[7] ¿Qué estoy qué?
Los botos matrimoniales eran las palabras sagradas, con la que una pareja unía sus vidas. Con las que los destinados se juraban eterna lealtad. Y con los que los Altin-Plisetsky se comprometieron eternamente el uno con el otro, como seres monógamos. Se juraron amor y cuidarse, mutuamente. Y así como lo hicieron en la riqueza y en la pobreza, en la felicidad y en la adversidad; también lo hicieron en la salud y en la enfermedad.
Otabek Altin De Plisetsky era un alfa maduro, semi-mono-sílabo, y con mirada de soldado. Esa clase de personas que se reservaba sus sentimientos y emociones exclusivamente para los seres que amaba; y que podía matarte en cuestión de segundos, con tan solo una mirada. Podía comportarse como un macho estereotipado, ser un lobo solitario, o un actor de portada para cualquier revista varonil; solía mantener un perfil bajo, y parecer un asesino de la mafia rusa a veces. Pero el tablero se volteaba cuando se enfermaba.
Otabek era una nena cuando se enfermaba, solía quejarse de todo, y dramatizar sus malestares, actuaba como un niño pequeño haciendo pucheros, y prácticamente demandaba la presencia de su madre a su lado, para que lo consintiera y mimara, como si aún tuviera 5 años. Cuando tenía fiebre, le gustaba que le prepararan un caldito de pollo, y lo abrazaran hasta que se quedara dormido.
Si, Yuri se había casado con un bebé gigante. Pero al ruso, poco o nada parecía importarle.
Después de todo, Plisetsky se encargaba de malcriar y sobre-mimar a su esposo cuando enfermaba. Con el paso de los años, había aprendido a duplicar las recetas de la Señora Altin que tanto le gustaban a su ozesno, le cambiaba las comprensas frías, para bajarle la temperatura, y le colocaba una caja de pañuelos a su lado de la cama. Hacía de todo, con tal de consentirlo tanto, como una madre a su hijo.
Situaciones como esa, dejaban bien en claro, quien llevaba los pantalones en esa relación.
Y Otabek... él se dejaba hacer, en los brazos de su omega, se acurrucaba en su pecho y actuaba como si de un bebé se tratase, hasta que mejoraba, y fingía que nada había sucedido.
Oh, pero Yuri, aquel Plisetsky no dejaba de enamorarse con la persona que lo había marcado. Con tanto tiempo de practica, sabía fácilmente como tratar a su alfa, y se encargaba cada día, de conquistarlo en cualquier aspecto y manera posible.
Lamentablemente, esa no era la situación por la que estaban pasando. Y ninguno de los dos, tanto alfa como omega, estaban preparados para la noticia.
Otabek había enfermado, y lo que parecía ser un simple malestar estomacal, se volvió el comienzo de esa nueva etapa en sus vidas.
Inició de manera sencilla: con un par de botellas de Vodka y Tequila.
Yuri había tenido un pésimo día en el trabajo, y estaba demasiado agobiado pensando en una presentación que debía entregar, para el lunes siguiente, que apenas y recordaba que era su aniversario. Cuando una notificación recordatoria apareció en su teléfono, se sintió como la peor persona que hubiera pisado la tierra. Era tarde, el sol se estaba poniendo, y había olvidado comprar un regalo para Beka.
El tigre ruso era una persona muy astuta, y si algo estaba claro de ese intrépido felino blanco, es que lograba sacarse trucos hasta debajo de las mangas. Así que después de refunfuñar un rato, a los brazos del volante de su camioneta, respiró hondo, y se dirigió a su casa. Ya luego se le ocurriría algo.
Para cuando Otabek llegó en la noche, con un ramo de rosas en las manos, Yuri ya se encontraba en la cocina, mezclando los últimos ingredientes de la ensalada. La velada fue dulce, y tranquila; alumbrada con la tenue y sensual luz de las velas en el candelabro que servía como centro de mesa. Cenaron ensalada, pasta, y unos exquisitos piroshkis miniatura, que Nikolai le había enseñado hacer a Yuri, cuando tenía 15 años. Para acompañar, bebieron vino, o eso era al menos lo que Otabek tenía en mente. Yuri por otra parte, puso en la mesa las dos botellas de liquido transparente, mientras le sonreía coquetamente a su esposo.
-Creí que no tomabas-. inició el Kazajo, cuando el rubio llenaba hasta el tope, dos caballitos con tequila.
-no hasta hoy...-. le dio uno a su alfa, y levantando la copa, chocaron cristales en señal de brindis. -diablos, extrañaba esto-. cerró los ojos el rubio, mientras saboreaba la bebida con una sonrisa.
-¿Desde hacía cuando no bebías?-. Otabek le sonrió con ternura mientras le tomaba la mano.
-Desde los tratamientos de fertilidad-. admitió calmado. -no facilitan los embarazos... y dañan los ciclos de ovulación... ¡Pero oye, no es algo de lo que deba preocuparme!-. le sonrió nostálgico el rubio. -¿sabes algo? No me arrepiento de nada, tengo todo lo que quería. Una hermosa razón para vivir, el amor de mi vida: Potya. ¡Claro, también estas tu! Y tu asquerosa bestia de 4 patas... ¡Oh! Y Nesty-. soltó orgulloso, llenando una segunda ronda. Otabek le devolvió el caballito, negando el trago. Yuri solo levanto los hombros y se bebió su baso. -Mierda, esta fuerte-. arrugó la nariz por el sabor amargo. Y luego se tomó el de Otabek. -¿Qué? No voy a dejar que se desperdicie-. se excusó molesto. -¿qué más podría pedir?
