[14] Superfetación
Otabek no tardó mucho en prender las luces del cuarto. Con el corazón acelerado y el alma saliéndose de entre sus labios, miro a Yuri a los ojos. Nunca lo había visto tan asustado en la vida, y la carita pálida que el omega se cargaba, hicieron que el corazón del osezno se estrujara.
Una de sus manos estaba cubierta de sangre, y todo el cuerpo le temblaba. Quería llorar, lo sabía, pero Yuri intentaba permanecer fuerte por ambos.
Otabek no quería destaparlo, porque temía lo que encontraría tras las cobijas. Y el rubio tampoco. Compartieron una de esas miradas silenciosas que lo decían todo y a la vez nada. Eran adultos, tenían que afrontarlo.
Cuando un niño temía de la oscuridad, tenían la seguridad de que un adulto lo tomara de la mano, y le dijera cálidamente: "No te preocupes, todo está bien". Pero, cuando un adulto temía a la oscuridad. ¿Qué se suponía que hiciera entonces? Cerrar los ojos, respirar profundo, y aguantarse. Porque ya no era un niño, y no existía alguien a quien pudiera ir corriendo en brazos para que lo consolase.
Así que Otabek, como el adulto que era, tuvo que calmarse. Tomó la mano limpia de su esposo y lo miró a los ojos. Yuri apretó los labios. El kazajo levantó las sabanas con su otra mano, y no se sorprendió cuando encontró la cama llena de sangre.
Otabek apretó el agarre de su esposo, y no lo soltó ni un momento, incluso cuando se inclinó a la mesa de noche para tomar su teléfono. Llamó a su medico especialista y se levantó de la cama.
Yuri sentía que no podía respirar, ni siquiera era capaz de moverse. Y ver a luz propia que efectivamente estaba sangrando, lo hizo sentir miserable. Si las luces siguieran apagadas, no se sentiría tan real. No se sentiría tan mal.
Iba a perder a sus cachorros, eso estaba seguro. Y él no podría soportarlo. No otra vez. Su corazón no era tan fuerte.
Fue entonces cuando Plisetsky se bloqueó. Tal vez fue el instinto, o el miedo, pero dejó de sentir, y de pensar. Su corazón pareció ocultarse en una cajita, y las emociones dejaron de fluir. Tenía la vista perdida, casi como si estuviera en un trance. Y es que en efecto, lo estaba.
"Mierda, va a ser difícil limpiar las sabanas" Se dijo mentalmente a si mismo. "Tal vez debamos tirarlas y comprar otras. ¿Qué color quedaría bien con el cuarto? Un azul marino, o un negro tal vez. ¿Verde? No, verde es horrible. Tal vez para una planta, pero no para las cobijas de una cama". Se decía mentalmente el rubio, en un intento de pensar en otra cosa. Su cuerpo y su mente lo apartaron de la realidad, borraron su capacidad para sentir y de razonar la gravedad de la situación, como un método de supervivencia, el instinto lo hizo ocultarse dentro de un caparazón, con un choque de adrenalina, obligándolo a enfocarse en lo primero que encontrara, con tal de ignorar lo que estaba pasando. Así que por un buen rato, Yuri no se movió.
No se dio cuenta de en qué momento Otabek se ató los zapatos, le limpió con un par de toallas húmedas la mano y sacó una maleta del armario. Una maleta, que tenían por si ese tipo de cosas pasaban. Lo que debían llevar al hospital, en caso de una emergencia.
La mayoría de las parejas que cruzan por un embarazo tenían una maleta como esa, la diferencia es que el proposito de ella, era prepararla para la llegada de sus cachorros. Cambios de ropa para los padres, algunas mantas infantiles, pañales, teteras, y conjuntos hermosos de ropita que le pondrán a sus hijos una vez salieran del hospital, para traerlos a casa.
Pero Otabek y Yuri, no tenían esa fortuna.
