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[04]

            Lo primero que pude oler al cruzar las puertas del hospital fue el olor a alcohol etílico, a otros medicamentos y a, más que nada, sangre. Los dos primeros eran muy normales, mamá solía venir a casa con aquellos olores impregnados en su uniforme y pelo cada vez que volvía de sus turnos. No fue lo que me desagradó e hizo que mi nariz se frunciera ante el olor y que diera un paso hacia atrás, sino, había sido el olor metálico de la sangre la que lo hizo. El aroma metálico ahogándome tanto que tuve que cerrar los ojos y aferrarme a la mano de mi hermana para tragar la bilis que quería hacerse paso por mi garganta.

Jamie, del otro lado de mi hermana, se tuvo que llevar una de sus manos a su boca.

—Cielos...

Tuvimos que empujarnos contra una de las paredes pálidas al empezar a caminar por los pasillos del hospital. La gente corría de lado a lado, muchas personas sentadas en el suelo las cuales teníamos que esquivar, otras paradas desorientadas sin saber a quién detener y cuestionar. Los uniformes de algunos médicos estaban tan manchados con lo que podría haber sido litros de sangre que no se podía ver el color que tenía la tela. Mi visión se dividía en el blanco de lo que era el hospital y el rojo de la masacre.

Sabía que de fondo una grabadora estaba hablando, llamando nombres de familias que habían podido localizar a un familiar o por lo menos decir en qué hospital se encontraban, penosamente todo sonido era casi inentendible por los gritos y llantos de dolor y desesperación que rebotaban contra todas las paredes. Solo teníamos alrededor de cinco centros médicos en el pueblo, dos hospitales y tres de consultas específicas. No solo el caos estaba en las calles, todo el desastre estaba siendo traído al hospital o centros de forma urgente. Era un completo caos.

Mi mano tiraba de la mano pequeña de Morgan mientras que caminaba detrás de mi mamá. Viendo el estado que estaban los pasillos, mis dedos sin dejar de aferrarse a los de ella para que se centrara en mirar hacia al frente y no a sus costados. Era demasiado para su edad ver los charcos que se formaban bajo los cuerpos de algunas personas.

—No mires, An, no deberías mirarlo —murmuré, y sentí como sus brazos me abrazaban la cintura mientras que aún continuábamos caminando. Jamie estaba pisándonos los talones y yo los de mi mamá.

Hipócritamente, justo después de hacer que Morgan no mirara a las personas que decoraban el piso, yo no pude evitar analizarlas. Gran parte de las heridas estaban tapadas, por vendas o pañuelos, trozos de prendas que podían encontrar y hasta sábanas llegué a ver. Eso no significó que el enchastre en el piso fuera menos, se me revolvieron todos los órganos entre el olor que seguía impregnado en el aire y las imágenes frente a mí. Yo no había puesto mucha atención en cómo me encontraba yo, pero sabía que físicamente estaba en mejor estado que mucha gente de ahí. Mi cuerpo podría haber estado aun sintiendo ciertos efectos secundarios, nada externo y que fuese grave, y de igual forma me preguntaba si más adelante podría ser o no un problema. De seguro podrían eran síntomas del shock, lo cual se irían a medida que la adrenalina se esfumara de mi cuerpo, como también algo aparte. La ola -supernova- había venido del espacio, vaya a saber que podría haber cargado al llegar.

Mamá se detuvo en seco al doblar en una esquina, y apoyándose en una pared, me sorprendí al ver la cantidad de hojas llenas de nombres, impresos sobre el papel o escritos con letra temblorosa, los cuales los acompañaban cierto número o color. Algunos estaban en rojo y otros estaban tachados, ninguno con un buen significado claramente. Mis ojos viajaban de color en color, no prestando atención a los nombres, sólo a la cantidad de carmesí que había en todas las hojas. Hasta mi mamá soltó un largo bufido que cargaba al acomodar su flequillo despeinado que estaba todo revuelto.

