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Creado por tvfanatic97 [Más de 14.200 palabras]

Resumen; Kara Zor-El es la secretaria de Alex Danvers y Lena Luthor es la de su jefa Samantha Arias. Ambas secretarias están cansadas de soportarlas y se alían con tal de enrollarlas para que le dejen descansar un poco. Sin embargo, en el proceso, descubren que tienen sentimientos una por la otra.


Kara Zor-El se distrajo de su trabajo por la conmoción de personas que salían del edificio con entusiasmo, lo que indicaba el final de su jornada laboral. Miró por la ventana mientras observaba con nostalgia olvidando su portátil, deseando poder ser parte de la multitud de personas que se iban a casa.

—¿Puedes mover mi 10 a.m. a 9 a.m. mañana? —solicitó Alex, su jefa, sorprendiendo a Kara y haciéndola ajustar rápidamente su posición para fingir que había estado trabajando y no soñando con volver a casa antes de la aparición no anunciada de su jefa.

Su secretaria se aclaró la garganta y se puso a trabajar alterando el calendario en línea.

—Sí, claro. Hecho.

—Además, ¿por qué no me has ordenado la cena? Mi estómago está literalmente autodestruyendose, me muero de hambre —declaró Alex dramáticamente.

—Pero ya...

Alex interrumpió nuevamente las protestas de Kara acerca de cómo su jefa ya había cenado hace dos horas.

—¿Puedes pedirme lo que me gusta de ese lugar?

Kara miró a su jefa inquisitivamente a su vaga descripción, pidiéndole no verbalmente que explicara lo que hizo.

—Sabes... el que recibí el otro día con el camarero gay, el encerrado.

Después de un momento de pausa, la rubia trató de pensar de nuevo para averiguar a qué lugar podría referirse su jefa cuando finalmente recordó el restaurante al que se refería. Obtuvieron comida de allí hace casi tres meses, no "el otro día", pero ella no se molestó en corregirla. Parte de ser una asesora experta para una editora exigente como Alex Danvers era saber elegir tus batallas para no incurrir en la ira de la mujer.

—Me pondré con eso —aseguró Kara cuando comenzó una búsqueda en Google para encontrar los datos de contacto del lugar.

---

Lena Luthor caminó frente al edificio del club una vez más mientras esperaba a su jefa. El portero le miraba con recelo por su ritmo, lo que le hizo balbucear:

—No estoy merodeando, estoy esperando a mi jefa.

El hombre no dijo nada en respuesta, solo miró a Lena con incredulidad, lo que lo puso aún más nerviosa que él.

—Mi jefa es Samantha Arias de L-Corp Industries. Ya sabes, la ganadora del Premio Millennium Technology y también se nombró a la soltera más elegible de Nueva York —Lena siguió criticando los logros de Sam, pero se detuvo ante la mirada desinteresada que había cruzado con la cara del portero—. Solo voy a... necesito llamar a mí, eh, sí —Lena tartamudeó nerviosamente.

Sacó su teléfono y esperó a que su novio respondiera.

—Hola Jack, cariño... —habló en voz baja por teléfono. La presencia del portero le ponía extrañamente nerviosa y ansiosa—. Solo quería hacerte saber que tengo que quedarme tarde, así que voy a...

El resto de las palabras de Lena se cortaron cuando vio la mujer que había estado esperando a que finalmente saliera por las puertas, así que, en un pánico apresurado, arrojó su teléfono a través de la acera terminando efectivamente su llamada telefónica.

—¡Hola, Sra. Samantha! ¿Come le fue? —Lena preguntó mientras se acercaba a su jefa.

Sam gimió en respuesta a la pregunta antes de responder:

—Dijo que necesita ver más de lo que nuestra IA es capaz de hacer antes de invertir por completo —puso los ojos en blanco.

—Como hubiera alguna vez alguna duda sobre tus habilidades —declaró Lena.

Su halago fue ignorado por su jefa. Sin embargo, Lena le tendió una botella de un poco de jugo verde repugnante y Sam le pidió en silencio que la misma se lo abriera, lo cual hizo y luego acercó la botella a sus manos.

—Haz esa cosa —exigió mientras movía una de sus manos para pellizcarse la nariz mientras la otra levantaba la botella para beber el jugo.

Lena se aclaró la garganta mientras se preparaba para seguir con esta extraña rutina: decirle cosas "agradables" mientras se tomaba el líquido verde para que no el sabor no fuera tan malo.

—Imagine champiñones a la brasa, erizo de mar que se derrite en su boca, camarones al forno, pollo fettucine, macarrones con queso... los de cuatro quesos, barbacoa coreana, eh...

Lena se detuvo tratando de pensar en más comida que sabía que le gustaba a su jefa y se quedó vacía, pero por suerte ya había bebido la mayor parte de la botella y Sam le devolvió lo que quedaba.

—¿Quieres que te ordene la cena? —Lena preguntó, ya que, basándose en la experiencia previa, sabía que el jugo era insuficiente para llenar a su jefa y que querría comida real.

—¿Qué? No. ¿Por qué me preguntas eso cuando sabes que estoy terminando el jugo? —Sam respondió exasperada.

—Bien, bien. Olvídalo —intentó apresuradamente aplacar a la mujer—. Entonces, ¿qué vas a hacer ahora? ¿Dirigirse a casa o...? —preguntó en voz baja, llena de esperanza.

—¿A casa? No. Nos vamos a la oficina para prepararme "EL VIERNES" para una nueva reunión con ese imbécil Maxwell —gruñó mientras entraba en el asiento trasero de su auto privado.

Lena suspiró en voz alta, pensando en cómo probablemente no llegaría a su cita con su amor cuando se subiera al auto junto a su jefa.

Sam pasó  el viaje en automóvil de regreso a su oficina quejándose del Sr. Maxwell todo el tiempo mientras Lena soñaba con trabajar con un jefe menos exigente que le permitiera mantener un horario normal de trabajo.

—¿Qué es esto? —preguntó su jefa mirando los limones.

—Es el trabajo de ciencias de su hija. Si la vida te da limones haz una limonada —rio ante la frase, pero se borró inmediatamente su sonrisa al ver la mirada fulminante de Sam—. Perdón, sonaba mejor en mi cabeza.

Fue a instalarse en su escritorio para organizar la quedada con Maxwell y solicitó una reunión del nuevo teléfono móvil de la compañía tan pronto como llegaron a sus oficinas, pero fue interrumpida nuevamente por Sam.

—Toda esa charla sobre comida que me hiciste antes me ha dado hambre, tráeme la cena —exigió simplemente cuando pasaba por el escritorio de Lena a su propia oficina.

—¿Quieres cenar ahora? —casi chilló mientras miraba el reloj; eran las 11 de la noche, lo que significa que la mayoría de los lugares de mayor categoría que le gustaban al Sra. Arias estaban cerrados. Mierda.

---

Lena bajó corriendo las escaleras, frenéticamente tratando de formular un plan sobre cómo iba a conseguir la cena de su jefa. Se estaba desplazando mientras miraba su móvil tratando de ver si alguno de los restaurantes cercanos estaba abierto para poder ir allí en persona y recoger la comida cuando casi choca con una mujer que discute con un repartidor.

—Amigo vamos, por favor —declaró la rubia.

—Como dije, solo efectivo —respondió el chico con impaciencia.

—Tengo como tres tarjetas de crédito en mi cartera... incluso puedo darle un cheque —la rubia sugirió esperanzada pero desinflada ante la expresión aburrida del chico—. Vamos hombre, sabes dónde trabajo ahora para que puedas venir y pedir por tu dinero mañana. ¿Por favor? —intentó negociar por última vez.

Los ojos de Lena se iluminaron cuando escuchó la conversación, dándose cuenta de que había una oportunidad potencial aquí.

—Oye, ¿de quién es la comida? —la azabache cuestionó.

—Si tienes 31.32$ es todo es tuyo —dijo el repartidor en el mismo tono aburrido, como si solo quisiera obtener su dinero y salir de allí. Un sentimiento compartido por Kara y Lena.

—¡Bien!

Lena exclamó con alivio, ya sacando su cartera para obtener dinero en efectivo al mismo tiempo de que Kara habló para protestar.

Woah, no. Si no estoy arriba con esa comida en dos minutos, me despedirán. Además, sin rencores, ¿me prestas algo de dinero?

—¿Qué? —Lena le preguntó incrédula—. No, porque esta es la cena de mi jefa y si no la llevo arriba en dos minutos, me despedirán —se burló de ella.

—No, no lo hará. Mírate, eres una tipa privilegiada y apuesta y, si eso ocurriese, seguro que le pides un favor a tu padre o de la fraternidad y tendrás un nuevo trabajo en poco tiempo.

Lena levantó las cejas ante el comentario de "apuesta", pero su rostro cayó cuando vio el resto de lo que ella había dicho y la miró con incredulidad. ¿Parecía alguien que estaba en una fraternidad?

—¡Ten una gran noche! —dijo sarcásticamente mientras cogía la comida y se giraba para regresar a la oficina.

Kara la detuvo con una mano sobre su hombro y luego trató de regatear con ella nuevamente mientras se dirigían a los ascensores.

—Por favor, si regreso con las manos vacías, me despedirá.

Lena la miró por un segundo mientras consideraba darle la comida que legítimamente era suya, pero luego pensó en cuál sería la reacción de Arias cuando regresara sin su cena e inmediatamente descartó esa idea.

—Si no le doy a mi jefa su cena, me despedirá a mí.

—Bueno, tal vez deberías haber pedido algo antes de que cerraran todos los restaurantes —respondió Kara incrédula a lo que estaba escuchando.

—Tal vez deberías haber tenido el efectivo para pagar entonces —replicó la azabache girándose para seguir su camino. La rubia la detuvo de nuevo.

—Espera, espera. Había ordenado una cena para mi jefa y otra para mí, así que ¿por qué no repartimos una para cada una de nuestras jefas para que ninguna de nosotras sea despedida?

Luthor hizo una pausa para considerar sus opciones.

—¿Por favor? —suplicó Kara en voz baja con gesto de cachorrito.

La observó por un momento y finalmente decidió ceder a su sugerencia, aunque no sabía qué le hizo cambiar de opinión.

—Bien, vale —resopló. Kara se animó con entusiasmo y extendió la mano hacia la bolsa de comida, pero se detuvo en seco mientras Lena continuaba—. Pero voy a necesitar que me devuelvas mi dinero, más el 10% de interés mañana.

—¿10% de intereses? Tengo 25 años y vivo en Nueva York, robo el papel higiénico de mi empresa... ¡no puedo pagar esos intereses! —resopló la rubia.

—¿Quieres mantener tu trabajo o no? —preguntó descaradamente.

—Bien, está bien... —dijo con resignación—. Idiota... —murmuró la rubia cogiendo la comida—. Así que tomaré los macarrones con queso y tú puedes coger la hamburguesa —dijo ya que le había quitado la bolsa de las manos mientras ella repartía la comida.

Woah, detente. ¡No puedo llevar una hamburguesa sencilla a mi jefa! Es una mujer de gustos refinados.

—Yo no puedo coger la hamburguesa, esta trufa de macarrones con queso es la favorita de mi jefa, pero ¿qué tal si adornamos la hamburguesa un poco para que se vea más elegante? —Kara preguntó mientras ponía un poco de macarrones con queso en la hamburguesa y quitándole el pepinillo.

—El pepinillo no. Ese es para mi jefa —le quitó la comida de las manos.

—Eres una idiota —le miró incrédula haciendo que Lena alzara las cejas cogiendo la bolsa con las dos comidas—. Está bien.

Una vez que terminó, agarró un tupper con la bolsa para ella y dejó el otro en el suelo para Lena. Ella se alejó, dejando a que la azabache recogiera la comida restante mientras Kara saltaba del ascensor al igual que la pelinegra.