Sabían bien que sería un embarazo complicado. Que era muy probable que tuvieran un aborto espontaneo, incluso en su 2ndo o 3er trimestre de gestación. Así que por ordenes medicas, hicieron esa maleta, tan solo medio mes desde que se enteraron de su embarazo. Rogaban cada noche por no tener que utilizarla, por tener la fortuna de olvidara la, y jamás necesitarla, pero al parecer la suerte no les sonreía. Una lagrima se le escapó a Otabek de los ojos cuando la sacó del armario. Con el teléfono aún en mano, pidiéndole indicaciones al medico de Yuri, para seguir el procedimiento que debían llevar a cabo a continuación.
El castaño le tomó la mano, y el cuerpo de Yuri reaccionó de inmediato. Su mirada tardó un rato en enfocarse, su rostro estaba confundido. ¿Qué hacía Otabek hincado a su lado de la cama?
-Amor. Es hora de irnos-. Yuri miró a Beka, y luego la maleta en sus manos. Oh... así que de eso se trataba. Asintió consecutivas veces con la cabeza.
Otabek lo ayudó a levantarse de la cama.
Fue en cuestión de segundos lo que duraron, en bajar las escaleras y adentrarse al carro. Otabek ayudando a esposo en todo momento. Un silencio sepulcral tensó el ambiente y el aire, casi sin dejarles respirar. El camino fue silencioso, y pesado. Yuri perdiéndose nuevamente en sus pensamientos, y el Kazajo repitiendo mentalmente una y otra vez las instrucciones que le había dejado el medico.
"Llévalo a urgencias, ingresen como una emergencia prioritaria. Estaré allá en 12 minutos, pero para cuando lleguen, tendrán una camilla lista para él. Le harán estudios, y lo internaran para tenerlo en observación."
Acarició los nudillos del omega con su pulgar, y sintió el anillo en su dedo anular con el tacto. Recordó muy bien lo que significaba ese aro de oro entre sus manos. La promesa que se habían hecho en el altar, y los cientos de sacrificios que habían surgido a raíz de esa promesa. Lo difícil que era el matrimonio, y lo duro que era permanecer sereno en una situación como esa. Había algunos segundos, en los que los dos se miraban. Compartían palabras con los ojos, y soporte con sus manos. Ninguno lloró en el trayecto, y tampoco soltaron palabra. Como si temieran que cualquier ruido que realizaran confirmaran la realidad.
Otabek no tenía idea de lo que el futuro les aparara, pero solo estaba seguro de una cosa: Pasara lo que pasara, él estaría ahí para Yuri.
Llegaron al hospital en pocos minutos, y Otabek no se tomó la molestia de estacionarse si quiera. Paró el carro frente a la puerta, y ahí, a las 2.40 de la madrugada, se bajó del automóvil, e ingresaron a urgencias, dejando el auto aparcado en la entrada de urgencias.
Como su medico les había prometido, un par de doctores y enfermeros ya los estaban esperando. Montaron a Yuri a una silla de ruedas, y los separaron.
Fue ese instante cuando Otabek dio su primer tropezón. Un par de sollozos se le escaparon de los labios, y chorros de lagrimas ocuparon su rostro en cuestión de segundos, y él se forzó a secarlas. No se iba a quebrar ahí, tenía que ser fuerte. Un enfermero lo acompañó a estacionar bien el auto.
Cuando volvió a pasar por las puertas de cristal, se sentía perdido. Por primera instancia, preguntó a un doctor donde estaba su esposo, tenía que acompañarlo, se lo prometió, debía estar a su lado. Pero le dijeron que los exámenes que le estaban realizando tardarían un tiempo, y que no podría hacerlo hasta que terminaran de revisarlo. Otabek comprendió. Le gustar o no, debía dejar a los médicos hacer su trabajo.
Y por segunda, no sabía que hacer. Cuando la doctora terminó de explicarle que tenía que esperar, se marchó. Entonces, Otabek cayó en cuenta de que se encontraba solo.
Recargó sus brazos sobre la barra de recepción y miró a sus lados. Con la espalda curvada, y el corazón casi destrozándose en pedazos, se sintió vulnerable. Estaba solo. No tenía a nadie. Ese fue su segundo tropiezo, y más lagrimas amenazaron con salir.
No tenía a nadie.
Y no podía soportarlo.
Otabek caminó en silencio hasta las sillas de plástico, casi bacías de la habitación, y sacó su teléfono del bolsillo. Eran casi las 3 de la mañana, pero no le importó. Abrió la lista de contactos, y dejó el timbre sonar.
