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[4] 12 Semanas

ADVERTENCIA: CAPITULO CON CONTENIDO DELICADO. SI ERES UNA PERSONA SENSIBLE, POR FAVOR CONTINUA LEYENDO EN EL SIGUIENTE CAPITULO


Tras unas cuántas semanas de haber detenido los medicamentos, la joven pareja regreso a la clínica a charlar con su especialista. Ambos sabían que se encontraban en la cuerda floja, tanto el medico como el matrimonio estaban en la misma pagina, habían aceptado que los medicamentos no habían funcionado. Pero ese no era motivo para detenerse.

Después de todo, el primer día que cruzaron esas puertas, Nekola les había prometido hacer todo lo que estuviera al alcance de sus manos para apoyarlos, y eso era exactamente lo que harían. No sin antes, dejarlos respirar un poco.

Fueron semanas las que los Plisetsky-Altin perdieron el contacto con la clínica. Otabek había obligado a Yuri a tomarse un descanso. Sabía que el ojiverde le estaba exigiendo demasiado a su cuerpo, pero que era muy terco como para aceptarlo, y darse cuenta de sus propias necesidades. Esa fue la razón, por la que el Kazajo le dijo al medico en su ultima revisión, que además de dejar los tratamientos, se tomarían un tiempo para que Yuri mejorara. Nekola había aceptado la propuesta, alegando que era saludable que tomaran un periodo de descanso, entre cada tratamiento.

Si bien Yuri jamás le comentó nada a sus amigos sobre la dura situación que estaba pasando, tuvo la decencia de decirle a su jefe de trabajo; para poder explicar el porque de sus repentinas faltas, y altibajos médicos. Sorpresivamente, Yakov había sido sumamente comprehensivo con el tema, e incluso, acepto guardar la confidencialidad del asunto. Tal vez no tenia en mente, en el momento en el que le comentó su situación a su superior, pero en el futuro, Yakov se convertiría en un importante soporte para Yuri.

Cuando finalmente cumplió los 28, Yuri tomó la decisión más difícil de su vida. 

Acompañado de Otabek, y tras su corto periodo de descanso de las drogas fertilizantes, se adentró nuevamente a la clínica, pero esta vez, con la intención de abrir un nuevo camino a su vida. La cita había sido agendada semanas atrás, el mismo día en el que el Hada rusa festejaba su vigésimo octavo año de vida. Y esa misma mañana, el 1ro de Abril,  el futuro de tanto alfa como omega, cambiaría nuevamente.

La ultima vez que visitaron aquel consultorio, el medico les había pedido unos exámenes, en los cuales habían extraído un ovulo y el esperma de la pareja, para llevar acabo el proceso de inseminación manualmente, para 4 posibles candidatos. Una vez, la fecundación fue exitosa, y el periodo de descanso de Yuri culminara, el producto estaba listo para ser implantado en el vientre del Felino. Ahora las cosas eran distintas, y un aire cálido se sentía en la habitación. Yuri estaba nervioso, pero el hecho de tomar la mano de Otabek y entrelazarla entre la suya, hacía que todo su cuerpo se relajara.

Los pasaron a unos cuartos separados, dónde los alfas esperaron pacientemente, mientras el Omega se cambiaba las prendas por su característica bata medica. Después de que Yuri saliera del vestidor, se dirigió a la camilla medica, sintiendo el frío aire colarse entre su entrepierna. Se montó en el objeto, y levantó las piernas, recargandolas en ambos lados laterales, como Nekola le había indicado. Otabek estaba a su lado, tomando su mano, y acariciándole el cabello.

El procedimiento fue lento y calmado, pero "estable". O al menos, así lo describió el Checo. Yuri se estremeció un poco al sentir la jeringa entrar en su ser, pero no se movió demasiado, pues sabía que si lo hacía, el resultado sería catastrófico. Otabek lo arrulló con la mirada, a la vez que el de piel lechosa soltaba un suspiro sosegado.

-bien, Yuri. Todo terminó. Lo hiciste muy bien-. lo felicitó el medico. -Deja las piernas alzadas por otros 45 minutos, y luego podrán irse. -explicó mientras oprimía un botón de la camilla, que hacía que esta se reclinara hacía atrás, ayudando a la elevación pélvica el omega.

