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[19] Nikolai

La primera fotografía que Otabek tiene con su hija, es una en donde ella le saca la lengua. Lo descubrió de mala gana cuando el fotógrafo les mandó las imágenes de la sesión en el nacimiento de Kolenka. Eran preciosas, o eso era al menos lo que Yuri había dicho, mientras las observaba desde la computadora.

Otabek en cambio, se reservaba sus propias opiniones. 

¿Qué si eran lindas? ¡Claro que lo eran! Kolenka aparecía en todas, si no es que la mayoría, de esas fotografías. Además, Yuri también se veía radiante. Vaya, parecía que lo había atropellado un camión, pero qué más da, estaba despertando de una cirugía, además, acababa de tener un bebé, su aspecto no importaba.

Pero la fotografía que tenía con su niña, el momento que se capturó en una imagen, fue prácticamente glorioso. No importaba ver la foto a color o en blanco y negro, la forma en la que Yuri sonreía mientras cargaba por primera vez a su hija, era una sonrisa que no había sido grabada para la posteridad desde el día de su boda. Otabek quería imprimir esa foto y ponerla en un cuadro, tapizar una montaña con ella si era posible.

En cambio, la primera fotografía que él tenía con Kolenka...

Era singular, sin duda alguna. Un buen recuerdo.

Al menos hizo que Yuri se riera a carcajadas por un buen rato. También le ocasionó un inmenso dolor en la barriga por tanto reír y su reciente cirugía -ya habían pasado dos semanas- pero aún así le dolía.

La imagen era simple: Un plano lateral del alfa cargando a la bebita aún en el quirófano, él la observaba como si ella fuese su todo, su mundo, como si solo tuviera ojos para ella -y los tenía- pero la cachorra en cambio, no sonreía como lo hacía con Yuri. No.

La muy desgraciada le estaba sacando la lengua.

Que va, no era más que un reflejo involuntario el que había hecho, pero justo quedó marcado en cámara. De todos los acontecimientos que pudieron suceder: su propia hija le estaba sacando la lengua.

Cuando llegó en los brazos de su madre -la projenitora del Altin- a visitarlos ese día, Otabek la tomó con cuidado y la fulminó con la mirada, antes de pasársela a su esposo.

-¿Es en serio Kolenka? ¿Le haces ojitos a tu papá y a mí no?

Lo único que obtuvo de respuesta fue la misma acción que realizó en la fotografía. Kolenka abrió sus ojitos molesta, intentando ver quien era la persona que la sostenía, y en cuanto se percató de que era Otabek, cerró sus zafiros y le volvió a sacar la lengua.

Otabek rodó los ojos con un suspiro, y Yuri, como era costumbre, le sonreía a su niña consentida desde lejos mientras repetía "Mío, mío, mío, mío", hasta que se la entregaban.

-¿Sabes qué? Tomalá-. Soltó ofendido el Alfa al dejar a su primogénita en el pecho de su papá.

-Hola preciosa mía, hola chiquitita. ¿Te portaste bien con la abuela? ¿Sí lo hiciste?-. Levantó la cabeza. -¿Lo hizo?-. Habló ahora en tono serio mirando a su suegra, pero no esperó ni un segundo por la respuesta, cuando ya estaba de nuevo hablando en un tono chillón a la osezna. -¡Claro que lo hiciste! Eres muy buena, angelito mío. Preciosa, y muy buena. Si lo eres, si que sí-. le repetía.

La niña poco o nada parecía importarle las mil cosas dulces que el omega repetía, solo estaba interesada en una cosa: encontrar alimento. Así que apresuró su pequeña mandíbula al seno ajeno en busca de su prometido.

-Ay, mi vida. ¿Tienes hambre o no, linda? ¿Qué tienes corazoncito? ¿Tu padre te molesta con que le sacas la lengua? Es un viejo amargado, si que lo es. Pero tu tranquila mi reina, yo te cuido.

Otabek fulminó a Yuri desde lejos con la mirada, y fue ahora el rubio quien le sacó la lengua.

Si, sin duda alguna, esa bebé era hija biológica de Yuri Plisetsky.

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Las semanas lentamente pasaron, y los 3 Kilos, 600 gramos que Yuri había logrado bajar en su primera labor de parto, parecieron reaparecer mágicamente con un bonus de otros 2 kilos, en cuestión de un parpadeo.

