2. Enchanted
Capítulo 2
Enchanted
This night is sparkling,
Don't you let it go.
Marzo, 2002
JiSung tenía un montón de razones para estar rencoroso.
Su vida no había sido lo suficientemente buena las últimas semanas, si es que descartaban el dramatismo de su persona. El estrés de la convivencia entre los chicos de su clase le estaban generando un malestar en su estómago, como además extrañaba sin contar a su compañero de banco.
A MinHo le gustaba sentarse en la ventana; se le era más fácil perder el pensamiento, y MinHo le gustaba estar metido en ellos. A JiSung le gustaba también ver a MinHo así, porque era una perspectiva distinta y acomodada de lo que podía presenciar, jugando en soledad "¿Qué es lo que MinHo piensa?", para intentar adivinar y, si acertaba, MinHo le regalaba una sonrisa.
Había pasado cerca de tres semanas desde que MinHo dejó la escuela. Por consiguiente, JiSung dejó de jugar su juego.
El lado de MinHo, su banco, estaba con rallones tanto de lápiz como de tijeras, tallados en la madera distintas frases como "Ánimo" o "Maestro Soh Pederasta". En plumón negro tenía escrita la canción Fast Cars de Tracy Chapman, y algunas fechas importantes de futuros examenes que no quería olvidar. Por otra parte, el lado de JiSung estaba limpio, pero en la rejilla de abajo cargaba papeles que se mezclaban entre guías, listas de textos, sus guiones y conversaciones que tenía con MinHo cuando el tiempo no era suficiente. Ningún papel fue recibido desde que él se había marchado.
—Oye, zopenco.
El fuerte golpe sobre su pupitre lo sacudió completo, demasiado atontado como para prestar atención que HyunJin balanceaba sus piernas con demasiado ánimo.
—¿Zopenco? —le cuestionó JiSung—. ¿No es un apodo anticuado?
—¿Qué sabrás de lo anticuado? —burló HyunJin, y le revolvió el cabello—. Iremos a ver a MinHo a la casa, para que vayas.
Aun le dolía el lado de la cara donde MinHo le había propinado el puñetazo. ¿Es que HyunJin no podía ser más insensible?
—No puedo ir —dijo JiSung—. Sabes que él no quiere verme.
—Ay, pero a lo mejor le dan ganas de golpearte otra vez y así al menos se digna a salir de la casa.
JiSung cerró su libro con fuerza, demasiado que generó un golpe que calló a HyunJin. Creyó que al menos su actitud habría ayudado a que HyunJin controlase su carácter, para solo recibir un par de risas burlescas que fueron unidas por Kim SeungMin y Yang JeongIn.
—No te lo tomes tan personal —le dijo SeungMin, restándole importancia—. Solo es un chiste.
A JiSung le habría gustado gritarles: «¡Es personal! ¡Es completamente personal!», pero desgastarse y rebajar a discutir con ellos era solo una pérdida de tiempo. Además, desde que MinHo dejó de asistir que los tres lo han persuadido para que lo acompañaran a su casa.
Por lo que, su respuesta más sensata terminó por decir la verdad.
—Tengo ensayo en el Centro Cultural del distrito —informó JiSung—. Es importante para mí.
—MinHo también lo es —bromeó JeongIn, furtivo.
Aunque sus mejillas se sonrojaron, JiSung no se doblegaría.
—No me quiere ver. No lo quiero ver. Yo quiero ensayar —enfatizó JiSung—. Y si alguno tiene un problema con eso, pues puede metérselo en el trasero porque su opinión es absolutamente innecesaria para mí ahora.
Estaba serio, enojado. No le gustaba hablar de MinHo. No le gustaba que le doliera la cara y mucho menos echarle de menos porque ya no se sentaba a su lado. Sus amigos- o, bueno, ellos eran conscientes de los sentimientos de JiSung hacia MinHo. Nunca fue un secreto total de lo que se podía mencionar, por lo que JiSung fue enfático en cada una de sus intenciones para que lo dejaran en paz.
Para solo recibir una burlesca carcajada, junto al juguetón revoloteo de cabellos de HyunJin.