Otabek no se movió de la habitación, en su lugar, sacó de la maleta que llevaba, una manta de lana, que a Yuri le encantaba, y la colocó sobre el cuerpo de su pareja, ayudándolo así a colmar el frío. Una vez lo había arropado, recargó su cabeza sobre el pecho de su omega, y dedicándose a observar cada una de las fracciones de su precioso y fino rostro, lo arrulló con todas las canciones melancólicas que se sabía, haciéndolo recordar incluso el día de su boda, recitando dulcemente la pieza que eligieron como vals, para tan significativa situación. Contaron chistes, y recordaron anécdotas importantes, de cuando aún eran jóvenes despreocupados. Tratanso así, de ignorar el temor que reinaba silenciosamente en la cabeza de ambos.

Cuando menos se dieron cuenta, los 45 minutos habían pasado, y ya se hallaban de nuevo de camino a casa. Tendían que esperar al menos 2 semanas para ver si los resultados eran positivos.

Y así lo hicieron.

El primer ciclo no fue exitoso. 

Ni el segundo, o el tercero. 

Los Altin-Plisetsky sabían que ya no les quedaban oportunidades, y que su presupuesto estaba al borde del colapso. Si bien habían ahorrado por años, los tratamientos no eran gratis, ni accesibles, en realidad. Sus ahorros para el in vitro había sido para 4 intentos, y nada más.

Estaban a punto de iniciar el 4to intento, y si no funcionaba, ya no había nada.

Esa ultima mañana, de esa ultima revisión, Yuri se levantó sin esperar algo en realidad. Se bañó, cambió, y arregló de la manera más cómoda posible. Otabek generalmente disfrutaba los sábados, pero ese día no se sentía como uno. Usualmente desayunaban algo ligero, y pasaban el rato en el sillón, perdiendo el tiempo entre caricias y malas películas; pero esa mañana, en cambio, el aire era distinto; más oscuro que de costumbre.

Ese ultimo intento ya no tenía esperanza en Yuri, pero sí en la de Otabek. Aquel Oso Kazajo estaba dispuesto a poner toda su fe en ese ultimo intento, porque quería la felicidad de Yuri, y temía que si no funcionaba, perdería de cierta manera a su Omega.

Otabek creía en un dios, porque su familia le había implantado la religión desde una temprana edad, pero no rezaba a diario, o pedía desconsoladamente que sus plegarias se volvieran realidad. Pero ese día, rezó con todas sus fuerzas en silencio que el tratamiento, esta vez rindiera.

Como de costumbre, el medico los hizo pasar a la habitación separada, Yuri subió sus piernas a la silla, y sintió como si ya lo hubiera hecho mil veces. Tras el tiempo indicado volvieron a casa, y cada uno continuó con su día, fingiendo que nada pasara, como si cita de la mañana jamás hubiera existido.

No fue hasta después de unas cuantas semanas, cuando Yuri comenzó a tener dificultades para retener los alimentos o mantenerse despierto, que recordó que había sido inseminado. Fue un miércoles por la tarde, en la que el felino ruso se encontraba solo en casa. Yuri veía un programa en la televisión, mientras esperaba a que su osezno llegara, cuando aquella idea se le metió a la cabeza.

El rubio desvió la mirada, observando de reojo la puerta entreabierta del baño, y con el estomago revuelto, dudó un poco el adentrarse a la habitación, o no. Yuri se hundió un poco en el asiento, antes de levantarse. Una vez adentro, se inclinó en el lavabo, y abriendo una compuerta de este mueble, sacó una vieja caja con la prueba adentro.

Cerró la puerta, a pesar de encontrarse solo en casa, y se realizó la prueba.

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La expresión del ruso perdió el color de su piel cuando sostuvo el resultado en manos. Yuri sabía lo que significaba "Positivo :)". No por nada habían comprado las "Blue Clear", consideradas las mejores pruebas medicas caseras, que inclusive te decían la fecha.

"7 semanas" decía aquel plástico semi albino-celeste. Pero a pesar de tener la evidencia en sus manos, era incapaz de creérselo, mucho menos de digerirlo.