—Cada vez va peor —dijo, llevando una de sus manos a su boca mientras que pensaba. Cerró los ojos y meneó la cabeza. El estrés se le estaba empezando a marcar en la vena de la frente.

Unos gritos nos hicieron girar hacia donde habían venido, mi impulso lo suficientemente rápido para taparle los ojos a Morgan al ver a dos personas o médicos acercarse. Ambas prendas que llevaban puestas iban con el mismo tono que me ponía los pelos de punta, cargando en sus hombros a lo que parecía ser tres cuartos de otra persona. Tuve el fuerte instinto de girar la mirada en el momento que pasaron por nuestro lado, a mala suerte de Jamie que había estado más cerca, cayendo en sus rodillas y vaciando su estómago en una arcada.

Mamá se acercó al instante hacia ella y la levantó de los hombros, alejando sus rodillas de lo que había devuelto. Sacó, con manos temblorosas, un pack de pañuelitos que siempre cargaba y le terminó dando uno antes de rodearle los hombros con uno de sus brazos y hacerla caminar con ella con la cabeza agacha.

—Vamos, no nos quedemos por acá —dijo, mis pasos volviéndola a seguir y sin bajar mis manos de los ojos de mi hermano—. Esto no se va a poner mejor.

Tuvimos más cuidado al subir las escaleras hasta el primer piso, el ascensor reservado para casos... especiales donde caminar no era una opción. Jamie ya se había recuperado un poco, ahora también aferrada a mi otra mano, y siendo yo la encargada de tratar de ubicar a su mamá. Rogaba que, entre tanta gente y en comparación a lo que había visto, la herida que ella tenía no tuviera la gravedad de las que seguían probando la estabilidad de mi estómago.

Al doblar en el pasillo de las habitaciones donde gente era internada, reconocí la cabellera rubia y los mismos ojos de Jamie a lo lejos. Terminé tirando de su mano y señalando el asiento en donde su mamá se encontraba.

—Jamie, ¡ahí!

Sentí el beso rápido que me dejó Jamie en la mejilla, y miré cómo hacía lo mismo con mi hermana y mi mamá antes de correr a los brazos de la suya. Melania, reconociendo a su hija una vez que la tuvo cerca, pareció más aliviada al verla de vuelta con ella. Le hice señas a Jamie que después trataría de comunicarme con ella, su respuesta siendo un asentimiento con una sonrisa, y mamá volvió a tironear de mi para seguir caminando.

Con más gritos de agonía, algunos que parecían aullidos o sollozos, mamá comenzó a apurar los pasos tanto que terminamos corriendo por los pasillos. Los pies de Morgan se tropezaban entre sí, entre que no podía ver bien por mi mano en su rostro y no sabía ni dónde estábamos caminando, con mamá terminamos tironeando de sus brazos para que no quedara atrás. En menos de dos minutos nos encontrábamos abriendo una puerta de las habitaciones del fondo del piso, un largo suspiro surgió de mis pulmones relajando todo mi cuerpo al entrar. Terminé apoyándome contra la pared, mi hermana lanzándose en la camilla donde estaba mi papá y abrazándolo hasta romper en llanto una vez más. Estaba un poco herido en el rostro y con su pierna toda cubierta a pesar del ángulo extraño. Lo único que me importó era que estaba vivo.

Mamá se acercó a darle un beso en la frente mientras yo cerraba la puerta. Papá, en su pobre estado y con los ojos en mí, acarició el pelo de Morgan y trató de calmarla al chistar. Me acerqué con cuidado, en mi cabeza recordando nuestra charla al mirar la televisión, y peleé con las lágrimas al estar al lado suyo.

—Millones de años pasaron, billones si quieres que lo exagere —peleé con la voz temblorosa, mis ojos traicionándome primero y dejando escapar las gotas gordas por mis mejillas de vuelta—. Y pasó ahora. ¿Por qué dijiste que no podría pasar ahora?

