[10] Un día a la vez
El plan comenzó unos cuantos días más tarde, cuando Otabek se despertó temprano para llamar a la costurera que previamente habían contratado.
-Vamos a agrandar la orden-. informó. -Necesitamos hacer al menos 10 o 15 pedidos más-. Había comenzado el castaño, caminando descalzo por la habitación, aún con el pijama puesto, y con el cabello despeinado.
Yuri, por otro lado, admiraba coqueto a su marido desde la cama. Como le gustaba cuando Otabek se enojaba, la forma en la que fruncía el ceño, y se volvía determinado frente a una meta. Sin duda alguna, se había casado con el hombre más terco del planeta. Plisetsky apretó las sabanas, mordiéndose los labios con fuerza, ante la belleza del osezno, mierda, se veía tab bien por las mañanas.
-Estas actuando como un niño-. Escuchó el rubio decirse a si mismo en su cabecita.
Oh, si que estaban siendo inmaduros, pero es que los Altin Plisetsky eran una pareja explosiva, con un pésimo carácter para tratar con las personas. Eran rencorosos, y vengativos. Y si los Nikiforov comenzaron una guerra, entonces ellos igualmente se unirían al tablero, porque la vida es una aventura en la que pueden jugar ambos.
Y si tenían que comportarse como niños infantiles, entonces serían los niños más infantiles y vengativos del mundo.
Yuri pensaba, que si la vida fuese una película fantasiosa, como en un cuento de hadas, él seguro tendría el papel de villano. Y no cualquier villano. Él sería uno de esos personajes con trajes de cuero negros, acompañado de una capa y un báculo, de esos villanos que eran difíciles de odiar y olvidar, esos que hacen divertida la trama de la historia, y que resaltan incluso más que el protagonista. ¿O qué?, ¡Aladdin nunca hubiera conseguido a la chica, de no ser por Jafar! ¿Y qué tal de Batman? ¡Todos adoran al Joker! ¡Y a Beetlejuice! En fin...
Otabek pensaba lo mismo. Nunca le habían atraído los héroes en las películas, siempre que veían algo como pareja, ambos terminaban inclinándose sobre la postura del antagonista. Si bien, el alfa tenía la actitud de un caballero, en el fondo le encantaba la idea de ser el villano del cuento. Él consideraba que sería la clase de personaje macabro, que con magia oscura controlaría un ejercito completo. Otabek armaría un reino entero con sus manos, y así, nunca nadie lograría nunca superarlo. Si él tuviera que elegir, sería entonces tipo Maléfica, alguien que intimidara al resto con su simple presencia o mirada y que tuviera de mascota una enorme bestia, como un dragón o un demonio devora almas.
Si, sin duda alguna estaban hechos el uno para el otro. No era sorpresa que siguieran casados después de tanto tiempo, si es que los dos estaban igual de locos.
Como decía la mamá de Otabek: No te consigas a alguien aburrido con quien puedas sentar cabeza. Busca a esa persona que siempre te lleve a una aventura, y que nunca haga de un día algo tedioso. Quédate con alguien a quien nunca se le apague la chispa, y así, tendrás un matrimonio feliz asegurado.
Y así sucedió, Otabek encontró a la persona más escandalosa y extrovertida del mundo. Se enamoraron. Y terminó casándose con ese minino gruñón, quien le daba una razón diferente para despertarse cada mañana.
Aveces, eran con dulces, y tiernos besos los que lo alentaban. Cálidas caricias, y coquetos ronroneo que lo incitaban a quedarse más tiempo en cama, completamente despierto a su lado.
Otras ocasiones, eran berrinches y reclamos. "Tráeme agua" "Tengo calor" "Muévete, estas de mi lado de la cama" "Eres muy pesado" "Es que roncas por las noches" "¡Quítate!" Eran algunos claros ejemplos, de lo que el osezno ya se encontraba tan acostumbrado. Normalmente él le replicaba siempre con algo como: "Tu me rasguñas por las noches" "Hablas cuando duermes" "Babeas sin darte cuenta" "¿Qué yo me paso a tu lado de la cama? ¡Amaneciste encima mío!" "¿Seguro que eres un gato? Pareces más una serpiente, porque siempre te enrollas como un bicho a mi pierna".
Pero desde que Yuri se había embarazado, las cosas se volvieron diferentes.
Ahora Otabek no respondía, en su lugar, se quedaba callado, asintiendo todo el tiempo con la cabeza, escuchando atentamente a todas las demandas que salían por la boca de su omega. En el fondo, el alfa sabía que si era lo suficientemente estupido como para responder, Plisetsky de alguna manera u otra, se ofendería, o se tomaría sus comentarios a pecho. Se hecharía a llorar, y le gritaría de verdad. No era su culpa, eran las hormonas, pero eso no borraba el hecho de que el rubio se había vuelto una bomba de emociones. Una movimiento en falso, y ¡Bum! Tendrías que pasar las siguientes 3 horas consolándolo y disculpándote por algo que ni siquiera dijiste.
Con datos como ese, era más que obvio que los pleitos en la cama, se volvieron más frecuentes. Con tantas incomodidades, no era sorpresa que el felino no encontrara alguna escusa para quejarse. En realidad, aquellas conversaciones ni quiera eran dignas de llamarse peleas, o discusiones. No eran serias. Si Otabek tuviera que elegir un nombre, sería: "Tu te callas, y me escuchas, porque estoy tan hormonal mente desequilibrado que no se lo que estoy diciendo. Lo siento, te amo, es culpa de Victor Nikiforov". Porque al final de cuentas, todo siempre era culpa de Victor, y si no, Yuri encontrarían una manera para que lo fuera.
¿Y Otabek? Él solo lo amaba, Yuri era su otra mitad, incluso cuando lo tiraba a patadas de su propia cama. Aunque con los años comenzó a admitirlo: Era difícil tratar con su Yura. Aveces y él mismo se sorprendía de si mismo, y se preguntaba de donde sacaba tanta pasiencia.
El chico era un felino en toda la extensión de la palabra, si no dormía enroscado a su lado, lo hacía ocupando todo el espacio del colchón, extendiendo sus piernas y brazos como si fuera una estrella de mar. Y cuando no estaba cómodo, tardaba horas en encontrar una posición que lo satisficiera, por al menos unos 5 minutos, antes de que se tuviera que levantar, para ir al sanitario, porque sus cachorros lo hacían orinar a cada rato.
Entonces, ¿Por qué Otabek no dormía en otro lado? Bueno, no podía simplemente irse a dormir al cuarto de invitados o al sofá, porque la que se le armaba después...
"No me dejes solo" "Es que ya no me quieres" "No me amas" "¿Ya no me quieres, verdad?" "Me odias" "Estas evitándome" "¡Por qué no me amas!" Y luego, llegarían las lagrimas. Y conociendo a su esposo, no dejaría de llorar en toda la noche. Y no podía seguir consolándolo con tantos postres y chocolates, no si querían seguir manteniendo su embarazo en secreto.
Así que con los días, se acostumbró a sonreír, levantar las cejas, y escuchar pacientemente cada palabra que dijera su minino favorito. Después de todo, Otabek deseo ser papá toda su vida, y bueno, eso era parte del combo. Así que ¿qué se podía hacer?
