[2] Infértil
Las palabras "Usted es infértil" habían causado un gran peso en el matrimonio Altin-Plisetsky. Ambos aun podían recordar frescamente el día en el que el medico les había dicho de una manera frívola y sin compasión esas palabras. El peso había caído principalmente en los hombros del rubio.
Cuando ambos jóvenes apenas eran amigos, y se acompañaban a fiestas sin haberse llamado pareja, mucho antes de que ellos comenzaran a salir, hubo una ocación en la que ambos conversaron bajo las estrellas. Era una noche de verano, cuando los muchachos se encontraban en una fiesta, era tarde y las bebidas alcohólicas ya se encontraban en el sistema de ambos. Entre risas, gritos y canciones, los dos chicos se lanzaban divertidas miradas picaras, hasta que el mayor se había perdido entre la gente. Otabek se había sofocado, e intentaba encontrar una salida. Yuri, a su comparación, se encontraba preocupado, y siguiendo los pasos del Kazajo, se había limitado, a encontrar a su amigo. El mencionado se encontraba en el pórtico, sentado en las escaleras de la entrada. Tras él, aquel omega de ojos esmeralda, quien se limitó a soltar un suspiro al acercarse.
-¿te encuentras bien?-. le había dicho en un inicio.
-lo estoy-. había mentido.
Si bien Otabek se había sofocado, no era a causa de la gente, sino a causa de sus pensamientos, que lo habían hecho darse cuenta de que se encontraba frente a su predestinado. Altin intentaba digerir la noticia de la cual, al parecer era el único enterado; y respirando hondo, pensó dos veces las siguientes cosas que saldrían de sus labios.
-es que, aún no estoy listo-. admitió con la cabeza baja.
-¿listo? ¿Para qué?-. se cruzó de brazos Plisetsky
-para invitarte a salir. Intento mentalizarme, ¿sabes? Saber que una vez que lo haga, nunca volveré a salir con otra persona, a besar los labios de otro, ni a enamorarme de alguien más. Intento mentalizarme, de que después de pedirte que salgas conmigo, no habrá una vuelta atrás, y no tendré otra opción más que salir adelante a tu lado. Pedirte un día que te cases conmigo, y despertar cada mañana viendo tu rostro, y no el de alguien más.-. suspiró. -intento mentalizarme para vivir cada minuto de mi vida a tu lado, y para no enamorarme; pero creo que es imposible-. se levantó, y no sabía si era por culpa de sus sentimientos o el alcohol, pero tomó un mechón de cabello del rubio, y lo acomodó detrás de su oreja. -porque creo que ya estoy enamorando, y no puedo hacer nada al respecto. Tu, me gustas mucho Yuri; y tengo miedo de eso; jamás me he sentido así por nadie, y no quiero arruinarlo todo.
Después de eso, solo hubo un abrazo, cálido y suave, en el que se envolvieron los corazones de ambos.
Si bien, no se dijeron más palabras, en el fondo, Otabek se había prometido aceptar y acompañar a Yuri, en cualquier momento, sin importar la situación. Sostenerlo, y levantárlo, salir adelante entre ambos. Repitió sus palabras y esa promesa en voz alta, y no lo dijo de dientes para afuera; el día en el que recitó ese poema, fue su alfa interno el que hablaba, y pedía a gritos que se formara de inmediato un lazo con su omega.
Era una promesa que no estaba dispuesto a romper, y vaya que la cumpliría, porque años más tarde, cuando ese medico les soltó aquella noticia, hizo hasta lo imposible por evitar que el barco -que tanto él como Yuri llamaban matrimonio- se hundiera.