—¿Te acuerdas de que te dije lo del pepinillo? Era para mí, no para mi jefa —sonrió Lena dándole un mordisco al alimento.

—Todavía eres una idiota, por cierto. —exclamó Kara cuando las puertas del ascensor se cerraron.

---

Lena estaba mirando varios archivos con rostro triste por haberse perdido otra cita con Jack Spheer anoche después de que su jefa le había dejado irse alrededor de la 1 de la madrugada. Sin embargo, su tranquilidad fue perturbado por la chica de la noche anterior que apareció repentinamente detrás de ella.

—Aquí están tus puñeteros intereses, idiota —anunció Kara mientras le entregaba su dinero.

—¡Dios, qué susto! —Lena frunció las cejas confusas—. Buenas noches, por lo menos.

—Lo que sea —la rubia le dio el dinero y se volvió para dejarla ahí.

—¿Qué sigues haciendo aquí? ¿Eres como una conserje o algo? —le dijo haciendo que su compañera se detuviera en seco.

—¿Te parezco una conserje? —preguntó con los ojos entrecerrados y la cabeza inclinada con interés. Lena no respondió sintiendo que esto era de alguna manera una trampa, así que ella continuó—. No, no soy una conserje, trabajo para Alexandra Danvers.

—¿Quién?

—¿Alexandra Danvers? ¿Editora de los Estados Unidos? —Lena todavía la miraba confundida, así que continuó—. ¿La mayor fuente de noticias en línea en América del Norte? ¿Escritora de la pieza sobre la crisis de los refugiados Rohingya diez años después de la cual ganó un Pulitzer?

—Guay —dijo la azabache simplemente.

—¿Guay? Literalmente descubrió cómo las organizaciones de caridad habían estado robando dinero, razón por la cual tanta gente todavía está en campos de refugiados. Fue literalmente la mejor pieza de periodismo de investigación de la época —dijo Kara poniendo los ojos en blanco.

—Es un gran trabajo, lo entiendo —contestó Lena sin más.

—Sin embargo, no creo que lo entiendas realmente, es el pináculo del periodismo moderno.

La azabache puso los ojos en blanco ante su dramatismo y decidió cambiar de tema mientras caminaban por los pasillos de las oficinas de la empresa.

—Entonces, ¿por qué sigues aquí? —preguntó Lena nuevamente y miró su reloj haciendo entender que era bastante tarde.

—No puedo irme a menos que Alex se vaya, y ella nunca se va, así que siempre soy la última en salir de aquí.

—No, siempre soy yo la última en salir de aquí —protestó Lena.

—De eso nada, soy yo la última en salir —discutió infantilmente.

—Estoy bastante segura de que sí soy yo en hacerlo. Estoy aquí, aunque Samantha no lo esté —le replicó Lena siguiendo el juego.

—Bueno, Alex tiene una cama plegable en su despacho —se cruzó de brazos y la miró desafiándola.

—Sam diseñó una silla de escritorio que se convierte prácticamente en una cuna —respondió Lena triunfante.

—Bueno, Alex es una mezcla entre Darth Vader y el bebé Yoda sin dormir y sin sexo durante años.

—¿Bebés y sexo en la misma frase? ¿A ti qué te pasa? —preguntó Lena dejando los archivos encima de su escritorio.

Kara resopló derrotada mientras ella se acomodaba en la silla frente a la de ella.

—¿Un trago? Sam tira todo el alcohol que cuesta menos de doscientos dólares —Lena ofreció sacando una botella después de un momento.

—Estamos en el trabajo —regañó Kara incrédula levantándose de su asiento.

—Es casi medianoche, un trago no hará daño a nadie. Además, te aseguro que nuestras jefas ni lo notarán —persuadió Lena haciendo que la rubia se sentara nuevamente.

Ambas se acomodaron para tomar una copa mientras conversaban y se conocían la una a la otra hasta que la conversación finalmente se calmó, haciendo que cambiaran sus asientos para que la rubia pudiese ver vídeos graciosos sobre entrevistas en su ordenador mientras Lena examinaba su teléfono.

—Me encantaría escribir un artículo algún día —murmuró Kara para sí misma entre risas.

—Oh, Dios mío, mira esto —se quejó Lena rompiendo el silencio amigable entre ellas y alzando su móvil donde proyectaba una imagen—. A Jack siempre lo han invitado a todas estas geniales fiestas y me lo pierdo. Cómo echo de menos acudir a una buena fiesta.

—Yo echo todo de menos —se lamentó Kara—. Ha pasado mucho tiempo desde que fui a una fiesta o de enrollarme con alguien. Incluso se me ha olvidado cómo se hace, es como si tuviera la lengua atrofiada —Lena la miró incrédula, pero eso no la detuvo—. Hasta soy virgen, por el amor de Dios —confesó y Lena alzó las cejas aún más incrédula que antes—. Cuando mi madre tenía mi edad, ella ya me tenía a mí. Y ahora mi compañera de cuarto, Nia, está comprometida, ¡y yo ni si quiera he tenido a alguien con quien compartir un desayuno!

—Espera, ¿nunca has tenido novio? Pues pareces mayorcita —preguntó, la confusión empañaba su rostro.

—¡Retira eso! —exigió Kara estremeciéndose ante la idea de ser una adulta—. Oh, Dios, terminaré como Danvers... solo la parte soltera y sin sexo, no la super exitosa y muy respetada en mi parte de campo, aunque si lo fuera estaría derrochando dinero en alfombras de mil quinientos dólares y durmiendo con mi ordenador

—Por eso es tan mala, duerme con su portátil en la oficina —interrumpió Lena con el dedo—. Tu jefa necesita a alguien con quien entretenerse y follar.

—Necesita que una mujer le haga el amor —corrigió Kara ante las palabras de su compañera.

—Samantha sí que necesita follar con una mujer —dijo la azabache sin más—. Eso quiere decir que ambas son lesbianas y reprimidas sexualmente —afirmó tomando un sorbo de su vaso.

—Las dos siempre están aquí de todos modos —Kara encogió de hombros, pero luego miró a su compañera como si una brillante idea iluminara su frente—. ¿Por qué no las encerramos juntas en una habitación para que se conozcan y se lo monten? —declaró burlonamente en serio.

Lena la miró incrédula por un momento tranquilo y luego ambas se echaron a reír al mismo tiempo. La risa de Kara fue la primera en apagarse para continuar hablando.

—No, pero piensa en ello... Podemos sacarlas sus respectivos despachos y luego, cuando se enrollen, seremos libres.

Lena volvió a reírse de su sugerencia y negó con la cabeza.

—¿En plan tiranas? —preguntó con una sonrisa y Kara asintió—. Bueno, no necesito ser libre, necesito que me asciendan.

—Yo solo quiero no seguir siendo secretaria cuando cumpla los 28, entonces me replantearía mi vida. Eso es de ser patética.

—Yo tengo 28 —le aclaró Lena arqueando las cejas.

—Vaya por Dios, lo siento —se burló Kara riéndose—. Por ti, te resultará muy duro.

—Deberías irte —gruñó Lena reprimiendo una sonrisa.

—¡Adiós! —se despidió la rubia con entusiasmo para enojarla más cuando ella se levantó para irse.

---

La rubia no durmió esa noche; recapituló su idea nuevamente y se dijo a sí misma que era la mejor opción que tenía. Así que antes de dormir, cogió su portátil y empezó a teclear con la intención de volver a ver a Lena.

—¡He hecho una cosa! —saludó Kara emocionada mientras se acercaba a su escritorio, haciendo que Lena se sobresaltase del susto.

—Por Dios, ¿por qué eres tan silenciosa? —se quejó poniéndose la mano en el pecho mientras Kara dejaba su portátil sobre su mesa—. ¿Y a qué viene esa alegría a las 8 a.m.? ¿Qué es eso? —preguntó Lena mirando la pantalla.

—Una hoja de cálculo con todo lo que sé de Alexandra Danvers. Lo que le gusta y disgusta —explicó la rubia señalando las columnas correspondientes.

—¿De qué va todo esto, Zor-El? —preguntó la azabache que estaba confundida y no había sumado dos más dos; ella no era una persona mañanera y era un poco más lenta tan temprano en el día para demandarla.

Kara bajó la voz a un susurro antes de hablar, aunque la emoción en su voz aún era evidente incluso con el volumen reducido.

—Para juntarlas y... —contestaba la rubia emocionada.

—¿Lo de ser una tirana y hacer que follen? Eso fue una broma, Kara.

—Sí, sé que al principio había sonado así, pero solo piénsalo —dijo la rubia sugestivamente—. Solo piensa en todas las fiestas y todo... lo demás, eh, cosas que podrías hacer... —se había puesto roja como un tomate, demasiado avergonzada para hablar sobre Lena besándose con alguien o teniendo sexo.

—Kara...

—Vamos. Sería tan fácil de hacer... ¿cuál es la comida favorita de Sam?

—La berenjena de masa fermentada en Blue Hill —respondió la azabache fácilmente sin siquiera tener que detenerse y pensar en ello.

—¿Dónde estará ella a las 3 p.m. hoy? —preguntó Kara con interés.

—En la obra del colegio de su hija.

Se encontró respondiendo a sus preguntas antes de que pudiera evitar entretenerse con Kara y su ridículo plan.

—¿Y qué es lo que más odia?

—Los correos inoportunos y la crema agria.

—¡Ves! —exclamó Kara victoriosa con sus brazos gesticulando salvajemente—. Sabemos todo sobre ellas. Lo que les gusta, lo que no les gusta. Controlamos todo su horario. Somos las mujeres que mueven los hilos. ¡Podemos hacer que hagan cualquier cosa! —la rubia enumeró con una mirada ligeramente maníaca en sus ojos que hizo que Lena se alejara un poco de ella.

Kara también se apartó, pero seguía con los ojos abiertos mientras esperaba que ella considerara lo que había dicho y ella leyó la hoja de cálculo que la rubia había puesto delante de ella.

—Esto está muy completo —elogió Lena mientras sonreía de lado.

—Gracias —declaró Kara orgullosa.

—Absolutamente no.

—¿Qué? —preguntó confundida, aparentemente sorprendida porque pensaba que la tenía en su manga—. Pensé que...

—Esto es una locura —interrumpió la azabache—. Apenas tengo suficiente tiempo para hacer mi trabajo real y si la Sra. Arias alguna vez se entera de esto me despedirá.

—Pero ella no se enteraría... ¡vamos Lena! Podría ser la salvación —suplicó con ojos de cachorro.

—Ni de coña, Kara. Me jugaría el puesto por una estupidez como esta. ¿Y si no se gustan? —se levantó a coger su chaqueta de su silla mientras negaba con la cabeza—. Y si me disculpas, tengo comida con mi novio.

—Pero Lena... —se quejó la rubia.

—Hasta luego —se despidió Lena yéndose hacia el ascensor.

—¿Quieres que te lo mande? —gritó Kara esperanzada.

—No, por favor —y desapareció por la esquina.

---

Lena se encontró en el teatro del colegio guardando el asiento de su jefa para ver la audición de su hija. Su novio apareció con cara de pocos amigos mirando a su alrededor. Evidentemente no estaba orgulloso de ella ya que él era un modelo y viajaba mucho y esto le parecía inapropiado.

Jack quería cortar con Lena, le dijo que no sentía esa satisfacción, le reprochó que la veía estancada y que necesitaba alguien más activa, con horarios no tan completos para aprovechar de su compañía y decir que tenía una novia.