Su cuerpo actuó sin el consentimiento de su mente; que aún seguía en Shock. Yuri llamó a Otabek, y le dijo que viniera. No hubo una pizca de sentimiento en sus palabras, por lo que el Kazajo no sabía si estaba molesto, feliz o asustado, solo frunció el ceño cuando su pareja colgó el teléfono, Otabek odiaba que le colgaran las llamadas sin antes dar una explicación. Lo siguiente que Yuri recordaba era su ser en el desván, buscando algo entre las miles de cajas que tenían guardadas.

Una vez encontró lo que buscaba, bajó las escaleras y volvió a su habitación, dejando el objeto sobre la cama: un pequeño baúl negro, con un listón celeste en la tapa. Yuri lo abrió, sabiendo que era su contenido: un pequeño par de zapatos, y un chupón esmeralda. Lo había comprado hacía años, antes de que se enterara de su "estado". Nunca se lo mostró a Otabek, porque tenía la esperanza de dárselo cuando concibieran, pero con el pasar de las circunstancias, este había sigo guardado y olvidado. El polvo de acumulaba en la superficie exterior, pero no fue difícil quitarlo. El interior estaba intacto, y le sacó algunas lagrimas al rubio, quien solo se aferró por un instante a los zapatitos en sus brazos.

Cuando Beka llegó esa tarde a la casa, Yuri le dio la noticia. Le entregó aquella vieja caja, y le dijo desde cuando la tenía guardada.

-¿estas seguro?-. El kazajo soltó con los ojos cristalinos, observando los objetos en el presente.

-eso creo-. hipeó el menor, aguantándose los sollozos. -la prueba dice 7 semanas, y ¿recuerdas que me había estado sintiendo descompuesto estos ultimos días?

-creí que ya te habías hecho la prueba.

-lo olvidé, creí que el resultado sería negativo, pero...

Yuri no terminó, Otabek lo había envuelto en un abrazo.

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"La cuarta era la vencida", o al menos ese era el lema de Otabek. El de Yuri era "las buenas noticias no se pueden ocultar para siempre".

Y como era de esperarse, el secreto salió a la luz, solo con los familiares más cercanos. Nikolai se enteró por Yuri, y los Altin lo supieron cuando se reunieron para celebrar el día de acción de gracias. El felino había enmarcado un ultrasonido, y se los había dado a sus suegros durante la cena.

"Creo que estoy embarazado, páseme el puré de papas, por favor". Había soltado entre las charlas de la mesa.

Sin duda una manera cómica y elegante de soltar el elefante en la habitación. Característico del Yuri con el que aquel Osezno se había casado.

Lo bueno, es que solo los adultos lo habían escuchado. Y para la suerte de Plisetsky, los Altin estaban al tanto de la situación que habían pasado, sabían bien que tardaron años en tener un hijo, y que habían estado en algunos tratamientos, sin embargo no sabían más detalles del tema, ni cuanto tiempo o dinero se había invertido en ese cachorro.

La vida finalmente parecía sonreírle a la pareja, que finalmente comenzaba a disfrutar de una nueva etapa en su vida.

===
Las nauseas nunca fueron frecuentes, pero las visitas el medico sí. Una cita cada semana, para asegurarse de la salud y el bienestar del omega en gestación. Nekola había comentado que lo normal era una cita cada 2 semanas, pero viendo lo obsesiva que era la pareja que le había tocado atender, decidieron tomar la cita cada semana desde que se enteraron, solo para estar seguros, al menos hasta terminar el primer trimestre de embarazo.

Yuri llegó a quejarse un poco de cólicos, dolores en la espalda baja, y estreñimiento, pero el Medico le dijo que era normal en el embarazo, le recetó unas vitaminas, y le recomendó que si seguía con las molestias, regresaran al hospital.

No fue con intención de asustarlos, pero debía hacerles entender que sería un embarazo complicado, que debían ir lento, y que pasara lo que pasara, Yuri debía evitar las situaciones de estrés, o cansancio excesivo, para mejores resultados.

