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[18] Kolenka

El día el que Yuri entró en labor de parto fue una sorpresa para todos. Un acontecimiento tan repentino que se sentía mal de solo pensarlo. 

Gracias a todos los dioses Otabek había comenzado su licencia por paternidad tan solo un par de días previos, por que si no, no sabría que habría hecho.

Fue tan espontaneo, que tuvo miedo. Él no estaba preparado para eso.

Yuri no estaba preparado para eso.




La mañana comenzó tranquila, sin ningún disturbio en lo absoluto. Yuri estaba pensando tomar un muy merecido baño de burbujas, tal vez dejar que Otabek lo consintiera un poco, con las muy recurrentes mascarillas faciales que le prometía, y como no, posiblemente hasta dejaría al osezno que le diera un masaje en la espalda, cuando su doctora se adentró a la habitación.

Los saludó como de costumbre, le preguntó a su paciente cómo había descansado y finalmente, le cuestionaba acerca del desayuno. ¿Te gustó? ¿Algún antojo? ¿Más fresas con el huevo revuelto? Se encontraban en medio de el ultrasonido matutino cuando sucedió. Una pequeña contracción de Braxton, y de repente ¡Pop! Yuri sintió como algo se soltaba dentro de él, y al momento siguiente la cama estaba mojada.

Miró a la doctora, ella lo miró a él.

Lo peor de todo, es que el liquido seguía corriendo, y no se detenía. Era como si se estuviera orinando en los pantalones, el problema es que no tenía los pantalones puestos, y que eso no era orina. 

La doctora se levantó, llamó por medio de un botón a los enfermeros, y pidió que prepararan un quirófano. Yuri apenas tuvo tiempo de reaccionar, y no fue hasta que un par de enfermeros se adentró a la habitación, que el omega entro en pánico.

-No, espera. ¿Qué? ¿Un- un quirófano? ¿Ahora? Aún no es la fecha acordada para la cesárea. Usted acaba de decir que aún no están en posición, yo...

-Yuri. Tu fuente se acaba de romper-. Le explicó mientras apagaba el monitor y le quitaba el seguro a la cama. -No, tus bebés no están en posición, y ese es justo el problema. El bebé A, que es quien debería nacer primero, no pudo coronar de manera adecuada, y el bebé B, es quien se encuentra abajo, cuando debería ser al revés-. Levantó los barrotes de la cama, y Otabek le tomó la mano con fuerza a su esposo cuando las enfermeras avanzaron.

-Si le damos tiempo a la naturaleza de hacer su labor, el bebé A en su camino al mundo traerá consigo a su hermano, y el bebé B aún es muy joven para llegar. Podría vivir fácilmente en la UCI dentro de una incubadora, pero creo que podríamos intentar mantenerlo adentro un poco más de tiempo, todo el que sea posible, al menos hasta que llegue a las 30 semanas.-. Miró a Otabek. - Y luego, será todo suyo. Por ahora, nos enfocaremos en eso: mantener uno adentro y otro afuera-. Una enfermera recogió el cabello de Yuri dentro de un gorro celeste de lana. -¿De acuerdo?-. La doctora les sonrió-

-¿No pueden darme más de esa medicina? ¿O volver a inclinar la cama? Lo que sea para que aún no nazcan-. Suplicó, pero la doctora le negó con la cabeza.

-Creo que no están entendiendo, Yuri. Tu fuente se rompió, uno de tus bebés va a venir al mundo hoy. Si no lo sacamos, podrá tarde una infección, y eso es justo lo que queremos evitar. Confía en mí, haremos lo posible, ¿sí?-. Yuri asintió frenéticamente con la cabeza. -Perfecto-. Ahora miró a Otabek, le palmeó rápidamente la mano y en un tono animado le dijo: -Felicidades, hoy te conviertes en papá.

===
Otabek nunca creyó que se vería tan ridículo en su vida. Aunque, la verdad, no se dio cuenta de lo que traía puesto hasta un par de días más tarde, cuando pudo ver las fotografías.