Esa idea hizo que Lena se retorciera en el asiento, ahogada por la declaración y gritando desesperada de que no lo hiciera. A cambio le prometió que todo mejoraría, que su jefa le ascendería y que tendría todo el tiempo para él. No acabó la frase cuando Samantha apareció detrás de ella y se sentó junto a ellos. Sin embargo, Jack le murmuró que le iba a dar un chance, pero si en este poco tiempo no notaba cambio, se marcharía para siempre.

---

—Estoy dentro —declaró Lena sin preámbulos.

Kara se apartó de la cafetera para mirar a la azabache y asegurarse de haberla escuchado bien. Ella le dirigió una mirada inquisitiva, buscando confirmación.

—Si las juntamos, seremos libres, ¿no? —aclaró y Kara sonrió sin preguntarse que era lo que le había cambiado de opinión.

---

—Entonces, ¿dónde podrían encontrarse? —preguntó Lena, pensando en voz alta pero que realmente estaba buscando una respuesta de Kara—. Quiero decir, Samantha pasa mucho tiempo en el Club de Distrito.

—Bueno. ¿Podría Alex encontrarse con ella allí? —sugirió la rubia mientras quitaba el plástico de la pajita y meterlo en su café.

Lena se burló de su sugerencia.

—Sí, claro, ella puede encontrarse allí con Sam después de haber sido nominada por dos miembros actuales, un exmiembro del club y aprobada por la junta. Ah, y también me falta decir que no admiten a cualquier mujer. Son muy estrictos, lujosos y...

—¿Entonces tu jefa está en un club social para mujeres... refinadas? Wow, qué encanto de mujer —interrumpió y gruñó la rubia.

—Sí, sí. Cállate. Es que a Samantha solo le gusta que la vean como un buen partido. Le gusta ganar y que todos le besen los pies.

—A Alex solo le importa su vida, su marca. Es como su bebé.

—Eso explica mucho.

—¿Cómo te atreves? —preguntó Kara intentando no golpear el hombro de Lena.

—Está bien, entonces, ¿dónde más podrían encontrarse? —preguntó la azabache nuevamente volviendo a encarrilar la conversación.

—Bueno, Alex pasa la mayor parte de su tiempo en el trabajo o haciendo cosas de editora profesional, lo que probablemente no sea una opción para tu jefa.

—Indudablemente no. Creo que a Sam le parecería muy aburrido —agitó la mano en acuerdo con su compañera tirana.

—¡Un encuentro lindo con cada gran romance falso ideado por asistentes con exceso de trabajo es como quedar atrapado en un ascensor! —gritó Kara de alegría haciendo que Lena la mirara con el ceño fruncido—. ¿Y si hacemos eso?

—¿Hablamos el mismo idioma? —preguntó la azabache con burla.

—¡Que les dejemos atrapadas en un ascensor!

—¿Qué? No puedes dejar a las personas atrapadas en un ascensor que lo utilizan diariamente las personas del bloque. Además, ¿cómo piensas hacer eso? —respondió Lena exasperadamente.

—Bueno... ¿conoces a Winn? —declaró brillando de orgullo como si esperara que Lena quedara impresionada por eso.

—¿Quién es Winn? —preguntó la azabache con el ceño fruncido, deteniéndose un poco y mirando a Kara de soslayo.

—El ascensorista —ante su rostro sin contraer un músculo en reconocimiento, intentó de nuevo—. Todos lo llaman "Winn el espeluznante", pero creo que es un poco friki.

—Sí, en realidad no interactúo con muchos en nuestro edificio, Kara —contestó Lena finalmente.

—Olvida esa parte. Todo lo que estoy tratando de decir es que podemos atrapar totalmente a Sam y a Alex en un elevador hoy si se lo decimos a Winn.

—Bien, excelente —asintió Lena terminando su café—. Apurémonos y regresemos. Llegarán pronto de sus descansos para almorzar.

---

Ambas llegaron a la empresa y Kara la llevó a Winn para que lo conociera, a quien le explicaron todo su plan y él había accedido a ayudarlas porque Lena le había regalado una suculenta para agregar a su colección.

Se pararon a ambos lados de la silla de Winn mientras miraban ansiosamente las imágenes de CCTV del elevador, esperando a sus jefas.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó Kara de repente, señalando a la pantalla—. Ambas se están subiendo, ¡está sucediendo! —golpeó el brazo de Lena.

Lena la miró con curiosidad por lo emocionada que estaba de repente por el plan considerando que no había estado a bordo antes. Kara se aclaró la garganta en un intento de recobrar la compostura cuando vio que Lena la miraba con ojos en blanco.

—Pero dile algo —murmuró Lena al ver que no se habían mirado a la cara—. ¿Es que ya la gente no es amable ni para decir un simple "hola"? —miró a Kara y ella la saludó con la mano con cierta burla. Sabía que se refería con los sustos que le hizo.

—Alguien más está entrando —interrumpió Winn las miradas de las chicas.

—¿Qué? No, ese repartidor tiene que irse —gruñó Kara cruzándose de brazos.

—¿Estáis pensando lo mismo que yo? —preguntó Winn con cierta felicidad.

—Sí, abortamos —contestaron ambas chicas al unísono.

—¡Sí! Estoy deteniendo el elevador ahora mismo —declaró Winn mientras presionaba el botón para la parada de emergencia.

—Pero ¿qué haces? —gruñó Lena viendo la pantalla como el ascensor se detenía con ambas jefas y el repartidor dentro.

—¿No era esto lo que queríais? —preguntó Winn haciendo una mueca graciosa, haciendo que Kara reprimiera una sonrisa.

—¿Puedes desbloquearlo? —preguntó Kara amablemente, haciendo que Winn tecleara y activara nuevamente el ascensor.

Oh, Dios mío, menos mal —escucharon al repartidor suspirar de alivio—. Tengo claustrofobia, odio los espacios cerrados.

Su trabajo se hace desde una furgoneta y reparte siempre llevando cajas por los ascensores, ¿es en serio? —preguntó Sam incrédula.

Está bien, menos mal —interrumpió Alex mirando a Sam—, no lo empeoremos más.

Ambas chicas miraron como la jefa de Kara le fulminaba con la mirada a la otra, haciendo que las dos soltaran aire por la boca por el desastre. Sin embargo, a punto de llegar a su piso, el ascensor se detuvo nuevamente. Esta vez fueron por causas tecnológicas, Winn no tuvo nada que ver. Ambas chicas se maldijeron sabiendo que iba a ir de mal en peor.

El repartidor se estaba desnudando, lo que supondría que se estaba agobiando y así era como se aliviaba. Lena y Kara escucharon como sus jefas estaban discutiendo para ver quien tenía más razón para salir cuanto antes del ascensor. Poco después, el ascensor volvió a funcionar, haciendo ver como Sam y Alex huyeran del pequeño ascensor.

—No sé leer entre líneas, pero creo que ha sido un éxito —concluyó Winn orgulloso.

—Ha salido bien —afirmó Kara.

—¿Estás de coña? —gruñó Lena rodando los ojos—. Ha sido un puto desastre. Se odian —señaló la pantalla desesperada.

—Podemos aprovecharlo. El odio no es lo opuesto al amor. ¿Sabes lo que es lo opuesto al amor?

—El hielo —dijo Winn intentando acertar haciendo que ambas chicas le fulminaran con la mirada.

—La indiferencia —aclaró la rubia.

---

Cuando regresaron a sus puestos de trabajo, Kara le llevó el café a su jefa y le recordó las citas que tenía en su agenda. Alex le agitó la mano para que se marchara, pero antes de irse, la rubia le habló sobre la jefa de Lena, persuadiéndola de que quería su teléfono y que Kara se inventó negando de que no daba su número a nadie.

Por otro lado, pasó lo mismo con Lena y su jefa. Le habló sobre el tema del ascensor, insinuando y teniendo su nombre sobre la punta de la lengua para que Samantha fuese capaz de reconocerla. Lo hizo. Supo quien era Alexandra Danvers. Después de eso, se adentró en su despacho.

Cogió su teléfono y marcó a Kara.

—Vale, ya está... ¿ahora qué?

—¿Samantha tiene entradas para ver a los Yankees?

—No, lo ve desde las gradas como los mortales —se burló Lena—. Pues claro que sí, tonta.

—Por eso nunca retiro lo de que eres idiota.

---

Ambas chicas quedaron temprano antes del partido para que todo estuviera en orden, pero Kara tardaba demasiado haciendo que Lena se desesperara. Estuvo a punto de encaminarse hacia el campo y esperarla allí hasta que Kara gritó su nombre por la espalda. Le explicó que estuvo entreteniéndose en la tienda de regalos y distrayéndose con los peluches.

—¿Por qué vas vestida así? —preguntó Lena mirándola de arriba abajo.

—Porque voy a un partido de los Yankees —contestó orgullosa con su outfit beisbolera—. ¿Por qué vas tú vestida así? —preguntó con burla mirando a Lena en su traje.

—Porque no soy del equipo. No llevo bata cuando voy al médico.

—Más idiota —añadió Kara dándole una palmada en su hombro, y antes de que Lena le devolviese el golpe, Kara se remoloneó hacia un lado—. Vamos a por nachos.

---

La rubia se dirigió detrás de las gradas para encontrarse con su amigo J'onn. El plan de Kara es que ambas jefas se dieran el lote en el "Kiss Cam" cuando fuese el descanso. Le extendió el papel con los números de los asientos aproximados y J'onn asintió.

—Está bien, ¿cómo se ven? —preguntó J'onn queriendo saber para que no hubiese ningún error.

—Una es una mujer increíblemente hermosa con un cabello rojo corto y una ferocidad que da miedo e inspiradora. La otra es una mujer morena... guapa... supongo —explicó Kara casi con el ceño fruncido sin saber muy bien como describir a la jefa de Lena.

—Lo tengo —dijo el hombre con un guiño mientras se alejaba de ella.

Con la situación del "Kiss Cam" presumiblemente manejada, fueron a instalarse en sus asientos para mirar de lejos a sus respectivas jefas. Lena se burló de ella, haciéndola ver como una acosadora en nato. El partido empezó y Kara gritó eufórica haciendo que Lena la mirara con una sonrisa.

—Voy a tomarte una foto —dijo Lena mientras se inclinaba hacia atrás para obtener un mejor ángulo de Kara—. Puedes publicarlo en Tinder o en cualquier aplicación que uses para... —se aclaró la garganta antes de continuar—, esas cosas y chicos o lo que sea.

Kara la miró con diversión arqueando las cejas.

—Porque ya sabes, a los chicos les encantan que las chicas también les gusta el deporte —terminó de decir Lena.

Kara resopló ante eso.

—Bien, en primer lugar, ¿por qué me importaría lo que les gusta a los chicos? Y, en segundo lugar, los chicos piensan que les gustan las chicas a las que les gusta el deporte, pero lo que realmente les gusta es una chica con una camiseta deportiva muy ajustada que les sirva alitas de pollo y se equivocan en la terminología.

—Oh, ¿sí? —Lena lo miró inquisitivamente.

—Sí —declaró Kara simplemente—. Además, ¿qué te hace pensar que me gustan los chicos? —encogió de hombros y Lena la miró, pero ella ya había apartado la vista siguiendo el partido.

Lena pensó que en realidad no conocía de nada a Kara y aun así estaba muy a gusto con sus planes locos, por no decir que disfrutaba de su compañía. Es verdad que dudó al principio, pero ahora se lo estaba pasando realmente bien. Todavía no era el momento de llamarse amigas, pero se sentía así. En realidad, se había olvidado un poco del plan y estaba más centrada en pasar más tiempo con la rubia.

Sus ojos se posaron en la llegada la jefa de Kara.

—Ahí está Alexandra Danvers y se dirige junto a mi jefa.

Las dos pasaron la mayor parte de su atención en descifrar las fracciones del rostro de ambas, cruzando los dedos para que se sentaran juntas y, minutos después, gritaron de alegría al ver como Alex se levantaba de su primera fila para ponerse atrás al lado de Sam. Finalmente esperaron con impaciencia el "Kiss Cam".