En el trabajo, Plisetsky recibió el apoyo y las felicitaciones de su jefe, por otra parte, las cosas seguían siendo cotidianas en el resto de la oficina. Yuri se había conseguido algunos amigos en su lugar de trabajo, tales como Yuuko, Phitchit, o Seung, con quienes solía comer en los recesos, o salir a algún sitio después de la jornada. Después de todo, tras pasar algunos años en un lugar, era inevitable encontrar amistades. Otabek estaba feliz de que Yuri se consiguiera amigos, aunque no lo externaba demasiado. Pero aunque ellos no supieran de la situación, lo hacían sentir mejor, porque cada vez que Yuri salía con ellos, se quitaba un poco de peso de encima, y por algunos minutos, olvidaba todo ese asunto del cachorro.

Después de la concepción, Yuri recibió algunos elogios en la oficina, por parte de Yuuko, quien alegaba que se veía "más feliz" que nunca. Y era cierto. Yuri era feliz, tenía un esposo, y en algunos meses un precioso cachorro, llegaría a sus vidas para llenarlas de luz y color.

El vientre del rubio no creció demasiado, y no era de esperarse, si aún se encontraba en el primer trimestre. Pero en el fondo, Plisetsky no podía esperar para ver su estomago abultado, haciendo más real ese sentimiento de familia.

-Muéstrame esta barriga-. le había dicho divertido su esposo una noche, con el teléfono en mano, mientras le sacaba una fotografía de costado.

-aún no se nota-. bufó un poco el omega, con una preciosa sonrisa dibujada en su rostro, mientras se acercaba a los brazos de su pareja, para ver la imagen que había capturado.

-esa es la idea-. sonrió Otabek. -tomaremos una foto cada semana, para ver como engordas-. se burló un poco el Kazajo, revolviendo las ya alborotadas hebras de sol y porcelana, antes de plantar un suave beso en la comisura de aquellos labios rosados

Sin duda, las 5 semanas más felices de su vida.

===
Los sábados eran los días de ecografía. Las semanales visitas medicas. Y los días favoritos de Otabek, porque literalmente no se hacía nada, y a la vez todo.

Un sábado fue cuando tuvieron su primera cita con el Dr. Nekola, y un sábado fue la inseminación en la que Yuri quedo en cinta.

Un sábado por la noche, a lo lejos, en un restaurante, se conocieron. Y algunos años más tarde contrajeron matrimonio en esa misma fecha.

Simplemente los sábados eran importantes, días felices y brillantes. En pocas palabras, era el día donde se hacía un poco de todo & nada.

Así que cuando se despertaron esa mañana, con los ánimos por los aires, creyeron que sería un buen día. Yuri se había ido a dormir tranquilo, y se había levantado con mariposas en el estomago: los nervios de siempre por ver a su ginecólogo.

Ninguno de los dos contaba con que aquel día, tras poner la paleta y el gel del ultrasonido sobre el vientre lechoso del omega, no se escuchara un latido.

-¿hay algo mal?-. preguntó Plisetsky, dejando se conversar con su marido, al sentir una mueca, por parte del interno que realizaba el procedimiento.

Como venían únicamente a una visita de chequeo, Nekolia se encontraba atendiendo a otros pacientes, y un interno los atendía en su lugar.

El beta tardó un rato en responder, y en su lugar les sonrió. 

-todo está bien, solo que la maquina no responde-. explicó su mentira, subiendo el volumen del aparato. Tras unos segundos en silencio, siguió moviendo la pequeña pala a lo largo de todo el abdomen del omega, como si estuviera buscando algo. Un sentimiento de incomodidad de hizo presente, y el aire comenzó a volverse tenso. Otabek le tomó la mano a Yuri, y se acercó más a la camilla.

Las miradas compartidas entre la pareja y aquel beta, duraron un par de segundos, que parecieron siglos, antes de que el profesional se retirara.

-¿pueden disculparme?-. había dicho antes de salir del consultorio.

El corazón de Yuri se aceleró, ninguno de los dos sabía que estaba pasando. Entonces la puerta se volvió a abrir, y Nekola entró a la habitación.

-buenos días-. les había calmado su sonrisa. -al parecer mi estúpido interno no sabe hacer nada bien-. se excusó, mientras tomaba él la pala, y repetía los movimientos circulares sobre el vientre del felino. La sonrisa de Emil desapareció, y fue entonces cuando Yuri entró en pánico.