Y así pasó lentamente la noche. Después del 5to trago, Otabek recordó las mil y un fiestas que tuvieron en la universidad, y las interminables aventuras que pasó al lado del rubio en su estado de ebriedad. Sin duda alguna, Otabek extrañaba al borracho Yuri, el coqueto, despreocupado y extrovertido Yuri, que actualmente se encontraba justamente sentado frente a él, con las mejillas rojas e hinchadas, el cabello despeinado y las pupilas dilatadas. Otabek descubrió que Yuri sabía hablar español tras 7 Shots de Vodka. Y no pudo evitar morderse el labio ante la socarrona actitud de su esposo.
-Creo que es suficiente-. le dijo burlándose el Kazajo, tomando las botellas y haciéndolas a un lado. Otabek se había limitado a 2 tragos, y dejó a Yuri descontrolarse tanto como quisiera. Si el rubio quería divertirse, no veía problema en ello, después de todo: era viernes, eran adultos, estaban en casa, y era su aniversario. Le daría lo que quisiera a su Plisetsky; si Yuri le pedía una bolsa con Poutine*, él se la traería sin dudarlo, y si quería emborracharse, le sostendría el cabello cuando vomitara por excederse en tragos.
*El Poutine es una comida tradicional canadiense, que consiste en papas a la francesa, con queso en grano y salsa grabe en cima.
Yuri se quejó cuando le quitaron el Vodka de las manos, y se cubrió la boca cuando eruptó. Otabek por otro lado, no podía borrar la sonrisa de sus labios, Yuri se veía tan tierno cuando bebía, que daba risa. Con la mirada somnolienta, el rubio le tomó las manos, y lo obligó a mirarlo.
-Beka...
-Yura, ¿Sigues queriendo una familia?-. El corazón de Otabek brincó ante tal oración, no sabía si eran sus memorias, o el alcohol, pero la expreción de Yuri en esos momentos, hizo que se arrepintiera al instante. El Kazajo no dejó de prestarle atención.
Yuri había mirado con tristeza sus manos, y se veía un poco cohibido. Altin se preocupó por un instante que se pusiera sentimental, y estaba a punto de responder seriamente, cuando Plisetsky lo interumpió.
-¡Adoptemos un niño!-. había soltado, casi en un grito deslumbrante de alegría, con la sonrisa más grande que el alcohol pudiera dibujar en su cara. Yuri posó su estomago sobre la mesa, y se inclinó sobre sí para acercarse a Otabek. -siempre dijiste que querías una familia grande, y seamos honestos ¡Yo no sirvo para eso! Pero sé que tu sí, y que eres un gran padre, y que te amo. Y hay muchos niños allá afuera que ruegan por una familia, y... a estas alturas ya no me importa.
Otabek le dedicó una sonrisa, una de esas que expresa mil palabras con tan solo una mirada. Basta decir que sobraban las palabras en esa conversación que tocaba le corazón de ambos, y es que, realmente lo estaban considerando.
-Hace años te dije que lo intentaríamos todo... y que si no funcionaba...
-¡Adoptaríamos a un bebé! Beka, hagamoslo.-. tomando entre sus manos, el anillo de compromiso de su alfa, el omega continuó hablando. -Beka... estoy harto de no poder hacer lo que quería. Pero a veces, así es la vida. Ya pasaron algunos años... es más que claro, que las cosas no se van a dar de la manera que planeamos... pero sé que algun día me gustaría criar a un niño contigo. Digo, amo a mis bebés, no me malinterpretes, Potya es la criatura más hermosa que haya pisado la tierra, y tu perro es... aceptable. Pero quiero que tu seas feliz.
-Ya lo soy... contigo...
-entonces qué esperamos.
Y así se hizo. Plisetsky tomó tu teléfono, y desbloqueando torpemente el aparato, ingresaron al sitio web, para llenar una solicitud en pareja, y ser posibles candidatos a la adopción de un niño. Estaban ebrios, y felices. Su documento quedó con algunas cuantas faltas ortográficas, que el Kazajo se permitió corregir antes de enviar, y lo hicieron. La cena terminó cuando Yuri se quitó la camiseta. El rubio aprovechó la ocación para modelarle a su alfa, el conjunto de lencería con encaje negro, que había sido patrocinado por JJ, como regalo en su fiesta de cumpleaños pasado.
Si bien, Yuri no había tenido tiempo de buscar un regalo para darle a Otabek, recordó que tenía un cajón lleno con conjuntos sexys de Lencería, de los cuales su esposo no estaba enterado, y solo estrenaba uno nuevo, cuando había una emergencia como esa, en la que olvidara comprar un regalo... o en las noches que peleaban. Así es amigos, Yuri Plisetsky sabía como mantener viva la llama del amor... y hacer que su alfa, siempre le diera la razón.
Cuando menos se dieron cuenta, ya se encontraban en la habitación, repartiéndose besos y caricias entre ambos. Yuri tenía sus piernas enredadas en la cintura de Otabek, y el kazajo, disfrutaba de la textura, del boluminoso trasero de su esposo, enterrando delicadamente las manos, sobre la piel lechosa de su predestinado. Cuando se acostaron en la cama, se alarmaron por el ladrido que había dado el pobre Alyosha, al se aplastado abruptamente por la pareja. En su defensa, estaban demasiado ocupados entrando a su cuarto en la oscuridad, como para darse cuenta del perro en la cama. El san bernardo bajó del lecho y escapó a zancadas de la habitación, mientras sus dueños compartían una risa por la situación, antes de continuar con su trabajo. Otabek se dio el lujo de jugar con toda la extension lechosa y blanca de su marido, se encargó de repartir besos, chupetones y mordidas en su vientre y en su pelvis. Y Yuri, le regalo a Otabek una de las mejores noches de su vida.
