6. My Pace
Capítulo 6
My Pace
Going ahead doesn't mean you're going to get there first, baby
Agosto, 2014
—F-felicidades —felicitó JiSung, bastante conmocionado y un tanto sorprendido aun cuando ya presumía lo que se veía.
Abrazó torpemente a su madre al igual que a su padrastro, carcajeando incómodamente ante la situación antes de volver a comer la cena que su madre había preparado para su llegada.
—¿Cuándo tienen estimado a hacerlo? —consultó, aún nervioso.
—Para el otro año —informó la pareja de su madre.
—Tu madrina me ayudará con la organización —le contó su madre, muy emocionada como para sostener los palillos por si sola—. También la hermana de Hansun nos ayudará con las decoraciones.
Se atoró con su propia saliva ante la gran cantidad de emociones indescriptibles que pasaban por su cuerpo, asintiendo tontamente ante cada información que su madre le daba con la futura boda: desde las ideas de la comida hasta arreglos florales con nombres que JiSung nunca había escuchado. Por otra parte, Hansun comía en silencio asintiendo ante cada cometido que su madre hablaba.
—Puedo aportar con la boda —ofreció JiSung—. Me pagan bien en el trabajo, no tengo problemas-
—No te hagas problemas, cariño —renegó su madre—. Usted trabaje para usted. No es su deber involucrar.
—Deja que coopere —interrumpió Hansun—. Si el chico quiere ayudar, ¿Qué mejor manera de hacerlo con dinero si el chico vive tan lejos?
—Concuerdo con él —expresó JiSung—. Puedo hacerlo.
La mujer parecía escéptica en un principio el involucrar a su hijo económicamente para la boda, pero bajo la insistencia de Hansun terminó accediendo con una clara mueca de disgusto antes de seguir comiendo.
—Tengo que hacer una llamada —avisó JiSung, terminando de lavar la loza, asomándose a la sala donde se encontraba su madre con su padrastro comenzando a ver una película—. No me demoraré.
Su ida a Incheon había sido una gran calma dentro de él. Su conversación con MinHo había sido un gran espectro para poder cerrar el pequeño trauma que había generado- o, tal vez, la vertiente que hizo que todo cayera por su propio peso.
Era el cierre que necesitaba, y ahora, ambos decidieron mantener el contacto tanto por cortesía como porque el rastro de la amistad seguía en ellos.
Era dichoso
A un par de horas de la ciudad, en Seúl, el departamento de los tres chicos que quedaban no estaba ni cerca del caos. Como el periodo de exámenes que venía para ChangBin conjunto a su trabajo en la empresa, y Chan al ser maestro de música tenía que corregir montañas de exámenes, el departamento parecía un campo de batalla. Por otra parte, Felix tenía la noche libre, por lo que le pareció buena idea hacer una limpieza en el departamento para que los otros dos chicos tuviesen un espacio limpio donde estudiar, mientras realizaba su rutina de skincare que una de sus asesoras le recomendó.
—Felix- ¿Qué haces? —le miró Chan, sentado en el sofá de la sala, viendo al chico combinar extraños químicos dentro de una cubeta—. No debes mezclar eso con agua caliente...
—Alguien del aseo me dijo que esto quitaba las manchas de los males de ChangBin —comentó con sarcasmo, pero ChangBin se encontraba lo suficiente aterrorizado con su estudio como para prestarle atención.
—No sé por qué me metí a estudiar otra carrera —expresó ChangBin mientras ordena sus apuntes—. ¡Mierda! Chan, tengo tus exámenes.
—Ya los perdí una vez, no puedo darme el lujo de hacerlo de nuevo —comentó el otro, levantándose para alcanzar las hojas y resbalándose en el proceso—. Nunca pensé que pasaría mi viernes en la noche así.
—Y que lo digas. ¿Sabes lo loco que es ser psicólogo? Acompañé a mi maestro a una consulta, la conversación fue algo así: 'Oye, ¿Y por qué no has matado a tu jefe todavía?', 'Meh, porque es ilegal', ¡Porque es ilegal! —ChangBin se echó sobre su silla completamente horrorizado—. ¡¿Qué tipo de respuesta es esa?!, eso solo funciona en Felix.
El australiano gruñó mientras levantaba el trapeador y lo golpeaba en el hombro. —Idiota.
—No me lances esto, ¿o quieres que me muera?
—Sí. Intoxícate.