Yuri sufrió mucho con aquella noticia, pero al menos ahora era capaz de darle un nombre al dolor y el peso que cargaba. Durante todo el primer año de matrimonio, habían intentado concebir un hijo, pero no importaba cuanto esfuerzo invirtieran en ello, parecía que el universo se los negaba. Al segundo año, y tras no haber tenido éxito alguno, la pareja había asistido a un medico, y los resultados no parecían prometedores, no encontraban razones para que no hubiera un niño, y los exámenes continuaron, y continuaron. Muestras de sangre, ultrasonidos, e incluso, profesionales fueron involucrados, pero nada.
No fue hasta una tarde, cuando un especialista les había leído los resultados, que finalmente lograron nombrar su condición. Si bien, Otabek y Yuri se habían hecho los estudios juntos, los resultados de las pruebas arrojaban que este ultimo carecía de la capacidad para concebir. Pensándolo dos veces, no les parecía extraño, puesto que el rubio siempre había tenido un ciclo de celo irregular, y se sometía bajo mucho estrés practicando deportes, incluso desde antes de entrar a la universidad.
Ahora, la culpa caía mentalmente sobre los hombros del omega. Era un dolor que ni el fuego derretía. El matrimonio Plisetsky había ocultado ese secreto a sus amigos, y prefirió no comentar nada acerca de su incapacidad para tener un hijo; pero el anhelo era algo que no podían negarse.
La mayoría de las personas de su circulo ya se encontraban casados para cuando el Ruso se había graduado, después de todo, este ultimo era el menor del grupo. Para la boda de ambos, Yuuri y Victor esperaban a su primer cachorro, Jean e Isabela ya tenían a su pequeño con 8 meses, y Mila y Sala tal vez no lo sabían en ese momento, pero estaban en su primer trimestre de embarazo.
Para la fecha de ese día -dos años en el futuro- El matrimonio Nikiforov estaría esperando a su segundo y tercer hijo, Los Leroy serían padres de 2 menores, y las chicas Babicheva compartirían una feliz vida con su pequeña de un año y dos meses. Pero los Altin, ellos estarían bajo una nube gris en su camino.
Había noches en la que ninguno conciliaba el sueño, o en donde el Ruso despertaba entre llantos en las madrugadas. Tristes noches que azotaban una y otra vez la noticia en sus cabezas: no podían tener hijos, y eso solo los afectaba.
Tras unos meses, y a petición de Otabek, Yuri comenzó a asistir a un psicólogo; el omega se había ganado un odio interno, y su estabilidad mental solo empeoraba con los días. Tras un par de semanas, Otabek empezó a asistir también. Fueron duras las noches, y tristes los días. Las palabras lentamente se fueron acortando, y la luz en sus corazones se fue apagando.
Pero Otabek, él no se rendía. Ambos eran personas duras, firmes ante sus desiciones, y tercos en sus acciones; si algo se les venía a la cabeza, no había poder humano que los hiciera cambiar de opinión. Después de todo, no por nada se habían enamorado y casado en un pasado.
Él nunca dejó de pensar, nunca dejó de buscar una forma, o un camino en como pudiera ayudar. Habló con su hermana, con sus padres, e incluso con Nikolai (el abuelo y única familia de Yuri), porque aunque el rubio no quisiera, de él dependía que su amor continuara vivo.
Era difícil ocultarlo a sus amigos, hacerse los ciegos ante esa situación, sonreírles y verles a la cara como si nada pasara. Para ambos, en especial; porque cada vez que los invitaban a una reunión en casa de cualquiera, o a tomar un café, o algo, tenían que soportar a los hijos de sus amigos. Si bien, ambos amaban pasar tiempo con los niños, y sonreían a sus lados, cuando ese momento pasaba, y volvían a estar solos en casa, una fuerte tensión se formaba, y eso solo los abrumaba aún más. Los Nikiforov tampoco ayudaban, de hecho nadie, porque aunque fueran sus amigos cercanos, también eran muy despistados, y sin intención de ofenderlos, de repente les preguntaban "¿y para cuando los suyos?", "Yuri, se nota que te gustan los niños, ¿nunca has pensado en tener uno?", "¿ya viste? Otabek tiene toda la pinta de ser un buen padre", o demás comentarios, que los ponían incómodos, en más de cientos de situaciones. Pero no era sus culpas, ellos no sabían por lo que estaban pasando. De hecho, no era culpa de nadie.