—Te esperamos en la entrada —le dijo HyunJin, y se bajó del pupitre—. No faltes.
Claro que JiSung faltó. Cuando terminó la jornada, esperó a propósito más tiempo dentro de la escuela hasta que notó que no había moros en la costa, y se fue de camino hacia la estación de trenes cercana a la escuela.
Porque vivir en un distrito marginal ayudaba eso: tener el tren cerca. Era un punto de conexión al estar cerca tanto de la escuela como de la casa de JiSung y de la de MinHo. Aquel fue un recuerdo perfecto al instante en que llegó a la estación, donde no era más que a cinco cuadras donde MinHo vivía.
«¿Acaso MinHo abriría la puerta si es que voy yo?», pensó JiSung.
Y una pulsión incitó a que fuera, a que siguiera esas cinco cuadras hacia la casa de MinHo. Podría encontrarse con HyunJin, SeungMin y JeongIn de camino, para así juntar la vaga esperanza a que MinHo les abriera la puerta.
Finalmente, enseguida desechó la idea. A JiSung aun le dolía la cara, y MinHo debía de dejar el orgullo un instante para regresar a la escuela.
Él no estaría desaparecido por tanto tiempo.
. . .
Abril, 2014
—¡JiSung y MinHo han llegado!
El gimnasio siempre había sido lo bastante amplio para hacer las asambleas escolares allí, pero ahora al tener a una gran cantidad de personas en la cancha de baloncesto se notaba como el espacio se había reducido notoriamente, por lo que MinHo no entendía cómo es que los habían identificado a ambos tan fácilmente.
—¡Están grandes!
—¡JiSung se tintó el pelo!
—¡JiSung está vivo!
—¡Y MinHo igual!
De repente MinHo sintió un agobio repentino cuando lo jalaron del brazo para alejarlo de JiSung.
Cuando lo vio en el pasillo frente a su salón sintió como su aliento se contenía. No esperaba encontrarse con JiSung tan rápido y verlo de esa manera, vestido de una manera tan extravagante con un llamativo color miel en su cabello que le sentaba demasiado bien, muy atractivo al gusto de MinHo, como también igualmente vivo. Pero en la ida al gimnasio no hubo comunicación entre ellos, MinHo pensó en sacar un tema de conversación pero se sentía sin derecho a preguntar por la vida del otro. La culpabilidad repentinamente llegó a su corazón.
«¿Qué le importaría si es que le pregunto por algo?»
—¡Hombre! ¡Sigues vivo! —expresó Hwang HyunJin tras agarrarlo del brazo—. Creímos que estabas muerto.
—Algo así —respondió MinHo con incomodidad. «No propiamente tal»—. He estado en lo mío, realmente.
—¿Qué has hecho? —preguntó Kim SeungMin. A su lado se encontraba Yang JeongIn con un vaso de ponche bebiendo y completamente desinteresado en la conversación de él.
—Nada —por un momento a él se le había olvidado la mentira que había contado a SeungMin años atrás—. Eh, sigo en el mismo trabajo de hoteles, aunque-
—¡Mentiroso! —espetó HyunJin de la nada, risueño—. Me manejo en el área de deportes, hombre, ¡eres grande!
«Vaya, al menos no tendré que explicar todo», MinHo tomó en consideración. —Si, bueno, comenzó como un pasatiempo y terminé escalando. Ya sabes, como suceden las cosas.
—¿Qué? —SeungMin miró a HyunJin y a MinHo, confundo—. ¿Qué hace?
—Artes Marciales Mixtas —presentó HyunJin—. Llegó hasta a las competencias nacionales el año pasado, en la categoría de peso ligero.
—¿Artes marciales mixtas? —consultó JeongIn—. ¿Bromeas conque haces eso? Me esperaba de todo.
—Bueno —SeungMin codeó a JeongIn—, era visto venir —y simuló un gancho de golpe. JeongIn rio a su lado.