-Bravo-. soltó amargado en un tono sarcástico, cuando la doctora lo pesó esa mañana. 

Otabek le sostenía con una mano en la espalda y la otra le servía como soporte, que gustosamente había aceptado. Yuri caminó a paso lento de vuelta a su cama. Estaba a punto de romper la marca de 38 semanas, con su segundo neonato. Y pese a ya no tener a dos pequeños seres humanos dentro de su cuerpo, se seguía sintiendo gordo como una vaca. Cuando caminaba al sanitario, lo seguía haciendo con muy poca gracia. 

-Es una muy buena noticia-. le explicó sonriente la doctora. -El medicamento está funcionando, y ahora tienes a un niño fuerte y sano.

-Ya tengo uno aquí-. Explicó palmeando el hombro de Otabek, para aclarar a que se refería a su esposo. -Ayúdame quieres-. le dijo ahora a su alfa, señalando con la barbilla su cama.

Altin no lo dudó un segundo, y ayudó a Yuri a recostarse. Cuando se sentó, acomodó las almohadas para que no le doliera a su omega la espalda, y se tomó la molestia de levantarle los pies él mismo. Yuri le dedicó una mirada cariñosa, con esas pupilas bien dilatadas, aunque a esas alturas Otabek no sabía si era porque lo amaba o por la gran cantidad de medicinas que su cuerpo consumía, de hecho ya no le importaba, solo quería hacerlo sentir bien.

-Hablo en serio, señor Plisetsky.

-¿Si? No me diga. ¿Tiene también una inyección para quitarme el dolor de la espalda?

La doctora rio ante el comentario y lamentablemente le negó con la cabeza.

-Lo siento, no puedo hacer algo para eso. Pero...-. Sacó de su carpeta, un pequeño cartón delgado en tonos pasteles y negros. Se lo entregó a Plisetsky. -El restaurante de la esquina agregó nuevos postres a su menú, hay nuevos platillos, y mira-. Señaló con las uñas una sección. -Tienen pasteles y malteadas de fresa.

Yuri se mordió la lengua y miró terco a la doctora.

-¿Le estoy diciendo que me siento gordo y su recomendación es recomendarme chatarra para engordar más?

-Si no lo quieres-. Yuri se aferró al menú, antes de que la doctora lograra quitarselo.

-No. Lo tomo... Pero deberá recomendarme a un buen nutriólogo después de esto-. habló entre dientes inspeccionando a fondo el menú.

-Lamento la conducta de mi esposo-. Otabek le susurró a la doctora al salir de la habitación. -Usualmente no es así.

-Está agotado-. le respondió la mujer, una vez estuvo la puerta cerrada. -De hecho, me sorprende que no se haya comportado así antes.-. Esas palabras llamaron la atención de Otabek. -Si yo estuviera en su lugar, ya querría incendiado este hospital.

-¿Disculpe?

-Haga las cuentas Sr. Altin de Plisetsky. Yuri se embarazó en marzo, y concibió a su segundo hijo dos meses después del primero. ¿No?-. Otabek asintió. -8 meses y medio con el primero, y aún así continuó otras 5 semanas con el segundo. 9 meses-. empezó a enumerar con los dedos. -Diez... dentro de poco, serán Once

Otabek pareció entrar en Shock. Era cierto. Ya se iba a cumplir el año.

-Casi un año-. Terminó la doctora. -Me encargaré yo misma de hacer que ese bebé nazca tan pronto como dé signos de querer venir al mundo. No entiendo como su esposo ha tenido tanta paciencia como continuar cuerdo después de este longevo embarazo-. Le sonrió. -Si yo fuera usted, continuaría consintiéndolo como lo hace-. Le guiñó el ojo. -Oh, tengo otro paciente, una disculpa-. se retiró, tras escuchar el monitor en su cintura comenzar a sonar de repente.

Una parte se sintió mal dentro del alfa al recordar ese suceso. ¿En qué momento había pasado diciembre?

Oh, si, hacía tan solo algunas semanas, pero esque no lo recordaba. Ese año, no festejaron mucho la navidad si eran sinceros. Si bien, las doctoras y enfermeros se encargaron de decorar los pasillos del hospital con luces, esferas, guirnaldas y regalos, dentro de la habitación no habían muchas decoraciones que digamos.