Terminó tirando de mi mano, mi cuerpo cayendo con cuidado en su pecho y dejando salir el nudo en el pecho que había cargado desde que había recuperado la conciencia hasta estar con toda mi familia unida y con vida. Sentí los brazos de mamá rodearnos a todos como podía, su cuerpo ya no tan rígido como antes, y nos dejó llorar a las dos. Morgan se ahogaba en sus sollozos, tan rota que me partió el corazón, mi mano en su espalda tratando de ayudarla a que se relaje y empiece a respirar.

Papá me besó la cabeza, y con la voz tensa, quebrada o cansada, habló:

—Porque fui ignorante, fui humano. Me equivoqué —dijo, sin soltarnos ni moviéndose—. Lo único que puedo decirte es que me alegra que estén bien. No sé qué hubiera hecho si...

Se terminó quebrando al final, mamá sentándose a su lado y rodeándole el cuello con sus brazos al besarle la sien.

—Están bien, Sam, amor —le habló con tanto cariño que logró relajarme a mí—. Nuestras pequeñas están bien.

No sé cuántos minutos estuvimos los cuatro abrazados sobre la camilla, probablemente más de los que mi espalda erguida había podido aguantar. Al reincorporarme, pasando mis manos por mis mejillas para secarlas y poder recuperar el aire, miré como papá le seguía murmurando a Morgan. Mi hermana no parecía poder relajarse, su cuerpo seguía temblando igual que cuando la había encontrado. Mamá me miró de soslayo al verme dar un paso hacia atrás, por inercia carraspeando la garganta, tan seca y dolorosa por toda la corrida y llanto.

Buscando algún tipo de líquido que pudiera ingerir, mis ojos se movieron por lo que sería la habitación. Comprendí que, en realidad, la habitación no era una de las que habíamos pasado adelante, sino que era un cuarto apartado donde mamá de seguro había logrado meter a papá antes de que lo dejaran en el pasillo junto al resto. Aparte de la camilla, había un pequeño sillón de dos plazas y una puerta que desconocí a donde llevaba. El hospital estaba explotando de cantidad de gente, estaba segura de que mamá no dejaría a su marido fuera de un lugar seguro.

—Mamá, ¿hay algún lugar donde pueda tomar un vaso de agua o algo? —pregunté, reconociendo mi voz más grave de lo que en realidad era. Ella frunció sus labios, mirando alrededor y soltando un bufido.

—De seguro hay uno afuera para la derecha o si no a la vuelta, cerca de los baños —dijo, y agachándose a un lado de la camilla, quitó su bolso que había escondido y sacó su usual botella metálica. Al pararse nuevamente, me miró directo a los ojos con el ceño medio fruncido—. Quiero que la cargues y vuelvas directamente a la habitación, nada de merodear ni buscar conocidos en aquel lío. Te quiero de vuelta acá, ¿entendido?

Como si quisiera mirar mucho.

—Entendido.

Salí con cuidado de la habitación, antes de abrir la puerta habiendo tomado una respiración honda como si eso pudiera prepararme para volver a enfrentarme a las imágenes que seguían fuera del cuarto. Cerré la puerta a mis espaldas, y mirando hacia la derecha donde mamá me había mencionado, hallé el dispenser que había marcado. A mi mala suerte, al acercarme, solo un bidón de agua vacío me recibió. Tendría que ir hacia el otro que había dicho, a la vuelta de la habitación, y eso significaba acercarme a más gritos que ya me estaban haciendo temblar las rodillas. Con otra respiración honda, me animé a empezar el corto trayecto que sería eterno.

Enfermeras pasaron a mi lado que estuvieron por descolocarme el hombro con la velocidad a la que iban, y yo tuve que disculparme reiteradas veces al tropezarme con piernas, brazos, prendas de ropa y más. Me daba miedo disculparme una segunda vez cuando no escuchaba respuesta y solo me mantenía en seguir caminando y convencerme de que no me habían escuchado. Como mamá había dicho, cerca de las puertas de los baños, otro dispenser se encontraba con el bidón a medias.