—No es solo eso —cortó HyunJin—. Es el dotado de su generación. Le ganó al contrincante del otro distrito con solo tres movimientos, ¡La gente estuvo loca! —Antes de que MinHo pudiera preguntarle de dónde demonios sacó la información, HyunJin respondió—. Trabajo en un portal de noticias deportivas, debes de conocerlos. Dan-
—DanPortes —asintió MinHo—. Sí, me hicieron una entrevista esa vez.
—Fue mi tutor. Yo hice las preguntas- ¡Pero no sabía que era para ti, específicamente! —se alegró HyunJin—. Vaya, qué pequeño es el mundo.
SeungMin iba a abrir la boca para decir algo, pero MinHo le interrumpe enseguida. —Y-y ustedes, ¿qué han hecho?
—¿Qué voy a hacer? —JeongIn sonó sarcástico, mientras escondía las manos en los bolsillos de su precario pantalón formal—. Cesante, como dios me trajo a la vida. Estuve trabajando por algunos años en una empresa, pero el bastardo del jefe me echó.
—Igual estoy cesante —siguió SeungMin—, pero por voluntad propia. Pude entrar a estudiar.
SeungMin quería seguir agregando algo, pero MinHo volvió a interrumpirle nerviosamente.
—¿En serio? ¿Qué cosa?
—Hombre, eso da igual. ¿Por qué me mentiste cuando nos vimos?
El ambiente se puso un poco raro en ese momento. MinHo no tenía ahora una cercanía con ellos y ellos no parecían hablar más de la cuenta de lo que fue de sus vidas, así que intentó excusarse, pero SeungMin no pareció querer dejar el tema morir.
Aunque MinHo ya murió con el tema, por lo que, se quiso hacer el estúpido para salvarse el pellejo.
—¿Qué cosa?
—Estabas trabajando, pero resulta que eres un peleador. Digo, no era necesario mentir, pero igual nos deja en la incógnita sobre que hayas, literalmente, desaparecido de la faz de la tierra.
HyunJin y JeongIn los miraron. MinHo se encogió de hombros, desinteresadamente. —No me gusta hablar de eso...
—No seas tan exigente —HyunJin le defendió, mirando con el mismo sentido infantil a SeungMin—. MinHo ahora tiene un mánager, ¿sabías?, probablemente le pida que mantenga las cosas en silencio. Le arregla esas cosas del internet y esas mierdas.
—Los años no me calzan, simplemente —justificó SeungMin.
—Bueno- haz que lo hagan —se terminó MinHo por largarse de ahí, asustado—. Iré por un trago.
El gimnasio sí que estaba decorado, junto con camareros que llevaban cóctel, una gran sábana blanca donde se proyectaban antiguas fotografías rescatadas y videos en la temporada escolar, junto con la música de moda en ese instante que iba a juego con las luces que colocaron en el gimnasio.
MinHo no conocía ni a la mitad de los que estaba ahí, o no los recordaba. El neurólogo le había dicho que tendría problemas de memoria a largo plazo, pero jamás creyó no reconocer a quienes fueron sus compañeros de generación- aun cuando pasó casi la totalidad de primer año con ellos.
Algunos eran familias conformadas, y otros eras extraños que seguramente eran parejas. Varios lucían trajes formales, y otros prendas de casa; los niños, sobre todo, no parecían concordar en ser ese un espacio para ellos, por lo que correteaban en manada de un lado a otro para pasar el rato. MinHo estaba tan aburrido que podría incluso unírseles.
Buscó entre las bebidas algo sin alcohol para poder pasar la noche, pero la fuente de vodka y energética le apetecía por lo que se sirvió un poco, sin embargo, vertió un poco sobre su mano al sentir a alguien chocar con su pierna.
—¡Ay, lo siento!
MinHo levantó la mirada hacia una de sus antiguas compañeras de su salón: Choi Lia (recordaba que se llamaba JiSoo, o algo así), jalando del brazo a un niño de tres años que parecía a punto de hacer un berrinche.
—Te dije que no te escaparas —escuchó murmurar a Lia al pequeño niño antes de girarse hacia MinHo e inclinarse—. Lo siento, le gusta correr.
—No importa —restó importancia—. ¿Es tu...?
