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Capítulo 36

Rosalina

Rosalina se encontraba en su habitación, un lugar que, sin duda, reflejaba su estatus como la reina de las estrellas. El techo de cristal ofrecían una vista panorámica del vasto cielo nocturno, aunque dentro de la Mansión Smash, siempre estaban las luces de las estrellas brillando, en la noche. Estrellas pequeñas revoloteaban en su interior, dándole un ambiente casi místico, con destellos que iluminaban los rincones de la habitación.

— Vaya que todas las cosas han estado interesantes por aqui — dijo la chica quien sostenia un peluche de conejo, tipico de su infancia.

En el momento que volteo escucho como tocaban ligeramente su puerta, asi con un suave y sereno "Pase" la puerta se abrio, revelando que era Samus la que entraba a la habitación acompañada de Pikachu quien iba en su hombro.

— Hola Rosa — saludaba Samus.

— Hola — responderia la misma dejando el peluche en la cama color morado, identica a la del planetario, mismo que volaba encima de la mansión —  ¿Necesitas algo? — preguntaria mirando a ambos luchadores.

— Bueno solamente queria venir a pasar tiempo aqui, tu habitación es de las mejores — diria Samus con una risa. 

El espacio era mucho más lujoso que las habitaciones del resto de los luchadores. Su cama, el triple de grande a las matrimoniales tradicionales la cual estaba situada en el centro de la estancia, bajo la cúpula de cristal que simulaba una galaxia lejana. Todo en su entorno reflejaba elegancia y serenidad, en un contraste absoluto con los conflictos que se desarrollaban fuera de esas paredes.

— Bueno esta fue la que me toco, aunque estoy en el noveno piso por esto mismo — diria Rosalina riendo, habia un total de 10 pisos en la mansión cada uno con sus grandes detalles. siendo los ultimos dos los mas intrigantes para todos los miembros de la mansión.

— Me alegro, aunque jamaes hemos visto la azotea de la mansión creo que este lugar es el mejor de todos.

— Bueno esta relativamente grande al igual que las habitación de Falcon que esta aqui alado — comentaria Rosalina.

— Casualmente ustedes dos tienen las mejores habitaciones — ella estaba en el octavo piso con una de las habitaciones de lujo como los demas, pero no se comparan con la de Rosalina.

— Pues si, ya veo — miro como Pikachu se recostaba en su cama y queria dormirse.

— Veras, vengo a charlar contigo sobre el problema que tenemos — Samus indago y la princesa se dio cuenta a que se referia.

A pesar de la calma aparente en su cuarto, Rosalina no podía ignorar el tumulto que estaba ocurriendo en la isla. No necesitaba estar presente en todos los momentos para darse cuenta de que algo muy extraño estaba afectando a las luchadoras. Las miradas hacia Mario, los susurros entre algunas de ellas y los extraños cambios de comportamiento habían comenzado a inquietarla.

— Bueno, ahora que lo dices tienes mucha razón sobre este asunto.

La guardiana de las estrellas no era una luchadora impulsiva. Prefería observar desde las sombras, analizando cada pequeño detalle, buscando un patrón en lo que parecía una simple cadena de eventos. Sin embargo, había algo más grande en marcha, algo que no cuadraba. Ella misma no se veía afectada, lo que le hizo sospechar que el hechizo, o lo que fuera que estuviera ocurriendo, solo afectaba a ciertas personas... y había un motivo detrás de todo esto.

— Te preguntare aunque es mas por protocolo — dijo la rubia de corona.

— ¿Qué cosa? — cuestionaria la cazarecompensas.

— ¿Te gusta Mario? — preguntaria.

— No, la verdad no, aunque tambien pregutnare ¿Y a ti? — cuestiono.

Rosalina se sentó en un elegante sillón cerca de su ventanal, con las piernas cruzadas y los dedos reposando en su barbilla. 

— Bueno sabes hay algo que no puedo ignorar: el comportamiento de las luchadoras hacia Mario. Lucina, Zelda, Palutena, Bayonetta... todas parecen estar embelesadas por el fontanero de manera exagerada — diria pensativa — Yo no me siento asi, supongo que tu tampoco y conociendo sus personalidades, no podía ser coincidencia que todas tuvieran esos sentimientos al mismo tiempo.

— Meditadora que eres, ¿Sabes que existe un hechizo? — cuestiono Samus

— Pero esto de por si no es natural, quizas un hechizo omniciente que domina a todas pero por alguna razón a nosotras no — comentaria Rosalina.

