3. Kids in Love
Capítulo 2
Kids in Love
Yout love is such dumb love,
Call it what you want it was still enough.
And you're still all of the things that I want in my life.
How could I ask you to leave me?
Abril, 2014
—Siento que me voy a desmayar.
Expresó JiSung yendo a la mesa de bebidas para sacar una lata de cerveza enseguida, pero ChangBin la toma rápidamente para entregarle un vaso de bebida ya servido. —¿Te sofocaste, Danny Zuko?
—¿Por qué demonios Minnie está arriba mío? —se preguntó JiSung, bebiendo—. Me mandó al demonio, ¿por qué...?
—Recuerda, JiSung, vienes aquí a cerrar, no a atormentarte.
—Lo sé, lo sé... —pero JiSung parecía no saber—. Estoy un poco tenso, ¿No quieres ir a bailar después de esto?
—Podríamos ofrecer a un grupo que iremos. Ninguno es de tu salón y parecen estar bien.
—¿No sería falta de respeto para Soyeon?
—Quedémonos un rato más y de ahí pasamos a buscar a Felix para irnos a un club —dio la idea—. Diría que nos quedemos en su departamento, pero dudo que él me quiera ahí...
—Se descartan todas las ideas, tengo que seguir a mi psicóloga —se arrepintió JiSung enseguida—. Iré donde HyunJin a enfrentarlo o volarle los dientes- lo primero que se me venga a la cabeza antes de la cena.
Pero con la mera intención fue interceptado por MinHo, con sus manos escondidas en la cazadora negra y con un aspecto muy tímido elevó la voz para ser escuchado por él. —¿Podemos hablar?
JiSung aguantó la respiración, pero la interrupción llegó pronto.
—¡Tomen asiento! —gritó SoYeon en el micrófono—. ¡La cena va a comenzar!
La cena. ¿Qué cena? Bueno, eso explicaba la mudanza de lugar. ¿Es que SoYeon lo tenía todo planeado, o simplemente parecía a gusto de querer transferir todo de un lado a otro, sin intención de pensar en los demás? Ah, JiSung estaba siendo demasiado paranoico.
Se juntó con el resto para preguntarse dónde debía de sentarse, porque las mesas estaban cargadas de nombres y platos. Divisó su nombre lejos del de ChangBin, quien arrastró a Chan a su lado con un pánico que parecía bordear entre el desgaste de sus pulmones y el actuar real. JiSung lo maldijo, porque el pánico también se encontró con él cuando, en su mesa designada para la mesa, su antiguo grupo se encontraba ahí.
«Bien, Han JiSung —se alentó—. Este es tu momento».
Rodeado de Kim SeungMin, Yang JeongIn, Hwang HyunJin y Lee MinHo, JiSung se sentiría como una olla a presión.
—¿Qué fue de tu vida?
JiSung pestañeó ante la pregunta de JeongIn, quien lo atrapó tan descolocado que apenas pudo colectar las piezas de la memoria que caía frente a sus ojos. MinHo bebió jugo a su lado.
—Nada nuevo, ¿y la tuya? —replicó JiSung, antes de hacer una divertida mueca—. ¿No ha sido una pregunta muy repetitiva? Me parece que sí.
—Es que todos queremos saber qué fue de todos, como no —contestó SeungMin desde la otra mesa—, yo, por lo personal, me dediqué a-
—No des pena —interrumpió HyunJin, con una risa de por medio—. Hay cosas mejores, digo yo.
—¿Cómo tú, periodista?
—Por supuesto.
—No es como si hubiese otros temas de conversación, aparte —MinHo consideró, con sus ojos pegados en JiSung—. Sin contar los años de escuela, somos prácticamente extraños.
—Entonces, ¿considero esto como una cita a ciegas? —bromeó JiSung.
—No sé si alguien sea capaz de contestar eso —comentó SeungMin, alzando sus cejas furtivamente—, ya sabes, no somos tan liberales.
Las palabras pasivo-agresivas de SeungMin hizo de que JiSung sostuviera la base de su copa, con las burbujas del espumante subiendo lentamente hacia la cima ante las ideas que se planteaban en su mente. JiSung tenía la inminente necesidad de sacudir su piernas para saciar su nerviosismo, lo que solo pudo atraerlo a acomodar su cuello .