Solo amarlo, quererlo, y soportarlo. Era una etapa, seguro luego pasaría.
Por otro lado, en cuanto Yuri finalmente se levantó de la cama ese día, a Otabek le dio un paro cardíaco en medio de la cocina. El azabache se encontraba inclinado frente al refrigerador, con los ojos entrecerrados y sumamente concentrado, estaba leyendo atentamente el calendario de su dieta, mientras acomodaba sus gafas, siguiendo a detalle las instrucciones para preparar el desayuno de ese día, cuando Yuri gritó desde la segunda planta.
El susto hizo que Otabek de levantara de golpe, y en un segundo a caja de avena paso de sus manos al suelo, llevándose un bowl lleno de manzanas a su paso. El osezno subió rápidamente las escaleras. No se sorprendería que alguno de los vecinos llamara preguntando si había sucedido algo, el grito del rubio debió escucharse en toda la cuadra.
-¿Yuri? ¿Estas bien?-. Dijo entrando a la habitación, pero no lo encontró recostado.
-¿Yuri?-. El alfa se asomó a la puerta del baño. Fue entonces cuando finalmente lo divisó.
Parado frente al espejo del tocador, con su cuerpo desnudo envuelto en una toalla blanca. Con el cabello húmedo cayéndole sobre los hombros, y con esas preciosas esmeraldas abiertas de par en par. Acababa de terminar de ducharse.
-No, no, no, no, no, no... -. Murmuraba más para su persona que para los demás, casi inconsciente de la presencia de su alfa en la habitación, muy ocupado como para apartar la mirada de su reflejo.
-¿Qué sucede?-. Otabek inclinó la cabeza confundido.
-¡Soy horrible!-. Chilló fastidiado el felino. -¿Qué es esto?-. Yuri se volvió a su esposo, y señaló su rostro.
Fue entonces cuando Otabek comprendió. Beka se encontraba aliviado de que nada realmente serio le estubiera pasando a su Yura, por un instante realmente se había preocupado. El mayor soltó un suspiro al acercarse, tomando delicadamente el rostro del rubio en sus manos, con una pequeña sonrisa entre sus labios.
-Yuri...-. Comenzó calmado el castaño. -Es solo acné.
-Es horrible-. Reprochó al instante.
-Es parte de las hormonas. ¿Recuerdas?
-Se supone que durante el embarazo debo tener una piel hermosa y brillante.-. Altin rodó los ojos.
-Eso es mentira. La piel se vuelve suave y brillante por la grasa que produces.-. Le explicó tranquilo, acariciando sus mejillas con sus pulgares. -y la grasa produce el acné.
-Ahora soy gordo.
-No, yo nunca dije eso-. le sonrió.
-No es justo. ¿Por qué solo a mi me sucede esto?
-No solo a tí-. se burló. -A todos los omegas. Las mujeres no producen testosterona, pero los hombres sí. Es por eso es más común el acné en nosotros.
-Agh-. Yura se apartó del agarre del osezno, y se volvió a mirar al espejo. Hizo un puchero con los labios y arrugó la nariz. A Beka le encantó aquel gesto. -Es como habér regresado en el tiempo. Me veo de nuevo como un maldito gordo nerd a mitad de la preparatoria.
Otabek no lo negó, siendo sinceros Yuri tenía una gran parte del rostro cubiertos por pequeños puntos y manchas en su piel, algunos lucían como pecas, y otras eran espinillas sin más, ambos productos de la gestación. Pero eso no significara que se había vuelto una "bestia horrible y abominable" como el rubio describía. De hecho: si, sus rasgos finos y redondo rostro, producto de su ganancia de peso, ya lo hacían lucir más joven de lo que realmente era, pero el acné, definitivamente lo hacía lucir justo como un estudiante de preparatoria, aunque al felino no le gustara. A esas alturas, Otabek creía que el rubio ya lo había notado, le sorprendió más el hecho de que aún no lo supiera, más que otra cosa. Llevaba días viendo como esas pequeñas espinillas comenzaron a aparecer por su rostro, pero se había abstenido a decir un comentario.
Lo único que pudo hacer en ese momento, fue reírse. Reírse con fuerza, al punto de no prestarle atención a la mueca de fastidio que su omega le estaba haciendo. Otabek no lo pensó dos veces cuando lo hizo, pero atrajo el cuerpo del felino contra el suyo en un abrazo.
-Ay, cómo te amo-. le dijo.
-Pero soy horrible.-. Yuri tuvo que sujetar su toalla para evitar que cayera ante el movimiento.
-No lo eres. En todo caso, eres el maldito gordo nerd de la preparatoria más atractivo que conozco-. y después de eso, comenzó a repartir le besos en toda la cara.
-No, basta-. se burló el rubio. -Qué asco, estas besando pura grasa-. intentó apartarse, sin lograr un resultado.
-De hecho, creo que deberías de ponerles nombres. Este podría ser Barry, o Acness... y este-
-Basta-. Yuri soltó una carcajada.
-¿Ya te dije lo mucho que me gustan los omegas jóvenes?
-¿En serio?-. Comenzó a seguir le el juego divertido.
-Oh, Si. Me gustan los rubios gruñones con granos en la cara. Que se llamen Yuri, para variar-. Lo tomó de la cintura, y acercándolo a su cuerpo, lo llevó hasta la cama.
Plisetsky rió, como hacía algunos días no lo hacía. Y rodó los ojos, sin poder borrar esa melosa sonrisa, que solo dibujaba, cuando su alfa lo veía.
-Pero ahora, en serio. ¿Está todo bien? ¿Era solo eso lo que te preocupaba? ¿No te duele algo? ¿Tú y los cachorros se encuentran bien?-. Otabek colocó una de sus manos sobre el vientre poco abultado del rubio, sentándose a su lado, entre las sábanas.
Yuri solo asintió, lentamente con la cabeza, colocando una de sus manos sobre la de su osezno, entrelazando sus dedos en aquel calido agarre.
-Bien, cámbiate-. le dijo después de un rato, tendiéndole el conjunto de ropa, que previamente el rubio dejó preparado para después de ducharse. -te traeré el desayuno en un momento. Solo no vuelvas a gritar, a menos que alguien esté muriendo. En serio, me diste un buen susto allá abajo-. le dejó un suave beso sobre la cabellera, antes de retirarse.
Y una vez el rubio se quedó solo, activó la cámara frontal de su celular, para inspeccionar nuevamente su rostro. Tal vez Otabek tenía razón, tal vez no debería importarle su físico. Después de todo, espero mucho tiempo para ese momento. Y tal vez... solo tal vez... no sonaba tan descabellada la idea de ponerles nombre.
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Con el paso de los días, la fecha para volver a ver a sus amigos comenzó a acercarse. Junto a los nervios de decirle a todo el mundo que se convertirían en padres.
Con cada sesión médica que tenían, pudieron apreciar cómo sus cachorros crecían un poco más, ganando lugar y volumen en el cuerpo de su progenitor. Pero así como el abdomen de Yuri comenzaba a aparecer, de igual manera lo hicieron más barros en su cara.