En ese momento no le importó, acompañó a las enfermeras cuando lo guiáron al cuarto de lavado mientras ingresaban a Yuri al quirófano. Le colocaron una gorra de lana, exactamente igual a la de su esposo para ocultar su cabello, le pusieron una bata de cirugía sobre la ropa, que le llegaba hasta las rodillas, y un par de fundas de lana para los zapatos al juego. Parecía más como si hubiera metido los pies en fundas de almohada, si le preguntaban, y sentía que se resbalaba con cada paso que daba. Se lavó las manos como le indicaron, y un enfermero lo guio hasta una pequeña butaca al lado de la camilla en donde Yuri ya se encontraba.

Yuri se veía tan asustado, que el momento en el que Otabek se le acercó para tomarle la mano, su rostro cambió por completo. El mero hecho de tener a Otabek a su lado hacía que su corazón se calmara, que palpitara lentamente, y su mente susurraba que no tenía nada por lo que preocuparse. Su alfa estaba ahí a su lado, y todo estaría bien.

-Beka-. Le dijo con una media sonrisa entre sus labios.

-Esta bien, Yura. Aquí estoy-. le susurró uniendo sus frentes en el acto. Así se quedaron un rato, Altin acariciando la cabellera rubia sin apartar sus rostros un centímetro, al menos hasta que los doctores les pidieron un momento para sedar al rubio.

Colocaron una pequeña bambalina entre el pecho y vientre del omega, para dejar trabajar a los médicos, mientras alfa y omega permanecían del otro lado. La mitad del cuerpo del felino fue sedado, no podía sentir nada, ni sus piernas, estomago o brazos. Sin embargo permanecía despierto y alerta, era casi como si sus expresiones se encontraran en otro plano existencial.

-¿Le avisaste a mi abuelo?-. Le susurró Plisetsky cuando empezó la cirugía.

Otabek asintió antes de acariciarle la mejilla con el dorso de la mano.

-Justo antes de entrar-. confirmó el castaño. -Le hablé a tu abuelo, y a mis padres.-. Se tomó un momento para inspeccionar su rostro, y suspiró ante los detalles.

Yuri siempre había tenido un rostro delgado y fino, con las facciones bien marcadas, y unos labios pequeños pero divinos. El embarazo había cambiado tantas cosas, que Altin se sorprendió al no haber notado esos cambios antes.

La piel de Yuri ya no era tan lisa como recordaba, pues sin bien era suave al tacto, ahora su superficie contaba con manchas. Pequeñas pecas que se escabullían y pintaban su rostro, la mayoría de ellas se asentaban sobre su nariz, y otras tantas, alrededor de sus labios. No eran tan finos como recordaba, ¿en qué momento habían aumentado su tamaño? No lo sabía, pero le gustaba. Otabek pensaba que combinaban bien con sus pestañas rubias, y le sonrió inconcientemente cuando parpadeó. Su estructura ósea no era la misma que antes, eso era algo más que claro. Tenía las mejillas redondas, y regordetas, sus pómulos habían desaparecido casi por completo, y si colocaba ambas manos contra su cara, Otabek apostaba a que podría llenar el espacio con tan solo los cachetes de su esposo. Claro que no iba a hacerlo en ese momento, pero no pudo contenerse a robarle un beso.

-Eres la persona más fuerte que conozco-. le susurró al alejarse, y se recordó mentalmente que debía de comprarle algunas flores.

Yuri cerró los ojos y suspiró pesado. Sentía el cuerpo helado y en alguna parte, alguien le había dado un pellizco, pero salvo eso, no sabía como describir el resto de los sentimientos. 

-cuéntame algo-. le suplicó el encamado al osezno. -Necesito distraerme por un instante.

-Bueno, ¿recuerdas que contratamos a un camarógrafo para este instante? Parece que viene en camino-. miró el reloj en la pared del quirófano. -Dijo que estaba acostumbrado a que cambiaran repentinamente las sesiones de partos. Solo espero que llegue a tiempo.

Yuri rio por lo bajo y miró igualmente el reloj.