—Sí, eso mismo me dijo ChangBin cuando regresé —dijo JiSung.
SeungMin escupió en su propio vaso.
—¿Regresaste de dónde? —MinHo preguntó.
JiSung se estaba colocando peor por la atención que recibía de él. —Del extranjero. Estuve un tiempo allá.
—Yo igual —sumó HyunJin—, en una beca interna de la Universidad. Pude estudiar un año en Japón para hacer un magíster de medios y estrategias de comunicación.
—Eso es bastante interesante. Lo bocaza te sirvió de algo.
HyunJin quedó con las palabras en la boca, y JeongIn solo pudo murmurar una risa a su lado. MinHo, por su parte, no tenía idea de qué demonios estaba pasando.
—¿Es así como se llevan? —MinHo preguntó, esta vez con su mirada en HyunJin.
—No sé de qué hablas.
—Fue descortés de mi parte —JiSung siguió—. Lo siento, HyunJin. Vamos, cuéntame de tu magíster mientras llega la cena.
El relato de HyunJin se extendió por diez minutos entre que los meseros llevaban aperitivos a la mesa y JiSung se ahogaba en espumante. MinHo estaba igualmente raro, y se replanteó todas las veces que decidía en ir o no ir a esa cena para decir que su instinto sí tuvo razón.
Es decir, aun era muy temprano. No podía ser una mala noche- MinHo debió de haber visto venir eso.
Mientras que JiSung, por supuesto, mantenía su postura en alto.
—Es interesante cómo tuviste ese trayecto. Es muy difícil hacer ese tipo de estudios en el extranjero —halagó JiSung. Su dedo bordeaba la boca de la copa—. Bueno, ¿recuerdan cuando el maestro de matemáticas nos dijo que, de diez estudiantes, solo dos irían a la universidad?
—¿En qué momento dijo eso? —preguntó MinHo.
—Fue en el último año. La mitad de la generación reprobó en un examen y dijo eso —contó JeongIn—. Aunque le doy solo... tres-cuartos del crédito. Estoy terminando mi carrera.
—Eso es magnífico. Felicidades —repitió JiSung.
—¿Y nos dirás qué fue de ti? —SeungMin le preguntó directamente, apoyándose en la mesa—. Desapareciste.
—Vamos, ¿en serio hay que seguir?
—Fuimos amigos, JiSung. Compartimos cada uno de los recesos por cerca de cuatro años —dijo SeungMin con un demarque en cada palabra—, salíamos después de clases, almorzábamos juntos y dormiste en mi casa. No puedes hacer fingir que nada de eso pasó y que, por lo personal, no me doliera tu partida hacia quién-sabe-dónde.
—¿Me lo dices a mí? Eso significa que ya interrogaron a él, ¿no? —JiSung apuntó a MinHo con su pulgar.
—Y con antelación. Lo entrevisté yo —acotó HyunJin.
MinHo solo miraba a que los meseros llegaran con la comida. Si corría suerte, podría intoxicarse con un pedazo de cerdo.
—Soy peleador —MinHo le contó a JiSung—. Hago Artes Marciales Mixtas desde hace un rato.
—Quedó en segundo lugar en el campeonato nacional —agregó HyunJin.
Por supuesto que JiSung no se esperaba eso. Ni de cerca ni por asomo, porque en el instante en que deja de tener contacto con Lee MinHo luego de que él lo golpease en el baño de la escuela, no esperaba que dicho sentimiento de lucha suscitase a que fuese un peleador nacional. La ironía era la terciara entre ambos.
No obstante, JiSung tuvo un momento de permiso para que se sintiera orgulloso. De qué, se preguntaba él, porque JiSung no tenía idea de cómo era el campo de las Artes Marciales Mixtas- es decir, ¿lo habrá escuchado para alguna olimpiada? ¿O salió con alguien que tenía de pasatiempo apostar por peleadores? Era una idea tan surreal que, con MinHo sonriendo con lo que era una mueca orgullosamente incómoda, JiSung asintió y le correspondió.