El doctor le recomendó un par de jabones para que se lavara, y algunas mascarillas naturales. Seguro eso reduciría el acné, le había comentado el medico. Y aunque en un inicio Yuri tomó muy bien los consejos, con el paso de los días comenzó a dejarlos de lado. Su aspecto físico era noticia vieja, y si bien, había muchas cosas que seguían jugando un papel importante para romper y derrumbar a golpes la seguridad personal que mucho tiempo le tomó armar, se repetía a diario en el espejo que no se preocupara, que su cuerpo iba a cambiar, y no podría detenerlo, ¿así que por qué pelear por eso? El soñó con ese momento desde hacía años, y trataría de disfrutarlo al maximo, aunque los malestares intentaran derrotarlo.
Plisetsky se dejó ser, parecía ya no importarle su físico. Otabek ya lo quería, con granos y todo, así que de que servía seguir preocupándose. Lo importante era como se sintieran sus cachorros, y preocuparse por sus necesidades primero. Yuri aprendió a escuchar su cuerpo, se acostumbro a sus insoportables ganas por ir al baño, y al hecho de sentirse como una basura todo el tiempo, porque cuando veía esas dos volitas en los monitores, cada vez que ellos tenían un ultrasonido, todas las molestias desaparecían, y hacían que todo hubiera valido la pena.
A Yura le encantaba ver a esos pequeños bichitos moverse en la pantalla, cerrando sus pequeñas manitas ante el contacto de la paleta. En una ocación, incluso, uno lo pateó y se desplazó del lugar, escapando de la vista del ultrasonido. Aunque, aún era muy pequeño para que Yuri lo sintiera. Otabek había soltado una carcajada ese día, ante la reacción de su cachorro. Siempre se quitaba cuando llegaba la paleta, no le gustaba. "Siente que están invadiendo su espacio" explicó el medico sonriendo a la pareja.
La doceava semana fue la peor de todas. O al menos, hasta el momento. Cuando entraron al consultorio, lo hicieron con las manos pegadas. Yuri se bajó el pantalón, al subir a la mesa, y cerró los ojos cuando inició la sesión.
Otabek le sujetó con fuerza la mano, y sostuvo la respiración. Ambos contuvieron el aliento hasta que escucharon el latir del corazón de ambos bebés.
-Están fuertes y sanos-. Les informó Celestino. -El bebé B sigue teniendo un retraso, pero parece estar fuerte y alerta. Oficialmente estamos dentro del segundo trimestre. Felicidades, logramos liberar el primer obstáculo.
No cabe decir que se derramaron lagrimas esa ocación. Sabían que habían hecho un buen trabajo, que habían sido precavidos y habían logrado pasar las 12 semanas, pero eso no significara que siguieran a salvo. Ambos sabían que sus cachorros eran productos de una gestación de alto riesgo. Así que ese día, tomaron un último consejo de su doctor: No tomes todo a largo plazo. A partir de ahora, instalaremos metas pequeñas. Todo será Un día a la vez.
Y así lo hicieron. Cada mañana era una nueva meta cumplida. Ahora solo quedaba esperar, y rezarle a Dios para que las cosas sucedieran de una buena manera.
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Finalmente, el día tan esperado llegó. El momento en el que le dirían a sus amigos, que se encontraban embarazados.
Yuri se había despertado temprano ese día, más por la emoción que por otra cosa. Se levantó, duchó y alistó junto a Otabek. Por primera vez en meses, compartieron regadera, y algunos cuantos besos robados en el momento.
El dilema comenzó cuando eligieron la ropa. Dejarían de lado las formalidades, una cena formal no les había funcionado la primera vez que lo intentaron. Así que debían optar por algo más tradicional y casual. Otabek se puso su pantalón de mezclilla negro, con un par de botas militares viejas. La camisa que usaría, era la que revelaría la sorpresa. Un modelo gris, con grandes letras blancas y negras, con un precioso diseño en cursiva. ¿Y cómo lo ocultaría? Era la cuestión. Una antigua chaqueta de mezclilla que había comprado en la universidad, la misma que a Yuri le encantaba robar y usar aunque le quedara un poco demasiado grande.
Para Plisetsky las cosas se volvieron un poco más difíciles. La playera al juego gris le quedaba bien en realidad. Sus pantalones por otro lado, se negaban a cooperar. Los mezclilla claro no cerraban, ni los oscuros, ni los rojos, ni los negros. Yuri salió del armario, caminando descalzo con los pantalones al medio poner desabrochados.
-No creo que ninguno me cierre-. el rubio colocó sus manos en sus caderas
Otabek recargó su peso en el marco de la puerta, e intentó contener una sonrisa. No lo logró.
-O que te suban por sompleto-. Le continuó el osezno. -Creo que es hora de comprar nueva ropa. ¿No?
Yuri rodó los ojos, y se bajó los pantalones.
-Dame 5 minutos-. le dijo, dirigiéndose a la repisa del armario. Otabek alzó los hombros y asintió.
-Bien, le daré de comer a Potya.
Para cuando regresó, Plisetsky jugaba coqueto con su reflejo en el espejo. Beka estaba sorprendido de que los vaqueros, que Yuri tenía puestos, le cerraran.
-¿Qué hiciste?-. Le preguntó divertido.
-Los corté-. Se levantó la playera, para que Otabek pudiera ver las marcas en los costados. Y posteriormente se colocó de perfil, para apreciarlas mejor. -Y le coloqué un poco de elástico en las esquinas. ¡Mira! Ahora se estiran-. Yuri tomó los extremos de su pantalón para probarlo.
-¿Quién necesita comprar unos nuevos?-. el rubio le guiñó el ojo.
-Me impresionas-. Otabek aplaudió a su esposo, y Plisetsky hizo un gesto con la mano, agradeciendo el elogio.
-¿Dé dónde sacaste el elástico?
-Tenemos mucha tela extraña en el cajón de manualidades. ¿Lo sabías?
-¿Tenemos un cajón de manualidades?
-Así es.
El problema ahora era la muy obvia curva en su barriga. En cuanto se vio de perfil en el espejo, supo que todo el mundo de inmediato lo notaría.
-Creo que ya no podemos ocultarlo-. Otabek se posó detrás de él, envolviendo su cintura con sus brazos.
-Pero tenemos que hacerlo. Al menos hoy-. Yura torció un poco sus labios. -Pude arreglar mi pantalón, pero no creo poder idear algo para esto-. exageró un gesto hacia su estomago.
-De eso, yo me encargo-. Ahora fue Otabek quien se adentró al armario. El alfa salió unos cuantos segundos más tarde, cargando un hoodie con capucha oscuro.
-Tu siempre robas mi ropa, ¿recuerdas? No creo que sospechen de esto.
-Yo lo haría. ¿En serio? ¿Una sudadera? ¿Con este calor?
-Oh, vamos. No esta caliente.
-Yo me muero de calor.-. Suspiró pesado.
-Eso es porque estas embarazado. Tu siempre tienes calor. Por las noches te robas la cobijas, y te destapas, mientras que yo me muero de frío. Además, solo será por un momento, después de eso, podrás quitártelo.
Plisetsky se tomó un segundo para pensarlo.
-Cierto-. Señaló al castaño, dándole un punto, antes de ponerse la prenda, y tomar un par de zapatos slip on al juego. -Vámonos.
Esta ocación para reunirse con los demás, era simplemente platicar. Hacía un tiempo que no se veían sin razón, y la propuesta fue obviamente hecha por Yuri. Quien dijo que quería disculparse por haberse desaparecido el otro día, a pesar de haberse intoxicado con algo de lo que comió. A los demás les pareció bien la idea, y al poco tiempo ya estaban planeando verse en un día.