Llegó el momento de la cámara del beso y vieron como ambas jefas aparecieron en la pantalla. Lena y Kara se inclinaron inconscientemente hacia delante de sus asientos para mirar con anticipación, pero quedaron atónitas cuando Sam simplemente se encogió de hombros de la cámara de besos, negándose a besar a Alex.

—Vamos —murmuró Kara para sí misma, no queriendo que Lena viera lo invertida que estaba en su pequeño plan después de todo.

La cámara cambió de pareja en pareja hasta que regresó a Sam y a Alex de nuevo y después de algunas indicaciones, conocidos como los gritos y abucheos de los aficionados entre la multitud y la cámara persistente en ellas por un momento prolongado, finalmente se inclinaron por un rápido beso.

—¡Si! —Lena celebró, levantando ambos brazos en el aire. Sin siquiera pensarlo, envolvió a Kara en un fuerte abrazo, la adrenalina y el alivio de la situación lo llevaron a hacerlo.

Se quedaron así por unos momentos hasta que ambas finalmente se dieron cuenta de lo extraño que era el abrazo y se alejaron, aclarándose la garganta para tratar de disminuir la incomodidad de la situación.

El partido terminó y ambas salieron satisfactoriamente por el plan. Anduvieron sin rumbo alguno, esperando a tener alguna notificación de sus respectivas jefas la cual no llegó. No hubo ni mensajes ni correos haciendo que lo volvieran a celebrar a gritos.

—Genial —dijo Kara, negándose a hacer contacto visual con Lena.

—Sí, espero que esto funcione —dijo con una risa nerviosa.

—Sí, yo también lo espero —asintió la rubia, esta vez mirando a Lena.

—Sí, sí. Bueno... Tengo una cita con Jack y espero no sea interrumpida por Sam.

—Estoy segura de que no.

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Su vida laboral se había vuelto maravillosa.

Sam y Alex estaban envueltas entre risas que pasaban menos tiempo en sus respectivas oficinas, lo que significa que tanto Kara como Lena realmente pudieron mantener horarios normales en su trabajo por una vez.

Fue el cielo.

Kara incluso tuvo tiempo de ir a una cita esa misma noche con una muy agradable Imra Ardeen quien tenía su propio trabajo respetable con el Fiscal del Estado a pesar de que provenía de una familia acomodada.

Lena por su parte, pasó todo el tiempo necesario con Jack que no fue interrumpida por Sam llamándola con solicitudes extrañas en momentos extraños del día.

Algunas veces Lena y Kara se enviaban mensajes, metiéndose una con la otra y aconsejándose también. También se enviaban fotos para opinar si debían ir con un vestido o ir tan simple a alguna cita.

El punto es que todo iba a las mil maravillas hasta que Alex y Sam interrumpieron su felicidad al entrar en el trabajo como siempre, siendo ellas mismas de exigentes y desdeñosas. El cielo solo duró tres días.

Alex se quejó con Kara acerca de cómo se había equivocado en su pedido de café a pesar de que la rubia estaba 100% segura de que no lo hizo, ya que había estado recibiendo el mismo pedido durante los últimos dos años que había trabajado para ella.

Sabía que algo andaba mal, así que salió de la oficina con el pretexto de obtener la orden correcta para ir a ver a Lena.

Ella la encontró paseando por su escritorio, claramente en espiral.

—¿Qué estás haciendo?

—¿Vas a dejar de hacer eso? —repitió Lena poniéndose la mano en el pecho para calmar el susto.

—¿Que está pasando? —preguntó Kara, manteniendo su voz baja e ignorando la pregunta de la azabache.

—¡No lo sé! —casi chilló—. Eso también intento averiguar. Ve arriba, habla con tu jefa, sé su amiga. Yo intentaré hacer lo mismo —sugirió, agitando la mano para que se marchara.

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Le trajo el café, nuevamente, a su jefa. La misma orden. Evidentemente aceptó y pidió que no se repitiese. Kara preguntó si había ocurrido algo, pero Alex dio largas excusas. Aunque, finalmente, captó el mensaje cuando dijo que su médico no le había llamado en tres días. ¿Quién le llama un médico a menos que no fuese por una emergencia? Sabía que su jefa estaba bien de salud.

Escribió a Lena: 'Dile a Sam que llame a Alex como sea'.

Lena y Sam se dirigían al trabajo. Se encerraron en el ascensor camino a la oficina de Sam y la azabache le persuadió inventándose miles excusas para llamar la atención a su jefa y lograr que llamara finalmente a Alex. Claramente lo consiguió por los pelos.

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—Ellas son dos pequeños polluelos. No podemos dejarlas a su aire —explicó Kara camino al trabajo.

—Tienes razón. Tendremos también que intervenir el día a día para que la chispa no se apague —suspiró Lena sujetando con fuerza el café.

—Tú harás cosas por el nombre de Sam y yo igual por el nombre de Alex. Cuando su relación avance, seguro que estaremos más sueltas —dijo Kara esperanzada.

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La relación jefa y secretaria se estrechó por ambas partes. Alex le contaba cosas bonitas a Kara sobre Sam y Sam hacía lo mismo con Lena. Mientras la azabache terminaba el proyecto de su hija, su jefa le comentó varias cosas acerca del sexo: jamás se tiraría a una mujer peluda ya que eso le recordaba a la imbécil de su exmujer.

—Estás bien, ¿qué pasa? —preguntó Kara nada más descolgar el teléfono.

—Al ascensor en dos minutos.

Colgó segundos después y Kara se quedó mirando el teléfono. No era la primera vez que hacían esto. Siempre quedaban para verse en el ascensor para comentar el siguiente plan, lo que debían hacer a continuación. Pero frunció más el ceño al pensar que Lena casi siempre decía de verse, sabiendo perfectamente que podrían dialogar por el teléfono o mensajes por el móvil.

—¿Qué ocurre? —preguntó Kara nada más cruzar la puerta.

—Alex tiene que hacerse las ingles.

Woah, vaya. Hola a ti también... ¿Perdona? —preguntó Kara incrédula a lo que estaba escuchando.

—Ahora sois amigas, habláis de esas cosas. Dile que se las haga.

—Oh, sí. Se me olvidaba que siempre le llevo el café, hablamos sobre la sección de deportista y por si fuera poco siempre acabamos hablando de depilarnos el matojo —gruñó la rubia rodando los ojos.

—El matojo...

—El arbusto, la pelusilla, el felpudo, el matorral, los pelos del...

—Sí, Kara —interrumpió Lena—, sé a lo que te refieres. ¿Eres siempre tan vulgar?

—Se me olvidaba la parte de que eres como tu jefa... tan refinada... —se burló con una sonrisa en el rostro—. Aunque bueno, ni de coña tampoco entra en los estándares.

—Algún día le diré a Winn que te deje encerrada en el ascensor —arqueó las cejas mientras se cruzaba de brazos, pero finalmente rieron juntas.

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Kara logró que todo estuviera en orden al igual que Lena.

—Creo que todo va mejorando —afirmó Kara felizmente.

—Sí, lo estamos logrando. Somos unas auténticas tiranas.

—Sí... —sonó tan poco convencida que Lena rio sobre su contestación.

—Porque sabes lo que significa tirano, ¿verdad? —se burló haciendo que Kara la mirara con los ojos abiertos.

—Pues claro, no soy idiota como tú.

—¿Qué significa? —aunque fuese una pregunta, la voz de Lena sonó a desafío.

—Es cuando... bueno... cuando dos secretarias intentan liar a sus jefes... Vale, no tengo ni idea.

—Y te lo habré dicho como unas quince veces —Lena comenzó a reírse, haciendo que Kara golpeara su hombro con la de ella—. Vale, es cuando una tía friki ayuda a una tía guapa a salir con la chica o el chico que le gusta soplándole que le debería decir o que debería hacer...

—Nosotras no hacemos eso —interrumpió Kara negando con la cabeza—. Más bien somos como tú a Londres y yo a California.

—¿Lo has visto acaso?

—Estoy segura de que ese clásico refleja nuestro plan —aclaró Kara con orgullo haciendo que la azabache negara con la cabeza.

—El caso es que no podemos hacer que se sigan liando, si no que lleguen a salir. Que dejen la etapa adolescente.

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Las semanas pasaron entre regalos por parte de ambas a sus jefas. Kara encargaba flores a nombre de Samantha Arias y Lena dejaba en la mesa del despacho de su jefa un caro vino a nombre de Alexandra Danvers. Se agitaban orgullosas de sus planes satisfactorios. Las citas cada vez eran más frecuentes haciendo que ambas secretarias respiraran un poco de aire, pero sin dejar de estar atentas a cualquier situación.

Durante esas semanas, Lena y Kara estaban más cerca que nunca, incluso siendo inconsciente de lo cercanas que se habían vuelto. Compartían opiniones y, aunque fueran diferentes (porque para Kara, Lena era miss perfecta y para Lena, Kara era miss descuidada), solían encajarlo todo a la perfección.

Kara pasaba más tiempo en conocer a Imra Ardeen, teniendo sus primeros encuentros sexuales y no arrepintiéndose de hacerlo. Le encantaba pasar tiempo con ella. Y Lena pasaba más tiempo con su novio Jack, invitándola a su piso a cenar junto a su compañera de piso Eve.

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'¿Tienes planes para esta noche?'

El mensaje de Kara hizo que Lena cogiera el móvil con una sensación de nerviosismo adolescente. No supo muy bien por qué, pero igualmente no pensó mucho en ello cuando contestó. Quedaron en un restaurante de comida rápida cerca del bloque de Kara.

Lena pensó que su yo del pasado estaría asqueada en frecuentar en esos lugares. Odiaba la comida basura y las altas calorías, pero las ganas de ver a la rubia eran más que suficientes para asistir. Antes de entrar frunció el ceño para sí misma. Estaba un poco nerviosa aun sabiendo que veía a Kara todos los días. Sin embargo, volvió a agitarse la cabeza y entró al lugar.

—Me he echado una siesta... Una siesta, ¿te lo puedes creer? —preguntó Lena con una sonrisa mientras cogía los nachos.

—Me encantan las fiestas, pero tengo un problema mayor, Lena —declaró y la azabache asintió de manera que la escucharía atentamente—. Este fin de semana es la fiesta de compromiso de mi amiga Nia y necesito poder ir porque es muy importante para mí. Este es mi plan. Haré que tu jefa invite a Alex a una escapada romántica a Tejas para que vayan a uno de los mejores festivales de vino del mundo. Acabarán en un sitio aislados sin preocupaciones y tendremos todo el fin de semana para nosotras.

—Estoy de acuerdo. Jack organizará una fiesta este sábado, así que me dejaré caer y sabrá que todavía revoloteará algunas hormonas por él.

—No digas eso delante de mí —negó Kara con la cabeza haciendo una mueca de asco hasta que su móvil sonó. Lena se inclinó para ver más de cerca la conversación.

—¿Esa es...? —Lena intuyó ya que Kara le había comentado alguna que otra vez acerca de Imra—. Oye, deberías cortarte un poco con los "ja, ja, ja". Se supone que te hace gracia, no que eres una payasa psicótica o algo así —se burló de ella haciendo que Kara negara con la cabeza—. Si te gusta esa tía, sal con otras tres esta semana.

—¿Y eso por qué? —preguntó la rubia riéndose.

—De pequeño teníamos siempre tres lagartijas. Siempre cuidabas a las tres, pero si le prestabas atención a una y la cogías y la querías y jugabas con ella, se moría —explicó Lena alzando los brazos.

—No —Kara negó con la cabeza, con el ceño ligeramente fruncido.