Fueron segundos los que Nekola se tomó para elegir sus palabras, y otros más para separar la paleta de la piel lechosa de Yuri.

-¿has dejado de tener los mareos matutinos?

-nu-nunca fueron constantes

-¿tus molestias en la espalda, siguen siendo frecuentes?-. Yuri asintió con la cabeza. Con cada palabra, sentía que sus ojos comenzaban a acumularse con lagrimas. -¿los describirías como cólicos? ¿Cólicos... muy fuertes?

-si.

Nekola apagó el monitor, y tomó asiento.
-esto algunas veces sucede-. comenzó en un tono tranquilo, mirando los ojos de la pareja. -no es muy común, pero...

-vaya al grano-. suplicó el ruso.

-Yuri, sufriste un aborto espontaneo.

Entonces el cielo se cayó a pedazos.


===
Yuri siempre fuer una persona fuerte, dura, y terca en todo lo que hacía. Pero esto era demasiado.

Tras la terrible noticia, Nekola se retiró dejándolos solos un momento, para que ambos lograran digerirlo. Les explicó que era normal que muchos tuvieran abortos espontáneos antes de las 12 semanas. También les dijo que les agendaría una cita para llevar a cabo los procedimientos posteriores, en donde inducirían a Yuri a medicamentos, para dilatar su cuerpo y ayudarlo a expulsar al feto, puesto que su cuerpo seguía pensando que estaba embarazado, y no sería hasta al menos un mes más tarde, que su organismo comprendería que había perdido al cachorro.

Cuando volvieron a casa ese día, Yuri no dijo nada. Solo fue a su cuarto a preparar una maleta con las cosas que necesitaría llevar al hospital para ser intervenido. Otabek había soltado algunas lagrimas de cocodrilo en el auto, pero Yuri no había llorado. En el departamento tampoco, ni durante el camino de regreso al hospital.

-no lo agénde para otro día, hágalo ya-. fueron las únicas palabras que salieron de la boca del Rubio. -sáquelo hoy mismo-. ordenó sin sentimiento alguno. Puede que parezca frío en el momento, pero en el fondo el corazón de Yuratchka no soportaba la idea de haber perdido a su cachorro.

Y así se hizo. Ese mismo sábado, volverían al hospital, para internar al omega. Otabek sintió que una parte de sí se le fue arrebatada, y le dolía ver la expresión de su gatito. Los ojos de Yuri estaban perdidos, con la mirada frívola y sin brillo. Su cabello suelto caía sobre sus hombros, y ocultaba una gran parte de su rostro. Si este pudiera verse, Otabek juraría que lucía exactamente igual una antigua muñeca de porcelana, con los rasgos finos y sin pizca de vida alguna.

Nekola los había dirigido hasta una habitación individual, donde llevarían a cabo el procedimiento, de una forma más "privada".Una parte del hospital que nunca antes, ninguno de los dos había pisado. Todo el hospital tenía las paredes de colores, y los pisos estaban decorados temáticamente para niños, desde animales hasta recreaciones de cuentos de hadas. Con la obvia intensión de formar un ambiente hogareño, y brindar comodidad a las parejas que ingresaban para los tratamientos, y las fechas de parto. Pero aquella área, era diferente, más... sombría.  Si bien las paredes de los pasillos estaban decoradas con tonos pasteles, no había rastro alguno de los dibujos característicos para los infantes.

Cuando Yuri salió del sanitario, con la bata puesta, había algo en él que lo hacía ver diferente. El corazón de Otabek se estrujó, era como ver a un títere sin alma caminar por la habitación. Y podría jurar por su vida, que el chico que tenía al frente, no era el Yuri con el que despertó en la cama esa mañana. Una enfermera se adentró a la habitación, y le colocó una intravenosa en el brazo al menor. Yuri cerró los ojos al ver la aguja, y desvió la mirada cuando le colocaron el suero. Esa pequeña acción hizo que Otabek sintiera que estaba recuperando una parte de su pareja, pero eso no compensaba que habían perdido una vida.

