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25

   Odio los días nublados. No puede existir algo tan malo para mí en el planeta. Y sí, solo para mí. Es muy molesto sentirme casi como una humana cada vez que al sol no le da la gana de salir.

   Alex dijo que solo tenga paciencia, ya que a mi primo Clark, no le sucede esto. Tal vez porque él ha estado más tiempo en la Tierra y tiene suficientes energías acumuladas. Pero igualmente es insoportable. En los momentos que necesito mis poderes, el sol quiere hacerme una mala jugada.

   El dolor de cabeza regresó en el momento que me desperté. Suspiré y me toqué la frente. Miré a mi alrededor y me sobresalté cuando vi a Lena al lado. Estaba sentada en el suelo, apoyadando la espalda en la mesa. Su cabeza estaba agachada y su pecho subía y bajaba de una forma lenta.

   Se veía tan tierna que me daba pena despertarla, pero no podía quedarse ahí. Aún no había amanecido y necesitaba dormir mejor. Me quité la manta que mágicamente había aparecido y me arrodillé al lado de Lena. Le moví un poco el hombro y ella frunció el ceño.

   —Amor—. reí—, no puedes quedarte aquí a dormir.

   Lena abrazó mi brazo y la usó como almohada. Traté de quitarlo, pero ella gruño. Giré los ojos y sonreí. Pasé mis manos por sus piernas y la levanté. Perdí un poco el equilibrio, pero logré quedarme parada.

   —Si que pesas, eh  —comenté.

   Ella acomodó su cabeza en mis pechos y respiró hondo. La recosté en la cama y dejé un pequeño beso en su frente. Me acosté a su lado y Lena se aferró a mi como un koala. Faltaba mucho para que sea de día, pero el sueño no me ganaba. Permanecí despierta el resto de la noche.

   Acariciaba el cabello de Lena, mientras pensaba una forma de pedirle para ser su novia... oficialmente. Debía ser algo inolvidable, algo igual de maravilloso que Lena. Tenía muchas ideas en mi mente, pero necesitaba prepararme.

   Los rayos de sol entraron por la ventana y cerré un momento los ojos para sentir como las energías regresaban a mi. Me sentía mejor, mucho mejor. Lena se movió un poco y yo dirigí mi mirada hacia ella. Le mostré una pequeña sonrisa cuando ella abrió los ojos. Estos tenían un pequeño brillo que me inundaban en felicidad.

   —Hola—susurró con la voz un poco ronca—. ¿Cómo te sientes? Maggie me contó que no te fue bien la extracción de sangre.

   No puedo creer como puedo haber tenido tanta suerte para conocer a una chica así. Su mirada mostraba preocupación cuando sentí que mis ojos se humedecieron.

   —¿Qué sucede? ¿Te pasa algo? ¿D-dije algo malo?

   Sonreí, mientras caía una lágrima por mi mejilla. La abracé con fuerza y ella se sorprendió. Obviamente no lloraba por tristeza. Solo que mis sentimientos brotaban cada vez que recordaba lo afortunada que era. Nunca pensé que una persona pudiera sacarme una sonrisa tantas veces sin ningún esfuerzo.

   —Es imposible que hagas algo malo—repliqué.

   Debo prepararle algo único para ella. Tiene que ser perfecto. Pero Lena ya es perfecta. Pues debe ser un perfecto mucho más perfecta que ella.

. . .

   Las semanas concurrían con rapidez. La venta de armas se había detenido completamente. Compararon las huellas de Emma con las que encontraron en las balas y descubrieron que ella era la culpable. Mas lo que realmente me sorprendió, fue que unos días después, Lena me comunicó que Emma había confesado ser la causante de la venta ilegal. Y tenía sentido ya que sus antiguas compañeras de cuarto, habían sido atrapadas hace mucho y ella ha estado en el internado hace cinco años. Además, se descubrió que ella tenía problemas psicológicos ya que cuando era niña, su padre en un momento de ebriedad, asesinó a su esposa después de violarla.