Sin darme cuenta o pensando en lo que estaba haciendo, estaba de rodillas cargando la botella que ni llegó a la mitad antes de que ya estuviera ingiriendo con desesperación la poca agua. Un monstruo de sed surgió en mí, tan sediento que no podía terminar de recuperar el aire que ya estaba tragando otra media botella. No noté cuantas había tomado hasta que con bocanadas busqué el aire y mi frente se apoyó contra el plástico del bidón. Mi garganta estaba más que hidratada, estaba segura de que la enorme línea de agua que había bajado en el bidón había sido por mí.

Una vez más volviendo a cargar agua, por fin llegando a llenar la botella y cerrarla, un golpe seco de una de las puertas me hizo mirar hacia arriba por inercia. Había una mujer parada cerca de mí, probablemente habiendo presenciado mi monstruosidad sedienta, y que no la había podido ver hasta que correteó a la persona que colgaba de los hombros de otro hombre. No llegué a reconocerle el rostro al que colgaba, tenía la cabeza caída hacia adelante, y estaba lista para darme la vuelta y dejar de analizar la situación de los demás, pero el problema fue que reconocí a la mujer cuando mis neuronas pudieron juntarse en un pensamiento. Y justo el pobre chico que colgaba se deslizó de los hombros de quién era su papá, su rostro por fin visible, y se me cayó la botella de las manos.

Al mismo instante que el papá gritaba por una enfermera y corría en busca de una, mis pies actuaron por inercia y me hallé agachada frente al cuerpo de mi pobre amigo. Sus ojos perdidos no parecieron reconocerme al principio.

—¿Tom?

Fue mi voz la que lo hizo ladear la cabeza, su frente mojada por su pelo relajándose.

—¿Taylin?

Nunca lo había visto en peor estado. Su mamá, parada a mi lado y haciendo de soporte con sus piernas para que él no se caiga, le estaba tratando de acomodar la manta que lo rodeaba -que después noté que era uno de los manteles de la heladería- por cómo su hijo estaba temblando. Sus dientes chocaban entre sí, sus labios empezando a tornarse azulados y su piel pálida no ayudando a esconder esos síntomas.

No sabía ni qué podía empezar a decirle.

—Dios mío, te ves terrible—soné muy grosera, fue lo único que se me ocurrió decirle al darme cuenta de que era mejor que haber hablado con su cadáver—. Cielos, ¿dónde estabas cuando esto ocurrió? Te ves...congelado.

Una pequeña sonrisa apareció en sus labios, sin dejar de temblar.

—A mí también me alegra saber que estas bien, Tay —dijo, el sarcasmo evidente, lo cual me logró sacar una pequeña sonrisa—. Y te reirías mucho si te dijera que estaba dentro del cuarto de congelación de la heladería donde trabajo. La cosa de colores rompió las ventanas y logró agarrarme dentro del cuarto.

—Pasamos con el auto frente después de que todo pasó...no pude parar, Tom, lo siento. Estaba buscando a mis papás-

—Te hubieras robado mi helado, así que está bien —solo una persona tan simpática como él podría bromear conmigo después de una circunstancia como la que habíamos pasado. La mamá, por más que sonrió al escucharlo, no podía relajar sus ojos preocupados que no dejaban de mirar su celular, probablemente inservible, y Tom pareció notarlo—. ¿Dónde está...Noah? ¿Papá?

—Fue a buscar una enfermera, a ver si podemos conseguirte una camilla o algo donde puedas recostarte, Tommy —habló tan rápido que de suerte logré escucharla. No se me pasó de largo que no respondiera la primera pregunta—. Maldito teléfono...no me deja conectarme-

—Están todas líneas caídas, señora Parker —me animé a dirigirme a ella, sus ojos almendrados, como sus hijos, incrustándose en los míos con frustración. Tragué en seco debajo de su mirada penetrante—. Puede-puede probar con algún teléfono fijo. Esos están teniendo más suerte.