—Mira, qué bien. Te gustaba pelear de pequeño —recordó JiSung.
—Eres la mejor prueba —agregó SeungMin.
—Obvio —la sonrisa de JiSung se ensanchó—. Tienes un buen gancho, MinHo.
MinHo quedó con las palabras en la boca.
—Y-yo en serio lo... en serio lo lamento. —Siendo el disparo de la línea de salida, todo el cuerpo de MinHo se movió hacia JiSung, encarándolo con un movimiento de manos que enfatizaban su arrepentimiento—. Por nada en el mundo debí de golpearte esa vez. Realmente estuve muy fuera mí, y no sabía lo que te había hecho ni cuando me regresaste el golpe. En serio, JiSung, lamento eso.
En la mente de MinHo, luego de la pelea en los baños de la escuela en 2002, estuvo preparando esas disculpas por si alguna vez se reencontraba con JiSung; por las esperanzas que tuvo al saber que dobong-gu no podía ser tan grande como para no volver a verlo, y porque sus casas estaban a una estación y andén alzado de distancia. MinHo deseó disculparse, deseó verlo y deliró en los baños de estaciones servicios los años siguientes que JiSung lo perdonaba.
JiSung, por su parte, también tuvo las mismas fantasías durante dos año, con los mismos pensamientos de que dobong-gu no era tan grande como para no volver a encontrarse. No obstante, cuando montó el avión para largarse de Corea del Sur, se dio cuenta que dobong-gu solo era grande para aquellos que no se buscaban.
No había intención de comprender; JiSung solo meneó su cabeza.
—Okey. —JiSung no se sentía mejor—. Te perdono.
MinHo tampoco sentía las disculpas, y el imago de la nostalgia se hizo humo para mostrarse al otro con la misma edad, diez años más tarde.
—Wow, vaya —HyunJin irrumpió el momento—. Son demasiados dramáticos.
—Sí, bueno, yo tengo el derecho —JiSung pasó una mano por su cabello para liberar energías—, soy actor.
—¡No! —JeongIn soltó con sarcasmo—. ¡Bromeas!
—Oye, a ti no te sorprende, pero a mí sí —le dijo SeungMin—. No pensé que lo lograría.
—¿Y vives con algo siendo actor? —consultó HyunJin—. ¿Qué más haces?
—Soy actor —rectificó JiSung—, y- bueno, desde hace un tiempo también me dedico a la dramaturgia y dirección teatral.
—Sí, pero- ¿qué más?
—¿No te parece trabajo suficiente?
—Digo —HyunJin movió sus manos—, trabajo de verdad, JiSung. Me entiendes.
JiSung no perdió la actitud, y le dio un trago a su copa. —Es mi trabajo de verdad, para tu sorpresa. Yo también me asombro de llegar a fin de mes.
—Deben de pagarte bien.
—Como es un rubro tan pequeño, cada quien tiene su posición —JiSung le restó importancia—. Pero no es algo para halagar.
—Pero eres actor —MinHo le dijo—. Eso es genial. Siempre quisiste serlo.
—Para que veas que hay deseos que se cumplen.
—Y si vienes del extranjero- por supuesto que te fuiste a especializar allá.
—Corea me quedaba pequeño, ¿eh?
—¿E hiciste algo conocido? —preguntó SeungMin—, ¿algo por lo cual tengas el mérito acá?
—Un par de proyectos pequeños. No me gusta fanfarronear de la grandeza.
—Porque el actor tiene grandeza.
—Aquí no tanto, por eso el único de esta mesa quien tuvo la posibilidad de zafarse del Servicio Militar es el peleador —bromeó.
—¿Tú te la zafaste? —MinHo le consultó.
—Una gloriosa escoliosis. ¿Y tú?
—También.
—Vaya, ¿cómo?
MinHo casi respondió cuando las palabras se quedaron en su boca, miró al resto de la mesa e, incapacitado de poder reformular la pregunta, solo se encogió de hombros. —Milagros navideños.