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Después de eso, las cosas se volvieron complicadas.
Con el paso de los días, Otabek comenzó a sentirse demasiado cansado, y agotado por todo. Cuando llegaba de trabajo, parecía marearse con facilidad, y pararse muy rápido de las sillas le ocasionaba un vértigo horrible. En más de una ocación, su estomago se revolvía, y terminaba de rodillas frente al sanitario, devolviendo la cena.
Yuri estaba preocupado, pero Otabek le insistía en que estaba bien, y que realmente, no tenía nada. Los instintos de Plisetsky no lo dejaban tranquilo, Yuri sabía que no era un resfriado, o una intoxicacion estomacal normal. Sabía que había algo que estaba frente a sus ojos, pero aunque estuviera en la punta de su lengua, no conocía la respuesta.
Lo intentaron todo, comer liquido, o no condimentar demasiado los alimentos, pero el estomago de Otabek no parecía querer retener nada. Durante las mañanas, y cuando iba al trabajo parecía estar bien, se sentía de maravilla, pero cuando volvía a casa por las noches, o cuando pasaba demasiado tiempo en su habitación, su cabeza le dolía, y su estomago se revolvía. Yuri le preparaba tés, y caldos para intentar mitigar sus dolores, pero no parecía dar resultado.
Altin podía ser directo, y mandar cuando se lo proponía, pero su omega era más terco que cualquier persona en el mundo. Así que sin dudarlo, el rubio lo obligó a sacar una cita medica, al no ver mejoría, tras un par de días.
Luego, sucedió algo inesperado.
Yuri regresó una tarde, de sacar a pasear a Alyosha. Usualmente esa era tarea de Otabek, pero el pobre se sentía tan mal, que Yuri prefirió que se quedara en casa descansando, mientras él sacaba al perro.
Plisetsky se quitó los zapatos, antes de desabrochar la correa de su canino, y dejarlo correr libremente por la casa. Para cuando el rubio subió a la habitación, Alyosha ya se encontraba en el cuarto, jugando con la cola de Potya. La gata, siempre perfecta ante su publico, delicadamente se alzó en sus 4 patas, y caminó despampanante hasta los pies de su dueño, en busca de afecto.
-¿como te sientes?-. le había preguntado un poco preocupado a su alfa, mientras se quitaba la chamarra, y la colgaba en el perchero.
Otabek le sonrió, y le dijo que se encontraba mejor. Y que, tal como le había dicho hacía unos días, estaba bien, y lo le pasaba nada. Fue entonces, cuando sucedió.
Beka solo dio unos pasos adelante, dispuesto a robarle un abrazo de oso a su omega, cuando Alyosha lo interrumpió. El perro le ladró, y en un movimiento brusco, se puso protectoramente frente al rubio, amenazante ante el alfa.
Otabek solo levantó las manos al alejarse, en todo el tiempo de su vida, se había encargado de educar amigablemente a Alyosha, su perro nunca había mostrado una actitud hostil, y menos había intentado morderlo. Pero ese día lo hizo, levantó los colmillos y frunció el entrecejo para que Otabek no se acercara.
Yuri también se había asustado ante la reacción del perro, jamás había pasado eso, y por un breve segundo, temió que realmente le hiciera daño a Beka. Cuando el alfa intento moverse, el san bernardo volvió a dar un paso al frente, evitando el contacto entre sus dueños.
-¡Oye, basta!-. El corazón de Yuri estaba alterado. -¡No se qué le pasa! Te juro que estaba bien hace un momento-. soltó el rubio, cuando lo tomó del collar para alejarlo.
Cuando Altin bajó las manos, Alyosha solo se alteró más, y volvió a ladrar. Por suerte, el ruso era fuerte, y solo apretó más el agarre de su collar.
-¡Basta!-. le insistió a su cachorro.
-tal vez está oliendo algo-. dijo Otabek, caminando de espaldas, sin bajar la guardia.
Beka sabía que podía controlarlo, después de todo, él era un alfa. Con mostrarle sus colmillos bastaría, podía gruñirle en respuesta o incluso usar su voz de alfa, pero eso lastimaría a Yuri. Corría el riesgo de afectar a su omega, y ese era un lujo que no estaba dispuesto a darse. Así que dejó a su predestinado controlar la situación.
Yuri salió con Alyosha de la habitación, y entre algunos forcejeos, lo sacó de la casa, y lo dejó en el patio. Su corazón latía a mil por hora, no sabía que había puesto a su perro de esa manera, pero no dejaría que le gruñera de tal forma a su alfa.
-¿estás bien?-. preguntó una vez volvió a la habitación. -¿no te hizo daño?-. Yuri inspeccionó sus manos, en busca de algunos rasguños o mordidas, pero solo estaba de paranohico.
El kazajo le acarició las hebras doradas, y asintió con la cabeza. -no te preocupes-. le dijo. -estoy bien.
