Prólogo
Sunshine, Stray Kids
Even in a noisy city, ye, ye, ye
Do whatever you want, ye, ye, ye
Sit in the sunshine and close your eyes,
Look at me for a second
Febrero, 2002
—No he venido a tu casa desde que era niño.
—Tampoco dejaste de serlo hace mucho.
MinHo se inclinó con cordialidad en la puerta antes de dejar sus zapatos en el mueble y pisar con sus calcetas rotas la fría madera de la casa.
—¿Tú mamá a qué hora llega? —preguntó MinHo, viendo a JiSung sacarse sus zapatos.
—En unas horas. Tiene reunión —contestó, tendiéndole su propio bolso a MinHo—. Ve a dejarlos a mi habitación. Haré el caramelo por mientras.
—¿No vamos a comer ramen primero?
—¿Crees que me limito con algo?
MinHo sonrió antes de retirarse del pasillo hacia la habitación de JiSung. La última vez que estuvo ahí fue cuando rondaba los doce o trece años (dos a tres años atrás), y MinHo siempre había sentido una fascinación por la casa de él: era lo que consideraba un hogar pulcro con tierra a causa de la ausencia de personas dentro de ella, pero era constantemente cálida porque había un corazón viviendo ahí.
Por otra parte, JiSung fue rápidamente a encender la radio de la cocina para luego cruzar la isla y calentar el agua en el hervidor eléctrico. Revisó entre sus gabinetes los paquetes de ramen instantáneos por mayor que compraba su madre hasta encontrar cuyo sazonado de picante que no podía comer, pero sabía que a MinHo le encantaba; luego, fue al refrigerador a sacar la carne preparada para aliñarla. MinHo llegó con el mismo entusiasmo y palmeó para llamar la atención.
—¿Qué hago?
—Lava la fruta —ordenó JiSung, apuntando al refrigerador—. Están abajo. De ahí calienta en una olla agua y azúcar para hacer el caramelo.
—Y no te vas a rendir con eso...—farfulló—. Oh- odio esta canción, ¿cuál es?
—Long After, de Shin SeungHun.
—Odio a Shin SeungHun.
—¿Por qué?, ¡tiene canciones preciosas! —sonrió sin poder creérselo—. Una chica en el taller de canto la presentó- salió hermosa. Aunque puedes cambiarla, si quieres.
—Sí quiero.
Ambos estaban ansiosos por esa tarde. Por la complejidad en el horario de JiSung por sus actividades en el Centro Cultural del distrito en donde vivía y porque MinHo simplemente no era de interactuar, parecía imposible organizarse y hacer algo los dos juntos. ¿Habría otra oportunidad de verse antes de que los ensayos de la obra de la cual JiSung participaba fuesen más constantes? ¿Y antes de que MinHo volviera a actuar como un idiota?, ninguno de los dos lo veía cercano.
Tímidamente la hoja de cuaderno rasgada se escondía en el fondo de la mochila de JiSung que prontamente se convertiría en una memoria, escrito con letra temblorosa y con tinta azul de lápiz barato, MinHo le había preguntado si esa noche podía quedarse en su casa; JiSung tuvo que usar su celular en la escuela y contactar a su madre rápidamente para pedirle permiso, y cuando ella le dio el visto bueno, JiSung hizo una seña indiscreta con su pulgar a MinHo, aprobando.
—Oh, me gusta esa canción —comentó JiSung, vertiendo el agua hervida en una olla a la par con la carne y con los paquetes de fideos.
—Ni siquiera sé de quién es —dijo MinHo a su lado, ocupando el segundo calefactor de la cocina—. ¿Es nueva, aunque sea?, no entiendo lo que dice.
—Es inglés británico —explicó—. Ya sabes, el inglés raro.
—Creí que el australiano era el inglés raro.
—Nah, el australiano es el inglés raro texano.
—Nunca he escuchado a un texano hablar.
JiSung rio. —Yo tampoco, MinHo.
Cuando el caramelo estuvo listo, MinHo lo vertió sobre un pote de frutillas previamente preparado y sintió su estómago volcar al olor tan dulce que este desprendía.
—Oye, tengo hambre.
—Falta poco~ —canturreó JiSung, mientras revolvía el ramen con los palillos—. Pone la película, MinHo.
—¿Qué pongo? —preguntó mientras iba hacia la sala.
—No sé, ¿cuáles hay?
—Cosas de chicas y un par de tragedias.
—Coloca las tragedias.
—Hay un gore de japón que parece ser cualquier cosa, ¿la vemos?
—¡Okey!
Cuando la señora Han llegó a la casa, una hora y media después, su primer pensamiento fue un hurto de su casa a causa del silencio mortal que había, además de las luces apagadas que daban un aspecto mucho más escalofriante a la vieja casa; y continuamente terminó con su corazón en la mano cuando llamó a su hijo y lo único que recibió fueron gritos desde la sala.