   Tenía totalmente claro que muchos estudiantes, en este momento, deben tener un odio tremendo hacia Emma por los traumas que le deben haber dejado. No puedo imaginar cómo deben haberse sentido en el campamento, esperando que llegue la policía mientras había un loco escondido en el bosque que no dudaba en disparar. Sin embargo, mi caso era diferente. No estoy molesta con Emma y nunca lo estaré. Aunque haya tratado de culparme a mí al colocar balas en mi mochila o que por su culpa Lena está en recuperación por su hombro, mi odio contra ella no existe. No tengo en mi mente la imagen de una chica malvada, sino la chica risueña que conocí en el autobús, la que no le tenia miedo a Carla y hasta la molestaba. No me culpen, pero es mi naturalidad. He sufrido tanto a tan poca edad, que no tengo en mi planes a futuro odiar a alguien.

   Aunque debo de admitir que, desde que paró las ventas de armas, mi vida a ido mucho mejor. Tengo más tiempo con Lena, haciendo que mis notas suban considerablemente y nuestro amor se haga más irrompible. Todo se me está haciendo mucho más fácil, hasta en las artes marciales estoy de maravilla.

   Hoy a sido un día muy movido en realidad. He visto a muchos alumnos un poco inquietos, pero no encuentro la razón. Claro que, cada uno reacciona diferente. Maggie hoy está de maravilla, hasta creo que brilla más que el sol. En cambio, Lena no ha estado mostrando muchas sonrisas. Quiero saber qué le sucede, pero la conozco, y sé que no le gusta que la atormenten con preguntas.

   Me molestaba un poco que no tuviera la confianza suficiente en mí para decirme sus problemas.

   Traté de calmarme un poco entrenando. Era lo único ahora que me mantenía con la mente ocupada y sin ningún estrés.

   Aunque creo que este día no era mi día de suerte. Maggie me dijo que no podría entrenar y no me salía un maldito giro. La patada que quería lograr eran los giros en el aire. Había subido muchas cintas y, aunque este movimiento aún no era de mi nivel, quería internarlo. Vi como lo hacía Maggie y es simplemente expectacular.

   —¿Qué pasa, Danvers? ¿No puedes dar tu saltito? —provocó Carla.

   —¿No puedes callar la boca?

   Ella puso los ojos en blanco y se fue a entrenar con otros. ¿Qué se cree para decime qué no puedo hacerlo? Soy la estudiante que más rápido a avanzado las cintas y no me va a detener un estúpido giro.

   Separé un poco las piernas y primero practiqué un giro con patada. Suspiré y me impulsé en el aire. Estiré la pierna para dar una patada, pero no lo hice al verla.

   Caí sin haber terminado la patada. Un miedo sacudió mi cuerpo. Tuve que parpadear varias veces para asegurarme que no estaba delirando. Porque ella estaba ahí. Eliza estaba parada en la puerta, viéndome.

   ¡Soy una tonta! ¡Había olvidado por completo que hoy era la visita de los padres! Es por eso que Maggie estaba tan feliz, obviamente Alex debe estar acá. Es por eso que Lena no quería hablar con nadie. Su madre iba a venir. Ella no me dijo nada porque pensó que la persona que ama tenía la suficiente memoria y preocupación para recordar que hoy venia Lilian. Me siento terrible. Lena debe haber pensado que yo la ayudaría, pero no hice nada. Soy una idiota. Y ahora también estoy metida en el problema de mi mamá.

   —Sal, ahora —ordenó cortante.

   Carla que estaba cerca mío miró a Eliza​ de mala manera.

   —No hagas nada, por favor —musité cuando pasé a su lado.

   Carla frunció el ceño, pero se quedó ahí. Me acerqué a Eliza y bajé la mirada. Ella solo se fue, caminado. Yo dudé al principio, pero al final la seguí.

   Su silencio me comía por dentro. Ese maldito silencio. Aunque tampoco tenía muchas ganas que hable, porque sabía que iba a ser malo.

   Entramos a un salón de clases que estaba vacío. Eliza caminaba en vueltas mientras se frotaba la cien.

   —Artes marciales —comenzó hablando.

   —No veo cuál es el problema —le respondí. Realmente nunca hacia esto, siempre prefería escuchar a Eliza, pero esta vez no. Yo haré lo que realmente creo que es bueno.

   —Kara, te he hablado de esto mil veces. No puedes hacer deportes que sean cuerpo a cuerpo ¿No lo entiendes?