Rosalina se levantó lentamente de su asiento, deslizándose hacia una de las paredes, donde un espejo grande y decorado estaba colgado. No era solo un espejo común; estaba encantado para permitirle observar lo que sucedía en diferentes partes de la isla. Tocó su superficie suavemente, activando el hechizo que le daba una visión clara de lo que ocurría fuera de su habitación.

— Eso es nuevo — se sorprenderia mientras se sentaba en la cama.

— Lo compre en mercado libre al igual que un Rosa movil — diria Rosalina riendose — Lo nombraron asi por la capacidad que tiene de comunicarse con el universo base.

— Wow...

El reflejo mostró a las luchadoras ocupadas con sus quehaceres diarios, pero algo en el comportamiento de Min Min la alertó. La chica de los brazos de resorte no parecía ser ella misma. Al contrario de su actitud habitual, Min Min actuaba de manera extraña, como si su voluntad estuviera nublada por una fuerza externa.

— ¿Sabes que esto es acoso? — preguntaria.

— ¿Qué es el acoso? — preguntaria de vuelta.

— Solo, olvidalo...

Rosalina observó con atención mientras Min Min cocinaba de manera casi robótica, atendiendo a los luchadores con una sonrisa vacía en su rostro. Era como si alguien la estuviera obligando a actuar de esa manera.

—Ah, Min Min... —murmuró Rosalina para sí misma, comprendiendo que la joven era una de las afectadas.

— ¿Qué piensas hacer? — tomaria a Pikachu para este quejarse.

— Ire a verla.

Rosalina se movió con decisión. Si había alguien en peligro, no podía quedarse observando. De inmediato abandonó su lujosa habitación y descendió por los pasillos de la Mansión. A su paso, las estrellas pequeñas la seguían, flotando a su alrededor como pequeñas luciérnagas.

— Si que es rapida — diria Samus quien tomaria la consola que tenia la princesa ahi — A esto es a lo que yo vine.

— Pika — la rata amarilla toma el control para jugar con ella.

Cuando llegó a la cocina, Min Min seguía preparando comida, completamente ajena a su presencia. Rosalina se acercó en silencio y, tras analizar su aura, confirmó lo que temía: un hechizo estaba bloqueando la verdadera voluntad de Min Min, atrapándola en una red de emociones artificiales. Sin duda, lo mismo estaba ocurriendo con las demás luchadoras.

—Min Min... —dijo en voz baja, pero firme.

La joven ni siquiera reaccionó. Seguía cocinando, como si estuviera bajo una hipnosis profunda.

Rosalina levantó una mano, invocando su magia celestial. Sabía que no podía romper el hechizo de golpe; era algo sutil, complejo. Su poder se concentró en una esfera de luz que comenzó a brillar en su palma. Con un delicado movimiento, dejó que esa esfera flotara hacia Min Min, envolviéndola en una suave luz azulada que empezaba a disolver el encanto.

Min Min dejó caer la sartén que sostenía. Sus ojos, que antes estaban vacíos, parpadearon confusos mientras la luz de Rosalina barría el hechizo de su mente. Poco a poco, comenzó a regresar a sí misma.

—¿Qué... qué está pasando...? —preguntó Min Min, con la voz temblorosa, mientras se agarraba la cabeza, intentando procesar lo que había sucedido.

—Has estado bajo un hechizo, Min Min —dijo Rosalina, acercándose con calma—. Al igual que muchas otras luchadoras. Pero he logrado liberarte de él. Dime, ¿recuerdas algo de lo que ocurrió?

Min Min parecía aturdida mientras trataba de recordar, pero todo lo que podía decir era que, desde hacía un tiempo, había sentido una extraña atracción por Mario. Sin embargo, esos sentimientos nunca le habían parecido completamente suyos, como si estuviera siendo empujada a actuar de cierta manera.

— Ya veo, al no sentirlo del todo correcto empezo a dominarte de manera mas artificial de lo normal — notaria esto mismo en las demas.

Rosalina asintió, confirmando sus sospechas. El hechizo era poderoso, pero no invencible. Y ahora, al haber liberado a Min Min, tenía una pieza más del rompecabezas.

—No te preocupes. Estás a salvo ahora. Pero hay más que debemos hacer —dijo Rosalina, mientras una expresión de determinación se formaba en su rostro—. Este hechizo no puede seguir controlando a las demás. Debemos encontrar la fuente.

Min Min asintió, aún recuperándose, pero con el entendimiento de que algo mayor estaba en juego.

Mientras Rosalina se preparaba para investigar más a fondo, comprendió que este era solo el primer paso. Tendría que seguir explorando, seguir liberando a las demás... y encontrar quién o qué estaba detrás de todo esto.

— Vaya...

Fin del capítulo 36

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