Nikolai y sus padres si que se pusieron suéteres navideños para no ignorar el aire festivo, claro, y Yuri hasta se había comprado unas calcetas con estampados, por internet, solo para hacerle juego al resto, pero pese a todo, no se sentía como una fiesta.

El invierno se sintió bien dentro del hospital, lograron ver la nieve caer desde la ventana, e incluso a un par de parejas cruzar por el pasillo, cargando a sus cachorros con vestimentas festivas, como pequeños renos o elfos -cortesía de las enfermeras-. Pidieron cientos de tazas de cocoa calienta, y Otabek se acomodaba al lado de la cama de su felino jalando una silla para poder recostar la cabeza sobre el vientre del contrario como si se tratara de una almohada, mientras disfrutaban de algunos filmes y películas de la época. Pero salvo eso, no hicieron nada.

La noche de navidad, no se dieron regalos. No cenaron en una mesa enorme, ni compartieron puré de papas caliente y pavo. En su lugar, cenaron sándwiches, proporcionados por la maquina expendedora del pasillo de al lado, solo ellos dos, sin nadie más para molestarlos. Bueno, salvo el par de cachorros que de vez en cuando hacían acto de presencia dentro del vientre de su padre.

Otabek recuerda muy bien esa noche. Y no, en definitiva no se había sentido como navidad.

Para año nuevo, fue un poco más de lo mismo. Dejaron la puerta abierta, y escucharon como el personal de guardia realizaba la cuenta reversiba para comenzar enero. Escucharon los fuegos artificiales, pero no fueron capaz de verlos. Y el único deseo que Otabek pidió para ese año, fue poder conocer a sus hijos. Solo eso.

Otabek suspiró. En serio, necesitaba comprarle algunas flores a Yuri.

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Las 3 horas que pasó viendo el catalogo de rosas, fueron desperdiciadas, cuando una enfermera le informó que las flores tenían prohibido entrar al hospital. Casi quiso sacarse los ojos del fastidio, pero no lo hizo. En su lugar, preparó un biberón con formula, lo calentó, y tras haberle cambiado el pañal a Kolenka, le dio de comer. No quería perturbar a Yuri, quien se había quedado dormido hacia tan solo unos minutos. 

Pobrecito, realmente debía estar agotado.

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Cuando Beka lo ayudó a bañarse aquella tarde, un par de días posteriores a que se enterara de que las flores y el hospital no eran una buena combinación, se dio cuenta de algo. La piel de Yuri había adquirido pecas en toda su extensión, no era solo su rostro el que se había manchado. Además, sus brazos, su vientre, piernas y espalda se habían llenado con estrías. Finas y dulces líneas que recorrían la enormidad de su estomago, hasta llegar a su trasero y muslos.

No se dio cuenta hasta que pasó la barra de jabón por aquellas zonas. Yuri no pudo evitar darse cuenta de la sonrisa que se había formado sobre el rostro del castaño.

-¿Qué?-. preguntó molesto, sosteniendo con una mano su vientre. Otabek solo le besó los hombros, y respondió:

-Te vez justo como un tigre.

Tras unos segundos en silencio, Plisetsky rompió el hielo.

-Pues claro, soy uno ¡duh!-. Pese a que su tono era grosero y directo, Otabek sabía que lo hacía con la clara intención de ocultar el rubor de su rostro. Fue más que claro que no lo logró.

Otabek ahogó una risa y comenzó a lavar la espuma del cuerpo lechoso de su omega. 

-Primero, no me refería a eso. Y segundo, no eres un tigre, eres un gato. Es diferente.

-Es genética, Otabek-. exclamó como si fuera lo más obvio del mundo. -No muestro factores físicos, nadie lo hace. Soy un ser humano, ¿recuerdas?-. Se pasó una mano frente a la cara demostrando su punto. -Además, solo muestro conductas felinas. No especifica. Puedo ser un tigre, ¿lo sabías?

-Lo sé-. Mintió su Alfa enjuagándole el cabello.

-Va a dejar una enorme marca...-. susurró Yuri, refiriéndose a la cicatriz de la cesárea, una vez la espuma se esfumó de ese sitio.