—Si, de cariño le digo Nuni —explicó ella antes de hincarse junto al niño y susurrarle—. Vamos Nuni, saluda a MinHo.
—Hola... —saludó el pequeñito con una voz fina que casi era opacada por la música del gimnasio.
—Hola, pequeño —correspondió MinHo, hincándose también—. ¿Cuántos años tienes?
El niño tenía una mano en su boca mientras que con la otra indicaba con tres dedos levantados su edad, pero la timidez lo consumió por lo que abrazó a su mamá escondiendo su rostro en el cuello de ella.
—Es tímido con la gente extraña —explicó Lia, tomando la espalda de su hijo—. La hija de Minnie es más extrovertida.
MinHo casi escupió la bebida sobre el pequeño por la sorpresa. Cuando se encontró con ella meses atrás nunca se lo comentó.
—¿Hija?
—Tiene cinco —contó, apuntando con su cabeza hacia un lado del gimnasio. MinHo le siguió con la mirada para ver como su antigua compañera de curso se encontraba junto a JiSung, ChangBin y Chan presentándole al niño y, por el semblante de JiSung, él se veía realmente sorprendido—. ¿Cómo la estás pasando, MinHo?
—Acabo de llegar, así que no sé —murmuró con honestidad—. Los chicos no parecían muy interesados en estar aquí.
—Uh- parece que siguen sentidos contigo —comentó, incorporándose finalmente junto a MinHo—. El rencor nunca abandona el cuerpo, ji.
MinHo alzó una ceja. —¿Eh?, ¿solo porque me fui?
Lia inclinó su cabeza un poco. —¿Qué?, no, fue porque los echaste de tu casa. O algo así dijo HyunJin, no me acuerdo.
Un poco del líquido cayó al suelo de la impresión. MinHo se sentía realmente nervioso y torpe. —¿En qué momento los eché de mi casa?, ¿Cuándo...?
—No lo sé, creo que fue después de que dejaste la escuela —contó, intentando hacer memoria—. No sé si te acuerdas, pero yo salía con HyunJin en ese tiempo- recuerdo que me dijo que te fue a ver con su grupo pero los sacaste a patadas. Nunca más quisieron regresar. Nos topamos de camino hacia acá, y bromeamos con eso.
Eso era bastante explicativo a la razón por la cual sus amigos nunca más volvieron a verlo, y entre las lagunas mentales que se encontraba en su cabeza, MinHo podía hacerse una idea de qué fue lo que sucedió.
«Lo mejor que pude hacer a mis dieciséis años fue no dejar que me encontraran».
—Como sea- terminamos con este reencuentro del fiasco. Fue la exdelegada la que quiso hacerlo —terminó contando Lia al notar el silencio fue demasiado extenso, levantándose mientras toma de la mano a su hijo—, creyó que sería buena idea un reencuentro.
—A los diez años es un cliché —comentó, aún trastocado por la revelación esporádica.
—Opino lo mismo. No sé qué pasó por su cabeza al hacer esto —Lia una vez más se inclina sobre su hijo y mueve su cuerpecito en dirección a un grupo de hombres que conversaban en una mesa—. Ve con papá, cariño.
—¡Ya!
Con sus piernitas cortas, Nuni corrió hacia el grupo hasta que un hombre medianamente mayor tomó al pequeño alzándolo por los aires y cargándolo con orgullo.
—¿Estás casada con él? —preguntó con sorpresa MinHo. El hombre parecía rondar los cuarenta y tantos, y se veía bastante adinerado, en comparación del traje pobre que JeongIn lucía.
—Ajá, llevamos tres años —contó, mientras mostraba su anillo.
MinHo intentó hacer las cuentas mentales, solo para fijarse en ella. MinHo pensó que el esposo de Lia era alguna figura conocida ya que varios de sus compañeros de salón estaban conversando animadamente con él.
—¿Acaso...?
—Ajá. Matrimonio por conveniencia. No fue muy buen aceptado mi embarazo —bromeó Lia y, con confianza, golpeó el hombro de MinHo—. Así es la vida. Algunos nacen y otros mueren. ¿Supiste que un chico del paralelo de al lado falleció hace algunos años?