—Voy a estar en mi habitación por si necesitan algo —anunció la señora Han una vez que la primera película terminó—. Después hacen la cama en el estudio para que duerma MinHo-
—No tengo problemas en dormir con JiSung —agregó MinHo con confianza—. Además, dudo que mañana tengamos tiempo de limpiar antes de la escuela.
—Yo tampoco tengo problema —concordó JiSung.
La señora Han repasó su mirada intercalada en los dos chicos. Ambos estaban tapados hasta el cuello por dos mantas distintas y separados por un cojín entre ellos, moviendo sus pies inocentemente ante sus dichos.
—Oh, ¿Nos puedes hacer chocolate caliente? —preguntó JiSung—. Hice bombas de chocolate. Solo hay que calentar la leche.
—¿Bombas de chocolate? —le consultó MinHo.
—Si, son bolitas de chocolate que tienen adentro malvaviscos y más cocoa.
—Oh, ¡Quiero probarlo!
—Pondré la leche a la calentar. Ustedes la apagan —repuso la señora Han.
Finalmente, luego del encanto de MinHo con las bombas de chocolate y sufrir de desesperación por la película romántica que vieron, el par fue a la habitación de JiSung luego de lavar todo lo usado.
—¿Te parece esta playera? —ofreció JiSung a MinHo—. Me queda grande.
—Hasta la ropa de tu talla te queda grande —le apuntó MinHo, tomando la playera lanzada y olfateándola—. Oye, que huele bien tu ropa.
—Gracias.
—Si esto huele tan bien, ¿Por qué hueles como si no te hubieras bañado en-
Pero MinHo no pudo terminar ya que JiSung le lanzó un almohadazo en la cara provocando que carcajee.
—¿Te has dado cuenta de que, desde que estás en preparación de esa obra de teatro, has estado más jodidamente delgado? —comentó MinHo—. Te chupan la energía.
—Estoy quemando la grasa y fortaleciendo músculos —y JiSung flexionó cómicamente sus brazos—. Estoy en mi mejor momento.
—¿Qué entrenamiento haces si ni siquiera es tan complicado hacer lo que haces?
—Yo te pondré a saltar y cantar por quince minutos para que veas lo cansado que es.
MinHo era naturalmente un sin vergüenza, y eso JiSung lo podía comprobar como cuando estaban en clases y él le contestaba al maestro de matemáticas cada vez que les insultaba por sacar calificaciones insuficientes; también cuando una vez le coqueteó a una chica mayor solo para que esta le diera su pase del almuerzo y así tener doble postre.
También era un tonto. Era un baboso extrovertido que se juntaba con un grupo específico de personas con los que compartía amistad con JiSung, pero, a diferencia de ellos, JiSung era mucho más tímido e introvertido. Tal vez esa era la causa por la cual él era el punto de burlas de los demás, incluso de MinHo.
Aunque a diferencia de ellos, MinHo tenía un poco de corazón (que podía ser consecuencias de su eterna amistad); él le ayudaba a limpiar sus zapatos cuando los ensuciaban en el casillero; a veces le abría la puerta de los cubículos que los encerraban: y siempre pisaba el freno cuando las burlas se convertían en insultos.
MinHo con JiSung era diferente, aunque nadie pudiese verlo.
Tal vez era el amor que le hacía a JiSung creer que MinHo era diferente.
MinHo era consciente de eso. Puede que JiSung nunca se lo dijese directamente, pero sus acciones y palabras daban a entender a MinHo que lo quería como un amigo y como algo más. Sin embargo, JiSung sabía que MinHo no le correspondía esos sentimientos, ¡Pero eso lo respetaba!, era mejor tenerlo como amigo que no tenerlo; además, MinHo era una gran persona, y ambos podían mantener largas conversaciones sobre la existencia cuando estaban en sintonía.
O esa era la idea de JiSung desde que entraron a la escuela media, porque las últimas semanas de su segundo año de secundaria, MinHo se ha encontrado mucho más prepotente, en opinión de JiSung; tal vez no se metía con él, pero con los demás chicos era un brabucón de película: con golpes, empujones y escupitajos que hacía que JiSung sintiese vergüenza ajena por él. Una vez él intentó confrontarlo (la semana pasada), pero MinHo pasó por alto los alegatos de JiSung y prácticamente lo dejó peleando solo.
—¿Qué tanto me miras? —le preguntó MinHo socarronamente, sin la parte superior del uniforme—. ¿Quieres tocar?
—Eres un cerdo —le escupió JiSung, aunque no pudiese evitar sentir sus mejillas encender—. Me preguntaba por qué no te estás vistiendo.
—Me gusta estar al natural.
—Si mi mamá entra y te ve así, te sacará de la casa —advirtió él, desabrochándose también su camisa del uniforme.
—No lo hará. Ella preferiría tenerme como su hijo en vez de a ti.
—Eres cruel.