Después de ese día, las cosas solo se complicaron más. Ya habían pasado 3 días, y la cita medica había sido programada para el viernes. En el tiempo transcurrido, Alyosha solo se había vuelto más territorial que de costumbre. Cuando Otabek estaba solo en casa, el canino se comportaba gentil y juguetón con su amo, buscando mimos y caricias mientras agitaba la cola y le babeaba la cara con alegría y entusiasmo. Pero cuando Yuri llegaba, el perro parecía olvidarse de Otabek, y se concentraba únicamente en el rubio del lugar. En cuanto cruzaba el umbral, parecía cambiar por completo de actitud, y se volvía hostil y territorial. Pasaba todo su tiempo al lado del omega, olfateando lo constantemente, y siempre en guardia a sus pies. No dejaba que otras personas se le acercara, y cuando tenían alguna visita, incluso les ladraba, igual que a su alfa.
En más de una ocación, tuvo que ser encerrado en el patio, con tal de que no lastimara a sus dueños. Pero... no había una razón para que se comportara así. Nunca antes había sucedido. ¿Y porque solo con Yuri se comportaba como un ángel? Como si... lo protegiera de algo...
Incluso Potya comenzó a tener un carácter celoso con Yuri, se acurrucaba a su lado, y maullaba para llamar su atención. Siempre se encontraba cerca de él, tal y como lo hacía Aly. Levantaba las orejas cuando Otabek se le acercaba, y hasta llegó a rasguñar al kazajo, con tal de que esté no tocara al rubio.
Sin duda alguna, ninguno de los dos cuadrúpedos quería a Otabek cerca de Yuri.
Así que para dormir, recurrieron a cerrar la puerta, asegurándose de dejar a los animales afuera. Lamentablemente, Otabek no parecía querer mejorar. Se seguía levantando en las madrugadas a devolver la cena del día anterior, y dormía muy poco, producto de los mareos y la irritación.
Yuri no soportaba ver a su Beka así, y menos cuando no era capaz de hacer nada para que se sintiera mejor. No podía pegar el ojo, sabiendo que su alfa se sentía mal, y velaba a su lado en las largas noches, en espera de su mejoría, contando los minutos para llegar al consultorio, y contestar de una vez por todas, sus dudas.
Y así lo hicieron.
Cuando llegó el día de su cita, fueron a primera hora al hospital, y su medico de cabecera los atendió. Ella era una beta, de ojos despampanantes y su sonrisa irradiaba confianza a los 360° que la miraras. El chequeo fue sencillo, y tranquilo. Iniciaron con tomarle los signos vitales, y continuaron con algunas preguntas para realizar el diagnostico.
-¿Entonces son mareos, repentinos, y vértigo? Desde hace unas...
-2 semanas-. respondió Yuri, casi en un reflejo.
-¿algún dolor de cabeza? ¿vomito? ¿dolor abdominal o intramuscular en la espalda?
-si-. continuó Otabek. -todo. También insomnio, reflujo y jaquecas.
-no tienes fiebre, y tienes las pupilas dilatadas. Probablemente es una infección. El reflujo es normal, ¿has estado en alguna situación estresante o algo te inquieta?-. continuó la Beta mientras revisaba el pulso cardíaco del alfa con su estetoscopio.
-no que yo recuerde-. miró a los ojos a la doctora, quien le pidió desabrocharse la camiseta. Ella continuó con su revisión, y tras culminar anotó algunas cosas en el monitor. Posteriormente , le recetó unos antiacidos al alfa.
-te mandaré a hacer unos estudios de sangre y orina. Puede que tengas un parásito o una infección, pero para medicarlo, necesitamos saber con exactitud que tienes. En base a eso, podremos saber que tratamiento darte-. le dijo extendiéndole una nota, con la receta. -Los estudios los hacen hoy mismo, en el laboratorio 3, en el piso de abajo-. explicó paciente la chica, y Yuri no podía dejar de agradecerle.
Como fueron indicados, fueron hechos, y entregados. La respuesta de los análisis, estaría lista en unas horas, así que aún tenían parte del fin de semana para relajarse, antes de enfrentarse al que sería el siguiente paso de sus vidas.
Otabek y Yuri comieron algo ligero en una cafetería cerca del hospital, para poder volver en cuanto la doctora les indicara. Mataron el tiempo hablando de las películas que estaban en cartelera, y decidiendo cual irían a ver, una vez salieran del consultorio medico. Y por qué el genero Mecha, estaba muy pasado de moda. Aunque, también existía la posibilidad de que los mareos de Otabek los obligaran a regresar a casa, en ese caso, veían también opciones para ver películas, desde la comodidad de la sala de su hogar. Otabek quería tranquilo, como un romance o un drama; mientras que Yuri buscaba algo de aventura en comedia. Terminaron optando por una comedia romántica, para combinar un poco de todo, y satisfacer los gustos de ambos.
Después de eso, pagaron la cuenta y volvieron a la sala de espera del hospital, solo para enterarse de que sus resultados ya estaban terminados. La carpeta les fue entregada, y Yuri intentaba leer los resultados en camino al consultorio de la Doctora; pero él no entendía lo que decían.
Una vez los volvieron a llamar al consultorio, Yuri le entregó la carpeta a la doctora, quien suspiró al confirmar sus sospechas con los papeles de las pruebas.
-¿y bueno? ¿qué dicen?-. Se inquietaba el rubio.
