5. Fireflies
Capítulo 5
Fireflies
"I'd like to make myself believe
That planet earth turns slowly".
Marzo, 2002
—No pensé que estarías acá.
JiSung dejó de rebotar el balón de baloncesto para mirar hacia la entrada del pequeño gimnasio de la escuela. Ahí, con su uniforme desordenado y corbata suelta, ChangBin ingresó junto con un ademán en sus manos. JiSung le lanzó el balón.
—Vi los balones y quise probar —justificó JiSung, aunque no supiese muy bien por qué. Pasó una mano por su cabello y soltó un suspiro—. ¿Todo bien?
—¿Hm? Sí, nada interesante. Hoy el maestro Park hizo algo de ecuaciones diferenciales- bastante aburrido, la verdad, así que me mandó con los chicos de tercero para poder trabajar con ellos en su hora de estudio libre —contó ChangBin su día, mientras boteaba y caminaba hacia JiSung cerca del arco—. ¿Y? ¿Cómo estuvo tu día?
—¿Mi día? —JiSung se sacó su auricular blanco y miró a ChangBin casi encestar en el aro—. Bien, igual. No sé que hizo tu salón que hizo que el maestro Park llegase encabronado con nosotros.
—Ni idea, me fui con los de tercero.
—La suerte de algunos.
ChangBin volvió a atajar el balón y lo lanzó; rebotó con la orilla del aro y JiSung lo atrapó, para continuamente lanzarlo y encestar.
—Eso son dos puntos —indicó ChangBin.
Pero JiSung no estaba animado. Para nada. Su rostro era translúcido no solo por la palidez pero porque sus ojos tenían la presencia de un fantasma melancólico que pareciera consumirlo sin piedad.
—Hablé con YoungJae- con el profesor Choi —se corrigió JiSung enseguida—. Nos topamos en el pasillo mientras buscaba unas copias del profesor de literatura, y me preguntó si sabía algo de MinHo.
—¿Y sabías?
—No, pero el punto no es ese. Me preguntó si sabía algo de él porque él ya había escuchado algo. Le pregunté si es que fue lo mismo que supe yo: que no ha querido aparecer en la escuela por temor a que el director le de una reprimenda mucho más severa por no haber asistido a su castigo de... de eso —divagó JiSung, y volvió a pasar su mano por su cabello. Sus cejas estaban hacia abajo, y su pecho tenía la inminente necesidad de soltar suspiros en actos seguidos—. Y no, me dijo que no es por eso que me preguntaba. Él creía que era mi amigo, y de si me había dicho algo sobre su deserción.
ChangBin frunció el ceño ante el concepto, sin entender. —¿Deserción?
—Dejó la escuela —explicó, y los ojos de JiSung se aguaron tan pronto como lo mencionó en voz alta—. No sé por... por qué, pero lo hizo —se encogió de hombros y pasó la manga de su camiseta por su párpado inferior—. Así que..., eso...
—Carajo. ¿Y crees que fue por lo que te hizo?
—Él ha hecho cosas peores —excusó, y al notarlo, JiSung cerró los ojos—. Mierda. No. No sé si ha hecho cosas peores. Ya no lo conozco.
—Siempre has dicho que ese tipejo es tu mejor amigo —ChangBin alzó su barbilla para que JiSung le lanzara le balón—, y mira lo que te hizo.
—Tienes razón, supongo que esa es una de las cosas por lo cual la gente cambia. —La mano que había estado bajo su párpado fue bajada hacia los moretones que le decoraban parte de su mejilla y mentón, con una falsa comezón que le hizo rascar su rostro—. Porque... porque la gente cambia.
El fantasma de la comezón se hizo mucho más fuerte en su cara.
—No fue porque lo golpeé, ¿cierto? No pudo dejar la escuela por eso —continuó JiSung.
—Él también te golpeó-
—Pero lo golpeé-
—Él fue el que te golpeó primero.
—Pero... pero yo le gustaba...
Y JiSung mantendría ese pensamiento constante por el siguiente tiempo, hasta que poco a poco ya no hubiese rastros relevantes de MinHo en su memoria. La vida era demasiado grande, y la gente, como él decía, simplemente cambiaba.
. . .
Agosto, 2014
—¿No vas a dejarme entrar? —Preguntó Allen Ma, apoyado en el pasillo del edificio, mirando a JiSung con ojos que él podría describir como "foca bebé" rogando poder entrar—. Hemos salido un par de veces y no me has dejado conocer tu departamento.