El cambio de conversación lo dejó encandilado, más ante la mención de la muerte.
—¿Ah?
—Le chocó un tren —contó Lia—. Así como, ¡Pam! Era probabilidades de que, de ochenta alumnos, al menos uno falleciera.
«Y pude ser yo», consideró MinHo. Un fuerte escalofrío corrió por su espalda.
La chica no se movió de su lado y ambos bebieron en silencio. En la escuela nunca fueron amigos, no tenían algo en común por lo que no había necesidad de entablar una conversación, pero ahora ella parecía estar refugiada en él.
—¿Qué ha sido de ti? —preguntó Lia ahora—. Abandonaste la escuela.
«Sigue con la mentira». —Terminé la escuela en una escuela nocturna y saqué un técnico, trabajé en una cadena de hoteles como electricista —contó rápidamente, antes de agregar—. Ahora me dedico a competir en artes marciales mixtas. El año pasado llegué a la semifinal de un torneo.
—Eso sí que es sorprendente —expresó; MinHo consideró imaginativa la sinceridad de ella—. Pareces tener la vida más interesante de los que estamos acá.
—No creo...
—La exdelegada nos invocó a esto para que nos comparemos. Siempre lo hicimos en la escuela, ¿por qué no hacerlo cuando somos adultos? Uno de dieciséis alumnos serían grandes...
—¿Martin Luther King dijo eso?
—Nah, fue el director en la graduación —confesó, y rio—. Ah, qué horrible es ser adulto, no quiero serlo.
—Eres adulta, Lia.
—No. Soy madre y esposa, más no adulta —corrigió—. ¿Y tú? ¿Te consideras adulto?
—Ni me considero persona.
Ambos rieron agraciados ante la idea. La cacofonía de las conversaciones sobre el aire de ellos traía consigo algunas menciones más egocéntricas y narcisistas del otro. Una real competencia, tal como se encontraban en la escuela.
—Interesante, ¿No crees? —opinó MinHo—. Digo, si hacemos los cálculos, acorde a ti yo soy exitoso por ganar un torneo de Artes Marciales Mixtas. ¿Hay alguno que gane la competencia de la victoria y vida plena?
—Hm, conozco a alguien —informó Lia entre los tragos, y apuntó hacia un lado del proyector—. Han JiSung.
—¿Por qué dices que es victorioso?
—Míralo...
El chico seguía con su grupo, Minnie y su hija, pero también se habían agregado esos chicos que pasaban jugando videojuegos en clases y eran unos dotados (Kai, Soobin y TaeHyun); MinHo tampoco supo de la vida de ellos, pero parecían estar conversando de una manera fluida que pareciese que fuesen amigos toda la vida.
MinHo miró una vez más a los amigos que tuvo en la escuela, seguían estando en una esquina bebiendo ponche en silencio sin querer relacionarse con el resto.
«Las vueltas de la vida...»
—¿Qué hizo para serlo? —preguntó MinHo—. Solo veo a un tipo con color de pelo claro.
—Con mi esposo fuimos a Nueva York la navidad pasada —contó Lia—. Queríamos ver un musical, y fuimos a ver Bonnie & Clyde. De pronto, veo que el personaje de Ted Hinton se me es muy familiar y-
El golpe cayó en MinHo.
—¡No! —gritó, sorprendido.
Lia asintió, igual de orgullosa. —Ajá, el mismísimo Han JiSung estaba parado en un escenario de Broadway. ¿Puedes creerlo?
No esperaba esa historia, o ese desenlace.
Porque, de pronto, MinHo recordaba algunos aconteceres durante la escuela- de cuando conocía a JiSung, de cuando lo veía cantar, bailar, o inclusive debió de haber tenido alguna ocasión en la que ayudó a JiSung a memorizar sus líneas de una obra.
JiSung era el que participaba en los años de fin de año desde la primaria, y con quien contaban para que cantara el himno nacional cada nuevo trimestre. MinHo olvidó un instante que JiSung quería ser un artista. «Parece que lo logró».