¿Qué si habían pensado en tener hijos? ¡lo habían hecho! ¿Que si les gustaban los niños? ¡Lo hacían! ¿que si querían uno? Por supuesto que querían uno, pero no podían.
Yuri comenzó a culparse a sí mismo, a cargar ese peso solo, y el psicólogo no ayudaba. Fue con un psiquiatra. Lo indujeron a los medicamentos antidepresivos, pero nada. El rubio estaba perdiendo su brillo, el hada rusa había olvidado como volar. Yuri se odiaba a si mismo, por no poder hacer lo único que los omegas se suponía que debían de hacer.
Durante toda su infancia, su madre le recordó una y otra vez sin falta que había sido un error, que nunca debió existir, y que ser un omega, era lo peor que le pudo haber pasado en la vida. Cuando cumplió 8, su abuelo tomó su custodia, y a los 15 se mudaron a América. En el colegio conoció a otro ruso, y al poco tiempo se hizo amigo de otros extranjeros. Todo eso antes de conocer a Otabek, claro. Pero no importase cuanto tiempo pasara, las atrocidades que esa mujer le dijo en un pasado, eran cicatrices que lo atormentaban en el presente. Esa mujer le hizo creer sus mentiras, que realmente era un error y que debía de odiarse. Que los omegas no eran ni mujeres ni hombres completos, que era una basura, y que nunca nadie lo querría. Pero desde que conoció al Kazajo, todos aquellos recuerdos se esfumaron; Yuri olvidó aquellas palabras, y se sintió seguro... al menos hasta el día de la noticia. El día en que le dijeron que era infértil.
¿Que pasó con la madre del Rubio? No lo sabía, hacía años que no le dirigía la palabra, y desde que se mudó a américa, tanto Nikolai como él, perdieron el contacto completo con aquella señora. Las cosas eran mejores sin ella. Después de todo, Otabek era ahora su nueva familia.
Él sonreía, aunque doliera. Cada mañana, tomaba sin falta los medicamentos, se miraba al espejo, y fingía que podía continuar con su vida. Pero cuando veía a Otabek con los hijos de Viktor, o de Jean, o Mila, se sentía una basura. Cuando veía a su media naranja cargando un cachorro en brazos, sonriéndole de forma cariñosa y recordándole indirectamente, que él nunca le podría dar lo que su corazón añoraba: una familia.
Y aunque Otabek se lo negaba, Yuri lo podía ver con sus propios ojos: Beka también quería un hijo, quería un pequeño niño que fuera un pedacito de ambos, de carne y hueso que pudiera abrazar y sonreír como él. Quería una personita corriendo por la casa, y que fuese la prueba viviente de su amor.
Cuando Yuri cumplió los 26, lo sorprendieron con una fiesta de cumpleaños. Yuri tuvo que soportar toda la tarde rodeado de gente que lo hacía sentir incomodo, y tuvo que sonreír aunque no quisiera. Pasó el tiempo con sus "sobrinos", antes de meterse a la cocina, alegando que prefería beber el vino ahí, para que los niños no lo vieran, ocultando así sus verdaderas intenciones: no verlos, porque le dolía. Cada minuto, cada segundo, era un fuerte dolor el que se hacía presente en su pecho, que le recordaba una y otra vez la misma pesadilla que vivía a diario.
Para las 11 todos se fueron, y Otabek se adentró a la cocina, dejando los platos sucios en el fregadero. Tal vez Yuri había tomado demasiado vino, o tal vez solo se había undido mucho en sus pensamientos, pero no se logró dar cuenta de en qué momento, Beka lo había rodeado, con los brazos en la cintura. Solo reaccionó, una vez el kazajo había hablado.