—¿Me estás cobrando sentimientos? —fingió JiSung decepción—. Te creía mejor, Allen.
Allen era rubio, tanto que cuando reía brillaba más. —No te decepcionaré.
Al ser un poco más alto que JiSung, Allen se inclinó sobre él para darle un beso en los labios tan corto como un pestañeo. —Déjame entrar —pidió una vez más.
—Mis compañeros de piso son un poco especiales —explicó una vez más—. Te tomarán el pelo. Es mejor que no.
«Por favor, que no».
—¿No quieres presentarme a ellos? —preguntó, colocando su frente sobre la de JiSung—. Creo que ya llevamos el tiempo suficiente como para que al menos me presentes a tus compañeros.
—Dame tiempo —pidió, colocando sus manos en el pecho del otro—. No eres tú; son ellos.
«Y absolutamente tú».
Allen suspiró sobre JiSung antes de darle otro beso mucho más profundo que el anterior. JiSung se sintió tan embriagado por la loción y emoción del beso que tuvo que rodear sus brazos alrededor de Allen, estando así ambos durante un rato antes de escuchar como alguien carraspeaba tras ellos.
Era Chan, junto a una bolsa de basura.
—Eh...
—Lamento molestarlos —expresó Chan, pero por su sonrisa no parecía lamentarlo—. Si quieren pueden pasar.
—Oh-
—Allen ya se iba —interrumpió JiSung—. Eh, Allen, él es Chan. Chan, él es Allen-
—Futuro novio —respondió Allen por JiSung, causando que este se sonrojase hasta las orejas. «Por favor, no».
—¡¿Qué clase de rara propuesta es esa?! —le preguntó con una completa vergüenza—. Eres un descarado. No hagas- no digas... No.
Chan mantuvo su mirada en la pareja para ver como interactuaban, totalmente impresionado por la forma en la que la situación se escapaba de las manos de JiSung. Era divertido verlo, porque por más que sus amigos le recomendaron no jugar con fuego, JiSung ahora resultó ser quemado.
Humillantemente quemado.
—Iré a botar la basura —anunció Chan una vez más—. Un gusto conocerte, Allen, espero que algún día te pases por el departamento y cenemos todos juntos.
—¿Disculpa? —dijo JiSung.
—Me encantaría, Chan.
—¿Perdón?
—Oh, olvide una bolsa —dijo Chan—. Regreso enseguida.
«Maldito hijo de puta», pensó JiSung, queriendo que la tierra se lo tragara.
Al entrar al departamento y cerrar la puerta, Chan llamó a ChangBin y Felix para ver a través del ojo de , turnándose entre ellos para ver y riendo como niños pequeños viendo la relación de sus padres a escondidas como si fuese algo ridículo.
—Nos vemos en clases —se despidió finalmente Allen antes de darle un beso en la nariz a JiSung.
—Eres un tonto —insultó con cariño, viendo como Allen caminaba en dirección a las escaleras y se perdía de su vista. Soltó un suspiro ahogado desde su pecho y se apoyó en la puerta para poder recuperar un poco del mareo que Allen producía en su ser, perturbado por haberse metido en esa misma situación cuando él mismo no quiso.
La puerta había desaparecido y cayó de espaldas, chocando con Chan y Felix a la par mientras intentaba mantener el equilibrio. —¡¿Qué mierda?!
—¡Es tan lindo! —chilló Felix mientras abraza a JiSung por la espalda—. ¿Por qué no lo invitaste a pasar?, ¡Quiero conocerlo!
—Yo quiero conocer a la otra- a la Trenzas—informó ChangBin, desinteresado—. Es enfermera. Es un plus.
—¿Piensas en algo más que tu cáncer? —le consultó Felix. ChangBin alzó el dedo del medio.
—Pero Rubio lo viene a dejar aquí adentro —argumentó Chan—. Hm, pero Pies Descalzos nos hace café.
—Dejen de meterse en mi vida privada —alegó JiSung mientras se sacaba sus zapatos—. ¿Por qué no se fijan en Taeyeon wanna be de Chan?
—Porque eres tú quien trae más variedad —contestó Felix, y palmeó a JiSung en el trasero—. ¡Viva, Hannie!
—¡Viva, Hannie! —bromearon Chan y ChangBin.