JiSung se puso la parte superior de su pijama antes de sacarse los pantalones y doblarlos con cuidado para volver a meterlos en el closet. Al girarse se encontró con la mirada de MinHo en sus piernas.
—¡¿Y ahora qué miras tú?! —contra atacó JiSung, más avergonzado.
Pero más que MinHo respondiese, simplemente carcajeó sonoramente antes de acostarse en la cama.
Minutos más tarde, ambos estaban escondidos bajo las colchas riendo como niños de una travesura.
Los sentimientos de ambos parecían ser una travesura.
Conversaron alegremente de diversos temas que ni ellos supieron como cada uno iniciaba. Quisieron dormir temprano, pero el tiempo pasó tan rápido que no contaron los faroles de las calles que próximamente se apagarían. Se quedaron en vela con ojeras bajo sus corneas delirando por el sueño, creyendo que esa situación sería lo que cambiaría su relación a causa de la franqueza de la madrugada y el temor a que todo fuera peor.
Al inicio ambos mantenían su distancia, sentados con sus espaldas rectas apoyados en el marco conversando temas políticos con el conocimiento que un chico de dieciséis podía tener; pero con el tiempo, ambos bajaban hasta recostarse sobre sus almohadas, mirándose a los ojos con centímetros de distancia; MinHo acariciaba con su pie las piernas desnudas de JiSung mientras que el otro le hablaba sobre extraterrestres.
—Tengo sueño... —después de un prolongado silencio, MinHo se quejó, ocultando su rostro en la almohada.
—Mi alarma suena en una hora más, no podemos quedarnos dormidos —recordó JiSung, usando el mismo tono infantil que MinHo—. Es tu culpa, tú quisiste quedarte en vela.
—Tengo hambre~
—¿Sabes hacer algo aparte de quejarte, MinHo?
Sin embargo, el chico no había respondido. Parecía demasiado encantado por haber escuchado a JiSung decir su nombre que no se percató de cómo el otro estaba poco a poco quedándose dormido.
—No te duermas —empujó MinHo suavemente su pie a JiSung—. No me dejes solo.
—No lo haré —respondió JiSung con los ojos cerrados—. Me gustas. No quiero dejarte solo.
—Entonces abre los ojos.
JiSung lo hizo apenas por el sueño que lo estaba invadiendo; se acomodó y se acercó más a MinHo provocando que sus mejillas sonrojasen silenciosamente, acariciando su nariz contra el otro lentamente dando a entender su intención.
—No hagas esto... —murmuró MinHo, notando la intención del otro—. JiSung...
—No iba a hacer nada —se defendió—. Solo... déjame estar así un rato.
—¿Tienes sueño?
—Quiero cantar...
—¿Qué quieres cantar?
—¿La canción de la radio?
—No me gusta esa canción.
JiSung bostezó.
—JiSung...
—¿Sí...?
—¿Por qué piensas en mí?
—Porque me gustas.
—Pero ¿Por qué?
—No sé... Yo también me lo pregunto. Eres difícil de querer.
—Cruel.
JiSung se inclinó y le dio un beso corto en la boca.
—Me gustas porque no enfrentas tus sentimientos, tal vez. O porque te entiendo sin saberte.
—Tengo muchas cosas...
—Lo sé...
—¿Sigues queriendo cantar la canción?
—No. Tengo sueño.
—Vamos, o de las canciones de tus obras.
JiSung le dio otro beso. Su nariz volvió a acariciar la del otro.
—Tenemos escuela, MinHo...
—No importa. Podremos dormir en la tarde.
Otro beso.
—¿No teníamos examen?
—No lo sé, nunca me percato de ello.
—Porque tu siempre has sido inteligente. ¿Qué demonios quieres estudiar?
—Derecho. Pelear por nuestros derechos.
—Eres gracioso- e increíble, porque sí te veo con un traje en-
Finalmente, fue MinHo quien cerró el espacio una vez más.
Y así pasaron esa última hora de la noche, entre besos cortos y besos largos, besos risueños y besos pensados, besos intencionados y besos mal intencionados, pero eran besos, al fin y al cabo.
—Tu aliento apesta.
—Cállate, MinHo.
Eran amigos desde el primer año de la escuela media; podían conversar de todo y de nada al mismo tiempo; podían ser normales con el otro sin temor al resto porque todo era privado. Todo era entre ellos dos.
Después de esa madrugada, MinHo golpeó a JiSung en el rostro en la escuela durante una efervescente pelea en el cual ambos terminaron con el corazón roto. La cercanía que ambos compartieron en la noche y la complicidad agradable que proyectaba un futuro se fracturó por los sentimientos desbordantes e intensos de MinHo, quien finalmente dejó la escuela la semana siguiente.
Esa noche estuvieron ambos en la tierra, y no fue hasta que llegaron a la escuela que recordaron que JiSung que estaba en el cielo y MinHo en el infierno.
. . .
No saben cuánto me gusta subir este prólogo. ES DRAMÁTICO.
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