Durante la cena, el proyector mostró diversas y antiguas fotografías del periodo escolar del grupo. Algunos rieron con ganas, y otros simplemente escondían sus cabezas por la vergüenza. JiSung podía ver cómo desde la mesa de ChangBin él se dedicaba de darle contexto a Chan a cada suceso que pasaba frente a ellos, y JiSung nunca había deseado tanto estar ahí para poder zafarse de las ganas de querer enterrarse los palillos en el cuello.
MinHo, por su parte, estaba en el mismo estado. Repasó la lista de excusas que le vendría bien para poder largarse temprano de ahí sin sonar demasiado sospechoso- bueno, ¿sospechoso de qué? Si él, al ser un deportista de alto rendimiento, podía decir que debía de entrenar muy temprano o que debía de sacar a pasear a su mascota (que no tenía). Nadie debía de juzgarlo.
Sin embargo, MinHo era muy mal mentiroso.
—¿Por qué hay tanta tensión? —MinHo le susurró a JiSung, mientras los otros tres conversaban sobre las fotografías proyectadas.
—¿Sientes tensión?
—No, ¿cómo? Si el ambiente es tan ligero como una pluma.
—No puedo hablar sin mi abogado de por medio —lamentó JiSung, y apuntó hacia la otra mesa—, abogado que se está intoxicando con el alcohol. ¿Quieres hacer la mesa más densa, todavía?
—¿Cómo?
—SeungMin —JiSung se giró para verlo—, ya que estamos con interés de vida, háblame de la tuya. Sacaste tu carrera en algo. Genial. Me topé con Yeh Shuhua y ella está con pareja, ¿tú también tienes?
—Vaya, me preguntas como si fuera tu misión en cubierta sacar esa información —bromeó SeungMin.
—¿No fui sutil?
—Para nada.
—Lástima. ¿Y?
SeungMin miró a sus otros dos amigos, y bebió de su bebida. —No. Estoy soltero.
—Fantástico.
—¿Me emparejarás con alguien?
—Solo es curiosidad. Creo que todos acá estamos al tanto que, tan pronto como se acabe esta reunión, hablaremos mal de los otros con nuestros amigos —elaboró JiSung.
—Tan denso como una hoja de papel —MinHo murmuró al darle un trago a su jugo.
—Creo que tu nivel de defensa está por las nubes —HyunJin observó—. ¿Por qué no solucionamos el tema, ahora?
—¿Por qué? ¿No te gustaba jugar al tonto?
Un aullido en las personas se asomó cuando las fotografías hicieron transición. En el proyector se podía observar un video de baja calidad en el día de la graduación, donde Jeon SoYeon daba el discurso de la generación como muestra de agradecimiento junto con anotaciones nostálgicas y melancólicas.
—Me habría gustado haber estado en la graduación —comentó MinHo—, o al menos de visita.
—Y te perdiste un espectáculo —codeó JiSung—, no sé si en el video mostrarán la llegada de la policía o qué.
—Okey. Ya no puedo con esto.
SeungMin y HyunJin miraron con incredulidad cuando JeongIn dejó los palillos y se levantó.
—¿Dónde vas? —SeungMin le preguntó.
—A la barra libre. Ya no soporto esto —JeongIn se largó con paso rápido de ahí.
—¡Tráeme un daiquiri! —solicitó JiSung, antes de hablarle a MinHo—. Me encantan los daiquiris.
—Estoy totalmente perdido —MinHo confesó, y miró a SeungMin y a HyunJin en busca de respuestas—. ¿Qué demonios? ¿Por qué la policía?
El video de la graduación se cortó.
—¡Detuviste la mejor parte! —un exestudiante gritó.
—Ah~, el profesor Choi YoungJae —suspiró JiSung con falsa nostalgia—. Hace mucho tiempo que no he pensado en él. ¿Ustedes piensan en él? —preguntó a los otros dos.
—¿Cómo tienes la habilidad de hacer un espacio divertido, cómodo y fiestero en algo tan pesado? —HyunJin atacó—. Siempre fuiste tan denso y dramático. Las cosas nunca podían dejar de tratarse de ti.
—¿Cómo dejarían de hacerlo? Si ustedes dejaron en claro que el reflector apuntaba a mí —JiSung dio un bocado a la comida.
