y cómo las habían hecho, pero de lejos vi un hombre alzar sus manos y de la tierra salieron raíces que se enlazaron en un baile hasta formar lo mismo que yo había visto. Decir que se me estaba por descolocar la mandíbula era poco.
El mismo tipo de al lado se inclinó hacia mí con sus cejas alzadas, obvio que queriendo reírse de mí.
— ¿El pellizco sigue en oferta?
—Que sea doble, por favor.
Algo frío cayó en mi espalda, y girándome a Thomas para preguntarle que había sido, él estaba mirando para arriba y al instante que hice lo mismo, la ráfaga de agua cruzando por sobre nosotros me hizo sonreír. Hasta estiré una de mis manos para tocarla, unas gotas de agua bajando por mi brazo haciéndome cosquillas.
—Qué maravilla, Dios... —me reí, todavía sin dejar de verlo. Lo miré a Thomas de reojo—. Vamos, ¡tócala!
—Taylin, la voy a congelar si la toco —me recordó y cuando la ráfaga dejó de estar por sobre nosotros, pude encontrar a la persona que parecía llevarla por sobre el aire a lo lejos.
— ¿La pueden hacer ellos o la trasladan de algún lado...? —pregunté, esperando que el tipo que estaba al lado mío me respondiera. A mi sorpresa, otra voz gruesa habló.
—La trasladan, hay un lago a unos metros del campamento —respondió Noah, que caminaba adelante nuestro—. Por el momento no encontramos a alguien que quiera deshidratarse por sacar agua de su cuerpo.
Tragándome cualquier tipo de comentario por el tono seco en el cual habló, sonreí levemente de costado.
—Pero sería increíble si eso pasara.
—También suicida.
No me perdí la forma en la cual Thomas levantaba una de sus cejas por el tono amargo de su hermano, y yo me estaba preguntando por qué le caía tan mal a Noah. Traté de acordarme en algún momento si yo le había hecho alguna maldad, pero siendo sincera, Noah Parker no era alguien que se dejara maltratar fácilmente. No había quedado en una correccional por nada. Decidí morderme un poco la lengua a pesar de la curiosidad del saber por qué, y seguí observando detenidamente la gente a mí alrededor.
Más ráfagas de agua pasaron cerca de nosotros y pensando que serían de la misma persona, me sorprendió ver más de ellas con las manos alzadas y llevando el agua a lo que parecía ser un enorme recipiente. Thomas había notado lo mismo que yo.
— ¿Hay gente con la misma anomalía?
Esa vez, Sue Lee decidió voltearse y responder.
—Ya eres bastante único con cargar una anomalía, no creo que haya más favoritismo porque sea única —dijo—. No encontramos a nadie que sepa manejar hielo, pero no creo que seas el único.
— ¿Y cómo Taylin? —Quiso saber Thomas, y todos los ojos cayeron sobre mí—. ¿Hay como ella?
—Lo más probable es que sí, por más que todavía no sé qué es —suspiró, sus ojos mirándome atentos—. ¿Tú sabes qué es?
Negué la cabeza un poco avergonzada, siendo la única en el grupo sin saber qué tipo de anomalía cargaba en mis manos. Por ahí había otra persona como yo y podría enseñarme a controlarlo, a saber qué es y qué podía hacer. Una vez más, no me perdí la forma en la que Noah me miró por el rabillo del ojo, sus expresiones claramente serias. Me iba a terminar sangrando la boca si seguía guardándome las preguntas.
Para cuando dejamos de caminar, el grupo a nuestro alrededor se dispersó por el campamento y las distintas formas de tiendas orgánicas que no podía dejar de admirar. Solo Noah y Sue Lee se pararon en frente de Thomas y de mí.
—Como dijo Noah hace un rato, hay una laguna a unos metros para el Lado Norte del campamento —señaló en la dirección en la que hablaba y después señalando para otro lado—. En el Lado Este está el grupo que se hace cargo de ayudar con la comida, la medicina y la limpieza. Estamos sobreviviendo, pero no tenemos porqué apestar.