La cita sería en casa de J.J. y el plan era simple. Similar al que tenían preparado originalmente para decirles a los Altin. Llegarían a la reunión, fingirían que todo estaba bien y actuarían normal, cuando de repente, les pedirían jugar un juego.
Uno a uno, les vendarían los ojos. Y les pondrían entonces las camisetas o los gorros. El lado bueno, es que e esta ocación sería una "reunion de adultos", así que no tendrían que preocuparse por los niños.
La indirecta era simple, la inscripción que tenían las camisetas. "Mejor Tío del mundo"/ "Mejor tía del mundo". O "Mejor Prima del mundo"/ "Mejor primo del mundo". Y si eso no bastaba, la playera de Yuri & Otabek te lo decía directo: "Papá Oso #1".
La diferencia entre las playeras de Yura y Beka, era la talla, obviamente. Mientras que Otabek tenía una G, Yuri contaba con una M. Se inclinaorn por las raíces del osezno, porque entre los dos, era el animal más protector con su familia, reconocido mundialmente por lo agresivos que se volvían, en cuanto se trataba de proteger a sus crías.
Llegaron un poco tarde ese día, una media hora despues de lo acordado. Yuri se había mareado en camino, y tuvieron que hacer una parada en una tienda de suministros, para comprar una botella de agua, y un par de paletas de hielo de limón, para mitigarlo. Pero aún así devolvió el estomago en un bote de basura en el estacionamiento del local. Se acabó una paleta de nieve, y se tragó una menta para borrar ese mal sabor de boca. Y pese a haberse sentido terrible hacia solo un par de minutos atrás, en cuanto llegó a la casa de J.J. se encontraba fresco como lechuga, y se quejaba que estaba muriendo de hambre. Otabek seguía impresionado de los bruscos y repentinos que llegaban y se iban sus mareos.
Tocaron el timbre antes de que alguien les abriera la puerta. Entraron a la casa, acompañados de un monton de saludos y sonrisas. Otabek cargaba con una pequeña mochila, donde ocultaban la sorpresa, y a Yuri se le hizo agua la boca en cuanto olió unas deliciosas galletas horneadas. Saludaron, charlaron y se sentaron. Yuri completamente distraído por los cientos de bocadillos que habían preparado en el centro de mesa. La mayoría era comida chatarra, o algunos cuantos pedazos de fruta picada, todos en pequeños platos de colores informales, para la decoración de la sala.
-sirvanse-. Ofreció Isabella tranquila.
Tras un rato de conversación, Yuri no se logró aguantar más las ganas, y estirando su mano hasta la mesa, tomó dos platos, y los llenó con galletas. Dejó uno de los platos sobre el regazo de su esposo, y comensó a servir las porciones. Una galleta para él, otra para Beka; una para él, otra para Beka... Y luego ¡Oh, dios! ¿Esas eran bolsitas con gomitas? ¡Amaba los dulces canadienses! Obviamente tomaría una, y otra para Beka, claro estaba. Despues de todo, aún mantenían la apuesta.
-¿Una cerveza?-. Victor le ofreció una botella abierta al kazajo.
Otabek, por el contrario, levantó la mano negando sutilmente con la mirada.
-Gracias, pero no puedo. Estoy de dieta-. Comentó el castaño, llamando la atención del nipón y el ruso.
-¿En serio? Bueno, ¿Y Yuri?-. intentó ofrecerle la bebida al rubio.
Plisetsky estaba demasiado ocupado metiendose otra galleta horneada a la boca, como para percatarse de la conversación. ¿Las había hecho Isabela? Tenía que pedirle la receta, estaban demasiado buenas.
-De hecho, es una de esas dietas de pareja-. explicó Otabek, rodeando con una de sus manos, la cadera del omega.
Yuri tragó duro, y con la boca aún llena de masa achocolatada, miró hacia un lado, uniendose inconcientemente a la charla.
-¿Mmh?
-¡Oh, qué romantico!-. Chris fue el primero en comentar algo.
-Si, nunca me parecieron la clase de pareja que hiciera eso-. J.J. soltó divertido. -De hecho, no puedo imaginarmelos siendo romanticos en lo absoluto.-. Isabela lo golpeó.
-Oh, si-. Yuri finalmente habló. -Todo lo que él coma, yo también. Y lo que yo no pueda, el tampoco puede.
-¿Y en que clase de dieta se supone que puedes aferrarte a tantas calorías y dulces?-. Sala inclinó la cabeza.
-¿Quién dijo que era para bajar de peso?-. Soltó Yuri en un reflejo.
Otabek arqueó una ceja, coqueto. -Es culpa de su nutriologo-. El osezno señaló al felino, y Yuri se sintió avergonzado de estar a medio morder un sandwich de su plato. -Dijo que era demasiado delgado para alguien de su condición.-. Se burló.
-¡Eso suena tan diverdito!-. El nipón sonrió alegre. Su vientre ya se había comenzado a aumentar bajo sus prendas, dando a notar que se encontraba embarazado. Después de todo, tenía unas semanas de longevidad que Yuri.
Plisetsky acomodó un poco su sudadera, antes de acomodarse entre los cogines. Por alguna razón, había comenzado a ponerse nervioso, y casi por instinto, siguió sirviendo comida en su plato. Siempre había sido un comedor compulsivo.
Se detuvo cuando Otabek le tomó la mano. Ambos se miraron a los ojos en silencio, mientras el castaño le sonreía. Sus ojos lo decían todo: "Yuri, suelta esa barra de chocolate." Y lo hizo. El omega recargó su espalda en el respaldo. Debía dejar de comer demasiado. A ese paso, seguro que lo terminaría vomitando.
La tarde continuó tranquila, entre algunas bromas y conversaciones serias. Variando de temas, como si fueran un canal de radio, saltando de estación en estación, hasta que los Altin encontraran el momento indicado.
Tras un rato, comenzaron los juegos de cartas, de barajas y de apuestas. No era de esperarse que los rusos fueran ganando, obteniendo curiosamente las mejores barajas para las jugadas, y obteniendo todos los premios sobre la mesa. Cuando Yuri obtuvo su 3era victoria, Otabek propuso que cambiaran de juego.
-No es justo, siempre terminas ganando. ¿Cómo es que lo haces?
Yuri le sonrió coqueto. -tengo mucho tiempo libre.-. le guiñó el ojo a su espodo.
-¿Qué tal un juego sorpresa?-. Había iniciado el kasajo. -Esto estaba preparado para darselos en nuestro aniversario, porque todos fueron damas o caballeros de compañía, y es una manera de darles las gracias por haber estado ahí en nuestra boda-. Explicó sacando algunas vendas de la mochila.
-Es una sorpresa-. Dijo emocionado Plisetsky, levantandose de la mesa. -Les vamos a vendar los ojos-. Le sonrió a Mila.
Y así comenzó el juego. Uno a uno les colocaron las vendas, y posteriormente uno a uno les colocaron un gorro, o una camiseta. Una vez todos tubieron los ojos tapados, Otabek se quitó la chaqueta, y Plisetsky se deshizo de su sudadera.