Se terminó mordiendo el labio inferior, sin saber que hacer; tenía a su hijo cayéndose en lo que parecía ser fiebre y su otro hijo parecía...no ser encontrado. Me pesó un poco el pecho pensar en que el otro gemelo podría estar en malas condiciones, no era el momento para una pérdida tan cercana. Y sin levantarme del piso, me arrastré con cuidado hacia donde había quedado la botella y me acerqué de vuelta hacia Tom abriendo la tapa.

Mamá iba a matarme por lo que iba a hacer.

—Señora Parker, vaya a tratar de hacer la llamada, yo me encargo de Tom —le dije. Claramente estuvo a punto de argumentarme que era una idea absurda, así que me apuré a darle la respuesta que ella buscaba—. Mi mamá es médica de este hospital, logró conseguirnos un cuarto para mi papá apartado de toda esta gente. Puede descansar ahí y estar seguro de que una enfermera está cerca.

No pudo discutirme, le había dado exactamente lo que estaban buscando. Así que, después de conseguir que Tom tomara un poco de agua que lo hizo sonreír agradecido, con todo lo que podíamos entre su mamá y yo lo alzamos de sus brazos, su altura y peso a pesar de estar dividido entre dos personas,me hizo flexionar más las rodillas de lo pensado. Con mucho cuidado y esquivando a las personas en el piso, empezamos a caminar en dirección del cuarto.

Al doblar en la esquina que estaba la habitación, la puerta estaba abierta y mi mamá esperaba con los brazos cruzados, claramente a que yo volviera. Lo que no tuvo en cuenta es que volvería con un amigo colgando de mi cuello, justamente lo que me había pedido que no hiciera, pero no podía dejarlo a Tom afuera. No en ese estado.

No me dijo nada al ver a Tom prácticamente arrastrando sus pies y terminó por ayudarnos a entrarlo en la habitación. Logramos sentarlo en el sillón, su cabeza ladeando tanto que terminó apoyada contra el respaldo. No iba a mentir y decir que no estaba preocupada por él, la forma en la que estaba tentada a morderme las uñas de vuelta más que obvio. Entre la señora Parker y mi mamá, lograron encontrarle mantas y lo envolvieron como si fuera un burrito. De igual forma, seguía temblando.

La señora Parker hizo la llamada. No hubo noticias de Noah Parker.

Comenzando a pasar el tiempo, me senté al lado de Tom con una mano por sobre todas las mantas y moviéndola para causarle fricción en el brazo. Mientras tanto, la cabeza de Morgan se apoyaba en mi regazo, tras horas de llanto habiendo caído en sueño. Todo el suceso la había consumido, lo cual era más que entendible, y en cambio yo sentía un shot de adrenalina por todo el cuerpo. Era como tener una batería renovada en mi sistema y no había ni una pequeña chance de que yo cerrara los ojos para descansar. Entre eso y el shock que aún corría por mi mente, ¿cómo podría cerrar los ojos y no pensar en aquella nube enorme sobre mí? Parecía parpadear y era sentir que la tenía en mi espalda otra vez, que seguía haciéndose paso a través de mí.

Antes de que pudiera hablar, fue su bocanada de aire lo que me hizo girar hacia Tom.

—¿Tu hermana se encuentra bien? —preguntó, sus palabras saliendo entrecortadas y lentamente de su boca. Al asentir, él sonrió en una pequeña mueca y acomodó con cuidado las mantas sobre él—. Qué bueno...espero que podamos encontrar a Noah...

No podía dejar de mirar los efectos en Tom. Mantenía sus ojos cerrados, frunciéndolos por el dolor del frío en su cuerpo y su labio inferior temblaba tanto que parecía que estaba vibrando en sí. Lo que me sorprendió al verlo con más atención, fue que por más que su cuerpo no dejaba de tener escalofrío en escalofrío y su piel seguía igual de pálida que antes, su pelo caído se pegaba contra su frente sudada. Hasta pude ver una gota de sudor caer desde su sien hasta su mejilla. ¿Cómo era que estaba sudando si su cuerpo estaba temblando por el frío?

