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   —¡Vamos, Danvers! ¡Ya es hora de levantarse! —exclamó Maggie en mi oído —. ¡Es tu segundo día en el internado! ¡No puedes quedarte dormida!

   Yo gruñí, puse la almohada encima de mi cabeza y me voltee, tapándome más con las sabanas. Antes ya había escuchado las alarmas en todo el cuarto que me indicaban a los estudiantes que era hora de comer el día, pero sinceramente no quería despertarme.

   —Maggie, déjame —susurré somnolienta.

   —¿Cómo hacia tu hermana para llevarte al colegio?— preguntó.

    Abrí un poco los ojos al sentir que la sabana ya no estaba encima mio. Luego, tampoco estaba la almohada. Me senté confundida y Maggie me lanzó una toalla. Yo suspiré y baje por las pequeñas escaleras de mano que había. Me estiré mientras bostezaba, miré todo el cuarto y me di cuenta que faltaba alguien.

   —¿Y ahora dónde está? —pregunté acercándome a su cama que ya estaba ordenada.

   —¿Quién? ¿Lena? Se despertó hace media hora. Sinceramente no entiendo a esa chica.

   Agarré mi ropa y fui al baño del tercer piso. (Porque sí, solo hay baños para todo el piso). Al salir, habían muchas chicas que era mejor no mirarlas a la cara para no crear problemas. Tuve que esperar cinco largos minutos para poder entrar a una ducha. Ahora entiendo porque Lena se levanta media hora antes, es más, me dí cuenta que Maggie también estaba lista.

   Giré la manija del agua caliente, y esta comenzó a caer por mi cuerpo. Tenía los ojos cerrados, tratando de imaginar como iba a soportar un año completo aquí. Y no porque me estarían molestando, sino que por un ataque de ira iba a matar a alguien. Eso casi sucede en la escuela y no quiero que se repita.

    Nuevamente se me vino a la cabeza la nueva compañera de cuarto. Alguien al verla puede pensar que es una persona fría y debo admitirlo, yo también pensaba lo mismo. Pero cada vez que recuerdo su voz, esos pensamientos se esfuman. No dijo nada malo o agresivo para que le tema, es más, su voz era cálida y dulce.

   No encuentro la razón por la que Lena esté aquí, igual que Maggie, pero bueno, yo tampoco no puedo quejarme mucho. Todos guardamos nuestros secretos. Todos cometemos errores. Algunos tienen pequeñas consecuencias y otras; muy graves. Depende de como reaccione el público y los problemas sociales que estén sucediendo en ese momento. O eso es lo que entendí de la Tierra. Les propongo un ejemplo; si una mujer golpea a un hombre, nadie lo tomará en serio. Le dirán al hombre que no se queje porque tiene que ser fuerte. ¡Ah!, pero si un hombre golpea a una mujer, a este lo pueden llevar hasta preso. Hay aveces que la mujer denuncia a su marido por acoso y el hombre se va directamente a la cárcel sin haber una investigación o pruebas. No me tachen de machista o mucho menos sexista, pero esa es la realidad que está afrontando la Tierra y este planeta es mi nuevo hogar así que tengo que acostumbrarme.

   Abrí los ojos en el instante que escuché a alguien tocando la puerta. Claro, lo había olvidado, no estoy en mi casa y no puedo tomar mis largos baños matutinos. Cerré la llave del agua y tomé mi toalla. Salí del baño con unos jeans, un suéter rojo, unas zapatillas azules y obviamente los lentes que me regaló mi padre, Jeremiah. Caminé por los pasillos del edificio con la toalla colgando del hombro, ignorando a toda la gente que me observaba.

   Al llegar a mi habitación, Maggie me estaba esperando afuera con los brazos cruzados y apoyada en la pared.

. . .

   —Después de comer en la cafetería —comenzó a hablar Maggie —, iremos al colegio para que te apuntes en alguna actividad.

   —¿Es obligatorio? —pregunté casi quejándome.

   —Obviamente, pero vamos tómalo del lado bueno. Tal vez hay algo que te guste. Hay dibujo, fotografía, fútbol, atletismo, basketball, voley, artes marciales y ajedrez.

   —Tal vez tomé las clases de artes marciales —dije.

   Era una buena oportunidad para aprender a pelear. En mis planes del futuros está convertirme en una superhéroe como mi primo y, para eso debo aprender a defenderme.

   —¿En serio? ¡Perfecto! Yo también estoy en artes marciales. Soy cinta morada. Lo necesitaré para mi futuro trabajo —me explicó —. ¿Alguna vez has practicado artes marciales?

   Inmediatamente negué con la cabeza.

   —Mi madre no me deja porque cree que es peligroso.

   —No le encuentro sentido. ¿No se supone que eres como tú primo?

   —No peligroso para mí, cabeza hueca, sino para las personas que pelearán conmigo.

   —Igual no le encuentro sentido. Sería una buena forma para que controlaras tus poderes, si es que tienes tanto problema en eso.