Ambos chicos volvieron a sumirse en su estudio en conjunto mientras Felix seguía trapeando (golpeando a propósito las piernas de ChangBin en el proceso). Terminó con el comedor y fue a la sala de estar donde su celular comenzó a vibrar, lo sacó del bolsillo del delantal de cocina y se emocionó al ver en el marcador "JiSungie<3" con una foto del chico en el Time Square hace varios años atrás. Se sacó los guantes y lo lanzó a alguna parte antes de lanzarse al sofá como adolescente y contestar con un tono agudo.
—¡JiSung! —exclamó, destacando su acento.
—¿Cómo están? —preguntó JiSung dejando el celular en altavoz para poder hacerse un cigarro—. ¿No se han asesinado?
—El estudio superará a ChangBin. Finalmente, no seré yo quien se ensuciará las manos —contestó la frase en inglés, causando que Chan se riese.
—¿Qué? —preguntó ChangBin, desentendido.
—¿Cómo está todo por allá? —regresó Felix al coreano—. Tu madre y tu padrastro.
—Mi instinto acertó. Se van a casar —contó, calando—. Será para el otro año, así que creo que hay tiempo para que se arrepienta.
—¿No quieres que se case?
—No es eso, solamente Hansun me da un mal augurio.
—Eso dijiste de Jake Austin de la clase de canto y terminaste acostándote con él.
—¡Al final si fue un idiota!
Chan se acercó a Felix para indicarle que pusiese la llamada en altavoz. —JiSung, soy Chan.
—¡Hola, Chan!
—¿Cómo estuvo el viaje?
—¡Bien! ¡Tengo que contarles algo!
JiSung no entró en detalles en la conversación que tuvo con MinHo, pero si comentó agraciadamente cómo este se los topó en la estación de tren con Allen y lo vergonzoso que fue, además de sentirse dichoso con su presencia durante el viaje y cómo sintió que su corazón se había aliviado.
—¿Y no vas a decirnos qué fue lo que conversaron? —preguntó ChangBin de acoplado—. Ya sabes- por el chisme.
—Por favor, hay que mantener en privacidad la vida de la estrella —contestó con modestia—. ¿Alguno de ustedes sabía que él hacía artes marciales mixtas?
—Creo que lo comentó en la reunión —dijo Chan.
—Pero ¿Sabían que era muy bueno?, es decir, ¡literalmente es un dotado!
—Pareces maravillado con él —burló Felix.
—¡Me he quitado un peso de encima! ¡Siento que flotaré en cualquier momento! Es como si me hubiese dedicado a pasar el tiempo divagando en cosas que no tenía sentido, cuando al final todo lo que tenía que hacer era entrar en conversación —comentó JiSung, totalmente aligerado—. Es un alivio, la verdad. Pensé que sería peor.
—¿Y sobre qué lo mantuvo tan perdido? —preguntó ChangBin—. Digo- sin mensaje de teléfono pidiéndote disculpas. Además, él sabía dónde tú vivías.
—Eso ya no importa, la verdad. Al menos siento que estoy saldando algo —agradeció JiSung—. Cumplo con las metas de mi psicóloga. He cerrado ciclo con todos. Puedo darme de alta.
—Ah, dale, ¿y los síntomas esquizofrénicos los guardamos en el cajón? —bromeó ChangBin. Felix le golpeó con el trapero.
—No, no, esos son míos —dijo Chan—. Me volveré totalmente loco. Después de esto, me iré a los emiratos árabes para ser feliz.
—Te regresarán en el primer avión —atacó ChangBin.
—Lo que sea para dejar la escuela.
—¿Adivina quien vino? —Felix le habló a JiSung—. La cafetera, la chica con la que Chan sale porque el café le queda delicioso.
—Oye, ¿por qué se lo mencionas? —preguntó Chan, nervioso.
—¡Porque la conocimos! Es un acontecer extraño, si sabes a lo que me refiero.
—La atrapé escabulléndose de la casa —bromeó ChangBin—. Ni siquiera se quedó para cenar.
—Mejor voy a colgar —avisó Chan, y la llamada terminó.
A estas alturas ya era de noche en el gran país. JiSung contemplaba las estrellas mientras fumaba comentando con emociones su encuentro de ese día; más melancólico de lo que esperaba, teniendo reminiscencias más activas de su pasado con MinHo que, aunque la nostalgia fuese fuerte, sí podía encontrar una mezcla de dos MinHo al hablar. Y los dos eran, objetivamente, buenos.
. . .
La gente vitoreaba el nombre de sus ciudades que se enfrentaban con furias y groserías. Los flashes de las cámaras de la prensa estaban tan presentes que encandilarían a cualquier ave que pasase por allí; pero el recinto polideportivo de la ciudad de Incheon (anfitriona del torneo amistoso) era tan cerrado que la humedad y sudor de los peleadores podía sentirlo hasta la persona sentada en la última grada. Nadie le daba relevancia al calor o al mal olor, porque todos tenían su vista en el octágono enjaulado que estaba en medio de la cancha.