—Y en el Lado Oeste hay un pequeño campo de entrenamiento que usamos para poder aprender a defendernos —agregó Noah, cruzándose de brazos y mirando a su hermano—. Es un grupo bastante pequeño, solo los que tienen una anomalía fuerte pueden entrar.
Ladeé la cabeza.
— ¿No es un poco despectivo eso? —Me animé a preguntar—. Cualquiera con una anomalía puede usarla como defensa...
Me miró con una ceja alzada, sin otra expresión que molestia en sus facciones.
—Dime que puede hacer una persona que solo puede hacer crecer plantas; ¿va a decorar el campo? —El sarcasmo en su voz me hizo apretar un poco la mandíbula—. Hay que ser selectivos.
—Como si la supernova no lo hubiese sido ya.
Por alguna razón decidió no responderme, y volviendo para Sue Lee que se había quedado hablando con otra ronda de gente, cuando caminó de vuelta hacia nosotros tenía una chica caminando a sus espaldas que se paró a su lado una vez frente a nosotros de vuelta.
—Ya que recién empieza el día y recién llegan, quiero que se pongan cómodos y descansen un poco, de seguro tuvieron una noche larga —nos sonrió con cortesía, y dándome una mirada rápida, señaló a la chica a su lado—. Taylin, ella es Claire. Te va a ayudar a acomodarte y será tu guía para las actividades.
Por fin mirando a los ojos a la chica castaña al lado de Sue Lee, los rasgos me parecieron familiares. Los ojos redondos y oscuros, el pelo enrulado atado y con dos mechones en su rostro; sus pómulos marcados me hicieron fruncir el entrecejo. La conocía de algún lado, su rostro me era muy familiar. No la reconocí al principio, pero fue cuando lo vio a Thomas que me acordé. Sus mejillas rojas me lo confirmaron.
—Mientras tanto, Thomas a ti te voy a dejar con tu hermano —Sue Lee apoyó su mano en el hombro de Noah para darle unas palmadas—. Tengo en claro que hacía mucho que no se veían.
Thomas lo miró a su hermano y le sonrió de costado.
—Demasiado —dijo, y Noah rodó los ojos al escucharlo pero ladeó su cabeza para atrás.
—Vamos, tengo que mostrarte donde dormirás —carraspeó la garganta, estirando uno de sus brazos para rodearle los hombros a su gemelo y sonreírle de costado. Me dedicó una mirada rápida más, y a mi sorpresa, asintió con la cabeza—. Nos vemos, Taylin.
En cambio, Thomas me sonrió ampliamente.
—Después te busco, ¿sí? —le sonreí de vuelta y solo fueron unos segundos antes de verlos desaparecer entre el montón de gente. Sue Lee nos sonrió tanto a mí como a la tal Claire y también se fue por su camino.
Los ojos de Claire me encontraron al instante que me volví hacia ella.
—Hola —me sonrió, unos lindos hoyuelos formándose en sus mejillas—. Soy Claire Eastwood, ¿tu nombre es...?
—Taylin Reed —le respondí, estirando mi mano para estrecharla con la de ella. No pude contener la pregunta en mi boca—. Ibas a la escuela conmigo...
Sus mejillas se pusieron un poco coloradas.
— ¿Te acuerdas de mí? —preguntó sorprendida y me dio ternura en la forma en la que su voz se había agudizado.
—De cara, en los pasillos —una imagen rápido pasó por mi cabeza, no la del comedor y ella ruborizándose al verlo a Thomas, sino las miles de fotos de alumnos pegadas en los casilleros donde encontré sus ojos en una—. Tu foto estaba en tu casillero.
Me acordé de su grupo de amigos dejando la foto en él, pero no tenía recuerdo de ellos pasando y viendo la foto. Tensé la mandíbula al ubicarlos en el círculo que habían hecho cuando pasó el suceso de la escuela y me obligué a tragar eso. Ella no tenía por qué enterarse que ellos temían de nosotros.
Claire miró al piso unos segundos antes de volver a mirarme a mí.