   —Es lo que yo pienso, pero es mamá. Ya sabes, ellas imponen las reglas.

   —Pero ya no estás en tu casa, ahora estás en el internado, sin madres que te digan que decir —dijo Maggie, mientras empujaba la puerta de cristal de la cafetería.

   Ayer hubo un gran menú de mucha variedad. Maggie me dijo que aprovechara porque eso solo lo hacen el primer día de clases. Hoy, solo había huevos fritos para desayunar y una jugo de naranja. ¿Algo es algo, no?

   Nos sentamos en una de las mesas donde habían seis personas más, supongo que eran compañeros de Maggie. Me concentré en solo comer y pensar si realmente debía meterme a las clases de artes marciales. Sé muy bien que le puedo hacer daño a alguien, pero no puedo estar toda mi vida haciendo algo que no me interese.

   Mi vista se levantó un poco y pude ver que en una mesa de la esquina, Lena estaba sentada, con un libro en la mano derecha y un vaso con jugo; en el izquierdo. Tenía unos lentes y su cabello estaba recogido en una cola. No había nadie más en su mesa y eso me pareció raro.

   Terminé de comer y me levanté de la mesa. Maggie estaba tan distraída, hablando con los otros, que no se dio cuenta que me había ido. Fui con pasos lentos hasta la mesa de Lena y me quedé quieta al lado de una silla. Es extraño, porque ayer me aseguré que no me acercaría a Lena Luthor ya que no parecía alguien de fiar. ¿Pero quién soy yo para criticar a la gente? Los demás me ve como la típica rubia con lentes que tiene un propósito en la vida: ser una profesional cuando sea mayor. Pero nadie conoce mi pasado. Nadie sabe quién soy realmente. Ni siquiera la familia Danvers tiene mucha información sobre mi vida en Krypton y es mejor que no lo sepan. No, aún no.

   —Hola, ¿puedo sentarme aquí?—pregunté lo más cordial posible.

   Ella no dijo nada. Bajo un poco el libro y miró una de las sillas. Lo tomaré como un sí...creo, pensé. Me senté en la silla que ella observó, estaba exactamente al frente suyo. Mire su libro, que lo había cerrado para terminar de comer.

    —Harry Potter... —leí en la portada del libro —. Recuerdo que fue el primer libro que mi madre me regaló.

    En sí no era tan cierto, el primer libro que me regalaron fue de astronomía y me lo dio mi madre biológica. Cuando llegué a la Tierra, le conté a Eliza sobre mi gusto a la lectura y me compró la saga completa de Harry Potter. Se veía muy emocionada, supongo que Alex nunca le gustó leer.

   —Este libro me lo regaló mi padre —habló, haciendo que la mirara fijamente —. Todos los años lo leo.

   Al terminar de decir esa oración, sus palabras se repetían varias veces en mí cabeza. Yo solo me acerqué para decirle si me podía sentar con ella y hasta dejo de leer para hablar conmigo. Si llegó a tener esa confianza, ¿porque no tiene amigos en el internado?

   —Bonito collar— agregó.

   Yo la miré confundida, pero al final entendí que se estaba refiriendo al collar que me había regalado mi madre antes que explote Krypton.

   —Sí, era de mi madre. Cuando me lo dio me dijo que con esto siempre la recordaría. Desde ese momento, siempre lo llevo puesto —fue muy tarde cuando me di cuenta que había hablado de más —. Lo siento, yo creo que...

   —Yo perdí a mi padre cuando era niña— me interrumpió, mirando su vaso casi vació.

   Levanté la cabeza para mirarla. Ella hizo lo mismo. Al ver sus ojos, pude ver un vacío, como si le faltase algo en su vida. Definitivamente no solo era la muerte de su padre, sentía que era algo más. Es algo que ella aún no me ha contado.

   —Yo... Lamento tu perdida —fue lo único que pude decir.

   —Igualmente, no es fácil vivir sin una madre.

   —En si, sí la tengo. Mis padres... murieron en una explosión, yo pude sobrevivir. Luego, fui adoptada por otra familia y unos años después, perdí a mi padre adoptivo—solté, ahora sin arrepentirme. Habíamos llegado muy rápido a una conversación profunda y no tenía nada que perder si le revelaba algunas cosas.

   —Yo perdí a mi madre y padre biológicos. Es un poco complicado de explicar.

   —Tranquila, no estás obligada a hacerlo.

   Las dos nos quedamos en silenció cómodo. Ninguna se miraba a la cara o llegaba a empezar otra conversación. El timbre sonó y todos comenzaron a levantarse de sus asientos para salir de la cafetería. Lena tomó sus cosas y se fue, sin ni siquiera decir adiós. Me dirigí a la puerta y Maggie ya estaba esperándome ahí.

   —¿Cuándo te fuiste de la mesa? —preguntó. Yo me encogí de hombros —Como sea, vamos para que te inscribas.