—Estoy perdido —repitió MinHo—. ¿Profesor Choi? ¿El de Filosofía y Ética? ¿Qué pasó con él?
—Se acostó con JiSung —SeungMin soltó enseguida.
De la impresión, MinHo se dirigió a JiSung. Él no recordaba que JiSung fuera ese tipo de persona- ese tipo de chico que lucía bastante incómodo consigo mismo. Si hacía memoria, inclusive JiSung era...
«Alto —se interrumpió MinHo—. ¿Qué?»
—Fue una maravillosa noche en nuestro viaje a Jeju —complementó JiSung, apoyando su mentón en su mano a su vez que se apoyaba en la mesa—. Increíble la capacidad racional que tenemos de adolescentes. Paseas con un hombre en la playa y, de pronto, todos creen que se la chupase con bolas incluida en un restaurante.
—Carajo, eso es asqueroso-
—¿No me dirás que no hiciste lo mismo? —atacó—. ¿O yo solamente soy el maricón? Vamos, SeungMo, dejemos de fingir demencia.
—¿Puedes cerrar la boca?
—¿No te pedí eso, también?
La lengua afilada de JiSung borraba todos rastros de sumisión que MinHo recordaba en ese instante. Del chico de uniforme grande y cabizbajo, de risa tímida e incapaz de darle interés al mundo solo porque de esa forma no se veía afectado. Ahora, rubio (demasiado rubio; MinHo olvidó por completo cuánto le gustaban los rubios), voraz y salvaje, criado por bestias, demostraba toda la dominancia que debió de tener guardado al lado del rencor.
—Vamos, HyunJin, SeungMin —JiSung se apoyó en el respaldo, con un tono más suave—. ¿Ahora no les gustan las bromas?
—¡Oye, Han! —Choi SooBin, de la otra mesa, le llamó—. Hombre, ¿qué fue de ti después de la graduación?
—¡No estuviste en el cumpleaños de BeomGyu! —recordó Hwang Yeji.
—Hannie se fue —totalmente vanidosa, Yeh Shuhua respondió—, se largó de Corea.
—¿En serio serás apreciable solo porque te largaste? —espetó SeungMin a JiSung, cada vez más molesto.
—Ya lo dijimos: dos de diez estudiantes podrán graduarse —JiSung contestó de manera sofisticada. El espumante se acabó de su copa—. Oh, carajo. ¡JeongIn! ¡¿Me traes otra copa?!
—No se puede discutir contigo. ¡Eres un jodido crío! —HyunJin se terminó por levantar de la mesa—. Diez años han pasado y no has superado una mierda.
—Créeme que superé bastante —aseguró JiSung, sin levantarse—, porque cualquier persona que le retiene la policía el día de su graduación como presunta víctima de un caso de pedofilia dejaría a cualquiera destilando fuera del gimnasio. En especial si es por venganza solo porque le di un par de besos al amor de tu vida.
Como MinHo estaba totalmente perdido, siguió comiendo. Miraba hacia todas partes ante cada réplica que daban.
—Me largo —SeungMin también se levantó.
—¡No se hagan los cobardes! —Finalmente, JiSung los imitó. MinHo no se había dado cuenta que estaban siendo el centro de atención—. Ni tampoco las víctimas, por favor. Creí que eran mejores que eso.
—Eres una jodida vergüenza —espetó SeungMin.
—¡Vergüenza! —JiSung abrió la boca con una indignación cómica que MinHo no pudo tomar en serio cuando vio la sonrisa burlesca bailar en sus comisuras—. ¡Yo no soy una vergüenza! ¡Soy un sinvergüenza! —aclaró de manera burda—. Vergüenza son ustedes tres que esperaban verme sin más, o simplemente no lo esperaban —apuntó a SeungMin, HyunJin y a JeongIn—. Pero estoy aquí, ganando más dinero que ustedes tres en conjunto, con un fantástico trayecto en diez años y una gloriosa casa en dongdaemun-gu. Mientras, ustedes siguen estancados en este barrio marginal porque el acoso escolar no te da los wones necesarios para comprarte aunque sea un traje decente.