El comentario se deslizó de mi boca sin pensarlo.

—Tom, estás todo sudado...

No pudo ni abrir los ojos al responderme entre jadeos.

—No sé qué me está pasando... Tengo mucho frío —casi murmuró, su voz comenzando a perder volumen y fuerza. Sus brazos se hundieron aún más en las mantas y se apoyaba más fuerte contra el respaldo del sillón—. No logro entrar en calor...

Moví mi mano de su brazo a su frente, tratando de apoyar el dorso de mi mano en su frente. Fue como tocar una estatua de hielo, un jadeo saliendo de mi boca por la sorpresa. La señora Parker pareció escucharme, alejándose de mi mamá que había conseguido una radio y estaba tratando de buscar un canal que nos brindara información con mi papá.

El señor Parker había entrado al cuarto también, sus facciones duras y serias frente a la mirada de su mujer que parecía... tajante.

—Mamá... —la llamé y ella me miró al instante con sus cejas fruncidas en puro estrés—. ¿No hay de casualidad otra manta? Tom está sufriendo mucho el frío, está helado.

Meneó la cabeza confundida, alzando sus manos sin saber qué más hacer.

—Le di todas las mantas que pude encontrar en todo este lío, Taylin, no creo poder conseguirle más —dijo, y tras ojear a los señores Parker que estaban escuchando la conversación atentamente, bufó antes de volver a hablar—. Lo único que puedo ofrecer es que en la recepción de este piso hay una máquina de café, no creo que muchos vayan en busca de una mala taza de café quemado en este momento.

La mamá de Tom asintió.

—Yo iré —miró a su marido y señaló a su hijo con la cabeza—. Cuídalo. Y sigue buscando la forma de hallar a Noah.

Habría comprendido que el tono ácido con el cual había dicho lo último podría haber sido por la situación en la que todos estábamos, y siendo que uno de sus hijos estaba desaparecido o sin contacto con ellos, la volvía seca y desesperada. El problema fue que por la forma en la cual lo miró a su marido, con el ceño fruncido y con cierto resentimiento en su mirada que antes había pensado como tajante, supe que había algo ahí que ella guardaba en contra de su marido. Algo que en ese mismo momento aparentemente estaba por explotarle en la cara en el caso que las cosas no salieran bien.

La sobrepoblación en el hospital terminó causando que abriéramos la puerta a ciertas personas para que entren, gran parte de ellos con niños que lloraban o mujeres con bebés e infantes en sus brazos. Tantas vivencias y situaciones distintas, las comenzaron a hablar; destrozos, accidentes, y muchas, muchas muertes. La cantidad de pérdidas era impresionante, no estábamos preparados para una catástrofe así, ¿cómo estarlo si nunca lo esperamos? Y cuando alguien habló de ello, nos reímos en lugar de creerle. Fue la ironía del pensamiento lo que me hizo morderme el labio para no sonreír con sarcasmo; un simple científico con sus cálculos había tratado de avisarnos en uno de los programas más conocidos de la televisión y todos lo trataron de loco.

De seguro fue un loco que sobrevivió mientras que mitad de la población que se rio está llorando sus pérdidas o en camino a una nueva vida.

La mamá de Tom llegó con el café en sus manos, sus dedos temblando igual que su hijo con distinta razón, y se agachó como pudo frente al sillón para no tirar el oscuro líquido y quemarlo. Sacudí levemente el cuerpo de Tom para que él abriera los ojos, una sonrisa en una mueca al ver a su mamá. A la pobre mujer se le llenaron los ojos de lágrimas al verlo así de mal. Estaba tan pálido, tan frío, que necesitó de la ayuda de ella para que lentamente le diera un sorbo al café. Soltó un largo suspiro al sentir el calor a través del vaso de plástico. Pude ver que trató nuevamente de sonreírle a su mamá y abrió la boca para seguramente agradecerle, pero antes de poder hacerlo, todo su cuerpo pareció apagarse.