—Lindo gesto, pero no creo que haya sido con cariño —suspiró, y por más que quería preguntar a qué se refería, su sonrisa dulce me interrumpió—. ¿Qué te parece si te llevo a donde puedes dejar tus cosas y descansar un poco? Como dijo Sue, de seguro debes estar cansada.
No pude decir mucho antes de que me sacara la mochila de los hombros y la cargara en su espalda antes de empezar a caminar. Siguiéndole los pasos, fue involuntario el mirar al resto de personas que caminaban entre las tiendas y que hasta a veces nos saludaban con una sonrisa. Después de tanto tiempo no sentí que esas sonrisas eran falsas o que escondían un miedo, sino que eran de gente como yo, como Thomas; era gente que estaba asustada y que se escondía por su bien.
Caminamos unos cuantos metros hasta que ella se detuvo, girándose a verme antes de señalarme la tienda orgánica a nuestro lado. No iba a dejar de llamarla así, enserio parecía un iglú de raíces. Claire empezó a reírse cuando notó como la miraba, y tuvo que agacharse para mover la pequeña tela que cubría lo que parecía ser la entrada.
—No se va a caer, te lo prometo —dijo antes de agacharse un poco y entrar. Yo solo rodé los ojos, de igual forma tirando un poco de las raíces para ver si se movía o algo, pero parecía tan rígida como un tronco. Sin pensarlo más, moví la tela al pasar y me quedé observando adentro.
Con dos pequeñas bases que parecían estar hechas de cañas, unas pocas mantas encima y las flores que colgaban del techo me hicieron sonreír. Orgánica o no, cómoda o no, era una belleza artesanal. La vi a Claire apoyar la mochila en la que parecería que sería mi cama y se levantó para sonreírme.
—Son más fáciles de esconder así —explicó, notando como no podía dejar de ver el baile de las raíces en las paredes—. Si fuese como una carpa sería obvio, y solo con un movimiento de manos podemos meterlas en la tierra como si fuese nada.
Antes el plural, le sonreí a ella.
— ¿Controlas a las plantas?
No hizo falta que me respondiera cuando levantó una de sus manos, y una de las flores que colgaba se comenzó estirar hasta abrazarle todo el brazo. Me quedé como tonta observando el movimiento del tallo rodearle hasta los dedos.
—Poco, pero sí —sonrió y solo bajando la mano de vuelta la flor volvió a su lugar—. Me están ayudando para aprender, hay gente que sabe controlar con más facilidad y a otros nos cuesta un poco.
—Me sumo a ese equipo —me burlé y ella se rio. Me acerqué a la cama de cañas y me senté con cuidado, ella sentándose en la que estaba frente a mí. Más flores entre las cañas de la suya me confirmaron que era su cama—. Así que, ¿seremos compañeras de tienda?
Asintió, sus mejillas tomando un poco de color de vuelta.
—Si no te molesta, claro está —se cruzó de piernas y empezó a jugar con sus dedos, algo que reconocí como un gesto de timidez—. Cada vez van llegando más anómalos y por más que podamos crear miles y miles de tiendas así, tenemos que apretarnos entre nosotros para no causar ningún tipo de atracción.
—Tiene sentido —le sonreí y ella hizo lo mismo, una vez más los hoyuelos en sus mejillas. Miré la mochila a mi lado y sintiendo un poco de sed, comencé a buscar la botella que seguía cargando—. ¿Qué más tengo que saber del campamento?
Corrí al cierre al mismo tiempo que escuchaba como ella comenzaba a hablar sobre los usuales horarios de comidas, pero sentí que todo sonido comenzaba a silenciarse, como si me estuviese volviendo sorda, cuando la foto de Jamie, Asher y mía se deslizó fuera de la mochila. Los flashbacks volvieron como un cachetazo y sentí que no podía respirar por unos segundos.
Me apoyé contra la cama, mis dedos cerca del borde de la foto y peor fue cuando la otra, donde estaba con mi familia, se deslizó también fuera. Fue como una estaca al pecho y las lágrimas una vez más cayeron en el dorso de mi mano. La escuché a Claire llamarme, y sintiendo una de sus manos en mi espalda, la pude ver a través de las lágrimas.