El silencio incómodo que se posó ante eso dejó a MinHo agraciado, con su boca llena de ensalada y con tentadoras ganas de aplaudir por el espectáculo visto.
—Salud —logró decir MinHo, antes de darle un trago a su jugo.
Con su cabeza en alto, JiSung regresó a su asiento para continuar con la cena.
—¡Eres un patético narcisista! —HyunJin gritó—. Actor de cuarta. Morirás de hambre antes de que se te desarme toda la basura que acabaste de decir.
—¿Cómo está tu madre? —JiSung ignoró a HyunJin—, la mía se fue a vivir a Incheon con su pareja. Le agradará saber que te vi.
—Mi madre... —MinHo balbuceó. HyunJin aun seguía furioso detrás de ellos.
—Deja de ignorarme —espetó HyunJin, y lo jaló del hombro—. JiSung-
JiSung vertió el plato de comida en el pecho de HyunJin, dejando caer el arroz, el cerdo y su jugo espeso sobre la camisa blanca. Pudo escuchar un par de jadeos de sorpresas y una que otra carcajada. Al final de la historia, podía pensar MinHo, que en verdad no importaban los diez años si es que todos seguían siendo unos críos mal criados.
—Ahora entiendo porque les gustaba lanzarme basura —confesó JiSung, y se levantó—, porque se siente malditamente bien.
Antes de que HyunJin pudiese agarrarlo, JiSung ya había huido del gimnasio. MinHo intercaló su mirada, totalmente perdido y sin saber por qué la gracia que tenía en su garganta lo hacía sentir tan culpable. HyunJin tomó una servilleta y, entre maldiciones, se comenzó a limpiar antes de que dos chicas se acercaran a acudirlo. SeungMin y JeongIn regresaron a la mesa, totalmente desistidos.
—Puta mierda —masculló SeungMin, y le dio un trago a su vaso—. Odio a ese sujeto.
—Y yo que creí que eran amigos —bromeó MinHo.
—¿Tú también vas a seguir? ¿Qué sabes tú, si dejaste la escuela? —atacó.
—Y pregúntale por qué la dejó —enfatizó HyunJin, furioso—, para ver si el imbécil se sigue riendo.
La sangre se congeló en MinHo, y el jugo se le había acabado.
—Supongo que nunca aprendiste a crecer, ¿eh? —murmuró MinHo.
—Un jodido drogadicto. Por eso dejó la escuela. Revísale sus brazos, si quieres.
—JiSung tuvo razón —MinHo se preguntó por qué se había demorado de levantarse de ahí—, el periodismo le queda bien a un bocaza como tú.
—Vete al carajo.
Apenas MinHo colectó la chaqueta de JuYeon antes de salir del gimnasio. ¿Qué carajos había pasado y por qué se la llevaron contra él? O sea, es esperable que hubiese pasado y demasiado tarde había demorado como para no haber sacado su problema de adicción antes.
Al salir del gimnasio, revisó enseguida su celular si es que los trenes estaban disponibles todavía o si era muy tarde para que JuYeon lo fuese a buscar; sin embargo, de esperarse no fue mucho, en el estacionamiento vio a JiSung fumando con sacudidas en su cuerpo.
JiSung palmeó en sus bolsillos de la chaqueta para sacar un paquete de cartón fino con una docena de papeles de la longitud de un índice y delgados como un hilo.
—¿Quieres? —ofreció JiSung, tras no haber voz por parte del otro.
—Oh-no, no fumo eso —negó rápidamente.
—Es tabaco, lo cosecho yo mismo —explicó JiSung, sacando del mismo bolsillo una bolsa ziploc con tabaco molido—. Bueno, no yo, pero es confiable.
—Independiente de lo que sea, mi cuerpo no lo resiste —siguió, pero MinHo se sentía mal el dejar la mano extendida de JiSung, y además quería una excusa para seguir allí—. ¿Sabes qué?, no importa.
—¿Seguro?
—No es que me vaya a matar un cigarro.
«Vaya ironía».
Conversaron un poco de las plantaciones y cigarros mientras enrolaban el cigarrillo y lo encendían con un fósforo (proveniente también de JiSung). Y a pesar de que MinHo había accedido a fumar, con el primer cale terminó ahogándose tanto que asustó a JiSung.