-Es un pequeño regalo-. comenzó a decir el rubio. -En cuanto les quitemos la venda, ven los ojos de la persona que tienen a su lado, y leen la inscripción que tienen en el pecho o la cabeza. ¡Pero no lo lean en voz alta!-. se burló.
-Es un secreto, el de cada uno es diferente-. Mintió Otabek. -Así que no griten el del otro, porque luego le arruinaran la sorpresa a los demas-. Soltó al acomodar el ultimo gorro de lana sobre la cabeza de Lerroy.
Uno a uno les abrieron los ojos. Sala y Mila fueron las primeras, Mila miró la inscipción en el precioso gorro gris de su esposa. "Mejor tía del mundo", leyó lo mismo Sala en la camiseta. Mila estaba que se hechaba a llorar, apenas y logró contener un suspiro.
-¿Es enserio?-. susurró emocionada al rubio.
Los ojos de Yuri se iluminaron, y con una sonrisa sincera, asintió severamente con la cabeza. Él tambien estaba emocionado, casi que hechaba chispas por los poros de la emoción. La rusa le robó un fuerte abrazo.
-Oh, Yuri...
-Shh-. Se cubrió con un dedo ambos labios.
Y siguieron con Christopher y los Lerroy. El trio de adultos se tomó un momento para procesarlo. Isabela fue la primera en reaccionar.
-¡En serio!-. dijo juntando sus manos con fuerza. ¿Por qué siempre las mujeres descubrían las cosas más rapido?
-¡Shh!-. Otabek intentó contener la alegría.
Cuando J.J. lo digerió miró atonito a Otabek, y señaló confuso a la pareja. "¿Van a tener un bebé?" El canadiense formuló con sus boca, sin soltar un sonido alguno, antes de abalanzarse contra el mayor a darle un par de palmadas en la espalda.
-Lo esperaste por tanto tiempo...-. le susurró con orgullo a su amigo.
-Felicidades tigre-. Chris le golpeó amistosamente el hombro.
Y finalmente fueron los Nikiforov. En cuanto se quitaron los gorros, y se miraron, sonrieron. Yuuri observó a las inscripciones en la ropa del resto, y en cuestión de segundos sus ojos comenzaron a aguarse. Victor por su parte, seguía confundido con la frase en el gorro de su esposo, estaba escrito en japonés, y realmente le costaba comprender la lengua madre de su omega.
El gorro de Victor estaba en ruso, justo como el de Mila. Pero, Yuuri no se percató de eso. Identificó el Francés de Chris, y el idioma Ingles en el J.J. Dedujó las cosas demasiado rápido.
-¡Es tan bonito!-. El nipón les sonrió a los Altin-Plisetsky. -Me encantaron Yuri-. soltó apenas conteniendo los sollozos. Se notaba que las hormonas le afectaban al japones. Fue entonces cuando Katsuki miró el gorro de su ruso platinado. -creo... creo que te equivocaste-. sonrió al sorberse la nariz.
Ahí comenzó el problema.
-Si, ¿No debería decir Papá, en lugar de tío?-. preguntó Nikiforov dudoso.
La felicidad le duró a Plisetsky unos 5 minutos. Y la paciencia se le acabó en cuestión de segundos.
-¿Disculpa?
-Esto es por nuestro el bebé, ¿no es así?-. Katsuki le sonrió a Plisetsky. -Debería decir "Papá".
-Nuestro-. Yuri lo corrigió.
-Por eso-. Katsuki seguía confundido.
Y fue entonces cuando Plisetsky no lo soportó.
-No todo tiene que tratarse de ustedes. ¡Estoy en cinta!-. soltó sin pensarlo.
-Tenemos 13 semanas-. Otabek continuó, intentando calmar a su omega, antes de que las cosas se arruinaran por completo.
-¡Felicidades!-. Victor corrigió su error. -Despues de todo este tiempo, finalmente se decidieron por tener retoños, ¿eh?-. Se alegró por sus amigos.
Yuri bajó la cabeza, y se mordió los labios. No quería llorar, no frente a ellos, pero en el fondo sabía que no podría detenerlo. Mierda, ¿Por qué quería llorar en primer lugar? ¿Por qué su alegría se había transformado en tristeza? ¿O era emoción? No lo sabía, pero vaya como lo estaban alterando sus hormonas. El segundo trimestre lo golpeaba más que el pasado.
-En realidad, llevamos más de 7 años intentandolo.-. Otabek le tomó la mano a Yura.
-9... de hecho...-. Plisetsky aferró su agarre, y se sorbió la nariz. Ahora él también estaba llorando. -No saben... cuanto tiempo llevamos intentandolo...-. sintió el cristal correr por su rostro.
-Cuanto hicimos... Cuanto lo-lo tratamos-. admitió finalmente el kazajo. -intentamos todo-. Otabek miró los ojos de Lerroy, y sintió los suyos nublarse. -Parches, pastillas, inyecciones, medicamento. Todo.-. se tomó un momento para tomar aire. -No saben, lo mucho que nos costó llegar hasta aquí... y queríamos compartirlo con ustedes, porque... queríamos que nos apoyaran en este embarazo. No queremos volver a hacer lo solos.
Otabek y Yuri hablaron por semanas, y por meses, si debían o no contarles a sus amigos sobre sus tratamiendos de fertilidad, y después de mucho tiempo, concluyeron que si querían su apoyo para este embarazo, entonces necesitarían ser honestos con ellos y contárselos. Se prepararon, incluso practicaron lo que dirían, no querían dejar un solo detalle a lasar. Y al parecer, el momento había llegado, no importaba lo dificil que fuese, necesitaban sacarlo.
-Tuve un aborto-. Las palabras salieron tan frias y duras de la boca de Plisesky, afiladas como navajas, y sin sentimiento alguno, que estrujaron por dentro el corazón del felino. Hacía mucho no lo decía en voz alta.
-Yuri...-. Mila susurró.
Los demás se quedaron en silencio.
-Perdí un bebé-. Soltó ahora bajito, quebrando su voz con cada silaba que soltaba, sintiendo las gruesas gotas escaparse de las esmeraldas. -Perdimos un cachorro. Perdí a mi bebé... a mi hijo.-. y su corazón se estrujó por completo en ese instante.
Otabek lo tomó de los hombros, y lo ayudó a sentarse. Sabía que no soportaría permanecer de pie por más tiempo. Y acarició las hebras doradas del omega. Yuri simplemente se dejó ser, y se hechó a llorar, incapaz de contener las emociones.
-Hace algunos años... comenzamos a tener un tratamiento hormonal-. El osezno suspiró. -Pero nada parecía querer funcionar. Fueron años de medicamentos. Años de pruebas, de resultados negativos...-. negó con la cabeza, desviando la mirada, le daba verguenza ver a sus amigos a la cara. -pero nada. Nosotros... perdimos la esperanza, no podíamos tener niños. Fue cuando intentamos el invitro...-. Otabek miró serio el techo, obligando sus lagrimas a detenerse, y no salir de sus ojos. Continuó. -Al inicio no funcionó. Esperamos unos meses entre cada prueba, tampoco eran positivas.-. tomó aire. -Nuestro ultimo intento dio resultado. Por unas semanas...-. las traicioneras gotas de agua se le escaparon en silencio. -Pero antes de terminar nuestro primer trimestre, tuvimos un aborto espontaneo.-. Yuri apretó su agarre, y ocultó su rostro en el kazajo, quien se tomo un momento para limpiarse las lagrimas con el puño antes de continuar. -Nunca les dijimos nada, porque creíamos que podíamos hacerlo solos. Guardamos el secreto porque cada de uno tuvo una familia por su cuenta. Porque no queríamos molestarlos, y porque teniamos verguenza.