Fue casi en el último minuto cuando MinHo ganó la pelea. Su mente estaba volando tan lejos del enfrentamiento que casi recibía un golpe que, con la fuerza que iba, lo habría dejado knock out. Se agachó con agilidad antes de darle un puñetazo a su pecho y otro a su rostro, volvió a desviar el gancho y agarrar el brazo para girarlo con rapidez sobre su hombro y levantarlo para dejarlo caer con fuerza contra el suelo. Posó uno de sus pies en el hombro de su contrincante y con fuerza jaló del brazo para dejar al oponente lo suficientemente afectado para que este se rindiese.
—¡Lee Know gana el segundo round! ¡La pelea de esta noche ha terminado! —exclamó el locutor. La mayoría de las personas del lugar vitoreaban hacia la jaula exclamando gritos de victoria, algunos por apuestas y otros por euforia, pero la fuerza seguía siendo la misma—. ¡Ahora contaremos los puntajes para saber quién pasa a terceros de final!
MinHo le tendió la mano a su contrincante del suelo para poder ayudarlo, pero este estaba tan aturdido y adolorido que golpeaba vagamente la pierna de MinHo; junto a su coach ambos levantaron al chico y lo llevaron hacia la salida del octágono donde Tom también lo estaba esperando con una toalla, una botella de agua y una cubeta de metal que usualmente usaban para no derramar el agua.
—Estabas desconcentrado —acusó Tom al instante, mientras MinHo lanzaba sus guantes al suelo y se enjuagaba su boca con el agua y lo escupía con la cubeta—. ¿Qué te mantiene tu cabeza en otra parte?
—No es nada. Las luces me encandilaron —se excusó entre jadeos—. ¿Crees que gané?
—No sé de dónde sacaste esas técnicas, pero no te aseguran la victoria —regañó—, vienes del boxeo-
—Si, pero la gracia de esto es que puedes pelear como se te dé la gana —MinHo se derrumbó en los escalones de la salida del octágono mientras volvía a beber agua—. Gané, ¿Sí?, no te alteres.
—La Asociación de las Artes Marciales Mixtas de Corea implementó este sistema de puntajes para las luchas amistosas para así calificar a las nacionales e internacionales —espetó Tom, pegando su boca en la oreja de MinHo para que lo escuchase con claridad—. Si vas a cometer un error de estrategia ellos lo verán, y te costará caro si afecta tu carrera.
—¡Soy consciente de eso! —gritó con enojo—. ¡Déjame tranquilo!
—¡Y como era de esperarse, Ulsan pierde por cincuenta puntos contra Seúl! ¡Lee Know pasa a los tercios de final!
Los gritos se hicieron más fuertes y repentinamente un montón de gente desconocida comenzó a palmear la adolorida espalda de MinHo como indicio de felicitación. Al ver la cámara de la prensa frente a él no hizo más que inclinarse demostrando respeto y dejarse llevar por el brazo de Tom hacia los camerinos, donde al igual que en el octágono había gente y jugadores que felicitaban al chico por la pelea, otros que lo pasaban por alto sin un ápice de modestia por también sus victorias siendo los futuros rivales del jugador estrella.
Tom lo llevó hacia las duchas y se quedó esperando afuera mientras MinHo se refrescaba e intentaba apagar la adrenalina con agua fría. Después de una pelea tensa él necesitaba esa agua y tomar sus vitaminas correspondientes porque el gasto de energía que generaba su cuerpo en la lucha era el doble de lo que gastaría una persona normal.
Finalmente, salió con Tom del polideportivo para tomar un taxi y largarse al hotel.
—Sé que estás cansado ahora —anunció Tom—, por lo que, cuando despiertes tendremos una conversación.
Pero MinHo se encontraba lo suficientemente cansado como para seguir con la discusión, así que se limitó a asentir conforme a ello.
A la mañana siguiente, MinHo notó que había recibido un mensaje de JiSung la noche anterior que no había contestado:
>> ¿Cómo te fue en la pelea?
Con un poco de pereza MinHo le contestó:
Pasé a los tercios de final. Me quedaré un par de semanas hasta que gane la final <<
Sorpresivamente, JiSung respondió en seguida:
>> ¿Tanta confianza te tienes?
Más de lo que me gustaría <<
Habían pasado tres días desde que se había encontrado con JiSung en el tren y varias cosas pasó por su cabeza durante esos días que le hizo erizarse la piel.