—Todas las personas son así, ¿vale? Y la matarás sin querer. Tendrás que buscarte una caja de zapatos viejos para meterlo y esconderlo para que no se entere tu madre.

—Pues a mi me gusta mi lagartija. ¡Boom! —exclamó golpeando de la mesa haciendo que Lena se sobresaltase—. Vámonos de aquí.

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Sin embargo, al día siguiente, Kara apareció por la oficina para seguir haciendo su trabajo cuando encontró a Alex con el maquillaje corrido y la furia por las nubes. La cita de anoche con la Sra. Arias no fue del todo bien. Al parecer intentó mostrarle a Alex como se debía comer shushi, que condimentos tenían cada uno y que salsas era para cada plato. Sin embargo, no le hizo caso y pidió un filete de pollo. Claramente no había filete de pollo.

Lena estaba en el despacho... o lo que queda de él hablando con su jefa. Sam se excusaba que nunca en su vida había comido shushi. Ella no sabía que solo ofrecerían pescado, arroz, pasta oriental y mariscos entre otros. Era tan cabezota que quería llevar la razón haciendo que la noche se basara en discutir con Alex. La furia se desató sobre la mujer del pelo enmarañado que no se dio cuenta de que estampó el portátil de Lena contra el suelo.

Kara llegó al ascensor después de recibir el mensaje de Lena.

—Te tocaba a ti llevarlas a las dos anoche —se excusó Lena con el ceño fruncido.

—Perdona, pero no. Te tocaba a ti —replicó la rubia indignada, levantándole el dedo amenazante.

—Eso lo hiciste la semana pasada —dijo Lena y Kara la miró como diciendo "acabas de confesarte tú solita de que eres idiota" —. Mierda, tienes razón.

—Lo que sea... Tenemos que hacer que las dos se reconcilien porque me temo que Alex podría perfectamente asesinar a un empleado suyo y yo no quiero estar en la lista.

—Dímelo a mí. Sam intentó despedir a un cartero. Un cartero trabaja para el Estado, por Dios —se agitó el cuello de lo tensa que estaba—. ¿Y ahora qué?

—No lo sé, piénsalo tú solita —Kara le apuntó con el dedo mientras salió del ascensor.

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Cayó la noche. Alex, antes de despedirse, amenazó a Kara de que hiciera algo que no fuese complicarle la vida o si no acabaría despedida. Así que cuando su jefa salió, fue a buscar a Lena para ver si tenía un plan.

—La buena noticia es que solo me ha caído una bronca y la mala noticia es que es acerca de despedirme —dijo Kara mientras se dirigía hacia el escritorio de Lena.

—Ajá... —murmuró Lena sin verle, con el puño apoyado en su frente y mirando su escritorio desordenado y lleno de limones.

—¿Lena? ¿Qué es eso? —preguntó al ver los alimentos amarillos esparcidos.

—Es el proyecto de ciencias de la hija de Sam. La vida me ha dado limones y alguien lo ha exprimido en mis ojos —golpeó su cabeza contra su mesa agotada.

—¿Puedes arreglarlo?

—No, era una obra maestra y ahora no se llevará ningún solo premio. Venga, vete ya. Sálvate tú y queda con tu chica —murmuró Lena sin dejar de mirar su mesa.

—Buena suerte... —contestó Kara apenada al verla así.

—Gracias —agradeció después de escuchar los pasos de Kara.

—Necesitas un proyecto nuevo —se dio la vuelta y fue otra vez a la mesa de Lena.

—¿Y tu chica? —preguntó Lena sorprendida ante la sugerencia.

—No quiero estrujar demasiado a mi lagartija —dijo la rubia con los ojos entrecerrados, sacando una sonrisa ladina de Lena.

Así que esa noche Lena y Kara se reunieron en la cafetería mientras charlan animadamente sobre sus jefas. Kara no entendía porque la azabache aguantaba a una tipa tan exigente y prepotente como Sam, pero llevaba ya tres años haciéndolo como para ahora tirar todo el trabajo por la borda. Ella quería ascender, ganar un sueldo mejor y rascarse el trasero sin que nadie le dijera nada.

Kara le contó sus pequeños secretos de porque quería trabajar junto a Alex. Quería llegar a escribir sus artículos algún día y ganarse una sección con sus propias manos. Lena la escuchó atentamente, animándola un poco a que escriba más y que finalizara cualquier trabajo, que no tuviese miedo a sacar su potencial. Fue algo sorprendentemente para Kara escuchar algo así, pero que lo agradeció infinitamente porque se sintió mejor.

Terminaron el proyecto juntas y cada vez se les hacía más cómodo la compañía.

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Al día siguiente Lena tuvo una charla sincera con su jefa borracha y fue capaz de hacerle entender de que no siempre sería un ganador, que había personas también que ganar por ellas mismas y dejó claro de que Alex no era una chica persuasiva.

Kara terminó su trabajo, pero antes de decirle nada su jefa, Sam apareció por la sección haciendo que se escondiera. Vio cómo se movió hasta el despacho de Alex, encontrándose en un beso pasional después de sincerarse la una a la otra y que la rubia saliera de ahí a hurtadillas con una sonrisa satisfactoria.

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—¡Lena! —Kara gritó sobre sus incesantes golpes en la puerta de su departamento.

Finalmente abrió la puerta y ella entró, sin esperar a que la invitaran a entrar.

—Texas es oficialmente una opción —declaró feliz—. Aterrizan en una hora y puse el champán en la tarjeta de crédito de Tony, ¡así que aquí tienes! —ella le entregó la tarjeta de crédito antes mencionada y celebraron el hecho de que habían logrado ejecutar su plan para enviar a sus jefas en un fin de semana romántico para que pudieran tener el fin de semana libre.

—La habitación del hotel también está lista —agregó Lena entusiasmada.

—Está siendo todo genial —declaró Kara moviendo las cejas cómicamente, lo que hizo que Lena arrugara la cara con disgusto por lo lasciva que ella podría ser a veces.

—Sí, aquello va a ser villa polvos.

—¿Y yo era la vulgar? —preguntó Kara arqueando las cejas, pero antes de que pudiera contestar a su pregunta, alguien más apareció.

—¿Alguien dijo villa polvos?

Eve intervino mientras entraba a la cocina donde Kara y Lena estaban paradas.

—Kara, ella es Eve, mi compañera de apartamento. Eve, ella es...

—Oh, tú eres Kara. Lena se ahoga contigo.

—¿Qué? —preguntó Kara sin entender esa expresión. Antes de que Lena pudiera desviar el tema, Eve prosiguió.

—Que no para de hablar de ti —aclaró su compañera de piso.

—¿Qué haces con ese vestido? —preguntó Lena desviando el tema y mirando a la rubia con un vestido bonito de verano con estampados florales.

—Esta noche es la fiesta de compromiso de Nia. ¿Y tú qué llevas puesto? ¿Y el resto de tus pantalones? —se burló Kara al ver a Lena con pantalón corto y una camisa blanca estampado de lunares. Se la veía tan rara sin su precioso largo traje gris.

—¿Qué quieres decir con lo que estoy usando? Esto es genial. A Jack le gustan las chicas así —se defendió Lena sobre sus elecciones de moda y ambas rubias comenzaron a reírse de la azabache—. Callaos las dos, no sois amigas.

—¿Sabes qué? —preguntó Kara con cierta burla—. Creo que ahora sí que lo somos.

—Estoy de acuerdo con eso —se rio Eve con su compañera—. Muy buenas amigas. Por cierto, ¿te unes a una pisci-fiesta? —le preguntó a Kara.

—Mejor no. Debería ir a casa para distraerme y tratar de escribir hasta la noche.

—¿Distraerte de qué? —interrumpió Lena la interacción de las dos.

—De que Imra me ignora desde hace días y no me devuelve las llamadas. Ni si quiera me ha respondido a si va a ir a la fiesta de Nia esta noche. Así que da igual... —agitó su mano quitándole importancia.

—Pues esta distracción es perfecta —le aseguró Eve—. Una fiesta en la piscina con comida y alcohol gratis es la manera perfecta de distraerse.

—Me tenías en comida gratis —dijo Kara con una amplia sonrisa pegada en su rostro.

Eve se volvió hacia Lena.

—Genial, mi más uno... Ella será mi acompañante.

—Eres mi más uno y yo soy el más uno de Jack, no puedes tener uno más cuando hay más dos —dijo Lena incrédula ante la distorsionada lógica de su amiga.

—Pues ella es mi más tres —declaró Eve cuando se volvió para salir del apartamento con Kara a cuestas.

—¡Su más tres! —gritó la rubia haciendo sonreír a Lena.

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Cuando llegaron a la fiesta, Jack parecía distraído por todas sus amigas, ninguna de las cuales Lena conocía y él solo vino a saludar a Lena, por lo que pasaron la mayor parte de la fiesta juntas como un trío y fue en realidad bastante agradable.

La compañera de Lena y Kara hicieron buenas migas haciendo que la azabache se recelara bromeando sobre las interacciones de ellas dos. La verdad Lena pensaba que si Eve fuera lesbiana admitiría que estaría un poco celosa ya que Kara la abrazaba cada dos por tres y a ella solo le abrazó una vez y fue bastante incómodo. Más bien inesperado y raro.

A veces Kara miraba a Lena de lejos cuando se iba un rato con Jack. No entendía cómo podía estar con ese idiota. Le trataba fatal o más bien indiferencia. Qué cosas; hace unos días Kara citó verbalmente que era lo opuesto al amor: lo veía con ellos dos.

Pasando un rato, Kara estaba tecleando su móvil intentando hallar respuestas sobre su cita la cual nunca fue contestada. Ahogó a su lagartija. No, más bien también le trató también con indiferencia. Eve y Lena aparecieron, haciendo que la azabache le arrebatara el móvil.

—Juguemos a un juego —proclamó Lena escondiendo su móvil en su bolsillo trasero—. Hacerse la dura.

—¿Hacerse la dura? Eso no tiene sentido —negó Kara con la cabeza—. Va en contra de la evolución. ¿Cómo iba a querer un hombre de las cavernas a una mujer que le dijera "ve a por comida" y cuando vuelvas a lo mejor no estoy en la cueva? —preguntó rápidamente haciendo que Eve frunciera el ceño con sus ocurrencias. Sin embargo, Lena sonrió conociéndola—. Imra quiere una cueva ordenada y calentita. Que necesiten refugio. Yo le propongo refugio —aclaró Kara tomando un sorbo de su copa.

—Que le follen a Imra.

—Ya me la follé yo. Por eso tengo ese puto problema. Porque estoy esperando a que vuelva, pero a lo mejor ha pasado una cordillera y se ha perdido y ahora tendré que ir sola a la fiesta de esta noche.

—O no quiere volver —dijo Eve haciendo que las dos le miraran—. ¿Qué? Hay que abrir el abanico de posibilidades.

—No lo digo por eso —Lena retomó la conversación—. Digo que pases de ella. Iré yo contigo. Seré tu otra lagartija —se señaló a si misma mientras Kara fruncía el ceño.

—¿Qué dices? ¿Y Jack?

—Así verá lo que pasa cuando no hay ningún fuego en la cueva —le guiñó el ojo mientras quitaba el vaso de las manos de Kara y entrelazó su mano con la suya para irse de la fiesta.

Evidentemente no se despidieron de nadie. Ni si quiera de Eve.

Kara pensó en lo que estaba ocurriendo. La mano de Lena entrelazada a la suya hizo que sintiese un cosquilleo. Ahora no lo veía raro, lo veía reconfortante. Se preguntó porque estaba haciendo esto por ella si en realidad podría haber ido a la fiesta sola. Porque se tomaba tanta molestia en conocer a personas desconocidas de su vida con tal de... ¿hacerle sonreír? Tampoco sabía porque tenía tanto empeño en su vida amorosa. Y tampoco es algo que le molestara en absoluto.