Pude ver como el café se resbalaba de sus manos y como su cuerpo se caía en mi dirección. Tuve que mover con rapidez a mi hermana de mi regazo a un costado, despertándola en el proceso, y atrapando el cuerpo de Tom entre mis brazos, evitando que se cayera hacia adelante. Su cabeza se ladeó hasta apoyar su frente en el hueco de mi cuello, el frío enviándome un escalofrío por toda la espalda. ¿Se estaba volviendo un hielo acaso?

Su mamá comenzó a llorar, de un momento para otro se calló de rodillas sobre el café desparramado y trató de tomar el cuerpo de su hijo. Se espantó al tocar su temperatura, sus dedos automáticamente comenzando a buscarle su pulso y su marido también acercándose para tomarla de los hombros a su esposa. Tom parecía muerto, y por un segundo lo creí, mis ojos automáticamente buscando su pecho y sentí un alivio enorme al verlo subir y bajar.

Papá logró ver la escena completa y le tomó la mano a mi mamá.

—¡Lauren! —sin hacer nada más que señalar al cuerpo de Tom, mamá prácticamente saltó la camilla para llegar a nosotros.

Tomó el estetoscopio de su cuello y se arrodilló a un lado de la señora Parker para poder apoyar la parte circular en el pecho de él, el cual tuve que girar con mucha lentitud por el peso gigante que tenía contra mí. Se me escapó un suspiro enorme al ver que mi mamá asentía levemente. Aún escuchaba el corazón.

—Solo se desmayó —dijo. Me calmó más el sentir la respiración contra la piel de mi cuello—. Tiene el corazón latiendo muy fuerte, eso sí...la adrenalina debe estar haciendo lo suyo. Es normal, ya va a calmarse.

¿Qué era lo normal ahora?


[...]


Mamá tuvo que irse a empezar a ayudar, totalmente en contra de dejarnos solos a pesar de que sabía que era su trabajo y que lo había renegado por horas. Le dio un beso a papá antes de dejarnos uno a Morgan y a mí también en la cabeza. Una vez que mi hermana se subió a la camilla con papá, lista para dormir una vez más, mamá me hizo a un lado.

Me agarró de las mejillas para que la mirara fijamente.

—Quiero que te encargues de que nadie más entre, somos muchos ya y no hay espacio. No dejes ni que tu papá se levante ni que tu hermana se vaya de la habitación, ¿entendido? —asentí y ella acarició mis pómulos—. Voy a volver apenas pueda con más suero y medicamentos para papá, así nos vamos lo antes posible de acá.

No supe qué más responderle, una vez más asintiendo y la vi marchar de la habitación, apagando las luces a su paso. Trabé la puerta con cuidado, cumpliendo con lo primero que mamá me había pedido, y volví hacia el sillón con Tom, acomodando sus mantas con cuidado de no sacarle el suero que estaba entrando por sus venas.

La señora Parker había arrastrado un banquito de plástico para sentarse a su lado y sin darse cuenta había caído su cabeza dormida, el Señor Parker habiéndose ido en busca de su otro hijo. No me perdí el detalle de los dedos aferrados y sin intención de soltar la mano de Tom que seguía igual de inconsciente, el instinto de madre nunca apagado. Me dije a mi misma que no necesitaba seguir buscándole el ritmo de su respiración, él solo estaba desmayado y ya despertaría. Mi cabeza no terminaba de entenderlo aparentemente.

En la poca luz que entraba por las rejillas de la persiana, pude ver la silueta de mi papá y hermana abrazados al descansar. Desconocía que hora era, no habíamos hallado nada de información todavía y tampoco alguno había salido a preguntar. Solo podía escuchar el ruido de los pasos en los pasillos, las camillas pasando y las agonías de las personas a las cuales ya me había vuelto inmune.

No me animé a cerrar los ojos, no tenía el coraje para hacerlo, y menos que menos con el silencio que se escuchaba y hasta sentía en lo poco que quedaba de mi pueblo.


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