-Es una bonita marca-. Pensó el castaño en voz alta. -Me recordará el día más feliz de toda mi vida. Bueno, uno de los 3 más felices.-. se corrigió

-¿Ah si?-. Yuri lo miró coqueto a los ojos, antes de cerrar las esmeraldas para quitarse el shampoo. -¿Cuales son los otros dos?-. Cuestionó una vez terminó su acción.

-Eso es fácil-. Otabek se quitó el propio shampoo del rostro antes de responder. -Uno, el día de nuestra boda. Y dos-. se acercó al rubio y lo envolvió en un abrazo. -lo estoy reservando para el momento en el que este amiguito se presente.

Yuri chasqueó la lengua por lo bajo, y no se quejó cuando el castaño plantó un beso en su mejilla.

=====

Fue tan solo unas horas más tarde cuando comenzaron las contracciones de Braxton.

Lamentablemente, eso no era un indicio cercano al parto.

Con Yuri cerca de sus 40 semanas de embarazo para su segundo embrión acercandose, la doctora no se dió la dicha de dejar las cosas al azar, y esperar a que "la naturaleza hiciera su trabajo", porque estaba claro que Plisetsky no podría seguir esperando. Si de su bebé se tratase, seguro desearía quedarse dentro de su vientre por unas cuantas semanas más.

El problema era que eso no era posible, y que probablemente eso podría afectarle en un futuro. Así que no tuvieron otra opción más que inducir a Yuri a un parto.

Bueno, esa era una opción, pero por el historial medico que tenía el omega, sería más seguro para todos volver a hacer una cesarea. Con una cirguía tan reciente, -a casi dos meses- no se arriezgarían a poner los musculos del cuerpo de Plisetsky bajo tanta tensión como la que provocaban las contracciones del parto; mucho menos se hablara del proceso de labor. Sería demasiado y perjudificaría su progreso de sanación.

Entre Otabek y Yuri acordaron una fecha, la marcaron en su calendario, y contaron los días para que su segundo retoño los conociera.

La mañana en la que la cirugía fue planeada, Yuri no logró dormir nada. Se pasó toda la noche creando escenarios imaginarios en su cabeza, y se comió las uñas hasta las cutículas por el estrés. Otabek tuvo que envolver sus manos sobre las suyas para evitar que continuara, y prosigió a dormirse sentado al lado de la cama, con tal de no soltar las extremidades agenas para que Yuri no se lastimara.

Cuando la doctora entró a la habitación, Nikolai y sus suegros ya se encontraban adentro, chismorroteando sobre lo emocionante que sería ese día, y lo bonita que se veía Kolenka con su mameluco de oso.

Plisetsky no pudo evitar soltar un par de lagrimas, al regresar a su hermosa beba al ceno de su suegra. Se aseguró de besar su manita cerrada antes de que la creatura le fuera retirada, y suspiró al dejar caer su peso contra el respaldo.

-¿Listo?-. Le sonrió el enfermero, quitandole el seguro a la camilla en la que estaba recostado.

Yuri asintió con la cabeza. 

Fue entonces cuando salieron del cuarto.

Caminaron por direcciones opuestas, mientras el rubio era llevado a la izquierda por los enfermeros, los ancianos y su esposo se retiraban por la derecha. El cuarteto, y la bebé, encontraron un par de asientos cómodos y desocupados en la sala de espera.Otabek aguardó hasta que el fotografo llegara, para despedirse momentaneamente de su bebé, y buscar a Yuri. Un sentimiento de bejabú invadió su ser mientras caminaba por el pasillo.

"Todo está bien" Se dijo a sí mismo "Yuri está bien. Él bebé está bien. Todo va a estar bien".

Lo ingresaron a pre-operatorio, para que pudiera cambiarse antes de la cirugía. Para su fortuna, una enfermera lo reunió por unos minutos con su esposo, en una pequeña celda, a solas, en lo que se preparaban los médicos.

Yuri se mordía nuevamente las uñas cuando entró, y el rubio bajó vanamente las manos para ocultar el hecho.

-¿Estas preocupado?-. Le susurró el castaño.

Para su sorpresa, Yuri negó con la cabeza.