Su corazón latía con fuerza, y sentía que el alma se le escaparía en cualquier segundo de su cuerpo. Con cada timbre sus manos temblaban más, estaba seguro de que a ese paso su teléfono se le resbalaría de entre los dedos.
Milagrosamente no lo hizo.
Finalmente, la llamada entró. Y con una voz cansada, la persona al otro lado de la línea respondió.
-¿Hola?
-Hola Mamá... -. Ese fue su tercer tropiezo.
Y ahí, solo, en medio de la sala de emergencias, la poca fuerza de voluntad que le quedaba se quebró.
Entonces Otabek rompió en llanto.
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Sus padres llegaron en un instante, el trio de adultos mayores se acercaron en silencio. La Osezna prácticamente corrió en busca de su cachorro y lo acogió en brazos, dejando que su hijo se soltase a llorar nuevamente a su lado.
Nikolai tenía los ojos rojos y empapados, los labios de Otabek se curvearon en cuanto se miraron. Sabía que el pobre abuelo de Yuri estaba igual de preocupado.
-Izvinite, Izvinite Nikolai-. Le pidió disculpas el kazajo a su yerno en su lengua madre.
-No es tu culpa-. respondió el adulto mayor en ruso, aceptando un abrazo. -Eres un buen hombre, Otabek. No debes culparte por esto. No estas solo
Cerca de las 4 1/2 una doctora se acercó al grupo.
-Señor Altin-Plisetsky-. Otabek levantó la mirada de sus manos de inmediato. -Puede acompañarme por favor.
Les dijeron que estaba estable, y que podría pasar a su "habitación" en un instante. La camilla 5 de la sala de emergencias era donde se encontraba, estas se separaban por paredes de cortinas azuladas. La divisó fácilmente, en la hilera pegada a la pared izquierda, al fondo. La única camilla con las 3 cortinas cerradas. Corrió uno de los telones con cuidado al ingresar, y ahí estaba Yuri, con su carita agotada y la piel tan pálida de siempre, mirándolo como si fuera la persona más importante del universo. Y al menos para el omega, así era.
Tenía una manta proporcionada por el hospital cubriendo gran parte de sus piernas, y una bata celeste en lugar de su pijama. Yuri le extendió la mano, y Otabek no dudó un segundo en acercarse a tomarla.
-Es una infección urinaria-. Inició el medico al lado de los monitores, palmeando un par de veces una aguja con sus dedos, para eliminar los residuos de burbujas. -causan molestias, cólicos, incomodidad, inmensas ganas de ir al baño -aunque no lo deseé realmente-, y en algunos casos sangrado.-. se acercó a Yuri, y levantó el hombro de uno de sus brazos. Lo desinfectó con una gasa de alcohol, antes de proceder a inyectarle el medicamento en la zona.
Plisetsky ocultó su rostro en el pecho de Otabek al instante, pero no se movió, se quedó quietecito en todo momento, dejando al medico hacer bien su trabajo.
-vamos a ingresarlo, e internarlo. Es una infección avanzada, son muy comunes en el embarazo, pero si evolucionan pueden ser perjudiciales para la salud. Su especialista les explicará a fondo más adelante. Ahora toca el suero-. Mencionó tomando una pajarita de la bandeja de catéteres y sueros.
Yuri le tendió la mano al medico, ya sabía bien el procedimiento. Cerró los ojos cuando conectaron su brazo al suero, y suspiró después de que le pusieran cinta para sellarlo. Una vez las cosas estuvieron listas, y preparadas, subieron las rendijas de la camilla, le quitaron el seguro a las ruedas y los ingresaron. Un enfermero guiaba por en frente, y una doctora por detrás. Pasaron por varios pasillos, y un elevador antes de entrar al área de ginecología.
Todo el proceso, tardó aproximadamente una hora. Entre los cambios de turno, el papeleo, la dirección del cuarto, y lo que hicieron para instalarse. Estaba claro que ninguno había dormido un segundo esa noche. Pero al final todo salió bien. Una doctora ingresó a la habitación, para hacer un chequeo, acompañada del Medico especialista Michele Crispino, a eso de las 5 de la mañana.