-No saben, cuanto dolía escucharlos preguntar cuando ibamos a tener los nuestros. Y no encontrar palabras para decirles... -. Yuri suspiró pesado, llevandose ambas manos al estomago. -Pero un día... simplemente sucedió. Ahí estaba. Y. No queríamos volver a atravesar esto solos-. Plisetsky se recargó contra su alfa, respirando profundamente su aroma para calmar su llanto.
-Así que habiamos preparado algo para decirles. Porque queremos que ustedes nos acompañen en cada paso que demos. Queremos que esten ahí si sucede algo, queremos contar con su apoyo, y que... en caso de que... vuelva a suceder... y los dioses quieran que no suceda... nos acompañen al velorio. Pero, que si eso no sucede... y si logramos tenerlos... queremos que esten ahí cuando nazcan.
-Será un honor-. Mila los tomó de los hombros, antes de volver a ofrecerles un abrazo.
-Por supuesto-. Christopher les sonrió a ambos.
-Espera, ¿dijiste "nazcan"?-. Isabela levantó las cejas emocionada.
-Oh. Si... Olvidamos decirlo. Son gemelos-. Yuri sonrió, con las mejillas coloradas por el llanto y el cabello suelto callendole por los hombros.
Despues de eso, poco a poco comenzaron a felicitarlos, y abrazarlos entre cientos de palabras confortantes y muchas, pero muchas lagrimas. Su pequeña familia había crecido un poco más, y ahora, tenían la fortuna de que no estarían solos, en caso de que cualquier cosa sucediera. Ahora tenían la certeza de que podían contar con ellos.
El resto de la velada la pasaron entre reconfortantes charlas, y muchos consejos, para sobrevivir al embarazo.
Por un lado, Sala, Yuuri, Christopher, Yuri e Isabela hablaban en un lado de la sala, mientras que los alfas lo hacían en la cocina, mientras ayudaban a J.J. a recoger los platos.
-Creeme, en una noche va a subir 20 kilos, va a llorar por todo, y con el simple hecho de que respires va a querer ahorcarte.-. lo alentaba Lerroy.
-No es tan malo-. Mila rodó los ojos. -el sexo se vuelve divertido con las hormonas. Oh, y los antojos...
-Horrible-. Victor la interrumpió. -Las combinaciones más asquerosas que puedas imaginar en la vida. Mejor: Comprale algo caro y bonito, solo dile que se ve bien, aunque no lo sea. Recuerda: "Esposo feliz, vida feliz". Y ten cuidado en la cama, cuando no puede dormir, las cosas se vuelven peores.
-Lo peor es el 3er trimestre, estan tan molestos por el bebé, que que culpa por todo. Y el calor...-. Jean ruspiró pesado. -si no estan a -10 grados, se quejan de calor. ¿Por qué? No tengo idea, pero es un fastidio. Y luego se van a quejar de que tienen los pies fríos, y que ninguno de sus zapatos les quedan.
Otabek se burló, sabía bien que sus amigos en muchos aspectos estaban exagerando, pero no podía esperar por pasar por el resto del embarazo. Hasta el momento, Yuri no había tenido ningun antojo extravagante, de hecho, era él quien los tenía, pero eso no le impidió pensar ¿Qué se le antojará a Yuri en un futuro? y ¿Cómo se vería su barriga cuando estuviera cerca de su fecha de parto? ¿y las patadas de los cachorros? ¿Es cierto que se podían ver bajo la piel? Sonrió para sus adentros, realmente no podía esperar.
-Son un dolor de cabeza. Solo patean, y lloran, y se quejan de que no saben que hacer-. Isabela tomó un gran sorbo de su vino. -Los hombres son más molestos que nunca. Cuando se convierten en padres, son un desastre. ¡No se cambiar un pañal! ¡No sé como preparar la formula! Como si nosotros supieramos hacerlo, para empezar.
-Si, todos los Alfas se comportan así. Victor se pone sobreprotector con cualquier cosa, es como, "Disculpa, aún puedo hacer mi trabajo solo, ¿lo entiendes?"
-Y lo peor es que nunca lo hacen-. Chris negó con la cabeza. -Olvidan darte cumplidos, decirte que te vez bien, traerte flores, y chocolates. Digo, sería tierno que lo hagan, pero despues del primer bebé, lo olvidan. Por favor, dale una patada a Otabek si lo hace.
Plisetsky rió.
-Y las nauseas-. Sala miró el suelo con fastidio. -Son. De lo peor.
-No me digas-. Yuri suspiró. -Vomito todo lo que como.
-Oh, las comprensas de agua en la cabeza sirven, no muy fría porque te marea mas. Y si estas sentado, levanta los pies.
-Come cada media hora, eso las disminuye. Pero no en grandes proporciones.
-Y para los dolores de espalda, un buen masaje en los pies nunca falla.
-Oh, no. Las almohadas. Oh, las almohadas son un infierno. Nunca estas cómodo.
-Yo tengo una almohada de paternidad, son más suaves que las de maternidad, porque la piel de los hombres es más sensible con todo el alboroto hormonal. Y se limpian más rapido, consiguete una, te va ayudar para la columna y cuando nazcan los cachorros. Oh, y son super cómodas.-. Yuri tomó una nota mental, luego le agradecería a Katsuki por el consejo.
-¿Y tú, Yuuri? ¿Cómo te sientes? Este es tu tercer embarazo, un beterano para darle consejos a nuestro padre primerizo. -. Christopher lo animó.
El nipón se tomó un momento para refleccionar.
-No. Pues, la verdad es que no hay mucho de lo que hablar-. sonrió el nipón. -Me siento bien, nunca tuve mareos, con ninguno de mis hijos. Pero este embarazo, me he sentido tan lleno de vida-. sus ojos castaños se iluminaron. -Es como si el cachorro me estuviera llenando de energía. No quiero dormir, nunca me siento cansado. Solo quiero acostarme con mi esposo... todo el tiempo... Oh, hace un par de semanas, Vitya y yo nos inscribimos a Yoga para parejas, y otras actividades para el embarazo. Deberías de intentarlo, Yuri, son muy relajantes, y siempre fuiste un gran deportista. Seguro podemos hacer muchas cosas juntos.
Plisetsky solo pudo forzar una sonrisa. ¿Lleno de vida? ¿Nunca mareos? ¿Cero cansancio? El rostro de Kastuki lucía hermoso, fino y plano cual protagonista y modelo de portada. ¿Es que a caso era alguna especie de alienigena o dios griego anti malestares de gestación? ¿O simplemente tenía demasiada suerte durante sus embarazos? Yuri apenas y con suerte lograba mantenerse despierto por 3/4 del día, desde que se había embarazado le habían practicamente drenado toda la energía del sistema. Se sentía como una basura al lado de Kasuki, al nipón realmente le sentaba el embarazo. Era el estereotipo basico de los anuncios en la television. Él llevaba más semanas de embarazo que Yuri, e incluso su estomago lucía más bonito y pequeño que el suyo. Y practicamente irradiaba vida y positivismo. Yuri refunfuñó.