Ella deseó que Lena fuera de su linaje. Era una chica increíblemente atractiva y atenta a pesar de ser a veces idiota, pero formaba parte de su encanto. Su relación se estrechó y ahora Kara no sabría qué hacer si Lena desapareciera. Sin duda iría tras ella.

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Se dirigieron al lugar de la azotea para la fiesta de Nia.

Allí continuaron bebiendo, lo que probablemente no deberían haber hecho, pero tampoco se arrepentirían de ello. Saludaron a su amiga y presentó a Lena como su compañera de trabajo.

Pasó una hora entre bebidas y conversaciones embarazosas. Nia hizo un brindis, dando un discurso amoroso sobre prometido Brainy. Finalmente, Nia le dio el visto bueno a Kara, pero la rubia negó con la cabeza haciéndole saber que era solo una amiga. Sin embargo, su mejor amiga le insistió: "no te mira como si fueras su amiga". Eso hizo que el corazón de Kara aleteara con violencia sobre su pecho. Ya no sabía ni que pensar.

Se dirigieron a la pista de baile con más invitados un rato después de beber.

—No sé qué demonios estás haciendo —dijo Kara mirando los movimientos bruscos de Lena.

—Tengo ritmo —exclamó la azabache encogiéndose de hombros mientras continuaba bailando.

—No seas idiota —replicó Kara y se rieron.

—¿Tienes otro insulto? Venga, vamos, muévete —animó Lena golpeando su cadera con el suyo—. A nadie le importa, no te están mirando.

Kara obedeció moviendo sus brazos imitando a las personas de su alrededor. Lena comenzó a reírse y a apreciar cada movimiento absurdo de la rubia. Todavía se preguntaba como Imra podía dejar escapar a una mujer maravillosa como lo era Kara.

Continuaban bailando cuando la música de repente cambió a una más lenta. Ambas se quedaron incómodamente inseguras sobre cómo proceder por un momento, pero la mano de Lena ya estaba en el aire cuando Kara se dio la vuelta.

Se balancearon suavemente con la música por un rato en un agradable silencio antes de que Kara la rompiera.

—Gracias por venir conmigo, por cierto. No tenías que hacerlo.

—No tenía, pero quería —sonrió Lena de lado sin dejar de mirar a Kara, pero ella segundos después apartó la vista y se acomodó en su hombro.

—Aun sigo pensando en lo que ha dicho Nia sobre su discurso. Aun así... Cuando hay razones por la que no deberían funcionar, pero no importa. Es como Romeo y Julieta. Sus familias son enemigas y aun así... —la rubia se quedó pensativa durante unos segundos—. Nia y Brainy no tienen un aun así...

—Pero eso es bueno, ¿no? No hay nada que no les pueda no gustar uno del otro. Aún no —aclaró Lena haciendo reír a Kara.

—Eso pasa incluso entre amigas... Es decir, Nia a veces es una desfasada, no paga la factura a tiempo y se olvida de hacer la compra, pero aun así... la adoro, ¿sabes? —se quedó mirando la sonrisa que nacía de Lena—. Eres una chica de cosas caras —comenzó a decir Kara—, dejas que un niñato te chulee y aun así eres soportable.

—Yo no dejo que me chulee —refunfuñó Lena.

—¿Perdona? ¿Y tus gafas de sol? —preguntó Kara con cierta burla.

Eso impresionó a Lena. Eso quería decir que Kara le había seguido con sus ojos cuando no estaban juntas en la pisci-fiesta. Sonrió de lado ante la idea.

—Hablas muy deprisa —replicó Lena haciendo que la rubia la mirara a los ojos—, y eres demasiado amable con la gente, salvo conmigo por lo visto. Y, aun así, bailas como el culo.

—Esto no funciona así —comenzó Kara a reírse mientras Lena le daba vueltas y se soltó—. ¡Quiero pizza!

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Se fueron con una caja pizza en la mano mientras regresaron borrachas al apartamento de Lena en silencio mientras Kara miraba con adoración la caja de pizza que la azabache sostenía.

—Esto va a sonar raro, pero me follaría esta pizza —confesó Lena.

—No lo digas delante de nadie más, pero yo lo pillo —dijo Kara con una risita, su estado de embriaguez es la única razón por la que estaba jugando en lugar de quejarse de lo vulgar que estaba siendo.

Entraron en su apartamento con música a todo volumen a través de los parlantes, lo que hizo que Lena la condujera inmediatamente de nuevo fuera.

—Lo siento, Eve está escuchando "Earned it" —explicó Lena a modo de explicación.

—¿Y?

—Eso significa que se está conectando con algún chico.

—¿Eve es hetero? ¿Por qué todas las tías buenas son heterosexuales? —Kara preguntó con un puchero.

—¿Qué? —Lena frunció el ceño, pero la risa de Kara le relajó un poco.

—Era coña —señaló su cara mientras rompía en un ataque de risas inducidas por el alcohol.

Regresaron fuera a la calle donde Lena bajó las escaleras de incendios para que pudieran subir a su apartamento e ingresar a su habitación de esa manera.

Lena subió primero, cargando la pizza cuando Kara le advirtió que cuidara a su "bebé" todo el camino hasta que llegaran a su habitación.

—El comedor está aquí —dijo Lena nada más sentarse en el suelo a los pies de la cama.

Kara se sentó a su lado en el suelo cuando finalmente, finalmente, abrieron la caja de pizza.

—La gratificación retrasada hace que esta pizza sepa aún mejor —dijo Kara entre bocados de su porción. Lena solo asintió en respuesta, con la boca llena de pizza.

Comieron en silencio, ambas saboreando el sabor de la pizza barata. Kara estaba tan concentrada en analizar atentamente la proporción de queso a masa que no notó que Lena la miraba hasta que levantó la vista y se encontró con sus ojos verdes. Se quedaron allí calladas por un momento mirándose la una a la otra.

El momento estuvo cargado de... algo, la tensión electrizante que se encontraron ligeramente empujadas una hacia la otra. Sus caras estaban a solo centímetros de distancia antes de que Kara finalmente rompiera la mirada.

—Probablemente debería irme —dijo Kara aclarándose la garganta.

—¿Rebanada para el camino? —levantó la pizza.

—Sí, por favor. Con doble capa. —dijo mientras tomaba la rebanada y luego volvió a salir a la escalera de incendios para regresar a casa, confundida por algo que no pasó.

Lena se quedó sentada en el piso de su habitación comiendo pizza en silencio, igualmente confundida cuando el silencio fue interrumpido por su teléfono vibrando. Miró hacia abajo para ver a Jack en llamada. Presionó ignorar. Tiró el móvil al suelo y luego volvió a comer su pizza en silencio.

---

Cuando Lena se puso a trabajar el lunes siguiente, había una nota pidiéndole que bajara al piso de Kara, así que tomó el ascensor hasta llegar al escritorio de la rubia.

—Uh, hey —saludó con una pequeña sonrisa.

—Hola —respondió Kara con una sonrisa a juego, aunque Lena notó que se veía más que confundida—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Antes de que pudiera responder, Alex salió de su oficina y les hizo señas para que entraran a su despacho. Cuando lo hicieron, vieron a Samantha allí de pie también. Los nervios de ser descubiertas se reflejaron en sus ojos. Alex tomó asiento y Sam fue la primera en hablar.

—Lena, esta es Alexandra Danvers y la secretaria de Danvers, Kira.

—Kara —corrigió la jefa de la rubia.

Lena y Kara se giraron para darse la mano torpemente como si se encontraran por primera vez y luego volvieron a mirar a sus jefas para ver qué tenían que decir.

—Ustedes dos deberían conocerse más porque Alex y yo nos vamos a casar —anunció Sam mientras tomaba la mano de la Sra. Danvers.

—Oh, uh, wow —Lena fue la primera en reaccionar en responder.

—Genial —intervino Kara.

—Qué bien, fantástico —agregó Lena.

—Simplemente increíble —volvió a hablar la rubia emocionada.

Habrían seguido su rutina de decir torpemente sinónimos de "que genial, enhorabuena, que lindo" por turnos hasta que Sam las interrumpió:

—Volaremos a la Polinesia Francesa y luego nos escaparemos a la playa para ver puestas de sol y todo ese rollo romántico —mientras Sam hablaba, Alex continuó agarrándole la mano y ella sonrió con timidez—. Queremos que ustedes dos lo organicen.

—Ah, por supuesto —dijo Kara mientras rápidamente iba a tomar su libreta de confianza de su escritorio—. ¿Quién lo iba hacer si no?

—¿Cómo es que no estás escribiendo esto como Kira? —preguntó Sam agitando su mano para llamarle la atención a su secretaria.

—Kara Zor-El —murmuró nuevamente Alex mientras le daba un codazo suave sobre su cadera.

—Uh, sí, sí —la azabache torpemente buscó su teléfono de su bolsillo para tomar notas.

—Puesta de sol, playas bonitas... —murmuró Kara mientras apuntaba—. ¿Para cuándo quieren irse? —Kara preguntó mientras sin dejar de garabatear en su bloc de notas.

—El próximo sábado —respondió Sam con convicción.

—¿El próximo sábado? —Kara levantó la vista para mirar a las jefas—. Eso es muy pronto —el pánico en su voz aumentando ligeramente.

—Sí —asintió la jefa de Kara—. Bueno habrá mucho tiempo libre, así que podrías aprovechar para escribir el artículo que me dijiste hace tiempo —sugirió Alex con una sonrisa diferente a todo lo que Kara había visto antes en su rostro.

—¿En serio? —preguntó asombrada y Alex arqueó la ceja—. Es decir, sí. Por su puesto... eso sería estupendo —se sinceró con una sonrisa de oreja a oreja.

—Y Lena —habló Sam, apuntando a su secretaria—. Voy a ascenderte.

—¿Qué? —preguntó la azabache incrédula, asombrada y reprimiendo una sonrisa de oreja a oreja.

—Sí. Así que cuando venga, podrás enseñar a ese chico nuevo para que lo pongas... a tu nivel —le dedicó una sonrisa y luego miró a Alex con ternura sin dejar de sujetar su mano.

—Por supuesto —asintió Lena.

—Uy... que tierna eres —murmuró con picardía Alex mientras acariciaba su mano.

—Eso tendría que comprobarlo —Sam se giró para ver los ojos de Alex y Lena y Kara sabían perfectamente que estaban haciendo el baile del apareamiento.

—¿Hum? —Alex giró bruscamente su cuello a las dos secretarias—. ¿Todavía estáis aquí?

—Oh, no. Nos vamos —contestaron ambas secretarias al unísono.

Cuando las jóvenes salieron del despacho, miraron a la puerta de la jefa de Kara y luego se miraron entre risas, disfrutando y elogiándose una a la otra de haberlo conseguido. Se abrazaron fuertemente contentas de haber sido unas perfectas tiranas. Sin embargo, el abrazo efusivo se convirtió en tierno segundos después. Lena apreciaba cada longitud de su cuerpo abrazado y Kara se sentía en una gran nube de azúcar por el aroma de la azabache. Se miraron unos segundos, pero Lena la apartó bruscamente murmurando el nombre de su jefa.

—Quiero desplazar mis reuniones para ir al club esta tarde —dijo Sam haciéndole señas para que le siguiera.

—Sí, señora —le siguió despacio. No antes sin despedirse mirando hacia atrás y regalándole una sonrisa a Kara que ella agitó su mano también con una sonrisa entre dientes.

---

Minutos después, Alex llamó a Kara a su oficina para planear los acontecimientos antes, durante y después del compromiso. Por primera vez, su jefa invitó a su secretaria que la acompañase en una pequeña charla, dándole consejos sobre el amor y cuán estaba enamorada de Sam. Lo llamó destino. Eso hizo que la rubia mirara hacia abajo.