-Soy la doctora Min-So Park, del hospital infantil-ginecológico de Canadá-. le estrechó la mano a Otabek al presentarse. -Y tú debes ser Yuri. Oí hablar mucho de ti-. le sonrió calmadamente al omega en cama.
-Como saben, Yuri tiene una infección urinaria muy avanzada, con los medicamentos correctos, y el tratamiento adecuado, lograremos disminuirla, tal vez erradicarla. Pero eso no significa que no puedas obtener otras enfermedades urinarias. Se promedia que por embarazo se tienen al menos 4. No podemos permitir ese numero, con el daño que ya has recibido hasta el momento, por lo que tendremos que incrementar las medidas de higiene personal.-. Empezó Crispino.
-Pero no hemos tenido relaciones
-No son la única causa biológica, los cambios de temperatura, el nivel de hormonas que estas produciendo, prácticamente cualquier cosa durante la gestación puede ser una causa para esta clase de infecciones.
Plisetsky se llevó inconscientemente una mano al estomago.
-los bebés en cambio... vamos a echarles un ojo, ¿les parece?-. Crispino de acercó al omega, con un par de aparatos remotos y bendetas estirables de colores. -Estos son monitores cardiacos-. explicó haciendo referencia a los aparatos.
El medico señaló el abultado vientre del omega, como pidiendo permiso para colocar los monitores. Yuri se dejó hacer. Levantaron con cuidado la bata medica, cubriendo las piernas del rubio con las mantas medicas. Crispino dejó las cosas en la cama, y se inclinó un poco al colocar uno de los monitores sobre la lechosa piel de su paciente.
Con casi 25 semanas, y mellizos en camino, el vientre que Yuri se cargaba era realmente grande. Fácilmente podría ser confundido con un embarazo unitario en termino. Otabek se sorprendió un poco de lo grande que se veía su barriga cuando la bata fue levantada, dejándolo expuesto. El kazajo bien sabía que aún tenían todo el 3er trimestre por delante, y que el estomago de su esposo aún no terminaba de estirarse, pero le parecía casi inimaginable que eso fuese posible. Yuri suspiró pesado al sentir las frías manos de su doctor hacer contacto.
Michele movió un poco el artefacto por su piel, haciendo algunos cuantos círculos hasta que finalmente encontró el pulso cardiaco. Dejo presionado gentilmente el cilindro aplastado con una mano, y la doctora Min-so lo ayudó a pasar una de las bandas elásticas alrededor del cuerpo del omega para sujetarlo, en ese especifico espacio. Yuri hizo una mueca cuando irguió la espalda, aún recostado, para pasar la cinta por debajo, le era incomodo moverse, y parecía un poco desorientado.
Tal vez era la falta de sueño o los medicamentos. Otabek no lo sabía, pero podía asegurar que por el ceño fruncido de su marido se encontraba enojado.
Repitieron el procedimiento 3 veces, dejando un total de 4 cintas sujetas al abultado vientre del Plisetsky. Todas ellas en diferentes colores chillantes y pasteles, que le sacaron una pequeña sonrisa al felino, aunque no lo iba a admitir en voz alta. Cuando Min-so encendió la maquina a la que se conectaban inalámbricamente los monitores, pudieron ver más fácilmente los resultados de sus cachorros.
-Como previamente le expliqué a su esposo-. Comenzó la doctora. -están bien, y se encuentran sanos. -señaló la pantalla con algunas cuantas líneas y números resaltados. -sus niveles de oxigeno, y sangre están bien, tienen un buen ritmo cardiaco, pero debemos monitorearlos a diario, estos aparatos hacen eso. De todas maneras, haremos un ultrasonido diario, por al menos una semana, y luego serán chequeos menos constantes. No afectan a los bebés, pero debemos seguir más de cerca su crecimiento.
Otabek asintió con la cabeza. Y Crispino lo tomó del hombro.
-Otabek, están bien. Tus hijos están vivos-. le dijo con ese tono gentil y directo, que había usado el día en el que les dio la noticia de su existencia.
El alfa apenas podía contener las lagrimas. Esta vez siendo de felicidad.