—Respira —murmuró, sus ojos llenos de compasión que me ayudaron a concentrarme en mi respiración. Llené mis pulmones de aire hasta que mi pecho no se puedo extender más y lo dejé salir con pesadez—. Eso es, sigue así...
Me hizo repetir lo mismo unas cuantas veces, hasta que pude recomponerme en la cama y limpiarme las lágrimas con el antebrazo. Ella se quedó agachada frente a mí, una de sus manos en mi rodilla y dándole un apretón cuando volví a mirarla.
— ¿Mejor?
Le sonreí como pude.
—En lo posible —respondí, acomodándome el pelo fuera de las mejillas—. Lamento el ataque...
—No tienes porqué —me interrumpió, su ceño fruncido—. Es muy normal que la gente tenga estos ataques. A veces me despierto por los gritos de alguien en una pesadilla. Es normal, y por más que alguno sepa a quien le pertenece, todos nos entendemos.
No era la única. A la mente me vino la escena de Thomas despertándose de una pesadilla hacía unas horas y como había casi congelado su alrededor. Se sentía bien saber que no era la única y me sentí acompañada.
Una de sus manos se movió por sobre la mochila, y a mi sorpresa, tomó la foto con Jamie y Asher. Una pequeña sonrisa surgió en su boca.
—Me acuerdo de ellos, se veían muy tiernos juntos —recordó y señaló a Jamie después—. Toda una dulzura. Siempre le pedí un lápiz cuando no tenía ninguno y hasta llegó a siempre cargar uno de más en la clase que compartíamos. Es una muy dulce chica.
Se me apretó el pecho, pero esa vez me tragué el nudo en la garganta.
—Sí, lo era.
El término en pasado le hizo abrir los ojos al tope, después volviéndolos hacia la foto con una triste sonrisa en sus mejillas. Yo debía de estar compartiendo la misma.
— ¿Acaso ella era...? —sabía a qué se refería.
—No, no era una anómala —apreté la mandíbula, la blusa rosa ensuciándose de rojo en mi mente y apreté los ojos para sacarme la imagen de la cabeza—. Ella me salvó y yo no pude hacer lo mismo.
Ella siguió mirando la foto en sus manos y le dio una ojeada a la que seguía al lado mío. Se quedó en silencio unos segundos, los suficientes para dejarme en claro que estaba pensando en algo y cuando quise preguntarle que fue, por sobre mi hombro pude ver una raíz crecer del montón hasta tomar una foto y levantarla. Otra hizo lo mismo con la que Claire tenía en sus manos, y sin perderlas de vista, las vi encuadrarse contra la pared de raíces, una flor en cada esquina.
Me giré hacia ella al instante, una sonrisa colándose en mis mejillas.
—Para que no los pierdas de vista y para que recuerdes que ellos van a estar siempre —no pude pelear la sonrisa y me tensé un poco al verlo a Asher en la foto. Por lo menos todos menos él—. Pasado lo que haya pasado, no es tu culpa. Es de la sociedad y el miedo que venden.
Sus palabras cargaban muchísima razón, pero el recuerdo de la muerte de Jamie me perseguía y lo haría por un tiempo. Probablemente verla sería un castigo diario y que podría consumirme bastante, pero entendí que tampoco podía borrarla de mi cabeza. Después de todo, por ella era que yo estaba ahí en un campamento donde me protegerían y me aceptarían tal cual fuera.
Claire terminó dando unas palmadas en mis rodillas antes de levantarse del piso.
— ¿Qué te parece si te hago un tour por todo el lugar? No es mucho pero para que ya puedas conocer más —ofreció, frotando sus manos entre sí. Me apuré a darle al fin un trago de agua a mi botella antes de levantarme con ella.
—Por favor, por ahí encuentre a alguien como yo.
Las dos salimos de la tienda, yo aprovechando de ojear el alrededor para recordar donde más o menos estaría. Claire tuvo que hacer crecer otra flor por sobre las raíces para que destacara del resto.
—Créeme, ya pareces bastante única.
Me reí por su comentario, su buena energía contagiándome.
—No me hagas probar mi anomalía en ti.
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