En realidad, se sintió agradable hablar con ella y vio la otra cara de Alex, pero pensar en la palabra destino... hizo que su pecho quemara porque realmente no era así. ¿Lo que más le jodió de todo? Es que Alex se sinceró con ella diciendo que si se portaba como ruda o bruscamente  era porque decía que veía potencial en Kara; quería que realmente redactara un artículo para su editorial y que en un futuro conocería a varios arrogantes e imbéciles en el sector.

Por otro lado, Lena disfrutaba de su comida en el club con su jefa. Era todo nuevo para ella, algo que siempre deseó y que gracias a la idea absurda de Kara lo consiguió. Se apuntó mentalmente invitarla a cenar y llevarle a un sitio más... apropiado. Aunque no le importaría llevarla a uno de esos restaurantes de comida rápida. Con tal de verle feliz, se conformaba.

Mientras se servía el plato, Sam le recordó que le enviara una invitación a su exmujer. Algo que le sorprendió a Lena que hizo que le preguntara el motivo de la insistencia. Simplemente quería restregarle lo feliz que era ya que su matrimonio fue un infierno. Se sinceró con ella y Lena se sorprendió que detrás de ese corazón arrogante se encontrara a una chica blanda loca por los huesos de Alex.

—¿Y su hija irá con vosotras?

—¿Mi hija? No —contestó Sam secamente—. Y ni se te ocurra mencionar a Ruby delante de Alex.

—¿Ella no sabe que tiene una hija? —preguntó con el ceño fruncido, algo que no debería haber hecho ya que Sam le fulminó con la mirada, pero no podía dejarlo estar—. ¿Por qué no se lo ha contado?

—Porque Ruby es mi vida y si Alex se enterara y no le gustara la idea de tener hijos... Dios, es duro, ¿sabes?

—Pero te vas a casar —soltó el plato en la mesa para mirar sus ojos—. ¿Le piensa ocultar a Ruby durante toda la vida? ¿Qué pasará cuando se entere?

—Ese es mi problema —gruñó enfadada haciendo que Lena frunciera más el ceño—. Por cierto, compra un anillo grande. Con las prisas le pedí matrimonio con un macarrón.

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—¡Lena! —gritó Kara caminando hacia su escritorio con dos cafés. Era tarde y ella ya había acabado despachada del trabajo y pensó en darle algunas energías a Lena—. Lo has logrado.

—¿Qué? —se recostó en la silla.

—Bueno, lo hemos logrado —corrigió Kara cogiendo una silla para sentarse a su lado.

—¿De qué estamos hablando? —preguntó la azabache nerviosa mirando a Kara mientras cogía su café.

—Empezamos esto como tiranas y hemos acabado formando una bonita pareja... entre Alex y Sam —comenzó con una sonrisa—. Ahora se gustan, se soportan y se adoran —miró a Lena con una sonrisa—. Aunque sigo viendo a Sam una chica arrogante y refinada, pero al menos es sincera con Alex y me alegro por eso.

—Y yo... —murmuró Lena apretando los labios apartando la mirada—. Por cierto —se giró hacia su portátil—, he organizado un poco el viaje. Mira que resort.

—Es genial —alagó la rubia dándole una palmada en el hombro y se quedaron mirando cuando Lena cruzó su mirada con ella. Sonrieron tontamente, pero Kara se dio cuenta de que podría ser incómodo para Lena como otras veces, así que carraspeó—. Tengo que irme —se levantó dejando el café en la mesa y dio pasos hacia atrás sin dejar de mirar a Lena—. Mañana tengo que comprar atuendos nuevos para Alex para el viaje. A veces pienso que soy su recadera —comenzó a reírse sacando una sonrisa a Lena hasta llegar a la esquina—. Buenas noches.

—Buenas noches, Kara.

Se despidió con una sonrisa, pero en cuanto la rubia desapareció, se quedó mirando el portátil. Sincera no era totalmente la palabra para describir a su jefa.

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—Por favor, ven conmigo para comprar un anillo —casi exigió Lena por el teléfono.

—Ni hablar, tengo que terminar las compras de Alex o me matará —contestó Kara como pudo ya que cargaba con diez bolsas a la vez.

—Venga, seguro que tú entiendes de eso. A mi me van las cosas caras, pero no tengo gusto. Sabes lo que le gusta Alex, por favor —suplicó Lena y Kara negó de nuevo—. Necesito a mi chica ingeniosa, preciosa, encantadora, risueña, amable e inteligente.

—Está bien —no dudó en contestar esta vez.

Estos días de compras antes de que llegara el sábado, Kara y Lena estuvieron compartiendo ideas y gustos. A Kara le gustaba escuchar a Lena, y Lena le encantaría la idea de volver a Kara no siendo por trabajo. Vio su oportunidad y la aprovechó. A decir verdad, estaba descubriendo algo bonito y claramente no quería soltarlo.

Los abrazos de Kara, las caricias de ella, la risa tonta, el mal lenguaje, los conjuntos bonitos, la sonrisa perfecta... Se lo decía. Siempre le decía algún cumplido. En realidad, estaba tonteando y no en estos días, si no desde hace tiempo, pero se dio cuenta hace poco: echaba de menos a Kara cuando no la veía por los ascensores o del camino al trabajo. Claramente no se veían cuando comenzaron su relación y claramente no se sentía como compañeras tiranas cuando empezaron trato. Ahora sentía mucho más.

—¡Bien, genial! —gritó Lena por felicidad—. Oh, y si te pasas por la oficina de Sam, coge la tarjeta bancaria que está en el cajón de mi escritorio.

—Luthor, te aprovechas de mi hospitalidad.

—Te lo compensaré con una cena.

Kara asintió y colgó con una sonrisa tonta. Ella ya lo tenía claro desde el principio, pero no sabía si era recíproco. Era todo tan diferente y asustadizo que no se atrevía a dar ningún paso en falso, pero realmente le atraía Lena. Quiso pensar que sus elogios eran más que una simple amistad, aunque tampoco iba a ilusionarse. En realidad, ella nunca pensó en que se habían convertido en amigas porque eran compañeras de equipo. Una amistad es quedar, ir a un lado y hacer cosas de amigos. Como con Eve o Nia.

Pero ella no era Eve ni Nia, era Lena y se sentía diferente. Se entusiasmaba cada vez que le hacía un cumplido o como ahora que le había invitado a cenar. Ellas dos. Nadie más. No con Eve. No con Nia. Solo con Lena. "Mi chica".

Cuando Kara llegó al escritorio de Lena, buscó entre sus cajones felizmente hasta hallar la tarjeta bancaria de su jefa, pero antes de irse, escuchó murmullos cabreados de la puerta de su despacho. Frunció el ceño, curiosa de por qué Sam estaba sonando tan enfadada y la curiosidad mató al gato cogiendo el teléfono para escuchar la conversación.

—Por enésima vez, Ruby no es que vaya a tener otra madre. Ni si quiera la conocerá hasta que yo lo diga. Pues claro que no, es mi hija. Sí, me voy a casar con ella, ¿algún problema? No, no sabe nada de la existencia de Ruby.

Kara se quedó helada y colgó el teléfono con brusquedad. Salió de ahí con millones de preguntas en la mente. Soltó aire por la boca para mantener la calma y tenía que ir a comentárselo a Lena. Tendría que haber una explicación.

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—¿Cree que este anillo se verá desde el espacio? —preguntó Lena a la dependienta mirando el gran pedrusco.

—Hola —interrumpió Kara llegando a su lado.

—Oh, ella es la afortunada, ¿verdad? —preguntó la dependienta haciendo reír a Lena.

—¿Qué pensará Alex de los diamantes rojos? —le cuestionó a Kara cambiando de tema rápidamente.

—Oh... toma —le entregó la tarjeta bancaria—. ¿Sabes? Hoy ha pasado algo raro. Sam estuvo hablando con alguien sobre su hija y no sé si he escuchado bien, pero creo que Alex no sabe la existencia de la niña.

—Oh... —Lena sintió como la joyería se estaba empequeñeciendo—. Seguro que le estaba dejando un mensaje en el buzón de voz alguna amiga pesada o puede que, si lo sepa, pero... ¿este no es bonito? —cogió un anillo cualquiera—. ¿Crees que le gusta el topacio? —le cogió la mano y le metió el anillo en el anular.

—No sé, ¿a ti te gusta el topacio? Porque a no me lo ha dicho después de decir por teléfono que Alex no sabía la existencia de Ruby.

—Me has engañado, era una trampa —le señaló Lena con el dedo.

—¡Acabas de admitirlo! —gritó Kara bajándole el dedo para señalarle—. ¡Me has mentido! ¡Lo sabías!

—Ha sido un error pequeño, todavía Sam lo está intentando.

—¿Pequeño? ¿Con todo lo que hemos hecho por ella? —gruñó Kara y Lena intentó tranquilizarla.

—Está esperando el momento, seguro que se lo dice antes de la boda.

—¿Qué boda, Lena? Ya no pueden casarse —se negó Kara rotundamente.

—Oh, así que es para una boda, entonces tengo una colección monísima —interrumpió la dependienta sacando otros anillos.

—Mejor déjenos un momento —la voz de Kara sonó a más que enfadada.

—Sí, claro que pueden casarse —intentó nuevamente Lena—. Podemos motivarla, controlamos sus llamadas y mensajes. Movemos los hilos, ella no tiene por qué enterarse por otras.

—¿Quieres ayudar a Sam a mentir a Alex? ¿Todavía? ¿Desde que se conocieron hasta ahora y más? —cada pregunta sonó más y más feroz.

—Toda su relación ha sido una mentira, Kara —gruñó Lena esta vez—. Y ahora una cosa sale mal y es un crimen tramar algo a sus espaldas.

—No —niega la rubia con la cabeza, apenada—. Nunca ha estado bien. Pero ahora estás dispuesto a cubrir una mentira importante a alguien que no te ha valorado, a salir con un coñazo de tío que te ignora y solo por un ascenso quieres arruinar la vida de una persona.

—¿Arruinar la vida a esos dos? No tenían vida, se la dimos nosotras —replicó Lena indignada.

—Oh, madre mía —comenzó Kara a reírse secamente—. Eres peor que Sam. Ella es una chica prepotente, arrogante, refinada y a veces no puede evitarlo, pero tú podrías. Prefieres ser una idiota empeñada en conservar tu ascenso y ser una persona despreciable.

—Aquí no hay un dilema moral —contestó Lena rápidamente señalando a Kara—. Tú tienes miedo de no seguir siendo secretaria.

—Eso es ridículo —rodó los ojos cruzándose de brazos.

—¿Has escrito algo ya que tienes tiempo? —preguntó sin empatía con una sonrisa sarcástica—. ¿Has hecho algo? ¿Algún artículo? ¿O has perdido el tiempo en no hacerlo? —se tomó una pausa, arrugando la frente—. Prefieres llevarle el café a Alex que a sentarte y a escribir por si eres mala.

Nada más decir las últimas palabras, Lena ya se estaba arrepintiendo. Se había dejado llevar por la rabia y en enfado, por el orgullo y por lo idiota. Su corazón se estaba haciendo añicos porque estaba viendo como Kara retenía las lágrimas. Unas gotitas ahuecadas en sus ojos formadas por ella y Kara no tenía la culpa.

—Voy a decirle a Alex toda la verdad... Toda —le dedicó una sonrisa apenada antes de irse, pero cuando fue a cruzar la puerta, la alarma sonó—. Oh, Dios mío, ¡perdón! —gritó al darse cuenta de que llevaba el anillo puesto.