Estaban bien, ambos estaban bien. Y Yuri también, Yuri estaba bien.
Se cubrió los ojos con una mano, para evitar derramar los chorros de agua, pero no pudo evitarlo. Necesitaba sentarse, esa mañana había sido una montaña rusa de emociones.
-¿Cuanto tiempo voy a estar aquí?-. la voz de Yuri llamó la atención de los presentes.
Min-so lo tomó del hombro y negó con la cabeza.
-Hasta que culmine tu embarazo. -. Suspiró. -Yuri, vas a estar bajo constante tratamiento. Descanso total, no quiero verte fuera de la cama, y solo tienes permitido levantarte 1 vez al día para ir al baño. Te pusimos una zonda para que no tuvieras problemas con eso. Y no quiero que hagas esfuerzos, de ningún tipo. Ni para sentarte. Usa los controles de la cama-. Le explicó señalando uno, y presionándolo para darle un ejemplo.
Como había prometido, el respaldo de esta se inclinó un poco, cada vez más hasta llegar a una posición semi-vertical, a unos 45°. Luego presionó otro, volviéndolo lentamente a su posición inicial, a unos 20°.
-Ni siquiera cuando vayas al baño debes hacer esfuerzo.
-Te administraremos algunos laxantes para ayudarte con eso-. Terminó de explicar Crispino.
Uno de los cachorros comenzó a patear, y Plisetsky se llevó una mano costado. Cerró los ojos un instante, antes de volver la vista a sus doctores.
-¿tienen alguna pregunta?
Se tomaron un momento para pensarlo. El kazajo negó con la cabeza.
-Otabek...-. comenzó Yuri en bajito. -Él... ¿puede abrazarme?-. La pregunta sorprendió un poco a Crispino. -Se que no debo moverme, pero- ¿No voy a hacerme daño si- si me abraza?
-No-. Respondió Min-so . -Esta bien, no vas a hacerte daño.
Otabek se levantó de la silla en la que se encontraba, y se apresuró al lado de su omega. Le tomó las manos a Yuri, y los ojos cristalinos de su felino le decían a gritos que lo necesitaba. Quería gritar, ocultar su existencia entre los brazos de su alfa. Necesitaba romperse, porque toda la noche se hizo el fuerte.
Y lo hizo. En cuanto Otabek se inclinó sobre la ama, para envolverlo entre sus brazos, Plisetsky partió en llanto. Envolvió sus manos bajo los hombros y la espalda de su oso, y se aferró con fuerza a la camisa que llevaba. Otabek aún estaba en pijama, aún olía a su nido, a su casa. Era tan reconfortante escuchar su corazón, que le fue casi imposible contener los sollozos y las innumerables lagrimas que se avecinaban.
-¡Lo siento!-. le dijo ahogando suspiros contra su pecho. -no pude- yo- yo- pasé toda la noche pensando en las sabanas.-. Admitió desconfortado, con la voz cortada, en un tono casi inaudible por el llanto.
-¿Las sabanas?
-Lo difícil que va a ser limpiarlas para quitarles la sangre-. Yuri hipeó entre sus palabras. -No pensé en- creí que iba a perderlos- No podía- no puedo...-. Se sorbió la nariz, y le fue incapaz seguir hablando.
Le tomó un rato a Yuri poder calmarse, le administraron un medicamento para eso, y se sumió en un sueño. Otabek aún lo abrazaba cuando sucedió. Miró a sus médicos, que aún permanecían en la habitación en silencio.
-Es más común de lo que parece-. Crispino habló con Otabek, una vez estuvieron fuera de la habitación. -Es un método de defensa-. intentó explicarlo.
-No entiendo.
-Yuri estaba asustado. Esta-. se corrigió. -Y su cuerpo intentaba protegerlo. Cuando lo ingresamos, apenas respondía preguntas. Su cerebro se enfoca en asuntos sin importancia, para mitigar el dolor. Para evadir la posibilidad de un nuevo aborto-. continuó. -Pero cuando supo que estaban vivos... Le cuesta aceptarlo.
Y no lo culpaba. Otabek ya se estaba preparando para perderlos también. Asintió inconscientemente un par de veces mientras Crispino aún le hablaba.