-el hemograma muestra que sus niveles de hormonas son estables, tiene una buena presión, buen numero de glóbulos rojos, blancos y plaquetas. No hay medicamentos, o alguna clase de alcohol o droga, en su organismo. Buen oxigeno... saturación... Eres un joven muy sano, Otabek. Pero lo que origina tus malestares, no son parasitos. Y me temo que tampoco es una infección. Digame señor Altin, los malestares son más comunes y frecuentes en el trabajo o en casa.
-En casa-. respondió el castaño.
-Y son más propensos durante semana, o los fines de semana.
Otabek se tomó un momento para recordar. -los fines de semana... y las noches.
-mhm-. asintió la doctora. -Bueno, estas completamente sano, así que no deben de preocuparse mucho.
-¿Cómo puede decir eso, cuando ha estado enfermo estas ultimas semanas? ¿qué es lo que le pasa a mi esposo?-. Yuri se llevó las manos al pecho, intentando no sonar tan preocupado como lo estaba.
-Su esposo está bien, señor Altin. Es solo una irregularidad en las hormonas que afectan a su sistema nervioso. Otabek tiene un exceso de gonadotropina. Lo cual es extraño, porque es un alfa. Y no secretan esa hormona. Solo lo hacen los omegas. ¿Se han dado cuenta que se siente más enfermo cuando está a su lado?-. comentó con una sonrisa la beta.
Yuri apenas podía digerir las palabras. ¿A caso le estaban diciendo que él era la causa de los malestares de Otabek?
-¿disculpe?-. El Kazajo se inclinó sobre la silla.
Yuri por otro lado, estaba en el limbo, con la mirada perdida y las manos entrelazadas.
-es mi culpa...-. susurró el rubio.
-No puede ser posible, Yuri. Tu no...
-yo he estado enfermandote.
-no estamos seguros de eso.-. La doctora los interrumpió.
-¿y si es así?
-Mandarémos a hacerte los mismos estudios para confirmarlo. ¿Cuándo fue tu último celo?
-el 16... hace una semana-. Yuri verificó la fecha en su celular. -estamos en 23... ¿Cree que eso haya sido el problema? Pero si Otabek se sentía mal desde antes...
-Ambos han estado muy alterados, cosas como esta suceden todo el tiempo. Yuri, por favor mírame. Está bien, tú estás bien. Pará confirmarlo, te sacarán un par de pruebas de sangre, y tendremos los resultados en poco tiempo, ¿sí? El papeleo para sacarte una cita medica a ti, va a ser muy extenso, pero voy a poner que entraste como si fuera una urgencia, así que los estudios estarán listos para mañana. Y eso, solo porque no tienes la anticipación de una cita, como Otabek. Pero créeme, todo estará bien-. le dijo tomándole las manos. -mañana sabremos que es. En el peor de los casos, es un par de inyecciones, y medicamento tomado por unas semanas, nada de qué preocuparse. Hasta entonces-. se despidió amablemente con un apretón de manos.
Ninguno de los dos pudo dormir esa noche.
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Yuri no pudo dejar de reprocharse. Y sobre pensar las cosas. Incluso, en la hora de la cena, no podía lograr apartarse eso de la cabeza.
-es mi culpa
-no, no lo es.
-¿y si te estoy enfermando? ¿y si yo quien lo está ocasionando?
Yuri estaba hiperventilando, Otabek pausó la película antes de ignorar el televisor, y tomar el rostro del rubio entre sus manos. Las esmeraldas se encontraron con los azabaches, y sus respiraciones tardaron poco tiempo en sincronizarse.
-Yuri De Altin-Plistsky. Tu nunca me harías daño, y mucho menos a propósito.
-pero, y si...
-no. No es tú culpa. Es solo otro desorden hormonal. Ya hemos pasado por esto antes, piensa en las posibilidades. ¿Cuales eran los efectos secundarios de los tratamientos de fertilidad?
El rostro del ruso palideció en un instante. -¿Y si es menopausia? ¿O Pre-menopausia? ¡Soy demasiado joven para eso!
Otabek no pudo evitar soltar una carcajada, y atraer el cuerpo de su esposo contra su pecho. Realmente amaba a Yuri, con todo y sus extrañas inseguridades.
-es lo más probable-. había continuado el kazajo para molestarlo. -pero aún así te querré.
-¿con todo y menopausia?
-con todo, y menopausia.
La mañana siguiente fue un sábado, su día favorito y menos preferido de la semana. Habían recibido la mañana, con la luz del sol colándose por la ventana. Y una llamada entrando al teléfono personal de Otabek.
Yuri, se había revuelto entre las almohadas al escuchar el aparato sonando, y hundiendo su rostro entre las cobijas, se ocultó del mundo, para evitar levantarse de la cama. El omega se estaba despertando, y no era grato que interrumpieran sus preciadas horas de sueño, de esa manera.
Otabek por otro lado, se había levantado por el sonido, y contestó el teléfono, antes de que este despertara a Yuri por completo, sabía muy bien que su minino se enojaría si lo despertaban bruscamente, y que estaría gruñón por el resto de la mañana si eso pasaba. Con un bostezo, comenzó la llamada.
-¿buenos días?-. fue lo primero que salió de sus labios.
-Buenos días, estoy buscando a el Señor Otabek Altín-Plisetsky
-tiene el gusto, ¿con quien tengo el placer?-. su tono somnoliento lo delataba, los ojos del kazajo apenas y se podían mantener abiertos. Otabek recargó su espalda contra el respaldo de la cama, y sintió el cuerpo de Yuri acurrucarse contra su torso y abrazar su cadera, de manera protectora. Otabek le comenzó a acariciar la cabeza.