-vas a sentir frío-. le había dicho la enfermera, al inyectarle algo a la sonda medicinal que se introducía en la piel del omega. Era el medicamento que lo obligaría a entrar en labor.

Tardó unas horas en hacer efecto, justo como Nekola había anticipado. Pero logró su prometido. Las contracciones fueron casi imperceptibles, y el sangrado demasiado. El cuerpo de Yuri se negó a sentir lo que estaba pasando, y fue por es razón que no le hablaron a un doctor o enfermero, cuando el proceso comenzó; como les habían pedido que hicieran. En su lugar, Otabek se enteró por su cuenta, cuando miró las sabanas teñirse de rojo. Yuri, en cambio, ni siquiera había reaccionado un poco. Su cuerpo ya no portaba vida, ni la de su pequeño, ni la de él.

Algunas enfermeras cambiaron las mantas, y prepararon todo para lo que se avecinaba. Otabek no se permitió desmoronarse, no frente a Yuri. Menos cuando se encontraba en ese estado. Pero sabía que él no podría hacerlo solo.

Beka llamó a sus padres, y a Nikolai. Después a Yakov, y le dijo que Yuri se tomaría unos días; no quiso entrar en detalles, pero confirmó que algo le había pasado a su bebé. Su bebé.

Cuando volvió a entrar en el cuarto, observo como una enfermera envolvía el pequeño cuerpo en una toalla. Otabek se acercó a Yuri, quien ladeó un poco la cabeza, plantando su vista en la enfermera. Ella se les acercó lentamente, y les entregó a su cachorro en brazos. Era tan pequeño, que fácilmente cabría en la palma de la mano de alguno, y aún así sobraría todo el espacio de los dedos y la muñeca.

Al verlo, los ojos de Otabek se nublaron: ahí estaba su pequeño hijo, frente a ambos, con las manitas y piecitos ya formados, y los ojitos cerrados. Las lagrimas se le escapaban de los ojos, pero cuando estaba apunto de desmoronarse, los sollozos de su omega se robaron su completa atención. Yuri finalmente reaccionaba, después de horas reaccionaba, y apenas era capaz de ahogar sus sollozos.

El rubio se aferraba al cuerpecito de su cachorro, y doblando las rodillas, lo acunó en su pecho con ternura, mientras velaba por su bebé. Yuri lloraba, como nunca lo había hecho en la vida; como una magdalenta en una noche de lluvia. Lloraba como un padre desconsolado, como mil viudas después de la guerra, y como alguien que nunca encontraría el consuelo.

Y era cierto, Yuri al igual que muchos, nunca encontraría un consuelo; porque el dolor que sentía en ese momento, era tan grande, que ni siquiera tenía una palabra para describirlo.

Cuando un niño pierde a sus padres, se le llama huérfano.
Cuando alguien pierde a su esposa, se le dice viuda;
Y cuando uno pierde a su esposo, lo conocen como viudo.

Pero, ¿cómo se le llama a una madre o padre que ha perdido a su cachorro? ¿Cuál es la palabra que colma ese dolor? ¿Cómo se le logra dar consuelo?

Facil, no se le dá. Porque ni siquiera existe una palabra que describa ese dolor.

Yuri gritó, y lloró como nunca lo había hecho en su vida. Otabek jamás hubiera creído que la garganta de su pareja sería capas de producir sonidos tan desgarradores, si no lo hubiera visto por sus propios ojos.

Otabek escuchó su corazón quebrarse en mil pedazos, y el alma se le cayó al suelo. Al alfa le hubiera gustado poder hacer algo, quitarle el dolor, o evitar esa situación, deseaba ayudar a su omega, pero no existía poder humano que lograra hacerlo. El castaño solo se aferró al cuerpo de su esposo, y lo abrazó como pudo. Intentando, sin éxito alguno, acompañarlo en su miseria.

Pero sobre todas las cosas, Otabek no se dejó caer; no podía hacerlo, no ahora, que debía recoger las piezas de su felino ruso, y ser su mayor soporte en la penumbra. Tal vez lloró a su lado, pero lo hizo en silencio, porque ese no era su momento de consuelo; sino el del rubio, siempre iría primero, el bienestar de Yuri.

Su Yuri.

Su mundo.

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