-Van a ser unos meses complicados los que vienen. Yuri va a necesitarte a su lado.
-Nosotros haremos lo posible por que terminen el embarazo sanos.
Los dejaron solos, y no fue hasta unas horas más tarde, que Otabek recordó que sus padres estaban afuera esperando. Los encontró en la sala de espera, su Papá y Nikolai compraban café cuando se les acerco.
-Están bien-. le dijo a su mamá, quien lo tomaba de las manos. -Yuri esta durmiendo...-. y después de eso, les contó todo en camino a la habitación. Desde lo que hicieron antes de dormir hasta las noticias que le dio el medico antes de marcharse.
Entraron.
Era un cuarto relativamente grande. El doble de una habitación de internado tradicional, tal vez un poco más. Al ser de la sección de ginecología, los camarotes crecían un buen tamaño, puesto que los pacientes -al ser omegas o betas preñados- se abrumaban por el poco espacio, y para evitar las incomodidades, y ayudarlos con el movimiento que necesitaban. Con el embarazo, era complicado hacer prácticamente cualquier labor físico. Los movimientos de los omega en cinta eran lentos, torpes, y poco fluidos; se sentían pesados, incomodos, y grandes. Eso, sumado a una caminata pausada, y los constantes dolores y molestias en sus pies y espaldas, ocasionados por el creciente tamaño de sus abultados vientres, que tomaran más espacio y volumen a la hora de desplazarse. Por eso las puertas eran más amplias, el pasillo al sanitario más corto, y para la comodidad de ellos, los sanitarios se adaptaban a sus necesidades. Desde tubos de apoyos para levantarse del retrete, hasta unas sillas para la regadera, facilitaban las acciones y ayudaban a su descanso.
El tocador, estaba en el pasillo, que dividía la remara y el baño. Del lado opuesto un enorme armario. Sorprendente en realidad. Era como si estuviera listo para que se mudaran por unos meses a ese lugar. Y es que en realidad, ese era el propósito.
Como la mayoría de los internados en el área de ginecología se encontraban por situaciones similares, y por la privacidad de los pacientes, las habitaciones contaban con 2 baños. Uno para los familiares y/o invitados -en caso de que se tuvieran, claro- y el otro para el omega. ¿El motivo? Cuidar la higiene personal del omega. En este caso, Yuri. Así controlar la limpieza del sanitario, y evitar más infecciones.
Además, contaban con una sala. El cuarto y la sala se dividían por una pared al estilo asiatico, capaz de desplegarse. El sillón más grande de la sala podía volverse una cama, y un pequeño refrigerador de hotel era usado para almacenar hielos. Las paredes estaban decoradas con colores pasteles celestes, y el piso era de madera. Había 2 ventanas, una en la sala, y otra a la izquierda de la cama. El piso y la pared divisora eran de madera.
El resto de las habitaciones en ese pasillo estaban decoradas de la misma manera; todas divididas en -cuarto/sala- con 2 baños, y paredes pasteles; la diferencia es que dependiendo del color y la pintura de la puerta, sería el color de las paredes. En el caso de los Altin-Plisetsky, esta era azul celeste oscuro, con algunos dibujos de burbujas y peces por fuera. El numero 4 señalado en color platino en la puerta.
¿Por qué eran tan coloridas y expresivas las decoraciones?
Porque se trataba de animar y dar una vibra positivista a los futuros padres. Los tonos suaves y decoraciones infantiles los alentaban, y recordaban sutilmente que todo se trataba de sus cachorros. Incluso la bata que Yuri traía era un guiño; pues en lugar de ser blanca con puntos celestes -como normalmente eran todas las batas- tenía pequeños patrones de nubes, lunas y estrellas.
Cuando los adultos entraron, Yuri aún se encontraba cedado. Los rizos dorados aún le caían sueltos por los hombros, y largos respiros profundos se le escapaban de los labios.
-Yurachka...-. Nikolai lo tomó de las manos, con cuidado de no lastimar el suero.
Como una buena madre, Nadie obligó a su hijo a descansar, y dormir un poco, mientras ellos se quedaban.