   —No, realmente no lo entiendo —repliqué, cruzándome de brazos.

   —Kara, por favor —rogó Eliza.

   —¿Por favor qué? Esta es una buena oportunidad para aprender a usar mis poderes.

   —Clark sabe controlar sus poderes y nunca hizo artes marciales.

   —Clark ha estado aquí desde que era un bebé. Él ha vivido con sus poderes. Yo los obtuve. Es diferente.

   —Podemos enseñarte a utilizar tus poderes sin dañar a otras personas.

   —He hecho esto por medio año y nadie ha salido herido. ¿Por qué no me dejas ser lo que quiera? Soy realmente buena en ésto. He llegado a cinta morada en medio año. Un estudiante normal tarda como cinco años en hacerlo —dije desesperada.

   Quería que Eliza entienda lo bueno que me podía hacer esto a mí. Porque desde que empecé a entrenar, mis problemas de romper objetos por casualidad ha estado disminuyendo.

   —No me importa si eres buena o mala en eso. No quiero que un día el internado me llame, porque le rompiste la cara a alguien.

   —Tu sabes que lo que pasó en el colegio fue un error. Sabes que no lo haré de nuevo. Las artes marciales me ayudarán en el futuro —exclamé, mientras veía a Eliza dar vueltas por el salón.

   —¿Ayudarte en qué? —cuestionó levantando un poco la voz.

   Yo me quedé callada. Creo que era muy obvio a lo que me estaba refiriendo. Eliza se acercó a mí hasta quedar cara a cara y comenzó a negar con la cabeza.

   —¿Qué? No, Kara, no. Eso es muy peligroso para tí —dijo.

   —Cuando Krypton explotó, mamá me dijo que yo iba a ser la defensora de mi primo, la defensora de todo este planeta.

   —Sí, Kara, lo ibas a hacer. Pero nunca pasó. Tu primo llegó primero, el se convirtió en el defensor y tú nunca serás una heroína.

   Eso fue como una estaca en el corazón. Retrocedí unos pasos, sin creer lo que había dicho. Eliza notó que lo había arruinado todo.

   Ser un héroe es lo que más he deseado en mi vida cuando llegué a la Tierra. Salvar a personas y ver cómo sacaban una sonrisa de su rostro al saber que conmigo ya estaban a salvo.

   —Kara, lo siento —se disculpó mientras se acercaba a mí. Yo negué con la cabeza y di la vuelta.

   Abrí la puerta y me fui. Sentía como las lágrimas caían por mis mejillas y desaparecían por la velocidad en la que corría.

   Eso nunca se lo iba a perdonar.

   Ya estoy cansada de perdonar a todos. Siempre tengo que ser la persona que se lleva los platos rotos. Siempre tiene que ser a mí.

   Tuve que detenerme al ver a alguien adelante. Al levantar la mirada, Maggie estaba con Alex y se veían muy preocupadas.

   —Hey, ¿qué pasó? —preguntó Alex —. Vi que mamá te encontró en las Artes Marciales.

   —Voy a salir un rato —dije sería.

   —Está prohibido salir del Internado— se inquietó Maggie.

   —No me importa.

   Alex me tomó del brazo, yo voltee rápidamente y la vi molesta, pero ella estaba calmada. Siempre trata de estar calmada cuando me pongo así.

   —Lo siento mucho si te hirió lo que tú mamá te dijo, pero te tienes que tranquilizar. Si te encuentran fuera del internado, te expulsarán —dijo Maggie y Alex asintió con la cabeza.

   Hice un movimiento brusco y me zafé de su agarre. Comencé a correr nuevamente, ignorando el llamado de Maggie y Alex.

   Otra vez sucedió lo mismo, otra maldita disculpas y los problemas se quedan ahí. Sin resolverse. Ellos piensan que yo los olvidaré y seguiré mi vida cómo ellos quieren que sea.

   No sé si he usado un poco mis poderes, pero llegué un más rápido de lo normal a la cabaña. Al abrir la puerta, recordé que hoy no era un día cualquiera.

   La mesa estaba decorada y había una vela encima. Solo habían dos sillas: una para mí y otra para la persona más importante en el mundo; Lena.

