Epílogos
Epilogo 1
—Me están... ¿Me están echando?— decía un hombre al que lo años ya empezaban a pesarle.
—Le otorgamos un retiro adelantado Dr Banner, después de todo, no habría sufrido tales lesiones de no trabajar tan arduamente para nosotros— expresaba un militar en referencia a las heridas aún no sanadas del hombre, como eran su brazo enyesado y el hecho de que debía usar muletas para mantenerse en pie —Su país le agradece ampliamente sus servicios—
—N-no pueden hacerme esto, mi trabajo, esta inconcluso...—
—Continuaremos donde lo dejo, no se preocupe, tendrá el crédito que merece— trato de acabar en el momento del soldado, buscando evitar una confrontación.
—¡No! Es el trabajo de mi vida ¡¡No pueden hacerme a un lado y esperar que me vaya sin más!!— para desgracia del militar, la confrontación era inevitable.
—No lo hacemos a un lado, solo consideramos que en su estado no es prudente que siga trabajando, hemos encontrado otros capaces...— nada más decir aquello se percato de su error, pero ya era tarde.
—¿Otros? ¡¿Otros?! ¡Nadie en este maldito país tiene la experiencia en el campo gamma que yo tengo! ¡¡Sin mi el proyecto se hundirá!!—
—¡El proyecto ya esta hundido Dr Banner! Sus notas, sus hallazgos, todo está redactado de una forma que nadie puede comprenderlos, despide a cada compañero y ayudante que se le asigna por su maldita paranoia y siendo honestos, no ha logrado ningún avance real— dijo, ya harto, el uniformado.
—Como se atreve— gruño entre dientes —He logrado una comprensión de los rayos gamma tan profunda que...—
—Que no sirve de nada pues no la comparte con nadie y a su vez es incapaz de aplicarla de una forma eficiente. Sus generadores gamma han provocado pérdidas millonarias, sus experimentos han enfermado a más de un empleado y ninguna de sus malditas armas es capaz de realizar un tiro seguro ¡Su último prototipo le estallo en la cara a uno de mis hombres! Y como si no fuera suficiente, lo transformo en un monstruo que por poco destruye Metrópolis—
—Su mente inferior es incapaz de comprender el alcance de mis descubrimientos— dijo envuelto en cólera —Nadie es capaz de comprender mi trabajo—
—Para su sorpresa y suerte, alguien fue capaz. Ha trabajado con nosotros algún tiempo y ha logrado un avance por mucho mayor en una fracción del tiempo que usted lleva con nosotros. Así que siéntase orgulloso, pues, aunque no sea usted en persona, su apellido encabeza la carrera del desarrollo gamma— con aquella línea de despedida todo se volvió claro para el científico. Aquel soldado se retiró, sin escuchar lo último que aquel hombre tenía que decir, un murmuro que parecía una maldición.
—Bruce— gruño entre dientes con gran odio Richard Banner.
Epilogo 2
La campaña sobre Metrópolis termino y según la tradición Yautja, ningún cazador volvería a usar la ciudad como coto de caza mientras esta fuera territorio del notable, en este caso, Superman.
Aquello molesto a más de uno, especialmente a dos de los cazadores jóvenes, quienes ya habían encontrado en sus patrullajes una presa interesante. Pero el código era primero y a diferencia del mala sangre marcado por el fuego ellos no osarían ir en contra de sus costumbres por un poco de gloria pasajera.
Y pronto la decepción se volvió curiosidad, ambos hermano y hermana desconocían que la tierra poseyera seres capaces de manipular las fuerzas místicas del universo. Su encuentro con la jinete nocturna les hizo indagar en los escritos de su clan, en el conocimiento adquirido tras siglos de campañas de cacería en contra de la tierra. Fue entre los antiguos escritos, aquellos que relataban las hazañas de los primeros cazadores llegados al planeta, que encontraron una respuesta.