-Creo que paso...-. dijo bajito. -El doctor me obligó a dejar de lado el ejercicio. Pero gracias.
No supo en que momento, pero a medio de la conversación, sus ojos calleron como pezas y se cerraron. Yuri practicamente se adueñó de una sección del sillón cuando se quedó dormido, y pequeños ronquidos se le escapaban de los labios. Otabek suspiró cuando llegó la hora de irse. Con una mano, tomó las llaves y abrió la puerta de la camioneta, y con la otra, se acomodó la mochila en los hombros, antes de despedirse, agradecer la cena, e inclinarse sobre el sofá para tomar el cuerpo de su esposo en brazos. Su pertenencia más valiosa, ese gruñón y desobediente rubio de mal genio que dormía tranquilo contra su pecho.
Otabek se llevó a Yuri cargando al carro, y una vez llegaron, hizo lo mismo cuando lo llevó a la cama. Sin duda alguna, tenía demasiado mimado a su omega.
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El segundo trimestre cambió muchas cosas. Como Otabek sabía bien lo mucho que su Yura batallaba para descansar bien por las noches, decidió comprarle algo, por haber llegado sano al 2ndo trimestre de su embarazo. Una de esas tan soñadas almohadas largas de paternidad, que le había mencionado en alguna ocación, mientras veían una pelicula.
Fue una buena sorpresa que descubrió Yuri un día. Como "oficialmente estaban fuera de la zona de alto riesgo", en cuanto la pareja llegó a las 14 semanas, Plisetsky pudo volver oficialmente a su trabajo. Y el primer día, llegó agotado a la casa, en cuanto entró a su habitación, dispuesto a dormir una larga y profunda ciesta la encontró, con un gran listón amarillo, sobre la cama. Azul, con unos preciosos diseños en otros tonos pasteles sobre tdoda su extención. Potya jugaba con las esquinas del listón curiosa, intentando deshacer el moño que estaba formado en la punta del inmenso cogín decorativo.
El rubio se acercó deprisa a la cama, y de un momento a otro, ya se encontraba tumbado sobre la almohada, abrazandola con fuerza, y espantando a la pobra gata en el acto. Yuri leyó la pequeña nota con la que venía acompañada, sin duda de Otabek. Cientos de palabras melosas que su osezo le decía en secreto. Rodó los ojos con una sonrisa, y se volvió a recostar. Ya luego le agradecería.
Cuando Otabek llegó a casa ese día, no le sorprendió encontrar a su felino ya estrenando su regalo.
-¿te gustó?-. le había dicho cariñoso esa noche, acariciando su cabello con dulzura, al felino a medio despertar a su lado.
-mhmm-. le respondió el omega somniolento. Otabek le sonrió, y deposito un suave beso sobre su cabeza.
Otra cosa que había cambiado desde que comenzaron el 2ndo trimestre, era que antes de la hora de dormir, Altin había comenzado una pequeña rutina, de aplicarle un hunguento especial a Plisetsky sobre la barriga, para así evitar las estrías, y mantener su piel en crecimiento hidratada. Yuri no se quejaba, de hecho le gustaba. Practicamente Otabek lo arruyaba con esas suaves caricias y terminaba dormido sin saberlo.
Otabek se sentía como un genio, ahora que Yuri dormía toda la noche, o al menos, la mayor parte de esta, y sin quejarse, él también podía descansar. Por las mañanas, se levantaba sin miedo de despertarlo, ya que ahora, el felino no envolvía su cuerpo contra el suyo como una serpiente, en su lugar, Plisetsky se abrazaba con fuerza contra la almohada. Ahora tenía 5 o 6 minutos más de tiempo para descansar, y tomarse su café tranquilo por las mañanas, sin la presión de salir apurado por llegar tarde al trabajo. Vaya que le gustaba que Yuri finalmente estuviera descansando.
O al menos, lo disfrutó por un par de semanas. Al poco tiempo, ya no le hacía gracia. Para cuando Otabek llegaba del trabajo, Yuri ya se encontraba durmiendo la ciesta, y solo se despertaba para la hora de la comida. Por las noches, antes de irse a dormir, ya no charlaban cómo usualmente lo hacían mientras se lavaban los dientes y la cara, en su lugar, Otabek se quedaba platicandole de su día, mientras se terminaba su rutina antes de ir a la cama, solo para salir del baño y darse cuenta de que su felino agotado, ya se había quedado dormido, mientras él hablaba.
Cuando Otabek se metía entre las cobijas, se sentía solo, pese a tener a su esposo al lado. Yuri ya no lo abrazaba, ya no le daba un meloso beso en la mejilla de buenas noches, y ya no se acurrucaba contra su cuerpo para sentír calor y comodidad. En su lugar, había conseguido un reemplazo, más cómodo y que no hablara ni se moviera durante las noches. Y ese reemplazo, no era nada más ni nada menos que esa terrible y espantosa almohada.
Con los días, Otabek comenzó a ganarle odio al objeto, Yuri parecía querer más a ese apelpado trozo de tela que a su persona. Pero no era la culpa de nadie, la verdad, es que el segundo trimestre había golpeado a Yuri con otra oleada de cambios hormonales, y el más resaltante de ellos, había sino nada más y nada menos que el sueño y el agotamiento.
Era como si le hubieran disparado directamente en la cabeza con una bala de cansancio, que duraba todo el tiempo.
Yuri lo descubrió de mala gana cuando volvió a la oficina.
En una ocación, Yuri se quedó dormido en su escritorio, a mitad de un papeleo importante que debía entregarle a Yakov. En otra ocación se quedó dormido en el descanso, sobre la tibia tapa del topper en el que guardaba su almuerzo, que amorosamente Otabek le había preparado. Y la favorita de Yuuko, y la que más odiaba el rubio que le recordaran: Aquella ocación en la que Yuri se había quedado dormido en el baño.
Fue una situación muy graciosa en realidad. Yuri siempre había sido una persona curiosa y activa, como un remolíno que no pudieran detener, siempre compitiendo, destacandose del resto. El primero en presentar un proyecto, en salir adelante. No por nada era el unico omega peleando por un puesto de trabajo de campo, en aquél edificio. Y si tenía suerte, y la tendría, podría ganar la oportunidad de su vida, y finalmente trabajar cara a cara con los tigres que investigaban y cuidaban en aquel enorme refugio y centro de investigación de animales. Ya estaba cansado del trabajo de escritorio. Y sí, en algunas ocaciones había hecho un par de trabajos manuales, pero tener un puesto de campo completo... Ese sin duda alguna, era su sueño.
La mayoría de las personas que trabajaban con el rubio, sabían que era terco y persistente. Que ni atándolo a un arbol lograrían hacer que se quedarse quieto. Su energía era inahudita, y parecía que nadie nunca podría detenerlo. Las cosas cambiaron cuando volvió a la oficina, con casi 4 meses de embarazo. A muchos les sorprendió enterarse que el ruso se encontrase en cinta, pero eso no fue menos motivo para felicitarlo. Su primer día de trabajo lo sorprendieron con un pastel y algunas galletas, una pequeña fiesta improvisada por sus compañeros de piso. Le dijeron que realmente lo habían extrañado, y lo felicitaron porque pese a haber hecho su trabajo desde la casa, había logrado calificar para el puesto que estaba peleando.