—Oh, no pasa nada —intervino la dependienta—. Esto ocurre muchas veces. No lo del anillo, sino que dos personas se alíen y hagan que sus jefas se enrollen y salga mal —Lena la miró con las cejas arqueadas—. No estaba escuchando.

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La fiesta de despedida de soltera estaba llena de gente poderosa y arrogante. Algunas amigas también y otras madres acompañadas. Kara subió por las escaleras de la mansión buscando a Alex, pero fue ella quien la encontró. Le entregó el regalo y su jefa le agradeció con gran felicidad.

—Solo estoy pensando en irme el sábado.

—No debería pensar en eso ni irse el sábado —interrumpió la felicidad de Alex que la miró con el ceño fruncido—. En realidad, Sam es una chica capulla que le ha mentido durante bastante tiempo.

—¿Qué dices? Si me quiere y yo le quiero.

—No, que va. Si le quisiera no le mentiría. Todo es mentira, en realidad —comenzó Kara posando la mirada en el suelo y luego volvió a mirar a Alex—. La secretaria de Sam y yo nos aliamos para que las dos os enrollarais.

—De eso nada.

—Bloqueamos el ascensor. El partido de los Yankees lo hizo un amigo mío. Y cuando se peleaban, nosotras nos ocupábamos de enviar flores, vestidos y preciosas joyas, pero no la conoce... Ella...

—Para —exigió Alex—. Me da igual como empezó —encogió de hombros y Kara iba a replicarle, pero Alex le frenó con la mano—. Basta ya. Estás despedida, Kara.

—¿Qué?

—Márchate.

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—¿Reservaste el vuelo? —preguntó Sam llegando al escritorio de Lena.

—Sí... el vuelo del sábado... —y nada más contestar, Sam se adentró en despacho. Lena cogió el teléfono y marcó a la editorial.

—Despacho de Alex Danvers, ¿quién es?

—Ya sé que no me quieres escuchar, pero necesito...

—Perdona —interrumpió una mujer, claramente no era Kara—. ¿Quién es?

—Nada... —murmuró Lena antes de colgar.

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La semana pasó rápido hasta que llegó el sábado. 

Kara intentó escribir entre lagrimas y sudor. Debía tener la mente despejada. Nia llegó de su luna de miel, preguntando que es lo que le pasaba. Kara comenzó a llorar, diciéndole que le habían despedido y sincerándose y sintiéndose pésima, repitiéndose la misma frase de Lena en su mente: ella era mala en escribir. Se escondió bajo la manta para seguir llorando, pero Nia le golpeó con el cojín.

—Auch —se quejó Kara.

—Pues claro que va a ser pésimo tu primer borrador —casi gritó Nia—. El primero siempre será malo, pero en cuanto hayas terminado verás los fallos e intentarás hacer uno nuevo y mejorarlo, pero eso no sucederá hasta que no te pongas —golpeó la cabeza de la rubia nuevamente—. No eres una mala escritora, pero deja de compadecerte diciendo que estás escribiendo algo malo. ¡Sí, Alex era una borde! Pero te ha enseñado muchísimo durante estos años y ahora tienes tiempo de sobra para aplicarlo. ¡Mueve el culo y en marcha!

—Vale, ¡vale! —gritó Kara, asintiendo que tenía razón—. Voy a escribir el peor artículo del mundo.

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Lena no dejó de pensar en Kara. Se sintió culpable, pero las llamadas no eran devueltas y dejó de intentarlo. Kara quizá ya no querría saber nada de ella. No la culpó, sin embargo. Así que se rindió, buscó su teléfono y marcó a Jack para invitarlo a cenar.

Fueron a un restaurante de cinco tenedores y se sentaron en un sitio al fondo. Demasiado oscuro e íntimo. Le sirvieron la cena y Lena piensa en lo ridículo que es tener un plato tan grande con un minúsculo trozo de carne.

—Esto está buenísimo. Lo mejor que he comido en mi vida —elogió Jack sin dejar de dar bocado al pequeño trozo de carne.

Lena miró su perfil y sonrió apenada pensando en Kara. Esto no es lo que quiere. Esto de ser una chica más o menos rica no es lo que quiere porque gastar dinero para no disfrutar de un manjar ni de la compañía... Sabe que es un error. 

Ahora mismo le encantaría escuchar los quejidos de Kara sobre la comida cara, la risa después de quejarse porque Lena le había llevado a un restaurante caro y que luego, quizá, dejarían la comida tal y como está para irse a un puesto de perritos.

Era Kara. Siempre fue Kara. Era a la persona que quería tener al lado.

—Lo mejor que he probado ha sido una pizza que colamos por las escaleras de incendio.

—¿Qué?

—Que mierda... Este sitio es una mierda —gruñó Lena mirando alrededor—. Está oscuro y este filete está bueno, pero no cuesta setenta pavos. Tú y yo nunca hablamos y no quiero ser una idiota.

—No digas chorradas, Lena —le acarició el muslo, pero le retiró la mano.

—Ya no quiero seguir contigo, Jack. Por si alguna vez habíamos estado juntos, claro —se levantó y se dirigió a la salida.

Sacó su móvil para llamar a Kara que no contestó, pero le dejó un mensaje de voz diciendo que iba a dirigirse a la terminal para contarle toda la verdad a Alex. Cogió un taxi y se dirigió hacia el aeropuerto, llegando justo a tiempo al ver la pareja feliz.

—¡Sam! —gritó Lena haciendo que todo el mundo girara, incluyendo a su jefa.

—¿Me he olvidado de algo?

—Sí. Que eres una cabrona —espetó haciendo que todo el mundo abriese los ojos como platos—. No quiero ser una mentirosa como tú. No quiero el ascenso, lo dejo.

—¿Qué?

—Alex, no te cases con ella. No hasta que no te cuente toda la verdad si realmente te quiere.

—Hazle caso, quédate con esta chica —intervino uno de los pasajeros del lugar señalando a la azabache.

—¿Qué? —preguntaron Sam y Alex al unísono.

—No, ese no es el tema —le corrigió Lena antes de que el pasajero se fuera—. Alex, yo no te conozco, pero Kara sí porque no para de hablar de ti y hasta cuando se queja de ti te sigue elogiando. Sé que eres una tía dura, con los pies sobre la Tierra y que no aguantas las mínimas tonterías. No aguantes las suyas —miró nuevamente a Sam—. Si la quieres, cuéntaselo.

—¿De qué está hablando? —preguntó Alex mirando a Sam.

—Tengo una hija —soltó sin más, soltando un suspiro pesado.

—¿Y cuándo me lo pensabas decir? —preguntó la jefa de Kara incrédula—. ¿Después de la boda? ¿Cuándo quisiéramos tener nuestros propios hijos?

—¿Quieres tener... hijos? —preguntó sorprendida.

—¿Por qué no iba a querer tenerlos?

—Porque en nuestra tercera cita me dijiste que odiabas a los niños y me entró miedo —comenzó Sam suavizando su tono. Alex la iba a interrumpir, pero Arias cogió su mano—. Desde el primer beso me dejaste colada hasta los huesos y cuanto más te conocía, más me gustabas. Sé que a veces soy un poco arrogante, un poco gilipollas y pisoteo a todo el mundo, pero tú... estás por encima de mí. Tú me controlas, me calmas y me soportas... No es que no quiero que no la conozcas, para dejártelo claro.

—Odiaba a los niños del restaurante porque no me dejaban escucharte... —comenzó y miró a los ojos de Sam—. No nos vamos a casar y muchos menos nos vamos a ir.

—Alex... —apretó su mano al borde de las lágrimas.

—Primero quiero que nos conozcamos bien. Quiero conocer a Ruby y quiero que construyamos todo desde 0. Sin mentiras ni inventos, ¿de acuerdo? —se inclinó para besar sus labios mientras Sam asentía.

—He hecho mi trabajo —se dijo Lena con orgullo—. En realidad... lo has hecho todo tú, Kara...

Mientras todo esto sucedía, Kara por fin había terminado el artículo. Su primer y desastroso artículo, pero orgullosa de ello.

---

Al día siguiente Kara llega a la oficina a recoger sus cosas, pero se sorprende al encontrarse a su jefa yendo de un lado a otro. Antes de que pudiera preguntar, Alex ya le estaba exigiendo que encontrara un artículo que estaba en los archivos eliminados. Luego le exigió saber como guardó el número de su madre: Satán.

—Y quiero que vuelvas —dijo su jefa finalmente.

—¿Qué?

—Comprendo lo que intentabas hacer y no sé como puedes soportar todo esto, pero este sitio se derrumba sin ti. Por favor...

—La verdad es que he aprendido mucho de ti y créame que ha sido mi heroína muchas veces, pero si quiero ponerme a escribir no puedo buscar excusas para no hacerlo. No puedo ser su secretaría, pero le ayudaré a buscar a una nueva.

—Vuelvo a despedirte —dijo Alex dándose la vuelta.

—Ya... —contestó Kara haciendo una mueca, pensando en que no le había escuchado, pero su jefa nuevamente habla.

—¿Has escrito algo? —se giró y chocó con la caja de Kara y la rubia miró felizmente a su ahora exjefa—. Enséñamelo y veamos qué podemos hacer.

---

La rubia camina por el vestíbulo del edificio a la salida contándole a Nia lo que acababa de suceder: su jefa le había dado un puesto en la sección deportista, pero se quedó de piedra al ver a Lena parada al otro lado de la puerta de cristal. La azabache giró su cabeza y conectó con la mirada de la rubia.

Salió y se dirigió hacia ella un poco dudosa. Sonrió al ver el cambio de aspecto. Iba con una chaqueta vieja, camiseta antigua, vaqueros anchos y zapatillas a parte de un moño mal hecho. Algo increíble de ver.

—Hola... —murmuró Kara agarrando con fuerza su caja.

—Hola... —le devolvió el saludo acompañado de una sonrisa apenada.

—¿Qué haces aquí?

—Bueno, Alex dijo que quería verme. ¿Qué haces tú?

—No me lo creo... —dijo Kara adivinando las intenciones de su jefa.

—Oh, Dios, como tiranas... —comenzó Lena a reírse mientras Kara dejaba la caja en el suelo.

—¿Por qué vas vestida así? —preguntó la rubia mirándola de arriba abajo.

—Ya no trabajo aquí. Empiezo de cero, a los veintiocho años. Soy temporal, que está por debajo de ser secretaria con lo cual es una putada, pero... no está mal —encogió de hombros—. Así puedo probar varios trabajos y ver que me gusta de verdad —Lena miró a Kara a los ojos y sintió como su corazón salía del pecho—. Lo que tengo claro es que me gustas tú. Muchísimo —aclaró con una sonrisa apenada—. No es nada fácil entenderte y es difícil ganarte y eso es mucho mejor.

—A la hora de la verdad no tuviste escrúpulos.

—Lo sé.

—Lena... tienes el mismo concepto del amor y del sexo... —frunció las cejas—, que un alumno de primaria.

—¿De primaria? Como mínimo de secundaria —se defendió la azabache.

—Vas a los partidos en traje —prosiguió Kara.

—¿Qué? —Lena estaba realmente confundida por la no correlación de sus oraciones hasta que Kara sonrió y la azabache entendió el juego.

—Tú eres una listilla —replicó.

—Eres una torpe jugando al beer-poing.

—Y tú no sabes nadar y usas muchos signos de exclamación —se rio Lena.

—Y realmente eres una idiota.

—Y aun así...

—Y aun así... —murmuró Kara.

Lena no contestó. Kara tampoco lo hizo. La azabache cogió su mano y la atrajo para conectar sus labios con los suyos. Kara abrazó su cuello mientras Lena agarraba sus caderas, fundiéndose en el beso. Piensa en lo desastre que ha sido todo, que la vida de Lena está patas arriba y que Kara tiene un futuro incierto, pero aun así quieren quedarse.

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