JiSung los mandó al demonio en su irritación, y se fue hacia su habitación. Después del tiempo suficiente, el departamento fue mucho más habitable. Las cajas de las mudanzas estaban todas en su lugar, eliminaron todo rastro de presencia maligna y de tanto en tanto la señora Masha cerraba las llaves del fregadero cuando ChangBin las dejaba abierta.
Por lo que, el dormitorio de JiSung, ex señora Masha, mantenía la vieja decoración de ella, fusionado con todos los objetos que él se trajo. Mudarse de país era una pérdida tremenda de objetos personales, por lo que, entre su colección de funko pop que regaló antes de regresar, o su colección de disco que debió de ser enviado con cuidado por una colega en Estados Unidos, al fin pudo centrar un lugar para llamar propio.
Conversó con su madre con una videollamada durante una hora; ella parecía realmente extasiada al decirle que tenía una nueva noticia para contarle, pero JiSung tenía que ir hacia allá para decirle. El instinto de JiSung dijo que su madre se habría comprometido finalmente con su pareja de años, pero si ella quería mantenerlo en secreto entonces él se haría el tonto para complacerla.
—¿Puede ser este fin de semana? —preguntó ella, emocionada—. ¿O estás muy ocupado?
—Puedo hacerme el tiempo —contestó JiSung, viendo su calendario de escritorio—. No tengo mucho trabajo para la próxima semana, puedo pedir libre el viernes por la tarde para viajar con comodidad.
—Puedes hacerlo el sábado en la mañana, no hay problema —dijo—, pero llega a almorzar.
—Está bien. Cualquier cosa le aviso.
—Claro, cariño. Adiós.
—Nos vemos.
La pareja actual de su madre era alguien que JiSung pudo considerar "no apta para casarse". Era un hombre de rasgos grandes que intimidaba a cualquier persona menos a su madre, pero el hombre traía consigo problemas de su matrimonio anterior que lo alteraba de cierta forma colocando a JiSung a la defensiva en sus acciones. Su madre le pedía que confiase en ella, ¿Era capaz de hacerlo?
De igual manera nada aseguraba boda. Tal vez es una noticia familiar o solamente una excusa para pasar tiempo con ellos, pero sea lo que sea que puede haber dentro de esa relación alteraba a JiSung.
Por cosas como esas es lo que hizo cuestionar sus propias relaciones pasadas. La mera idea de estar con alguien era invasiva ante la mentalidad de JiSung, desenvolverte con alguien nuevo, enseñando facetas normales tuyas que son una novedad para el otro que conlleve que se quede o se vaya es lo que JiSung dejaba intranquilo. La incapacidad de controlar las emociones de los otros lo debilitaba, y al no conocer perfectamente el concepto de amor le limitaba.
Al salir del dormitorio, Chan ya se había largado a sus clases en el conservatorio, mientras que Felix lucía querer practicar sus líneas en el sofá y ChangBin, de malhumor y agotado, lo mandaba al carajo.
—No quiero —sentenció ChangBin—. Es una pérdida de tiempo. Aun no entiendo cómo conseguiste este trabajo.
—Tenemos suerte cuando conocemos a las personas correctas —alentó Felix, mientras golpeaba a ChangBin con el libreto—. ¡Vamos! Tengo mañana la lectura de mesa, y no quiero llegar como si no supiera nada.
—¿Quieres que te ayude yo? —ofreció JiSung, mientras iba hacia la cocina para prepararse un café—. Tengo tiempo antes de meterme a estudiar.
—No, tú enfócate en lo tuyo —Felix golpeó a ChangBin una vez más—. ¡Vamos! ¡Ayúdame!
ChangBin tomó uno de los cojines de la señora Masha y golpeó a Felix con ellos, solo para lograr que ambos se sometieran en una pelea física que dejó a JiSung marginado y, por supuesto extrañado.
«Raritos», pensó. Cerca de tres meses como compañeros de piso, y no podían llevarse bien.
Debía de organizar su vida. Quería ver a su madre el fin de semana, por lo que debía de adelantar todo lo que tenía candelarizado. No debería de ver a alguna de sus citas, y avanzar en el trabajo grupal del magíster; debía de ver las propuestas sociales del Centro Cultural y, por sobre todo, quería realizar pronto alguna obra de teatro.