-¿Estas bien?-. le había preguntado, aunque en el fondo sabía la respuesta.
-Lo estoy-. mintió como de costumbre. -solo estoy cansado, ¿sabes? Creo que no fue buena idea, combinar esas pastillas con el vino-. dijo mirando más de cerca su copa, como si tuviera algo adentro e intentara adivinar que es.
Otabek solo suspiró y le besó la coronilla antes de volver a abrir la boca
-Vamos a dormir. Ya mañana limpiaremos este desastre.
===
Pero a pesar de que lo intentaron, no lo lograron. Al menos no toda la noche. Las primeras horas, si fueron reparadoras y de un buen descanso. Pero a mitad de la madrugada, Yuri se despertó sudando, con el corazón acelerado y la respiración entrecortada. Había vuelto a tener su pesadilla, y los fuertes sentimientos de odio se hicieron presentes. Intentó no despertar a su esposo, pero le fue imposible hacerlo entre el llanto. Se llevó las manos al cuello de la camisa, y llevando sus rodillas al pecho, intentó recobrar grandes bocanadas de aire.
Otabek no tardó en despertarse, y en la oscuridad, sin decir nada, se incorporó en silencio. Se sentó al lado de su pareja, y comenzó a acariciarle la espalda: Yuri había vuelto a tener una pesadilla.
No importara el cansancio ni la hora en la que se encontraban, Otabek acogió a Yuri entre sus brazos, y susurrando lentas palabras de apego en ruso, comenzó a acariciarle el cabello, para que lentamente el rubio se calmara. Él sabía que sus ataques nocturnos no eran frecuentes, pero empeoraban cuando veía niños. Altin no estaba enterado de la fiesta, de ser así le habría pedido a sus amigos no traer a sus hijos, a él también le afectaba, tal vez no tanto como a Yuri, pero él también tenía sus motivos para sufrir. Le dolía, le dolía mucho no poder hacer nada por su omega, por no ser bueno con las palabras, o no encontrar la forma de expresarle consuelo. Le dolía no poder ser un soporte por completo, y le dolía que Yuri sufriera. Pero había preferido guardarse ese dolor para si mismo y para su psicólogo, no podía darle más peso a Yuri para que cargara en sus hombros, apenas podía sostenerse a sí mismo.
Así que sin pensarlo dos veces, comenzó a cantar, lentamente y en un tono delicado, una canción de cuna, que tanto él como el ruso conocían bien; y que solía calmarlos a ambos, en noches de penumbra como esa.
Spi, mladenets moy prekrasnyy,
Bayushki-bayu.
Tikho smotrit mesyats yasnyy
V kolybel' tvoyu.
Stanu skazyvat' ya skazki,
Pesenku spoyu;
Ty zh dremli, zakryvshi glazki,
Bayushki-bayu.
Sam uznaesh', budet vremya,
Brannoe zhit'e;
Smelo vdenesh' nogu v stremya
I voz'mesh' ruzh'e.
Ya sedel'tse boevoe
Shelkom razosh'yu...
Spi, ditya moe rodnoe,
Bayushki-bayu.
[TRADUCCIÓN:
Duerme, buen chico, mi amorcito,
Bayushki bayu *,
En silencio, que la luna está mirando
Directo a tu cuna.
Te contaré cuentos de hadas
Y cantarte pequeñas canciones,
Pero debes dormir, con tus ojitos cerrados,
Bayushki bayu.
Llegará el momento,
en donde tu aprenderás.
Que la vida es combativa,
Con audacia vas a poner tu pie en el estribo
Y toma el arma.
La silla de montar
para tu caballo de batalla.
Te coseré de seda.
Duerme ahora,
mi querido pequeño niño,
Bayushki bayu.]
Una vez, Yuri logró calmar sus jadeos y sollozos, escuchando la voz de su esposo, y el latido de su corazón, se aferró aún más al cuerpo de Otabek, y acurrucándose contra su pecho, pidió disculpas, por no poder ser suficiente para él. Porque a pesar de intentar mejorar, no podía, y porque por su culpa, su matrimonio se estaba quebrando.