-Si, mucho gusto. Mi nombre es Eiji Okumura, hablo de la asociación de Betany Christian Service, para la adopción de un infante-. El kazajo estaba enredando sus dedos dulcemente la cabellera de hebras doradas, cuando escuchó la noticia. El cuerpo de Otabek se paralizó, y patéticamente se incorporó de donde estaba, tirando a un lado el cuerpo de su, ahora despierto, marido.
-¡Qué!-. el felino le lanzó una almohada desde el suelo, al lado de la cama.
-shhh-. Otabek estaba que desbordaba alegría por los poros, justo antes de mover entusiasta mente su mano por toda la extensión del rostro del felino, alborotando el cabello de Yuri y enredándolo por todos lados.
-oye...-. el osezno le tapó la boca, con un movimiento rápido, sin despegar su oreja del teléfono.
-hace un par de semanas, recibimos una carta y formulario de solicitud, para ingresar al programa-. Yuri intentó zafarse del agarre de su alfa, pero Otabek lo acorraló entre sus piernas, y lo sujetó como a un osito de peluche, segundos antes de colocar la llamada en altavoz, permitiendo que su omega también escuchase la conversación.
-llamamos para informar que su solicitud ha sido aceptada, y que oficialmente están dentro del programa de adopción. En un par de semanas, un agente será enviado a evaluar su casa, y posteriormente se iniciará la búsqueda de un posible candidato / infante para ustedes.-. Yuri miró a Otabek, como nunca lo había hecho en la vida. La esperanza que deslumbraba en sus ojos, esa paz, esa plenitud... Ese sentimiento de alegría indiscriminada, no había dinero en el mundo que pudiera comprarla.
-Beka...-. ambos regresaron su atención a la llamada.
-No podemos asegurar que el proceso sea rápido, y tampoco hay un tiempo de espera exacto. Puede durar desde unos días, hasta un par de años... Hay algunos que simplemente se vuelven un numero en el sistema, pero...
-¡No-no importa!-. las palabras se escaparon de la boca del rubio. -no importa, estaremos esperando... llevamos mucho tiempo esperando.
Una pequeña risita se escuchó del otro lado de la linea. -Esta bien-. contestó alegre aquel muchacho. -Veo que están muy entusiasmados. Les enviaré la información, y espero podamos seguir en contacto. Si necesitan algo, igualmente este es mi numero privado, yo llevaré el registro y seré el encargado de seguir con su caso. Esperamos que tengan un gran día.
-¡Igualmente!-. la voz de Yuri casi sonaba quebrada y sus ojos estaban que derramaban las lagrimas, pero la enorme alegría que emanaba en su rostro revelaban que el sentimiento que lo hacía llorar no era tristeza, si no felicidad.
-buenos días-. se despidió Otabek con el teléfono aún entre las manos. La llamada se cortó y la pantalla se pintó de negro.
Los almendra se encontraron con los esmeralda. Había tanto que decir, tanto que Otabek quería expresar en ese momento, y tanto que Yuri quería gritar aquel instante, pero simplemente no existían palabras para describir ese sentimiento. Palabras u oraciones que expresaran completamente lo que uno sentía o cómo lo hacía.
En ese momento, el sábado a las 7.49 de la mañana, entre las enredadas y alborotadas viejas sabanas de su cama, Yuri miró a Otabek, sabiendo que era uno de los momentos más felices de su vida. Y sin decir nada, le sonrió, cuando sus ojos comenzaron a verter agua sobre su rostro.
Otabek se abalanzó contra el rubio, y se acunó en el pecho de su omega, en busca de consuelo. Finalmente lo habían conseguido: habían entrado al programa. Tal vez no tenía un bebé entre sus brazos, aún. Pero al menos era un avance, un paso más para llegar a ese camino.
Otabek lloró lleno de alegría, derramó mocos y lagrimas sobre la camiseta que Yuri usaba de pijama, y el rubio lo envolvió tan fuerte entre sus brazos, como si se estuvieran complementando. Y es que, inconscientemente eso hacían. Yuri y Otabek se complementaban, en cuerpo y alma, no por nada se les llamaba almas gemelas.
Lloraron, rieron y se abrazaron, absortos del mundo y de todo. Eran felices, simplemente disfrutaron del momento. Su momento. Ese rayo de luz y esperanza que creían nunca llegaría a sus vidas.
Pasaron las horas, pero se rehusaron a salir de la cama, como si temieran que al hacerlo, su burbuja de felicidad se acabara.
Pero tuvieron que hacerlo. Desayunaron algo ligero; Yuri solo tomó líquidos, y ayunó como la doctora le había pedido; Otabek preparó unos sándwiches para después de los estudios, y se ducharon, se alistaron y se marcharon. Por mucho que quisieran quedarse, la cita en el hospital los estaba esperando.
Los estudios fueron bien realizados, las muestras de sangre extraídas, y los resultados dados. El tiempo parecía ir más lento en el hospital, pero eso a los Altin-Plisetsky no les importaba. Las largas horas en la sala de espera, prácticamente desaparecieron cuando se entrelazaban las manos, jugando con sus anillos matrimoniales, recordando las mil y un sonrisas compartidas aquella mañana, cuando les dieron la noticia.