   Me había tomado el tiempo de limpiar toda la cabaña y esconder por un momento las investigaciones de Lena para hacer una noche especial. Pero, claro, no creo que Lena quiera hacer algo hoy. Pensando que su madre está aquí y yo ni apoyo le di.

   Escuché unos golpes en la puerta y yo me sobresalté.

   —¿Kara? ¿Estás ahí?

   La voz de Lena resonó en toda la cabaña. No, ella no podía ver lo que había preparado. Me quité las lágrimas con el brazo y me acerqué a la puerta. Un momento... ¿cómo sabe que vine a la cabaña?

   —Déjame entrar —exclamó.

   Disminuí la fuerza y la puerta se abrió. Le daba la espalda para que no vea cómo luchaba para no llorar. Sentí su mano en mi hombro y yo cerré los ojos.

   —Kara —me llamó dulcemente.

   Me volteé rápidamente y la abracé. Ella sonrió de lado, mientras me acariciaba la espalda. Posó su cabeza en la mía y me abrazó con fuerza.

   —Escucha, no es necesario que me digas lo que te está pasando —susurró cerca de mi oído —. Pero no me gusta que te veas así. Soy una persona inteligente y atando cabos, creo que se cuál es el problema. Kara, eres la persona más fuerte y amable en el mundo. Siempre ayudas a los demás, aunque a veces no se lo merezcan. Me salvaste en el bosque, me defendiste cuando nadie creía en mí.

   Bajé la cabeza cuando mis ojos se humedecieron. Por alguna razón, recordé todas las veces que las personas más importantes en mi vida solo me decían...

   «Lo siento, Kara, pero irás al internado». Sabia que merecía un castigo, pero no quería escuchar eso, mamá. «Lo siento... No pude hacer nada más». No quería que te rindas, Alex. «Kara, lo siento». Sí, mamá, me heriste cuando trataste de romper mi sueño más grande. Pero en ese momento, no quería que me dijeras eso. «Lo siento mucho si te hirió lo que tú mamá te dijo». Maggie, nunca espere que dijeras eso. Nunca esperé que ninguno de ustedes me respondiera eso. Porque yo no quiero un lo siento. En esos momentos, lo que quería que me dijeran... Lo que realmente quería escuchar era...

   —Kara, tú puedes ser lo que quieras ser. Tú eres mi heroe. No importa lo que te digan los demás. Tú sólo cumple tus sueños.

   Levanté la vista. Lena me miraba con dulzura. Tomé su rostro y junté nuestros labios. Las lágrimas no dejaban de caer, pero eso no me impedía a seguir besándola. Lena acariciaba mis mejillas, sacando una sonrisa. El beso era calmado y suave. Lamentablemente, nos separamos por falta de aire. Ya no lloraba, era imposible hacerlo con Lena.

   —¿Cómo sabías que estaba aquí? —cuestioné.

   —Estaba discutiendo con mi madre. Salí a caminar un rato y encontré a Carla. Ella se veía muy preocupada, me dijo que había pasado algo contigo y que debería buscarte.

   —Carla. ¿Ella... te dijo eso?

   —Mmjm —asintió. Lena le dio un vistazo rápido a la cabaña —. ¿Y todo esto?

   —Era para tí. Una sorpresa.

   —¿Así? ¿Una sorpresa para qué?

   Lena rodeó sus manos por mi cintura y yo me sonroje. Lena comenzó a dejar pequeños besos por mi cuello.

   —Yo... Quería decirte... —trataba de articular las palabras, pero era difícil por las caricias que me hacía —. Esta noche, quería pedirte... sí podías... ser mi novia de manera oficial.

   Lena se detuvo y maldije en mi interior. Ella me miró a los ojos, mientras mis nervios estaban hasta los cielos.

   Ella rió y yo hice lo mismo sin entender nada.

   —Oh, Kara ¿Y por qué preguntarías eso?

   —Entonces.... ¿Eso es un sí?

   Lena asintió con la cabeza. Ella me quitó los lentes y acarició mi rostro. Nos acercamos lentamente y nuestros labios rosaron. El beso no se pudo realizar porque la puerta se abrió con fuerza.

   —Que bajo has llegado, Lena.

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