Un poco melancólico, fue hacia uno de sus cajones recién arreglados, y sacó un borrador de una obra teatral que hizo hace unos años atrás, cuando tomó un diplomado de dramaturgia. Era penoso, si es que lo veía con los ojos del presente, y aunque Felix lo había encontrado bueno, JiSung sabía que era un proyecto que debía de ser pulido. Y con la velocidad con la que iba su vida en Estados Unidos, creyó de forma ingenua que podría cederle un poco de su tiempo estando en Corea.
Bueno, al menos sabía a qué su tiempo se iba dedicando a cosas más importantes que una sonsa obra de teatro.
Por lo que, por el resto de la noche, mientras ChangBin y Felix peleaban fuera del dormitorio, JiSung continuó con su vida.
. . .
Cuando MinHo golpeaba el saco de boxeo como método de entrenamiento, su mente se cerraba por completo. Con el paso del tiempo, desarrolló una incapacidad de pensar más allá de la fuerza y la violencia, por lo que se dedicaba a ojos cerrados golpear hasta que su cuerpo exigiese un descanso por la fatiga.
En el gimnasio donde entrenaba, era usado por personas deportistas de alto calibre, que ejercitaban sus músculos con las máquinas de entrenamiento junto a sus entrenadores personales. A MinHo le habían ofrecido tener uno, pero con su nutricionista, médico y psicólogo sintió que no terminaría de pagarle nunca a Tom toda la subvención, por lo que decidió hacer un entrenamiento independiente bajo las consignas de lucha que Tom le había enseñado en sus inicios; de todas formas, MinHo tenía un buen rendimiento en algunas artes marciales- no lo suficiente como para ser disciplinado en su totalidad en uno, pero sí lo suficiente como para llevarlo a la semifinal del campeonato nacional.
El resto de las personas eran de su misma especie: deportistas luchadores que usualmente se habían dedicado a las peleas callejeras en un pasado hasta ser rescatados, invirtiendo toda su energía violenta en este deporte. A veces, inclusive, MinHo se preguntaba si es que ellos también tenían la misma energía que él para poder enfrentar al resto.
De manera abrupta a su lado, despabilándolo de su entrenamiento con el saco, la chica de coletas y cabello colorido lo empujó por los hombres.
—¡MinHo! —chilló DoYeon—. ¡Tengamos una pelea!
Como MinHo se encontraba cerrado en su mundo no le prestó atención y siguió golpeando el saco. DoYeon no parecía complacida por ser ignorada, por lo que insistentemente corrió el saco a un lado para ubicarse en su lugar para continuamente esquivar el golpe en gancho que MinHo le iba a propinar.
—¡DoYeon! —exclamó MinHo, furioso—. ¡¿Qué demonios te pasa?!
—¡Quiero pelear! —contestó ella, ignorando la furia de MinHo—. Me prometiste un duelo y todavía lo sigo esperando-
—¡No puedes interrumpirme de esa manera! ¡Eres una inconsciente! —siguió exclamando nerviosamente MinHo—. ¿Estás loca o se te acabaron las neuronas?
—Ambas, probablemente. ¿Ahora peleamos?
—Vamos, DoYeon, MinHo pesa como setenta kilos más que tú —le dijo JuYeon, saliendo de las pesas para ir hacia ella y abrazarla por los hombros—. Te rompe con un solo golpe.
—Puedo ganarle —afirmó ella, mirando a MinHo—. Por favor, MinHo, por favor~
MinHo terminó exhalando con impotencia y comenzó a sacarse los guantes de boxeo con su boca. —Las peleas son por divisiones, DoYeon, si peleo contigo es probable que me expulsen del gimnasio.
—Una flor atormentada como tú no puede pelear con un hombre como MinHo —habló JuYeon otra vez. DoYeon pareció tomar sus dichos como reto porque con el mismo brazo que JuYeon tenía apoyado en ella, lo tomó para girar bajo él y hacerle una llave; con un solo movimiento podía romperle el codo—. ¡Me rindo, me rindo! ¡MinHo, dile que me suelte!
Pero él tenía suficiente en su cabeza; se giró dejando a los dos chicos peleando solos mientras él iba hacia su bolso para dejar lo guantes y beber un poco de agua. Comprobó la hora en su celular y se tomó sus vitaminas antes de descansar un poco.
Estaba estresado. Hace un par de horas había pasado por la oficina de Tom en el centro (Donde usualmente trabajaba como gerente de seguros) y la discusión que habían tenido había sido efervescente, entre la extraña entrevista que tuvo con HyunJin y el nuevo calendario de pelas con otros jugadores de otras provincias -cosa que MinHo encontraba ridículo- provocó que se sintiese molesto.