JiSung no se mostraba rencoroso- aunque no hablara del pasado, parecía mantener la misma esencia del chico de dieciséis que era optimista y tímido a la vez, haciendo que MinHo no se sintiera avergonzado de creer estar más atrasado que el resto.
Sintió como la habitación del hotel era abierta y como tal niño pequeño se cubrió la cabeza con el cobertor para no tener que enfrentar a Tom. Este acto pasó desapercibido para el mayor quien fue hacia la pequeña cocinilla a calentar agua para hacer café.
—¿Sucede algo? —murmuró MinHo contra las almohadas.
—Necesito que enfrasques tu cabeza en la competencia, MinHo —respondió el hombre, notoriamente más calmado que el día anterior—. Tienes que colaborar con esto. No puedo mantenerte yo solo.
—¿Crees que podré pagar mis estudios si gano este amistoso?
La pregunta pilló desprevenido a Tom, quien miró a MinHo con el ceño fruncido y una mueca de disgusto. —¿Estudios? ¿Con lo que ganes del amistoso?
—Si...
—¿Eres consciente de cuánto cuenta una mensualidad en una universidad?
MinHo negó.
—Son setecientos yenes anuales —recordó—. Apenas y ganas eso, además recuerda que me debes dinero...
—Lo sé, lo sé... —murmuró—. Es solo que...
—¿Qué? ¿Querías una carrera universitaria?
—Fue solo una idea —se excusó, tímido—. De niño quería ser abogado.
—¿Eres consciente que no te darían el título porque has sido detenido? ¿Y ni de chiste entras a la universidad si es que aun debes la escuela?
MinHo asiente de nuevo contra las almohadas, sintiéndose aún más tonto de lo que se sentía. —Solo fue una idea.
—El mundo de las universidades, profesionales, puestos de trabajo con terno son del cielo, MinHo —el tono de voz de Tom había cambiado a uno más compasivo mientras se sentaba en la cama de él—. Tú ya no eres de ellos, a ti te botaron del paraíso y te mandaron al infierno.
—Pero esto no es el infierno.
—No —Tom le dio una palmada en la espalda—. No estás en el infierno, eres un mortal como cualquiera. No estimes al cielo porque ya no perteneces al paraíso.
MinHo solo quería llorar de la impotencia, hasta cierto grado. Se sentía un niño, un infantil tan pequeño que hacía berrinche tras la palabra «no». Si es que MinHo pudiese tener fantasías, estas siempre debían de ser acabadas de la forma más cruel.
No obstante, sintió una palmada en su cabello.
—Anímate —ordenó Tom—. Te tengo una buena noticia.
—¿Me interesa?
—Un buffet de abogados quiere promocionarte —contó. MinHo sintió cómo es que el lado de su cama se hundía—. Sobre tus derechos civiles y penales, con el antecedente que quieres. Es bastante irónico, la verdad, pero era bueno que lo supieras. Te contactaron especialmente a ti, dijeron que eras amigo de ellos.
—¿Amigos? No me hablo con gente salvo con mis gatos —dijo MinHo, mientras se sentaba para verlo. «Y JuYeon con DoYeon son igualmente pobres».
—Choi JiSoo —dijo Tom—. Ella te contactó. ¿La conoces?
MinHo hizo memoria de dónde conocía a esa mujer, para caer en cuenta enseguida.
—¿Lia? Fue compañera de escuela —dijo MinHo—. ¿Ella te contactó?
—Es el nombre de la secretaria del Buffet Eun —explicó, y frunció el ceño—. ¿Cómo no lo recuerdas?
¿Qué iba decir MinHo? Él no tenía muy buena memoria.
. . .
Enero, 2009
MinHo supo que ese año nuevo era catastrófico. No debió de haber cedido a nada a lo que le ofrecieron, aunque su resistencia iba bajando cada vez más, junto a su pulso cardiaco.
Estaba apaliado, pero no sabía si es que era física o mentalmente. Su cuerpo dolía, su mundo giraba, su garganta ardía con intensidad, y todo el lado derecho de su cuerpo se encontraba helado. Se había quedado dormido en el suelo del baño de la tienda de convivencia.
Entre los fuegos artificiales de la calle, sintió cómo la puerta le golpeaban con fuerza. MinHo intentó alcanzarla, solo para recibir el fuerte golpe en la cara tras abrirla.
—Ah- del carajo. Hijo de puta —bramó el cajero de la tienda—. Tuve que suponerlo. Prostituta de mierda- sal de acá.
MinHo se quejó del dolor, volviendo a tenderse en el suelo mientras se tapaba la nariz. Probablemente le sangraría.