-¿Crees que lo dejen entrar?

-Eso espero. ¿Si no quién va a tener todo esto en video?-. Plisetsky rodó los ojos, finalmente ignorando el elefante en la habitación y jugando un poco con otro tema.

-No quiero videos-. soltó el voz baja. -Me veo terrible. No me he bañado hoy...

-Yura, no te bañaste ayer. Además, te vez bien. No tienes que preocuparte, la cámara no grabará el olor. Porque si no, uff, yo si estaría preocupado.

El felino le hizo una mueca al castaño y luego le sacó la lengua. Ambos rieron un rato, mientras el resto de los médicos hacía su trabajo.

Fue entonces cuando sucedió. Lo escucharon fuerte y claro: "Tiene el cordón umbilical enredado".

Por ese breve segundo, las risas de los padres se calmaron, y la sonrisa en el rostro de Yuri se desvaneció casi de inmediato. Pudo ver como la doctora sostenía al bebo entre sus manos, y cortaban el cordón, antes de pasarlo a brazos de otro y llevárselo.

-Beka...-. Susurró bajito el omega. -No está llorando-. soltó esa ultima frase más para sí mismo que para los demás. 

-¿Por qué no llora?-. repitió esta vez más angustiado. -Beka, ¿Qué sucede? ¿Por qué no llora?

-Tenemos un poco de hemorragia-. soltó esta vez la doctora.

Y después de eso, dieron la orden de sedar por completo al paciente. Una enfermera le pidió a Otabek que pasara con los pediatras, pero el resto de la habitación permanecía en silencio.

El corazón de Yuri estaba que se quebraba, sus ojos eran inservibles por la cantidad de lagrimas, y se negó a aceptar la anestesia.

-No. No, no, no, por favor-. Sollozó antes de que el anestesiólogo suavemente le sujetara el rostro, colocara la mascara con el gas frente a su boca, y de apoco se adormilara.

No dejaron volver a Otabek después de eso.

Pero el osezno estaba más ocupado en otros asuntos, más importantes. Le habían colocado unas tijeras en las manos, y la enfermera le indicaba con ayuda de unos guantes, cómo es que debía cortar.

Tras unos breves estudios, realizados por el pediatra neonatal, el medico trajo envuelto en una manta a su bebé, quien se movía inquieta entre los brazos ajenos. La enfermera, tomó delicadamente el cordón umbilical, y le pidió a su padre que lo cortara donde previamente le había mencionado.

Otabek lo hizo, y en un segundo su cachorro partió en llanto.

-Felicidades. Es una niña, cien por ciento saludable, pulmones sumamente fuertes, y pesa 3 kilos, 600 gramos. Es una bebé muy grande, y se parece a usted-. Le dijo, tendiéndole una manta, y acomodando a la niña entre sus brazos.

Otabek estaba mucho más que fascinado. Su niña, su pequeña niña. La estaba cargando.

Su piel aún roja, había sido brevemente limpiada, pero aún conservaba algunos trozos blancos de placenta sobre su persona. Era tan pequeña, que Otabek fácilmente podría sostenerla con medio brazo, pero lucía tan delicada, que lo hizo con ambos. No se dio cuenta en que momento empezó a llorar, y tampoco cuando fue exactamente que el camarógrafo había llegado, pero cuando levantó la cabeza, ahí estaba ese conocido tan extraño, tomándole una fotografía.

Le sonrió, pero no a la cámara, si no a su niña,  y la acercó con delicadeza a su pecho en un extraño intento de abrazo.

Su pequeña niña lloraba fuertemente contra su pecho, molesta por haber sido perturbada de su hogar, y haber llegado a  un espacio que no conocía. Oh, era la primera vez que la veía, pero mierda, cuanto la quería.

Otabek nunca creyó en el amor a primera vista, no hasta que vio a su bebita. Era gorda, y redonda, con el cabello oscuro y unos ojos impenetrables. Su pequeñita mantenía esas ventanas descubiertas bien cerradas mientras continuaba con su berrinche. Le habían colocado un pañal que le quedaba muy grande, y un gorrito al juego con la manta que traía. 