-No vamos a ir a ningún lado-. le dijo, mientras lo guiaba al sofá.
Después de eso, Otabek se quedó dormido.
===
El siguiente día, Beka tampoco fue a su trabajo. Habló muy temprano, para avisar que no asistiría, y le explicó a su jefe la razón de su falta la mañana anterior.
Para cuando Yuri despertó, Nikolai, Nadeshka y su esposo ya se habían marchado. Y la mañana continua, le costó comer su desayuno. Otabek tuvo que sentarse a su lado, y darle de a cucharadas en la boca. Yuri solo se acabó el huevo revuelto, y el puré de papas, para cuando los doctores entraron. Estaba a punto de darle una probada a su gelatina de limón cuando los interrumpieron.
-Ultrasonido-. comentó contenta Min-so levantando la paleta y el gel en sus manos.
Yuri conocía el procedimiento. Se levantó la bata, con cuidado a la hora de mover sus manos, torció un poco el rostro cuando el cable de su intravenosa se jaló, y miró a la pantalla.
-Alguien no esta comiendo bien...-. Crispino miró su plato a medio terminar.
Plisetsky suspiró.
-Si no te gusta lo que cocinamos, podemos traerte Menús de restaurantes-. comenzó a decir, mientras su compañera vertía gel debajo del ombligo del omega, sin llegar a manchar las bandetas, que seguían adornando el vientre lechoso de su paciente. -Como van a estar aquí por un largo tiempo, sabemos que la comida de nuestros chefs se vuelve un poco...
-aburrida-. terminó Min-so por él, y prendió la paleta.
-Exacto. Para tu suerte, tu dieta es muy flexible, mientras cumplas con las calorías diarias, está bien. De hecho, podría decirse que finalmente llegaste a tu peso. Al menos por esta semana, para la siguiente tienes que subir medio kilogramo. Y la misma cantidad, cada semana hasta terminar tu embarazo.
Yuri frunció el ceño.
-Si estoy comiendo. Ustedes interrumpieron, que es diferente-. soltó un tanto molesto, estirando su mano, esperando a que Beka le entregara la gelatina que tanto quería.
Otabek sonrió al tenderle el embace, y ladeó la cabeza contento al ver como su minino furioso, se metía a la boca la cuchara, probando su punto contra el medico a sus espaldas.
-Aunque acepto los menús-. Dijo con la boca llena de gelatina. -Un pastel de fresa acompañaría bien esta gelatina.
Beka sonrió.
Min-so rió por un momento, realmente no mentía su compañero, al decirle que eran una pareja explosiva. Por su parte, siguió pasando la paleta, y de pronto, esa sonrisa desapareció.
-Crispino-. llamó a su compañero por el apellido. Algo estaba mal.
Yuri pudo sentir como uno de sus cachorros se movía en el lado izquierdo de su panza, cerca de donde la paleta presionaba.
-¿Vez esto?-. ella señaló la pantalla. Yuri no podía ver lo a lo que se refería, tenían girada la imagen hacia ellos.
-Si, te comenté que eran mellizos.
-Es demasiado pequeño...
-Uno tiene crecimiento intrauterino retardado-. comentó Yuri, colándose a la conversación frente a sus narices. No le gustaba que la doctora hablara en ese tono impresionada, lo asustaba, como si hubiera algo de malo con sus bebés.
Min-so miró a la pareja, y luego a Crispino antes de negar con la cabeza.
-No. No es así-. soltó incluso más emocionada. -Mira bien, Michelle-. le repitió, concentrándose únicamente en la imagen. -Es saludable. Para un bebé de 18 semanas.
El rostro de Crispino cambió por completo.
-¿Recuerdas los niveles hormonales de sangre?-. Insistió la doctora, y el castaño fue a buscar los resultados de inmediato. Abrió la carpeta, y comenzó a leerlos en voz alta.
-No es cierto.
-Si es-. se mordió el labio contenta, y giró la pantalla.
-Disculpen, no estoy entendiendo-. Yuri les habló molesto, llamando su atención con el ceño completamente fruncido y los brazos cruzados. -¿Qué mierda esta pasando?