-Emocionado-. respondió más bajo de lo que esperaba.

Otabek le sonrió antes de acercarse, y aprovechó el tiempo para hacerle una trenza en el cabello. Lenta y apasionadamente, tomó uno a uno los mechones dorados y comenzó a cruzarlos, como si de una pequeña danza se tratase. Mientras lo hacía, escuchó atentamente como Yuri recordaba en voz alta lo que había sido de su vida.

-Esque no puedo creermelo-. suspiró con nostalgia, mientras acariciaba su vientre-. Estuvimos más de 7 años intentando tener un hijo. Y de repente, Kolenka aparece. Era como un sueño. ¿no lo crees? Justo cuando estaba perdiendo la esperanza. Después de tantas perdidas-. hizo una pausa en respeto a su primer hijo. -Nos dicen que vamos a ser padres... de dos-. Yuri giró la cabeza para mirar a los ojos a su esposo.

Altin agradeció mentalmente que solo le estaba poliendo la liga en la punta para ese momento, o la trenza se habría des-hecho.

-¿No es grandioso Beka?

Yuri pudo ver como cada una de las facciones de su osezno se ablandaban, y sintió su corazón derretirse ante la mirada que el castaño le daba.

-Lo es-. le acarició la mejilla, antes de subir un par de dedos a la cabeza para soltarle algunos rebeldes mechones. A Yuri siempre le gustaron más las trenzas cuando dejaba caer algunos mechones.

-¿Listo para el 3er día más feliz de tu vida?

-Listo.

Una enfermera de adentró mientras el Alfa decía sus ultimas palabras.

La siguiente vez que se vieron, fue en el quirofano. Otabek volvía a usar esa terrible gorra de lana, y Yuri tomó su mano cuando comenzaron a inyectar la anestesia sobre toda la parte baja de su espalda.

La segunda cirugía fue mucho más facil que la primera. no hubo complicaciones, ni emorragias. El bebé nació sano, y con unos pulmones fuertes, que llenaron la sala en cuanto lo sacaron de su tibio y comodo hogar. Otabek no puedo evitar soltar una risa al ecucharlo, y giró la cabeza para ver como era que lo pesaban.

En esta ocación, Plisetsky fue el primero en cargarlo, ahora que tenía la fuerza, Otabek le concedió el momento.

El segundo bebé era algo más robusto, y se movía demasiado sobre el pecho del rubio, mientras aún suturaban su cuerpo. A comparación de su hermana, el cachorro no fue presentado como un osezno, sino como un felino. Su actitud revelde, ese cabello rubio, y lo inquieto que era. Si, sin duda alguna, sería una copia igualita a Plisetsky.

-Es perfecto-. Susurró el rubio, tomando una de las manitas de su cachorro.

-Nikolai-. Otabek susurró su nombre antes de inclinarse a besar dulcemente su cabecita. Aún tenía grasa y rastros de liquido amniotico, pero eso a sus padres no les importaba. Era un bebé sano, y eso era lo unico que contaba.

====

Cuando los respectivos abuelos -y bisabuelo- de la criatura entraron a la habitación de Yuri, un par de horas más tarde, traían globos azules y negros con ellos. Para ese momento, la pareja ya se encontraba admirando al bebé recien aliemntado en los brazos de su padre portador.

-Quiero que conozcan a alguien-. Habló Yuri bajito, sin dejar de mirar a su bebo.

La madre de Otabek acercó a Kolenka a los brazos de su hijo, y su esposo aprovechó a tomar una foto de los 4 -Yura, Beka, y los cachorros-.

-Es precioso-. el corazón se le ablandó a la mujer en cuanto el bebé estiró sus bracitos, disfrutando del ahora abierto espacio que tenía.

-Su nombre es Nikolai-. Otabek explicó mientras miraba al abuelo de su esposo.

El anciano se llevó una mano a la boca mientras las lagrimas se avecinaban por sus ojos.

-Abuelo, no llores-. Le suplicó Plisetsky partiendo a su vez en llanto.

El trío de omegas Plisetsky se abrazaron. O mejor dicho, Nikolai abrazó a su nieto, mientras el neonato se acurrucaba sobre el pecho de su padre.

"Si" Pensó Otabek. "Sin duda, este será uno de mis 3 días favoritos".

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