—Tranquilo, hace tiempo no fumo —le calmó MinHo.
—Esa tos es de muerte, ¿tienes tuberculosis? —preguntó asustado JiSung.
—Nah, solamente es la pérdida de costumbre.
—Ah... —JiSung caló—. Me contaron que haces artes marciales mixtas, debe ser muy intenso, ¿Eh? Las dietas y todo eso.
—Si, tengo un entrenador —contó—. Junto a una nutrióloga me hicieron una dieta y una rutina. Para las personas como yo es necesario hacer deporte, así que sigo todo al pie de la letra.
—¿Cuáles son las personas como tú?
MinHo tardó en responder. —Soy un jugador que ha ganado las regionales, y el año pasado llegué a la semifinal de las nacionales. Algunos medios dicen que soy una promesa joven para este deporte, y capacitado de llegar al torneo internacional.
«En parte era verdad».
—Eso es increíble —admitió—. Que bien que estés en esa posición.
—Para tener veintiocho, creo que cualquiera mataría por estar ahí. ¿Y tú?, dijeron que estuviste en Broadway-
—Participé en un musical, sí —asintió—. Estudie en la academia de Juilliard.
—¡Bromeas!
—¡Es en serio! —sonrió también—. Entré gracias a un programa internacional. Sudé sangre como por cuatro años en ese conservatorio.
—¿Por qué no te quedaste allá? —«Oh, soné muy borde»—. Me refiero-digo, parecía muy genial todo allá, ¿por qué...?
—Era muy costoso vivir allá. No podía mantenerme —explicó JiSung—. Además, ya estaba apestado. Odiaba a los yankees, y no querían darme más papeles por mis rasgos asiáticos, así que mandé todo al demonio y me vine hacia acá.
—¿Y tu madre no se deshizo de tu habitación cuando te largaste?
—¿Hm? No, MinHo. Mi madre se fue de Seúl —contó. MinHo no pudo evitar soltar un «ah». Bueno, ¿qué iba a saber él?—. Se fue a la playa con su novio, y no me iba a ir hacia allá. Amo a mi madre, pero ya me independicé. Bueno, más o menos. Me vine a vivir al centro de Seúl con un compañero de Juilliard que consiguió el rol en una teleserie.
—¿Y planeas volver allá?
JiSung se encogió de hombros mientras calaba una vez más. —Solo si la tengo. No buscaré irme.
—Sabia decisión. ¿Acaso nada te detiene?
—Voy a por ello cuando es mi deber ir.
—Me gusta ese carácter.
—Soy actor, debo interpretar muchos caracteres.
—¿Todos?
—Claro, desde el introvertido hasta el sexualmente activo.
MinHo rio. —¿Qué es eso, JiSung?
—Yo solo digo —se rio JiSung también—. Una vez, para un proyecto, tuve que actuar como casi un ninfómano que hacía chistes sexuales cada dos diálogos. Fue tan incómodo.
—¿No te identificas?
—¿Estás preguntando de si soy sexualmente activo?
Esa no era la intención de la pregunta, pero eso no evitó que MinHo se sonrojase hasta las orejas por esa pregunta. —¡No!
—Que bien, porque no planeaba responder.
—Me tomas desprevenido, me refería a si no te identificas con los personajes que interpretas.
A pesar de ser una pregunta sencilla, JiSung lo pensó un poco antes de contestar. —Depende, creo que he actuado tanto que a veces se me olvida que soy persona.
—¿Entonces el JiSung de ahora es un personaje?
JiSung no sabía que contestar realmente, tampoco es como si quisiese hablarlo tan libremente, pero si accedía a que esa actitud no era propia de él. O tal vez sí. No lo sabía.
Ante ese silencio MinHo no presionó más y terminaron de fumar en silencio, con JiSung balanceando sus piernas mientras que MinHo se apoyaba con gusto en el respaldo de la banca para observar el cielo; su respiración era tan tranquila que JiSung pensó que se había quedado dormido.
—¡JiSung!
