Unos granjeros lo habían visto aterrizar en medio del campo de trigo bajando como una luz; como una esperanza de sus añoranzas más inquietas, atravesando el titánico tejado de la fortaleza planetaria. Habían tenido reservas ante ciertos temores, solo se acercaron entre una cierta incertidumbre y curiosidad, unos metros guardando distancia. Hasta que el llanto de un menor del interior del cohete pareció llamarlos.

Fue un regalo, en medio de todo un matorral, en medio de diversas tierras de secano. Envuelto en una carcasa de material extraño, abriéndose como un tesoro, estaba un pequeño menor de solo algunos meses, ante la sorpresa de los Kent.

Su cuerpo era frágil, pero a la vez más duro que uno normal. Un collar en su cuello con forma de "S" que era digno de un perfecto tallador se veía grisáceo y curioso. Y su cápsula desprendió una brillantez tal que parecía que opacaria el mundo. La pareja se miró a los ojos, pensando inauditos qué hacer. Pero decidieron pronto, ante la cercanía de una lluvia, montarse y marcharse. De todas formas, si algo bien podían hacer, era seguir sus ideales antes que nada. Quien sea que fuese aquel pequeño, ahora mismo iba a ser resguardado.

A lo lejos, unas docenas de minutos después, la lluvia galopeaba por las tierras, recorriendo terrenos, mientras un grupo de agentes se bajaban para requisar esa nave.