   Maggie me tomó del brazo y comenzó a jalarme hasta llegar al colegio. Adentro, la seguí hasta el segundo piso. Caminos por un pasillo lleno de gente hasta llegar al frente de un panel lleno de papeles. Ella comenzó a leer uno por uno.

   —Perfecto, aún hay un vacante vacío —dijo Maggie.

   Me tomó nuevamente del brazo y fuimos hasta una especie de secretaria. Debo admitir que Maggie era una chica muy extrovertida. Nunca está quieta. Una mujer de más o menos 20 años estaba sentada, trabajando en la computadora.

   —Hola Sara, la estudiante Kara Danvers quiere entrar a la actividad de artes marciales —pidió Maggie. La secretaria asintió con una pequeña sonrisa y comenzó a trabajar.

   —Claro...veamos... uhm... aquí dice que Kara Danvers ya está participando en una actividad —informó Sara.

   —¿¡Qué!? —dijimos Maggie y yo al mismo tiempo.

   Nos asomamos para ver mejor la pantalla y era cierto, decía que estaba en ajedrez. Yo aun estaba sin entender que sucedía. Nunca vine a inscribirme a alguna actividad. Tal vez era un error de maquina.

   —¿No podría cambiarme de actividad? —pregunté con un poco de esperanzas.

   —Creo que sí... —comenzó a teclear con habilidad. Maggie y yo esperábamos impacientes. —No se puede.

   —¿Por qué no?

   —Al parecer todos los vacantes ya están ocupado.

   —Pero en el panel salía que quedaba un vacante.

   —Hay una nueva forma de registro en el internado. Ahora los estudiantes o padres pueden entrar a la página del centro educativo e inscribirse en una actividad. Es muy posible que justo ahora alguien se haya inscrito en artes marciales.

   —Muy bien, gracias —dije un poco molesta.

   —Espera, aún podemos hacerlo algo —dijo Maggie.

   —No... Maggie vámonos —. Creo que ya estaba entendiendo que estaba pasando.

   Maggie me miró y solo asintió con la cabeza. Me di media vuelta y me fui, Maggie me alcanzó en el camino. Estaba molesta. Mi madre debe haber suponido que yo me iba a meter en algún deporte que podría tener "malas consecuencias". Así que decidió inscribirme en ajedrez sin que yo lo supiese. Sé jugar un poco porque me enseñó Alex, pero nunca me gustó. Me parece estúpido un juego donde debes crear una gran estrategia solo para derrotar a una estúpida pieza.

   Regresé a mi habitación para recoger los libros que necesitaba y me fui a las primeras clases del día. Perfecto, tenía que comenzar con física. Una de las materias que más odio. Me aprendo cientos de formulas para solucionar problemas que nunca tendré en la vida.

   Decidí sentarme en la última fila. Así el profesor no se daría cuenta si no estaba presentado atención. Tampoco no es que necesitara hacerlo, podía llamar a Alex unos días antes del examen, pedirle las formulas que me debía saber y listo.

   Retuve el aire y sentí todo en cámara lenta al observar como Lena entraba al salón. Se sentó en la carpeta que estaba al lado mío. Yo abrí un libro para tratar de "ignorarla". Aunque, igualmente, la veía detenidamente de reojo.

   —Hola, Danvers —me asusté y cerré el libro de golpe al escuchar la voz de Maggie.

   —¿M-maggie que haces aquí? —pregunté aún un poco exaltada. Ahora Lena era la que me estaba viendo. Hasta creo que pude escuchar un poco su risa de fondo, aunque creo que fue una alucinación.

   —Um... Duh... Estamos en la misma clase.

   —Creí que eras menor que yo.

   —¡Hey! Para tu información, soy un año menor que Alex y; uno mayor que tú —la miré con una ceja levantada, realmente no lo parecía —¡Tengo 17!

   —Lo lamento... anciana.

   Maggie frunció el ceño y se volteó para hablar con otra persona. Yo reí en voz baja y voltee para encontrar que Lena seguía mirándome.

   —Parece que son buenas amigas —dijo con una voz tranquila.

   —Es amiga de mi hermana. Además, somos compañeras de cuarto, se supone que deberíamos serlo —eso último lo dije mas como una indirecta hacia Lena.

   —Sí... suponen.

   —Muy bien, chicos. Silencio, ya dejen de conversar— dijo el profesor mientras entraba al salón.

   Me enderece en la silla y fingí prestar atención. En lo que realmente estaba pensando era el comportamiento extraño de Lena. Maggie me contó que ha estado tres años en el internado y que hubieron varias veces que trataba de acercarse a Lena, pero esta no se lo permitía. ¿Por qué fue diferente conmigo? ¿Qué hice para que llegara a tener tanta confianza en mí, que llegara a contarme sobre la muerte de su padre? Y las preguntas que tuve desde que leí su nombre: ¿Quién eres Lena Luthor? y ¿Qué has hecho para estar casi toda una vida en este internado?

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