Yuri no quería ilusionarse mucho, pero mierda, ya lo había hecho. No le importaba esperar, ya había esperado demasiado; él solo quería un cachorro, un pequeño cachorro al cual acunar entre sus brazos, que le abrazara y le sonriera como Otabek lo hacía. Un pequeño infante que creciera al lado de ambos y sacara a relucir las caras más amigables y sensibles de su alfa. Un cachorro que les fastidiara la vida, que los despertara en la noche con llantos y no los dejara dormir; que los preocupara y los hiciera correr tras sus piesitos, alentándolo en sus travesuras. Yuri quería una familia. Una familia al lado de la que ya tenía con el osezno.
Pero el mundo ya tenía otros planes.
Entraron al consultorio, para que la doctora le diera los resultados y finalmente pudieran medicarlo.
Sentado en la mesa de revisiones, hombro a hombro con la persona que amaba, miró a la doctora parara frente a ellos, que leyó pacientemente los resultados en el ordenador.
-Yuri, tus niveles de progesterona y testosterona son altos. Y se siguen elevando-. explicó la beta mirando las esmeraldas. Suspiró. -Pero también existe una anomalía en tus hormonas GCH.
Otabek entrelazó sus manos, y aseguró el agarre de su compañero.
-Son las que regulan tus ciclos sexuales y los celos. Bueno, efectivamente tuviste algo que ver en la salud de Otabek.-. continuó.
-entonces fue mi culpa-. había soltado des consternado, mirando el suelo sin expresión alguna. -yo soy la causa de que te sintieras tan mal estas ultimas semanas
-técnicamente, no-. Yuri la miró. Ella volvió a clavarse en el monitor, releyendo el historial medico de su paciente. -estuviste bajo estrictos tratamientos hormonales, por consecutivas ocasiones, ¿no es así?
La pareja asintió.
-Bueno, en consecuencia, tu cuerpo no digiere la información. Sabe cuando entras en celo, pero no sabe cuando hay una anomalía o no; creé que sigues en medicación. Al inicio de los tratamientos tenías muchas nauseas y repentino vértigo, pero supongo que en los últimos ya no.
Yura se tomó un momento para pensarlo.
-¿es menopausia?-. fue lo único que salió de sus labios en ese momento. Era la única razón coherente que tenía en la cabeza, de lo contrario, no sabía que clase de desorden hormonal pudiera estar atravesando en ese momento.
La beta dulcemente le sonrió, con los ojos brillantes y esa sonrisa despampanante. Inconscientemente, se burló; no de manera grotesca, pero si se le escapó un suspiro por la respuesta.
-creo que es todo menos eso-. se levantó de su asiento. -Yuri, estás en cinta.
La sonrisa se le borró de la cara, y el color de su piel se le cayó al suelo. En un momento, Yuri estaba tan pálido, que Otabek temió que se desmayara ahí mismo.
-Disculpe, no la escuché bien. ¿Que estoy qué?-. el ruso estaba atónito, no podía creerse esa mentira, ¿o sí?
-Estas embarazado, tienes cerca de 5 u 8 semanas. Bueno, eso creo. Te enviaremos con un especialista, vamos a sacarte una cita, para que continúen con el procedimiento.
Yuri se comenzó a reír.
-¿Disculpe? No, debe haber un error. Debe estar equivocada, yo... yo soy infertil.
La beta lo miró seria.
-Lo intenté de todo, en serio. Pero... pero no sirvo, mi cuerpo no sirve para eso... ¿usted está insinuando que lo imposible es posible? ¿Que sigue, va a convertir el agua en vino? No... debe... debe haber una equivocación... ¡Tuve mi celo hace un par de semanas! Haga más exámenes, debe ser otra cosa.
-Yuri, tu aumento de peso, los niveles de hormonas que tienes: estas embarazado. Otabek se ha sentido mareado todos estos días a causa de las hormonas que produce tu cuerpo; él no está acostumbrado a los niveles de testosterona, estrogenos y GCH que tu emanas. Pero las vitaminas van a arreglarlo. Tu necesitas a un especialista, alguien que te ayude a llevar un embarazo sano; medicamentos para la salud de tu bebé.-. ella le tomó la mano. -estas en cinta.
-No
-Pero...
-¡No!-. su voz comenzó a quebrarse. -¡No, no estoy embarazado! Sabría si estuviera embarazado. Yo no puedo estarlo, mi cuerpo... mi cuerpo no sirve... soy infertil... no puedo terminar un embarazo... mi cuerpo no lo resistiría... ya perdí a un bebé... ¡Perdí a un bebé, no puedo tener otro!-. Se cubrió la boca con las manos, para mitigar sus sollozos, pero no pareció funcionar mucho. -perdí... perdí un bebé... un cachorro-. susurró para sus adentros. -un cachorro...
Otabek estaba atónito, envolviendo inconscientemente el cuerpo de Yuri, en un abrazo. La alegría de la mañana, esa felicidad parecía haber desaparecido.
La doctora los dejó solo un momento. Y la pareja de consoló en silencio. Otabek tampoco se lo creía, Yuri no podía estar en cinta. Él lo había visto y acompañado durante todos esos años, lo había sujetado cuando él gritaba con el cuerpecito de su hijo entre sus brazos. Lo consoló cuando perdieron a su cachorro, y lo acunó cuando nadie más pudo. Pero ahora, el alfa no podía digerir la situación.
Tras unos minutos, la doctora volvió acompañada del jefe de ginecología y un par de enfermeros. Les explicaron que los llevarían a un consultorio en el área especializada. Y que ahí, les enseñarían algo. El trayecto fue silencioso, Otabek caminando en silencio, junto al enfermero que guiaba la silla de ruedas en donde transportaban al rubio.