«¿Por qué no me dice que tendré que salir de Seúl antes de hacer las compras mensuales? —se quejó en su mente—. Y tendré que pedirle a JuYeon que se encargue de mis gatos.»
JuYeon seguía peleando con DoYeon, y era gracioso ver la pelea. DoYeon era una chica que recién entraba a sus veintes, igual de desertora que MinHo. Ella se había metido al gimnasio a tomar clases particulares con una luchadora -que MinHo respetaba personalmente- y, al ser la menor del gimnasio, tenía problemas para encontrar contrincante, pero JuYeon parecía estar siempre a disposición de ella sin temer a lastimarla; empero, ante el rendimiento de JuYeon en otras áreas, el boxeo era su debilidad.
—Vamos, dame tu patada más fuerte —pidió JuYeon.
—¿Quieres tener hijos? —desafió ella.
—No lo sé, ¿quieres ser madre?
—¡Tiene veinte! —le gritó alguien.
Se levantó de la banca y caminó hacia JuYeon para palmarle el hombro y alejarlo de la chica para conversar a solas, dejando al chico desconcertado. —¿Sucede algo?
—Necesitaré que cuides mis gatos por un par de semanas —pidió MinHo—. Iré a pelear a Incheon, me voy este fin de semana.
—No tengo problema. El olor a gato es mucho más sabroso que el apestoso olor a queso de mi abuela —bromeó, pero MinHo mantiene su expresión seria—. Oye, ¿te ocurre algo?
—Estoy un poco perturbado, nada del otro mundo —le restó importancia—. ¿Quieres pelear?
—¡¿Escuchaste DoYeon?! ¡MinHo me ofreció pelear con él!
—¡Maldita sea, MinHo!
Para cuando terminó la semana, MinHo se despidió de sus tres gatos con un cariño en la cabeza explicándoles que "tío JuYeon" vendría a cuidarlos por un par de semana mientras él estuviese fuera, y se quedó jugando un tiempo prolongado con ellos hasta poder compensar el tiempo que pasaría fuera. Ah, maldito seas, Tom.
Al llegar a la estación de tren con su bolso y su mochila, subió al quinto compartimiento y se acomodó rápidamente en el primer asiento tras la salida junto a la ventana para estar lo más cómodo posible, viendo mientras esperaba partir el tren la gente que se despedía en el andén. Encontraba las despedidas demasiado melodramáticas, porque la gente parecía estar demasiado a gusto despidiéndose con muestras de afectos en público que revoloteaba el asco en el estómago de MinHo y-
Alto.
¿El de la muestra de afecto en público era JiSung?
Y, efectivamente, lo era. JiSung sonreía a un muchacho alto, rubio, quien se inclinaba para querer robarle un beso. JiSung se apartaba y palmeaba su hombro con nerviosismo, solo para que el otro insistiera un poco más.
«No sabía que tenía novio», pensó MinHo antes de sacar su celular y perderse en un juego para no ver la escena melosa.
«¿Será JiSung el que viajará o el chico que va con él?»
—Avísame cuando llegues —pidió Allen a JiSung mientras le da otro beso.
—Ah- ajá. —JiSung no podía dejar de sentirse embriagado de la vergüenza—. Avisaré...
Ni siquiera quiso que fuese acompañado, pero tras haber cenado con él, fue difícil despegárselo. JiSung no quería que estuviese aquella intimidad en los dos; JiSung se avergonzaba. No veía a sus otras citas igual en ese escenario, en el andén del tren mientras era besado. JiSung fracasó en colocar límites.
Sin embargo, Allen se detuvo. JiSung quiso agradecer un poco antes de darse cuenta que él tenía sus ojos fijados en el tren.
—¿Qué pasa?
—Alguien nos ve —informó.
JiSung se gira con poco disimulo para ver a quién se refería y sintió palidecer al ver a MinHo con su mirada intercalándose en ellos y en su celular. Una burda sonrisa se formó en sus labios. —Ah.
—¿Le conoces?
—Si, fuimos amigos de pequeños —contestó, girándose a Allen y dejándole otro beso más en los labios antes de colocarse su mochila en los hombros—. Mejor me voy.
—Está bien, ¡avisa cuando llegues!
—¡Ajá!