—¿Nos acercamos? —ofreció Lia.
—Si quieres ir, ve.
—Ya, pero creo que tú también quieres ir.
Repentinamente, MinHo se sintió nervioso. —No, Lia, no creo que quiera verme.
—¿Quién no quiere verte?
—Nos encontramos en el salón antes de venir. No habló en todo el camino.
—¿Y crees que lo hará si no das el primer paso?
—Lia-
—Vamos. Aunque sea, hagámoslo por el chisme.
La chica no esperó una respuesta; enganchó su brazo con el de MinHo y cruzaron por el gimnasio hasta el círculo formado en conversatorio. El primero en darse cuenta fue ChangBin, quien los saludó con gusto; continuamente lo hizo Kai y Soobin, pero el resto seguía absorto entre ellos.
—¡Lia!, ¿Dónde está Nuni? —gritó Minnie al ver a la otra chica.
—Está con su papá —respondió—. JiSung, ¡hola!
El chico se inclina con una leve sonrisa ante la chica. —¿Qué tal?
—Eres la estrella incógnita entre nosotros, ¿qué fue de tu vida? —preguntó, inocente. MinHo quiso reírse en la cara de todos ellos.
—¡Ha contado la historia como diez veces! —dijo Minnie palmeando suavemente el hombro de JiSung—. Vamos, haz un libro y vende tu autobiografía.
JiSung pareció avergonzado por la broma, o eso es lo que MinHo pudo percibir. En cambio, ChangBin se veía notablemente incómodo y Chan pasó un brazo por los hombros del chico.
—Estudié artes en el extranjero —pareciendo tomar la soberbia de sus palabras, JiSung moduló cada vocal como si fuera solemne—. Ahora estoy haciendo un magíster en la Universidad Nacional, y pronto comenzaré a trabajar en el Centro Cultural de Seúl.
—¡Vaya!, pareces realmente bendecido por la suerte —exclamó Lia, para luego empujar sutilmente a MinHo—. ¿No es así, MinHo?
JiSung posó su vista en MinHo esperando su respuesta, bastante cordial con el chico. MinHo pensaba que JiSung no quería escuchar su opinión, pero carraspeó y asintió. —Sí, parece que tuviste suerte.
—Más esfuerzo que suerte, MinHo —opinó JiSung—, que eso es solo para los mediocres.
Demasiado fue el tiempo desde que escuchó a JiSung llamarle por el nombre..
—JiSung llegó a Broadway —agregó ChangBin con intención, mirando a MinHo—. Fue secundario.
—Oh- no —Lia se colocó una mano en la boca. MinHo quiso reírse de ella—. ¿Secundario en Broadway? ¡¿Broadway?!
—Ha sido lo que me beneficia en el horario —aclaro JiSung, sin dotes de querer ser tímido.
—¡Y cantó con Idina Minzel! —siguió Chan
—Me encontré con ella en el baño, eso es todo...
—¿Cómo te la topas en el baño? —cuestionó Soobin.
—Fue una tonta historia—
—Tenemos tiempo —dijo Lia—. Hasta que la delegada no deje de contar su historia con los pasteles y el presidente, no podremos hacer mucho.
MinHo no entendía a lo que se refería ni por qué el grupo se estaba riendo, hasta que Kai le explicó que al llegar Soyeon les había interceptado y contado la historia de cómo ella había preparado pasteles para el presidente del país y vertió masa en él, pero el hombre la felicitó por su perseverancia, recibiendo un ascenso en su trabajo y ahora era una pasante importante en un restaurante lujoso.
—Creo que iré por algo de beber —se excusó JiSung, acompañado de ChangBin, en medio de toda la conversación
Nervioso, MinHo dudó en seguirlo o no. Sin embargo, Chan no parecía sacarle los ojos de encima.
—Hola MinHo, soy Chan —se presentó él tendiéndole la mano—. JiSung me ha hablado de ti.
—Gracias, es bueno saberlo —respondió, aceptando la mano con su brazo libre. «Seguro es extranjero».
—Aunque no fueron cosas buenas.
—Lo sé, lo sé...
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