Su aroma... su aroma era exquisito. Olía a leche, y a almendras, y a Yuri. Olía a su Yuri. Pero ella, ella no era como Yuri. Ella no olía ni a felino ni a omega. No, no, no. Ella era una osezna, y una alfa justo como su otro padre. Era una niña fuerte, y en cuestión de segundos ya le había robado el corazón a su padre.

Otabek la besó en la frente, y la meció contra su pecho, antes de susurrarle:

-Así que fuiste tú quien nos dio tantos problemas...

Después de eso la beba hizo algo impresionante. Con sus manitas, se aferró a las prendas del alfa, cuando llegó el doctor para cambiarla y llevarla al cunero, la pequeña osezna se negaba. No quería separarse de su padre, era claro, pero tras unas cuantas caricias en su cabecita, se soltó de su agarre.

-Nació con el cordón enredado-. Le explicó la enfermera cuando se la llevaron. -Pero la doctora que tienen es muy buena, y previno que algo así podía suceder, así que hizo el procedimiento adecuado y lograron sacarla sin problema alguno. Es una niña sana, una de las más bonitas que he visto-. La omega lo guio hasta la salida del quirófano, y lo acompañó al quitarse ese traje de alienígena azulado.

Cuando Otabek salió, no esperaba encontrarse a sus padres ya esperando. ¿Cuánto tiempo había pasado?

Eso no lo sabía, pero recibió a los 3 adultos mayores con un abrazo.

-Es preciosa-. le dijo primero a su madre, y le describió como era a detalle. -Es pequeña, y sus manos son diminutas. Es igualita a Yuri, pero estaba completamente roja.

-Eso es normal-. le explicó la mujer a su hijo con cariño.

-Se le quitará en unos días-. Agregó Nikolai sonriendo.

Al llegar a la sala de espera, el joven alfa se llevó una sorpresa. Ahí estaba Mila, y Yuuko, y Viktor, y todos. Algunos traían regalos, y otros globos. Miró a su madre, y la mujer desvió la vista culpable.

-Uy, ¿cómo se abran enterado?-. se llevó una mano socarrona a la boca.

-¿Cómo esta Yuri?-. Le preguntó Yuuko después de un rato.

Otabek pareció reaccionar al instante. Era cierto ¡Yuri!

Volvió de inmediato al quirófano.

====
Como era obvio, no lo dejaron ingresar. En cambio, cuando se encontró con Crispino, él se encargó de guiarlo hasta otra área del hospital. El post-operatorio.

No tardó nada en encontrarse a su esposo. Yuri reposaba, aún medio sedado en una de las camas. Su vientre, aún permanecía fuertemente abultado bajo las cobijas. Movía la cabeza inconsciente mientras susurraba algo.

En cuanto Otabek se acercó, lo primero que hizo fue tomarle la mano.

Pudo sentir en lo más profundo de su corazón, como es que su omega de a poco se fue calmando.

-Todo está bien Yuri, todo esta bien-. le repitió.

Cuando Plisetsky finalmente despertó en su habitación un par de horas mas tarde, su esposo permanecía a su lado. Algunos globos decoraban su cuarto, y un enorme peluche que tenía el nombre de Nikiforov en todos lados, ocupada una silla entera.

Instintivamente, Plisetsky buscó la respuesta en los ojos de su osezno. Otabek le dedico una sonrisa que calmó hasta el ultimo nervio de su cuerpo, y entrelazando las manos, le mostró una fotografía de su teléfono.

-Es preciosa-. le susurró al entregarle el aparato. 

Todo el cuerpo le dolía, sentía gases, y frío y nauseas, y quería volver a dormir, pero ver esa fotografía era mucho más importante. Aunque... esa no era una fotografía. Era una video-llamada.

-Es tan pequeña-. Otabek acurrucó su cabeza contra el cuello de su omega, y aspiró profundamente su escancia, hasta que se aseguró de que Yuri se encontraba tranquilo por completo.