Yuri no quería caminar, mejor dicho, no podía. Era como si le hubieran drenado toda la energía del cuerpo, parecía una muñeca de porcelana en tamaño real. Otabek recordó con odio y melancolía la expresión que Yuri tenía dibujada en la cara: era igual a la que tenía el día del "funeral" de su hijo, cuando la familia del azabache se reunió en su casa, para velar la partida de su pequeño cachorro. Otabek no quería volver a esa época, su alma no lo soportaría ese dolor.
Con ayuda, Plisetsky se montó sobre la camilla, y lentamente se arremangó la camisa. El medico habló, parecía decir algo importante, pero a Yuri parecía no importarle, estaba demasiado absorto del mundo, perdido en sus propios pensamientos y en un bloqueo mental como para estar presente en la realidad.
¿No podía ser cierto, o sí?
Fue entonces que escuchó a Otabek llorar. El rubio volvió al mundo, y ladeó la cabeza para encontrarse con las lagrimas recorriendo el rostro de su alfa. Otabek se cubría el rostro con las manos, y sollozaba en silencio a su lado. Yuri quiso levantarse para abrazarlo, pero se percató del frío gel sobre su estomago, y una pequeña pala plástica que el medico presionaba suavemente sobre su vientre.
No supo como reaccionar a eso, su cuerpo se movió sin pensarlo, sus ojos buscaron una pantalla en la habitación, una computadora o algo. En segundos, encontró su prometido, y clavó la mirada en la pantalla.
Y ahí estaba, el monitor frente a sus ojos. Una imagen borrosa y en blanco y negro. En el centro, un pequeño bulto negro, que carecía de forma o gracia. Pequeño, de apenas unos milímetros de tamaño, pero ahí estaba.
-no es cáncer, no es una hernia. Es un embrión... No hay sonido: aún es muy pequeño para que podamos escucharlo-. explicó el doctor a su lado. -pero ahí está.
Agrandó la imagen, volviéndola incluso más borrosa.
-sano y salvo, viviendo pacíficamente en su hogar...-. dijo más para si mismo que para los demás. -en unas tres semanas podrán venir, para escucharlo oficialmente. Haremos una sonografía interna. El procedimiento es más complicado, pero no lastimará al feto, y nos permitirá escuchar su corazón.
Yuri asintió consecutivamente con la cabeza cuando sintió sus ojos nublarse con agua. Ahora él estaba llorando como magdalena.
El doctor imprimió la imagen de la ecografía, y se las entregó. La pareja observó los rayones en sus manos.
-Este es su bebé-. habló calmado, tomando a ambos por los hombros. La calma que irradiaba aquel doctor era infinita, tanto, que logró ablandar el corazón de los futuros padres. -es un bebé arcoíris. ¿Saben lo que significa?
Yuri negó lentamente con la cabeza.
-Un niño arcoíris es un bebé que llega después de una perdida. Es el primer bebé en ser fecundado después de un aborto o un embarazo que no llegó a terminó-. les tendió una caja con pañuelos, y luego se puso de rodillas frente a ellos. -sé que es difícil; pero también se que un bebé es una bendición. Sin importar las circunstancias, el motivo o la razón. Escuchen: este nuevo bebé no va a reemplazar ni a llenar el vacío que tienen por haber perdido a su hijo; nada nunca podrá quitarles ese dolor. Pero en este momento, ustedes tienen un milagro entre sus manos, un pequeño milagro que está creciendo... y que va a necesitar de ustedes. Este bebé va a necesitar que sean fuertes, y que salgan adelante. Porque está ahí, este bebé está aquí. Sé por lo que han pasado, por los años y el dolor que han atravesado. Pero este es un nuevo futuro, su presente es hoy, y el mañana es desconocido.
Plisetsky hipeó un momento y se sorbió la nariz con ternura.
-En este momento, ustedes literalmente tienen un milagro. No hay una razón medica exacta que explique ¿por qué ahora? ¿por qué no antes? Pero esa es la mejor parte. El universo obra de formas muy misteriosas, y a veces así sucede. Este embarazo puede ser diferente, seremos más precavidos, más exigentes, más cuidadosos. Descansarás más, y tendrás una dieta especial. Haremos todo lo humana mente posible para asegurarle una oportunidad a este pequeño.
-lo que sea-. susurró inconscientemente el rubio.
-Intentaremos lo que sea.
-Muy bien... cuidemos de su pequeño arcoíris.
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TayFrost
Ya se, tardé mucho. Tengo muchas cosas que hacer, lo siento. Espero que les haya gustado esta parte, pero nunca olviden: Esto apenas comienza.
Si fueron lo suficientemente inteligentes para leer la descripción de la historia, sabrán que esta es la historia de un embarazo especial.
Los otros capítulos no fueron nada más y nada menos que una enorme... y digo ENORME introducción, para darle peso y contexto a lo que sigue. Algunos capítulos van a tener temas un poco maduros, y en lo personal, tardo en escribir esta historia, porque es un tema delicado. Más cuando haz vivido esto de cerca.
Lo siento si herí los sentimientos de alguien :D No se preocupen, se pondrá ̶p̶e̶o̶r̶ ̶ m̶e̶j̶o̶r̶ interesante
Wow, casi 7 mil palabras. Nuevo récord (en este fic, claro).
Bueno, eso es todo. NO OLVIDEN COMENTAR Y DARLE UNA ESTRELLITA, PORQUE ESTAS HISTORIAS SON GRATIS Y HAY QUE DISFRUTAR LO :D
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