Los humanos fueron una vez seres frágiles e indefensos, a duras penas capaces de sobrevivir a las bestias que vagaban por su mundo, totalmente vulnerables a los peligros provenientes de las estrellas y más allá. No hubieran llegado lejos, de no ser por los seres que los defendieron, mutantes cuyo poder venía de sus genes superiores, deidades vigilantes desde los cielos y seres místicos que los protegieron e iluminaron la oscuridad de las cuevas que habitaban. Eran estos últimos a quienes buscaban.
Nacidos en un clan tradicional, apegados a la tecnología y las fuerzas naturales, estos hermanos siempre vieron mas allá. Eran parte de una orden de cazadores que ara tiempo habían abandonado a los seres nacidos de la evolución, la ciencia o la tecnología en favor de los monstruos que habitaban lo desconocido, aquellos seres que aprovechaban las fuerzas sobrantes tras el Big Bang, las energías que no encajaban con el resto de leyes del multiverso, las criaturas mágicas. Y ahora, sabían que la tierra estaba plagada de estos seres.
Epilogo 3
Unos días han pasado desde la victoria de Superman sobre el mala sangre y las cosas en Metrópolis parecen volver a la normalidad. Tras asegurarse de que ningún Yautja rezagado se haya quedado en la ciudad y habiendo recolectado la evidencia dejada atrás, Dutch ha decidido que es hora de seguir adelante, seguir su próxima pista a la espera de la siguiente cacería. Ahora, junto a su nuevo aliado, regresa a la casa de seguridad desde donde había estado operando.
—Bien, empaca lo vital. Nos vamos al amanecer— ordeno nada mas atravesar la puerta, avanzando sin prestar mucha atención para empezar con lo dicho. Sin embargo, su compañero mutante se quedo justo bajo el marco, olfateando el aire, cosa que lo alerto —¿Ocurre algo?—
—Hay alguien mas aquí— exclamo en guarida.
—Que perspicaz amigo el suyo, Mayor— digo una voz desconocida, bajo el cobijo de la oscuridad.
—No se quien seas, pero acabas de cometer el ultimo error de tu vida— amenazo el mercenario con su arma en alto. Por la silueta pudo identificar al intruso pero antes de poder disparar fue sorprendido por alguien veloz, quien de un golpe le arrebato el arma y con una patada lo hizo retroceder, tropezando en su torpe caminar para caer sobre el sillón maltrecho de la habitación.
El mutante de aspecto salvaje reacciono ante esto, gruñendo antes de cargar hacia el atacante con los cuernos por delante. Dutch pudo ver en ese momento como el atacante, a quien pudo reconocer como una mujer, alzaba el brazo derecho y apuntaba con su palma abierta hacia su compañero. Entonces su brazo emitió un sonido mecánico y, desgarrando la manga de su traje, se abrió para revelar un pequeño cañón, mismo que disparo una onda sónica que derribo al mutante en el acto.
—Gracias Mercy— agradeció aquel que aun se refugiaba en las sombras —No tenemos que ser hostiles caballeros, de hecho, esperaba que pudiéramos ayudarnos mutuamente—
—¿Que mierda podrías querer tu con nosotros?—
—Compartir notas por supuesto, respecto a nuestro amigo en común— menciono mientras su guardaespaldas finalmente encendía la luz de la habitación —Estoy bastante interesado en como fue capaz de bajar al suelo al alienígena que vuela en nuestros cielos—
Epilogo 4
En los muelles de Metrópolis, los peces huyen al sentir en el agua una sustancia extraña, viscosa y de color verde brillante; provoca que las criaturas marinas se alejen. Las aguas burbujean y se agitan mientras un cuerpo extraño se acerca a la superficie, terco y reacio a morir, se aleja del que debería ser su ataúd, mismo que ahora reposa en el fondo del mar.
Una mano, de piel escamosa y con dedos acabados en garras, emerge del agua.
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