Ambos chicos levantaron la cabeza. ChangBin salía del gimnasio y caminaba en dirección a ellos a pésame por la oscuridad.
—¿Qué pasa? —preguntó JiSung de vuelta.
—Algunos iremos a un club, ¿nos siguen?
La idea de ir a un club tensaba a JiSung. ¿Acaso era realmente necesario?
—Nah, yo me iré a casa —dijo MinHo, pisando la colilla que lanzó al suelo—. ¿JiSung?
—Creo que me iré a casa también —avisó JiSung a ChangBin—. Tomaré el tren.
ChangBin asintió. —Avísale a Felix. Iremos con Chan a tu departamento después, para que dejen la llave con el conserje.
—Okie —se despidió JiSung. Tras la cara divertida de MinHo, frunció el ceño—. ¿Qué? Tenemos una copia de llaves. Nadie se ha puesto de acuerdo en sacar copia.
—¿Viven los cuatro?
—Vivimos, en vez de los cuatro.
MinHo pegó una risa que no fue acompañada por JiSung, pero solo continuó incitándolo a seguir.
—Bueno, larguémonos.
Sin despedirse del resto, ambos salieron de la escuela y caminaron a la estación de tren más cercano. MinHo apuntó en el mapa del tren que su departamento quedaba más cerca de lo que parecía quedar del de JiSung, así que se quedaron conversando sobre temas banales en la espera de que el tren nocturno pasara en el andén de la estación.
—Oye, he hablado tanto de mí que no sé nada de ti —acusó JiSung—. ¿Qué fue de ti cuando abandonaste la escuela?
MinHo no se encontraba en real confianza de querer hablar del tema, se sentía aún más avergonzado al saber que JiSung había tenido un trayecto exitoso mientras que él tuvo que sacarse las uñas para llegar a donde estaba ahora (literalmente).
—Escuela técnica —mintió una vez más.
El tren llegó y ambos subieron; a pesar de estar vacío decidieron apoyarse de pie en una de las puertas del tren y siguieron conversando banalidades. La interacción entre ambos chicos era tan pura y nostálgica que sentían que el tiempo no había pasado entre ellos; todo fluía de tal manera que ambos vieron frente al otro a un chico de quince años que esperaba llegar a casa a comer caramelo y fideos instantáneos.
—¿Y ahora vives solo? —preguntó JiSung.
—Con tres gatos. Lo mismo que los tuyos, pero más simpáticos.
—Y que lo digas. ¿Recuerdas del costo económico que me hizo inmigrar? Me compré un departamento. —MinHo ni siquiera pudo soltar el grito de impresión cuando JiSung lo detuvo—. Fue una subasta. Una anciana vivía allí y murió. No la encontraron por seis meses. El estado la remató a tan accesible precio que, queda claro que para independizarse cerca de los treinta, debes de tener a una señora Masha rondando por tu departamento.
—Señora Masha- suena a señora abandonada.
—Tú puedes ser la señora Masha.
—No, mis gatos se comerán mi cadáver antes.
Y, aun con la simpleza, la línea tensa entre ambos era tan grande como el elefante en la habitación. JiSung no creía que hubiese alguna palabra para formular el nivel de nostalgia que tenía en la conversación con MinHo, en la manera que tenía para actuar, para sacudir su cabello castaño tal como lo hacía cuando era joven.
Hace no mucho dejaron de ser niños, aunque se vieron hace doce años atrás.
Para cuando llegaron a la estación de JiSung, MinHo le sujetó del brazo. Tocarlo parecía transgredir una norma implícita, pero no lo soltó.
—¿Puedo tener tu número, JiSung? —pidió MinHo.
JiSung, con lástima, se encogió de hombros. Su sonrisa no se apagó en todo momento.
—¿Mi número? MinHo, recién me estoy mudando.
—Hannie—
La puerta se cerró y el tren avanzó, dejando a MinHo detenido en el andén sin saber lo que pasó.
Pero JiSung si sabía, sabía tanto que su corazón dolía y no podía evitar lagrimear por el dolor de ello.
¿Podía eso llamarse una forma de superación?
Porque no funcionó para ninguno de los dos.
. . .
¡Gracias por leer!
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