-Hicimos mal el diagnostico-. Crispino comenzó. -Al menos, yo lo hice.-. Señaló a Min-So, quien aún presionaba la paleta con cuidado. -Ella es una especialidad en ginecología y obstetricia. Se encarga de operaciones Neonatales, es toda un haz en su trabajo.
-Genial, no me importa. Mis bebés-. recalcó Plisetsky a punto de perder la paciencia. Parecía que finalmente estaba recobrando la cordura, y había salido por completo de su trance.
Otabek no sabía si alegrarse por ese hecho, o preocuparse por sus hijos.
-Si, cierto-. Min-so levantó la mano, antes de señalar nuevamente el monitor. -Sus cachorros-
-Si, tienen 25 semanas-. Yuri la interrumpió furioso.
-No-. Ella contestó con una sonrisa. -Esa es la cuestión-. Los ojos de Plisetsky se abrieron como platos. -Uno de ellos tiene 25 semanas. El otro tiene 18.-. se tomó un momento antes de continuar. -No es un crecimiento intrauterino retardado. Se llama "Superfetación". Y ocurre una o dos veces al año, en todo el mundo.
El aire se le escapó a Yuri de los pulmones. ¿Eso era posible?
-Es muy extraño, pero sucede-. continuó diciendo la doctora, y apartó la paleta para centrarse en la imagen. -Solo a personas que han estado bajo tratamientos hormonales, es un efecto secundario. Cuando una persona comienza a gestar, se detiene temporalmente su ciclo. Y se cierra el canal que conecta el útero con el exterior. Ustedes me entienden. Pero, por los tratamientos, a veces esto no sucede, por lo que tarda mas tiempo en cerrarse este canal, o simplemente los ciclos continúan. Yuri, en algunas ocasiones, te sentías completamente abrumado, como si tuvieras una descarga de hormonas por un par de días. No es producto del embarazo, es parte de tu celo.
-Los resultados de sangre, tus niveles de Estrógeno. Yuri, en este momento estas en celo.
El felino estaba que no se lo creía.
-Tus dificultades para respirar, algunos de tus dolores de espalda, las nauseas. Se producen por tu celo. Tus ciclos nunca se detuvieron, por lo que el canal nunca se celló. Ahora, por el tamaño de los bebés, y su complexión-. hizo un gesto con las manos, imitando el vientre de Yuri. -ya esta cellado. Pero durante el primer trimestre, no.
-¿Qué quieren decir?-. Otabek finalmente habló
-Sus bebés fueron concebidos en fechas diferentes. Cuando dos cachorros se conciben en días diferentes, pero en un mismo ciclo, se les llama mellizos. Pero, fueron concebidos con semanas de diferencia, el dos ciclos distintos. Casi dos meses entre ambos. Es prácticamente imposible, normalmente es un mes, pero... no hay pruebas contrarias. ¿Comentaron que no podían ver el genero de su cachorro porque era demasiado pequeño? Bueno, esa era la razón. Ahora, felicidades, es un niño. Y tiene 18 semanas.
Hicieron las cuentas en su cabeza. ¿Cuándo fue la ultima vez que tuvieron sexo?
-El día en el que nos enteramos...-. Otabek dijo más para si mismo que para los demás.
-En la mañana, después de haber recibido una llamada-. Yuri le tomó la mano a su esposo, y posteriormente miró a su doctor. -¿Es un niño? ¿En verdad es un niño?
Crispino asintió, Min-so volvió a colocar la paleta para confirmarlo, primero por la extensión derecha, y luego por la izquierda.
-Esta, es una niña. Fuerte y sana. Y por acá...-. La imagen lateral era muy clara. -Estos son sus manos, estos sus pies, y este es su pene. Si, definitivamente es un niño-. Otabek soltó una pequeña carcajada, y se abalanzó para robarle un beso a su felino.
-Eres increíble...
-Superfetación, ¿eh? Me gusta como suena eso.
-Vuelvo a repetir... Ustedes siguen impresionándome. Pero Yuri, sigues teniendo prohibido levantarte. Cuando vuelva en la noche, espero que hayas comido toda tu cena.
Un asentimiento obtuvo de respuesta.
Mierda. Ninguno de los dos se lo esperaba.
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