Yuri no entendía que a Otabek no le importaba su matrimonio, si no su salud, y su persona. Altin lo miró a los ojos, y quitándole las lagrimas del rostro con los pulgares, le dedicó una sonrisa, dulce, cálida y real. Una sonrisa que hacía meses no veía, y que le había brindado el mismo sentimiento que cuando le pidió matrimonio, y se casaron. Yuri lo supo al instante: Beka estaba a punto de decirle algo importante.
-Te amo, Yura. Sin importar qué. Te amo, y te agradezco por ser mi familia: porque eso es lo que eres, mi familia. No importa que no haya un niño de por medio. No te menosprecies, por algo que nosotros no podemos controlar.-. le besó la frente antes de continuar. -Pero tenemos que hablar de esto, antes de que nos acabe por dentro. Tú quieres un hijo, y yo también; pero no puedo dejar que te lastimes a ti mismo por esto. ¿Lo entiendes, cierto? Hay... hay muchas opciones, mi pequeño Bayu. Nuestras oportunidades, aún no han acabado... Sé que no quieres un vientre en alquiler, porque sientes que no sería tuyo. Sé que no te sientes listo para adoptar, y que ya has dejado los medicamentos del psiquiatra, porque dijo que mejoraste. ¿En serio creíste que me tragaría eso del vino y la medicina, Yura?-. se aferró a su abrazo.
-lo siento
-no te disculpes, Yuri. No lo hagas, no hay nada de que disculparse. Pero no podemos seguir fingiendo que no sucede nada, cuando claramente hay un problema. Podemos resolver esto... podemos hablar de esto, ahora.
-¿ahora?
-ahora. Yuri.
El ruso estaba temblando, no era necesario prender la luz del cuarto para sentirlo.
-se que no es facil hablar de esto, pero necesitamos ayuda. Y lo sabes. Ambos lo sabemos, pero somos demasiado horgullozos para aceptarlo-. Beka jamás había sido tan honesto en su vida. -Hay medicos, que pueden ayudarnos, que pueden...
-lo sé-. susurró con la voz cortada. -es solo que
-no te sientes listo
-tengo miedo, de que no funcione...
-hay muchos medicamentos. Si uno no funciona, se usan más fuertes. Podemos intentar un In-Vitro, o una inseminación. Si eso es lo que quieres.
-son muy caros, los tratamientos
-tenemos el dinero
-¿Y si no funciona?
-Adoptaremos un niño.-. Yuri lo miró a los ojos. -si no funciona, podemos adoptar. Creo que para ese momento... ya estaremos seguros y listos para ese paso. Pero esa es la ultima opción... ese es el ultimo paso, solo en caso de que...
-...de que no funcione-. terminó Yuri, mirando sus manos, un poco temeroso por expresar sus emociones. -Beka...-. susurró.
-no te lo había dicho, pero... nos hice una cita medica. A los dos
-¿los dos?
-si yo también puedo tomar medicamentos, lo haré. Es una clínica de fertilidad, con un especialista en estos casos. Yuri, podemos intentarlo. Quería hablar de esto en la sala, contigo, en cuanto llegáramos, como un regalo de cumpleaños. No es mucho, y no sabía como te lo tomarías, pero es lo que tengo. Cuando vi a Viktor, y a Leroy...-. suspiró. -supe que no podría decírtelo esa noche. Pero no creo que pueda aguantar más. Te amo. Pero por favor, déjame apoyarte.
En ese momento, el corazón del ruso se ablandó, y después de muchos meses, volvió a sentir el calor de la primera vez que vio a Beka, mirar a sus ojos. En ese momento recordó porque se había casado, y que la persona que estaba frente a él era su destinado.
Pero sobre todas las cosas, recordó que estaba enamorado de aquel Kazajo
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