El omega en cambio, sujetaba con ambas manos el aparato. Su suegro sostenía el teléfono del otro lado de la cámara, se encontraba a unos cuantos pasillos de distancia de su localización actual, y señalaba al cristal de los cuneros, donde fácilmente se enfocaba una cama pequeña y blanca, con la inscripción de "Altin-Plisetsky".

-Hola princesa...-. Soltó agotado. -Hola mi hermosa Kolenka...

Suspiró entre llanto. Esa era su bebita. Su pequeña niña. En ropajes de un pequeño león. ¿A quién demonios se le había ocurrido la idea de ponerle un disfraz de león a su hija? No tenía idea, pero se veía tan adorable, que incluso cuando hacía puchero con sus bracitos para quitarse en vanos intentos la cobija, el corazón de Yuri se derretía. Se parecía tanto a Otabek, que dolía. Esa nariz, y esa actitud: si, en definitiva era la hija de Otabek.

Su segundo cachorro no tardó en sentir celos de la atención que su hermana estaba sintiendo, y de un momento a otro comenzó a hacer acto de presencia presionando fuertemente sus piecitos contra el vientre de su progenitor. Yuri se llevó una mano al estomago para acariciarlo, intentando calmar a su segundo cachorro, y Otabek, él simplemente le besó la frente, y le susurró una y otra vez lo mucho que lo amaba.

===
Los siguientes 3 o 4 días fueron un completo infierno para Yuri. Cualquier breve movimiento que hacía le dolía. Su vientre se encontraba vendado en una zona con ayuda de unas gasas que se reemplazaban cada que se bañaba. Y su espalda le dolía, casi tanto como la cantidad de gases que tenía. Sin duda alguna la cesaría era una de las cosas más extrañas por las que había atravesado en su vida, pero eso no significaba que todo fuese malo. 

Oh, no, no, no.

Ahora tenía una princesa, una pequeña caballero que descansaba plácidamente en los cuneros, y que venía a visitarlo puntualmente acompañada de un enfermero o enfermera. La traían en su pequeño cunero, y la dejaban al lado de la cama de su padre.

Con ayuda de Otabek, era puesta entre los brazos de su omega, y la beba se acurrucaba en cuestión de segundos contra el pecho del omega. Algunas veces se acomodaba y otras cuantas se ponía a llorar, la mayoría de las veces solo quería que Otabek le cambiara el pañal. Pero algunas cuantas ocasiones, simplemente buscaba son su naricita el lugar en donde provenía ese aroma lechoso, y con ayuda de su boca, succionaba el pecho de su padre.

Yuri se removía con cuidado las prendas, para darle el espacio suficiente a su pequeña osezna, y dejaba que la niña succionara su alimento hasta quedarse tranquila.

No iba a mentir, se sentía más que extraño e incomodo. La forma en la que la beba pegaba su cuerpecito contra el suyo y se llenaba con el calor de su padre, hasta llenar su barriga con leche y quedarse dormida. A Yuri le incomodaba un poco, no era algo a lo que estaba acostumbrado, pero era algo natural. Su cuerpo para eso servía, después de todo, se había moldeado esos últimos meses para ese mismo propósito.

Para cuidar de su hija, y forjar de ella mientras crecía.

Ahora tenía una familia.

Mierda.

¡Ahora tenía una familia!

La idea pareció llegar vagamente a la mente del omega, mientras amamantaba a su hija un día. Pronto, las lagrimas acumuladas se comenzaron a soltar manchando inconcientemente la cabecita de su cachorra, y Otabek, quien recibía la bandeja con alimentos para su esposo, y la dejaba delicadamente sobre la mesa, no tardó en acercarse en cuanto de dio cuenta del acontecimiento.

-¿Qué ocurre, Yura?-. Le preguntó al acercarse.

-Beka. Tenemos una familia-. respondió sin apartar la vista de su hija. -Tenemos una familia.-. repitió esta vez, uniendo las esmeraldas con las avellanas.

Otabek pareció comprender ese sentimiento, era como si de repente una manta se hubiera colocado sobre sus hombros y una cálida emoción calentó su corazón.