Lo que si sorprendió a la mayoría fue el drastico cambio de actitud en su compañero, la manera lenta en la que caminaba, o como muchas veces luchaba contra su fuerza de voluntad para mantener los ojos abiertos. Nunca nadie dijo nada, no es como que pudieran quejarse, o algo, tampoco es que a alguien le molestara, sabían claramente que era culpa de su embarazo.
La situación que hizo que sus compañeros se preocuparan, fue cuando Yakov lo mandó a llamar, para hablar sobre el puesto de campo, pero Yuri nunca llegó. Le preguntó a Yuuko si lo había visto, pero la chica sorprendida había dicho que no. Fueron entonces al area de descanso, y tampoco lo encontraron. Al poco tiempo ya varios de sus compañeros se encontraban buscandolo por todo el piso de la planta, intentando hallar el paradero del muchacho. ¿y si le había pasado algo? ¿Y si se había sentido mal? No le había dicho a nadie a donde iba. Sus cosas seguían en su lugar, entonces ¿dónde rayos se había metido?
Fue entonces cuando Yuuko lo encontró en el sanitario, dormido en uno de los cubículos, en silencio. Fue muy graciosa su reacción al despertarlo, y aún más divertida cuando el rubio cayó en cuenta de que llevaba horas durmiendo, en lugar de estar haciendo su trabajo.
Tanto Yakov como el resto de los subordinados se rieron al enterarse de la situación. Realmente intentaron contener las carcajadas, pero cabe resaltar que todos sus esfuerzos fueron en vano.
Llegó a su casa con el rostro colorado de la verguenza, Yuuko se ofreció a llevarlo, como cada tarde al salir del trabajo, y no se fue hasta asegurarse de que el felino hubiera entrado a su residencia. Realmente era una buena amiga. Durante todo el trayecto, ella le repitió que estaba bien, que había sido un accidente, y que solo se había quedado dormido. Pero Yuri no podía quitarse el bochornoso recuerdo de la mente.
El rumor corrió rapido a las orejas de Otabek. Y aquel alfa, no pudo evitar debujar una sonrisa en su cara al enterarse. Yuri hundio su cara sobre las almohadas, intentando ocultar la poca dignidad que le quedaba, y Otabek. Él solo lo abrazó con gracia, y se rió en la cara de su esposo.
-¿En serio te dormiste en los baños?-. le repitió esa noche, mientras le masajeaba los hombros en la sala. -Cielos, debiste de estar realmente agotado-. soltó en un tono bromista, antes de depositar un beso sobre su cabellera dorada.
Bueno, ahora no podía odiar tanto a la almohada. ¿O si?
Otabek creía que esa sería una de las mejores anecdotas para contar sobre la fatiga de su esposo pero estaba equivocado. Sin duda, la mejor historia de todas, sería la que sucedería una semana posterior a esa.
El día en el que Yuri nunca se levantó, y durmió todo el día.
Como ya era parte de su rutina, el alfa se levantó temprano por la mañana, y preparó el desayuno identico para él y su esposo. Se ducho, cambió y alistó casi en un instante.
-Amor, levantate-. le dijo un par de veces antes de salir de la habitación para preparar el desayuno, y le repitió unas cuantas más mientras se arreglaba para irse al trabajo.
-Ya voy... solo 5 minutos más...-. le murmuró fastidiado el omega, acurrucandose nuevamente entre las cobijas.
-Bueno-. rodó los ojos el castaño, mientras se acomodaba la corbata. -Pero solo 5 minutos. Abajo estan tus llaves, y ya te serví el desayuno-. le informó pasiente, depositando un beso de despedida sobre su frente.
-Mhmm-. Le respondió aún somniolento, y luego de eso, se fue.
Cuando Otabek llegó a su casa ese día, se sorprendió de encontrar las llaves aún en la mesa. Tal vez Yuri las había olvidado, como hacía con casi todas las cosas, a decir verdad. Su cerebro de embarazado lo hacía tener una memoria torpe y a corto plazo, muchas veces olvidando cosas importantes, o tareas que tenía que hacer.
Se puso a preparar la comida, sirvió la mesa, y esperó a que Yuuko trajera a su esposo. Pero nada. Otabek se sentó tranquilamente en la mesa, sirvió los platos, y prendió su celular. No iba a comer hasta que Yuri llegara. Abrió la conversación pero nada. No había mensajes ni llamadas perdidas. Usualmente su felino llegaba a casa como a esa hora, normalmente antes. Tal vez había salido a divertirse y había olvidado decirle.
O tal vez Yuuko había tenido problemas con su auto.
Sea cual sea la situación, Otabek lo espero. Y casi después de una hora de espera, cuando la comida ya se había enfriado, le llamó. Altin se sorprendió de escuchar el timbre sonar desde arriba, y con el telefono aún en el oido, se levantó. Tal vez Yuri también había dejado su telefono, o lo había perdido bajo la cama. Él nunca se iría sin él.
Llegó a su habitación y abrió la puerta. Otabek alzó las cejas sorprendido, y colgó la llamada. Frente a él, Yuri, quien seguía en pijama y recostado en la cama, ignorando abrutamente el telefono a colo centimetros de distancia.
-¿Yura?-. soltó el alfa confuso, mientras Potya se acomodaba placenteramente sobre su lado de la cama.
Solo obtuvo un quedijo de respuesta, y Yuri aferró su agarre entre las mantas.
-Callate. No me dejas descansar.
-¿Sigues dormido?
-Si, te dije que solo 5 minutos más... Ahora vete... o vas a llegar tarde...
-Yuri, ya volví del trabajo-. Otabek recargó su peso en el marco de la puerta incrédulo.
-¿Qué?
-Son las 5 de la tarde. Ya volví del trabajo. ¿Quieres decir que te quedaste todo el día en cama?-. Esas palabras parecieron captar la atención del omega.
-¿Qué?-. Yuri se incorporó, y miró con los ojos entreabiertos a su esposo. -No, no puede ser cierto-. Y se inclinó para tomar su telefono.
Los ojos de Plisetsky se abrieron como platos al ver la hora marcada sobre su pantalla. 5:13 p.m.
-Mierda. No fui al trabajo-. Ahora su semblante era triste, seguía sin poder creerselo. ¿En serio había estado durmiendo todo el día?
Otabek se acercó a la cama, y se sentó a su lado.
-¿Quieres decir..? ¿Quieres decir que hoy falté a mi trabajo?-. Las esmeraldas lo miraron directo a los ojos, y el corazón se Otabek se estrujó al ver el rostro de su minino llenarse de lagrimas.
-Oh, Yuri...
Y de un momento a otro ocurrió, Plisetsky lloraba a cantaros, sin exito alguno de mitigar su llanto. Y Otabek, simplemente le tendió una caja de pañuelos y le acarició la espalda. No era la primera vez que Yuri se ponía emocional y lloraba por horas sin razón. Y seguro, no sería la ultima. Así que como un buen esposo, el kazajo se rió.
-Eres increíble, Yura-. le dijo mientras el rubio chillaba contra su pecho.
-¡Lo siento!
Sin duda alguna, la mejor anecdota que tendría en su vida.
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