—No soy prostituta —discutió MinHo—. Se me bajó el azúcar, eso es todo.
—Te creeré.
El cajero tomó a MinHo del brazo, de la delgada chaqueta que llevaba para esa noche, y lo sacó a arrastras del baño hasta la mitad del pasillo. MinHo no pudo recomponerse cuando le dio una patada que volvió a derribarlo al suelo.
—Vete antes de que llame a la policía —dijo el cajero.
—Ugh... —MinHo se revolcó en el suelo, adolorido—, ¿me haces un ramyeon a cambio de una chupada?
—¡Lárgate!
Antes de que otra patada le llegara en la cabeza, un gran hombre, de chaqueta larga y gorro invernal, notoriamente extranjero, tomó al cajero del hombro.
—Déjalo, ya es indigno esto. —El acento del hombre era dificultoso de entender, y le acomplejaba hablar coreano—. Dale el ramyeon.
El cajero, ante la figura imponente del hombre, terminó por asentir de mala gana. —Y un carajo —murmuró.
El hombre, con facilidad, ayudó a MinHo a levantarse del suelo. La mirada de pies a cabeza hizo que MinHo se sintiera ligeramente más tímido, un poco más arrepentido de la decisión de las prendas de ese día; bueno, en el albergue no es como si hubiese muchas variedades.
Sin embargo, la vista del hombre quedó pegado en sus pies. Los dedos de MinHo estaban azules, asomados por las sandalias que llevaba.
—Si sabes que está nevando, ¿no? —le dijo el hombre.
MinHo, entre gemidos, caminó hacia los asientos del interior y se derrumbó en una silla. —Me hago una idea.
El hombre se sentó a su lado, con los ojos fijos en MinHo. El cajero trajo el ramyeon caliente y, de mala gana, lo dejó frente a MinHo, pero a él no pudo importarle menos cuando sentía que la última vez que comió algo así fue hace tres días atrás.
Hasta cierto punto, MinHo comenzó a sentirse intimidado. El hombre no le hablaba, solo le veía comer como si aquello fuese la entretención. MinHo no podía conceder si es que su nerviosismo era por los efectos de la cocaína, o porque realmente el hombre atractivo se estaba fijando en él.
Una vez que terminó, MinHo limpió con delicadeza la comisura de sus labios. Miró de pies a cabeza al hombre, en la espera de algo nuevo. Se fijó en las manos de él, demasiado grandes, y notó la ausencia del anillo.
Por lo que, cuando los fuegos artificiales del año nuevo acabaron, MinHo se recostó en la silla.
—¿Y bien?
El hombre se fijó en él, curioso. —¿Qué?
—¿Vas a querer esa chupada?
La amabilidad se cambió, junto con la sonrisa del hombre que era del tipo que le gustaba a MinHo. Pareció meditar las respuestas, y antes de que MinHo quisiera ofrecerle un favor más en el baño de la tienda, vio el retén de la policía estacionarse afuera.
—Hijo de puta. —MinHo se levantó enseguida. Se fijó en el cajero y, enrabiado, fue hacia él—. ¡Hijo de puta!
Lanzó los dulces al mostrador hacia la cabeza del cajero, pero cuando iba a ir a apoderarse de los cigarros para huir, el gran hombre lo jaló del brazo para huir de ahí.
—No puedes comportarte —graznó el hombre, furioso—. Nunca debes escapar de la policía.
MinHo sintió su pecho arder tras la carrera, la cual se detuvo en el interior de un callejón. La humedad del clima le intoxicaba los pulmones, y la nieve congelaba sus pies. Olvidó lo que era tocar descalzo el suelo hasta que, con fuerza, el hombre lo levantó para sujetarlo entre sus brazos. Tarde captó MinHo que estaba siendo besado por él.
Besado. Totalmente. Un beso húmedo por el hombre, mientras lo apoyaba en el frío muro. MinHo apenas podía seguirle el beso cuando sus propias manos fueron hacia la orilla del pantalón del hombre, demasiado complicado de poder hacerlo por su propia cuenta. Se sentía un muñeco con necesidad de ser satisfecho.
—Era solo una chupada —jadeó MinHo entre sus labios—. Los besos no están en la carta.
El hombre lo sujetó del mentón, y MinHo no pudo evitar morder su pulgar. Lo tenía sofocantemente caliente.
—Puedes hacer de todo —dijo el hombre—. Te daré todo.
O algo así fue como MinHo conoció a su mánager Tom. Él no lo recordaba del todo.
No lo recordaba para nada.
. . .
¡Actualización! Muchas gracias por leer. Disfruten del drama.
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