JiSung subió al tren y fue directo al vagón donde estaba MinHo bastante sorprendido de volver a verlo; vio como el asiento junto a él se encontraba vacío y se dejó caer en él con confianza viendo al chico.
—Oh, JiSung —saludó MinHo sin apartar la vista del juego de su móvil—. No te había visto.
—Mentiroso. ¿Vas a Incheon?
MinHo hace un sonido afirmativo. —¿Tú igual?
—Sí, iré a ver a mi madre.
—Oh, que bien —exclamó con fingida sorpresa—. ¿Y tu novio no va contigo?
JiSung negó mientras saca una botella de agua de su mochila. —No es mi novio.
—No tenía vergüenza en darte un beso en el andén.
—Solo estamos saliendo, no es nada —negó JiSung, para simular un escalofrío—. Hay que mantener límites.
—Venir a dejarte a la estación de tren está lejos de definir un límite. Ahora tendrá que acompañarte hasta acá cada que vayas a ver a tu madre —MinHo sujetó a JiSung del hombro, y lo sacudió—. Lo sentenciaste de por vida.
—Cierra la boca. Él solo se metió en este lío. Ni siquiera le prometo algo.
—¿Ni exclusividad?
—La única persona con la que estuve de forma exclusiva y conoció a mi madre fue Minnie —contó—. No soy material para relación seria.
—No me digas que es por trauma de la escuela —burló MinHo.
—¡No es trauma! Aunque estoy en todo mi derecho. Eso fue horrible.
MinHo esperó el relato, pero JiSung solo se quedó callado. Tras alentarlo, chasqueó con desgano su lengua.
—Es una historia de escuela. Quiero dejar mis memorias de adolescencia donde se deben: olvidadas.
—Me dejaste con una historia colgada —dijo MinHo—. Me contaste que para tu graduación llegó la policía. ¿Por qué? Digo, mierda- pero no es algo que normalmente pase.
—¿A ti no te pasó, cuando terminaste? —burló JiSung.
MinHo hizo una mueca. No esperaba aquella respuesta, por lo que no sabía cómo sustentar la mentira.
—Ah- bueno... —MinHo notó el tren moverse. Ya no tenía oportunidad para escapar, por lo que siguió—. Ya no estoy para esos trotes. El amor no es para mí.
—Uy, 'el amor no es para mí' —lo imitó—. En vez de romperte el corazón te lo sacaron, ¿eh?
MinHo medio sonrió con una risa sarcástica, desviando la mirada hacia la ventana. —Se me es complicado.
—Puedes explicarme.
—No, gracias. Aun tengo la duda sobre la graduación, sinceramente.
JiSung volvió a chasquear su lengua. —Bueno, te lo cuento- pero déjame decirte que no es mi tema favorito.
«Vaya, que tenemos cosas en común», bromeó MinHo.
—El profesor de Filosofía y Ética: Choi YoungJae, él fue siempre un hombre atento conmigo..., ya sabes, carencias paternales —obvió JiSung. MinHo le dio la razón—. Mi madre lo amaba. La esposa del señor Choi me amaba- le encantaba que me gustara el teatro y esas cosas. Tuvimos una relación cercana y, en un viaje a Jeju- de esos viajes escolares antes de graduarte, como siempre, paseamos por la playa. Esa noche, en el dormitorio compartido con los otros tres imbéciles y un par de más, nos emborrachamos y jugamos verdad o reto, y me preguntaron cuál fue mi primer beso. Tomado, tonto, y con Shuhua aullándome en el oído si es que fue ella mi primer beso, le dije que fuiste tú. Fue divertido para todos menos para HyunJin, quien tomó represalias y corrió el rumor entre alumnos que me acosté con el profesor Choi. —MinHo quedó con la boca abierta, y JiSung le alzó las cejas sugestivamente—. Buen giro de trama, ¿eh?
—Sé que después de rehabilitación mis neuronas se cayeron, pero no entiendo nada.
—El punto es que, para la graduación, el rumor estuvo tan latente que llegó para el oído de los padres. Llamaron a la policía y hubo todo un desastre de por medio. Algunos padres me insultaron. Otros me abrazaron tan afectivamente por la pena. Shuhua rompió conmigo. La esposa del señor Choi quiso separarse en ese instante. Fue todo terrible.
—Pero fue un rumor, ¿no? —rectificó MinHo—. Nada de eso pasó.