-Si, Yura... tenemos una familia.

===
Lamentablemente el segundo feto aún no nacía. Los medicamentos y la cirugía resultaron exitosos, demasiado para el gusto de Yuri. Y fue cuestión de días para que su beba fuera dada de alta, y pudiese regresar a la seguridad de su casa.

Si bien, Otabek y Kolenka podían volver, Yuri y su cachorro estaban condenados a otras 7 semanas más de reposo obligatorio en cama, siendo vigilados constantemente por el medico y los cientos de enfermeros a su disposición.

Como era de esperarse, Otabek no abandonó el hospital, y fueron los ahora abuelos -y bisabuelo- los encargados de cuidar de ella, las noches en las que el osezno mayor se quedaba a velar por su felino en el hospital.

Cada mañana, se despertaba con el corazón partido, esperando ansioso la video-llamada de su suegro, para ver a la bebita. Asegurarse de que estaba bien y preguntarle cómo es que había amanecido, a pesar de que ella aún no lo entendía. Desayunaba, y pasaba la mañana distrayéndose, con lo que fuese necesario hasta acabarse con las uñas enteras de las manos, esperando por la hora de visita. Cuando la dicha finalmente se dignaba a aparecer, los oseznos Altin se teletransportaban en cuestión de segundos a la puerta, pero eso a Yuri no le importaba, oh no, claro que no.

Él solo tenía ojos para el cachorro que sus suegros en brazos llevaban, ese pequeño y regordete ser que traían siempre envuelto en una cobija celeste, ese al que había anhelado ver desde que abrió los ojos esa mañana.

Yuri estiraba impaciente los brazos y repetía fugazmente "Mío, mío, mío, mío" como si de un niño pequeño reclamando un dulce se tratase. Y es que en parte, Yuri se sentía como un adicto que era incapaz de dejar las drogas, y ese bultito de grasa era la droga más adictiva que había probado nunca.

La bebita era dejada en los brazos de su padre, y Yuri la consentía y la arrullaba tanto como se le permitía, al menos en ese momento que aún se encontraba en cama. La llenaba de mesos y mimos hasta enojarla, y que ella misma con sus pequeñas manitas lo apartara, ocacionando algunas risas por parte de los presentes.

Otabek la dejaba quedarse con él hasta que necesitara un cambio de pañal, o fuese hora de marchar, porque él la podía tener en los pasillos, y en las tardes. Sabía lo mucho que el corazón se le rompía a Yuri cuando debían despedirse, y lo mucho que sufría cada noche, cuando no podía quedarse con Kolenka a su lado.

Era Otabek quien le regalaba pañuelos y le sostenía la mano, después de todo. Y era él quien también sufría por lo mismo, cuando su beba no estaba.

Pero ese mal sentimiento no duraba mucho, pues el vientre de su omega comenzaba a agitarse y moverse, la piel se le estiraba con las patadas que su aún no naciente infante reclamaba. Oh, su otro hijito quería atención, y era terco hasta que la obtenía.

Ahora que el estomago entero del omega era ruyo, había tomado la ventaja y se estiraba tanto como podía. Estaba claro que antes no tenía suficiente espacio, pero ahora que sí, no dudaba un segundo en demostrar lo cómodo que se encontraba. Yuri por otro lado, cada día se quedaba más y más sin aire, comenzó a utilizar casi a diario el oxigeno por la cantidad de veces que su cachorro le pateaba los pulmones.

Oh, pero como lo quería. No importara cuantos dolores ni retortijones le provocara, ese seguía siendo su bebito, testarudo y terco como él. Aún no había llegado al mundo, y Otabek ya sabía que se parecía a su esposo. Después de todo, las manzanas no caen lejos del árbol.

Eran felices, realmente lo eran.

Pero no podían esperar por tener a sus dos pequeñas fieras entre sus brazos, compartiendo el mismo oxigeno y renegando al mismo tiempo.

Si, eran una familia llena de puros cabeza dura.

Pero mierda, cómo se amaban.


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