—Era un profesor con un estudiante que en 2002 no existía la bisexualidad todavía —explicó JiSung con solemnidad—, un muchacho de diecisiete fan del teatro, por supuesto que era bueno para el sexo y le pasaba el culo al primer adulto que lo miraba a los ojos.
—Carajo.
—Exacto. Carajo.
Por un momento ambos se mantuvieron en silencio; MinHo miraba de reojo a JiSung que miraba por la venta del tren el paisaje de las afueras de Seúl mientras suspiraba. Repentinamente, MinHo se sintió en confianza.
La esencia de la amistad de ambos seguía presente.
—Bueno, yo también tengo una historia traumática que impidió que formara una relación romántica normal —admitió. JiSung le puso atención.
—¿Cuál es?
Y a pesar de que MinHo no quería contárselo a nadie más, sintió la necesidad de querer soltarlo todo. —¿Qué es lo más importante para ti en una relación?
—Respeto y confidencialidad. Y que no te acusen de zorra.
—¿En serio?, la mayoría de las personas me responden sexo.
JiSung roda los ojos, agraciado. —Anda al grano.
—Bueno, hay cosas que ciertas personas no pueden entregar. Como tú no puedes entregar tu total devoción sacerdotal a tus citas, yo no puedo entregar mi sexualidad a las demás personas.
JiSung no entendía a lo que se refería en un principio, pero al captarlo su mirada decayó. —¿Estás diciendo...?
—No es algo de lo que me apene o me avergüence —aseguró enseguida—. Ser VIH positivo y tener SIDA terminó convirtiéndose en un agregado más a mi vida. El problema está cuando no tienes tiempo de conocer gente nueva para formalizar algo serio, ¿entiendes?, digo, hay personas que cuando se sienten tensas necesitan una buena revolcada para funcionar, y eso me vendría muy bien a mí si no fuese por el miedo constante de contagiar a alguien. O peor, ser rechazado por eso.
El otro sintió como un bate de beisbol le golpeaba en el estómago; la idea de que MinHo estuviese enfermo fue algo que no se lo esperaba, si bien no podía decir un lamento porque seguramente en su vida ya escuchó demasiados, JiSung no podía evitar sentirse abatido por la noticia.
—Comprendo... —fue lo único que pudo pronunciar.
—No te lo dije para que sintieras pena —mencionó—. Te lo cuento porque, bueno, debías saberlo. Le mentí a todo los de la escuela en la reunión, JiSung, la verdad es que no tengo ningún título.
JiSung le miró una vez más con el ceño fruncido. —¿A qué te refieres con eso?
—Fui adicto —contó MinHo—. Me rehabilité, comencé a pelear y conocí a Tom. A él le gusta decirme «te hice joya», porque mi rendimiento no solo fue inesperado, sino que en un inicio era bastante pesimista el pronóstico. Pero, como tenía dinero, invirtió todo en mí. Es su caso de caridad al que le debo pagar.
—¿Y es solo eso? —preguntó JiSung—. ¿Solo eso me tienes para contar?
No, claro que no, porque la historia de MinHo fue larga. Tanto como lo sintió como también JiSung le prestó atención. El pacto implícito de la sinceridad hizo que, la historia de MinHo y los doce años separados fuese el cúlmine del relato.
Después de casi dos horas de viaje ambos se bajaron en la estación de Incheon, caminaron juntos en silencio hasta la parada de buses donde sus caminos se separaban.
—Oye... —MinHo, sin creer que lo que quería mencionar estaba correcto o no, carraspeó—. Tu cumpleaños es el otro mes, ¿verdad?
JiSung, quien no había estado prestando atención, lo quedó mirando. —Eh- sí. El tuyo en dos meses más, también.
Hacía ya tiempo que no recordaban el cumpleaños del otro.
—¿Me quieres regalar algo? —preguntó JiSung con descaro.
Se encogió de hombros. —No sé si te lo mereces- y no sé si te volveré a ver.
—Touché —y, con un elegante movimiento, JiSung sacó su celular del bolsillo—. Dame tu número.
—¿Eh?
—Tu número celular- Linoring —burló—. Reclamaré mi regalo.
—Ah, sí que eres irritante —farfulló mientras colocaba sus ojos en blanco.
Sin embargo, igual terminó dándoselo.
—Suerte en tu pelea —deseó JiSung, tomando el camino contrario.
—Suerte con tu madre —correspondió, manteniendo su tono sardónico.
Y, una vez más, sus caminos se separaron.
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